ESCARCEOS FILOLÓGICOS
Francisco
Javier Gómez Ortín
(Universidad
de Murcia)
E L
M U R C I A N I S M O L I C E R A
Tocante a murcianismos,
el bucear en el DRAE es toparse con frecuentes
errores, atribuibles a la falta de académicos
murcianos, no ya numerarios, sino ni siquiera
correspondientes. Vamos hoy a dilucidar el vocablo,
ya moribundo, licera (1. caña larga y gruesa,
empleada en techos, cañizos y escobas, y 2. bohordo
de la pitera). Aunque proceda del val. llisera,
la forma normalizada murciana es licera,
común en las Vegas del Segura, y zonas del Noroeste
murciano y de Lorca, de donde se propagó a Almería.
El término licera se documenta ya en 1761
y en 1880, y luego en el Vocabulario Murciano,
de A. Sevilla (1919). Más tarde, García Soriano,
a fuer de oriolano, introdujo la doble forma licera/lisera
en su Vocabulario del dialecto murciano
(1932), sin más especificación. Puesto ya en el
disparadero, o mejor, en el disparatorio, lo mismo
pudo consignar los dobletes seseantes de todos
los murcianismos que lleven los sonidos ce-ci.
La variante fonética lisera es usual en
las dos comarcas de Orihuela y Cartagena, debido
a su seseo tradicional. Repárese en que ciertas
voces con s pasan al murciano con c: así lisa/liza,
liso/lizo, lisón/lizón, callueso/calluezo, sapo/zapo.
Admiten también la doble
forma otros diccionarios, desde el viejo Espasa
hasta el recentísimo Vocabulario de las Hablas
Murcianas. Ante esa abusiva duplicidad de
formas, el DRAE, cual torpe cirujano que amputa
la pierna sana, eliminó precisamente la genuina
forma murciana licera, aceptando como única
forma la bastarda lisera. (Por lo visto,
sus informantes debieron de ser oriolanos o cartageneros).
En definitiva, la variante lisera, que
no es más que la realización seseante de licera,
se coló de rondón en el DRAE, desplazando al legítimo
murcianismo licera.
(Publicado en La Opinión,
de Murcia, en Cartas a la Directora, a
29-7-2002)
HABEMOS
y HUBIERON
¡Cómo ha arremetido algún
periodista, y sin embargo purista, contra la sevillana
miss España! Le han imputado que no sabe hablar,
porque ha dicho habemos, por 'estamos/somos'.
Choca que sea un periodista, que acaso emplea
anglicismos a mansalva, quien se mofe de una estudiante
andaluza, que no hace más que atenerse a la norma
de su habla regional en nivel popular. Sépase
que los "incorrectos" habemos
y hubieron, modernamente tildados de vulgarismo
o solecismo, se remontan a la época medieval.
Repárese en que la isoglosa de esas formas anticuadas
no sólo se expande desde Cataluña a Huelva pasando
por Murcia y Albacete, sino que salta a Canarias
y se difunde por el vasto ámbito de América. Lapesa
afirma, en su clásica Historia de la Lengua
Española: "Muy extendida está en América
la personalización del verbo impersonal haber:
hubieron desgracias, en la clase habemos cuarenta".
En 1971, el académico Emilio Lorenzo precisaba:
"En Hispanoamérica parecen hoy corrientes,
a nivel de lengua hablada y escrita, construcciones
como hubimos muchos, o habían tres niños. En España
creíamos que el uso estaba limitado a partes de
la vertiente mediterránea, pero en los últimos
tiempos parece ganar terreno en el centro de España.
Hasta en el respetable ABC se filtra alguna
vez".
Pido sólo un poco de
comprensión hacia esos vestigios marginales lingüísticos,
pero que perduran arraigadísimos en amplios sectores
del habla popular. No hay que estigmatizar a una
chica por haber dicho lo que, en lenguaje coloquial,
es corriente en extensas áreas del dominio hispánico.
Cuando el empleo de una palabra o expresión se
generaliza, por insólitas que parezcan, nadie
es capaz de frenarlo, pues el uso es el dueño
y señor de las lenguas: ¿Qué es el castellano,
sino latín corrompido o trasformado? Ni se olvide
tampoco que el futuro del español está en la América
hispana.
IN PECTORE - ELECTO
¡Qué embrollo nos
tienen armado los políticos y comentaristas con
esta locución latina! Dicen que el latín es una
lengua muerta, y hay que desterrar su estudio;
pero bien que la emplean en ciertas frases hechas,
por mero prurito de “fardar”.
El sintagma “in
péctore”, de origen eclesiástico, se refiere al
estado deliberado de guardar en
secreto o “en el pecho” un nombramiento
firme, sin hacerlo público. El Papa a veces nombra
cardenal u obispo a una persona, pero tal elección
se mantiene en secreto durante algún tiempo por
una causa especial. A los políticos les ha dado
por aplicar ese térm
ino, con evidente
incorrección, a Rodríguez Zapatero, el futuro
presidente del Gobierno.
Pero, no contentos
con eso, se han
lanzado a disparatar aún más. La mayoría
lo llama presidente electo, lo que jurídicamente es falso, hasta que no sea elegido por
las Cortes. ¿Nadie ha caído en la cuenta que existe
un verbo nominar que en su acepción moderna significa
precisamente eso, el proponer a alguien o algo,
vencedor en una primera o primaria elección,
como candidato a una segunda y definitiva
elección? De todos es conocida la nominación a
la candidatura política en EE. UU. o
la nominación de películas a los premios Oscars.
Sin embargo, lo más ajustado sería llamar
a Rodríguez Zapatero el preelecto o cuasielecto presidente, o incluso el presumible presidente.
EL ARABISMO
MURCIANO MAEZA
Sé por experiencia que
en el quehacer investigatorio juegan un papel
primordial la fantasía y la intuición. Desde que
oí por primera vez el vocablo maeza en el NO murciano,
siempre he venido pensando que podría ser un arabismo.
Como en cuestión de lengua árabe necesito un lazarillo,
aquí me he valido de dos, para no resbalar. Estos
han sido: el profesor Alfonso Carmona, de la Universidad
de Murcia, y el P. Darío Cabanelas, ya fallecido,
catedrático de la Universidad de Granada, a quienes
agradezco su ayuda generosa e imprescindible.
Maeza es el caracol huertano
muy apreciable, que tiene la boca negra brillante,
por lo que en otras zonas de Murcia se denomina
boquinegro. Vamos a perfilar la isoglosa del citado
término maeza. Mis encuestas me han llevado a
localizarlo en determinada área de la Región Murciana,
a más de una franja limítrofe albaceteña, vinculada
al tradicional dominio del dialecto murciano.
Se ubica, concretamente, en las comarcas murcianas
de Mula, Cieza y Ricote, más la del Noroeste,
amén del área de Hellín (Albacete). Enumeremos
las localidades en las que hemos hallado vivo
el mencionado vocablo: Mula, Pliego, Albudeite,
Campos del Río, Lorquí, Archena, Ricote, Ulea,
Blanca, Abarán, Cieza, Calasparra, Caravaca, Cehegín,
Bullas, Moratalla, Jumilla (no Yecla), y en Albacete:
Socobos, Férez, Hellín y Elche de la Sierra. He
de notar que en Albudeite y Campos del Rio, pueblos
de marcado origen morisco, se dice la doble forma
maeza y almaeza. Asimismo, en Campos del Río,
limítrofe de la isoglosa, la voz maeza se emplea
junto con la forma equivalente murciana boquinegro,
sinónimo de maeza. No se descarta el que
aparezca alguna más, si alguien se anima a rastrear
con mayor detenimiento el perímetro del área acotada.
Dilucidemos las variantes
sincrónicas del vocablo en el habla popular. Se
detectan tres formas: maeza, maesa y almaeza.
Una cuarta forma maeja aducida por Sempere es
totalmente espuria, por cruce confuso con almeja.
Estoy en condiciones de descubrir el origen de
esa forma errónea que hay que desechar absolutamente.
Todo proviene de un viejo encuestado en el Hogar
del Mayor de Moratalla, al que yo también pude
escuchar y comprobar cómo respondía disparatadamente
maeja confundiendo con almeja. Hay que eliminarlo
como informante no fiable. Yo después he preguntado
a personas de Moratalla de todas edades, y todos
coinciden en maesa como la forma general, aunque
también les suena maeza, pero menos. Todos rechazan
maeja, como algo extraño a su habla. Al rechazar
la hipotética forma maeja, queda también descartada
automáticamente la etimología latina de mataxa,
madeja, pues ni fonética ni semánticamente se
ve relación alguna. Una vez libre de esta falsa
pista, comencé a tomar en serio la etimología
árabe. Con mis chanchas marranchas, que no con
mi exiguo conocimiento del árabe, me adentré en
el camino correcto.
Imaginando que igual
que los caracoles más apreciados se suelen chupar,
y para expresar su calidad se les dice en murciano
chupa(d)eros o chupalanderos
'chupables', lo mismo podía suceder entre los
árabes. Buscando el equivalente árabe por chupar,
fue grande mi sorpresa al dar con el verbo massa,
de extraordinaria semejanza con maesa. El calco
semántico podría ser el siguiente: los moriscos
bilingües trasfirieron al habla murciana la cualidad
de ser chupados o absorbidos, dada a los caracoles
para ponderar su valía o exquisitez comestibles.
Brindo este raro término
a filólogos o arabistas más diestros, que podrán
lucirse desentrañando el origen y evolución fonética
del singular vocablo a partir del étimo árabe.
Siempre me quedará la satisfacción de haber levantado
la liebre de este arabismo, encamado desde siglos
en el habla murciana, aunque otro cazador más
afamado sea quien se cobre la pieza, lo que me
satisfaría grandemente.
HORTAL Y SÁNCHEZ
BAUTISTA
A un oído poético
tan fino, como al del laureado poeta murciano
F. Sánchez Bautista, difícilmente podía pasarle
desapercibido un vocablo tan rotundo y sonoro
como el extraño hortal. Poco importa que no se
emplee por estos lares murcianos, pues al ser
una palabra admitida en el Diccionario, aunque
de uso restringido, cualquier español tiene pleno derecho a utilizarla, si
lo juzga conveniente. Ni el poeta, buen conocedor
del auténtico español murciano, ha pretendido
hacer pasar la voz hortal por murcianismo, ni
tampoco la tiene por tal el
Vocabulario de las Hablas Murcianas, cuyo autor se ha limitado a testificar
el empleo del raro vocablo. Casualmente, a este
respecto, me escribe un viejo amigo de Calatorao
(Zaragoza), ya jubilado, contándome los ratos
placenteros que le proporciona el cultivo de un
“hortal” (o sea, un huertecico o roal), donde
cría hortalizas para consumo casero. Maticemos, primeramente, la semántica del término
“hortal”, como nombre apelativo, no como adjetivo
‘propio del huerto’. Los repertorios lexicográficos
coinciden en asignarle el sentido primario locativo
de ‘huerto’, más bien pequeño. El segundo significado
sería el colectivo de ‘productos del huerto’.
El Diccionario académico, que siempre lo acotó
como “anticuado. Úsase en Aragón”, en su última
edición le apea esa marca diatópica, al constatar
la mayor extensión de su uso, pero le pone la
etiqueta de “poco usado”. En cuanto a la
difusión del vocablo, la cartografía
lingüística española lo ignora por completo.
Pero, sí lo registran léxicos regionales, tales
como el Vocabulario
Navarro, el Vocabulario
Riojano, el Diccionario Aragonés (Huesca y Zaragoza)
y el Vocabulario
Andaluz (sin marca provincial: “huerto pequeño”),
amén del Vocabulario del Noroeste Andaluz (Jaén): “plantación de hortalizas
de un huerto”. Esta sola enumeración ya nos indica
la procedencia del término y
su área de difusión actual con larga isoglosa
discontinua.
Conste, en definitiva,
que hortal no es
un murcianismo, lo que no empece para que
su sonoridad haya cautivado al eminente autor
de Alto
Acompañamiento. ¿No concedía ya Horacio a
poetas y pintores la facultad de extralimitarse
un tanto?
MURCIA, REGIÓN HISTÓRICA
Un innombrable ezquerro catalán ha querido mofarse
de Murcia, negándole la nota de histórica. Pero
por mucho que lo pretenda el tal sujeto, la historia
está ahí inmoble. ¿Sabía el fulano ezquerro que
el Reino de Murcia fue, en los siglos XII-XIII,
uno de los más florecientes taifas de la
España musulmana, ahora que tanto
reivindican los Goytisolos y compañía nuestras
raíces islámicas? Para muestra, baste el famoso
místico murciano Abenárabi. ¿Desconoce el mengano
ezquerro que tal carácter de reino, al agregarse
a la corona de Castilla, se mantuvo siempre con
entidad propia, como lo prueba la lista de títulos
regios que encabezan los documentos reales, entre
los que nunca falta el de rey de Murcia? ¿Conocía
el zutano ezquerro que si la Región de Murcia posee
reducido territorio, no se debe sólo a Javier
de Burgos, que cercenó al reino de Murcia porciones
notables en 1833, sino mayormente a la voracidad
del reino de Aragón, que, por el pacto de Torrella
(1304), se anexionó gran parte de la provincia
actual de Alicante? Esto no empece para que Murcia
se enorgullezca del sustrato lingüístico que nos
dejaron los repobladores catalano-aragoneses.
Una singularidad entre las regiones españolas,
de la que Murcia sola puede presumir, es la
de ser crisol de lenguas, donde se fundieron
castellano y catalán-
aragonés. Por eso, mejor que de las tres culturas,
Murcia podría denominarse capital de las cuatro
culturas. Ignora, por fin, el perengano ezquerro
un hecho que confirma la personalidad histórica
de Murcia. Cuando aún no existía Cataluña ni la Marca Hispánica, en 713, los árabes conceden la
única autonomía pactada, que duró unos sesenta
años, a la región del Sureste, llamándola Bilad
Todmir o País de Teodomiro, siglos antes de que
sonaran los nombres de País Vasco o Paísos Catalans.
¡ACADEMIA, ALERTA!
Parece que, por
fin, la
Real Academia se despereza y
desenmudece. Basta que esa Corporación, por medio
de su miembro Rodríguez Adrados, haya explicado
que se debe llamar “violencia doméstica”
a la de “género”, para que los medios de comunicación lo hayan aceptado
con prontitud. Lo que viene a demostrar la gran
responsabilidad de la Academia ante la invasión
de anglicismos más crudos que ese “falso amigo”.
O como este otro: el denominar “domésticos”, en
lugar de “nacionales”, a los vuelos internos peninsulares.
Es evidente que la
Real Academia goza de una autoridad
que los usuarios del idioma acatan enseguida.
¿Por qué no la ejerce con mayor frecuencia, mediante
la Red, para orientar a los hispanohablantes,
anegados en una avalancha de anglicismos indigeribles?
Ejemplos al canto. Empieza el bombardeo del “referendum”
para la Constitución
europea. Como en el Diccionario académico ya existe
el doblete “referendo”, la Academia debería promover
esta forma castellanizada para desterrar la latina
anglizante, con su horrendo plural (referendums/referenda).
