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ESCARCEOS FILOLÓGICOS
Francisco Javier Gómez Ortín
(Universidad de Murcia)

 

E L    M U R C I A N I S M O    L I C E R A

 

Tocante a murcianismos, el bucear en el DRAE es toparse con frecuentes errores, atribuibles a la falta de académicos murcianos, no ya numerarios, sino ni siquiera correspondientes. Vamos hoy a dilucidar el vocablo, ya moribundo, licera (1. caña larga y gruesa, empleada en techos, cañizos y escobas, y 2. bohordo de la pitera). Aunque proceda del val. llisera, la forma normalizada murciana es licera, común en las Vegas del Segura, y zonas del Noroeste murciano y de Lorca, de donde se propagó a Almería. El término licera se documenta ya en 1761 y en 1880, y luego en el Vocabulario Murciano, de A. Sevilla (1919). Más tarde, García Soriano, a fuer de oriolano, introdujo la doble forma licera/lisera en su Vocabulario del dialecto murciano (1932), sin más especificación. Puesto ya en el disparadero, o mejor, en el disparatorio, lo mismo pudo consignar los dobletes seseantes de todos los murcianismos que lleven los sonidos ce-ci. La variante fonética lisera es usual en las dos comarcas de Orihuela y Cartagena, debido a su seseo tradicional. Repárese en que ciertas voces con s pasan al murciano con c: así lisa/liza, liso/lizo, lisón/lizón, callueso/calluezo, sapo/zapo.

Admiten también la doble forma otros diccionarios, desde el viejo Espasa hasta el recentísimo Vocabulario de las Hablas Murcianas. Ante esa abusiva duplicidad de formas, el DRAE, cual torpe cirujano que amputa la pierna sana, eliminó precisamente la genuina forma murciana licera, aceptando como única forma la bastarda lisera. (Por lo visto, sus informantes debieron de ser oriolanos o cartageneros). En definitiva, la variante lisera, que no es más que la realización seseante de licera, se coló de rondón en el DRAE, desplazando al legítimo murcianismo licera.

 

(Publicado en La Opinión, de Murcia, en Cartas a la Directora, a 29-7-2002)

 

HABEMOS y HUBIERON

 

¡Cómo ha arremetido algún periodista, y sin embargo purista, contra la sevillana miss España! Le han imputado que no sabe hablar, porque ha dicho habemos, por 'estamos/somos'. Choca que sea un periodista, que acaso emplea anglicismos a mansalva, quien se mofe de una estudiante andaluza, que no hace más que atenerse a la norma de su habla regional en nivel popular. Sépase que los "incorrectos" habemos y hubieron, modernamente tildados de vulgarismo o solecismo, se remontan a la época medieval. Repárese en que la isoglosa de esas formas anticuadas no sólo se expande desde Cataluña a Huelva pasando por Murcia y Albacete, sino que salta a Canarias y se difunde por el vasto ámbito de América. Lapesa afirma, en su clásica Historia de la Lengua Española: "Muy extendida está en América la personalización del verbo impersonal haber: hubieron desgracias, en la clase habemos cuarenta". En 1971, el académico Emilio Lorenzo precisaba: "En Hispanoamérica parecen hoy corrientes, a nivel de lengua hablada y escrita, construcciones como hubimos muchos, o habían tres niños. En España creíamos que el uso estaba limitado a partes de la vertiente mediterránea, pero en los últimos tiempos parece ganar terreno en el centro de España. Hasta en el respetable ABC se filtra alguna vez".

Pido sólo un poco de comprensión hacia esos vestigios marginales lingüísticos, pero que perduran arraigadísimos en amplios sectores del habla popular. No hay que estigmatizar a una chica por haber dicho lo que, en lenguaje coloquial, es corriente en extensas áreas del dominio hispánico. Cuando el empleo de una palabra o expresión se generaliza, por insólitas que parezcan, nadie es capaz de frenarlo, pues el uso es el dueño y señor de las lenguas: ¿Qué es el castellano, sino latín corrompido o trasformado? Ni se olvide tampoco que el futuro del español está en la América hispana.

 

 

IN PECTORE - ELECTO

 

¡Qué embrollo nos tienen armado los políticos y comentaristas con esta locución latina! Dicen que el latín es una lengua muerta, y hay que desterrar su estudio; pero bien que la emplean en ciertas frases hechas, por mero prurito de “fardar”.

El sintagma “in péctore”, de origen eclesiástico, se refiere al estado deliberado de guardar en  secreto o “en el pecho” un nombramiento firme, sin hacerlo público. El Papa a veces nombra cardenal u obispo a una persona, pero tal elección se mantiene en secreto durante algún tiempo por una causa especial. A los políticos les ha dado por aplicar ese térm ino, con evidente incorrección, a Rodríguez Zapatero, el futuro presidente del Gobierno.

Pero, no contentos con eso, se han  lanzado a disparatar aún más. La mayoría lo llama presidente electo, lo que jurídicamente es falso, hasta que no sea elegido por las Cortes. ¿Nadie ha caído en la cuenta que existe un verbo nominar que en su acepción moderna significa precisamente eso, el proponer a alguien o algo, vencedor en una primera o primaria elección,  como candidato a una segunda y definitiva elección? De todos es conocida la nominación a la candidatura política en EE. UU. o la nominación de películas a los premios Oscars.  Sin embargo, lo más ajustado sería llamar a Rodríguez Zapatero el preelecto o cuasielecto presidente, o incluso el presumible  presidente.

 

 

EL ARABISMO MURCIANO MAEZA

 

Sé por experiencia que en el quehacer investigatorio juegan un papel primordial la fantasía y la intuición. Desde que oí por primera vez el vocablo maeza en el NO murciano, siempre he venido pensando que podría ser un arabismo. Como en cuestión de lengua árabe necesito un lazarillo, aquí me he valido de dos, para no resbalar. Estos han sido: el profesor Alfonso Carmona, de la Universidad de Murcia, y el P. Darío Cabanelas, ya fallecido, catedrático de la Universidad de Granada, a quienes agradezco su ayuda generosa e imprescindible.

Maeza es el caracol huertano muy apreciable, que tiene la boca negra brillante, por lo que en otras zonas de Murcia se denomina boquinegro. Vamos a perfilar la isoglosa del citado término maeza. Mis encuestas me han llevado a localizarlo en determinada área de la Región Murciana, a más de una franja limítrofe albaceteña, vinculada al tradicional dominio del dialecto murciano. Se ubica, concretamente, en las comarcas murcianas de Mula, Cieza y Ricote, más la del Noroeste, amén del área de Hellín (Albacete). Enumeremos las localidades en las que hemos hallado vivo el mencionado vocablo: Mula, Pliego, Albudeite, Campos del Río, Lorquí, Archena, Ricote, Ulea, Blanca, Abarán, Cieza, Calasparra, Caravaca, Cehegín, Bullas, Moratalla, Jumilla (no Yecla), y en Albacete: Socobos, Férez, Hellín y Elche de la Sierra. He de notar que en Albudeite y Campos del Rio, pueblos de marcado origen morisco, se dice la doble forma maeza y almaeza. Asimismo, en Campos del Río, limítrofe de la isoglosa, la voz maeza se emplea junto con la forma equivalente murciana boquinegro, sinónimo de maeza. No se descarta el que aparezca alguna más, si alguien se anima a rastrear con mayor detenimiento el perímetro del área acotada.

Dilucidemos las variantes sincrónicas del vocablo en el habla popular. Se detectan tres formas: maeza, maesa y almaeza. Una cuarta forma maeja aducida por Sempere es totalmente espuria, por cruce confuso con almeja. Estoy en condiciones de descubrir el origen de esa forma errónea que hay que desechar absolutamente. Todo proviene de un viejo encuestado en el Hogar del Mayor de Moratalla, al que yo también pude escuchar y comprobar cómo respondía disparatadamente maeja confundiendo con almeja. Hay que eliminarlo como informante no fiable. Yo después he preguntado a personas de Moratalla de todas edades, y todos coinciden en maesa como la forma general, aunque también les suena maeza, pero menos. Todos rechazan maeja, como algo extraño a su habla. Al rechazar la hipotética forma maeja, queda también descartada automáticamente la etimología latina de mataxa, madeja, pues ni fonética ni semánticamente se ve relación alguna. Una vez libre de esta falsa pista, comencé a tomar en serio la etimología árabe. Con mis chanchas marranchas, que no con mi exiguo conocimiento del árabe, me adentré en el camino correcto.

Imaginando que igual que los caracoles más apreciados se suelen chupar, y para expresar su calidad se les dice en murciano chupa(d)eros o chupalanderos 'chupables', lo mismo podía suceder entre los árabes. Buscando el equivalente árabe por chupar, fue grande mi sorpresa al dar con el verbo massa, de extraordinaria semejanza con maesa. El calco semántico podría ser el siguiente: los moriscos bilingües trasfirieron al habla murciana la cualidad de ser chupados o absorbidos, dada a los caracoles para ponderar su valía o exquisitez comestibles.

Brindo este raro término a filólogos o arabistas más diestros, que podrán lucirse desentrañando el origen y evolución fonética del singular vocablo a partir del étimo árabe. Siempre me quedará la satisfacción de haber levantado la liebre de este arabismo, encamado desde siglos en el habla murciana, aunque otro cazador más afamado sea quien se cobre la pieza, lo que me satisfaría grandemente.

 

HORTAL  Y  SÁNCHEZ  BAUTISTA

 

A un oído poético tan fino, como al del laureado poeta murciano F. Sánchez Bautista, difícilmente podía pasarle desapercibido un vocablo tan rotundo y sonoro como el extraño hortal. Poco importa que no se emplee por estos lares murcianos, pues al ser una palabra admitida en el Diccionario, aunque de uso restringido, cualquier  español tiene pleno derecho a utilizarla, si lo juzga conveniente. Ni el poeta, buen conocedor del auténtico español murciano, ha pretendido hacer pasar la voz hortal por murcianismo, ni tampoco la tiene por tal el  Vocabulario de las Hablas Murcianas, cuyo autor se ha limitado a testificar el empleo del raro vocablo. Casualmente, a este respecto, me escribe un viejo amigo de Calatorao (Zaragoza), ya jubilado, contándome los ratos placenteros que le proporciona el cultivo de un “hortal” (o sea, un huertecico o roal), donde cría hortalizas para consumo casero.  Maticemos, primeramente, la semántica del término “hortal”, como nombre apelativo, no como adjetivo ‘propio del huerto’. Los repertorios lexicográficos coinciden en asignarle el sentido primario locativo de ‘huerto’, más bien pequeño. El segundo significado sería el colectivo de ‘productos del huerto’. El Diccionario académico, que siempre lo acotó como “anticuado. Úsase en Aragón”, en su última edición le apea esa marca diatópica, al constatar la mayor extensión de su uso, pero le pone la etiqueta de “poco usado”. En cuanto a la  difusión del vocablo, la cartografía  lingüística española lo ignora por completo. Pero, sí lo registran léxicos regionales, tales como el Vocabulario Navarro, el Vocabulario Riojano, el Diccionario Aragonés (Huesca y Zaragoza) y el Vocabulario Andaluz (sin marca provincial: “huerto pequeño”), amén del Vocabulario del Noroeste Andaluz (Jaén): “plantación de hortalizas de un huerto”. Esta sola enumeración ya nos indica la procedencia del término y  su área de difusión actual con larga isoglosa discontinua.

Conste, en definitiva, que hortal no es  un murcianismo, lo que no empece para que su sonoridad haya cautivado al eminente autor de Alto Acompañamiento. ¿No concedía ya Horacio a poetas y pintores la facultad de extralimitarse un tanto?

 

MURCIA,  REGIÓN  HISTÓRICA

 

Un  innombrable ezquerro catalán ha querido mofarse de Murcia, negándole la nota de histórica. Pero por mucho que lo pretenda el tal sujeto, la historia está ahí inmoble. ¿Sabía el fulano ezquerro que el Reino de Murcia fue, en los siglos XII-XIII, uno de los más florecientes taifas de la España musulmana, ahora que tanto reivindican los Goytisolos y compañía nuestras raíces islámicas? Para muestra, baste el famoso místico murciano Abenárabi. ¿Desconoce el mengano ezquerro que tal carácter de reino, al agregarse a la corona de Castilla, se mantuvo siempre con entidad propia, como lo prueba la lista de títulos regios que encabezan los documentos reales, entre los que nunca falta el de rey de Murcia? ¿Conocía el zutano ezquerro que si la Región de Murcia posee reducido territorio, no se debe sólo a Javier de Burgos, que cercenó al reino de Murcia porciones notables en 1833, sino mayormente a la voracidad del reino de Aragón, que, por el pacto de Torrella (1304), se anexionó gran parte de la provincia actual de Alicante? Esto no empece para que Murcia se enorgullezca del sustrato lingüístico que nos dejaron los repobladores catalano-aragoneses. Una singularidad entre las regiones españolas, de la que Murcia sola puede presumir, es la  de ser crisol de lenguas, donde se fundieron castellano y  catalán- aragonés. Por eso, mejor que de las tres culturas, Murcia podría denominarse capital de las cuatro culturas. Ignora, por fin, el perengano ezquerro un hecho que confirma la personalidad histórica de Murcia. Cuando aún no existía Cataluña ni la Marca Hispánica, en 713, los árabes conceden la única autonomía pactada, que duró unos sesenta años, a la región del Sureste, llamándola Bilad Todmir o País de Teodomiro, siglos antes de que sonaran los nombres de País Vasco o Paísos Catalans.

 

 

¡ACADEMIA, ALERTA!

 

Parece que, por fin, la Real Academia se despereza y desenmudece. Basta que esa Corporación, por medio de su miembro Rodríguez Adrados, haya explicado  que se debe llamar “violencia doméstica” a la de “género”, para que  los medios de comunicación lo hayan aceptado con prontitud. Lo que viene a demostrar la gran responsabilidad de la Academia ante la invasión de anglicismos más crudos que ese “falso amigo”. O como este otro: el denominar “domésticos”, en lugar de “nacionales”, a los vuelos internos peninsulares. Es evidente que la Real Academia goza de una autoridad que los usuarios del idioma acatan enseguida. ¿Por qué no la ejerce con mayor frecuencia, mediante la Red, para orientar a los hispanohablantes, anegados en una avalancha de anglicismos indigeribles? Ejemplos al canto. Empieza el bombardeo del “referendum” para la Constitución europea. Como en el Diccionario académico ya existe el doblete “referendo”, la Academia debería promover esta forma castellanizada para desterrar la latina anglizante, con su horrendo plural (referendums/referenda). Incluso, valdría el sincopado “refrendo”. Dígase otro tanto de los currículum, symposium, etc. Con sólo hojear el DRAE, se ve cómo, junto a las formas acabadas en –um, están admitidas las españolizadas “currículo, simposio, maremagno, ultimato”. Y, ¿por qué Forum 2004? El llamarle Foro al de Barcelona (como otros Congresos  internacionales) sería decirlo (¡horror!) en la lengua oficial de España; por eso, se recurre al inglés latinizado. Es curioso: hemos barrido el latín de las aulas, y nos pirramos por salpicar los escritos con campanudos latinajos, que son latinismos espurios, o sea,  anglicismos camuflados de veste latina. En los países anglosajones, cuya lengua inglesa tiene sólo un 50 % de voces latinas, se enorgullecen de esa herencia clásica. En cambio, aquí, con un 90 % de términos latinos en el español, abominamos de ese legado. ¿No estará asociada la ojeriza al latín con el odio a la Iglesia, cuya lengua oficial ha sido el latín?

 

CAOS  ORTOGRÁFICO

 

Entre doña Letizia  (con su z italiana), los anarcookupas y batasunos con su k antiespañola, los anglizantes con su h superflua y los hispanoamericanos con sus homófonas  c, z =s, ¡menuda la han armado! Están destrozando el modélico armazón de la ortografía española, diseñado por la Real Academia de la Lengua en el siglo XVIII. Así, frente a la Arrixaca, campea el rótulo Cafetería Luzía; o tenemos el anglicismo galicista “magazin”, apadrinado por los periodistas, aunque el Diccionario académico traiga también el doblete “magacín”. Por las calles de Murcia se muestran carteles impresos o manuscritos de grupos musicales con la provocadora k (Uno reciente: “El último ke zierre”). El nombre familiar Quique, de Enrique, hoy es Kike. Menudean inconscientes epígonos del gramático extremeño del XVII, Gonzalo Correas, acérrimo defensor de la k. De la intrusa h tan generalizada (Esther, Ruth, Thelma) sépase que tal moda es puro papanatismo extranjerizante, que farda mucho. Otro tanto ocurre con el galicismo “chalet”. El Diccionario oficial lo da por integrado, al admitir la única grafía “chalé”, excluyendo la forma chalet, como pronunciaban los cursis ignorantes (la t final es muda en francés). Pero, los publicitarios no se enteran, pues las salidas de Murcia están sembradas de enormes anuncios de “chalets”, no “chalés”. Lo mismo cabe decir de otro galicismo,   ya asentado como “parqué”, si bien los pedantes siguen escribiendo “parquet”. ¿Y el embrollo de la j? A remolque del inglés, se nos obliga a decir Yoel o Yudiz, por Joel, Judit. Respecto al árabe, al no tener el inglés y el francés la gutural j, la trascriben por kh, y nosotros, tontarras genuflexos, le quitamos la h muda, y pronunciamos  la velar k, sonido muy distinto al de nuestra j (Khalil, Khaleb, en vez de Jalil, Jaleb). En cambio, la j de esas lenguas es nuestra “y” (jihad  se escribirá  yihad).

