|
ALMUDENA
GRANDES: sobreviviendo a su propio mito
Entrevista de Alejandro Hermosilla Sánchez
Rozando
las fechas navideñas, Almudena Grandes estuvo en Cartagena para presentar su
último libro, Estaciones de paso, y
seguir contribuyendo al proyecto Mandarache que —como decimos en otra entrevista de
este mismo número— cada vez se va consolidando más en la ciudad.
Almudena se
mostró en todo momento muy cordial durante la charla —por
más que pudiera estar en más o menos desacuerdo con lo que le preguntáramos—,
siempre mostró su cara más amable, lo cual es, verdaderamente, de agradecer.
Habiendo resistido al éxito y a la sobreexposición
mediática que le supuso ser conocida por un libro como Las edades de Lulú
—últimamente reeditado con un prólogo muy esclarecedor e interesante de la
escritora— y la adaptación fílmica del libro que realizara Bigas
Luna,
Y si bien —como
ha llegado a confesar— su mayor defecto es la soberbia, dio una imagen
contraria a todos esos tópicos que suelen ir unidos a los novelistas de éxito
en España. Unida a su carisma particular y cosida a la sinceridad con la que ha
diseñado sus historias, sus palabras transmitían la franqueza de quienes han
sobrevivido varias veces a sí mismos y a los distintos ajetreos de la vida y
han entendido que la mejor manera de sobrellevar esta vida es ser leales a sus
más íntimas convicciones para, de esta manera, gusten más o menos sus libros,
estar seguros de haber dado lo mejor de sí mismos a los demás en esta vida que,
efectivamente, que sepamos, de momento, es la única posesión valiosa que
tenemos.
—EL
COLOQUIO DE LOS PERROS: Estudiante de historia, pero nunca has escrito novela
histórica. ¿Cómo se entiende esto?
—ALMUDENA
GRANDES: Mi carrera universitaria siempre ha tenido que ver poco con mi
actividad como novelista. Yo quería ser escritora desde pequeña, pero tenía que
ir a la universidad y elegir una carrera. En realidad yo quería estudiar latín,
pero al final le hice caso a mi madre e hice historia para tener la ocasión de
escribir, porque, como el latín me gustaba más, no me hubiera dejado tiempo
para la escritura. Mi formación como historiadora, que tiene poco que ver con
lo que soy como persona, ha tenido verdaderamente poco que ver con mi obra
hasta la novela que estoy terminando ahora. Un libro que no es una novela
histórica de las que están de moda últimamente —no es de templarios ni nada
parecido—, pero intenta reconstruir la memoria histórica de la España del siglo
XX y en ese sentido sí tiene un gran trabajo de documentación detrás.
—ECP: Los
toros, el fútbol, el consumismo, el trabajo o el sexo son lugares comunes donde
los personajes de tus novelas parecen más que encontrarse, esconderse.
Explícame esto.
—AG: Bueno.
Esto que afirmas tiene más que ver con mi último libro, Estaciones de paso, que con el resto, y además es intencionado. Yo,
cuando escribí estos cuentos, ubiqué a varios adolescentes que tenían delante
de ellos distintas situaciones que no son capaces de entender ni de comprender,
pero que no les quedan más remedio que vivir, porque es su vida. Este es un
libro de cuentos inéditos escrito ex profeso para ser libro de cuentos. No es
recopilación. Por ello, yo elegí una especie de pasión dominante distinta para
cada personaje que me permitiera establecer un marco argumental en el cual
pareciera una cosa y resultara otra distinta. En todos los casos, parece que
esos temas primeros son el tema del cuento, pero siempre detrás hay otro tema
escondido que es mucho más importante y que es el tema verdadero. En parte es
un recurso de ambientación, pero sobre todo era un recurso narrativo.
—ECP:
¿Hacia dónde crees que nos lleva el deseo? ¿Es una trampa, un mecanismo de
defensa o un estigma sin el cual no podríamos vivir?
—AG: Los
modernos psiquiatras dicen que lo que diferencia, en realidad, a los seres
humanos de los animales no es la razón, puesto que hay animales que son capaces
de establecer estructuras coherentes de pensamiento y acción, sino la voluntad,
la capacidad de desear. Los seres humanos somos capaces de desear y de ejercer
nuestra voluntad para modificar nuestro entorno en función de ese deseo (…)
Este es un tema clásico en mi literatura. Yo he escrito mucho sobre esto. Me
interesa mucho este tema y creo que el deseo —entre las cosas que tú me
propones— es algo más incluso que eso; yo diría que es, no un estigma, pero,
desde luego, sí una condición esencial del ser humano.