Incluso, valdría el sincopado “refrendo”. Dígase
otro tanto de los currículum,
symposium, etc. Con sólo hojear el DRAE, se ve
cómo, junto a las formas acabadas en –um, están
admitidas las españolizadas “currículo, simposio, maremagno,
ultimato”. Y, ¿por qué Forum 2004? El llamarle
Foro al de Barcelona (como otros Congresos
internacionales) sería decirlo (¡horror!)
en la lengua oficial de España; por eso, se recurre
al inglés latinizado. Es curioso: hemos barrido
el latín de las aulas, y nos pirramos por salpicar
los escritos con campanudos latinajos, que son
latinismos espurios, o sea,
anglicismos camuflados de veste latina.
En los países anglosajones, cuya lengua inglesa
tiene sólo un 50 % de voces latinas, se enorgullecen
de esa herencia clásica. En cambio, aquí, con
un 90 % de términos latinos en el español, abominamos
de ese legado. ¿No estará asociada la ojeriza
al latín con el odio a la Iglesia, cuya lengua oficial
ha sido el latín?
CAOS ORTOGRÁFICO
Entre doña Letizia
(con su z italiana), los anarcookupas y
batasunos con su k antiespañola, los anglizantes
con su h superflua y los hispanoamericanos con
sus homófonas c, z =s, ¡menuda la han armado! Están destrozando
el modélico armazón de la ortografía española,
diseñado por la Real Academia de la Lengua en el siglo XVIII.
Así, frente a la
Arrixaca, campea el rótulo Cafetería
Luzía; o tenemos el anglicismo galicista “magazin”,
apadrinado por los periodistas, aunque el Diccionario
académico traiga también el doblete “magacín”.
Por las calles de Murcia se muestran carteles
impresos o manuscritos de grupos musicales con
la provocadora k (Uno reciente: “El último ke
zierre”). El nombre familiar Quique, de Enrique,
hoy es Kike. Menudean inconscientes epígonos del
gramático extremeño del XVII, Gonzalo Correas,
acérrimo defensor de la k. De la intrusa h tan
generalizada (Esther, Ruth, Thelma) sépase que
tal moda es puro papanatismo extranjerizante,
que farda mucho. Otro tanto ocurre con el galicismo
“chalet”. El Diccionario oficial lo da por integrado,
al admitir la única grafía “chalé”, excluyendo
la forma chalet, como pronunciaban los cursis
ignorantes (la t final es muda en francés). Pero,
los publicitarios no se enteran, pues las salidas
de Murcia están sembradas de enormes anuncios
de “chalets”, no “chalés”. Lo mismo cabe decir
de otro galicismo,
ya asentado como “parqué”, si bien los
pedantes siguen escribiendo “parquet”. ¿Y el embrollo
de la j? A remolque del inglés, se nos obliga
a decir Yoel o Yudiz, por Joel, Judit. Respecto
al árabe, al no tener el inglés y el francés la
gutural j, la trascriben por kh, y nosotros, tontarras
genuflexos, le quitamos la h muda, y pronunciamos
la velar k, sonido muy distinto al de nuestra
j (Khalil, Khaleb, en vez de Jalil, Jaleb). En
cambio, la j de esas lenguas es nuestra “y” (jihad
se escribirá
yihad).
MARRÁ, NO MARRADA
Según la prensa
de ayer, en Cehegín se produjo un accidente en
la curva de La Marra (sic) en la carretera
a Caravaca. El satírico Quevedo se mofaba de los
astrólogos: “El mentir de las estrellas/ es muy
seguro mentir;/ porque
nadie puede ir/ a preguntárselo a ellas”. La burlesca
redondilla viene pintiparada a ciertos etimólogos
de tres al cuarto, que se
lanzan a parir, sin el menor rubor, pintorescas
etimologías, porque nadie puede ir a la
Edad Media a enterarse de la
verdad. Hubo quien, ayuno de bagaje lingüístico,
para explicar el topónimo La Marrá, tuvo la fantasía de idear unamujer mora amarrada
¿por un celoso moro a la pata de la cama, o de
la mesa? La ideica tuvo arraigo entre ignaros.
Ahora la
Marrada se acorta en Marra sin
acento. Luego a luego, será la mora “de marras”.
Lo único cierto es que unos y otros la marran
de todas todas. De entrada, deséchese tan disparatado
origen. Consta que en ese lugar desde antiguo
ha habido fábrica o molino de papel de estraza
o de algodón desde el tiempo de los árabes, como
lo confirma el mismo nombre. El étimo de la vulgar
Amarrá es un término árabe, aunque la ignorancia
de ciertos eruditos sabiondos haya inventado lo
de Amarrada. Ese vocablo de procedencia árabe
se halla en el Diccionario de la
Lengua Española. Se trata de
“almarrá”, excepcionalmente terminada en á acentuada,
y se define: “Cilindro delgado de hierro, que
gira entre dos palomillas de hierro sujetas a
las extremidades de un palo, y sirve para alijar
el algodón oprimiéndolo contra una tabla”. Por
un proceso normal de fonética sintáctica, al aglutinarse
el artículo castellano la y el árabe al.-, la Almarrá se ha convertido
en La marrá y
por ultracorrección en la
Marrada. Olvidado con el tiempo
el significado de almarrá, y caída la l (como
en apargate, de alpargate), se pensó en amarrada.
Esta voz árabe nos descubre dos hechos: la datación
de la Almarrá,
anterior al siglo XIII, y su primitivo destino,
que debió ser el trabajo del algodón.
EL ORONDO ALMORCHÓN
¿Qué fue antes,
el nombre común “almorchón” o el propio toponímico
de Almorchón? Los orónimos suelen derivar de nombres
comunes, que se aplican a topónimos por su parecido
con alguna característica física de éstos; así
cabezo (de cabeza), loma (de lomo), sierra, muela,
etc. El vocablo “almorchón”, mozarabismo innegable,
contiene tres acepciones. La primera o recta,
que denota el embutido morcón, no se ha documentado,
aunque ha de ser la acepción primitiva. La acepción
segunda, traslaticia, se emplea, como adjetivo
o sustantivo despectivo, para calificar a personas
gruesas. Este significado de almorchón
se recoge en el Diccionario
Histórico de la Lengua Española:
‘persona gruesa y blanda de carnes’ (Ciudad Real),
en Conquensismos, de Yunta Martínez: ‘grandullón, desgarbado, desaliñado’;
en Hellín (Albacete): ‘mujer gruesa y fachosa’;
y en mi Vocabulario del NO. Murciano: ‘persona
gorda y desmañada’. De esta fuente
el “acientífico” Diccionario
de nuestra tierra (Murcia) roba torpemente
la voz almorchón. El Vocabulario Andaluz presenta la variante aferética “morchón” ‘persona gruesa’, y el Vocabulario del Nordeste Andaluz, “almochón” (caída la r). ‘persona, árbol u objeto anchos o de forma extendida’.
La tercera acepción,
figurada también, se utiliza como nombre propio
geográfico, en orónimos de forma cónica y redondeada.
Los topónimos Almorchón se ubican en La Rioja, Badajoz, Jaén, Albacete
y Murcia (Cartagena, Cieza, Lorca, y en Jumilla,
Almorchones). Entre ellos, destaca la
Sierra del Almorchón, divisoria
entre el Segura y el Zumeta, en Santiago-Pontones
(Jaén), de 1.919
m. de altitud, cuya mole
pondera así una copla popular de la comarca: “Cantaor
que tan bien cantas,/
y te tienes por cantor:/ dime los granos que tienen
la
Sagra y el Almorchón”. En Murcia,
descuella el Almorchón, de Cieza, un picacho exento,
de 768 m. de altura.
MINCHAR Y PIPAR
Reténganse estos
datos: “minchar. VDMu y VHMu. Fam. y
vulgar comer”. DHYe: Dícese en medios rústicos”.
DVillenero: “valencianismo usado con sentido festivo.
Lo mismo que jalar”. Hojeando un folleto en llengua
panocha, me he topado con palabras que devienen
horrísonas, por irreverentes; tales: Tomal y minchal,
Tomal y pipal. El texto íntegro de la
Misa se presenta en llengua murciana,
debido a un presbítero, de cuyo nombre no quiero
acordarme, por guardarle su honra.
¿Querrán enterarse
alguna vez los promotores de la llengua murciana
de que las lenguas tienen distintos niveles diastráticos
de habla, y que lo que ellos consideran una lengua
propia de Murcia no es más que un tipo antiguo
de habla de un mínimo sector rústico de la población,
hoy casi desaparecido del todo, por mor de la
alfabetización y cultura, afortunadamente ya implantadas
en la casi totalidad de nuestra Región? ¡Qué empeño
en demostrar que no se ha abierto el catón de
la filología, el cual enseña que las palabras,
aisladas en el diccionario o repertorios léxicos,
son neutrales o indiferentes pero no en el habla,
puesto que no todas son susceptibles de utilizarse
en cualquier situación o contexto! Según el acientífico
Diccionario de nuestra tierra, por lo visto, nadie
en Murcia, ni los churubitos ni los
huertanos o panochos hista la cepa, han
dicho nunca comer y beber, sino
minchar y pipar. Por eso, en la misa murciana
hay que decir. Ya que los llingüistas murcianos
recurren como oráculo al autor de El Pastor de
Marisparza, oigan cómo tratan allí comer/minchar.
Escojo de allí: “Juan (pastor).- Me comería/ deciocho
glorias que hubiera... ¿La gloria cómo se mincha?...
Gordos están los gandules/que coman chinas del
río... en minchándome la gloria/ iré a ajustarme
con él”
Propiamente no existen
sinónimos, sino que cada palabra tiene un matiz
idiomático distinto que el hablante debe discernir.
Al fin y a la prepartía, que existen dos tipos
de habla: la culta y la vulgar o rústica; ésta
se identifica con la artificiosa habla panocha.
Igual que sería
una barbaridad decir “espichar” en un funeral
“pidamos por fulano que espichó ayer” por ser
un vocablo jergal y despectivo, algo parecido
ocurre con minchar y pipar, que al ser términos
vulgares, podrán usarse en un contexto informal,
familiar o jocoso, pero nunca en un lenguaje formal
y serio, como es en la misa, mayormente en el
momento más solemne de ella, que es la consagración.
TARJA
DE AUROROS
De vez en cuando se deslizan
regocijantes disparates, que hacen las delicias
de cazadores de gazapos. En Murcia, últimamente
se ha escrito, a propósito de los Auroros, que
hay Hermanos de talja, referido a los que
no cantan y aportan una cantidad. Es sabido que
en Murcia, y en otras regiones hispánicas, es
frecuente la alternancia o neutralización de líquidas,
vicio fonético consistente en confundir e intercambiar
las letras l y r implosivas (así:
argo, esparda por algo, espalda, y viceversa,
comel, calne por comer, carne).
Pues bien, el insólito
vocablo talja no es más que el término
tarja, mal pronunciado y escrito, hoy ya
una voz residual, pero de noble abolengo. Su significado
es el de cierta moneda, acuñada en tiempos de
Felipe II, con que que pagaban los afiliados a
la
Hermandad de la
Aurora, a finales del siglo XVI.
Su equivalente actual sería el de cuota o paga
regular. Tan raro murcianismo, conservado apenas
en esta peculiar acepción, hoy es ya una venerable
reliquia de tiempos pretéritos. Pero, por favor,
que al menos, no precipitemos la agonía del arcaismo
tarja con nuestra desidia ortográfica.
El disparate talja mueve a pena más que
a risa, ya que pudo evitarse con una simple consulta
a la obra colectiva Los Auroros en la Región de Murcia
o al Vocabulario de las Hablas Murcianas,
de Diego Ruiz Marín, que colma la medida.
Aún empeora la cosa mi
desconocido paisano y escritor autodidacta Albaladejo,
lego en paleografía, que al copiar las actas de
la Hermandad de Auroros de Guadalupe, trascribe
taxsa, en lugar de tarja, que es
lo correcto y lo que allí pone.
(Publicado en La Opinión, de Murcia, el 3-1-2003)
P U
T A T I V O / A
En reciente entrevista,
una famosa cantante, hoy separada, declaraba muy
ufana que sus hijas, por haber nacido de legítimo
matrimonio canónico, no eran putativas,
queriendo decir 'hijas de puta'. Todos entienden
lo que quiso decir la cantante con la palabra
putativa. Pero, sólo muy pocos sabrán que
es mayúsculo disparate el emplear putativa
como sinónimo de 'hija de puta'. Achacable todo
a ignorancia supina del español y del latín.
De los 17 términos con
raíz put-, que registra el Diccionario
académico, 16 son derivados de la voz puta,
de origen incierto. El único procedente del latín
es precisamente putativo, que proviene
del verbo putare 'pensar'; de ahí que se
defina: "Supuesto, reputado o tenido por
padre, hermano, hijo, sin serlo". No
hay en español más herederos de putare,
pero sí de sus compuestos; así, reputar, disputar
o computar (como el inglés computer, de donde
computadora).
El cultismo hijo putativo
se aplicó, desde antiguo, a Jesús de Nazaret,
ya que se tenía por hijo de José, no siéndolo,
como S. José es el padre putativo de Jesús.
Se cree que el familiar Pepe se originó de las
siglas P.P., "Pater Putativus".
Está claro que hijo putativo
no implica deshonra alguna, sino que manifiesta
una opinión general aparentemente fundada. Así,
los hijos adoptivos, cuya condición se mantenga
secreta, se podrán denominar hijos putativos
de sus padres adoptivos, en tanto no llegue a
ser pública esa situación. El llamar a Jesús y
a José putativos, en el sentido plebeyo
del vocablo, relacionado con puta, sería atroz
injuria para ambos y especialmente para María.
¡Y todavía habrá quien diga para qué sirve el
latín!
(Publicado en La Opinión,
de Murcia, el 12-1-2003)
FUENTE
DE LA PLEGUERA
Y con ésta ya van cuatro,
las veces que he tenido que enderezar entuertos
toponímicos murcianos. Conozco bien la contumaz
petulancia de ciertos seudotécnicos, a los que
hay que fustigar con denuedo. Ya son tres los
casos de lesa toponimia que tenemos denunciados
en nuestra Región Murciana (Cocón en Lorca, Lébor
en Alhama, Padre Pecador en Cehegín), más éste
cuarto, nuevamente en el término de Cehegín. ¿Hasta
cuándo nos van a traer al retortero esos topografillos
que se sacan de la manga topónimos, como de la
chistera conejos el mago? A la célebre letanía
rubeniana habría que añadir: ¡De topógrafos ignorantones,
líbranos, Señor!
En un lugar escondido,
hay una fuente serrana, edén de jabalíes, cuyo
nombre tradicional es Fuente de la Pleguera, así llamada tanto
en Cehegín como en Bullas. Pues bien; el rotulante
de turno, sin encomendarse a Dios ni al diablo,
le ha clavado el cartel de Fuente de la Plaguera. ¡Si al menos
hubiera puesto Peguera (sitio donde la pez se
extraía de la resina de los pinos), que posiblemente
fuera el nombre originario, luego trasformado
en Pleguera por eufonía! Pero, ¿Plaguera? ¡Claro!