 

MARRÁ,  NO  MARRADA

 

Según la prensa de ayer, en Cehegín se produjo un accidente en la curva de La Marra (sic) en la carretera a Caravaca. El satírico Quevedo se mofaba de los astrólogos: “El mentir de las estrellas/ es muy seguro mentir;/ porque nadie puede ir/ a preguntárselo a ellas”. La burlesca redondilla viene pintiparada a ciertos etimólogos de tres al cuarto, que se  lanzan a parir, sin el menor rubor, pintorescas etimologías, porque nadie puede ir a la Edad Media a enterarse de la verdad. Hubo quien, ayuno de bagaje lingüístico, para explicar el topónimo La Marrá, tuvo la fantasía de idear unamujer mora amarrada ¿por un celoso moro a la pata de la cama, o de la mesa? La ideica tuvo arraigo entre ignaros. Ahora la Marrada se acorta en Marra sin acento. Luego a luego, será la mora “de marras”. Lo único cierto es que unos y otros la marran de todas todas. De entrada, deséchese tan disparatado origen. Consta que en ese lugar desde antiguo ha habido fábrica o molino de papel de estraza o de algodón desde el tiempo de los árabes, como lo confirma el mismo nombre. El étimo de la vulgar Amarrá es un término árabe, aunque la ignorancia de ciertos eruditos sabiondos haya inventado lo de Amarrada. Ese vocablo de procedencia árabe se halla en el Diccionario de la Lengua Española. Se trata de “almarrá”, excepcionalmente terminada en á acentuada, y se define: “Cilindro delgado de hierro, que gira entre dos palomillas de hierro sujetas a las extremidades de un palo, y sirve para alijar el algodón oprimiéndolo contra una tabla”. Por un proceso normal de fonética sintáctica, al aglutinarse el artículo castellano la y el árabe al.-, la Almarrá se ha convertido en La marrá y  por ultracorrección en la Marrada. Olvidado con el tiempo el significado de almarrá, y caída la l (como en apargate, de alpargate), se pensó en amarrada. Esta voz árabe nos descubre dos hechos: la datación  de la  Almarrá, anterior al siglo XIII, y su primitivo destino, que debió ser el trabajo del algodón.

 

EL  ORONDO  ALMORCHÓN

 

¿Qué fue antes, el nombre común “almorchón” o el propio toponímico de  Almorchón? Los orónimos suelen derivar de nombres comunes, que se aplican a topónimos por su parecido con alguna característica física de éstos; así cabezo (de cabeza), loma (de lomo), sierra, muela, etc. El vocablo “almorchón”, mozarabismo innegable, contiene tres acepciones. La primera o recta, que denota el embutido morcón, no se ha documentado, aunque ha de ser la acepción primitiva. La acepción segunda, traslaticia, se emplea, como adjetivo o sustantivo despectivo, para calificar a personas gruesas. Este significado de almorchón  se recoge en el Diccionario Histórico de la Lengua Española: ‘persona gruesa y blanda de carnes’ (Ciudad Real), en Conquensismos, de Yunta Martínez: ‘grandullón, desgarbado, desaliñado’; en Hellín (Albacete): ‘mujer gruesa y fachosa’; y en mi Vocabulario del NO. Murciano: ‘persona gorda y desmañada’. De esta fuente   el “acientífico” Diccionario de nuestra tierra (Murcia) roba torpemente la voz almorchón. El Vocabulario Andaluz presenta la variante aferética “morchón”  ‘persona gruesa’, y el Vocabulario del Nordeste Andaluz, “almochón” (caída la r).  ‘persona, árbol u objeto anchos o de forma extendida’.

La tercera acepción, figurada también, se utiliza como nombre propio geográfico, en orónimos de forma cónica y redondeada. Los topónimos Almorchón se ubican en La Rioja, Badajoz, Jaén, Albacete y Murcia (Cartagena, Cieza, Lorca, y en Jumilla, Almorchones). Entre ellos, destaca la Sierra del Almorchón, divisoria entre el Segura y el Zumeta, en Santiago-Pontones (Jaén), de 1.919 m. de altitud, cuya mole pondera así una copla popular de la comarca: “Cantaor que tan bien cantas,/ y te tienes por cantor:/ dime los granos que tienen la Sagra y el Almorchón”. En Murcia, descuella el Almorchón, de Cieza, un picacho exento, de  768 m. de altura.

 

MINCHAR  Y  PIPAR

 

Reténganse estos datos: “minchar. VDMu y VHMu. Fam. y vulgar comer”. DHYe: Dícese en medios rústicos”. DVillenero: “valencianismo usado con sentido festivo. Lo mismo que jalar”. Hojeando un folleto en llengua panocha, me he topado con palabras que devienen horrísonas, por irreverentes; tales: Tomal y minchal, Tomal y pipal. El texto íntegro de la Misa se presenta en llengua murciana, debido a un presbítero, de cuyo nombre no quiero acordarme, por guardarle su honra.

¿Querrán enterarse alguna vez los promotores de la llengua murciana de que las lenguas tienen distintos niveles diastráticos de habla, y que lo que ellos consideran una lengua propia de Murcia no es más que un tipo antiguo de habla de un mínimo sector rústico de la población, hoy casi desaparecido del todo, por mor de la alfabetización y cultura, afortunadamente ya implantadas en la casi totalidad de nuestra Región? ¡Qué empeño en demostrar que no se ha abierto el catón de la filología, el cual enseña que las palabras, aisladas en el diccionario o repertorios léxicos, son neutrales o indiferentes pero no en el habla, puesto que no todas son susceptibles de utilizarse en cualquier situación o contexto! Según el acientífico Diccionario de nuestra tierra, por lo visto, nadie en Murcia, ni los churubitos ni los  huertanos o panochos hista la cepa, han dicho nunca comer y beber, sino  minchar y pipar. Por eso, en la misa murciana hay que decir. Ya que los llingüistas murcianos recurren como oráculo al autor de El Pastor de Marisparza, oigan cómo tratan allí comer/minchar. Escojo de allí: “Juan (pastor).- Me comería/ deciocho glorias que hubiera... ¿La gloria cómo se mincha?... Gordos están los gandules/que coman chinas del río... en minchándome la gloria/ iré a ajustarme con él” 

Propiamente no existen sinónimos, sino que cada palabra tiene un matiz idiomático distinto que el hablante debe discernir. Al fin y a la prepartía, que existen dos tipos de habla: la culta y la vulgar o rústica; ésta se identifica con la artificiosa habla panocha.

Igual que sería una barbaridad decir “espichar” en un funeral “pidamos por fulano que espichó ayer” por ser un vocablo jergal y despectivo, algo parecido ocurre con minchar y pipar, que al ser términos vulgares, podrán usarse en un contexto informal, familiar o jocoso, pero nunca en un lenguaje formal y serio, como es en la misa, mayormente en el momento más solemne de ella, que es la consagración.

 

TARJA DE AUROROS

 

De vez en cuando se deslizan regocijantes disparates, que hacen las delicias de cazadores de gazapos. En Murcia, últimamente se ha escrito, a propósito de los Auroros, que hay Hermanos de talja, referido a los que no cantan y aportan una cantidad. Es sabido que en Murcia, y en otras regiones hispánicas, es frecuente la alternancia o neutralización de líquidas, vicio fonético consistente en confundir e intercambiar las letras l y r implosivas (así: argo, esparda por algo, espalda, y viceversa, comel, calne por comer, carne).

Pues bien, el insólito vocablo talja no es más que el término tarja, mal pronunciado y escrito, hoy ya una voz residual, pero de noble abolengo. Su significado es el de cierta moneda, acuñada en tiempos de Felipe II, con que que pagaban los afiliados a la Hermandad de la Aurora, a finales del siglo XVI. Su equivalente actual sería el de cuota o paga regular. Tan raro murcianismo, conservado apenas en esta peculiar acepción, hoy es ya una venerable reliquia de tiempos pretéritos. Pero, por favor, que al menos, no precipitemos la agonía del arcaismo tarja con nuestra desidia ortográfica. El disparate talja mueve a pena más que a risa, ya que pudo evitarse con una simple consulta a la obra colectiva Los Auroros en la Región de Murcia o al Vocabulario de las Hablas Murcianas, de Diego Ruiz Marín, que colma la medida.

Aún empeora la cosa mi desconocido paisano y escritor autodidacta Albaladejo, lego en paleografía, que al copiar las actas de la Hermandad de Auroros de Guadalupe, trascribe taxsa, en lugar de tarja, que es lo correcto y lo que allí pone.

 

(Publicado en La Opinión, de Murcia, el 3-1-2003)

 

P U T A T I V O / A

 

En reciente entrevista, una famosa cantante, hoy separada, declaraba muy ufana que sus hijas, por haber nacido de legítimo matrimonio canónico, no eran putativas, queriendo decir 'hijas de puta'. Todos entienden lo que quiso decir la cantante con la palabra putativa. Pero, sólo muy pocos sabrán que es mayúsculo disparate el emplear putativa como sinónimo de 'hija de puta'. Achacable todo a ignorancia supina del español y del latín.

De los 17 términos con raíz put-, que registra el Diccionario académico, 16 son derivados de la voz puta, de origen incierto. El único procedente del latín es precisamente putativo, que proviene del verbo putare 'pensar'; de ahí que se defina: "Supuesto, reputado o tenido por padre, hermano, hijo, sin serlo". No hay en español más herederos de putare, pero sí de sus compuestos; así, reputar, disputar o computar (como el inglés computer, de donde computadora).

El cultismo hijo putativo se aplicó, desde antiguo, a Jesús de Nazaret, ya que se tenía por hijo de José, no siéndolo, como S. José es el padre putativo de Jesús. Se cree que el familiar Pepe se originó de las siglas P.P., "Pater Putativus".

Está claro que hijo putativo no implica deshonra alguna, sino que manifiesta una opinión general aparentemente fundada. Así, los hijos adoptivos, cuya condición se mantenga secreta, se podrán denominar hijos putativos de sus padres adoptivos, en tanto no llegue a ser pública esa situación. El llamar a Jesús y a José putativos, en el sentido plebeyo del vocablo, relacionado con puta, sería atroz injuria para ambos y especialmente para María. ¡Y todavía habrá quien diga para qué sirve el latín!

 

(Publicado en La Opinión, de Murcia, el 12-1-2003)

 

FUENTE DE LA PLEGUERA

 

Y con ésta ya van cuatro, las veces que he tenido que enderezar entuertos toponímicos murcianos. Conozco bien la contumaz petulancia de ciertos seudotécnicos, a los que hay que fustigar con denuedo. Ya son tres los casos de lesa toponimia que tenemos denunciados en nuestra Región Murciana (Cocón en Lorca, Lébor en Alhama, Padre Pecador en Cehegín), más éste cuarto, nuevamente en el término de Cehegín. ¿Hasta cuándo nos van a traer al retortero esos topografillos que se sacan de la manga topónimos, como de la chistera conejos el mago? A la célebre letanía rubeniana habría que añadir: ¡De topógrafos ignorantones, líbranos, Señor!

En un lugar escondido, hay una fuente serrana, edén de jabalíes, cuyo nombre tradicional es Fuente de la Pleguera, así llamada tanto en Cehegín como en Bullas. Pues bien; el rotulante de turno, sin encomendarse a Dios ni al diablo, le ha clavado el cartel de Fuente de la Plaguera. ¡Si al menos hubiera puesto Peguera (sitio donde la pez se extraía de la resina de los pinos), que posiblemente fuera el nombre originario, luego trasformado en Pleguera por eufonía! Pero, ¿Plaguera? ¡Claro! Es que sobre aquella montesina y recóndita fontana, arrebujada al oripié de la Sierra de la Lavia, han venido a caer dos plagas, a saber, la ignorancia de los técnicos letreristas y la desidia de la autoridad medioambiental, que la ha dejado postrada en un bochornoso abandono.

En adelante, a las diez plagas de Egipto, habrá que sumar la undécima plaga, la de topógrafos incultos, que "trabiscornean" la nomenclatura toponímica secular, a impulsos de su osado albedrío. ¿Será acaso pedir cotufas en el golfo el exigir a los técnicos que consulten mapas y personas y respeten los microtopónimos tradicionales? ¡Fuentecica bravía de la Pleguera, de hombres despreciada y de animales aquerenciada, bendígate Dios!

 

(Publicado en La Opinión, de Murcia, el 21-2-2003)

 

EL CASTIZO ZAGAL

 

La voz zagal no es exclusiva de Murcia, sino un orientalismo. El DRAE registra estas acepciones de zagal: "Pastor joven/ Muchacho, adolescente/ Esp. orient. Niño". Si la palabra zagal se usa como sinónimo de niño en la mitad oriental de España (Aragón, Valencia castellanófona, Mancha oriental, Murcia, Andalucía oriental), y lo autoriza la Academia, ¿quién lo va a desautorizar?

¡Lo que es la ignorancia! A. Machado caracterizó bien la actitud cazurra del español que "desprecia cuanto ignora". Hay personas que acaso emplean chaval o chavea, creyéndolas palabras muy españolas, sin saber que son gitanismos (derivados del caló), admitidos tardíamente en el siglo XIX, y en cambio se encocoran al oir el castizo término zagal, documentado ya en los orígenes del castellano (siglo IX), de oriundez árabe. Ya hay que tener estragado el paladar lingüístico para preferir el moderno gitanismo chaval al ancestral arabismo zagal, de rancio abolengo. En el decurso multisecular del idioma, zagal/a ha evolucionado semánticamente hasta llegar a "niño/a" de cualquier edad. Esta se matiza con sufijos (zagalico, zagalón, zagalucho, zagalote, zagalaco, o el zagaletón, de Venezuela).

¡Qué inconsecuentes somos! Por una parte, nos quejamos de la fuerza arrolladora de la tele que está empobreciendo la lengua al imponer un modelo normalizado y aséptico, y por otra desdeñamos los regionalismos, que dan color a las múltiples hablas. Los localismos suelen chocar a los foráneos, pero enriquecen el léxico español e identifican la procedencia del hablante. Si, en América, para denominar al niño, se utilizan vocablos privativos (chamaco en Méjico, patojo en Centroamérica, pibe en Argentina), hemos de aceptar esos americanismos, a la par que el murcianismo zagal. ¿Qué tiene chaval, que no tenga zagal? Vocales y acento son los mismos. Pero, ¿no huele la africada ch un tanto a chotuno, mientras la z interdental semeja una caricia?

 

(Publicado en La Opinión, de Murcia, el 3-3-2003)

 

DE GLAMOUR A MARINOVIO

 

Hay un clamor general ante la agobiante bardomera de anglicismos que nos invade y la abulia de la Real Academia en proponer sustitutos a tanto extranjerismo. Dígalo, por ejemplo, el abrumador glamour, que parece nos quieren engargantar, convertido de pronto en el comodín que, por mor del papanatismo actual, ha desplazado a encanto, simpatía, expectación, atractivo, hechizo, fascinación, elegancia, admiración, embeleso, esplendor, etc. Ejemplos de la prensa: "Clooney y Zeta-Jones llegaron a la Mostra desplegando sensualidad, simpatía y glamour"; "el futbol glamour", o "el glamour de Gil abanicándose".

No se pondera lo suficiente la importancia que tiene el léxico para distinguir conceptos y realidades. Hoy es patente la necesidad de acuñar algún término para designar las uniones que no constituyen auténtico matrimonio, o sea, las de homosexuales. Yo propondría, para estimular a la inhibida Real Academia, los siguientes neologismos híbridos: homunión, parunión o biunión e incluso homonio, equimonio o duomonio, más parecidos a matrimonio. Repárese en que la voz matrimonio significa "carga u oficio de la madre" (matris munus), incompatible con uniones homosexuales. Y, ¿qué hacer con el ambiguo y cursilón compañero sentimental, que a menudo viene resultando compañero bestial? Los hispanoamericanos se nos han adelantado, inventando el sucedáneo marinovio/a.

 

(Publicado en La Opinión, de Murcia, a 14-9-2003)

 

EL LINDO  VOCABLO  “LINDO”

 

Lindamente lo expresó Horacio en su Arte Poética: “Como caen las hojas del árbol en otoño, y salen otras en primavera, así también desaparecen las palabras, y otras nuevas las sustituyen”. ¿Cuál será el futuro de la voz “lindo”, tan corriente en Hispanoamérica? Dado el creciente número de inmigrantes de allá, es probable resurja en España el anciano vocablo, ya usual en el siglo XIII. Aquí “lindo” perdura, si bien en estado latente o  agonizante, salvo en la Baja Andalucía, donde aún vige. Quevedo escribía en carta: “Vino a verme mi sobrino, tan lindo mozo y de tanta virtud”. Desde que, promediado el siglo XVII, empezó a dársele el sentido  peyorativo de remilgado al término “lindo”, éste entraría en declive irreversible. Para la voz “lindo”, significó un duro golpe la comedia moretiana El lindo don Diego, cuyo protagonista quedaría como estereotipo de afeminados, y el vocablo, ya estigmatizado para su uso normal. Con todo, la palabra es de timbre nítido, cual campanilla de cristal (lin-do, lin-do), con su armonioso trío de consonantes sonoras aupando a la aguda i tónica. Es chocante la evolución fonética del vocablo a partir de su étimo latino legitimus  (legítimo/ ligítimo/ lindo), así como su evolución semántica (legítimo / bello).  En España, hoy se pondera la belleza personal con las voces guapo, mono, majo, precioso, bonito. La degradación de “lindo” permite aplicarlo a animales, una perrita, no a personas. Pero los anglosajones, seducidos por tan  hermoso término, oído quizás  a mejicanos (“México lindo y querido”), lo han personalizado en el nombre  propio Linda.

 

¡Y DALE CON EL HALLOWEEN!

 

Ya lo dijo aquel: "Todo lo que no es tradición es plagio". Se han empeñado en engargantarnos la estomagante fiesta del Halloween, sólo por ser un producto americano rentable (como el Papá Noel), y al final lo conseguirán, apoyados en los niños y adolescentes que quedan atrapados, como moscas, en la telaraña de la gran Red. Con decir que hasta los universitarios (incluidos los que gritan ¡yankis fuera!) han caído boquiabiertos y rendidos ante el draculismo calabacero de una fiesta paganizante, que es una clara argucia comercial, elevada a la estupidésima potencia. En la cartelera de Letras de la Universidad de Murcia apareció un anuncio a mano, que rezaba: "Fiesta de Jalogüin. Bacanal" (lugar, fecha y precio). Analicemos el cartelito. Ya sabemos cómo está el patio ortográfico estudiantil, con exterminio de acentos, comas, etc. y querencia rebelde hacia la k con otras lindezas. Por ello, el estudiante que sabe poner una diéresis merece ser nominado para el Nobel de Literatura. En cuanto a bacanal, para un gran sector de jóvenes, avezados al botelleo finisemanal, toda fiesta se reduce a una orgía o bacanal (de Baco, claro). La actitud posmoderna de ceder a todo lo espontáneo e instintivo se traduce en el Carpe juergam (versión juvenil del antiguo lema horaciano Carpe diem).