—ECP: En
este sentido, el sentido de perseguir las desviaciones y rutas secretas del
deseo, diría que tu literatura se encuentra cercana, en algún aspecto, a la de Yasmina Reza. ¿Qué opinas de esta autora?
—AG: Bueno,
yo considero que mi literatura tiene más puntos en común con la de Javier
Marías o la de Rafael Chirbes que con la de Yasmina, pero… Si te tengo que responder, te diría que a mí
me gustó mucho Arte. Sé que ha
escrito posteriormente novela, pero no he podido leerla. A mí me gusta mucho el
teatro y cuando leí Arte sentí
bastante envidia, porque, además, el teatro siempre ha sido mi gran
frustración. Yo escribí una vez una obra de teatro y no me salió bien y, desde
entonces, siento una especie de envidia por los dramaturgos.
—ECP: ¿Y Amelie Nothomb?
—AG: Leí su
primera novela, Higiene del asesino,
y me pareció una mujer muy interesante e inteligente. Después he seguido
leyendo libros de ella que me gustan bastante. Amelie
Nothomb es muy fría, muy minimalista y tengo que
decir que, aunque me gusta, lo cierto es que no se parece nada a mí.
—ECP: ¿Elfriede Jelinek?
—AG: Me
gustó bastante La pianista, pero ella
no me cae demasiado bien, sobre todo a partir de la polémica que armó por la
concesión del premio Nobel. No me gustó el número que
formó con lo de recoger o no el premio.
—ECP: En
alguna ocasión has mencionado la importancia que tiene un libro como La Odisea y un héroe como Ulises en tu
formación. Sin embargo, a pesar de que los protagonistas de tus libros sean
casi todos mujeres, yo los encuentro muy quijotescos —lo cual, por otra parte,
es lógico, teniendo en cuenta el país en el que estamos—, en el sentido de la
imposibilidad de acomodar realidad y ficción, deseo y realidad.
—AG: La Odisea me dejó a mí muchas cosas. Fue
el primer libro importante que yo leí, porque mi abuelo me lo regaló cuando yo
hice la primera comunión y lo leí con una mirada de autor adulto. El libro de
Homero ha dejado una influencia duradera en mi vida desde el punto de vista de
la supervivencia. Fíjate que yo, casi siempre, he escrito novelas de
supervivientes —no necesariamente náufragos, pero sí personas que se las
arreglan para sobrevivir— y este es el rastro que ha dejado La Odisea en mi vida, poseo una
debilidad innata por los supervivientes. Ellos son mi tipo de personaje
favorito frente a los héroes, los antihéroes y demás arquetipos (…) Y en cuanto
a El Quijote, claro que me ha
influenciado. Es imposible en este país no ser influenciado por Cervantes. Pero
yo señalaría que la influencia fundamental del libro de Cervantes en los míos
es la tendencia a construir historias complejas, introducir pequeñas historias
dentro de historias más extensas. En ese sentido —salvando todas las diferencias
a favor de Don Miguel, naturalmente— sí que creo que la estructura de mis
novelas es bastante cervantina.
—ECP: Has
referido alguna vez que Los hijos muertos
de Ana María Matute es un libro que te influenció mucho. Háblame de este libro
verdaderamente no muy conocido.