Es que sobre aquella montesina y recóndita fontana,
arrebujada al oripié de la
Sierra de la
Lavia, han venido a caer dos
plagas, a saber, la ignorancia de los técnicos
letreristas y la desidia de la autoridad medioambiental,
que la ha dejado postrada en un bochornoso abandono.
En adelante, a las diez
plagas de Egipto, habrá que sumar la undécima
plaga, la de topógrafos incultos, que "trabiscornean"
la nomenclatura toponímica secular, a impulsos
de su osado albedrío. ¿Será acaso pedir cotufas
en el golfo el exigir a los técnicos que consulten
mapas y personas y respeten los microtopónimos
tradicionales? ¡Fuentecica bravía de la Pleguera,
de hombres despreciada
y de animales aquerenciada, bendígate Dios!
(Publicado en La Opinión,
de Murcia, el 21-2-2003)
EL CASTIZO
ZAGAL
La voz zagal no
es exclusiva de Murcia, sino un orientalismo.
El DRAE registra estas acepciones de zagal:
"Pastor joven/ Muchacho, adolescente/ Esp.
orient. Niño". Si la palabra zagal se usa como
sinónimo de niño en la mitad oriental de España
(Aragón, Valencia castellanófona, Mancha oriental,
Murcia, Andalucía oriental), y lo autoriza la
Academia, ¿quién lo va a desautorizar?
¡Lo que es la ignorancia!
A. Machado caracterizó bien la actitud cazurra
del español que "desprecia cuanto ignora".
Hay personas que acaso emplean chaval o
chavea, creyéndolas palabras muy españolas, sin
saber que son gitanismos (derivados del caló),
admitidos tardíamente en el siglo XIX, y en cambio
se encocoran al oir el castizo término zagal,
documentado ya en los orígenes del castellano
(siglo IX), de oriundez árabe. Ya hay que tener
estragado el paladar lingüístico para preferir
el moderno gitanismo chaval al ancestral
arabismo zagal, de rancio abolengo. En
el decurso multisecular del idioma, zagal/a
ha evolucionado semánticamente hasta llegar a
"niño/a" de cualquier edad. Esta se
matiza con sufijos (zagalico, zagalón, zagalucho,
zagalote, zagalaco, o el zagaletón, de Venezuela).
¡Qué inconsecuentes somos!
Por una parte, nos quejamos de la fuerza arrolladora
de la tele que está empobreciendo la lengua al
imponer un modelo normalizado y aséptico, y por
otra desdeñamos los regionalismos, que dan color
a las múltiples hablas. Los localismos suelen
chocar a los foráneos, pero enriquecen el léxico
español e identifican la procedencia del hablante.
Si, en América, para denominar al niño, se utilizan
vocablos privativos (chamaco
en Méjico, patojo
en Centroamérica, pibe en Argentina), hemos de aceptar esos
americanismos, a la par que el murcianismo zagal.
¿Qué tiene chaval, que no tenga zagal? Vocales
y acento son los mismos. Pero, ¿no huele la africada
ch un tanto a chotuno, mientras la z
interdental semeja una caricia?
(Publicado en La Opinión,
de Murcia, el 3-3-2003)
DE GLAMOUR
A MARINOVIO
Hay un clamor general
ante la agobiante bardomera de anglicismos que
nos invade y la abulia de la Real Academia en proponer
sustitutos a tanto extranjerismo. Dígalo, por
ejemplo, el abrumador glamour, que parece
nos quieren engargantar, convertido de pronto
en el comodín que, por mor del papanatismo actual,
ha desplazado a encanto, simpatía, expectación,
atractivo, hechizo, fascinación, elegancia, admiración,
embeleso, esplendor, etc. Ejemplos de la prensa:
"Clooney y Zeta-Jones llegaron a la Mostra desplegando sensualidad,
simpatía y glamour"; "el futbol glamour",
o "el glamour de Gil abanicándose".
No se pondera lo suficiente
la importancia que tiene el léxico para distinguir
conceptos y realidades. Hoy es patente la necesidad
de acuñar algún término para designar las uniones
que no constituyen auténtico matrimonio, o sea,
las de homosexuales. Yo propondría, para estimular
a la inhibida Real Academia, los siguientes neologismos
híbridos: homunión, parunión o biunión
e incluso homonio, equimonio o duomonio,
más parecidos a matrimonio. Repárese en que la
voz matrimonio significa "carga u oficio
de la madre" (matris munus), incompatible
con uniones homosexuales. Y, ¿qué hacer con el
ambiguo y cursilón compañero sentimental,
que a menudo viene resultando compañero bestial?
Los hispanoamericanos se nos han adelantado, inventando
el sucedáneo marinovio/a.
(Publicado en La Opinión, de Murcia, a 14-9-2003)
EL LINDO VOCABLO “LINDO”
Lindamente lo expresó
Horacio en su Arte
Poética: “Como caen las hojas del árbol en
otoño, y salen otras en primavera, así también
desaparecen las palabras, y otras nuevas las sustituyen”.
¿Cuál será el futuro de la voz “lindo”, tan corriente
en Hispanoamérica? Dado el creciente número de
inmigrantes de allá, es probable resurja en España
el anciano vocablo, ya usual en el siglo XIII.
Aquí “lindo” perdura, si bien en estado latente
o agonizante,
salvo en la Baja Andalucía,
donde aún vige. Quevedo escribía en carta: “Vino
a verme mi sobrino, tan lindo mozo y de tanta
virtud”. Desde que, promediado el siglo XVII,
empezó a dársele el sentido
peyorativo de remilgado al término “lindo”,
éste entraría en declive irreversible. Para la
voz “lindo”, significó un duro golpe la comedia
moretiana El lindo don Diego, cuyo protagonista quedaría como estereotipo de
afeminados, y el vocablo, ya estigmatizado para
su uso normal. Con todo, la palabra es de timbre
nítido, cual campanilla de cristal (lin-do, lin-do),
con su armonioso trío de consonantes sonoras aupando
a la aguda i tónica. Es chocante la evolución
fonética del vocablo a partir de su étimo latino
legitimus (legítimo/ ligítimo/ lindo), así como su evolución
semántica (legítimo / bello).
En España, hoy se pondera la belleza personal
con las voces guapo, mono, majo,
precioso, bonito. La degradación de “lindo”
permite aplicarlo a animales, una perrita, no
a personas. Pero los anglosajones, seducidos por
tan hermoso
término, oído quizás
a mejicanos (“México lindo y querido”),
lo han personalizado en el nombre propio Linda.
¡Y DALE
CON EL HALLOWEEN!
Ya lo dijo aquel: "Todo
lo que no es tradición es plagio". Se han
empeñado en engargantarnos la estomagante fiesta
del Halloween, sólo por ser un producto americano
rentable (como el Papá Noel), y al final lo conseguirán,
apoyados en los niños y adolescentes que quedan
atrapados, como moscas, en la telaraña de la gran
Red. Con decir que hasta los universitarios (incluidos
los que gritan ¡yankis fuera!) han caído boquiabiertos
y rendidos ante el draculismo calabacero de una
fiesta paganizante, que es una clara argucia comercial,
elevada a la estupidésima potencia. En
la cartelera de Letras de la Universidad de Murcia
apareció un anuncio a mano, que rezaba: "Fiesta
de Jalogüin. Bacanal" (lugar, fecha y precio).
Analicemos el cartelito. Ya sabemos cómo está
el patio ortográfico estudiantil, con exterminio
de acentos, comas, etc. y querencia rebelde hacia
la k con otras lindezas. Por ello, el estudiante
que sabe poner una diéresis merece ser nominado
para el Nobel de Literatura. En cuanto a bacanal,
para un gran sector de jóvenes, avezados al botelleo
finisemanal, toda fiesta se reduce a una orgía
o bacanal (de Baco, claro). La actitud posmoderna
de ceder a todo lo espontáneo e instintivo se
traduce en el Carpe juergam (versión juvenil
del antiguo lema horaciano Carpe diem).
A la ignorancia supina
y al papanatismo ante todo lo americano se une
el sarcasmo hacia todo lo religioso. Lo que hizo
el cristianismo en sus siglos de expansión, sacralizando
las fiestas paganas, hoy sucede al revés. El neopaganismo
imperante va desacralizando las fiestas religiosas.
Ahora le toca el turno a la fiesta de Todos los
Santos, establecida ya en el siglo VIII, para
conmemorar a todos los Santos, tanto los litúrgicamente
recordados, como los no celebrados.
EL PORTAPASOS
CARTAGENERO
Acaba de celebrarse la Semana Santa con la consiguiente
movilización de gentes y pueblos hispánicos en
torno a las procesiones pasionarias. Una mirada
lingüística a la terminología procesionista nos
descubre un rico vocabulario, sólo en parte reconocido
en el DRAE o Diccionario de la Real Academia Española.
Para las personas que portean un trono, contamos con
nueve términos específicos, no del todo sinónimos.
Repasémoslos. Sea el primero, el vocablo carguero,
extendido por Hispanoamérica, acepción ausente
del DRAE. Viene luego andero, voz que el
DRAE supone la general castellana. Tenemos después
el sevillano costalero, recogido como andalucismo
en el DRAE, y descrito con más precisión por el
Vocabulario Andaluz: 'los que llevan los
pasos de las imágenes, con un costal algo relleno
que se colocan en la cabeza y les cae por la espalda'.
Propio de Córdoba es santero, 'individuo
que lleva las imágenes en Semana Santa', acepción
no registrada en el DRAE. Privativo de Zaragoza
es el pianero (de piana, peana) 'porteador
en los pasos de Semana Santa', voz que falta en
el DRAE. Son
exclusivos de Jaén y Granada guizquero
y horquillero, respectivamente, desconocidos
en el DRAE, pero insertos en el Vocabulario
Andaluz. También
admite horquillero, como regionalismo,
el Diccionario del Español Actual (1999). El vocablo horquillero se documenta ya en 1675, en
las Constituciones de la
Hermandad de San Francisco de
Asís, de Granada, donde aparece varias veces.
Añadamos el cuadrillero
de Orihuela (Alicante), nombre del que porta el
paso.
Tocante al léxico de Murcia, en varias comarcas se
emplea el general andero (Jumilla, NOMu
y otras). Pero, hay dos términos, estante
y portapasos, exclusivos, respectivamente,
de las ciudades de Murcia y de Cartagena, ambas
con una brillante tradición de procesiones de
Semana Santa. El primero, lo admite el DRAE, con
la marca diatópica de Murc. En cuanto a portapasos,
no incluido en el DRAE, su único asiento lexicográfico
se halla en el pintoresco Diccionario Icue
del cartagenero Botella Serrano, que lo identifica
erróneamente con costalero. A diferencia
del estante murciano y del portapasos
cartagenero, el costalero andaluz alza
el trono con sus hombros. Aquí, en cambio, los
pasos se llevan, no a hombros, sino al hombro,
o sea, con un hombro bajo el varal. Si la académica
Carmen Conde apadrinó las voces trovero
y trovo, el neoacadémico Pérez-Reverte
debería patrocinar la entrada en el DRAE de un
genuino cartagenerismo, el neologismo portapasos,
diáfano y unívoco, evocador de las marciales procesiones
de Cartagena.
(Publicado en La
Opinión, de Murcia, el 24-4-2003)
E L
H O R R Í S O N O H O S T I A
Toda expresión antirreligiosa
muestra de forma inconcusa el arraigo de las creencias
religiosas en el pueblo español.
Es triste, pero obligado,
denunciar el uso disfemístico de hostia, que ha proliferado en un desmadre de frases a cuál más irreverente
(vgr. estar de mala hostia, ir a toda
hostia), agravado con el espaldarazo de la
RAE, que, al meterlo en su Diccionario oficial
en 1992, no sólo legitima tal uso blasfemo, sino
que incluso puede animar a su empleo.
De acuerdo que la lengua
no la hacen los diccionarios. Estos se limitan
a recoger lo que los hablantes crean y utilizan.
Pero, todo diccionario es selectivo. No todo lo
usual en niveles bajos del habla ha de tener cabida
en los diccionarios comunes. Para eso están los
vocabularios especializados de argot y jergas,
que acarrean toda clase de voces tabúes, malsonantes,
obscenas. Así, la RAE tuvo a bien suprimir en
el DRAE la acepción de judío
'avaro, usurero', por juzgarla denigrante para
aquella raza. Y, sin embargo, usando un criterio
discriminatorio, ha mantenido la acepción de jesuita 'hipócrita, taimado'. Es más,
¿a qué se debe, por ejemplo, el que no haya admitido
el DRAE la soez expresión de puta madre, que, en cambio, sí la
acepta el Diccionario del Español Actual,
de M. Seco (1999)? Sin duda, por considerarla
una ofensa brutal y gratuita a todas las madres.
Ahora bien, el DRAE registra,
para la voz hostia,
la acepción de 'golpe, bofetada', como "vulgar
malsonante". Tal asiento hiere la sensibilidad
de los católicos españoles, que sufren tan atroz
disfemismo como un ultraje a lo más sagrado de
su religión. El referente real primigenio, que
es la hostia sacramental, no se ha difuminado
por completo. A veces se oye: "Te voy
a dar un par de hostias sin consagrar".
O se escribe: "Un día te van a arrear
más hostias que las que hay juntas en todas las
iglesias" (Juan Marsé). Finalmente, mi
dardo: ¿Por qué la
RAE usa tan dispar rasero, según
sea para judíos o cristianos?
(Publicado en La Opinión,
de Murcia, a 14-7-2002, y en Alfa y Omega,
Suplemento del diario ABC, de Madrid, a
25-7-2002)
ANGLICISMOS Y ORTOLOGÍA
Ya no son dardos
o flechas contra el idioma, sino fuego graneado
por todos sus flancos. La Ortografía castellana,
envidia de las lenguas europeas, nos la están
dejando hecha unos zorros, entre el vandalismo
okupa y el fundamentalismo vernáculo. La Semántica es atacada
sin tregua por el papanatismo anglicista. Sin
ir más lejos, ahí está el omnipresente “en” anglizante,
que ha trabucado y confundido el sentido tradicional
de “en” y “dentro” (En media hora te lo explico:
¿Por espacio de media hora? o ¿Pasada media hora?).
Denuncio también el galicismo “venir de” (por
acabar de), hoy muy beligerante (Luis Herrero,
en la Cope: “El Real Madrid viene
de perder en su casa con el Mallorca”).
Tampoco escapa indemne
la
Ortología o recta pronunciación.
Se oye con bastante frecuencia a locutores o lectores
articular como la “j” la “g” implosiva o final
de sílaba (signo, digno), por mor de la incultura,
la ultracorrección o la cursilería. Es de todo
punto censurable tal práctica, que hoy en día
cunde sobremanera. Bastaría consultar cualquier
diccionario o gramática para enterarse de cuál
es la correcta pronunciación del fonema “g”, según
la regla siguiente: Ante “e” o “i” su sonido es
fuerte, el mismo gutural de la “j”. En los demás
casos, su sonido es velar sonoro, como en gato.
Por ende, el grafema “g”, en posición final de
sílaba (dogma, indigno, amígdala), ha de articularse
suave y relajada, y no convertirla en horripilante
“j” (dijno, majno), gargarizando a la vez pedantería
e ignorancia, como hacen algunos profesionales
de la palabra. Por ejemplo, magno se debe pronunciar
como si estuviera intercalada una vocal “a”, brevísima
y muda (mág(a)no.
