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Blog de la UCC+I

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Observando el pasado a través del microscopio

Mucha gente asocia la divulgación de la ciencia a laboratorio. Sin embargo, eso no es siempre así. Fuera de ellos existen grandísimos divulgadores pertenecientes a distintas áreas del conocimiento. Uno de ellos es Ignacio Martín Lerma, Doctor y profesor de la Universidad de Murcia en el Departamento de Prehistoria. Sus especialidades son la Arqueología Experimental y la Traceología, aplicadas sobre todo a yacimientos del Paleolítico. Es director de diversas excavaciones y sus artículos han sido publicados en reconocidas revistas de impacto. Como amante de la divulgación científica ha impartido numerosas charlas acercando su disciplina al gran público y, debido a su formación en dirección y realización de Cine, ha dirigido diversos documentales sobre Arqueología.

Gracias Ignacio por aceptar la invitación realizada desde la UCC para que escribieras este magnífico post.

Jose Manuel López Nicolás

Ignacio Martin Lerma
Ignacio Martín Lerma. Autor: Fran Ramírez

Observando el pasado a través del microscopio

Siempre comparo con la serie C.S.I. la disciplina a la que me dedico, la Traceología, ya que a través de pequeños indicios es posible averiguar algo tan importante como es el uso de los instrumentos utilizados en la Prehistoria. Los traceólogos buscamos, utilizando el microscopio, huellas de uso en los materiales encontrados en las excavaciones arqueológicas, con el objetivo de conocer para qué fueron utilizados.

La interpretación de todo yacimiento arqueológico requiere un enfoque multidisciplinar, por lo cual, la presencia de la figura del traceólogo es cada vez más relevante, ya que será el encargado de investigar la funcionalidad de los restos, es decir, el uso que se les dio en el pasado. La Traceología cobra especial importancia cuando nos referimos a la Prehistoria. En esta etapa, una de las principales materias primas utilizadas para fabricar armas y herramientas fue la piedra y, en muchos casos, sólo conociendo su morfología no podemos deducir cual fue su utilidad. Y llegados a este punto, es donde se denota la necesidad de este tipo de analíticas.

La Traceología nos aporta un diagnóstico de uso de la pieza: las zonas activas del útil, el tipo de acción (cortar, raspar, perforar, etc), la materia trabajada (hueso, asta, piel, etc) e, incluso, en ciertas ocasiones, el tiempo estimado que duró la actividad. Pero estos estudios funcionales no sólo se centran en aspectos propios del útil, sino que integran el diagnóstico anterior en una visión con mayor complejidad: la posición del objeto dentro de una cadena operativa y, por lo tanto, la funcionalidad del lugar donde se encontró. A todo esto nos ayuda, tanto el contexto de los útiles como los datos aportados por otras disciplinas como la Arqueología Espacial, la Arqueozoología, la Arqueobotánica, la Geoarqueología, etc.

Todo estudio traceológico requiere un protocolo bien establecido donde la Arqueología Experimental posee un papel fundamental, ya que se replican las piezas encontradas y se utilizan con un modus operandi propio de la época que está siendo objeto de estudio. De esta manera, se puede llegar a comprender el comportamiento de los útiles frente al uso y, lo más importante, se puede generar una colección de huellas de referencia para su contrastación. En esta fase es preciso el control de los elementos que intervienen en la experimentación: las variables independientes (materia prima, materia trabajada, gesto y tiempo) y las huellas que se generan (variables dependientes). Una vez superada esta fase, se realizaría la aplicación de estos conocimientos al material arqueológico. Ésta es la única manera de afirmar o desechar teorías sobre la funcionalidad de la cultura material perteneciente a las sociedades humanas del pasado.

Los materiales prehistóricos, debido a su antigüedad, son frágiles y delicados, y cualquier alteración puede hacer desaparecer datos diagnósticos susceptibles de ser interpretados. Por ello, deben de ser manipulados con mucho cuidado, utilizando herramientas que aseguren el mínimo daño posible, como por ejemplo la cubeta ultrasónica utilizada para eliminar los restos de sedimento que se adhieren a la pieza por el paso del tiempo. Para la observación, los aparatos ópticos más comunes son la lupa binocular y el microscópico petrográfico, que permite un examen más pormenorizado de las superficies.

Por último, también es habitual el uso del microscópico electrónico de barrido y del microscopio confocal cuando se necesitan observaciones más detalladas.

Si comparamos la Traceología con otras disciplinas, el número de investigadores/as que se dedican a ella aún no es aún muy elevado. A pesar de este dato, los análisis de huellas de uso han sido ya aplicados a gran cantidad de periodos prehistóricos pertenecientes a espacios geográficos variados, siendo publicados dichos resultados en revistas de gran impacto científico.

Estos trabajos han tratado cuestiones muy diversas con el fin de obtener una mejor comprensión de los asentamientos prehistóricos y resolver problemas específicos de determinadas etapas. Entre estas cuestiones se han abordado las relaciones entre la morfología de los instrumentos y su función, ya que tradicionalmente, el uso de los objetos se ha obtenido, de manera incorrecta, atendiendo a la forma que el objeto tiene. Gracias a los análisis de huellas de uso se ha podido demostrar que esta relación “forma-función” es mucho más compleja de lo que a priori puede parecer, ya que puede existir una amplia diversidad funcional en un mismo tipo de utensilio.

Otro aspecto tratado es la compresión global de la vida del útil, desde que se selecciona la materia prima para confeccionarlo -sílex, por ejemplo- hasta que el utensilio se abandona. Igualmente el lugar donde se encuentra también aporta información sobre la delimitación de áreas de actividad, talleres específicos como el procesado de la piel o el trabajo del hueso, definiéndose de esta manera la funcionalidad del yacimiento en cuestión.

La búsqueda de información relativa a aspectos sociales, económicos e ideológicos se ha derivado, sobre todo, del análisis de los contextos funerarios. Los elementos que acompañan al difunto, los ajuares, nos ofrecen gran cantidad de datos tales como saber si han sido confeccionados de manera ex profesa por la muerte del individuo y por lo cual no tienen uso previo o, al contrario, identificar los usos para poder asociarlos a aspectos como el status social, el sexo o edad de los individuos.

No se puede obviar que para el análisis de los diferentes procesos de trabajo, la Etnoarqueología nos aporta una documentación de primer orden. La unión de la experimentación, anteriormente citada, y la documentación etnográfica ha permitido ahondar en tareas poco conocidas hasta el momento, como pueden ser las prácticas de cultivo que se llevaron durante la Prehistoria. Por esta razón veo fundamental estudiar los pueblos primitivos actuales, tribus contemporáneas a nosotros pero con unos modos de vida muy similares a los de las sociedades prehistóricas.

Como se extrae de estas líneas, la Traceología se ha convertido en un método cada vez más necesario en la investigación multidisciplinar sobre nuestro pasado. De ahí, la necesidad de dar a conocer y divulgar esta interesante disciplina que nos ayuda a esclarecer lo que fuimos, lo que somos, y por qué no, lo que seremos.

Dr. Ignacio Martín Lerma
Área de Prehistoria
Universidad de Murcia

 

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