—AG: A mí Los hijos muertos me parece la mejor
novela sobre la postguerra española que escribió la Generación del 50 y esto es
muy notable porque sobre este tema esta Generación insistió una y otra vez. Fue
una obra deslumbrante para mí, ya que cuando yo la leí a los 20 años nunca me
había encontrado con una voz tan valiente, con una voz que revelara aspectos
tan ocultos y tan poco frecuentes para mí en aquella época sobre la historia
del siglo XX español, el tema de los campos franceses, los destacamentos
penitenciarios, etc. (…) Además, fue un libro que me emocionó muchísimo. Me
hizo tomar una conciencia muy precisa del país en el que yo vivía, de quién era
yo y cómo me llamaba. Fue un libro que me habló de mí misma. Y Malena es un nombre de tango tiene
algunos guiños que remiten a Los hijos
muertos, porque yo tenía presente la novela en todo momento a la hora de
escribir mi obra. Los hijos muertos
es una de las últimas novelas de la primera etapa de la escritura de Ana María
Matute, una escritora descomunal. Ana se retiró del mundo durante décadas y
prácticamente hasta los años 90 no participó en congresos ni hacía entrevistas
ni publicaba libros y, de alguna manera, libros como Los hijos muertos, que es de 1958, fueron languideciendo cuando
eran de una calidad extrema. Y, más tarde, no sé bien por qué, con el éxito que
consiguiera gracias a Olvidado rey Gudú, se han rescatado libros como Primera memoria o Pequeño
teatro, pero no se ha rescatado este libro sensacional.
—ECP: ¿Y
qué opinión te merece Carmen Laforet?
—AG: Para
mí no ha sido una referencia comparable a Ana María.
—ECP: ¿En
qué medida crees que la sociedad de consumo actual despierta y juega con
instintos sadomasoquistas en los individuos? Por ejemplo, en tus libros casi
siempre aparece algún conato de este tipo de tendencia o expresión sexual.
—AG: Yo
creo que la violencia consumista se manifiesta en la sociedad y en mis libros
de muchas maneras, pero yo no veo una relación concreta con ese impulso. Es
verdad que es un tema que yo he tratado en mis primeros libros como Te llamaré Viernes, aunque en Las edades de Lulú no es una relación
sadomasoquista, sino una relación incestuosa. Eso sí que me gusta que quede
claro. La relación entre Pablo y Lulú no es una relación sadomasoquista. Se
trata de un incesto imaginario. Lo cual, obviamente, no es ni más ni menos
perverso (…) Yo creo que las relaciones sadomasoquistas tienen más que ver con
las relaciones de dominio, posesión o celos. Es una forma más o menos intensa y
más o menos equivocada de amar a los demás, de enamorarte de alguien, pero yo
no veo muy claro que el consumismo tenga que ver algo ahí.
—ECP: Por
cierto, ¿te interesa Buñuel? ¿Qué me puedes decir de Buñuel?
—AG: Yo soy
una gran fan de Buñuel. De hecho, Buñuel
tiene una influencia secreta en mi obra. Es difícil de detectar, pero para
quien desee rastrear… Le diría que el final de Los aires difíciles está influenciado por el final de Viridiana. Cuando
yo pensé cómo iba a terminar esa historia en que Sara decide no entregar a Juan
y le tranquiliza diciéndole que no se preocupe, que no le cuente su vida, que
no quiere saber nada y va a intentar que cenen juntos por Navidad me estoy
refiriendo al clásico «ya sabía yo que mi prima Viridiana
iba a acabar con nosotros jugando al tute». Lo que, por otra parte, es
fantástico, porque ese diálogo es fruto de la censura, pues Buñuel
tuvo que improvisar sobre la marcha, la censura le quitó la frase que él había
pensado. (…) Sí. Me interesa mucho Buñuel, lo quiero
mucho.
—ECP: Noté
algún punto de contacto entre Te llamaré
Viernes y Juegos de la edad tardía
de Luis Landero. ¿Qué opinas de Landero?
—AG: A mí
me gustó mucho Juegos de la edad tardía.
No había pensado en lo que dices, pero lo cierto es que ambas novelas tienen
una cierta mirada sobre la infancia perpetua que puede ser coincidente. A mí me
interesa mucho la mirada de Landero. Sobre todo, esta
primera novela. Pero, desde luego, es un escritor siempre interesante.
—ECP: ¿Y
Enrique Vila-Matas?
—AG:
Vila-Matas me gusta mucho como lectora. Es un ejemplo de escritor que no tiene
nada que ver conmigo, pero que me parece muy brillante e inteligente. Además,
estoy muy contenta de que tenga ahora tanto éxito, porque Enrique es un ejemplo
claro de tenacidad y resistencia. Ha sido un resistente durante muchos años. Ha
resistido y ha insistido. Él ha insistido en el tipo de literatura que él
tenía, resistió los cantos de sirena y cuando la gente cambiaba de historias,
él seguía yendo a lo suyo, lo suyo, lo suyo… Por esto, considero que su éxito,
aparte de un premio a su escritura, es un premio a su tesón, y esto me parece
que es algo muy justo y que hay que celebrar en un mundo donde la gente se deja
comprar cada vez más y cambia de opinión cada vez más deprisa.