¿Conocen nuestros
maestros las normas elementales de ortología española?
En caso negativo, ¿cómo enseñarán a los niños
a leer en los colegios?
(Publicado, con
el título “Atentados a nuestra lengua”, en
el diario La
Opinión, de Murcia, el 17-5-2003).
ACADÉMICOS
MURCIANOS
Con ocasión del ingreso
en la R. Academia de la Lengua del novelista cartagenero
Arturo Pérez-Reverte, se deslizó una frase un
tanto sorpresiva: "Los tres académicos de
la Real Academia Española de esta Región han nacido
en Cartagena". Sin duda, se quiso decir que
los tres últimos académicos murcianos han sido
de oriundez cartagenera, lo cual es exacto.
En atención al vulgo
ignaro, me permito ampliar la información al respecto.
Antes que ese trío, fueron también miembros de
la
Real Academia de la
Lengua los cinco murcianos siguientes:
en el siglo XVIII, el historiador jesuita P. Bartolomé
Alcázar, uno de sus fundadores; y en el XIX, el
comentador del Quijote Diego Clemencín, el poeta
Antonio Arnao y el poeta y novelista José Selgas,
más el lorquino José Musso y Valiente. Los tres
restantes han sido los cartageneros Marqués de
Valmar, Carmen Conde y el ultimísimo Pérez-Reverte.
Fue propuesto también, pero no elegido, el novelista
yeclano Castillo-Puche.
¿LETIZIA
o LETICIA?
Se va aclarando el misterio
de la anómala grafía de Letizia. Sus padres,
innovadores a ultranza, querrían desmarcarse de
la moda de las Vanessas y Sandras, poniéndoles
a sus hijas los insólitos nombres de Thelma, Erika
y Letizia. Este último con z, por algún secreto
afecto a Italia. Ciertamente, si el carné escolar
pone Leticia, y así fue inscrita en el
Registro al nacer, entonces el cambio de c a z
se habría debido a la voluntad de la periodista,
dispuesta a afirmar su personalidad con alguna
marca distintiva; o pudo ser también que lo impusiera
así la dirección del Colegio, reacia a admitir
caprichitos ortográficos de nadie.
¿En qué libro habrá leido
la maestrita, aparecida en televisión, que los
nombres propios se pueden escribir al arbitrio
de cada uno? A ver si va a resultar ahora que
los anarcografitómanos son los que escriben bien.
Desde luego, si yo tuviera que examinar a universitarios,
suspendería al que cometiera tres fallos ortográficos
de este jaez: la cantante Cezilia, Franzisco Franko
y la reina bíblica Esther (Esto último contraría
la aberrante boga de incrustar haches, calcando
el modelo inglés: Jonathan, Ruth, Judith, Helena).
Otra cosa es que se quiera escoger deliberadamente
un nombre extranjero, en vez del español. A ejemplo
de los papas que eligen un nombre nuevo, la novia
de España podría adoptar una de estas dos formas:
o la asturiana-bable Ledicia, afín al castellano
ledo 'alegre', o la general española Leticia,
ambas provenientes del latín Laetitia, 'alegría'.
Por último, ¿sería mucho
pedirle a quien, en aras del amor, ha sido capaz
de inmolar su fulgurante carrera de periodista,
que tenga el real gesto, como futura reina, de
renunciar a un mero signo gráfico, la z, acatando
las normas ortográficas que la Real Academia Española
prescribe a todos los españoles?
MURCIANISMO
Y DICCIONARIO ACADÉMICO
Ciertamente, no es que
la
Real Academia silencie a la región
de Murcia. Aunque sólo sea por imperativo científico,
la Academia ha de reconocer
el hecho lingüístico murciano, o sea, nuestras
peculiaridades dialectales, lo que no deja de
señalar con la marca diatópica Murc. Pero, hay
un dato que deja entrever lo poco que pesa en
la
Academia nuestra realidad lexical.
¿Cuántos saben en Murcia que no existe en el Diccionario
de la Real Academia, ni impreso ni digital, la palabra
murcianismo, ausencia que parece no preocuparles
lo más mínimo a los inmortales académicos? Estoy
casi por decir que ni siquiera nuestro ilustre
paisano académico Pérez-Reverte ha reparado en
tal carencia. Ya sé que faltan también otros términos
afines como mancheguismo, navarrismo, extremeñismo,
etc., pero sí están asturianismo, castellanismo,
leonesismo, valencianismo, y sobre todo, catalanismo
y vasquismo (¡menuda la armarían catalanes y vascones,
si no estuvieran esos vocablos!). Pero aún extraña
más que estén aragonesismo y andalucismo,
y que falte murcianismo, habiendo sido
históricamente la región de Murcia crisol de hablas,
como paso obligado de Aragón a Andalucía, según
han demostrado los grandes filólogos Gregorio
Salvador y Antonio Llorente. Tampoco faltan, obviamente,
los vocablos referidos a las naciones americanas,
además de filipinismo. La definición común a todos
estos términos es: "Locución, giro o modo
de hablar propio de los (asturianos, argentinos,
etc.)".
Visto lo no visto, sólo
nos queda recordarle a D. Arturo, que, ya que
en Murcia se le lleva en palmitas, interponga
su valimiento para que ese agravio comparativo
hacia Murcia se remedie, incorporando las voces
murcianismo y sus correlatos, cuya falta
en el Diccionario resulta del todo discriminatoria.
Y, ya de paso, preguntamos a la
Real Academia: ¿por qué razón
Murcia no tiene ningún académico correspondiente?
(Publicado en La Opinión, de Murcia, a 31-1-2004)
EL VOCABLO
ESPICHAR DESOLLADO
Cuando se confunden o
desconocen conceptos fundamentales lingüísticos,
como la distinción entre lengua y habla, los niveles
diastráticos de ambas o la noción de lengua normalizada,
no hay base para debatir, y sólo queda el recurso
a la ironía barata o el irse por los cerros líricos.
Voy a remachar lo que dije sobre el falso murcianismo
espichar, botón de muestra de la disparatada
lengua murciana normalizada.
El único argumento esgrimido
por los señores que intentan refutar mi artículo
sobre la llengua murciana, es una lista de escritores
murcianos que han empleado espichar; argumento
que ya me anticipaba yo a rebatirlo. Esa retahila
de autores, que aducen, no prueban nada en mi
contra, sino que confirman lo que nadie niega,
o sea, que espichar se dice en Murcia, pero no
que esa palabra sea murcianismo, ya que es un
término general del español vulgar. Por cierto,
me cita el Vocabulario de las Hablas Murcianas,
sin percatarse de que es un bumerán peligroso.
Diego Ruiz constata que espichar se dice en Murcia,
lo que todos sabemos, pero, a la vez, certifica
que se dice en Asturias, Burgos, Aragón, Andalucía
y Canarias, y que por lo tanto no es ningún murcianismo,
lo que corrobora mi tesis de que no es más que
un vulgarismo jergal, extendido en el tiempo (desde
las germanías del siglo XVI) y en el espacio (por
todo el ámbito nacional). ¿No les parece sospechoso
que no recojan espichar ni el Vocabulario del
Dialecto Murciano, de G. Soriano, premiado
por la Academia de la Lengua, ni las dos obras tituladas
el Habla de Cartagena, de G. Martínez y
G. Cotorruelo, respectivamente? ¿Han
mirado el Diccionario Académico, que pone:
"espichar. coloquial.
'morir'", sin localización ninguna, porque
se emplea en toda España? Por supuesto, los diccionarios de argot español lo traen
todos, desde Besses (1905), que lo supone gitanismo,
hasta el Gran Diccionario de Argot (2000).
Ahí va una "rilera"
de autores no murcianos, que emplean espichar
(omito textos, por brevedad): B. Pérez Galdós,
de Canarias, afincado en Madrid (Fortunata y Jacinta),
C. J. Cela, de Coruña (San Camilo), el dramaturgo
Jaime Salom, de Baleares (La playa vacía), los
novelistas actuales Eduardo Mendoza, de Barcelona
(La ciudad de los prodigios), Lourdes Ortiz, de
Madrid (Picadura mortal), etc. Además, se documenta
en Salamanca, como atestigua el Diccionario
de las Hablas Leonesas, de E. Miguélez.
Veneramos las auténticas
hablas que conforman el dialecto murciano, con
su fonética y léxico peculiares, tan legítimas
como cualquier otra de España, pero repudiamos
esa artificial lengua normalizada murciana, que
es el hazmerreir de lingüistas profesionales,
como se patentiza en el vocablo espichar, que
he puesto como botón de muestra. Si toda esta
batería de pruebas "rabiculás", que
aporto, no logran convencerles de que espichar
no es genuino murcianismo, o sea, que tiene de
murciano lo que yo tengo de marciano, entonces,
a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga,
y Santas Pascuas.
(Publicado en La Opinión, de Murcia, 23-1-2004)
LA RECALCITRANTE
LLENGUA MURCIANA
Recientemente, el perspicaz
catedrático universitario J. Perona y el letrado
balear A. C. Navarro, en sendos artículos publicados
en La Verdad
y La Opinión
respectivamente, han removido las aguas de la
presunta lengua murciana. Espoleado por ambos
escritos, salto a la palestra para debatir sobre
el tema.
Personas autoerigidas
en pontífices del lenguaje, han destilado del
alambique de su caletre una lengua murciana normalizada
abracadabrante. He aquí tres botones de muestra.
Según ellos, el murciano debe decir "espichar"
y "espiche", por morir y muerte: así,
"El espiche de Vicente Medina fue en 1937".
Demostremos lo aberrante de tal desvarío. 1º Es
elemental que las lenguas tienen diferentes niveles:
literario, coloquial, jergal, que no deben confundirse.
El murciano medio, cuando habla, utiliza muerte,
morir o fallecer. Si escribe, podrá decir los
latinismos "deceso" y "óbito",
por muerte. En habla familiar, usará expresiones,
como "irse al otro barrio". Por último,
en lenguaje jergal, podría decir "espichar"
en algún contexto muy íntimo, con matiz jocoso
o despectivo. 2º ¿Quién no conoce a Vicente Medina?
Pues bien, nuestro gran poeta jamás emplea esas
voces, que connotan desprecio. En su poema "Murria"
escribe: "¡Me muero! No tengo ni gelepa siquiá
de esperanza./ Quien
muere descansa./Mi dolor es morirme tan lejos./
Yo quisiá morirme/ bebiendo aquella agua".
Y 3º Ese vocablo, que ignorantemente se presume
murciano, es del español vulgar, y se remonta
al argot germanesco marginal del Siglo de Oro.
Por ende, "espichar" tiene de murciano,
lo que yo tengo de marciano.
Segundo botón. Decretan
que los nombres de varón han de llevar la desinencia
-ele. Tal uso coloquial es desconocido en la mayor
parte de la región, y ni siquiera es general su
empleo en la Huerta de Murcia. No es de recibo
oficializar esa forma en todos los niveles del
habla. El minoritario sufijo -ele, con valor de
diminutivo afectivo, suplantaría al murcianísimo
sufijo -ico. Así que, nada de "Padre Joseíco"
(eso es búlgaro, no murciano); sino "Padre
Josele". A ese tenor, engullen esta rueda
de molino: "El Espiche y Pasión de Jesules"
(La Muerte y Pasión de Jesús).
Y tercer botón. El colmo
de la repateante normalización murciana es imponer,
en vez de "año" (edad de las personas),
el término "hierba" ("guierba",
en el jeri-Parablero-gonza-Murciano). Se dirá,
"tengo sesenta hierbas", animalizando
a las personas, al más burdo estilo del panochismo
chocarrero.
Los filólogos saben que
existe la "Andalucía murciana", o franja
oriental por donde se expande el dialecto murciano.
Pero no hace falta protección jurídica ninguna,
sino que las personas hablan así por razones históricas,
pudiendo evolucionar a otras formas de habla,
por diversas causas. ¿Quién ha velado, desde los
siglos XVI-XVII, por el patrimonio lingüístico
murciano, propagado por repobladores murcianos
en tierras andaluzas? Nadie, sino los mismos hablantes,
los cuales deciden la lengua que quieren usar.
Así, las pocas familias que en el siglo XX emigraron
de Pinoso a las pedanías de Yecla, Jumilla o Abanilla
han conservado su lengua valenciana, y si se pasan
al castellano, ocurre lo mismo que cuando los
emigrantes murcianos adoptan las lenguas de Cataluña
o Baleares. Es lógico que si se vinieron a Murcia,
utilicen el español, que también es de ellos,
por ser la lengua oficial de España. Sería absurdo
contratar profesores valencianos para media docena
de niños, mientras que los maestros interinos
de Murcia no pueden aspirar a plazas en Valencia,
por no conocer su lengua vernácula. Además, esos
niños, por motivos pedagógico-económicos, cada
día se trasladan a los Colegios de las cabezas
de municipio. A su vez, habría que preguntar a
los padres si prefieren que a sus hijos no les
enseñen valenciano, sino inglés, como se pidió
en Elda, ciudad alicantina castellanohablante.
¿Habría que proteger
también las peculiaridades fonéticas, como el
seseo cartagenero? Conozco a cartageneros cultos
que lo han dejado. ¿Es de lamentar, o es una ventaja
para la ortografía? No necesitan defensa las hablas,
cuya evolución nadie puede impedir, y menos ahora
ante la presión arrolladora de la televisión.
Suscribe el profesor
Perona la denuncia de Lapesa ("Muy grave
es la responsabilidad de las administraciones
autonómicas que fomentan y financian las aberraciones
de la normalización lingüística"), que extiende
"a los presuntos intelectuales que inventan
lenguas regionales, comarcales y de barrio".
Por ahora, nuestros políticos
se mantienen en un equilibrio prudencial ante
conatos de ciertos grupos, que nos abocarían a
conflictos de hablas en detrimento de la convivencia.
Y un ruego final: en asuntos de lenguaje, consúltese
a filólogos solventes.
(Publicado en La Opinión, de Murcia, 28-12-2003)
LENGUAS EN LAS TRES
CULTURAS
Que hubo épocas,
en la
Murcia medieval, de amistosa
convivencia o al menos de coexistencia tolerante
entre las culturas cristiana, musulmana y judía,
nadie osará negarlo. Ni empece el que se dieran
esporádicos momentos de xenofobia beligerante.
Más difícil sería determinar puntos concretos
de esa pretendida relación armónica.
¿Presupone ese intercambio
tricultural un trilingüismo en Murcia? La población
hebrea, no muy numerosa, pero pragmática y adaptable,
hubo de ser trilingüe, si bien el uso del hebreo
quedaría constreñido al ámbito religioso. Para la vida diaria y comercial, el judío utilizaría
forzosamente el árabe o el romance. Sobre éste último se gestaría, básicamente, el dialecto
judeoespañol o ladino, aún vigente en el mundo
sefardí.
Moros y cristianos,
por sus inevitables contactos, se vieron obligados
a ser bilingües en alternas etapas de diglosia.
