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null La UMU busca nuevos fármacos para disminuir el potencial adictivo de los analgésicos opiáceos

Fuente: La Verdad

Cristina Núñez es profesora titular del departamento de Farmacología de la Universidad de Murcia y la investigadora principal del grupo de Farmacología Celular y Molecular de este centro, un grupo que lleva más de 30 años investigando sobre los opiáceos, fundamentalmente en el fuerte componente adictivo que tienen y que constituye, sin duda, uno de sus efectos más indeseables y que condicionan mucho su uso. 1

 

Núñez realizó la tesis sobre este tema y lleva décadas estudiando el tema. Ha participado en más de 10 proyectos de investigación de ámbito nacional y autonómico, los últimos como investigadora principal.

¿Qué son los opiáceos?

Los opiáceos son los analgésicos más eficaces y, dada su efectividad, se utilizan para dolores de intensidad elevada. Actualmente no existe alternativa para dolores tan elevados. Según asegura Núñez, «desde sus comienzos se ha buscado otros fármacos que produjeran el mismo nivel de analgesia y que no tuviesen un potencial adictivo tan elevado. Pero han transcurrido más de 200 años y no lo hemos conseguido», reconoce la profesora.

Asegura la investigadora que cuando los opiáceos se utilizan de forma adecuada, el potencial adictivo disminuye mucho. Aunque esto no ocurre en todos los países, sobre todo en Estados Unidos, donde no se ha tenido en cuenta su fuerte componente adictivo, sobre todo desde los años 90.

La doctora Núñez y su grupo de investigación estudian qué cambios producen los opiáceos en el cerebro, que estarían implicados en ese elevado potencial adictivo, y buscan fármacos que puedan ser eficaces para disminuirlos.

Comenta que uno de los problemas fundamentales para tratar las adicciones es evitar las recaídas, ya que la desintoxicación en cualquier adicción suele ser eficaz al principio, porque se hace en entornos favorables y rodeados de personal sanitario, pero es mucho más difícil evitar las recaídas. El reto -asegura- cuando se ha consumido alguna sustancia de este tipo es que la persona recaiga con el paso del tiempo. Asegura que en las adicciones la tasa de recaída en el consumo está entre el 40% y el 50% desde hace medio siglo. Y ello a pesar de lo mucho que se investiga en este terreno y de las nuevas alternativas que van apareciendo. Asegura que, con los nuevos fármacos en los que están investigando, se ha observado que disminuyen las conductas de consumo en animales, y confía en que estos productos puedan ser extrapolables a humanos.

Lo habitual es que existan politoxicomanías, informa Núñez, es decir, que a menudo una persona adicta a alguna sustancia, lo sea también a otras. La adicción, nos informa, supone una pérdida de control sobre el consumo, que una persona consuma a pesar saber que ese consumo resulta perjudicial para ella.

En el caso de los opiáceos, cualquier persona adicta sabe que en el próximo consumo podría morir, ya que cualquier sustancia ilegal puede estar -y de hecho lo está a menudo- adulterada.

Una sociedad enferma

La sociedad enferma a la que alude reiteradamente la investigadora en sus charlas hace referencia al alto índice de consumo que existe en algunas sociedades, sobre todo en Estados Unidos, donde se acude a muchos más opiáceos de prescripción que en cualquier otro lugar del mundo.

Nos informa de que en España la situación es muy diferente, ya que los médicos solo prescriben opiáceos en momentos muy concretos, normalmente en situaciones terminales, en las que el opiáceo aportará una mayor calidad de vida al paciente y no le supondrá, por lo avanzado de su situación, un problema de salud.

En Estados Unidos se dio recientemente una alarma generalizada a causa de las prácticas poco ortodoxas del laboratorio, Purdue Pharma, que desarrolló una publicidad agresiva para conseguir vender mucho más Oxicontín, un medicamento cuya acción consiste en cambiar la manera en que el cerebro y el sistema nervioso responden al dolor.

Pagando vacaciones de lujo, conferencias muy bien remuneradas y otras regalías, consiguieron que este medicamento fuera prescrito en grandes cantidades, obviando ciertos peligros de este. El resultado fue que casi 841.000 personas fallecieron por sobredosis de drogas en Estados Unidos en el primer quinto del siglo XXI, de las cuales 500.000 fueron causadas por opiáceos recetados legalmente. De los propietarios de esta farmacéutica llegó a afirmarse que son «los peores traficantes de drogas de la historia».