—ECP: ¿Cuál
es la recepción de tu obra en Sudamérica?
—AG:
Bastante buena. Lo que ocurre es que en Sudamérica siempre está el problema del
dinero, la capacidad de adquisición. El libro es un objeto de lujo en este
continente. Es la barrera y la frontera que nos separa de ellos. Pero, mira, en
Perú ya me han pirateado. O sea, que ya soy alguien. Hasta que no te piratean
en Perú no eres nadie. (Risas)
Además, siempre me venden en Perú en libros con la portada de Alfaguara. Como
la que los piratas tienen en el ordenador es de Alfaguara, pues ellos no
cambian.
—ECP: ¿Y
qué autores sudamericanos te interesan?
—AG: Está
muy bien. Ahora hay una generación de narradores que están en una situación
estupenda, porque una vez que ha pasado el boom y
todo lo que supuso aquella estela que tanto perjudicó y asfixió a los que
vinieron detrás —que no sabían si pertenecían al boom
o a cualquier otra categorización— tienen el espacio más despejado para
volcarse sobre las raíces de sus propios países sin complejos y con
tranquilidad (…) A mí hay mucha gente que me interesa en Latinoamérica. Por
ejemplo, hay un escritor colombiano que se llama Jorge Franco que me parece
tremendo. Me interesan mucho también Jorge Volpi,
Ángeles Mastretta y Cristina Ribera Garza. Hay gente
con mucha potencia. Te diría también que me gustan mucho Marcelo Birmajer en Argentina y Horacio Castellanos en El Salvador.
Hay gente con mucha potencia y talento en este continente.
—ECP: Tengo
entendido que eres una voraz lectora. ¿Qué libros has leído últimamente?
—AG: Mira.
Yo últimamente estoy en un bucle perverso porque yo voy a sacar una novela este
próximo febrero que me ha obligado a pasar gran parte de mi tiempo rastreando
en archivos y documentos. Llevo cinco años leyendo casi únicamente historia de
España. He modificado muchos de mis hábitos por este motivo. Leo memorias,
libros de historia, biografías y casi no tengo tiempo para novelas modernas.
Digamos que, ahora mismo, le dedico un tiempo y una atención a la novela de la
generación de la guerra y la postguerra que, soy consciente, de que es un poco
excesiva pero, como no puedo evitar leer novelas… Te diré que las que me han
gustado mucho este año son, por ejemplo, el Manual
de literatura para caníbales de Rafael Reig, las
dos novelas de la trilogía de Óscar Esquivias, Inquietud en el paraíso y La ciudad del gran rey, etc. A su vez,
dentro de la historiografía, se están publicando obras muy interesantes. Por
señalar una que me impactó, es de una gran calidad y es bastante literaria, yo
hablaría de la Biografía del general rojo.
Como está escrito por su nieto que no le conoció, hace una rememoración del
personaje que no es del todo histórica ni literaria que es de sumo interés. Se
lee con mucho interés y facilidad.
—ECP: ¿Te
interesa Maitena?
—AG: Maitena me hace mucha gracia. Me gusta bastante.
—ECP: ¿Y
tienes algún autor fetiche, concretamente, dentro del cómic?
—AG: Y en
cuanto al cómic, te diría que lo he seguido poco. Lo cierto es que yo era muy
admiradora de Ivá y compraba siempre El Jueves cuando él escribía, por lo que
supongo que mi autor fetiche será Ivá. En realidad,
como fan del cómic, sólo he seguido la senda de Ivá
y, de pequeña, la de Obélix. Siempre —incluso desde
pequeña— me ha gustado más leer libros que cómics,
aunque se considerase que los primeros eran más difíciles.
—ECP: ¿Te
gustaron las últimas películas de Almodóvar? En cierto sentido, ¿no crees que
tu universo conecta —aunque sea de puntillas— más con
el director manchego que con Gerardo Herrero?
—AG: A mí
me gustan todas las películas de Almodóvar. Me parece un hombre muy valiente. Y
creo que el rasero de la mediocridad en este país se mide por la crítica
destructiva contra Almodóvar. Si tienen algo en común los mediocres, es en su
ataque despiadado hacia Almodóvar (…) A mí me encantan sus últimas películas.