A medida que el castellano cundía en tierras murcianas al ritmo de la reconquista,
los mudéjares adoptaban la lengua arrolladora
de los cristianos. La situación idiomática en
Murcia se complicaría aún más con la década de
dominio y repoblación catalanoaragonesa, de la
que resta el lógico sustrato lingüístico.
Entre los vocablos
privativos murcianos que se originarían por entonces,
citemos: maeza ‘caracol boquinegro’, o pararse ‘ponerse de pie’ (calco semántico),
y sobre todo, el término
inda ‘hasta’, que no es vulgarismo ni panochismo, sino un
arabismo puro, conservado sólo aquí, aunque confinado
al mundo rural. Pero, si hay alguna palabra que
represente o simbolice el triculturalismo de la Murcia medieval, ésta sería
la voz aletría
‘sopa de harina de trigo’, empleados (significante
y significado) por los pueblos de las tres culturas.
Del étimo griego aletréuo ‘moler’ se troqueló
el árabe aletriya, del cual se
deriva el sonoro vocablo aletría
(parónimo, por cierto, de alegría), común a moros
y sefarditas, y presente o latente en el habla
actual murciana.
(Publicado en La Opinión, de Murcia, 13-5-2004).
ALETRÍA, MURCIANISMO
MEDIEVAL
La copla murciana cantaba burlona: “Aletría con ajos/
y arroz con brevas:/esos son los guisados/que
hace mi suegra”. Uno pensaba que el murcianismo
aletría
sería ya polvo nostálgico en la tumba del olvido,
cuando súbitamente me topé con la entrañable palabra,
manuscrita en un menú callejero de “Comidas para
llevar”. Y esto, una vez en Lorca hace pocos años,
y otra, el año pasado, en plena Murcia. Pero,
mi sorpresa ha
sido mayúscula, al verla fijada en un menú del
Hospital de “La Arrixaca”, preparado por
la cocina del restaurante Alfonso X, de Murcia:
“Cazuela de atún aguileño con aletría”. Hace muy
poco lo he visto escrito en otro restaurante murciano,
como plural aletrías, pero incorrectamente, por
ser nombre colectivo. ¿Vamos a sacudirnos el complejo
de que nuestro léxico peculiar murciano no merece
conservarse? Para
dignificar el español murciano, lo primero
es identificar los murcianismos auténticos, rechazando
los falsos, como el espichar
de marras, que, pese a recogerlo como murciano
cierto acientífico Diccionario, el tal vocablo
se usa aquende y allende el Atlántico.
Si quisiéramos elegir una palabra que simbolice el
triculturalismo de la
Murcia medieval, ésta sería sin
duda aletría
‘fideos, pasta y sopa de harina de trigo’,
que empleaban los pueblos de las tres culturas.
Los lingüistas explican así la etimología del
vocablo aletría:
Del lat. “attrita” pasó al arameo rabínico “itterita”,
y de éste se troqueló el árabe “alitriyya”, influido
a su vez por el griego “itría”. En suma, cuatro
étimos de sendas lenguas se aunaron para acuñar
la sonora voz aletría (eufónica, como alegría), que aquí
se naturalizó, y todavía late y alea en el rescoldo
del habla murciana. La palabra aletría fue
de uso común entre moros, judíos y cristianos,
y hoy pervive en el norte de Marruecos, en el
judeo-español
de sefarditas y en el dialecto murciano.
El término aletría
‘fideos’ es uno de los primeros murcianismos registrados
en el Diccionario de Autoridades de la
Lengua (1726),
y hoy sigue manteniendo el Diccionario
Académico la misma marca diatópica de Murcia.
La isoglosa actual de "aletría" se extiende
desde Hellín y el Noroeste murciano hasta Lorca
o Cartagena, y desde Jumilla a Baza (Granada),
ambos Vélez (Almería) y Santiago de la
Espada (Jaén), aunque ni Vocabularios
de Andalucía ni su Atlas Lingüístico lo incluyan.
He hallado una cita antigua, de contexto culto,
lo que prueba su uso general en Murcia, no solo
rústico: "La mitad de dicha carne para el
mediodía, con berzas del tiempo, y aparte arroz,
sopa o aletría" (Constituciones del Colegio
de San Leandro, de Murcia, año 1740). La aletría
se comercializa hoy, unimismada en la marca registrada
"Fideos 4". ¡Válgame Dios, a qué nombre
tan prosaico se ve
reducida la hermosa
voz aletría!
GRILLERÍO LINGÜÍSTICO
CIEZANO
Estos días semejaba
Cieza mismamente una jaula de grillos. ¡Menuda
trifulca han armado los grillófilos! Ni entro
ni salgo en la ridícula polémica. A fuer de filólogo,
voy a dilucidar un lío lingüístico creado por
los reporteros locales. Ante todo, el
concurso de caza de grillos se refiere
al grillo común,
insecto grílido nocturno estridente. ¿Por
qué, entonces, los corresponsales locales han
de aclarar que se trata de “grillos zapateros”,
que para los foráneos podría sugerir una especie
autóctona de grillos? El primer diccionario que recogió la lexía “grillo zapatero”
es el pirateado
“Vocabulario del Noroeste Murciano” (1991).
Los informadores nativos no se percataron
de que el significado español de grillo es el
de grillo cantor, al que ellos llaman “grillo
zapatero”. Y es que, en algunas zonas, el vocablo
“grillo” se aplica al saltamontes, insecto acrídido
diurno diferente. De ahí que, cuando se refieren
al grillo común, necesitan especificar con
apelativos, como “zapatero”, “cantor”,
o “herrero” (éste en Santiago de la Espada, Jaén). A su vez, el
grillo que canta o grillo grillo presenta, en
el dominio dialectal murciano, cuatro denominaciones
diatópicas: rico (Yecla), chicharra (Jumilla),
grillo zapatero (Cieza, Mula,
Bullas, Caravaca, Cehegín, Moratalla y
Calasparra), y grillo a secas en los municipios
de Murcia, Cartagena,
Lorca y restantes. La isoglosa de “grillo”,
como sinónimo de saltamontes, recorre una larga
franja, de Huesca hasta
Almería. Se trata de un aragonesismo, vivo en
la parte noroccidental de la Región de Murcia. El
conflicto lingüístico ha surgido al querer precisar
el tipo de grillo, objeto del concurso. El sintagma
“grillo zapatero” pertenece al geolecto o habla
de Cieza. Ha habido colisión de normas de habla,
donde la norma comarcal diverge de la mayoritaria regional murciana,
que en esto converge con la
general castellana.
(Publicado en La Opinión, de Murcia, a 3-9-2004)
EL NO EXPLETIVO
Hay un uso sintáctico
tan raro y excepcional, que a más de uno no avezado
en intríngulis gramaticales podría parecerle disparatado
y contradictorio, y así más de un lector de periódicos
ha caído en el error de creerlo una incorrección,
denunciándolo en cartas al director. Hubo un celoso
purista que criticaba como errónea la frase, “Hasta
que Eta no abandone las armas”, cuando se quiere
decir lo contrario “Hasta que Eta abandone las
armas” (ABC, 29-5-05). Me mueve a contestarle
el simple “animus docendi”. Por rareza del idioma,
el adverbio “no”, en ese caso y similares, es
sólo expletivo o enfático, pero no negativo, o
sea, que la frase es afirmativa y expresa lo mismo,
con “no” o sin él. Se trata, pues, de una construcción
anómala, pero perfectamente castellana y castiza.
Consulte el
vocablo “no” en el Diccionario de Uso del Español, de Moliner
o en el Diccionario
de Construcción y Régimen, de Cuervo, y saldrá
de dudas. ¿Cómo va a estar mal dicho lo que usaban,
entre otros, Fr. Luis de Granada o Francisco de
Quevedo? Ejemplo moderno: “El propio Franco se
opuso al regreso de Lerroux al país hasta que
no supo que estaba en el umbral de la muerte”
(José Álvarez Junco, El Emperador del Paralelo. p. 418). Puede
prescindirse del no, que es meramente enfático
o pleonástico, es decir, expletivo.
CURRICULA – REFERENDA
Hay escritores y locutores cultísimos que, precisamente
por exceso de cultura, emplean ciertas desinencias
morfológicas que estriden al oído español. Saben
los tales que, en inglés, las voces latinizantes
curriculum o referendum
pueden tomar indistintamente dos sufijos de plural:
el normal curriculums o el extraño
curricula, el plural latino de los sustantivos
neutros. Tal vez no se haya
reparado, pero consúltese el Diccionario de la Real Academia (última
edición), y se verá cómo en español existen las
parejas de dobletes curriculum/currículo y referéndum/referendo;
por lo que resulta sencillo decir currículo/os
y referendo/os,
y así evitar esos horrísonos plurales currícula
y referenda, que chirrían en lengua española.
¿No tenemos ya bastante
con la riada de anglicismos léxicos, que nos anega,
para que encima tengamos que bregar contra ese
otro torrente de anglicismos morfológicos, sintácticos
y de todo jaez, que nos acosa? Quiero, por último,
animar a los aludidos para que contribuyan, con
su cualificado
ejemplo, a darle esplendor a nuestra lengua y
limpiarla de tanta maleza extranjerizante, difundiendo
el uso de currículo y referendo.
(Publicado en La Opinión, de Murcia, a 13-11-2004).
EL EMBROLLO DE IN
PECTORE
¡Qué embrollo nos
han formado los políticos y comentaristas con
esta locución latina! Dicen que el latín es una
lengua muerta, y hay que desterrar su estudio;
pero bien que la emplean en ciertas frases hechas,
por mero prurito de “fardar”. El sintagma “in
péctore”, de origen eclesiástico, se refiere a
la intención deliberado de guardar en secreto
o “en el pecho” un nombramiento firme, sin hacerlo
público. El Papa a veces nombra cardenal
u obispo a un individuo, pero tal elección
se mantiene en secreto durante algún tiempo por
una causa especial. A los políticos les ha dado
por aplicar ese término, con evidente incorrección,
a Rodríguez Zapatero, antes de ser presidente
del Gobierno.
Pero, no contentos
con eso, se han lanzado a disparatar aún más.
La mayoría lo llamaba presidente electo, lo que
jurídicamente era falso hasta que no fuera elegido
por las Cortes. ¿Nadie ha caído en la cuenta de
que existe el verbo “nominar”, que en su acepción
moderna, significa precisamente eso, el proponer
a alguien o alguna cosa, vencedor en una primera
o primaria elección, como candidato a una segunda
y definitiva elección? De todos es conocida la
nominación a la candidatura política en EE.UU. o la nominación
de películas a los premios Oscar. Sin embargo
lo más ajustado hubiera sido llamar a Rodríguez
Zapatero el preelecto presidente, o incluso el
presumible presidente.
(Publicado en La Opinión, de Murcia, a 18-4 2004)
AMERICANISMOS
CASTIZOS
Ahora que la presencia
de hispanoamericanos es tan corriente entre nosotros,
captamos a menudo palabras peculiares, que nos
intrigan y extrañan, por puritita ignorancia nomás.
El empleo de cuadra 'manzana', platicar
'hablar', caminar 'andar' o componer
'arreglar' nos retrotrae a acepciones de antaño,
ya casi obsoletas en España. Asimismo, hay formas
americanas, aquí anticuadas, como el llamado
'la llamada' o saludes 'saludos', que exhalan
un aroma de lengua añeja del siglo XVI.
Sobre el término pararse
'ponerse de pie', he investigado exhaustivamente.
Subrayo que tal uso, restringido en España a un
enclave murciano, es en América un panamericanismo,
implantado en todos los países hispanohablantes.
Pero hay un vocablo primoroso, aunque nosotros
lo hayamos arrumbado quizá por conceptuarlo un
tanto cursi: me refiero a lindo (doblete
vulgar de 'legítimo'). De uso generalizado en
ultramar (Méjico lindo y querido, Cielito lindo),
decía Amado Alonso que en el habla de Buenos Aires
todo lo bueno es lindo. Aunque lindo es
aquí raro, todavía vige en la península. Hace
años, en Sevilla, oí a un transeúnte preguntarle
a un camarero veterano: "¿Cómo está tu niña?"
A lo que éste respondió: "Está muy linda".
Pero, hay un par de adverbios
breves, acá y allá, que son la más
clara seña de identidad de los hispanoamericanos.
Nosotros apenas utilizamos acá y allá
(lugar impreciso), que han sido reemplazados por
sus correlativos aquí y allí, (lugar
concreto), a los que adjudicamos ambos matices.
En cambio, cuando un ecuatoriano dice "Tengo
acá la familia", se expresa mismamente como
en el Quijote: "Sepa el señor Sancho
Panza que tenemos acá encantadores".Por cierto
que a Cervantes un funcionario le cortó las alas
de su sueño americano con un
tajante, “Busque por acá en qué se le haga
merced”.
(Publicado en La Verdad, de Murcia, a 11-6-2003)
EL GIRO “VENIR DE”
Sorprende que el
gran filólogo Lázaro Carreter no se ocupara del
rechinante galicismo sintáctico “venir de” por
‘acabar de’, en su dual obra “El dardo en la palabra”.
A este respecto, afirma García Yebra en El
buen uso de las palabras: "Los galicismos
léxicos son injertos del árbol latino de nuestra
lengua. Los galicismos morfológicos y sintácticos
más bien lo deforman". Raro es el día que
no captamos el tal galicismo, estampado en la
prensa o proferido en los medios hablados. He
aquí unas perlas: “Venimos de pasar una época
de mucho gasto” (la
Navidad); El jugador X “que viene
de cumplir veinte años”; “Ortega, que venía de
publicar sus Meditaciones del Quijote”;
”Esa frase viene de decirla en Santander
el director general de Cine”. No es que tan “desaborío”
galicismo se haya inventado hoy, pues su presencia
ya se documenta en el siglo XIX. Sino que ha revivido
recientemente por obra de pedantes
agarrados a ese giro, como un tonto a una tiza.
Hay locutores, a quienes no se
les cae de la boca la descomulgada expresión galicista,
absolutamente innecesaria. Entre los que abusan
de tamaño
dislate, yo mencionaría al comentarista deportivo
de la COPE en Murcia, que hace un par de días
nos endilgaba: “El Poli Ejido que viene de perder
4 a 0”, en lugar de ‘acaba de perder’.
(Publicado
en La Opinión,
de Murcia, a 3-11-2004)
EL ARABISMO ALCACHOFA
En la serie de arabismos
léxicos españoles que escoge el fabuloso columnista
Antonio de Burgos, se le ha deslizado una confusión,
lo que no menoscaba un ápice la fuerza demoledora
de su guasa andaluza. El arabismo puro y pleno
es “alcachofa”, y no el mozarabismo híbrido “alcaucil”,
de raíz latina, pese al artículo árabe aglutinado.
(Publicado en ABC, de Madrid, a 13-11-2004)
LENGUAJE INFORMÁTICO
Si exceptuamos “ratón”,
traducido de “mouse”, o acaso el término “portal”,
pueden contarse con los dedos de la mano los poquísimos
vocablos hispánicos adoptados en el léxico informático.
Ni siquiera el inglés “e-mail” (vulgarizado como
“emilio” en Hispanoamérica) se ha sabido aquí
traducir por “electrocorreo”, sino por el patoso
“correo electrónico”, y no digamos la repelente
“web” ¿por qué no huebe, junto a huevo y hueva,
al no inventarse
un sustituto al incordiante monosílabo?