A la ignorancia supina y al papanatismo ante todo lo americano se une el sarcasmo hacia todo lo religioso. Lo que hizo el cristianismo en sus siglos de expansión, sacralizando las fiestas paganas, hoy sucede al revés. El neopaganismo imperante va desacralizando las fiestas religiosas. Ahora le toca el turno a la fiesta de Todos los Santos, establecida ya en el siglo VIII, para conmemorar a todos los Santos, tanto los litúrgicamente recordados, como los no celebrados.

 

EL PORTAPASOS CARTAGENERO

 

Acaba de celebrarse la Semana Santa con la consiguiente movilización de gentes y pueblos hispánicos en torno a las procesiones pasionarias. Una mirada lingüística a la terminología procesionista nos descubre un rico vocabulario, sólo en parte reconocido en el DRAE o Diccionario de la Real Academia Española.

Para las personas que portean un trono, contamos con nueve términos específicos, no del todo sinónimos. Repasémoslos. Sea el primero, el vocablo carguero, extendido por Hispanoamérica, acepción ausente del DRAE. Viene luego andero, voz que el DRAE supone la general castellana. Tenemos después el sevillano costalero, recogido como andalucismo en el DRAE, y descrito con más precisión por el Vocabulario Andaluz: 'los que llevan los pasos de las imágenes, con un costal algo relleno que se colocan en la cabeza y les cae por la espalda'. Propio de Córdoba es santero, 'individuo que lleva las imágenes en Semana Santa', acepción no registrada en el DRAE. Privativo de Zaragoza es el pianero (de piana, peana) 'porteador en los pasos de Semana Santa', voz que falta en el DRAE.  Son exclusivos de Jaén y Granada guizquero y horquillero, respectivamente, desconocidos en el DRAE, pero insertos en el Vocabulario Andaluz. También admite horquillero, como regionalismo, el Diccionario del Español Actual (1999). El vocablo horquillero se documenta ya en 1675, en las Constituciones de la Hermandad de San Francisco de Asís, de Granada, donde aparece varias veces. Añadamos el cuadrillero de Orihuela (Alicante), nombre del que porta el paso.

Tocante al léxico de Murcia, en varias comarcas se emplea el general andero (Jumilla, NOMu y otras). Pero, hay dos términos, estante y portapasos, exclusivos, respectivamente, de las ciudades de Murcia y de Cartagena, ambas con una brillante tradición de procesiones de Semana Santa. El primero, lo admite el DRAE, con la marca diatópica de Murc. En cuanto a portapasos, no incluido en el DRAE, su único asiento lexicográfico se halla en el pintoresco Diccionario Icue del cartagenero Botella Serrano, que lo identifica erróneamente con costalero. A diferencia del estante murciano y del portapasos cartagenero, el costalero andaluz alza el trono con sus hombros. Aquí, en cambio, los pasos se llevan, no a hombros, sino al hombro, o sea, con un hombro bajo el varal. Si la académica Carmen Conde apadrinó las voces trovero y trovo, el neoacadémico Pérez-Reverte debería patrocinar la entrada en el DRAE de un genuino cartagenerismo, el neologismo portapasos, diáfano y unívoco, evocador de las marciales procesiones de Cartagena. 

 

(Publicado en La Opinión, de Murcia, el 24-4-2003) 

 

E L    H O R R Í S O N O    H O S T I A

 

Toda expresión antirreligiosa muestra de forma inconcusa el arraigo de las creencias religiosas en el pueblo español.

Es triste, pero obligado, denunciar el uso disfemístico de hostia, que ha proliferado en un desmadre de frases a cuál más irreverente (vgr. estar de mala hostia, ir a toda hostia), agravado con el espaldarazo de la RAE, que, al meterlo en su Diccionario oficial en 1992, no sólo legitima tal uso blasfemo, sino que incluso puede animar a su empleo.

De acuerdo que la lengua no la hacen los diccionarios. Estos se limitan a recoger lo que los hablantes crean y utilizan. Pero, todo diccionario es selectivo. No todo lo usual en niveles bajos del habla ha de tener cabida en los diccionarios comunes. Para eso están los vocabularios especializados de argot y jergas, que acarrean toda clase de voces tabúes, malsonantes, obscenas. Así, la RAE tuvo a bien suprimir en el DRAE la acepción de judío 'avaro, usurero', por juzgarla denigrante para aquella raza. Y, sin embargo, usando un criterio discriminatorio, ha mantenido la acepción de jesuita 'hipócrita, taimado'. Es más, ¿a qué se debe, por ejemplo, el que no haya admitido el DRAE la soez expresión de puta madre, que, en cambio, sí la acepta el Diccionario del Español Actual, de M. Seco (1999)? Sin duda, por considerarla una ofensa brutal y gratuita a todas las madres.

Ahora bien, el DRAE registra, para la voz hostia, la acepción de 'golpe, bofetada', como "vulgar malsonante". Tal asiento hiere la sensibilidad de los católicos españoles, que sufren tan atroz disfemismo como un ultraje a lo más sagrado de su religión. El referente real primigenio, que es la hostia sacramental, no se ha difuminado por completo. A veces se oye: "Te voy a dar un par de hostias sin consagrar". O se escribe: "Un día te van a arrear más hostias que las que hay juntas en todas las iglesias" (Juan Marsé). Finalmente, mi dardo: ¿Por qué la RAE usa tan dispar rasero, según sea para judíos o cristianos?

 

(Publicado en La Opinión, de Murcia, a 14-7-2002, y en Alfa y Omega, Suplemento del diario ABC, de Madrid, a 25-7-2002)

 

ANGLICISMOS Y ORTOLOGÍA

 

Ya no son dardos o flechas contra el idioma, sino fuego graneado por todos sus flancos. La Ortografía castellana, envidia de las lenguas europeas, nos la están dejando hecha unos zorros, entre el vandalismo okupa y el fundamentalismo vernáculo. La Semántica es atacada sin tregua por el papanatismo anglicista. Sin ir más lejos, ahí está el omnipresente “en” anglizante, que ha trabucado y confundido el sentido tradicional de “en” y “dentro” (En media hora te lo explico: ¿Por espacio de media hora? o ¿Pasada media hora?). Denuncio también el galicismo “venir de” (por acabar de), hoy muy beligerante (Luis Herrero, en la Cope: “El Real Madrid viene de perder en su casa con el Mallorca”).

Tampoco escapa indemne la Ortología o recta pronunciación. Se oye con bastante frecuencia a locutores o lectores articular como la “j” la “g” implosiva o final de sílaba (signo, digno), por mor de la incultura, la ultracorrección o la cursilería. Es de todo punto censurable tal práctica, que hoy en día cunde sobremanera. Bastaría consultar cualquier diccionario o gramática para enterarse de cuál es la correcta pronunciación del fonema “g”, según la regla siguiente: Ante “e” o “i” su sonido es fuerte, el mismo gutural de la “j”. En los demás casos, su sonido es velar sonoro, como en gato. Por ende, el grafema “g”, en posición final de sílaba (dogma, indigno, amígdala), ha de articularse suave y relajada, y no convertirla en horripilante “j” (dijno, majno), gargarizando a la vez pedantería e ignorancia, como hacen algunos profesionales de la palabra. Por ejemplo, magno se debe pronunciar como si estuviera intercalada una vocal “a”, brevísima y muda (mág(a)no.

¿Conocen nuestros maestros las normas elementales de ortología española? En caso negativo, ¿cómo enseñarán a los niños a leer en los colegios?

 

(Publicado, con el título “Atentados a nuestra lengua”, en  el diario La Opinión, de Murcia, el 17-5-2003). 

 

ACADÉMICOS MURCIANOS

 

Con ocasión del ingreso en la R. Academia de la Lengua del novelista cartagenero Arturo Pérez-Reverte, se deslizó una frase un tanto sorpresiva: "Los tres académicos de la Real Academia Española de esta Región han nacido en Cartagena". Sin duda, se quiso decir que los tres últimos académicos murcianos han sido de oriundez cartagenera, lo cual es exacto.

En atención al vulgo ignaro, me permito ampliar la información al respecto. Antes que ese trío, fueron también miembros de la Real Academia de la Lengua los cinco murcianos siguientes: en el siglo XVIII, el historiador jesuita P. Bartolomé Alcázar, uno de sus fundadores; y en el XIX, el comentador del Quijote Diego Clemencín, el poeta Antonio Arnao y el poeta y novelista José Selgas, más el lorquino José Musso y Valiente. Los tres restantes han sido los cartageneros Marqués de Valmar, Carmen Conde y el ultimísimo Pérez-Reverte. Fue propuesto también, pero no elegido, el novelista yeclano Castillo-Puche.

 

¿LETIZIA o LETICIA?

 

Se va aclarando el misterio de la anómala grafía de Letizia. Sus padres, innovadores a ultranza, querrían desmarcarse de la moda de las Vanessas y Sandras, poniéndoles a sus hijas los insólitos nombres de Thelma, Erika y Letizia. Este último con z, por algún secreto afecto a Italia. Ciertamente, si el carné escolar pone Leticia, y así fue inscrita en el Registro al nacer, entonces el cambio de c a z se habría debido a la voluntad de la periodista, dispuesta a afirmar su personalidad con alguna marca distintiva; o pudo ser también que lo impusiera así la dirección del Colegio, reacia a admitir caprichitos ortográficos de nadie.

¿En qué libro habrá leido la maestrita, aparecida en televisión, que los nombres propios se pueden escribir al arbitrio de cada uno? A ver si va a resultar ahora que los anarcografitómanos son los que escriben bien. Desde luego, si yo tuviera que examinar a universitarios, suspendería al que cometiera tres fallos ortográficos de este jaez: la cantante Cezilia, Franzisco Franko y la reina bíblica Esther (Esto último contraría la aberrante boga de incrustar haches, calcando el modelo inglés: Jonathan, Ruth, Judith, Helena). Otra cosa es que se quiera escoger deliberadamente un nombre extranjero, en vez del español. A ejemplo de los papas que eligen un nombre nuevo, la novia de España podría adoptar una de estas dos formas: o la asturiana-bable Ledicia, afín al castellano ledo 'alegre', o la general española Leticia, ambas provenientes del latín Laetitia, 'alegría'.

Por último, ¿sería mucho pedirle a quien, en aras del amor, ha sido capaz de inmolar su fulgurante carrera de periodista, que tenga el real gesto, como futura reina, de renunciar a un mero signo gráfico, la z, acatando las normas ortográficas que la Real Academia Española prescribe a todos los españoles?

 

 

MURCIANISMO Y DICCIONARIO ACADÉMICO

 

Ciertamente, no es que la Real Academia silencie a la región de Murcia. Aunque sólo sea por imperativo científico, la Academia ha de reconocer el hecho lingüístico murciano, o sea, nuestras peculiaridades dialectales, lo que no deja de señalar con la marca diatópica Murc. Pero, hay un dato que deja entrever lo poco que pesa en la Academia nuestra realidad lexical. ¿Cuántos saben en Murcia que no existe en el Diccionario de la Real Academia, ni impreso ni digital, la palabra murcianismo, ausencia que parece no preocuparles lo más mínimo a los inmortales académicos? Estoy casi por decir que ni siquiera nuestro ilustre paisano académico Pérez-Reverte ha reparado en tal carencia. Ya sé que faltan también otros términos afines como mancheguismo, navarrismo, extremeñismo, etc., pero sí están asturianismo, castellanismo, leonesismo, valencianismo, y sobre todo, catalanismo y vasquismo (¡menuda la armarían catalanes y vascones, si no estuvieran esos vocablos!). Pero aún extraña más que estén aragonesismo y andalucismo, y que falte murcianismo, habiendo sido históricamente la región de Murcia crisol de hablas, como paso obligado de Aragón a Andalucía, según han demostrado los grandes filólogos Gregorio Salvador y Antonio Llorente. Tampoco faltan, obviamente, los vocablos referidos a las naciones americanas, además de filipinismo. La definición común a todos estos términos es: "Locución, giro o modo de hablar propio de los (asturianos, argentinos, etc.)".

Visto lo no visto, sólo nos queda recordarle a D. Arturo, que, ya que en Murcia se le lleva en palmitas, interponga su valimiento para que ese agravio comparativo hacia Murcia se remedie, incorporando las voces murcianismo y sus correlatos, cuya falta en el Diccionario resulta del todo discriminatoria. Y, ya de paso, preguntamos a la Real Academia: ¿por qué razón Murcia no tiene ningún académico correspondiente?

 

(Publicado en La Opinión, de Murcia, a 31-1-2004)

 

EL VOCABLO ESPICHAR DESOLLADO

 

Cuando se confunden o desconocen conceptos fundamentales lingüísticos, como la distinción entre lengua y habla, los niveles diastráticos de ambas o la noción de lengua normalizada, no hay base para debatir, y sólo queda el recurso a la ironía barata o el irse por los cerros líricos. Voy a remachar lo que dije sobre el falso murcianismo espichar, botón de muestra de la disparatada lengua murciana normalizada.

El único argumento esgrimido por los señores que intentan refutar mi artículo sobre la llengua murciana, es una lista de escritores murcianos que han empleado espichar; argumento que ya me anticipaba yo a rebatirlo. Esa retahila de autores, que aducen, no prueban nada en mi contra, sino que confirman lo que nadie niega, o sea, que espichar se dice en Murcia, pero no que esa palabra sea murcianismo, ya que es un término general del español vulgar. Por cierto, me cita el Vocabulario de las Hablas Murcianas, sin percatarse de que es un bumerán peligroso. Diego Ruiz constata que espichar se dice en Murcia, lo que todos sabemos, pero, a la vez, certifica que se dice en Asturias, Burgos, Aragón, Andalucía y Canarias, y que por lo tanto no es ningún murcianismo, lo que corrobora mi tesis de que no es más que un vulgarismo jergal, extendido en el tiempo (desde las germanías del siglo XVI) y en el espacio (por todo el ámbito nacional). ¿No les parece sospechoso que no recojan espichar ni el Vocabulario del Dialecto Murciano, de G. Soriano, premiado por la Academia de la Lengua, ni las dos obras tituladas el Habla de Cartagena, de G. Martínez y G. Cotorruelo, respectivamente? ¿Han mirado el Diccionario Académico, que pone: "espichar. coloquial. 'morir'", sin localización ninguna, porque se emplea en toda España? Por supuesto, los diccionarios de argot español lo traen todos, desde Besses (1905), que lo supone gitanismo, hasta el Gran Diccionario de Argot (2000).

Ahí va una "rilera" de autores no murcianos, que emplean espichar (omito textos, por brevedad): B. Pérez Galdós, de Canarias, afincado en Madrid (Fortunata y Jacinta), C. J. Cela, de Coruña (San Camilo), el dramaturgo Jaime Salom, de Baleares (La playa vacía), los novelistas actuales Eduardo Mendoza, de Barcelona (La ciudad de los prodigios), Lourdes Ortiz, de Madrid (Picadura mortal), etc. Además, se documenta en Salamanca, como atestigua el Diccionario de las Hablas Leonesas, de E. Miguélez.

Veneramos las auténticas hablas que conforman el dialecto murciano, con su fonética y léxico peculiares, tan legítimas como cualquier otra de España, pero repudiamos esa artificial lengua normalizada murciana, que es el hazmerreir de lingüistas profesionales, como se patentiza en el vocablo espichar, que he puesto como botón de muestra. Si toda esta batería de pruebas "rabiculás", que aporto, no logran convencerles de que espichar no es genuino murcianismo, o sea, que tiene de murciano lo que yo tengo de marciano, entonces, a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga, y Santas Pascuas.

 

(Publicado en La Opinión, de Murcia, 23-1-2004)

 

LA RECALCITRANTE LLENGUA MURCIANA

 

Recientemente, el perspicaz catedrático universitario J. Perona y el letrado balear A. C. Navarro, en sendos artículos publicados en La Verdad y La Opinión respectivamente, han removido las aguas de la presunta lengua murciana. Espoleado por ambos escritos, salto a la palestra para debatir sobre el tema.

Personas autoerigidas en pontífices del lenguaje, han destilado del alambique de su caletre una lengua murciana normalizada abracadabrante. He aquí tres botones de muestra. Según ellos, el murciano debe decir "espichar" y "espiche", por morir y muerte: así, "El espiche de Vicente Medina fue en 1937". Demostremos lo aberrante de tal desvarío. 1º Es elemental que las lenguas tienen diferentes niveles: literario, coloquial, jergal, que no deben confundirse. El murciano medio, cuando habla, utiliza muerte, morir o fallecer. Si escribe, podrá decir los latinismos "deceso" y "óbito", por muerte. En habla familiar, usará expresiones, como "irse al otro barrio". Por último, en lenguaje jergal, podría decir "espichar" en algún contexto muy íntimo, con matiz jocoso o despectivo. 2º ¿Quién no conoce a Vicente Medina? Pues bien, nuestro gran poeta jamás emplea esas voces, que connotan desprecio. En su poema "Murria" escribe: "¡Me muero! No tengo ni gelepa siquiá de esperanza./ Quien muere descansa./Mi dolor es morirme tan lejos./ Yo quisiá morirme/ bebiendo aquella agua". Y 3º Ese vocablo, que ignorantemente se presume murciano, es del español vulgar, y se remonta al argot germanesco marginal del Siglo de Oro. Por ende, "espichar" tiene de murciano, lo que yo tengo de marciano.

Segundo botón. Decretan que los nombres de varón han de llevar la desinencia -ele. Tal uso coloquial es desconocido en la mayor parte de la región, y ni siquiera es general su empleo en la Huerta de Murcia. No es de recibo oficializar esa forma en todos los niveles del habla. El minoritario sufijo -ele, con valor de diminutivo afectivo, suplantaría al murcianísimo sufijo -ico. Así que, nada de "Padre Joseíco" (eso es búlgaro, no murciano); sino "Padre Josele". A ese tenor, engullen esta rueda de molino: "El Espiche y Pasión de Jesules" (La Muerte y Pasión de Jesús).