Por ejemplo, La mala educación, que
no le gustó a nadie, a mí me encantó. Y Volver
me gustó mucho. En este sentido, creo que el bache de Almodóvar está en la
mitad de su producción. A mí, Tacones
Lejanos, Carne trémula y Kika no me
gustaron demasiado. Pero incluso en las películas de Almodóvar que no
terminaron de convencerme encuentro detalles que me interesan bastante, lo cual
ya es mucho decir cuando se trata de un creador. Además, yo creo que Pedro es
alguien absolutamente libre y radical, y para ganar un Oscar con Todo sobre mi madre y triunfar en el
cine americano con un cine como el suyo hay que tener mucho, mucho valor y
talento (…) Y en cuanto a lo que dices de Gerardo Herrero pues seguro que él no
estaría de acuerdo. Es él quien adapta mi obra. Y, por otra parte, Almodóvar no
realiza guiones adaptados, lo cual me parece muy bien. De hecho, la única vez
que lo hizo —cuando adaptó a Ruth Rendell en Carne trémula— no consiguió un resultado
muy afortunado.
—ECP: Creo
que las adaptaciones de tus libros —lo cual parece ser una regla en los
novelistas— no te convencieron demasiado. ¿Me puedes citar alguna novela
llevada al cine donde todos hayan quedado satisfechos?
—AG: Del
primer caso, hay muy pocos. Pero te citaría el ejemplo de Ignacio Martínez de
Pisón, que escribió Carreteras
secundarias. Es un libro estupendo y más tarde realizó la adaptación a guión
de esta novela, que llevó bastante fielmente al cine Emilio Martínez-Lázaro.
Pero son pocos casos.
—ECP: ¿Y
cuál es tu opinión sobre el Bigas Luna actual?
—AG: Me
cuesta opinar, porque es una persona a la que le tengo mucho cariño, pero, digamos
que me gustaba mucho más su cine al principio que ahora.
—ECP:
Hablando de cine. Aunque ya hace mucho tiempo de esto, ¿qué te pareció Tierra y Libertad?
—AG: Muy
mal. Como película —en cuanto a estructura fílmica— está bien, pero como investigación
sobre el tema de la guerra civil me parece una película mentirosa. A mí me
hubiera gustado preguntarle a Ken Loach
que si admiraba tanto a aquellos milicianos y le parecía que los comunistas
eran tan malos por qué no los sacó corriendo en Madrid… Porque la columna
Tierra y Libertad vino a salvar Madrid y se dedicó a
correr tres días mientras el Quinto Regimiento aguantaba. Hay muchas maneras de
contar las cosas y a mí esa aproximación a la guerra no me pareció buena. Me
parece que es una película mucho más anti-comunista
que republicana y, desde luego, el film de Loach
entra en conflicto no sólo con mi punto de vista, sino con la verdad a secas de
la historia. No es, en absoluto, una película objetiva sobre la guerra civil
española.
—ECP: Por
cierto, ¿me puedes citar dos o tres películas que te hayan marcado?
—AG: Drácula de Coppola,
porque me parece la adaptación más maravillosa de una obra literaria a la que
se puede aspirar. Me parece que no solamente es una película gigantesca, sino
que como adaptación es formidable. Que una novela como Drácula, que ha sido adaptada tantas veces, fuera leída al fin bien
es algo que me parece, de verdad, increíble. Y por citarte otra película en
este momento, te diría que Viridiana, de la que ya hemos hablado antes.
—ECP:
¿Estás más contenta con la situación política actual en España desde el cambio
de gobierno?
—AG: Sí.
Bastante más. Es evidente.
—ECP:
¿Cuánto tiempo crees que debe pasar todavía para considerar a España un país maduro
democráticamente?