Espontáneamente se va imponiendo la palabra “Red”
en lugar de Internet (su exacta traducción sería
Interred, pues “net” significa ‘red’). Y, ¿qué
decir del nombre mismo
de “ordenador”, ese aparato hoy omnipresente?
Es un préstamo obvio del francés “ordinateur”,
frente al mundo hispanoamericano, donde se le
designa “computador/a”, del inglés computer, que
se va universalizando (así, en italiano y alemán,
es computer).
Pero hay un vocablo peculiar español, si bien
de origen árabe, que se ha colado de rondón en
el ordenador. Me refiero a la “arroba”, con símbolo
llamativo @. Esta voz, casi desbancada en el habla
española por el sistema métrico decimal, aún se
usa en sentido amplio como ‘gran cantidad’. El
signo de arroba @, que hoy es internacional, debió
de admitirse en el campo informático por influjo
del francés, dado que esta lengua también posee
el término “arrobe”, importado del español; pero
ajeno al área anglosajona, donde se le ha asignado
convencionalmente el valor de la preposición at
‘en’. Un
moderno Diccionario etimológico francés desbarra
al afirmar que “arrobe” es de origen dudoso, pese
a que el Diccionario francés de Furetière (1690)
ya reconocía que “esta palabra ha venido del español
arroba”. Me atrevería a decir que el signo @,
carente ya de contenido actual, fue introducido
en la informática sólo por su bella cara, es decir,
por la utilidad que presta su oronda figura, tan
inconfundible.
(Publicado en
La
Razón, de Murcia, a 8-1-2005)
ANGLIMATÍAS
Un presunto bullykao
no sería un nuevo producto que venga a competir
con el industrial bollicao, sino un intento de aproximar
al español el anglicismo crudo bullying, al igual
que han hecho los hispanos de USA en su spanglish,
convirtiendo en emilio el e-mail o correo electrónico.
Y, ¿por qué, en vez de este último, no decimos
electrocorreo (6 sílabas), al estilo de electrodoméstico
(7 sílabas) o electroencefalograma (9 sílabas)?
Esperar a que la
Real Academia se pronuncie, proponiendo
equivalentes, sería como esperar a Godot. ¡Qué
lejos queda el tiempo en que esa Institución acuñaba
o prohijaba voces con rotundo éxito, como azafata
para el inglés stewardess ‘camarera de avión’!
Ante la turbamulta de anglicismos que hoy en día
infestan la lengua española, la
Academia ha optado por lo más
cómodo, admitirlos todos en el Diccionario académico,
y aquí paz y allí gloria. A cualquiera, que contabilice
los anglicismos puros que inundan el Diccionario
oficial, se le caerán los palos del sombraje.
Pues bien, éramos pocos y parió la abuela. Me
refiero concretamente a un trío de vocablos del
área psicológica, que nos han invadido recientemente,
para definir situaciones
que antes no existían y ahora son de candente
actualidad, e incluso dos de ellas tipificadas
como delito. Tales son: mobbing, bullying y burnout,
ausentes todos del Diccionario académico. Burnout
es un síndrome o estado de agotamiento, más psíquico
que físico, común hoy se da en profesionales de
la enseñanza. Mobbing, acoso laboral o persecución
en el trabajo. Bullying (de bull ‘toro’), acoso
escolar agresivo de varios alumnos contra uno.
Si una manada de toros te atacan y embisten, pueden dejarte k.o: ¿se
entiende ya el estrafalario bullykao de arriba?
Si nadie se molesta en buscarle un sustituto
a la omnipresente web (¡sólo tres letras!), ¿quién
se va a preocupar de adaptar al español esos tres
vocablos intrusos, que campean en
los periódicos y se oyen en radio y televisión,
merced a tanto papanatismo rampante?
(Publicado en
La Razón, de Murcia, a 2-3-2005)
LATINERÍAS
A ninguno que tenga
dos dedos de frente se le ocurriría citar una
frase en alguna de las muchísimas lenguas que
desconoce. Pues bien, en cuanto a la lengua del
Lazio, cualquier escritorzuelo o locutorzuelo
tiene luz verde, sin saber ni jota de latín, para
enjaretar latinajos a su antojo. Cabalmente, estos
latinifallos demuestran el prestigio social que
sigue manteniendo esa lengua, a la que suponen
muerta. Bueno, lo de muerta es cosa de zopencos
profundos, que desprecian cuanto ignoran, pues
ni se enteran de que el
90/% de lo que hablamos en español es latín
evolucionado. En todo caso, si está muerta, ¿por qué no la dejan en paz, y
no la jeringan con tanto atropello?
Menudo batacazo
se dieron los periodistas al querer madrugarles
la noticia a los demás, sin consultar a los entendidos
el Nunc dimittis del Papa. ¡Cómo se cumple una
vez más lo atrevida que es la ignorancia! Y doble
en este caso; ignorancia del latín y de la religión,
casualmente las dos materias que se quieren cargar
los socialistas en la enseñanza, para empedrar
España de culturetos analfabetos. El latín quedará
tan sólo en un curso, como optativa entre ocho
asignaturas, para más inri. Es de malnacidos renegar
de su madre. Pues, tal hacemos en España, cuando
abominamos de la lengua latina, nuestra madre,
erradicándola de las aulas. He aquí los últimos
desbarres latineros. Junto a
dos gazapos prosódicos (Visita ad limína,
por límina; Carmína Burana, por Cármina), están
los morfológicos Urbi et orbe, por orbi, o In
pectori, por pectore, o Quid prodest, por Cui,
coronados por el soberbio dislate escrito del
ministro Bono, citando así el epitafio de Portocarrero:
pulvis, cenit et nihil. ¡Por la
Mancha y la
Manchuela, no confunda el latín
cinis ‘ceniza’ con el árabe cenit! ¡Qué feria
de ilustres mastuerzos, qué cosechón de burricie
abochornante! ¿Hasta cuándo hemos de soportar
tanto latinicidio, o para decirlo con Cicerón,
quousque tandem?
(Publicado en La Razón, de Murcia, 20-4-2005)
BENEDICTO, NOMBRE PAPAL
El nombre de Benedicto
en español suena hoy un tanto arcaico, frente
a Benito, la forma castellana normalizada para
traducir el latín Benedictus ‘Bendito’. En cambio,
el inglés Benedict y el alemán Benedikt son formas únicas para designar tanto a los
santos Benito, como a los papas Benedicto. Los
dos últimos papas Benedictos han sido el XIV en
el siglo XVIII, y el XV, en el XX. Los antropónimos
españoles, dependientes del latín, han derivado
a veces en cultismos castellanos. Así, ciertos
nombres eclesiásticos latinos han pasado al romance
directamente del nominativo. Ejemplos: Dios, Pilatos,
Marcos (de Deus, Pilatus, Marcus). Analicemos
el extraño Benedicto, elegido por el nuevo Papa.
Es un cultismo, o sea la forma latina Benedictus
con la sola modificación de la desinencia –us
en -o. La forma castellana vulgar sería el medieval Biendicho. Una segunda forma, Bendito, es un
semicultismo. Queda una tercera variante, Benito,
con pérdida de la d interior, común al italiano
y español.
Aún recordamos la
polémica que suscitó el nombre de Pablo, que adoptó
Montini al ser elegido papa. En castellano, a
los cinco papas anteriores de ese nombre, siempre
se les había llamado Paulo, cultismo del latín
Paulus. De ahí, que se discutiera si en español
debería llamarse Paulo o Pablo VI.
Pero pronto se impuso la forma actual Pablo
para ese papa y sus sucesores Juan Pablo I y II,
e incluso ha tenido un efecto retroactivo, pues
los historiadores modernos ahora llaman también
Pablo a los cinco Paulos antiguos. En ese caso,
la leve diferencia de una letra entre Paulo y
Pablo facilitó el cambio. Mas esta vez no creo que
se identifique Benito con
Benedicto, pues se sienten como dos nombres
sin relación. Así que, en español, habrá dos formas
distintas, una para los varios santos Benitos,
y otra exclusiva para los papas que elijan el
nombre del patrón de Europa, san Benito de Nursia,
fundador de los monjes benedictinos.
(Publicado en La Razón, de Murcia, a 22-4-2005)
PROGENITORES DE VACÍO
Esto de no saber
latín puede resultar, a más de grotesco, incluso
peligroso. La entronización del matrimonio homosexual
ha acabado en un increíble esperpento, no sólo
jurídico-moral, sino también lingüístico. Es tan
diáfana la contradicción entre los conceptos de
matrimonio y homosexual, que solamente una mente
obtusa puede intentar machihembrarlos. Ese
tipo de unión civil podría llamarse adecuadamente:
homomonio (u homonio), bimonio, duomonio, isomonio, pero nunca matrimonio,
pues lo que no puede ser, no puede ser y además
es imposible. Eso se llama legislar “contra naturam”.
Cuando ya
no quede ni remota idea del latín, se podrán cometer
toda clase de pifias, tergiversando a capricho
nuestro idioma. Pero, aún hay sol en las bardas, aún alienta semiviva
la lengua de Cicerón. Una de las reformas del
Código Civil para acomodarlo a la ley aprobada
consiste en sustituir los nombres de padre
y madre por progenitores. ¿Sabrán los seudolatinistas
lo que se guisa? Como padre y madre son palabras
tan claras, se pretende enmascararlas con un término
jurídico y literario, “progenitores”, latinismo
crudo. No han podido ser más lerdos en la elección
del vocablo. ¡Huyendo del perejil, les salió en
la frente! En lugar de padre y madre, buscaban
un término oscuro y poco conocido. ¡Éureka! ésta
es la palabra: “progenitores”. Peor nos lo ponen.
Padre y madre pueden entenderse adoptivos, políticos,
espirituales. Pero, “progenitor”, préstamo latino,
tiene un exclusivo significado: ‘el que engendra
o da a luz’. El verbo progignere, étimo de progenitor,
sólo posee la acepción única de ‘engendrar, dar
a luz’. Es la misma raíz de genitales, órganos
aptos para la procreación. El cultureto, ayuno
de latín, creerá un eufemismo la voz “progenitor”,
pero no así los duchos en esa lengua, “alma mater”
de la nuestra. ¡Esto pasa por no saber latín!
(Publicado en La Razón, de Murcia, 27-4-2005)
LA INTRUSA T FINAL
La lengua catalana
es española, (con permiso de Carod-Rovira), pero
la lengua española o castellana no es catalana,
porque las fonéticas de ambos idiomas son dispares,
aunque dimanen de un tronco común. El castellano,
contrariamente al catalán, rechaza la t final.
Con la mezcolanza de lenguas, fablas y dialectos,
que hoy pululan por España, junto al prepotente
spanglish, luego a luego saldremos políglotas
consumados.
¿Cuántas palabras
terminan en -t
en castellano, aunque tengan muy poco de
castellanas? Contabiliza 72 el “Diccionario inverso
del español” (1987). De ésas, si exceptuamos unas
pocas como debut, boicot, cenit, las demás, o son meras formas latinas
(deficit,
superavit, habitat) o están ya castellanizadas (chalé, yogur) o en desuso
(argent),
o son tecnicismos (bit, robot).
De las 72, sólo acaban en -st cinco, “españolísimas” por
cierto, a saber: mirrast,
lest, (ya suprimidas del Diccionario) prest, (anticuada), la onomatopeya chist con doblete chis, y post-, que no es
palabra, dado que el Diccionario tan sólo la registra
como prefijo, remitiendo a su forma castellanizada
pos-.
Si difícil resulta a la garganta castellana articular
el grupo -st en final de palabra, más cuesta emitirlo
en sílaba interior
y átona (postmoderno).Todo
este preámbulo lexical viene a cuento de esa -t
implosiva intrusa (postgrado, postguerra), que va cundiendo so color de prestigio, ya que cierto
toque de latinidad “flipa mogollón”, casualmente
cuando más se veja o patea a
la lengua latina.
¡A ver!, que levanten
la mano los cultiparlas que pronuncian correctamente
postmodernidad. Por algo la Real Academia, lenta
sí, pero no tonta, ha introducido sendos duplicados
en las voces compuestas de post-, a fin de que
acabe implantándose la forma pos-. Esa hirsuta
t final de sílaba sólo se ha instalado en varios
vocablos de origen griego (ritmo, istmo, pero no astma) y
en la socorrida voz inglesa fútbol,
generalmente pronunciada como líquida alternante
l/r (fúlbol/ fúrbol).
(Publicado en La Razón, de Murcia, a 6-5-2005)
EL ANÁRQUICO TIQUE
Me imagino reunidos
a los inmortales académicos hechos un tique, digo
un taco, tratando de domesticar al arisco vocablo
ticket,
o echando tiques, digo tacos, por culpa del dichoso
tiquete. Aclarémonos. Las entradas lexicográficas
registradas de ese término ánglico son cuatro: ticket, tiquet,
tique, tiquete. El Diccionario del Español
actual (2002) admite las tres primeras formas,
mientras que el Diccionario Académico sólo acepta
las dos últimas variantes
tique y tiquete. Pero al personal le importa
un pimiento lo que diga la Academia de la Lengua. Vengo de Correos,
donde he recogido otra variante inédita, en un
prospecto: “vea las instrucciones en el
tiket” (sic). ¡Viva el
polimorfismo! El inglés ticket viene del
francés etiquette, de donde etiqueta, y ahora
del inglés sacamos su doblete tique. En el propio
tique del autobús sólo pone billete, otro préstamo
gálico (billet), aclimatado en castellano desde
el siglo XVI. El proceso de asimilación de galicismos
terminados en
-et, ha seguido dos caminos: uno antiguo, de adición
de -e (paquete, filete), y otro moderno, de supresión
de –t (carné, chalé).
El anglicismo ticket se obstina en no perder su vestimenta
originaria para integrarse en el corpus léxico
del español. Claro, que una k prestigia mucho,
porque te conecta con los grupos “ultrakultos”
okupas, rockeros y
euskoetarrak. La Real Academia, contrariamente
a lo que hace con numerosos anglicismos que los
mete en su Diccionario tal cual con su forma inglesa
cruda, en el caso de ticket se esfuerza en domesticarlo
castellanizándolo en tique y tiquete, pero pocos
se dan por enterados, porque farda más el traje
inglés En la América hispana predomina
la variante
tiquete, formada al estilo de filete. Allí
es popular la expresión “picar el tiquete”, por matar, pasaportar.
(Publicado en La Razón, de Murcia, a 20-5-2005)
CONDOMINA Y SALZILLO
¡Qué sequía de imaginación!
¿Por qué ha de ser “Nueva Condomina”? ¿Saben los
empresarios plutócratas lo que significa Condomina?
Este topónimo es un término jurídico, de origen
latino, que denota una tierra de dominio común.
Abunda este microtopónimo en territorio murciano.
