The Conversation
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Cuando los sociólogos actúan como ‘polis’: la observación participante
Angel José Olaz Capitán
Siempre me han fascinado las películas de espías en las que intrépidos policías son capaces de mimetizarse en un oscuro y acechante entorno, pasando desapercibidos a ojos de los demás, observando detenidamente los comportamientos de esa organización clandestina y participando de las actividades de sus componentes. Lo hacen así hasta dar sentido a lo que está sucediendo y, en consecuencia, intervenir en el curso de los acontecimientos. Es lo que en la jerga policial se llama introducir un “topo”.
Todos nosotros observamos y participamos de nuestro entorno como parte de un ejercicio adaptativo propio de nuestra especie (Darwin, 1859) y los sociólogos quizás todavía más, en ese intento por acercarse a una comprensión de la realidad social, actuando como “polis” –entiéndase esta admirativa y afectuosa denominación– observando y, en su caso, participando del colectivo que se está estudiando.
Hablar de observación participante obliga a reparar en dos conceptos: observar y participar. Observar es algo más que mirar, es profundizar en por qué las personas se comportan y se desenvuelven de una determinada manera.