Sedentación

Diversas evidencias epidemiológicas han demostrado que existe un incremento del riesgo de hernia discal en aquellas personas que realizan trabajos en sedentación. En esta posición hay un aumento de la presión intradiscal respecto a la bipedestación, se incrementa el estrés en la pared posterior del anillo fibroso, los ligamentos posteriores reducen su resistencia a la flexión, así que disminuye su estabilidad antero-posterior, se incrementan los movimientos de cizallamiento, se reduce la ventaja mecánica de los extensores lumbares, derivando en conjunto en un aumento de la carga compresiva (McGill, 1997).

Los sujetos que pasan la mitad de su jornada laboral sentados tienes tres veces más riesgo de sufrir una hernia discal (Callaghan y McGill, 1998). En sedentación asténica, la flexión lumbar se aproxima al máximo valor angular obtenido durante la flexión del tronco máxima desde bipedestación (Green y cols., 2002).

Puesto que no hay un aumento de la activación muscular lumbar y hay una disminución de la actividad torácica, los tejidos pasivos (ligamentos, fascia tóraco-lumbar, etc.) deben sostener el momento de resistencia generado, estresando las estructuras pasivas, circunstancia que puede desencadenar dolor (Callaghan y Dunk, 2002).

En un trabajo sobre el fenómeno flexión-relajación en bipedestación y sedentación realizado por Callaghan y Dunk (2002), el raquis lumbar se flexionaba, de media, un 36% en sedentación erecta respecto a la bipedestación, y un 52% en la sedentación asténica.

Wilke y cols. (2001) indican que la presión intradiscal en el raquis lumbar aumenta cuando se adopta una posición de sedentación.

Hedman y Fernie (1997) en un estudio in vitro, sometieron a 12 raquis lumbares (L1-S1) a una carga constante de 500 N durante 30 minutos, en inversión y en lordosis lumbar, midiendo las fuerzas que recaen sobre diferentes estructuras de las articulaciones intervertebrales. Sus resultados indican que mantener una postura lordótica es preferible, ya que se balancean las cargas sobre diferentes estructuras espinales. Mientras, la postura invertida aumenta las fuerzas de tensión en la pared posterior del anillo.

Los resultados específicos del estudio de Hedman y Fernie (1997) fueron:

1. La fuerza media localizada en las facetas de la articulación L4-L5 es mayor en la postura lordótica (50.7 ± 32.2 N) que en la postura invertida (5.6 ± 7.5 N).

2. La fuerza compresiva discal media es mayor en la postura invertida (165 ± 133 N) que en la postura lordótica (53.0 ± 46.9 N).

3. No hay diferencias significativas entre ambas posturas en cuanto a las fuerzas discales posteriores (flexión= 165; extensión= 127).

4. La deformación vertical se incrementa en la postura lordótica (3.22 mm) respecto a la postura invertida (2.11 mm).

5. El estrés de cizalla y la tensión ligamentosa son mayores en la postura invertida. El estrés de cizalla se incrementa un 9% en la postura invertida y se reduce un 75% en la postura lordótica.

6. Las fuerzas en el pilar anterior se incrementan un 32% en la postura invertida y un 28% en la postura lordótica.

Conforme el raquis se flexiona las facetas articulares dejan de estar cargadas y el estrés en el anillo y núcleo aumenta. Este incremento en la presión del núcleo puede provocar que el raquis sea menos resistente a las cargas compresivas y podrían provocar un hundimiento del platillo vertebral en el hueso trabecular. Una carga mantenida con el raquis en flexión completa reduce la resistencia del mismo a las cargas y provoca pérdida de tensión en los ligamentos, aumentando el riesgo de protrusión discal (Gunning y cols., 2001).

Considerando la postura corporal, el punto en el cual ceden los tejidos se reduce cuando las cargas se aplican en postura flexionada respecto a posición neutral. Los segmentos vertebrales sometidos a una carga compresiva mantenida en postura de flexión son menos resistentes (43-47% menos) a la rotura (Gunning y cols., 2001).

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