Y tercer botón. El colmo de la repateante normalización murciana es imponer, en vez de "año" (edad de las personas), el término "hierba" ("guierba", en el jeri-Parablero-gonza-Murciano). Se dirá, "tengo sesenta hierbas", animalizando a las personas, al más burdo estilo del panochismo chocarrero. 

Los filólogos saben que existe la "Andalucía murciana", o franja oriental por donde se expande el dialecto murciano. Pero no hace falta protección jurídica ninguna, sino que las personas hablan así por razones históricas, pudiendo evolucionar a otras formas de habla, por diversas causas. ¿Quién ha velado, desde los siglos XVI-XVII, por el patrimonio lingüístico murciano, propagado por repobladores murcianos en tierras andaluzas? Nadie, sino los mismos hablantes, los cuales deciden la lengua que quieren usar. Así, las pocas familias que en el siglo XX emigraron de Pinoso a las pedanías de Yecla, Jumilla o Abanilla han conservado su lengua valenciana, y si se pasan al castellano, ocurre lo mismo que cuando los emigrantes murcianos adoptan las lenguas de Cataluña o Baleares. Es lógico que si se vinieron a Murcia, utilicen el español, que también es de ellos, por ser la lengua oficial de España. Sería absurdo contratar profesores valencianos para media docena de niños, mientras que los maestros interinos de Murcia no pueden aspirar a plazas en Valencia, por no conocer su lengua vernácula. Además, esos niños, por motivos pedagógico-económicos, cada día se trasladan a los Colegios de las cabezas de municipio. A su vez, habría que preguntar a los padres si prefieren que a sus hijos no les enseñen valenciano, sino inglés, como se pidió en Elda, ciudad alicantina castellanohablante.

¿Habría que proteger también las peculiaridades fonéticas, como el seseo cartagenero? Conozco a cartageneros cultos que lo han dejado. ¿Es de lamentar, o es una ventaja para la ortografía? No necesitan defensa las hablas, cuya evolución nadie puede impedir, y menos ahora ante la presión arrolladora de la televisión.

Suscribe el profesor Perona la denuncia de Lapesa ("Muy grave es la responsabilidad de las administraciones autonómicas que fomentan y financian las aberraciones de la normalización lingüística"), que extiende "a los presuntos intelectuales que inventan lenguas regionales, comarcales y de barrio".

Por ahora, nuestros políticos se mantienen en un equilibrio prudencial ante conatos de ciertos grupos, que nos abocarían a conflictos de hablas en detrimento de la convivencia. Y un ruego final: en asuntos de lenguaje, consúltese a filólogos solventes.

 

(Publicado en La Opinión, de Murcia, 28-12-2003)

 

LENGUAS  EN LAS  TRES CULTURAS

 

Que hubo épocas, en la Murcia medieval, de amistosa convivencia o al menos de coexistencia tolerante entre las culturas cristiana, musulmana y judía, nadie osará negarlo. Ni empece el que se dieran esporádicos momentos de xenofobia beligerante. Más difícil sería determinar puntos concretos de esa pretendida relación armónica.

¿Presupone ese intercambio tricultural un trilingüismo en Murcia? La población hebrea, no muy numerosa, pero pragmática y adaptable, hubo de ser trilingüe, si bien el uso del hebreo quedaría constreñido al ámbito religioso.  Para la vida diaria y comercial, el judío utilizaría forzosamente el árabe o el romance. Sobre  éste último se gestaría, básicamente, el dialecto judeoespañol o ladino, aún vigente en el mundo sefardí.

Moros y cristianos, por sus inevitables contactos, se vieron obligados a ser bilingües en alternas etapas de diglosia. A medida que el castellano cundía  en tierras murcianas al ritmo de la reconquista, los mudéjares adoptaban la lengua arrolladora de los cristianos. La situación idiomática en Murcia se complicaría aún más con la década de dominio y repoblación catalanoaragonesa, de la que resta el lógico sustrato lingüístico.

Entre los vocablos privativos murcianos que se originarían por entonces, citemos: maeza ‘caracol boquinegro’, o pararse ‘ponerse de pie’ (calco semántico), y sobre todo, el término  inda ‘hasta’,  que no es vulgarismo ni panochismo, sino un arabismo puro, conservado sólo aquí, aunque confinado al mundo rural. Pero, si hay alguna palabra que represente o simbolice el triculturalismo de la Murcia medieval, ésta sería la voz aletría ‘sopa de harina de trigo’, empleados (significante y significado) por los pueblos de las tres culturas. Del étimo griego aletréuo ‘moler’ se troqueló el árabe  aletriya,  del cual se  deriva el sonoro vocablo aletría (parónimo, por cierto, de alegría), común a moros y sefarditas, y presente o latente en el habla actual murciana.

 

(Publicado en La Opinión, de Murcia, 13-5-2004).

 

ALETRÍA,  MURCIANISMO  MEDIEVAL

 

La copla murciana cantaba burlona: “Aletría con ajos/ y arroz con brevas:/esos son los guisados/que hace mi suegra”. Uno pensaba que el murcianismo aletría sería ya polvo nostálgico en la tumba del olvido, cuando súbitamente me topé con la entrañable palabra, manuscrita en un menú callejero de “Comidas para llevar”. Y esto, una vez en Lorca hace pocos años, y otra, el año pasado, en plena Murcia. Pero, mi sorpresa  ha sido mayúscula, al verla fijada en un menú del Hospital de “La Arrixaca”, preparado por la cocina del restaurante Alfonso X, de Murcia: “Cazuela de atún aguileño con aletría”. Hace muy poco lo he visto escrito en otro restaurante murciano, como plural aletrías, pero incorrectamente, por ser nombre colectivo. ¿Vamos a sacudirnos el complejo de que nuestro léxico peculiar murciano no merece conservarse? Para  dignificar el español murciano, lo primero es identificar los murcianismos auténticos, rechazando  los falsos, como el  espichar de marras, que, pese a recogerlo como murciano cierto acientífico Diccionario, el tal vocablo se usa aquende y allende el Atlántico.

Si quisiéramos elegir una palabra que simbolice el triculturalismo de la Murcia medieval, ésta sería sin duda aletría ‘fideos, pasta y sopa de harina de trigo’,  que empleaban los pueblos de las tres culturas. Los lingüistas explican así la etimología del vocablo aletría: Del lat. “attrita” pasó al arameo rabínico “itterita”, y de éste se troqueló el árabe “alitriyya”, influido a su vez por el griego “itría”. En suma, cuatro étimos de sendas lenguas se aunaron para acuñar la sonora voz aletría (eufónica, como alegría), que aquí se naturalizó, y todavía late y alea en el rescoldo del habla murciana. La palabra aletría fue  de uso común entre moros, judíos y cristianos, y hoy pervive en el norte de Marruecos, en el judeo-español  de sefarditas y en el dialecto murciano.

El término aletría ‘fideos’ es uno de los primeros murcianismos registrados en el Diccionario de Autoridades de la Lengua (1726),  y hoy sigue manteniendo el Diccionario Académico la misma marca diatópica de Murcia. La isoglosa actual de "aletría" se extiende desde Hellín y el Noroeste murciano hasta Lorca o Cartagena, y desde Jumilla a Baza (Granada), ambos Vélez (Almería) y Santiago de la Espada (Jaén), aunque ni Vocabularios de Andalucía ni su Atlas Lingüístico lo incluyan. He hallado una cita antigua, de contexto culto, lo que prueba su uso general en Murcia, no solo rústico: "La mitad de dicha carne para el mediodía, con berzas del tiempo, y aparte arroz, sopa o aletría" (Constituciones del Colegio de San Leandro, de Murcia, año 1740). La aletría se comercializa hoy, unimismada en la marca registrada "Fideos 4". ¡Válgame Dios, a qué nombre tan prosaico se ve  reducida la hermosa  voz aletría!

 

 

GRILLERÍO  LINGÜÍSTICO  CIEZANO

 

Estos días semejaba Cieza mismamente una jaula de grillos. ¡Menuda trifulca han armado los grillófilos! Ni entro ni salgo en la ridícula polémica. A fuer de filólogo, voy a dilucidar un lío lingüístico creado por los reporteros locales. Ante todo, el  concurso de caza de grillos se refiere al grillo común,  insecto grílido nocturno estridente. ¿Por qué, entonces, los corresponsales locales han de aclarar que se trata de “grillos zapateros”, que para los foráneos podría sugerir una especie autóctona de grillos? El primer  diccionario que recogió la lexía “grillo zapatero” es el pirateado  “Vocabulario del Noroeste Murciano” (1991).  Los informadores nativos no se percataron de que el significado español de grillo es el de grillo cantor, al que ellos llaman “grillo zapatero”. Y es que, en algunas zonas, el vocablo “grillo” se aplica al saltamontes, insecto acrídido diurno diferente. De ahí que, cuando se refieren al grillo común, necesitan especificar con  apelativos, como “zapatero”, “cantor”, o “herrero” (éste en Santiago de la Espada, Jaén). A su vez, el grillo que canta o grillo grillo presenta, en el dominio dialectal murciano, cuatro denominaciones diatópicas: rico (Yecla), chicharra (Jumilla), grillo zapatero (Cieza, Mula,  Bullas, Caravaca, Cehegín, Moratalla y Calasparra), y grillo a secas en los municipios de Murcia, Cartagena,  Lorca y restantes. La isoglosa de “grillo”, como sinónimo de saltamontes, recorre una larga franja, de Huesca  hasta Almería. Se trata de un aragonesismo, vivo en la parte noroccidental de la Región de Murcia. El conflicto lingüístico ha surgido al querer precisar el tipo de grillo, objeto del concurso. El sintagma “grillo zapatero” pertenece al geolecto o habla de Cieza. Ha habido colisión de normas de habla, donde la norma comarcal  diverge de la mayoritaria regional murciana, que en esto converge con la  general castellana.

 

(Publicado en La Opinión, de Murcia, a 3-9-2004)

 

EL  NO  EXPLETIVO

 

Hay un uso sintáctico tan raro y excepcional, que a más de uno no avezado en intríngulis gramaticales podría parecerle disparatado y contradictorio, y así más de un lector de periódicos ha caído en el error de creerlo una incorrección, denunciándolo en cartas al director. Hubo un celoso purista que criticaba como errónea la frase, “Hasta que Eta no abandone las armas”, cuando se quiere decir lo contrario “Hasta que Eta abandone las armas” (ABC, 29-5-05). Me mueve a contestarle el simple “animus docendi”. Por rareza del idioma, el adverbio “no”, en ese caso y similares, es sólo expletivo o enfático, pero no negativo, o sea, que la frase es afirmativa y expresa lo mismo, con “no” o sin él. Se trata, pues, de una construcción anómala, pero perfectamente castellana y castiza. Consulte  el vocablo “no” en el Diccionario de Uso del Español, de Moliner o en el Diccionario de Construcción y Régimen, de Cuervo, y saldrá de dudas. ¿Cómo va a estar mal dicho lo que usaban, entre otros, Fr. Luis de Granada o Francisco de Quevedo? Ejemplo moderno: “El propio Franco se opuso al regreso de Lerroux al país hasta que no supo que estaba en el umbral de la muerte” (José Álvarez Junco, El Emperador del Paralelo. p. 418). Puede prescindirse del no, que es meramente enfático o pleonástico, es decir, expletivo.

 

CURRICULA – REFERENDA

 

 Hay escritores y locutores cultísimos que, precisamente por exceso de cultura, emplean ciertas desinencias morfológicas que estriden al oído español. Saben los tales que, en inglés, las voces latinizantes  curriculum o referendum pueden tomar indistintamente dos sufijos de plural: el normal curriculums o el  extraño curricula, el plural latino de los sustantivos neutros. Tal vez no se haya  reparado, pero consúltese el  Diccionario de la Real Academia (última edición), y se verá cómo en español existen las parejas de dobletes curriculum/currículo y referéndum/referendo; por lo que resulta sencillo decir currículo/os y referendo/os, y así evitar esos horrísonos plurales currícula y referenda, que chirrían en lengua española.

¿No tenemos ya bastante con la riada de anglicismos léxicos, que nos anega, para que encima tengamos que bregar contra ese otro torrente de anglicismos morfológicos, sintácticos y de todo jaez, que nos acosa? Quiero, por último, animar a los aludidos para que contribuyan,  con su  cualificado ejemplo, a darle esplendor a nuestra lengua y limpiarla de tanta maleza extranjerizante, difundiendo el uso de currículo y referendo.

 

(Publicado en La Opinión, de Murcia, a 13-11-2004).

 

EL EMBROLLO DE IN PECTORE

 

¡Qué embrollo nos han formado los políticos y comentaristas con esta locución latina! Dicen que el latín es una lengua muerta, y hay que desterrar su estudio; pero bien que la emplean en ciertas frases hechas, por mero prurito de “fardar”. El sintagma “in péctore”, de origen eclesiástico, se refiere a la intención deliberado de guardar en secreto o “en el pecho” un nombramiento firme, sin hacerlo público. El Papa a veces nombra cardenal  u obispo a un individuo, pero tal elección se mantiene en secreto durante algún tiempo por una causa especial. A los políticos les ha dado por aplicar ese término, con evidente incorrección, a Rodríguez Zapatero, antes de ser presidente del Gobierno.

Pero, no contentos con eso, se han lanzado a disparatar aún más. La mayoría lo llamaba presidente electo, lo que jurídicamente era falso hasta que no fuera elegido por las Cortes. ¿Nadie ha caído en la cuenta de que existe el verbo “nominar”, que en su acepción moderna, significa precisamente eso, el proponer a alguien o alguna cosa, vencedor en una primera o primaria elección, como candidato a una segunda y definitiva elección? De todos es conocida la nominación  a la candidatura política en EE.UU. o la nominación de películas a los premios Oscar. Sin embargo lo más ajustado hubiera sido llamar a Rodríguez Zapatero el preelecto presidente, o incluso el presumible presidente.

 

(Publicado en La Opinión, de Murcia, a 18-4 2004) 

 

AMERICANISMOS CASTIZOS

 

Ahora que la presencia de hispanoamericanos es tan corriente entre nosotros, captamos a menudo palabras peculiares, que nos intrigan y extrañan, por puritita ignorancia nomás. El empleo de cuadra 'manzana', platicar 'hablar', caminar 'andar' o componer 'arreglar' nos retrotrae a acepciones de antaño, ya casi obsoletas en España. Asimismo, hay formas americanas, aquí anticuadas, como el llamado 'la llamada' o saludes 'saludos', que exhalan un aroma de lengua añeja del siglo XVI.

Sobre el término pararse 'ponerse de pie', he investigado exhaustivamente. Subrayo que tal uso, restringido en España a un enclave murciano, es en América un panamericanismo, implantado en todos los países hispanohablantes. Pero hay un vocablo primoroso, aunque nosotros lo hayamos arrumbado quizá por conceptuarlo un tanto cursi: me refiero a lindo (doblete vulgar de 'legítimo'). De uso generalizado en ultramar (Méjico lindo y querido, Cielito lindo), decía Amado Alonso que en el habla de Buenos Aires todo lo bueno es lindo. Aunque lindo es aquí raro, todavía vige en la península. Hace años, en Sevilla, oí a un transeúnte preguntarle a un camarero veterano: "¿Cómo está tu niña?" A lo que éste respondió: "Está muy linda".

Pero, hay un par de adverbios breves, acá y allá, que son la más clara seña de identidad de los hispanoamericanos. Nosotros apenas utilizamos acá y allá (lugar impreciso), que han sido reemplazados por sus correlativos aquí y allí, (lugar concreto), a los que adjudicamos ambos matices. En cambio, cuando un ecuatoriano dice "Tengo acá la familia", se expresa mismamente como en el Quijote: "Sepa el señor Sancho Panza que tenemos acá encantadores".Por cierto que a Cervantes un funcionario le cortó las alas de su sueño americano con un  tajante, “Busque por acá en qué se le haga merced”.    

 

(Publicado en La Verdad, de Murcia, a 11-6-2003)

 

 

EL GIRO “VENIR DE”

 

Sorprende que el gran filólogo Lázaro Carreter no se ocupara del rechinante galicismo sintáctico “venir de” por ‘acabar de’, en su dual obra “El dardo en la palabra”. A este respecto, afirma García Yebra en El buen uso de las palabras: "Los galicismos léxicos son injertos del árbol latino de nuestra lengua. Los galicismos morfológicos y sintácticos más bien lo deforman". Raro es el día que no captamos el tal galicismo, estampado en la prensa o proferido en los medios hablados. He aquí unas perlas: “Venimos de pasar una época de mucho gasto” (la Navidad); El jugador X “que viene de cumplir veinte años”; “Ortega, que venía de publicar sus Meditaciones del Quijote”; ”Esa frase viene de decirla en Santander el director general de Cine”. No es que tan “desaborío” galicismo se haya inventado hoy, pues su presencia ya se documenta en el siglo XIX. Sino que ha revivido recientemente por obra  de  pedantes agarrados a ese giro, como un tonto a una tiza.

Hay locutores, a quienes no se les cae de la boca la descomulgada expresión galicista, absolutamente innecesaria. Entre los que abusan de  tamaño dislate, yo mencionaría al comentarista deportivo de la COPE en Murcia, que hace un par de días nos endilgaba: “El Poli Ejido que viene de perder 4 a 0”, en lugar de ‘acaba de perder’.

 

(Publicado en La Opinión, de Murcia, a 3-11-2004)

 

EL ARABISMO ALCACHOFA

 

En la serie de arabismos léxicos españoles que escoge el fabuloso columnista Antonio de Burgos, se le ha deslizado una confusión, lo que no menoscaba un ápice la fuerza demoledora de su guasa andaluza. El arabismo puro y pleno es “alcachofa”, y no el mozarabismo híbrido “alcaucil”, de raíz latina, pese al artículo árabe aglutinado.

