Factores de influencia de la lesión raquídea

La lesión o fallo del tejido ocurre cuando la carga aplicada excede el umbral de tolerancia o fuerza del tejido (McGill, 1997). La tolerancia del tejido es modulada por su historia previa de carga y los períodos de recuperación. Las variables más importantes que se relacionan con el proceso lesional y la extensión del mismo son la carga (tipo de estrés, intensidad, movimiento realizado, etc.) y las propiedades del tejido.

Los tejidos fallan al ser solicitados de forma excesiva. Esto puede ocurrir bajo el efecto de una carga única, que sobrepasa el umbral de resistencia máxima o, con más frecuencia, por la repetición de cargas por debajo de ese umbral (lesiones por sobrecarga). Existe una relación entre la carga que se aplica y el número de repeticiones que puede soportar la estructura: si la carga está muy próxima a su umbral de tolerancia, pocas repeticiones pueden provocar una lesión, pero cuanto más se aleja de la resistencia máxima, se necesita un mayor número de repeticiones para producirla.

El potencial de lesión se incrementa con la repetición sistemática de carga raquídeas bajo condiciones de fatiga muscular y deformación de los tejidos pasivos (ICMR, 2000).

A lo largo del día, las estructuras raquídeas están sometidas a cargas externas e internas (producidas por los tejidos para generar movimientos y mantener posturas) (McGill, 1997). Una adecuada salud de los tejidos del raquis requiere de la aplicación óptima de carga. El raquis lumbar es un sistema mecánico complejo, y una lesión aguda en alguna de sus estructuras es posible pero no habitual. No obstante, si la magnitud de una carga excede el umbral de tolerancia de los tejidos, éstos pierden su integridad produciendo una lesión.

Hay que tener presente que la variabilidad individual y el grado de adaptación de cada persona hace que, para una misma carga, en un sujeto se fortalezcan las estructuras músculo-esqueléticas, mientras en otro se genera un fallo en los tejidos (Videman y Battié, 2001).

La mayor parte de las lesiones raquídeas son resultado de un proceso continuo de acumulación de traumas y estrés, que se exterioriza a través de un evento culminante. Se ha comprobado experimentalmente que el exceso de compresión, de movimientos forzados, la elevación frecuente de cargas y una sedentación prolongada, disminuyen progresivamente el umbral de tolerancia de los tejidos (McGill, 1997).

Así pues, la carga y la tolerancia a la misma pueden cambiar conforme pasa el tiempo posibilitando que los tejidos se degeneren (Cholewicki y cols., 1995). La acumulación de estrés es mayor ante grandes cargas, de modo que la disminución de la tolerancia de los tejidos es más pronunciada.

Por ejemplo, los trabajadores del campo o de la construcción, que mantienen su raquis completamente flexionado durante un tiempo prolongado, generan estrés en los tejidos pasivos posteriores y desencadenan cambios en el mecanismo de autoestabilidad del disco intervertebral, reduciendo el umbral de tolerancia de los tejidos (McGill, 1997).

Como indica McGill (1997), la producción de una lesión no requiere, necesariamente, altas magnitudes de cargas, sino que cargas moderadas repetidas y/o mantenidas pueden producirla. Cuanto más ciclos aplicados, menor intensidad requiere la carga para producir una degeneración.

Estas posturas de flexión del tronco sobrecargan los ligamentos del arco posterior del raquis y las fibras posteriores del anillo fibroso. El estiramiento de los ligamentos incrementa la laxitud articular y el estrés de cizalla, incrementando el riesgo de hiperflexión articular e inestabilidad local (McGill, 1997).

Cuando un sujeto realiza una actividad de manejo y transporte de cargas, sistemáticamente estresa los tejidos del raquis, reduciendo el umbral de tolerancia de los mismos. Conforme se aproxima a cero el margen de seguridad, la lesión raquídea es más factible (McGill, 1997).

La flexión estática del raquis lumbar en actividades ocupacionales y deportivas impone un gran estrés en los tejidos viscoelásticos provocando con una deformación residual importante, disminución de las fuerzas musculares de estabilización, y espasmos (Jackson y cols., 2001).

Fases de recuperación o descanso son necesarias para que la capacidad de los tejidos se recupere total o parcialmente. De este modo, el margen de seguridad aumenta y dificulta la producción de una lesión.

Existe un amplio margen de seguridad durante las actividades que demandan un gran esfuerzo muscular. Por el contrario, tareas más ligeras presentan un riesgo potencial de lesión raquídea, especialmente si se reduce la rigidez en los tejidos pasivos (Cholewicki y McGill, 1996).

Cholewicki y McGill (1996) demostraron que el riesgo de lesión debido a la pérdida de estabilidad se incrementa con la disminución de la cantidad de esfuerzo muscular requerido. Así es posible explicar cómo una persona puede estar trabajando todo el día ante unas demandas importantes, y a la hora de coger un bolígrafo del suelo al anochecer se produce una lesión. El mecanismo exacto de la lesión no ha podido establecerse, pero la hipótesis hace referencia a una pérdida momentánea de estabilidad que podría llevar a un desplazamiento vertebral excesivo, irritando los nociceptores del tejido conectivo, tejidos blandos o nervios raquídeos.

Para reducir el daño en los tejidos, McGill (2002) presenta una serie de recomendaciones:

1. Reducir los picos (y la acumulación) de compresión raquídea para reducir el riesgo de fracturas en el platillo vertebral.

2. Evitar los movimientos de flexión máxima del tronco, especialmente a primera hora de la mañana, para reducir el riesgo de hernia discal.

3. Reducir los movimientos repetidos de flexión y extensión completa del raquis para reducir el riesgo de fractura en la pars interarticularis.

4. Reducir las fuerzas de cizalla para minimizar el riesgo de lesión en las facetas articulares y arco vertebral.

5. Reducir el tiempo de sedentación, particularmente si se acompaña de vibración, para reducir el riesgo de hernia discal.

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