—AG: Yo no
diría que España no es un país maduro democráticamente. Al contrario. Yo creo
que es bastante maduro. Y en cuanto a la estabilidad del país —aunque sea una
estabilidad amenazada por una cierta situación— me parece que es bastante firme
teniendo en cuenta ciertas situaciones acaecidas aquí. Repito. Yo no diría que
este es un país que no es maduro democráticamente. Más bien, matizaría. Creo
que 40 años de dictadura no pasan en balde y creo que la transición española, en
buena parte, fue un pacto un tanto amnésico en el cual hubo un consenso entre
una serie de políticos —al que los ciudadanos no tuvieron acceso— que
decidieron trazar una raya en el suelo afirmando que se podía olvidar el
pasado, que ya había pasado todo y podíamos empezar otra vez. Y yo creo que
este acto se puede hacer jugando, pero no se puede realizar con la memoria de
la gente. La posible inmadurez —a la que tú apuntas— del país, creo que procede
de allí: procesos que debían haberse acometido antes y no se realizaron, 40
años de dictadura que son muchos años y provocan una distorsión de las reglas
del juego democrático y de la naturaleza del poder. Pero repito. No considero a
España un país inmaduro democráticamente. Esto me parece un poco un atrevimiento.
—ECP:
Bueno, realmente, esta es mi opinión. Y tendría que hacer un ejercicio mínimo
de reflexión para intentar explicarme, pero no creo que sea el caso. De todas
maneras, lo que sí me parece sumamente interesante es tu punto de vista, porque
al proceder desde otra óptica generacional, abre nuevos campos y vías de
perspectiva para afrontar el tema (…) En fin, pasando a otra cuestión, ¿me
puedes hablar un poco de tu amor a Madrid y de cómo vives la tradicional dicotonomía Madrid-Barcelona?
—AG: La dicotonomía creo que la viven más en Barcelona que en
Madrid. A mí Barcelona me gusta y no tengo problema alguno con este tema. Y
Madrid… Madrid es mi ciudad biográfica y mi ciudad literaria. Yo soy de Madrid
y no tengo otro lugar del que ser. Recuerdo que en la época de la transición,
cuando estalló el tema de las nacionalidades y comunidades autonómicas, todo el
mundo iba con carteras y chapas de su lugar de nacimiento o reivindicando su
origen y yo no llevaba chapas ni ningún artilugio por el estilo. Además, es que
en mi época ser de Madrid era algo como jorobado, porque significaba y
representaba el centralismo casposo. Sin embargo, yo en aquella época no tenía
ningún sitio de donde ser y me sentía madrileña por los cuatro costados, y el
tiempo no ha cambiado esta sensación. Sucede que Madrid, al mismo tiempo, es
una ciudad que se ajusta mucho a mi personalidad y creo que no es porque yo
haya nacido allí. Muchas veces, sucede al contrario, pero en mi caso no es así
(…) Madrid es una ciudad caótica, pero que también tiene una virtud a cambio de
este caos: no se detiene nunca. Madrid es una ciudad que está cambiando
permanentemente y yo vivo bien allí, en ese caos ordenado.
—ECP: Para
finalizar, te haré una pregunta que puede que no te guste mucho, pero que me
interesa. Hace poco visioné algunos números de La fiera literaria. Y, al
parecer, tú —entre otros abundantes y famosos autores actuales— eres uno de los
objetivos que atacan constantemente. Supongo que tu opinión sobre esta revista
será bastante negativa, pero si puedes decirme algo o contarme una anécdota
para terminar.
—AG:
Hombre. La fiera literaria yo no me
la leo. A mí cuando me llegó esta revista por primera vez y empecé a leer lo
que opinaban de mí unos señores que no me conocían de nada, hubo una cosa que
sí me sorprendió mucho: el odio (…) El odio forma parte del lenguaje coloquial,
pero el odio, en verdad, es una pasión muy rara. Todos decimos odio al Real
Madrid, odio las acelgas, odio la música de Bach, pero esto es una forma de
decir no me gusta, es una expresión coloquial. Sin embargo, al leer esta
revista… El odio es una pasión muy rara. Yo no he odiado —creo— personalmente a
nadie en mi vida y que a mí me odiase gente que no me conocía, al principio, me
producía un desarreglo sentimental y estaba un poco sobrecogida por este
motivo. Pero luego decidí que ya no la iba a leer. Me la mandan y yo la tiro a
la papelera sistemáticamente. Esa es mi reacción cuando me llega La fiera literaria.
http://www.elcoloquiodelosperros.net/indice15.htm
(Un abrazo de los editores de Tonos
Digital a nuestros hermanos en la fe electrónica de El coloquio de los perros y nuestro agradecimiento por autorizarnos
a reproducir la entrevista con Almudena Grandes)
|