 

(Publicado en ABC, de Madrid, a 13-11-2004) 

 

LENGUAJE  INFORMÁTICO

 

Si exceptuamos “ratón”, traducido de “mouse”, o acaso el término “portal”, pueden contarse con los dedos de la mano los poquísimos vocablos hispánicos adoptados en el léxico informático. Ni siquiera el inglés “e-mail” (vulgarizado como “emilio” en Hispanoamérica) se ha sabido aquí traducir por “electrocorreo”, sino por el patoso “correo electrónico”, y no digamos la repelente “web” ¿por qué no huebe, junto a huevo y hueva, al no  inventarse  un sustituto al incordiante monosílabo? Espontáneamente se va imponiendo la palabra “Red” en lugar de Internet (su exacta traducción sería Interred, pues “net” significa ‘red’). Y, ¿qué decir del nombre mismo  de “ordenador”, ese aparato hoy omnipresente? Es un préstamo obvio del francés “ordinateur”, frente al mundo hispanoamericano, donde se le designa “computador/a”, del inglés computer, que se va universalizando (así, en italiano y alemán, es computer).

 Pero hay un vocablo peculiar español, si bien de origen árabe, que se ha colado de rondón en el ordenador. Me refiero a la “arroba”, con símbolo llamativo @. Esta voz, casi desbancada en el habla española por el sistema métrico decimal, aún se usa en sentido amplio como ‘gran cantidad’. El signo de arroba @, que hoy es internacional, debió de admitirse en el campo informático por influjo del francés, dado que esta lengua también posee el término “arrobe”, importado del español; pero ajeno al área anglosajona, donde se le ha asignado convencionalmente el valor de la preposición at ‘en’.  Un moderno Diccionario etimológico francés desbarra al afirmar que “arrobe” es de origen dudoso, pese a que el Diccionario francés de Furetière (1690) ya reconocía que “esta palabra ha venido del español arroba”. Me atrevería a decir que el signo @, carente ya de contenido actual, fue introducido en la informática sólo por su bella cara, es decir, por la utilidad que presta su oronda figura, tan inconfundible.

 

(Publicado en  La Razón, de Murcia, a 8-1-2005)

 

ANGLIMATÍAS

 

Un presunto bullykao no sería un nuevo producto que venga a competir con el  industrial bollicao, sino un intento de aproximar al español el anglicismo crudo bullying, al igual que han hecho los hispanos de USA en su spanglish, convirtiendo en emilio el e-mail o correo electrónico. Y, ¿por qué, en vez de este último, no decimos electrocorreo (6 sílabas), al estilo de electrodoméstico (7 sílabas) o electroencefalograma (9 sílabas)? Esperar a que la Real Academia se pronuncie, proponiendo equivalentes, sería como esperar a Godot. ¡Qué lejos queda el tiempo en que esa Institución acuñaba o prohijaba voces con rotundo éxito, como azafata para el inglés stewardess ‘camarera de avión’! Ante la turbamulta de anglicismos que hoy en día infestan la lengua española, la Academia ha optado por lo más cómodo, admitirlos todos en el Diccionario académico, y aquí paz y allí gloria. A cualquiera, que contabilice los anglicismos puros que inundan el Diccionario oficial, se le caerán los palos del sombraje. Pues bien, éramos pocos y parió la abuela. Me refiero concretamente a un trío de vocablos del área psicológica, que nos han invadido recientemente, para definir situaciones  que antes no existían y ahora son de candente actualidad, e incluso dos de ellas tipificadas como delito. Tales son: mobbing, bullying y burnout, ausentes todos del Diccionario académico. Burnout es un síndrome o estado de agotamiento, más psíquico que físico, común hoy se da en profesionales de la enseñanza. Mobbing, acoso laboral o persecución en el trabajo. Bullying (de bull ‘toro’), acoso escolar agresivo de varios alumnos contra uno. Si una manada de toros  te atacan y embisten, pueden dejarte k.o: ¿se entiende ya el estrafalario bullykao de arriba? Si nadie se molesta en buscarle un sustituto  a la  omnipresente web (¡sólo tres letras!), ¿quién se va a preocupar de adaptar al español esos tres vocablos intrusos, que campean en  los periódicos y se oyen en radio y televisión, merced a tanto papanatismo rampante?

 

(Publicado en  La Razón, de Murcia, a 2-3-2005)

 

LATINERÍAS

 

A ninguno que tenga dos dedos de frente se le ocurriría citar una frase en alguna de las muchísimas lenguas que desconoce. Pues bien, en cuanto a la lengua del Lazio, cualquier escritorzuelo o locutorzuelo tiene luz verde, sin saber ni jota de latín, para enjaretar latinajos a su antojo. Cabalmente, estos latinifallos demuestran el prestigio social que sigue manteniendo esa lengua, a la que suponen muerta. Bueno, lo de muerta es cosa de zopencos profundos, que desprecian cuanto ignoran, pues ni se enteran de que el  90/% de lo que hablamos en español es latín evolucionado. En todo caso, si  está muerta, ¿por qué no la dejan en paz, y no la jeringan con tanto atropello?

Menudo batacazo se dieron los periodistas al querer madrugarles la noticia a los demás, sin consultar a los entendidos el Nunc dimittis del Papa. ¡Cómo se cumple una vez más lo atrevida que es la ignorancia! Y doble en este caso; ignorancia del latín y de la religión, casualmente las dos materias que se quieren cargar los socialistas en la enseñanza, para empedrar España de culturetos analfabetos. El latín quedará tan sólo en un curso, como optativa entre ocho asignaturas, para más inri. Es de malnacidos renegar de su madre. Pues, tal hacemos en España, cuando abominamos de la lengua latina, nuestra madre, erradicándola de las aulas. He aquí los últimos desbarres latineros. Junto a  dos gazapos prosódicos (Visita ad limína, por límina; Carmína Burana, por Cármina), están los morfológicos Urbi et orbe, por orbi, o In pectori, por pectore, o Quid prodest, por Cui, coronados por el soberbio dislate escrito del ministro Bono, citando así el epitafio de Portocarrero: pulvis, cenit et nihil. ¡Por la Mancha y la Manchuela, no confunda el latín cinis ‘ceniza’ con el árabe cenit! ¡Qué feria de ilustres mastuerzos, qué cosechón de burricie  abochornante! ¿Hasta cuándo hemos de soportar tanto latinicidio, o para decirlo con Cicerón, quousque tandem?

 

(Publicado en La Razón, de Murcia, 20-4-2005)

 

BENEDICTO,  NOMBRE  PAPAL

 

El nombre de Benedicto en español suena hoy un tanto arcaico, frente a Benito, la forma castellana normalizada para traducir el latín Benedictus ‘Bendito’. En cambio,  el  inglés Benedict  y el alemán Benedikt  son formas únicas para designar tanto a los santos Benito, como a los papas Benedicto. Los dos últimos papas Benedictos han sido el XIV en el siglo XVIII, y el XV, en el XX. Los antropónimos españoles, dependientes del latín, han derivado a veces en cultismos castellanos. Así, ciertos nombres eclesiásticos latinos han pasado al romance directamente del nominativo. Ejemplos: Dios, Pilatos, Marcos (de Deus, Pilatus, Marcus). Analicemos el extraño Benedicto, elegido por el nuevo Papa. Es un cultismo, o sea la forma latina Benedictus con la sola modificación de la desinencia –us en -o. La forma castellana vulgar sería el medieval  Biendicho. Una segunda forma, Bendito, es un semicultismo. Queda una tercera variante, Benito, con pérdida de la d interior, común al italiano y español.

Aún recordamos la polémica que suscitó el nombre de Pablo, que adoptó Montini al ser elegido papa. En castellano, a los cinco papas anteriores de ese nombre, siempre se les había llamado Paulo, cultismo del latín Paulus. De ahí, que se discutiera si en español debería llamarse Paulo o Pablo VI.  Pero pronto se impuso la forma actual Pablo para ese papa y sus sucesores Juan Pablo I y II, e incluso ha tenido un efecto retroactivo, pues los historiadores modernos ahora llaman también Pablo a los cinco Paulos antiguos. En ese caso, la leve diferencia de una letra entre Paulo y Pablo  facilitó el cambio. Mas esta vez no creo que se identifique Benito con  Benedicto, pues se sienten como dos nombres sin relación. Así que, en español, habrá dos formas distintas, una para los varios santos Benitos, y otra exclusiva para los papas que elijan el nombre del patrón de Europa, san Benito de Nursia, fundador de los monjes benedictinos.   

 

(Publicado en La Razón, de Murcia, a 22-4-2005)

 

PROGENITORES  DE  VACÍO

 

Esto de no saber latín puede resultar, a más de grotesco, incluso peligroso. La entronización del matrimonio homosexual ha acabado en un increíble esperpento, no sólo jurídico-moral, sino también lingüístico. Es tan diáfana la contradicción entre los conceptos de matrimonio y homosexual, que solamente una mente obtusa puede intentar machihembrarlos. Ese  tipo de unión civil podría llamarse adecuadamente: homomonio (u homonio),  bimonio, duomonio, isomonio, pero nunca matrimonio, pues lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. Eso se llama legislar “contra naturam”. Cuando  ya no quede ni remota idea del latín, se podrán cometer toda clase de pifias, tergiversando a capricho nuestro idioma. Pero,  aún hay sol en las bardas, aún alienta semiviva la lengua de Cicerón. Una de las reformas del Código Civil para acomodarlo a la ley aprobada  consiste en sustituir los nombres de padre y madre por progenitores. ¿Sabrán los seudolatinistas lo que se guisa? Como padre y madre son palabras tan claras, se pretende enmascararlas con un término jurídico y literario, “progenitores”, latinismo crudo. No han podido ser más lerdos en la elección del vocablo. ¡Huyendo del perejil, les salió en la frente! En lugar de padre y madre, buscaban un término oscuro y poco conocido. ¡Éureka! ésta es la palabra: “progenitores”. Peor nos lo ponen. Padre y madre pueden entenderse adoptivos, políticos, espirituales. Pero, “progenitor”, préstamo latino, tiene un exclusivo significado: ‘el que engendra o da a luz’. El verbo progignere, étimo de progenitor, sólo posee la acepción única de ‘engendrar, dar a luz’. Es la misma raíz de genitales, órganos aptos para la procreación. El cultureto, ayuno de latín, creerá un eufemismo la voz “progenitor”, pero no así los duchos en esa lengua, “alma mater” de la nuestra. ¡Esto pasa por no saber latín!

 

(Publicado en La Razón, de Murcia,  27-4-2005)

 

LA INTRUSA T FINAL

 

La lengua catalana es española, (con permiso de Carod-Rovira), pero la lengua española o castellana no es catalana, porque las fonéticas de ambos idiomas son dispares, aunque dimanen de un tronco común. El castellano, contrariamente al catalán, rechaza la t final. Con la mezcolanza de lenguas, fablas y dialectos, que hoy pululan por España, junto al prepotente spanglish, luego a luego saldremos políglotas consumados.

¿Cuántas palabras terminan en -t  en castellano, aunque tengan muy poco de castellanas? Contabiliza 72 el “Diccionario inverso del español” (1987). De ésas, si exceptuamos unas pocas como debut, boicot, cenit, las demás, o son meras formas latinas (deficit, superavit, habitat) o están ya castellanizadas (chalé, yogur) o en desuso (argent), o son tecnicismos (bit,  robot). De las 72,  sólo acaban en -st cinco, “españolísimas” por cierto, a saber: mirrast, lest, (ya suprimidas del Diccionario) prest, (anticuada), la onomatopeya chist con doblete chis, y post-, que no es palabra, dado que el Diccionario tan sólo la registra como prefijo, remitiendo a su forma castellanizada pos-. Si difícil resulta a la garganta castellana articular el grupo -st en final de palabra, más cuesta emitirlo en sílaba  interior y átona (postmoderno).Todo este preámbulo lexical viene a cuento de esa -t implosiva intrusa (postgrado, postguerra), que va cundiendo so color de prestigio, ya que cierto toque de latinidad “flipa mogollón”, casualmente cuando más se veja o patea a  la lengua  latina.

¡A ver!, que levanten la mano los cultiparlas que pronuncian correctamente postmodernidad. Por algo la Real Academia, lenta sí, pero no tonta, ha introducido sendos duplicados en las voces compuestas de post-, a fin de que acabe implantándose la forma pos-. Esa hirsuta t final de sílaba sólo se ha instalado en varios vocablos de origen griego (ritmo, istmo, pero no astma) y en la socorrida voz inglesa fútbol, generalmente pronunciada como líquida alternante l/r (fúlbol/ fúrbol).

 

(Publicado en La Razón, de Murcia, a 6-5-2005) 

 

EL  ANÁRQUICO  TIQUE

 

Me imagino reunidos a los inmortales académicos hechos un tique, digo un taco, tratando de domesticar al arisco vocablo ticket, o echando tiques, digo tacos, por culpa del dichoso tiquete. Aclarémonos. Las entradas lexicográficas registradas de ese término ánglico son cuatro: ticket,  tiquet, tique, tiquete. El Diccionario del Español actual (2002) admite las tres primeras formas, mientras que el Diccionario Académico sólo acepta las dos últimas variantes tique y tiquete. Pero al personal le importa un pimiento lo que diga la Academia de la Lengua. Vengo de Correos, donde he recogido otra variante inédita, en un prospecto: “vea las instrucciones en el tiket” (sic). ¡Viva el  polimorfismo! El inglés ticket viene del francés etiquette, de donde etiqueta, y ahora del inglés sacamos su doblete tique. En el propio tique del autobús sólo pone billete, otro préstamo gálico (billet), aclimatado en castellano desde el siglo XVI. El proceso de asimilación de galicismos terminados  en -et, ha seguido dos caminos: uno antiguo, de adición de  -e (paquete, filete), y otro moderno, de supresión de –t (carné, chalé).

El anglicismo ticket se obstina en no perder su vestimenta originaria para integrarse en el corpus léxico del español. Claro, que una k prestigia mucho, porque te conecta con los grupos “ultrakultos” okupas, rockeros y   euskoetarrak. La Real Academia, contrariamente a lo que hace con numerosos anglicismos que los mete en su Diccionario tal cual con su forma inglesa cruda, en el caso de ticket se esfuerza en domesticarlo castellanizándolo en tique y tiquete, pero pocos se dan por enterados, porque farda más el traje inglés En la América hispana predomina la variante tiquete, formada al estilo de filete. Allí es popular la expresión  “picar el tiquete”, por matar, pasaportar.

 

(Publicado en La Razón, de Murcia, a 20-5-2005)

 

CONDOMINA  Y  SALZILLO

 

¡Qué sequía de imaginación! ¿Por qué ha de ser “Nueva Condomina”? ¿Saben los empresarios plutócratas lo que significa Condomina? Este topónimo es un término jurídico, de origen latino, que denota una tierra de dominio común. Abunda este microtopónimo en territorio murciano. La Condomina es el nombre de una acequia que riega Aljucer y el barrio de San Benito. Pero, es también un caserío en Torres de Cotillas, un camino en Lorquí, y el nombre de un heredamiento y acequia en Lorca (La Hoya y Marchena). Y sobre todo, en el plano de Murcia aparece el Carril de La Condomina, que conduce al pago o barrio de La Condomina, donde se construyó el histórico campo de fútbol. Llamar Nueva Condomina a un estadio, ubicado en Churra, es un disparate mayúsculo. Si el nuevo campo se construyera en el mismo sitio, demoliendo el antiguo, tendría sentido la denominación de Nueva Condomina. Ni al Real Madrid se le ocurrió llamar Nuevo Chamartín al estadio Bernabeu, ni al Barcelona denominar Nuevas Corts al nuevo, sino que a éste lo bautizó simplemente como el Nou Camp. Y a todo esto, llamando a la puerta el tricentenario del nacimiento de Salzillo. Nadie dudará de que no hay nombre más emblemático para Murcia que el del gran escultor murciano. Ya que Francisco Salzillo no tiene ni un grandioso monumento, ni una amplia  avenida (pues la Gran Vía  es la Gran Vía a secas, por mucho que se emperren los “atascados” urbanistas), ¡qué buena oportunidad para difundir el nombre de Salzillo por toda España, dedicándole el nuevo estadio de fútbol! El objetante de turno argüirá: ¿Es que Salzillo jugó al fútbol? Y yo redarguyo: Tampoco el poeta José Zorrilla fue futbolista, y el campo de fútbol de Valladolid, su ciudad natal, se llama estadio Zorrilla. Una apostilla final: ¿Por qué ese empeño republicanoide de apearle al Real Murcia el apelativo de Real, y no se le quita al Real Madrid ni a la Real Sociedad?

 

EL  ALBOROQUE  DEL  BROKER

 

¿Quién les iba a decir a aquellos marchantes de antaño, emblusados y armados de su inseparable “gayao”, que, cuando invitaban a nuestros abuelos al alboroque, una vez cerrado el trato, barruntaban o preanunciaban al “agresivo” broker de hoy? Dígase lo mismo de aquellos corredores de fruta, diestros en “afarrasar” o calcular a ojo la cosecha en el árbol. Los tratantes, que agasajaban en el ventorrillo al comprador con el alboroque de cascaruja y unos chatos de vino, presagiaban la moderna figura del asesor o intermediario en compraventas, agente financiero o   bolsista, que todo eso denota  el inglés broker. A mero despiste se deberá el no haber metido ya la Real Academia ese término entre la plaga de anglicismos que pululan en su Diccionario.

No parecen apareables estos dos voquibles, alboroque y broker, y sin embargo  son parientes muy cercanos, pues comparten la misma raíz árabe buruk, según afirma el  Oxford Dictionary of English Etymology (1995), y confirma el Diccionario de Arabismos, de Corriente (1999). En la Alta Edad Media, los árabes dominaban el tráfico mediterráneo, de ahí que impusieran  tecnicismos comerciales, como éste, que, adoptado por los normandos, se introdujo en francés (brocour) e inglés (broker). Nótese que alboroque  tiene el mismo origen que baraka, ‘bendición’, pues el alboroque significa bendición de la venta. No es murcianismo alboroque, sino voz patrimonial  romance, documentada desde el siglo X. Oigan a Lope de Vega: “Pagar tenéis el vino, en alboroque/ del famoso vestido que os han dado” (El perro del hortelano). El polimórfico vocablo (alboroque, albaroque, albodoque) es un iberismo difundido desde Galicia o Aragón hasta Canarias, pasando por la Mancha, Murcia y Andalucía, amén del catalán alboloque, el portugués alborque  o  el  vasco alboroka.