La Condomina es el nombre de una acequia que riega
Aljucer y el barrio de San Benito. Pero, es también
un caserío en Torres de Cotillas, un camino en
Lorquí, y el nombre de un heredamiento y acequia
en Lorca (La
Hoya y Marchena). Y sobre todo,
en el plano de Murcia aparece el Carril de La Condomina, que conduce
al pago o barrio de La
Condomina, donde se construyó
el histórico campo de fútbol. Llamar Nueva Condomina
a un estadio, ubicado en Churra, es un disparate
mayúsculo. Si el nuevo campo se construyera en
el mismo sitio, demoliendo el antiguo, tendría
sentido la denominación de Nueva Condomina. Ni
al Real Madrid se le ocurrió llamar Nuevo Chamartín
al estadio Bernabeu, ni al Barcelona denominar
Nuevas Corts al nuevo, sino que a éste lo bautizó
simplemente como el Nou Camp. Y a todo esto, llamando
a la puerta el tricentenario del nacimiento de
Salzillo. Nadie dudará de que no hay
nombre más emblemático para Murcia que el del
gran escultor murciano. Ya que Francisco Salzillo
no tiene ni un grandioso monumento, ni una amplia avenida (pues la Gran Vía es la Gran Vía a secas, por mucho que se emperren los
“atascados” urbanistas), ¡qué buena oportunidad
para difundir el nombre de Salzillo por toda España,
dedicándole el nuevo estadio de fútbol! El objetante
de turno argüirá: ¿Es que Salzillo jugó al fútbol?
Y yo redarguyo: Tampoco el poeta José Zorrilla
fue futbolista, y el campo de fútbol de Valladolid,
su ciudad natal, se llama estadio Zorrilla. Una
apostilla final: ¿Por qué ese empeño republicanoide
de apearle al Real Murcia el apelativo de Real,
y no se le quita al Real Madrid ni a la
Real Sociedad?
EL ALBOROQUE DEL
BROKER
¿Quién les iba a
decir a aquellos marchantes de antaño, emblusados
y armados de su inseparable “gayao”, que, cuando
invitaban a nuestros abuelos al alboroque, una
vez cerrado el trato, barruntaban o preanunciaban
al “agresivo” broker de hoy? Dígase lo mismo de
aquellos corredores de fruta, diestros en “afarrasar”
o calcular a ojo la cosecha en el árbol. Los tratantes,
que agasajaban en el ventorrillo al comprador
con el alboroque de cascaruja y unos chatos de
vino, presagiaban la moderna figura del asesor
o intermediario en compraventas, agente financiero
o bolsista,
que todo eso denota el inglés broker. A mero despiste se deberá
el no haber metido ya la
Real Academia ese término entre
la plaga de anglicismos que pululan en su Diccionario.
No parecen apareables
estos dos voquibles, alboroque y broker, y sin
embargo son parientes muy cercanos, pues comparten la
misma raíz árabe buruk, según afirma el
Oxford Dictionary of English Etymology
(1995), y confirma el Diccionario de Arabismos,
de Corriente (1999). En la Alta Edad Media, los árabes dominaban el tráfico
mediterráneo, de ahí que impusieran
tecnicismos comerciales, como éste, que,
adoptado por los normandos, se introdujo en francés
(brocour) e inglés (broker). Nótese que alboroque tiene el mismo origen que baraka, ‘bendición’,
pues el alboroque significa bendición de la venta.
No es murcianismo alboroque, sino voz patrimonial
romance, documentada desde el siglo X.
Oigan a Lope de Vega: “Pagar tenéis el vino, en
alboroque/ del famoso vestido que os han dado”
(El perro del hortelano). El polimórfico vocablo
(alboroque, albaroque, albodoque) es un iberismo
difundido desde Galicia o Aragón hasta Canarias,
pasando por la Mancha, Murcia y Andalucía,
amén del catalán alboloque, el portugués alborque o el
vasco alboroka.
(Publicado en La Razón, de Murcia, 7-6-2005)
LA ACADEMIA SE
DESPEREZA
La Real Academia de la Lengua está decidida a encarar
el amazonas de anglicismos que anega su Diccionario,
según declaraba recientemente Guillermo Rojo,
su Secretario: “Hay que decir no al anglicismo
sin razón, y poner en marcha una política a priori,
porque cuando una palabra se introduce en la lengua,
es muy difícil erradicarla”. Me figuro ya a los
inmortales rebullendo en sus poltronas,
dispuestos a proponer los vocablos españoles
equivalentes a cada término del caudaloso léxico
ánglico, que nos
inunda. Con que se entretengan en buscar paralelos
a los extranjerismos en -ing, de los que está
sembrado el Diccionario oficial, ya tienen tarea
para rato: casting, catering, pressing, bullying,
mobbing, brushing, ranking, feeling, consulting, footing, jogging, trekking, surfing,
y un largo etcétera., aparte de los omnipresentes
look, web, blog, email. En lenguaje informático,
lo único positivo ha sido traducir mouse por ratón,
con plena aceptación. El intruso overbooking ya
está entronizado mediáticamente, cuando tan fácil
es decir sobreventa o sobrereserva, al estilo
de sobrepeso, sobrecarga, sobretasa. Ayer decía
una locutora: “Las playas, debido al buen tiempo,
amenazan overbooking para hoy” (¿ya no vale llenazo,
o al completo, o lleno total?). Nunca peor usado
overbooking, pues la playa, por ser lugar abierto,
sin número de plazas, no admite reservas. Pese
a Lázaro Carreter, todavía se oye, por ejemplo,
vuelos domésticos (¿de la ducha a la cama?), en
lugar de vuelos nacionales. Respecto al casting, ¿por qué no aplicarlo también a la Selección o Casting
Nacional de fútbol? En cuanto al bullying escolar,
se escribe y pronuncia mal, pues no se trata de
nuestro ‘bullir’, sino de “bull”, ‘toro’, de donde
‘embestida, acoso’. Y, ¿qué decir del horrísono
“esponsorizar”, de sponsoring, como si no existieran
patrocinar, apadrinar, subvenir, respaldar, sufragar,
financiar, o se inventa el neologismo “amecenar”?
(Publicado en La
Razón, de Murcia, a 23-8-2005)
ENCEBRAS DE JUMILLA
Como saben los ecologistas,
son incontables las especies animales desaparecidas a través de los siglos. Entre
ellas, el francolín medieval, ave muy estimada,
de sabor similar al de la perdiz. Hubo, a su vez,
en España un
animal solípedo, el cebro o encebra, un onagro
o asno salvaje, que debió de extinguirse a finales
del siglo XVI o en las primerías del XVII, y del
que existe copiosa documentación literaria y toponímica.
Baste con nombrar el conocido “Libro de la
Montería” de Alfonso XI, redactado
en el siglo XIV, donde se mencionan varios lugares
de encebras, precisamente ubicados en el sureste
español. Su nombre primitivo de encebra, de discutida
etimología latina, significa ‘caballo veloz’. Abundaba
en España en la
Edad Media, como lo demuestran
los numerosos lugares con el nombre de Encebras
o la raíz Cebr-:
Cebral y Cebreiros (Galicia), Cebrecos
(Burgos), Cebrones (León). El geógrafo Madoz (1847)
cita tres aldeas en la provincia de Albacete:
Encebras (término de Albacete), El Encebrico (Paterna)
y Los Encebros (Barrax). El pueblo abulense de
Cebreros se inventó un arbitrario escudo con una
cebra rayada, animal desconocido en la península.
La auténtica cebra rayada africana fue descubierta
por los portugueses en sus viajes de circunnavegación
por la costa oriental de África a últimos del
siglo XV, y se le denominó encebra o cebra por
su parecido físico con la conocida encebra euroasiática,
excepto en la
piel listada de aquella. Actualmente subsisten
dos lugares con idéntico nombre en los colindantesmunicipios
de Jumilla (Murcia) y del Pinoso (Alicante); pero
esos dos caseríos homónimos no están contiguos,
sino separados por unos 50 kms. La aldea murciana
se llama Las
Encebras o Casas de las Encebras, y la alicantina,
Las Encebras o Ensebras o Les Ensebres. Por ambas zonas, en época medieval,
debieron campar libremente las encebras o “asnos
monteses”.
(Publicado en La
Razón, de Murcia, a 31-8-2005)
SOBREVENTA O OVERBOOKING
Una de las palabras
más socorridas en verano, especialmente en Agencias
de Viajes, Aeropuertos y Estaciones, es el anglicismo
“overbooking”, en lugar de sobreventa o anteventa
de billetes. Pero, el hortera ya se guardará de
decir (antes muerto que sencillo) que, por exceso
de reservas de la Iberia, estuvo tirado en Alicante
casi 24 horas, antes de salir para Londres. Más
bien, dirá, campanudo: “El vuelo
Alicante-London, antes del take-off,
y a causa del overbooking, estuvo precedido
por un excitante delay (retraso) de unas 24 horas
de relax en el aeropuerto”. ¿Saben
los cursis angliparlas que overbooking no es ningún
término aeronáutico, sino que esa preventa se
usa en muchos servicios públicos, como hoteles,
restaurantes, conciertos (por ejemplo, en el Coven
Garden londinense), centros comerciales o eventos
deportivos, como un método de asegurar que se
cubran todas las plazas disponibles, aunque se
corra el peligro de que no falte ninguna de las
personas preinscritas. Se cuenta siempre con que
habrá fallos en las reservas hechas, por miles
de circunstancias imprevistas. Y es que el pronunciar
la palabra inglesa “overbooking” viste mucho y,
sobre todo, refresca y apacigua el ánimo, después
del canallesco superretraso con que te han “obsequiado”
las compañías aéreas. La palabra de moda
overbooking ha penetrado con tanta fuerza
en esta Catetilandia, que ya amenaza con desbancar
a los vocablos exceso, sobreabundancia o inflación,
como demuestra esta perla, tomada de la prensa:
“Si cada presidente regional organizara elecciones
a su albedrío, podríamos entrar en un
“overbooking” electoral, con media docena
de comicios por año”. Frente al impetuoso incendio
de anglicismos que arrecia contra el idioma español,
nuestros inmortales académicos languidecen, tañendo
pánfilamente la “neronesca” lira.
(Publicado en La
Razón, de Murcia, a 12-8-2005)
LA ZÁRZOLA DE
SOLANO
Quien haya visto
a Solano perorando tronante desde el mostrador
de su murciano tostadero, podrá imaginar la inflamada
oratoria de Castelar en la tribuna de las Cortes.
Nuestro ínclito comerciante esgrime ahora la paleta
con el mismo donaire con que antes manejó la venerable
zárzola. Este vocablo murciano, ausente del Diccionario
académico, denota un utensilio a manera de pala,
adecuado para despachar comestibles (legumbres
secas, harina, cascaruja) y productos agrícolas
y de droguería a granel. Su acepción primera es
marítima, o sea, el balde para achicar agua o
“especie de cucharón de madera para desaguar barcas”,
según el Diccionario Torrevejense, que la trae,
en forma seseante, como sársola. El “Vocabulario
del Dialecto Murciano” la asienta sin acotación
diatópica y la define así: “Pequeño balde de madera,
en forma de cuerno, para desaguar embarcaciones”. El murcianismo zárzola deriva
del catalán sássola, término medieval de marinería,
muy extendido por el Mediterráneo occidental.
La acepción marítima originó la terrestre o comercial,
siendo ésta casi la única conocida en la región
murciana; así, Totana, Cartagena, y
el Noroeste. Lo chocante del caso es que
mi amigo cartagenero César San Nicolás, en su
exhaustivo “Léxico de los marineros en el litoral
de Cartagena”, no haya registrado el término zárzola,
que lo pudo encontrar en su misma casa, si se
le hubiera ocurrido preguntar antes a su propia
madre, que lo conoce en su valor de pala de tienda.
Por su parte, el finchado y acientífico “Diccionario
de nuestra tierra” sólo da la acepción de balde
marinero, ignorando la segunda acepción terrestre,
la más difundida en la
región, y recogida años atrás en mi “Vocabulario
del Noroeste Murciano”. Quien quiera saber bien
lo que es una zárzola, que acuda al barrio murciano
de Santa Eulalia, y el grandilocuente Solano le
dará pelos y señales.
(Publicado en La
Razón, de Murcia, 2-9-2005).
ALFAJORES NAVIDEÑOS
En el Noroeste murciano
(Caravaca, Cehegín, Bullas, Moratalla y Calasparra),
la faena más típica preparatoria de la
Navidad es, sin duda,
el trajín casero de elaborar los dulces
tradicionales de
Pascua. Entre ellos, sobresalen los alfajores,
de claro abolengo árabe, cuyo componente básico
es la miel que aglutina diversos ingredientes.
Lo curioso es que se consumen en las fiestas cristianas
de Navidad, lo que hace pensar en alguna intervención
de los mozárabes. Podría explicarse porque, en
el reino de Murcia, cristianos y musulmanes celebraron
de consuno el nacimiento del profeta Jesús hasta
el final del siglo XIII, o sea, durante todo el
tiempo de dominio árabe. El término alfajor, documentado
ya por Nebrija, con sus cognados alfajur, alajor,
alajur, alajú, está difundido en España con isoglosas
muy discontinuas (Aranda de Duero, Cuenca, Andalucía,
Murcia y Canarias. Concretamente, en nuestra Región
de Murcia, se conoce en las comarcas de Caravaca
y de Lorca. En
cuanto a la variante
alajú, arraigada en Cuenca, es también patrimonial
en Moratalla, y área limítrofe de Albacete (Socovos,
Férez, Letur, Nerpio y Yeste), lo cual descubre
la procedencia conquense de los pobladores. Asimismo,
se localiza en zonas norteñas de Albacete (Munera
y la Manchuela), próximas a Cuenca. Una errónea información
hizo que el gran filólogo Manuel Alvar negara
la presencia de la voz alajú en Moratalla y tierras
albaceteñas colindantes. Este arabismo, llevado
a América por colonizadores españoles, hizo fortuna
en aquel continente, donde se documenta alfajor,
en el norte (México), centro (Nicaragua, Honduras)
y sur (Venezuela y Argentina). No es óbice el
que los alfajores no sean idénticos en todos los
lugares de Hispanoamérica, donde pervive el vocablo,
por habérsele agregado nuevos componentes a la
confección de aquellos, recurriendo a productos
exóticos de cada país (yuca, coco, chirimoya,
piña).
(Publicado en La
Razón, de Murcia, 27-12-2005)
ESPAÑOL BISILÁBICO
A diferencia del
sajón en que predominan los monosílabos, el español básico siente predilección por los bisílabos
(madre, casa, vino,
hijo, puente, cojo, tonto,
amor, tomar, comer, etc.), si bien no tiene
reparo en aceptar toda clase de polisílabos. Modernamente,
por influjo del lenguaje infantil, esa tendencia
a los bisílabos viene tomando auge en el
habla familiar con tal empuje, que a la larga
cambiará la faz tradicional de muchos vocablos,
cercenándolos y trasformando sus plurales. Este
fenómeno de apocopar palabras llevará a la aparición
de dobletes, que con el tiempo podrían suplantar
a las formas plenas primitivas. Siempre ha existido
el abreviar palabras, por simple economía del
lenguaje, pero ahora se ha generalizado tal práctica.
