null Un estudio de la UMU confirma la total seguridad alimentaria en cultivos de lechuga en la Región de Murcia y en su procesado

Los niveles residuales de la lechuga fresh-cutt, después de los respectivos tratamientos de lavado, cortado, centrifugado y su embolsado en atmósfera modificada, están muy por debajo del límite máximo residual (LMR), el nivel máximo de residuos de un plaguicida que se permite legalmente en los alimentos cuando los plaguicidas se aplican correctamente conforme a las buenas prácticas agrícolas, y que impone la Unión Europea. Lo que quiere decir que no existe un riesgo toxicológico en el consumo de lechuga en fresco o de cuarta gama.

Un estudio de la UMU confirma la total seguridad alimentaria en cultivos de lechuga en la Región de Murcia y en su procesado

Así lo ha corroborado un artículo, publicado en la revista científica Journal of Environmental Science and Health. Pesticides, Food Contaminants, and Agricultural Wastes, y llevado a cabo por el grupo de investigación Química de Plaguicidas, Contaminación Agroalimentaria, Ecoeficiencia y Toxicología de la Universidad de Murcia.

La demanda existente de lechuga de cuarta gama ha provocado durante los últimos años un intensivo cultivo de la misma, requiriendo, por tanto, frecuentes tratamientos fitosanitarios con plaguicidas para asegurar una producción óptima, con los consiguientes riesgos de que los residuos estén presentes en el producto final.

Para evitar esos residuos en la lechuga es necesario llevar a cabo unas buenas prácticas agrícolas. El proceso industrial también elimina parte de los residuos presentes. “Durante el proceso industrial, la lechuga obtenida del campo se lava con agua clorada, se trocea, se centrifuga y, finalmente, se modifica la atmósfera de la bolsa, aumentando el dióxido de carbono, con el objetivo de que los microorganismos no la ataquen”, ratifica José Oliva, experto en Química Agrícola.

En las distintas etapas del proceso industrial, por las que pasa la lechuga hasta ser embolsada, se ha analizado el nivel residuos plaguicidas para comprobar si eran eliminados o seguían concentrándose. Dicho análisis fue realizado mediante un método de extracción no estandarizado, denominado QuEChERS, y cuantificación con cromatografía líquida triple cuadropolo, que permite separar los distintos compuestos de una solución, y cuya metodología analítica tuvo que ser validada previamente.

La conclusión es que tanto con buenas prácticas agrícolas, donde se respetan los plazos de seguridad, como con críticas prácticas agrícolas, donde no se respetan los plazos de seguridad preestablecidos, los niveles residuales finales han desaparecido totalmente, quedando menos de un 10%, o  están muy por debajo de su LMR”, explica José Oliva, investigador principal del grupo.

Por último, se ha analizado la biodisponibilidad de los plaguicidas mediante una digestión in vitro, un procedimiento simulado que permite examinar la cantidad y la velocidad con la que el producto llega al torrente sanguíneo y donde se observa que, de ese 10% de residuo no eliminado, desaparece el 90% antes de ser absorbido por el organismo.