 

(Publicado en La Razón, de Murcia, 7-6-2005)

 

LA  ACADEMIA  SE  DESPEREZA

 

La Real Academia de la Lengua está decidida a encarar el amazonas de anglicismos que anega su Diccionario, según declaraba recientemente Guillermo Rojo, su Secretario: “Hay que decir no al anglicismo sin razón, y poner en marcha una política a priori, porque cuando una palabra se introduce en la lengua, es muy difícil erradicarla”. Me figuro ya a los inmortales rebullendo en sus poltronas,  dispuestos a proponer los vocablos españoles equivalentes a cada término del caudaloso léxico ánglico, que  nos inunda. Con que se entretengan en buscar paralelos a los extranjerismos en -ing, de los que está sembrado el Diccionario oficial, ya tienen tarea para rato: casting, catering, pressing, bullying, mobbing, brushing, ranking, feeling,  consulting, footing, jogging, trekking, surfing, y un largo etcétera., aparte de los omnipresentes look, web, blog, email. En lenguaje informático, lo único positivo ha sido traducir mouse por ratón, con plena aceptación. El intruso overbooking ya está entronizado mediáticamente, cuando tan fácil es decir sobreventa o sobrereserva, al estilo de sobrepeso, sobrecarga, sobretasa. Ayer decía una locutora: “Las playas, debido al buen tiempo, amenazan overbooking para hoy” (¿ya no vale llenazo, o al completo, o lleno total?). Nunca peor usado overbooking, pues la playa, por ser lugar abierto, sin número de plazas, no admite reservas. Pese a Lázaro Carreter, todavía se oye, por ejemplo, vuelos domésticos (¿de la ducha a la cama?), en lugar de vuelos nacionales. Respecto al casting,  ¿por qué no aplicarlo también a la Selección o Casting Nacional de fútbol? En cuanto al bullying escolar, se escribe y pronuncia mal, pues no se trata de nuestro ‘bullir’, sino de “bull”, ‘toro’, de donde  ‘embestida, acoso’. Y, ¿qué decir del horrísono “esponsorizar”, de sponsoring, como si no existieran patrocinar, apadrinar, subvenir, respaldar, sufragar, financiar, o se inventa el neologismo “amecenar”?

 

(Publicado en La Razón, de Murcia, a 23-8-2005)

  

ENCEBRAS  DE  JUMILLA

 

Como saben los ecologistas, son incontables las especies animales  desaparecidas a través de los siglos. Entre ellas, el francolín medieval, ave muy estimada, de sabor similar al de la perdiz. Hubo, a su vez, en España  un animal solípedo, el cebro o encebra, un onagro o asno salvaje, que debió de extinguirse a finales del siglo XVI o en las primerías del XVII, y del que existe copiosa documentación literaria y toponímica. Baste con nombrar el conocido “Libro de la Montería” de Alfonso XI, redactado en el siglo XIV, donde se mencionan varios lugares de encebras, precisamente ubicados en el sureste español. Su nombre primitivo de encebra, de discutida etimología  latina, significa ‘caballo veloz’. Abundaba en España en la Edad Media, como lo demuestran los numerosos lugares con el nombre de Encebras o la raíz Cebr-:  Cebral y Cebreiros (Galicia), Cebrecos (Burgos), Cebrones (León). El geógrafo Madoz (1847) cita tres aldeas en la provincia de Albacete: Encebras (término de Albacete), El Encebrico (Paterna) y Los Encebros (Barrax). El pueblo abulense de Cebreros se inventó un arbitrario escudo con una cebra rayada, animal desconocido en la península. La auténtica cebra rayada africana fue descubierta por los portugueses en sus viajes de circunnavegación por la costa oriental de África a últimos del siglo XV, y se le denominó encebra o cebra por su  parecido físico con la conocida encebra euroasiática, excepto en la  piel listada de aquella. Actualmente subsisten dos lugares con idéntico nombre en los colindantesmunicipios de Jumilla (Murcia) y del Pinoso (Alicante); pero esos dos caseríos homónimos no están contiguos, sino separados por unos 50 kms. La aldea murciana se llama  Las Encebras o Casas de las Encebras, y la alicantina, Las Encebras o Ensebras  o Les Ensebres. Por ambas zonas, en época medieval, debieron campar libremente las encebras o “asnos monteses”.

 

(Publicado en La Razón, de Murcia, a 31-8-2005)

 

SOBREVENTA  O  OVERBOOKING

 

Una de las palabras más socorridas en verano, especialmente en Agencias de Viajes, Aeropuertos y Estaciones, es el anglicismo “overbooking”, en lugar de sobreventa o anteventa de billetes. Pero, el hortera ya se guardará de decir (antes muerto que sencillo) que, por exceso de reservas de la Iberia, estuvo tirado en Alicante casi 24 horas, antes de salir para Londres. Más bien, dirá, campanudo: “El vuelo  Alicante-London, antes del take-off,  y a causa del overbooking, estuvo precedido por un excitante delay (retraso) de unas 24 horas de relax en el aeropuerto”. ¿Saben los cursis angliparlas que overbooking no es ningún término aeronáutico, sino que esa preventa se usa en muchos servicios públicos, como hoteles, restaurantes, conciertos (por ejemplo, en el Coven Garden londinense), centros comerciales o eventos deportivos, como un método de asegurar que se cubran todas las plazas disponibles, aunque se corra el peligro de que no falte ninguna de las personas preinscritas. Se cuenta siempre con que habrá fallos en las reservas hechas, por miles de circunstancias imprevistas. Y es que el pronunciar la palabra inglesa “overbooking” viste mucho y, sobre todo, refresca y apacigua el ánimo, después del canallesco superretraso con que te han “obsequiado” las compañías aéreas. La palabra de moda  overbooking ha penetrado con tanta fuerza en esta Catetilandia, que ya amenaza con desbancar a los vocablos exceso, sobreabundancia o inflación, como demuestra esta perla, tomada de la prensa: “Si cada presidente regional organizara elecciones a su albedrío, podríamos entrar en un  “overbooking” electoral, con media docena de comicios por año”. Frente al impetuoso incendio de anglicismos que arrecia contra el idioma español, nuestros inmortales académicos languidecen, tañendo pánfilamente la “neronesca” lira.

 

(Publicado en La Razón, de Murcia, a 12-8-2005)

 

LA  ZÁRZOLA  DE  SOLANO

 

Quien haya visto a Solano perorando tronante desde el mostrador de su murciano tostadero, podrá imaginar la inflamada oratoria de Castelar en la tribuna de las Cortes. Nuestro ínclito comerciante esgrime ahora la paleta con el mismo donaire con que antes manejó la venerable zárzola. Este vocablo murciano, ausente del Diccionario académico, denota un utensilio a manera de pala, adecuado para despachar comestibles (legumbres secas, harina, cascaruja) y productos agrícolas y de droguería a granel. Su acepción primera es marítima, o sea, el balde para achicar agua o “especie de cucharón de madera para desaguar barcas”, según el Diccionario Torrevejense, que la trae, en forma seseante, como sársola. El “Vocabulario del Dialecto Murciano” la asienta sin acotación diatópica y la define así: “Pequeño balde de madera, en forma de cuerno, para desaguar  embarcaciones”. El murcianismo zárzola deriva del catalán sássola, término medieval de marinería, muy extendido por el Mediterráneo occidental. La acepción marítima originó la terrestre o comercial, siendo ésta casi la única conocida en la región murciana; así, Totana, Cartagena, y  el Noroeste. Lo chocante del caso es que mi amigo cartagenero César San Nicolás, en su exhaustivo “Léxico de los marineros en el litoral de Cartagena”, no haya registrado el término zárzola, que lo pudo encontrar en su misma casa, si se le hubiera ocurrido preguntar antes a su propia madre, que lo conoce en su valor de pala de tienda. Por su parte, el finchado y acientífico “Diccionario de nuestra tierra” sólo da la acepción de balde marinero, ignorando la segunda acepción terrestre,  la más difundida en la región, y recogida años atrás en mi “Vocabulario del Noroeste Murciano”. Quien quiera saber bien lo que es una zárzola, que acuda al barrio murciano de Santa Eulalia, y el grandilocuente Solano le dará pelos y señales.

 

(Publicado en La Razón, de Murcia, 2-9-2005).

   

ALFAJORES  NAVIDEÑOS

 

En el Noroeste murciano (Caravaca, Cehegín, Bullas, Moratalla y Calasparra), la faena más típica preparatoria de la Navidad es, sin duda,  el trajín casero de elaborar los dulces  tradicionales de  Pascua. Entre ellos, sobresalen los alfajores, de claro abolengo árabe, cuyo componente básico es la miel que aglutina diversos ingredientes. Lo curioso es que se consumen en las fiestas cristianas de Navidad, lo que hace pensar en alguna intervención de los mozárabes. Podría explicarse porque, en el reino de Murcia, cristianos y musulmanes celebraron de consuno el nacimiento del profeta Jesús hasta el final del siglo XIII, o sea, durante todo el tiempo de dominio árabe. El término alfajor, documentado ya por Nebrija, con sus cognados alfajur, alajor, alajur, alajú, está difundido en España con isoglosas muy discontinuas (Aranda de Duero, Cuenca, Andalucía, Murcia y Canarias. Concretamente, en nuestra Región de Murcia, se conoce en las comarcas de Caravaca y de Lorca.  En cuanto a la variante alajú, arraigada en Cuenca, es también patrimonial en Moratalla, y área limítrofe de Albacete (Socovos, Férez, Letur, Nerpio y Yeste), lo cual descubre la procedencia conquense de los pobladores. Asimismo, se localiza en zonas norteñas de Albacete (Munera y la Manchuela), próximas a Cuenca. Una errónea información hizo que el gran filólogo Manuel Alvar negara la presencia de la voz alajú en Moratalla y tierras albaceteñas colindantes. Este arabismo, llevado a América por colonizadores españoles, hizo fortuna en aquel continente, donde se documenta alfajor, en el norte (México), centro (Nicaragua, Honduras) y sur (Venezuela y Argentina). No es óbice el que los alfajores no sean idénticos en todos los lugares de Hispanoamérica, donde pervive el vocablo, por habérsele agregado nuevos componentes a la confección de aquellos, recurriendo a productos exóticos de cada país (yuca, coco, chirimoya, piña).

 

(Publicado en La Razón, de Murcia, 27-12-2005)

 

ESPAÑOL  BISILÁBICO

 

A diferencia del sajón en que predominan los monosílabos, el español  básico siente predilección por los bisílabos (madre, casa, vino,  hijo, puente,  cojo, tonto,  amor, tomar, comer, etc.), si bien no tiene reparo en aceptar toda clase de polisílabos. Modernamente, por influjo del lenguaje infantil, esa tendencia  a los bisílabos viene tomando auge en el habla familiar con tal empuje, que a la larga cambiará la faz tradicional de muchos vocablos, cercenándolos y trasformando sus plurales. Este fenómeno de apocopar palabras llevará a la aparición de dobletes, que con el tiempo podrían suplantar a las formas plenas primitivas. Siempre ha existido el abreviar palabras, por simple economía del lenguaje, pero ahora se ha generalizado tal práctica. Recuerdo haber oído los “michis”, por michirones, años atrás.  Por ignorar esta moda del bisilabismo coloquial, el padre de la actriz Penélope pudo causar a su retoño un sonrojante daño, que se resolvió recurriendo al monosílabo Pe. A las formas ya arraigadas en el uso, como cole, seño, papi, bici, compi, habría que añadir otras recientes, como suje (sujetador), manifa (manifestación) y finde, por el sintagma “fin de semana”. En cambio, no se abrevia colega, pues habría confusión con el cole. Un caso muy popularizado es el apócope bisilábico en la onomástica (Paqui, Valen, Guti, de Paquita, Valentina, Gutiérrez). Finalmente: Yo rogaría a los periodistas, que cuando nos relatan casos tremebundos de violencia doméstica, rechazen el manido eufemismo de “compañero sentimental”, y digan más bien “compañero semental”, o escriban bisilábicamente “compisenti”, para evitar el cruel oxímoron de llamar “compañero sentimental” al que, desprovisto de sentimientos, es capaz de matar a su pareja,  sin pizca  de sentimiento. En Hispanoamérica, en vez de compañero sentimental, usan un fino neologismo, “marinovio”, o sea, maridonovio.

 

(Publicado en La Razón, de Murcia, a 30-11-2005)

 

NESECITAR,  FALSO MURCIANISMO

 

¿Quién no ha oído decir a personas mayores, nesecitar, por necesitar? Sin ir más lejos, mis padres, murcianos del cogollo de la Huerta, lo decían. Lo cual no prueba que tal forma metatizada sea un murcianismo. Y es que, caladas las anteojeras terruñeras que impiden ver más allá del círculo de la noria regional, se vuelve a tropezar en la misma piedra del fementido murcianismo de marras espichar, término jergal antiguo, hoy devenido vulgarismo corriente en todo el ámbito hispano. Para desgracia de algunos pretendidos filólogos, que “desprecian cuanto lingüísticamente ignoran”, la voz nesecitar está ampliamente difundida, y se trata de una metátesis medieval, hoy calificada de vulgarismo. La lengua castellana se formó del latín corrompido, en el que pugnaron dos corrientes: la vulgar o espontánea del pueblo, y la culta, que en este caso prevaleció sobre la popular. La forma arcaica nesecitar sobrevivió en zonas rurales, mientras el cultismo  necesitar arrinconó a aquélla, hoy ya expulsada del Diccionario académico y desaparecida en la lengua uniforme de las generaciones alfabetizadas y teleamamantadas. El “acientífico” Diccionario de Nuestra Tierra disparata, dándola por seguro murcianismo. Agárrense, ante la lista de áreas de expansión del arcaismo nesecitar. Esta variante medieval, además de registrarla Léxicos murcianos, se documenta también en puntos muy distantes de la península; tales: Astorga (León), Colunga (Asturias), Burgos, Navarra, Aragón. Segovia, Cuenca, Villena (Alicante), Hellín (Albacete). Argumento irrefutable de su antigüedad, anterior a 1492, es que los sefarditas expulsados siguieron usando el vocablo. Un judío portugués, Isaac Orobio de Castro publicó en Braganza (1618) un libro en el que aparecen siempre las formas neseçidad,  neseçario,  neseçitar. Concluimos remedando al poeta: “Cualquier filologüelo petulante/ tiene licencia/ de inventar un idioma (o dialecto) a su talante”

 

(Publicado en La Razón, de Murcia, a 4-1-2006) 

 

ANGLICISMOS  EN  TROPEL

 

Mientras la “angliarrea” que estraga el idioma español afecte tan sólo al léxico, aún cabe esperanza. Pero, es que ya se detectan síntomas alarmantes de que la angliparla está penetrando  a misma morfosintaxis, o sea la entraña del idioma. Sirva de botón de muestra el caso anglicante de las partículas “en” y “dentro de”, cuyo uso castizo, aplicado al tiempo futuro, se ha trastrocado enteramente por influjo de sus correlativas inglesas. Un reciente titular de prensa rezaba: “Setenta etarras quedarán libres en dos años”. ¿Qué quiere decir: durante, a lo largo de dos años (inglés within), o dentro de, concluido el plazo de dos años (inglés in)? Mucho más grave aún es la adopción del sufijo inglés -ing para sustantivos, no sólo en préstamos ingleses puros, como parking, casting, pressing, sino en híbridos, propios del spanglish, como puenting, etc. La última perla anglicada es “comandante de vueling”, lo que demuestra que la sufijación inglesa ha arraigado de tal modo en nuestra lengua, que ya comienza su propagación espontánea en castellano. Se argüirá: ¡Es que “vuelo” es  larguísimo y dificilísimo de escribir! Luego a luego, nos meterán  “azafata de vueling”, para rematar arrumbando la voz azafata y adoptando sin rodeos la “españolísima” stewardess of vueling. Acabaremos diciendo cabestrilmente, a remolque del inglés: tonto del culing o tío cabroning,  o sea, el mimetismo  elevado a la memézima potencia. Claro que esto es una minucia en comparación con los descarados anglicismos que nos abofetean diariamente. El ultimísimo, que inunda Murcia por mor del turismo, es el desaborío “resort”, que no tiene que ver nada con el español “resorte”, y que denota un lugar turístico. ¿Qué delito habrán cometido los castizos Baños de Mula para rebautizarlos ahora como Balneario Resort? ¿Se le ocurrirá a la Real Academia  acuñar un equivalente de resort?

 

(Publicado en La Razón, de Murcia, a 17-2-2006)

 

BEBÉ – SEXISMO LINGÜÍSTICO

 

Felicito a “La Razón” por ser el primer periódico español que, con sentido común y sacudiéndose sinrazones normativas, se ha atrevido, por fin, a usar “bebé” como nombre genérico común (el o la bebé), contra el preceptivo epiceno masculino (sólo el bebé), referido incluso a niñas: “Cien personas se han ofrecido en Brasil para adoptar a la bebé rescatada de una laguna” (31-1-2006). ¡Cuántos se empecinaron absurdamente en llamar el bebé a la infantita Leonor, obcecados por el Diccionario académico, que prescribe el masculino para bebé! La prensa del 28-12-2005 decía: “Don Felipe en dos meses se ha familiarizado con el bebé”. ¿Por qué no llamar la bebé a una niña neonata? ¿Acaso nace hermafrodita o asexuada? Desde el año 2000, vengo denunciando en la prensa tamaño disparate, aunque avalado por la Real Academia. Extraña que, contra este caso flagrante de sexismo  lingüístico,  no se hayan rebelado ya las más rabiosas feministas. Es una pena que, por la inercia de la costumbre, se haya vuelto a las andadas, pero aquella fecha del último día de enero del presente año marcará para siempre un hito, por haber roto el tabú del epicenismo de bebé. ¿Cuándo los periodistas escribirán con claridad en femenino: “Una hermosa bebé de 7 kilos, llamada Arancha”, y no, como hicieron ayer (21-2-2006) “Un hermoso bebé de 7 kilos, una niña llamada Arancha”? ¿Cómo no protestar ante este repetido caso de sexismo en el lenguaje? El flamante “Diccionario panhispánico de dudas” dilucida la cuestión: “En España, bebé funciona generalmente como sustantivo epiceno masculino (el bebé); en América, se usa a menudo como sustantivo común en cuanto al género” (el/la bebé). Incluso, allí se ha desarrollado doble forma nominal llana: el bebe y la beba. La Real Academia tiende a ir levantando la mano, a fin de que se uniformen  las  hablas de España y América.