La FDA, Agencia de Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, responsable de proteger la salud pública garantizando la inocuidad, la eficacia y la seguridad de los medicamentos humanos y veterinarios, productos biológicos y dispositivos médicos, aprobó la comercialización del Oxicontín de Purdue Pharma sin incluir ningún tipo de advertencia en el envase, ni especificar que el producto contenía una sustancia con un elevadísimo potencial adictivo. Los obsequios al personal médico llevaron a que este medicamento fuera prescrito por numerosos profesionales ante dolores para los que hubiera sido suficiente un simple ibuprofeno o una aspirina, comenta Núñez.

Además, descubrieron que el Oxicontín no hacía efecto durante las 12 horas que anunciaba su prospecto, sino durante 7 u 8 horas, con lo cual las personas que lo estaban tomando presentaban síndrome de abstinencia. Este síndrome, que empuja a cualquier persona que lo sufra a volver a consumir, lanzaba a los norteamericanos al consumo antes de lo prescrito. Los estadounidenses se lanzaron a la calle a buscar opiáceos asegura Cristina Núñez.

  1. El opiáceo más potente

Comenta Núñez que el opiáceo más conocido y que más acude a la cabeza de la gente es la heroína, «pero ya existen opiáceos mucho más eficaces que la heroína, como el fentanilo, que es el más potente que se utiliza en clínica». Añade que se trata de un opiáceo muy barato y fácil de sintetizar. El problema de un opiáceo tan potente -asegura- es que «la diferencia entre la cantidad que 'coloca' y la cantidad que mata es poquísima, hablamos solo de miligramos», asegura. Pequeñas diferencias que, sin embargo, añade, pueden causar la muerte.

En España la situación no es ésta, aquí incluso para los opiáceos menos potentes se necesita receta médica. Y para otros más potentes se necesita inspección farmacéutica. Asegura Núñez que el abordaje del dolor que se hace en nuestro país no es solamente con opiáceos, sino conjugando diferentes fármacos, metodologías y tratamientos. «En España resultaría imposible llegar a una situación tan descontrolada como la que tienen en Estados Unidos a este respecto», afirma.

  1. Dos iniciativas con una proyección de resultados esperanzadora.

Asegura Cristina Núñez que el grupo de investigación de Farmacología Celular y Molecular de la Universidad de Murcia está trabajando en estos momentos en dos proyectos de investigación: uno financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y el otro por la Fundación Séneca.

El proyecto del Ministerio de Ciencia e Innovación intenta conocer la implicación de determinadas zonas cerebrales que han estado un tanto relegadas por constituir zonas de difícil acceso, tanto en investigación como a nivel clínico en humanos.

Las neuronas, explica la profesora, han sido el centro de la investigación cerebral desde Ramón y Cajal, pero existía otro tipo de células que hasta hace 15 años se estudiaban exclusivamente por constituir un mero soporte de las neuronas. Ahora, sin embargo, se sabe que esas células no solo sirven de apoyo a las neuronas, sino que también participan en la transmisión de información y en funciones muy importantes del cerebro. En el proyecto, que llevan a cabo profesores de la Universidad de Murcia, están investigando esas zonas del cerebro. Se trata de las células de la glía, que son las que mantienen las neuronas en su lugar y las ayudan a funcionar como deben.

Una de las investigaciones se centra en el estudio de un nuevo fármaco que actúa sobre neuronas y también sobre las células de la glía

Intentan averiguar qué están haciendo durante el proceso de adicción a los opiáceos y cómo están implicadas o regulan los comportamientos de las conductas características de la patología adictiva. Todo ello con la finalidad de que, si verdaderamente son importantes, como todo parece indicar, se puedan diseñar fármacos que vayan dirigidos a estas células. Se trata de encontrar terapias que vayan dirigidas a las neuronas y también de que lleguen a estas «nuevas» células para conseguir que se puedan aumentar las alternativas terapéuticas para afrontar el gran problema: las recaídas.

El segundo y más reciente proyecto, el financiado por la Fundación Séneca, es el estudio de un nuevo fármaco que actúa sobre neuronas, pero que ya se sabe que también actúa sobre las células de la glía. En la UMU investigan los efectos para evitar ciertas conductas características de las adicciones, como el comportamiento de búsqueda y consumo de opiáceos desencadenado por su síndrome de abstinencia. De momento ya saben que ese fármaco es eficaz para evitar las recaídas en el consumo de cocaína. Además, han descubierto que para conseguir estos efectos no actúa únicamente sobre neuronas, sino que también altera la actividad de este otro grupo de células que modulan el funcionamiento de las neuronas.

Asegura Cristina Núñez que el grupo de investigación tiene muchas esperanzas depositadas en este estudio, y que los resultados empezarán a aparecer pronto en revistas científicas de impacto.

Pie de foto: La profesora de la UMU Cristina Núñez. Ana Martín /UMU