 

(Publicado en La Razón, de Murcia, a 26-2-2006)

 

VIGIR, VERBO FANTASMAL

 

Generaciones de académicos no han sido capaces de atrapar en el Diccionario Oficial un verbo escurridizo, que no es un cultismo hodierno, pues cuenta con un siglo largo de vigencia en nivel literario. Por el contrario, un solo académico  ha logrado apresarlo y por primera vez fijarlo en un Diccionario. Hablo de un verbo intransitivo defectivo, que no posee comúnmente más que dos formas verbales, “vige” y “vigen”, parientes de vigencia, vigor o vigente, derivados del étimo latino “vigere” ‘tener vigor’. Extrañamente, todos los lexicógrafos han esquivado ese incómodo espécimen gramatical. Sólo los autores del Diccionario del Español Actual (1999), el académico  Manuel Seco, con Olimpia y Gabino, han cogido por los cuernos este torillo, aunque para ello hayan tenido que inventarse el hipotético infinitivo “vigir”, al que acotan  como regionalismo. Tal dúo de formas verbales “vige-vigen” han vivido clandestinamente hasta la publicación de ese Diccionario. Es de alabar el esfuerzo de los autores  por buscarle un padre adoptivo a este par de formas huérfanas, hasta ahora nunca registradas en gramáticas ni diccionarios. Ni, por supuesto, el ultimísimo Diccionario Panhispánico de dudas (2005) se digna prestarle la mínima atención a tan singular caso. Por fin, parece legalizada esta pareja de hecho “vige-vigen”. El futuro “vigirá” apareció en una Hoja del Centro de Pastoral Litúrgica, de Barcelona (30-10-1988); y recientemente he leído el gerundio “vigiendo”  en Jiménez Lozano.

 

(Publicado en La Razón, de Murcia, 15-5-2006)

 

JAQUE A LA LETRA JOTA

 

Los ataques a la letra jota y a su característico sonido velar menudean día a día. Hace poco, oí leer en la radio, “del Libro de “Yob”, en vez de Job.  También he oído decir “el profeta Yoel”, en lugar de Joel. Por doquier se oyen los anglizantes  Yénifer, Yónatan, Yésica, Yudith (escrito con la inútil h,  de Esther). El castellano se ve atenazado por las lenguas vernáculas catalán, vascuence y gallego, que carecen del sonido gutural de jota, amén del omnipresente inglés, que tampoco lo tiene. Si a esto añadimos la desbravación del sonido velar, convertido en h aspirada, como ocurre en parte de Andalucía, Canarias y en casi toda Hispanoamérica, se comprenderá mi dolorido sentimiento al ver a nuestra lengua española agredida a mansalva. Entre el lenguaje anárquico de los sms y la marea de ignorancia logseana creciente, a la renombrada ortografía castellana nos la van a dejar hecha unos zorros, de forma que no la va a conocer ni la Real Academia que la parió en el siglo XVIII. La ortografía española es un prodigio de fonetismo inteligente, que causa envidia a las demás lenguas. Por eso, nos quieren descuajaringar a la vez la ortografía y la fonemática, a fin de destruir nuestra identidad lingüística. ¡Hispanohablantes, salvemos la jota y nuestra ortografía! Claro, que por muchas jotas que nos quieran quitar, siempre reconfortará oir el rotundo murciano-manchego ¡pijo! y los sonoros ¡joder, joer, jodo! Refiero la anécdota que contaba mi profesor de literatura sobre el genial Quevedo. Su amigo D. Andrés, capellán de unas monjas, quiso probar la capacidad versificadora del escritor, y lo retó a componer una cuarteta, que incluyera el nombre de Job en cada verso. He aquí la estrofa, que improvisó el endiablado poeta: “Job dio la madre Abadesa/, Job dio también sor Inés/, y porque todos Job dieran/, también Job dio D. Andrés”.

 

(Publicado en La Razón, de Murcia, a 5-12-2005)

 

INSULTO  A LA  JOTA

 

Entre el cúmulo de mamarrachadas con que nos vienen obsequiando últimamente los políticos españoles, destaca la de un ínfimo politicastro catalán, de cuyo nombre no vale la pena acordarse. El tal sujeto ha excretado una sansirolada infame contra la lengua castellana o española, la cual sigue impoluta, por mucho que cualquier cretinoide babee contra ella. A este despreciable fulano, que sin duda será bilingüe castellano-catalán, no se le ha ocurrido otra cosa que burlarse de la lengua castellana para disuadir a los catalanes de que  la usen, por dos razones. Primera, porque es una lengua de “pobres, horteras y analfabetos” (por ejemplo, los premios Nobel que lleva recibidos). ¿No se deberá a pura envidia el intento de la pigmea Rosa Regás de expulsar de la Biblioteca Nacional al leídisimo “monstruo” Menéndez Pelayo, que si no hubiera muerto a los 51 años, se hubiera “bebido” todos los libros de la Biblioteca Nacional, de la que fue fundador y director? Y segunda, porque a su juicio adolece de “sonidos feos y vulgares como la jota gutural”, grave defecto del que carece la lengua catalana. Como si las lenguas fueran bonitas o feas, según nos parezca al oído. Así, me explico yo la campaña sutil contra el sonido de jota en la toponimia y onomástica, debido no sólo al influjo del inglés, sino también a influencia del catalán, valenciano o gallego (Girona, Judit, Joel, Xátiva, A Toxa, Maruxa). Viene de molde recordar aquí la frase atribuida al emperador Carlos V sobre las lenguas que él conocía: “Hablo en español a Dios, en italiano a las mujeres, en francés a los hombres, y en alemán a mi caballo”.

 

FÚTBOL, REQUETEFÚTBOL

 

No ya hasta en la sopa, sino hasta en el cocido y en el postre nos topamos con el fútbol. Antes, la mitad del género humano, se mantenía al margen de esa pasión. Con esto de la igualdad de sexos, la mujer se propuso emular al varón en todo, tabaco, alcohol, drogas, y cómo no, en fútbol; y así,  irrumpiendo con entusiasmo en el deporte del balón, ha incrementado sobremanera la afición a ese deporte. Aguantaremos, resignados, el amargo trago de que nuestra Selección (¿o se dice Casting ahora?) se vuelva de Alemania con el rabo entre piernas, como suele. Pero, lo que siempre tendré atragantada es esa espina de la t implosiva antiespañola, que se nos clava en las entretelas de la lengua cada vez que vemos escrita la palabra fútbol. Porque, esa es otra. Todos escribimos la fatídica t; pero ¡vamos a ver! que levanten la mano los que la pronuncian bien. ¡Ni llegan a los dedos de una mano! En su lugar, se oyen perfectamente las sonoras l/r, por mucho que se empecine la Real Academia en condenar esa pronunciación. Me gustaría grabar a los académicos cómo pronuncian esa palabra en sus charlas coloquiales sobre fútbol. Envidio a los portugueses que supieron  adaptar a su idioma la voz futbol, intercalando el infijo de una vocal eufónica (futebol)! Ahora, que el fútbol está en la cresta de la actualidad y los aficionados tocan madera para que se vea en toda España el Mundial, yo también voy a echar mi cuarto a espadas en el asunto del fútbol, aunque sólo en su aspecto lingüístico. Mariano de Cavia fracasó con su neologismo balompié. Pero, lo que no se puede es dar coces contra el aguijón, o sea, contra el genio de la lengua, que rechaza la t final.  Así, aunque el novísimo Diccionario Panhispánico se empeñe en rechazar el vulgarismo fúlbol, su fuerza es imparable, y día vendrá en que la Real Academia se rinda a la evidencia y admita en su Diccionario esa forma sonora, desterrando la encocorante t final que nadie pronuncia.

 

(Publicado en La Razón, de Murcia, 2-6-2006)

 

REQUIEM POR SENDOS

 

De la larga serie de numerales distributivos latinos, el único representante en castellano es el vocablo “sendos” (aragonés “senglos”), con el mismo valor semántico que su étimo “singulos” ‘uno para cada uno de dos o más’. Subsisten otros distributivos, lexicalizados como sustantivos (terna, terno, cuaderno, novena, quinario). Error garrafal es asignar a “sendos” el valor de ‘dos’.

He aquí tres ejemplos, recogidos de periódicos. Uno, muy bien usado: “La Policía detuvo ayer a tres inmigrantes sobre sendos neumáticos hinchados con los que cruzaron el Estrecho”. Se alude a tres individuos y tres neumáticos, cada individuo con el suyo. Otro, mal usado. “La Policía ha detenido a un marroquí de 19 años y a otro menor de edad como presuntos autores, junto a un tercero que está siendo buscado, de sendos robos”. Después se explica que los robos han sido dos, y los ladrones tres, que han actuado unidos. Se trata, pues, de dos robos, cometidos por tres personas juntamente, por lo que es incorrecto decir sendos robos. Por no entender el sentido de sendos, se aplica mal a dos robos perpetrados por tres individuos conjuntamente, y así se cae en el disparate de suponer tres robos de los que cada robo se asigna  a cada uno de los tres detenidos, cuando la realidad es muy distinta, ya que sólo han sido dos los robos, y ambos cometidos por los tres individuos de mancomún. Otro, peor usado: “Dos hermanas gemelas dan a luz dos niñas el mismo día”. Aquí era obligado poner sendas, o sea, cada hermana una niña, no dos niñas gemelas cada una, como podría interpretarse.

Sirvan estas líneas de elegía  a este adjetivo español, ya casi agónico, tan magistralmente usado por Cervantes: “Sancho, mirando a todos los del jardín, dijo que le ayudasen en aquel trance con sendos paternostres (sic) y sendas avemarías”.

 

(Publicado en La Razón, de Murcia, a 2-8-2006)

 

REMACHANDO   PÚAS

 

Recientemente, tratábamos del murciano púa, en el sentido figurado de ‘deuda’, con su novísimo derivado puero, exponente de la vitalidad de tal acepción.  Este  significado de púa y el audaz neologismo puero ‘propenso a dejar púas’ han de ser privativos murcianos, pues no los consignan los Diccionarios generales (ni el Académico, ni el del Español Actual). Hay todavía un tercer miembro, el verbo empuarse ‘endeudarse’, que completa la familia semántica de púa ‘deuda’. Todo proviene de la frase comprar o dejar a la púa, o sea, al fiado, lo que el tendero anotaba en un papel, que  ensartaba en una púa clavada en la pared. El paso siguiente fue la metonimia de sustantivar púa, como sinónimo de deuda. Calculo que lleva ya circulando este murcianismo más de medio siglo largo, pues parece remontarse a la posguerra. Por los años sesenta ya estaba consolidado el giro a la púa. De hecho, en mi Vocabulario del NO. Murciano (1991) se documenta con cita del escritor ceheginero Salvador García Jiménez: “Un entierro con ataúd dejado a la púa” (Puntarrón, 1970, 61). Igualmente, el Diccionario Icue  (2ª ed. 1997) registra  su uso en Cartagena. 

En cuanto a púa, hay todavía algo más escandaloso. Esta voz, en el español murciano, se emplea, en sentido directo, con el valor de ‘clavo’. Tal acepción no la recogen ni el Diccionario Académico, ni el Vocabulario del Dialecto Murciano, de García Soriano. Y está tan extendida como la metafórica de púa ‘deuda’. Junto al Diccionario Icue (1986), lo trae también mi  sobredicho Vocabulario del NO. Murciano (1991), con cita del novelista caravaqueño Gregorio Javier: “Un cartel, clavado con cuatro púas” (Caravaca de la Cruz, 1961, 213). Tampoco falta en el Diccionario Almeriense (2ª ed. 1991), como usual en la Almería “murciana”. En definitiva; que la Región de Murcia está dejada, no de la mano de Dios, pero sí de la atención de la Real Academia Española.

 

 

 

COMUNICACIÓN A LA  REAL ACADEMIA – 1  PÚA

 

DOBLE ACEPCIÓN

 

En el español murciano, el vocablo púa posee dos acepciones peculiares, que nunca se han recogido en el DRAE. Tampoco las registró el clásico Vocabulario del Dialecto Murciano de Gª Soriano. Ambas son de empleo general.

 

1.  púa (acepción directa)  ‘clavo, de cualquier tamaño, sin apenas cabeza’. De uso común e inmemorial en todos los niveles de habla. El término clavo se aplica a los que tienen cabeza y cuerpo más anchos.

Doc.: Francisco Gómez Ortín, Vocabulario del Noroeste Murciano:(Murcia 1991) “Un cartel, clavado con cuatro púas” (novelista caravaqueño Gregorio Javier Gómez, Caravaca de la Cruz, Barcelona 1961, 213). También consta en el Diccionario Icue (1986), de Cartagena, en el Vocabulario de las Hablas Murcianas (2000), de Diego Ruiz Marín, y en el Diccionario Almeriense (2ª ed.1991), de Rueda Cassinello, pero falta en el Vocabulario Andaluz, de Alcalá Venceslada.

 

2. a la púa, loc. adv. ‘al fiado’. La frase comprar o dejar algo a la púa o al fiado se originó de la costumbre o práctica  de hacer compras sin abonar nada a cuenta, dejar debiendo el importe total o parcial, lo que el tendero, confiado en la honorabilidad de los parroquianos, solía anotar en un papel, que ensartaba en una púa clavada en la pared, método primitivo de contabilidad. De ahí, por metonimia, pasó a tomar el sustantivo púa el significado de deuda. Calculo que llevará ya circulando este murcianismo más de medio siglo largo, pues tal forma de comprar parece remontarse a la posguerra, cuando cundía la miseria. Por los años sesenta ya estaba  consolidado el giro a la púa.

Doc.: F. Gómez Ortín, Vocabulario del Noroeste Murciano (1991): “Un entierro con ataúd, dejado a la púa” (Salvador García Jiménez, escritor de Cehegin, Puntarrón, 1970, 61). Antonio Martínez Cerezo, en Murcia, de la A a la Z (1974). Jaime Campmany: “Los muebles comprados a la púa” (El jardín de las víboras, 1996, 41). Lo trae también el  cartagenero Diccionario Icue (2ª ed. 1997).

 

3.  púa (acepción figurada) ‘deuda’. Del giro popularizado a la púa, se pasó, por simple metonimia, al sustantivo púa ‘deuda’. Ejemplo: “- Fulano tiene mucho dinero. – Lo que tiene son muchas púas”. Hay una frase muy expresiva, que aúna las dos acepciones de púa, la figurada (deuda) y la recta (clavo): “Fulano tiene muchas púas (deudas). – Lo que tiene son clavos” (deudas muy grandes, como clavos, que son mayores que  púas).

 

De esta 2ª acepción se derivan dos vocablos, que evidencian el arraigo y vitalidad del murcianismo. Forman, con púa, un trío de miembros de una familia semántica.

 

4. empuarse,  v.   ‘endeudarse, llenarse de púas’.

5. puero/a, adj.  ‘propenso a comprar o dejar a la púa’. Término de reciente acuñación, bien ahormado, presenta un ligero problema prosódico-ortográfico. Se pronuncia como trisílabo (de púa, pu/éro), y debería escribirse, al principio, con diéresis (püero), aunque luego, con el uso, devendrá bisílabo, como ruido, de rüído.

 

BISILABEANDO

 

Si quisiera enumerar todos los acortamientos de nombres detectados, seguro que llenaría el breve espacio de esta columna. Ahí va una hilera de ejemplos. Del fútbol: Barça, Recre, Depor, Poli, Alba. Donde más se nota este bisilabismo es en la onomástica y en nombres hipocorísticos o afectivos. Nombres  de varón: Dani, Pencho, Pancho, Paco, Pepe,  Juanjo, Juanma, Juanfra, Edu, Javi, Maxi, Migue. Nombres de mujer: Mari, Montse, Cristi, Valen,  Sacra, Isa,  Merche, Mamen, Bea, Vane, Inma,  Cati,  Asun, Tere. Se exceptúa Pe (Penélope), por razón obvia. Jose (llana) es común a ambos sexos, así como Manu. Ya va siendo atosigante la tendencia popular de apocopar las palabras polisílabas, convirtiéndolas en bisílabas llanas, moda que  no amaina, sino que parece arreciar, sobre todo entre niños y  jóvenes. El caso más  extremo de apócope lo acabo de  hallar en la columna de la periodista Mª José Navarro (La Razón, 27-10-2006). No sé si es creación  personal de ella, o ya circula por ahí tal uso (“Como te digo una co, te digo la o”). La apocopación se está convirtiendo en un alarmante y pertinaz ataque contra la esencia de la lengua española, que es el  plurisilabismo. La variedad silábica y tónica del español contribuye a su armonía, a diferencia de otras lenguas como el francés (con predominio de agudas) o el inglés (con prevalencia de monosílabos). En español abundan los bisílabos llanos, de donde tal vez se haya originado la costumbre actual de reducir vocablos polisílabos a bisílabos, cercenándolos a tajo.  Esta moda procede del habla infantil que se propaga primeramente al lenguaje femenino por su trato más directo con los niños, y luego contagia a los adultos. El niño tiende a decir palabras de dos sílabas llanas, por ser más fáciles de retener, y los mayores, al hablar con ellos, procuran imitar su lenguaje  (cole,  seño,  peli,  pelu, peque, presi, profe, dire, cumple, papi, mami, guarde, porfa, vacas, zapa), y al final adoptan tal práctica en el habla coloquial. Esa boga distorsionante recurre a la aféresis, cortando por delante (Lina, Tina, Toñi, Nacho, Nando) o a la apócope, por detrás. Son múltiples los ejemplos del segundo tipo de abreviación: tele, poli, prota, paracas, pasare(la), progre, Inmo (biliaria). Hay formas breves (taxi, moto, cine, foto, mili) ya tan consolidadas que han desplazado a sus originales. La desinencia  normal de nombres femeninos en  –a, y la de los masculinos en –o se ve ahora trastrocada en la onomástica: Vero (Verónica) o Bego (Begoña), frente a Rafa (Rafael) o Salva (Salvador) o Chema (José María).  Hay algo más irritante, y es el acortamiento cursi con final en la  proclítica: finde (semana) o  Juande (Juan de Dios, ¡uf! Dios), cuando lo lógico sería  suprimir la partícula de y soldar ambos sustantivos, al estilo de los compuestos bocacalle, hijoputa o Valparaíso.

 

(Publicado en La Razón, de Murcia, a 14-11-2006)

                                                                                 

COMUNICACIÓN A LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA  -  2

 

Vocablos con el significado de “portador de las andas o trono en procesión religiosa”.

(Se cita la ed. 22ª del DRAE (2001). He reunido una familia semántica de 10 términos específicos:

1º.  andero, voz que el DRAE  supone ser la general castellana. En la región de Murcia se emplea en varias comarcas (Noroeste, Jumilla, Lorca).  

2º.  carguero, bastante extendido por Hispanoamérica (acep. ausente del DRAE).

3º.  costalero (Sevilla), recogido en el DRAE, And., pero descrito con más precisión en el V.Andaluz  de A. Venceslada: “los que llevan  los pasos de las imágenes, con un costal relleno que se colocan en la cabeza y les cae por la espalda”. El oficio y palabra de costalero se ha difundido por la Andalucía oriental; así, en Baza (Granada).

4º.  santero (Córdoba) ‘individuo que lleva las imágenes en Semana Santa’ (VAndaluz,  no DRAE).

5º.  horquillero (Granada), admitido en el VAndaluz : “individuo que lleva las andas de una imagen en las procesiones. (Es voz de Granada, donde hay un cuerpo de Caballeros horquilleros de Nuestra Señora de las Angustias)”. También lo trae, como regionalismo, el DEspañol Actual (1999): ‘hombre que lleva las andas en una procesión’. Falta en el DRAE. Lo ignora Corominas. El término horquillero  se encuentra varias veces en las Constituciones de la Hermandad de San Francisco de Asís, de Granada (1675).

6º.  guizquero (propio de Jaén), registrado en VAndaluz, no en el DRAE.

7º.  pianero (de piana, peana), ‘porteador en los pasos de Semana Santa”, voz privativa de Zaragoza ( Andolz, Diccionario Aragonés). Falta en el DRAE.

8º.  cuadrillero (Orihuela, Alicante), ‘el que porta el paso en Semana Santa’ (J. Guillén, El Habla de Orihuela).

9º.  estante (ciudad de Murcia), ‘hombre que en compañía de otros lleva los pasos de Semana Santa’ ( DRAE, Mur.).

10º. portapasos  (ciudad de Cartagena), sólo en  el cartagenero Diccionario Icue, de Botella Serrano, ’costalero de los tronos de la Semana Santa’. Definición errónea, pues costalero es el que va metido debajo del trono levantando el paso con los hombros, a diferencia del estante murciano y del portapasos cartagenero, que van de pie, fuera del trono, sosteniendo el trono con el hombro bajo el varal, como hace  el horquillero.

 

Nota.  Para evitar sexismo en el lenguaje, hoy que las mujeres llevan las andas en algunas procesiones, habría que cambiar “hombre” e “individuo” por “persona”.

 

EL SUFIJO MURCIANO  -ICO

 

Sobre el  diminutivo-afectivo murciano en -ico, lo único que muchos de los murcianos acaso sepan es la procedencia aragonesa de tal sufijo, cuyo origen más lejano  desconocen. Aunque el –ico cundió también por Castilla y casi toda la Península, hoy su difusión geográfica afecta mayormente al dialecto murciano, al andaluz oriental y al aragonés; y también se usa en los dialectos del sur de Italia. Sin embargo, ¿cuál es la remota ascendencia de tal sufijo –ico? Se han propuesto varias teorías (ibérica, celta, vasca, africana, latina y germánica). De todas, la que más fuerza cobra ahora es la africana, por ser la zona del Norte de África romanizado donde se ha detectado el más antiguo testimonio de la desinencia -ico, -a: Bonicca, como nombre de niña. Curiosamente, hoy se puede oir “bonica” en todo el arco mediterráneo, desde Granada y Almería hasta los Pirineos (Navarra, Aragón, Cataluña). En nuestra Región Murciana, continúa arraigado el sufijo –ico, si bien se han difuminado la variante –iquio y la chicheante –ikchio. Pese al conato  allanador de la tele, aún perdura el -ico murciano, sonante y vigente, desde el “bordesico” cartagenero o la “ampostica” lorquina hasta la Fuensantica capitalina, la Maravillicas ceheginera, la jumillana Abuelica Santa Ana o los “libricos” de Yecla, sin olvidar la Piedaíca de la granadina Baza.

Todavía hay murcianos que se avergüenzan de su –ico patrimonial, una seña de identidad regional, porque ignoran su alcurnia. ¿Saben estos vergonzantes murcianos que el –ico no sólo fue abrazado por el poeta archenero Vicente Medina, sino usado con naturalidad por los genios de nuestra lengua Cervantes, Quevedo, Lope, Calderón  o Santa Teresa? Pero hay más: la autoridad  de Menéndez  Pidal certifica que el  sufijo –ico es de indudable origen prerromano, o sea, de bastantes siglos antes de Cristo.

 

 

NOVEL, NO NOBEL

 

Tuve que frenar mi primer impulso de arremeter contra esa barbaridad ortográfica de confundir nobel con novel, al recapacitar que tal vez fueran simples erratas o baile de duendes del teclado, puesto que las dos teclas b y v se encuentran juntas. Si a esto se añade que se trata de La Razón, de Murcia, donde tan buena acogida reciben mis escritos, no debería hurgar en la herida. Pero, recordando a la vez el dicho latino: Amicus Plato, sed magis amica veritas (Platón es mi amigo, pero más amiga es la verdad), y sobre todo en atención a las innumerables víctimas inocentes logseanas, juzgo conveniente aclarar la metedura de pata. Hemos leído “conductor nobel” y “conductores nobeles” lo que estride a la vista. La noticia, como está, en sí ya es un chocante oxímoron. “Un conductor nobel murciano, (o sea un merecedor del premio Nobel en conducir), pierde todos los puntos”, resultando que es un mastuerzo descomunal (no un émulo de Fernando Alonso, premio Príncipe de Asturias, como el nobel a primera vista pudiera sugerir). Aunque nobel, sea vocablo agudo en sueco, ha cundido mucho el acento llano, acaso por creerlo inglés. El Diccionario de la Real Academia Española y el Diccionario Esencial registran el término nobel sólo como agudo. Sin embargo, el acento llano de la voz nóbel me temo que sea muy difícil de desarraigar, pese a la recomendación del Diccionario Panhispánico de Dudas. Tal vez debió de ser la existencia del adj. novel ‘principiante’, la que impuso la acentuación llana de nóbel, para diferenciar los dos vocablos homófonos, tan antagónicos semánticamente: nobel ‘supersabio, cima del saber’, frente a novel ‘principiante, aprendiz’ (de ahí la L del inglés leaner en el coche).

 

COMUNICACIÓN  A  LA  REAL  ACADEMIA  ESPAÑOLA-  3  -  HELOR

 

En reciente anochecer nublado, dos mujeres cruzan la murciana plaza de Sto. Domingo. Una dice: -No hace frío-. Contesta la otra: -Pero hace helor-. Y es que el concepto de helor, que el DRAE define 'frío intenso y penetrante' tiene en Murcia un matiz que escapa a lexicógrafos. El helor transe huesos en días otoñales lluviosos o "emboriados" y en noches invernales encapotadas. Con cielos soleados, puede hacer frío cortante, si sopla del norte, pero el helor alude más al ambiente húmedo que entumece miembros.

Frente a la voz frío, de valor denotativo neutro sin marca afectiva, el lexema helor presenta una faceta connotativa de frío más subjetiva. El sufijo -or de agente expresaría la acción del frío, que se infiltra lentamente hasta enroscarse en los huesos. El helor es una sensación de frío asociada a la humedad. No es cuestión de temperatura, sino de sutileza sensitiva. Lo cual no empece para que helor se use a veces como sinónimo general de frío. Es de género ambiguo, si bien en habla popular y rústica es más común el uso como femenino, al igual que calor o sudor.

Corominas lo supone catalanismo (de geló(r), pero yo lo creo más bien aragonesismo, pues lo documenta Andolz, como elor en el Bajo Aragón, aunque no lo registre el ALEANR. Se extiende su isoglosa por Villar del Arzobispo, Albacete (Quilis, Habla de Albacete, y García Payer, El castellano en Casas-Ibáñez), Alicante (Guillén, Habla de Orihuela, Soler, Diccionario Villenero y Pérez Maeso, Diccionario Torrevejense), y por el dominio murciano (A. Sevilla, García Soriano, Diccionario Icue de Cartagena, Diccionario del Habla de Yecla, 1999), y cundiendo a la Andalucía murciana, como Almería (Diccionario Almeriense) y Granada (corriente en Baza, y G. Salvador lo tiene por murcianismo en su Habla de Cúllar-Baza). Ni se olvide el yelor de los judíos sefarditas (Diccionario Básico Ladino Español). Tal vez el vocablo helor podría considerarse como orientalismo, pues está documentada su vigencia  actual en casi toda la zona castellanoparlante oriental.

Amén de ser una voz usual en todos los niveles diastráticos del habla regional, es término tan prestigiado, que ningún literato murciano rehusa emplearlo. El vocablo helor, tardíamente admitido por la Academia, llevaba la señal diatópica Murc. hasta que fue suprimida en 1992, lo que no obsta para que helor sea un murcianismo alcurniado, vigente hoy en todos los sectores y edades. A su vez, el Diccionario del Español Actual, copiando al DRAE, recoge helor sin etiqueta de regionalismo, pero se ve obligado a documentarlo precisamente con sendas citas de Castillo-Puche y del albaceteño Rodrigo Rubio.

Hay una extraña cita de Ramón Gómez de la Serna (n. Madrid): “Gritábamos para que no se hiciese morado el helor” (“Historia de una verdadera noche toledana”, en Automoribundia, Obras Completas, XX. Barcelona. Galaxia Gutenberg, 1998, 340). Creo que el empleo de helor es aquí meramente libresco, o lexicográfico, y habrá sido escogido por su sonoridad frente al  manido término frío. Me atrevo a inculpar de esto a Casares por haber suprimido las marcas diatópicas en su Diccionario Ideológico, tan socorrido, lo que  induciría  a  más de uno a elegir voces regionales, sin saberlo.

Existe un derivado, que recojo en mi Vocabulario del NOMurciano (1991): helazón ‘efecto de congelarse personas o animales por el extremado helor, congelación’ (no helada). El Vocabulario de las Hablas Murcianas (2000), de D. Ruiz Marín, trae helorcico (diminutivo con valor de aumentativo) ‘Frío muy intenso’: “El helorcico que hace/ dasta los güesos se entra” (V. Medina, Tempranico). Se trata simplemente de una antífrasis, frecuente con diminutivos.

 

CITAS LITERARIAS.

Gabriel Miró (n. Alicante): “El lego transpiraba un helor azul” (El obispo leproso, 284, cit. en VDialecto Murciano, de Gª. Soriano).

Vicente Medina (n. Archena): “Paraliza el helor los correntales” (Aires murcianos, 1981, 57). José Frutos Baeza (m. 1918): “porque la helor güerve mona/ no al busano, al hombre mesmo” (Agua y frío, cit. en Ruiz Marín,  Vocabulario de las Hablas Murcianas, 757).

Pedro Jara Carrillo (n. Alcantarilla): “El pobre soldado iba temblando del helor, que se le había metido en  los tuétanos” (Palabras y cuentos viejos. Murcia, Imp. Lourdes, 1918, 39).

Antonio Martínez Cerezo (n. Murcia): “La nieve, envolviendo el mundo en frialdad y helor” (Odisea blanca. Madrid, Alfaguara, 1986, 85). Id.: “El helor que sentía por dentro era superior al del viento que azotaba su cara” (O. c., 223).

José María Álvarez, poeta culturalista (n. Cartagena): “Extensas soledades que resuenan/, implacables, ese helor” (“Desespoir d’une beauté qui s’en va vers la mort”, en ABC de las Artes y Letras, 21-5-2005).

José Luis Castillo-Puche (n. Yecla): “Me metí suavemente en la corriente, hasta notar su helor piernas arriba” (Conocerás el poso de la nada, 1982, 205). Id.: “Estaba helada y su helor era como si helara el aire de todos” (El amargo sabor de la retama, 1979, 128).

Carmen Conde (n. Cartagena): “Un helor súbito coagulará su circulación” (Creció espesa la hierba. Barcelona, Planeta, 1979, 102).

Gregorio Javier (n. Caravaca): “Mis dos manos se bebieron todo el helor que ellas robaron al frío de la noche” (Caravaca de la Cruz.  Barcelona, Pareja, 1961, 21). Id.: “Frotó una mano contra otra hasta hacerlas perder su helor” (Siglo XX. Madrid, Ed. Quevedo, 1965, 228).  Id.: “Sintió frío, un extraño helor que le llegaba a la sangre” (Después de nunca.  Barcelona, Picazo, 1976, 236).

Antonio Segado del Olmo (n. Murcia): “Aquellas alboradas  a las que él había asistido hacía años, con el helor del rocío” (Ceremonial de ahogados. Madrid, 1977, 175).  Id.: “Había cierto helor, cierta humedad salina” (O. c., 212).  Id.: “Aquel invierno fue de mucho frío, un helor como hasta entonces jamás se recordaba cayó sobre la ciudad, la huerta y los campos” (El día que llegó el mar. Murcia,  Mediterráneo, 1981, 169).  A. Segado del Olmo – Carmelo M. Lozano.: “Es un temblor que cimbrea por el interior de su cuerpo, y en esos movimientos se enquista un helor de impotencia” (La ruptura. Barcelona, Ed. Marte, 1974, 114).

Francisco Sánchez Bautista (n. Murcia): “Cargados con la helor de las nieves de Sierra Espuña” (Una Arcadia perdida, 254).

 Salvador García Jiménez (n. Cehegín): “Sin apagar el grito ante el helor de muerte que crecía a su alrededor” (La paloma y el desencanto. Murcia, Godoy, 1981, 73).  Id.: “Un camastro de níquel medio desvencijado y con helor de acogotantes inviernos” (Angelicomio. Barcelona 1981, 45). Id.: “Al exclamar ante quien me saliese al paso ¡Qué helor está haciendo! me sentía considerado como una lagartija” (Primer destino. Murcia, Ed. Regional, 1989, 71).  Id.: “La mirada de terror y el helor que noté en su mano al estrechársela, no me dieron buena espina” (Caelum  Caeli. Alcalá de Henares, Fundación Colegio del Rey, 1989, 22).

Santiago Delgado (n. Murcia): “Los claros en el firmamento se fueron abriendo, y el helor de la noche se echó encima enseguida” (El Rey Mago perdido. Murcia, La Gráfica, 1995, 100).  Id.: “Extraño es ver a gente andar los caminos desafiando a un helor, que, de pronto, comienza a resolverse en minúsculos copillos de nieve” (Crónica de Todmir, el último visigodo. Toledo,  Incipit, 1997,  51).

Felipe J. Hernández (n. Molina de Segura): “La escarcha y el helor que ascendía de la tierra eran ya perceptibles” (“Las higueras del Batán”, en Cuentos de otoño. Murcia, Thader, 1996, 67). Pedro Abellán Ródenas (n. Cehegín): “El viento se adivinaba retorciéndose  en violentos remolinos y ateriendo con su helor las aristas del campanario” (Aceitunas negras. Murcia, Creajoven, 1998, 62).

                                                           

JUAN DE QUÉ

 

Menudo problema prosódico-ortográfico nos está creando la galopante moda bisilabista, sobre todo en nombres propios. Ahí está el cuerpo del delito, el flamante Juande (Ramos), repetido hasta la náusea en medios futboleros, y fuera también (hasta yo tengo un sobrino al que llamamos Juande, aunque me repatee). Estrújense el caletre, señores gramáticos. ¿Qué pinta esa “de” enclitizada, pegada a Juan? Quevedo diría: “Érase una partícula a un nombre pegada. Érase una preposición superlativa”. Por arte de birlibirloque, a más de birlarnos la palabra Dios (¡tanto ofende al laicismo rampante ese santo nombre!), de la noche a la mañana nos han convertido la preposición “de” (Juan de Dios) de proclítica en enclítica, prosódica y gráficamente (Juande Ramos). ¡Brava mudanza! Nunca hasta ahora se vió finalizar un nombre con una preposición “de” sufijada, como si fuera una partícula enclítica, ni en castellano ni en la madre que lo parió, la lengua latina. Pero, ¿de qué no serán capaces las sanguijuelas del idioma? ¡Mayores cosas veredes! Entre okupas, Delinqüentes, euskaldunes, logseados y ultraignorantes nos lo están dejando hecho unos vendos, o como diría el Tenorio “Imposible la hais dejado/ para vos y para mí”. Ni cien Lázaros Carreter podrían atajar tamaña avalancha de burricie antilingüística; y es que en materia de lengua hemos llegado a la cretinez elevada al cubo (de la basura, claro). De ser el español un modelo envidiable de claridad ortográfica ha sucumbido al caos elevado a la imbecilésima potencia. El ejemplo de Juande va cundiendo. Tenemos ya un clon, Finde (semana), que los periódicos fomentan, tal vez con el  propósito de desbancar al anglicismo week-end. Si al menos fuera Finse. ¡Marchemos todos, y yo el primero, en guerra sin cuartel contra la enclitiquez de la preposición “de”! No consintamos más aberraciones idiomáticas.