Recuerdo haber oído los “michis”, por michirones,
años atrás. Por
ignorar esta moda del bisilabismo coloquial, el
padre de la actriz Penélope pudo causar a su retoño
un sonrojante daño, que se resolvió recurriendo
al monosílabo Pe. A las formas ya arraigadas en
el uso, como cole, seño, papi, bici, compi, habría
que añadir otras recientes, como suje (sujetador),
manifa (manifestación) y finde, por el sintagma
“fin de semana”. En cambio, no se abrevia colega,
pues habría confusión con el cole. Un caso muy
popularizado es el apócope bisilábico en la onomástica
(Paqui, Valen, Guti, de Paquita, Valentina, Gutiérrez).
Finalmente: Yo rogaría a los periodistas, que
cuando nos relatan casos tremebundos de violencia
doméstica, rechazen el manido eufemismo de “compañero
sentimental”, y digan más bien “compañero semental”,
o escriban bisilábicamente “compisenti”, para
evitar el cruel oxímoron de llamar “compañero
sentimental” al que, desprovisto de sentimientos,
es capaz de matar a su pareja,
sin pizca
de sentimiento. En Hispanoamérica, en vez
de compañero sentimental, usan un fino neologismo,
“marinovio”, o sea, maridonovio.
(Publicado en La
Razón, de Murcia, a 30-11-2005)
NESECITAR, FALSO MURCIANISMO
¿Quién no ha oído
decir a personas mayores, nesecitar,
por necesitar? Sin ir más lejos, mis padres, murcianos
del cogollo de la Huerta, lo decían. Lo cual
no prueba que tal forma metatizada sea un murcianismo.
Y es que, caladas las anteojeras terruñeras que
impiden ver más allá del círculo de la noria regional,
se vuelve a tropezar en la misma piedra del fementido
murcianismo de marras espichar, término jergal antiguo, hoy devenido
vulgarismo corriente en todo el ámbito hispano.
Para desgracia de algunos pretendidos filólogos,
que “desprecian cuanto lingüísticamente ignoran”,
la voz nesecitar
está ampliamente difundida, y se trata de una
metátesis medieval, hoy calificada de vulgarismo.
La lengua castellana se formó del latín corrompido,
en el que pugnaron dos corrientes: la vulgar o
espontánea del pueblo, y la culta, que en este
caso prevaleció sobre la popular. La forma arcaica
nesecitar sobrevivió en zonas rurales, mientras el cultismo necesitar
arrinconó a aquélla, hoy ya expulsada del Diccionario
académico y desaparecida en la lengua uniforme
de las generaciones alfabetizadas y teleamamantadas.
El “acientífico” Diccionario
de Nuestra Tierra disparata, dándola por seguro
murcianismo. Agárrense, ante la lista de áreas
de expansión del arcaismo nesecitar.
Esta variante medieval, además de registrarla
Léxicos murcianos, se documenta también en puntos
muy distantes de la península; tales: Astorga
(León), Colunga (Asturias), Burgos, Navarra, Aragón.
Segovia, Cuenca, Villena (Alicante), Hellín (Albacete).
Argumento irrefutable de su antigüedad, anterior
a 1492, es que los sefarditas expulsados siguieron
usando el vocablo. Un judío portugués, Isaac Orobio
de Castro publicó en Braganza (1618) un libro
en el que aparecen siempre las formas neseçidad,
neseçario, neseçitar. Concluimos remedando al poeta: “Cualquier
filologüelo petulante/ tiene licencia/ de inventar
un idioma (o dialecto) a su talante”
(Publicado en La Razón, de Murcia, a 4-1-2006)
ANGLICISMOS EN TROPEL
Mientras la “angliarrea”
que estraga el idioma español afecte tan sólo
al léxico, aún cabe esperanza. Pero, es que ya
se detectan síntomas alarmantes de que la angliparla
está penetrando
a misma morfosintaxis, o sea la entraña
del idioma. Sirva de botón de muestra el caso
anglicante de las partículas “en” y “dentro de”,
cuyo uso castizo, aplicado al tiempo futuro, se
ha trastrocado enteramente por influjo de sus
correlativas inglesas. Un reciente titular de
prensa rezaba: “Setenta etarras quedarán libres
en dos años”. ¿Qué quiere decir: durante, a lo
largo de dos años (inglés within), o dentro de,
concluido el plazo de dos años (inglés in)? Mucho
más grave aún es la adopción del sufijo inglés
-ing para sustantivos, no sólo en préstamos ingleses
puros, como parking, casting, pressing, sino en
híbridos, propios del spanglish, como puenting,
etc. La última perla anglicada es “comandante
de vueling”, lo que demuestra que la sufijación
inglesa ha arraigado de tal modo en nuestra lengua,
que ya comienza su propagación espontánea en castellano.
Se argüirá: ¡Es que “vuelo” es
larguísimo y dificilísimo de escribir!
Luego a luego, nos meterán “azafata de vueling”, para rematar arrumbando
la voz azafata y adoptando sin rodeos la “españolísima”
stewardess of vueling. Acabaremos diciendo cabestrilmente,
a remolque del inglés: tonto del culing o tío
cabroning, o
sea, el mimetismo elevado a la memézima potencia. Claro que esto
es una minucia en comparación con los descarados
anglicismos que nos abofetean diariamente. El
ultimísimo, que inunda Murcia por mor del turismo,
es el desaborío “resort”, que no tiene que ver
nada con el español “resorte”, y que denota un
lugar turístico. ¿Qué delito habrán cometido los
castizos Baños de Mula para rebautizarlos ahora
como Balneario Resort? ¿Se le ocurrirá a la Real Academia acuñar un equivalente de resort?
(Publicado en La
Razón, de Murcia, a 17-2-2006)
BEBÉ – SEXISMO LINGÜÍSTICO
Felicito a “La Razón” por ser el primer
periódico español que, con sentido común y sacudiéndose
sinrazones normativas, se ha atrevido, por fin,
a usar “bebé” como nombre genérico común (el o
la bebé), contra el preceptivo epiceno masculino
(sólo el bebé), referido incluso a niñas: “Cien
personas se han ofrecido en Brasil para adoptar
a la bebé rescatada de una laguna” (31-1-2006).
¡Cuántos se empecinaron absurdamente en llamar
el bebé a la infantita Leonor, obcecados por el
Diccionario académico, que prescribe el masculino
para bebé! La prensa del 28-12-2005 decía: “Don
Felipe en dos meses se ha familiarizado con el
bebé”. ¿Por qué no llamar la
bebé a una niña neonata? ¿Acaso nace hermafrodita
o asexuada? Desde el año 2000, vengo denunciando
en la prensa tamaño disparate, aunque avalado
por la Real Academia. Extraña
que, contra este caso flagrante de sexismo lingüístico,
no se hayan rebelado ya las más rabiosas
feministas. Es una pena que, por la inercia de
la costumbre, se haya vuelto a las andadas, pero
aquella fecha del último día de enero del presente
año marcará para siempre un hito, por haber roto
el tabú del epicenismo de bebé. ¿Cuándo los periodistas
escribirán con claridad en femenino: “Una hermosa
bebé de 7 kilos, llamada Arancha”, y no, como
hicieron ayer (21-2-2006) “Un hermoso bebé de
7 kilos, una niña llamada Arancha”? ¿Cómo no protestar
ante este repetido caso de sexismo en el lenguaje?
El flamante “Diccionario panhispánico de dudas”
dilucida la cuestión: “En España, bebé funciona
generalmente como sustantivo epiceno masculino
(el bebé); en América, se usa a menudo como sustantivo
común en cuanto al género” (el/la bebé). Incluso,
allí se ha desarrollado doble forma nominal llana:
el bebe y la beba. La Real Academia tiende a ir levantando la mano, a
fin de que se uniformen
las hablas de España y América.
(Publicado en La
Razón, de Murcia, a 26-2-2006)
VIGIR, VERBO FANTASMAL
Generaciones de académicos no han sido capaces de atrapar
en el Diccionario Oficial un verbo escurridizo,
que no es un cultismo hodierno, pues cuenta con
un siglo largo de vigencia en nivel literario.
Por el contrario, un solo académico
ha logrado apresarlo y por primera vez
fijarlo en un Diccionario. Hablo de un verbo intransitivo
defectivo, que no posee comúnmente más que dos
formas verbales, “vige” y “vigen”, parientes de
vigencia, vigor o vigente, derivados del étimo
latino “vigere” ‘tener vigor’. Extrañamente, todos
los lexicógrafos han esquivado ese incómodo espécimen
gramatical. Sólo los autores del Diccionario
del Español Actual (1999),
el académico
Manuel Seco, con Olimpia y Gabino, han
cogido por los cuernos este torillo, aunque para
ello hayan tenido que inventarse el hipotético
infinitivo “vigir”, al que acotan como regionalismo. Tal dúo de formas verbales
“vige-vigen” han vivido clandestinamente hasta
la publicación de ese Diccionario. Es de alabar
el esfuerzo de los autores por buscarle un padre adoptivo a este par de
formas huérfanas, hasta ahora nunca registradas
en gramáticas ni diccionarios. Ni, por supuesto,
el ultimísimo Diccionario
Panhispánico de dudas (2005) se digna prestarle
la mínima atención a tan singular caso. Por fin,
parece legalizada esta pareja de hecho “vige-vigen”.
El futuro “vigirá” apareció en una Hoja del Centro
de Pastoral Litúrgica, de Barcelona (30-10-1988);
y recientemente he leído el gerundio “vigiendo” en Jiménez Lozano.
(Publicado en La Razón,
de Murcia, 15-5-2006)
JAQUE A LA LETRA
JOTA
Los ataques a la
letra jota y a su característico sonido velar
menudean día a día. Hace poco, oí leer en la radio,
“del Libro de “Yob”, en vez de Job. También he oído decir “el profeta Yoel”, en
lugar de Joel. Por doquier se oyen los anglizantes Yénifer, Yónatan, Yésica, Yudith (escrito con
la inútil h, de
Esther). El castellano se ve atenazado por las
lenguas vernáculas catalán, vascuence y gallego,
que carecen del sonido gutural de jota, amén del
omnipresente inglés, que tampoco lo tiene. Si
a esto añadimos la desbravación del sonido velar,
convertido en h aspirada, como ocurre en parte
de Andalucía, Canarias y en casi toda Hispanoamérica,
se comprenderá mi dolorido sentimiento al ver
a nuestra lengua española agredida a mansalva.
Entre el lenguaje anárquico de los sms y la marea de ignorancia logseana creciente,
a la renombrada ortografía castellana nos la van
a dejar hecha unos zorros, de forma que no la
va a conocer ni la Real Academia que la
parió en el siglo XVIII. La ortografía española
es un prodigio de fonetismo inteligente, que causa
envidia a las demás lenguas. Por eso, nos quieren
descuajaringar a la vez la ortografía y la fonemática,
a fin de destruir nuestra identidad lingüística.
¡Hispanohablantes, salvemos la jota y nuestra
ortografía! Claro, que por muchas jotas que nos
quieran quitar, siempre reconfortará oir el rotundo
murciano-manchego ¡pijo! y los sonoros ¡joder,
joer, jodo! Refiero la anécdota que contaba mi
profesor de literatura sobre el genial Quevedo.
Su amigo D. Andrés, capellán de unas monjas, quiso
probar la capacidad versificadora del escritor,
y lo retó a componer una cuarteta, que incluyera
el nombre de Job en cada verso. He aquí la estrofa,
que improvisó el endiablado poeta: “Job dio la
madre Abadesa/, Job dio también sor Inés/, y porque
todos Job dieran/, también Job dio D. Andrés”.
(Publicado en La
Razón, de Murcia, a 5-12-2005)
INSULTO A LA JOTA
Entre el cúmulo
de mamarrachadas con que nos vienen obsequiando
últimamente los políticos españoles, destaca la
de un ínfimo politicastro catalán, de cuyo nombre
no vale la pena acordarse. El tal sujeto ha excretado
una sansirolada infame contra la lengua castellana
o española, la cual sigue impoluta, por mucho
que cualquier cretinoide babee contra ella. A
este despreciable fulano, que sin duda será bilingüe
castellano-catalán, no se le ha ocurrido otra
cosa que burlarse de la lengua castellana para
disuadir a los catalanes de que la usen, por dos razones. Primera, porque es
una lengua de “pobres, horteras y analfabetos”
(por ejemplo, los premios Nobel que lleva recibidos).
¿No se deberá a pura envidia el intento de la
pigmea Rosa Regás de expulsar de la
Biblioteca Nacional al leídisimo
“monstruo” Menéndez Pelayo, que si no hubiera
muerto a los 51 años, se hubiera “bebido” todos
los libros de la
Biblioteca Nacional, de la que
fue fundador y director? Y segunda, porque a su
juicio adolece de “sonidos feos y vulgares como
la jota gutural”, grave defecto del que carece
la lengua catalana. Como si las lenguas fueran
bonitas o feas, según nos parezca al oído. Así,
me explico yo la campaña sutil contra el sonido
de jota en la toponimia y onomástica, debido no
sólo al influjo del inglés, sino también a influencia
del catalán, valenciano o gallego (Girona, Judit,
Joel, Xátiva, A Toxa, Maruxa). Viene de molde
recordar aquí la frase atribuida al emperador
Carlos V sobre las lenguas que él conocía: “Hablo
en español a Dios, en italiano a las mujeres,
en francés a los hombres, y en alemán a mi caballo”.
FÚTBOL, REQUETEFÚTBOL
No ya hasta en la
sopa, sino hasta en el cocido y en el postre nos
topamos con el fútbol. Antes, la mitad del género
humano, se mantenía al margen de esa pasión. Con
esto de la igualdad de sexos, la mujer se propuso
emular al varón en todo, tabaco, alcohol, drogas,
y cómo no, en fútbol; y así,
irrumpiendo con entusiasmo en el deporte
del balón, ha incrementado sobremanera la afición
a ese deporte. Aguantaremos, resignados, el amargo
trago de que nuestra Selección (¿o se dice Casting
ahora?) se vuelva de Alemania con el rabo entre
piernas, como suele. Pero, lo que siempre tendré
atragantada es esa espina de la t implosiva antiespañola,
que se nos clava en las entretelas de la lengua
cada vez que vemos escrita la palabra fútbol.
Porque, esa es otra. Todos escribimos la fatídica
t; pero ¡vamos a ver! que levanten la mano los
que la pronuncian bien. ¡Ni llegan a los dedos
de una mano! En su lugar, se oyen perfectamente
las sonoras l/r, por mucho que se empecine la Real Academia en condenar
esa pronunciación. Me gustaría grabar a los académicos
cómo pronuncian esa palabra en sus charlas coloquiales
sobre fútbol. Envidio a los portugueses que supieron
adaptar a su idioma la voz futbol, intercalando el infijo de una vocal
eufónica (futebol)! Ahora, que el fútbol está
en la cresta de la actualidad y los aficionados
tocan madera para que se vea en toda España el
Mundial, yo también voy a echar mi cuarto a espadas
en el asunto del fútbol, aunque sólo en su aspecto
lingüístico. Mariano de Cavia fracasó con su neologismo
balompié. Pero, lo que no se puede es dar coces
contra el aguijón, o sea, contra el genio de la
lengua, que rechaza la t final. Así, aunque el novísimo Diccionario Panhispánico
se empeñe en rechazar el vulgarismo fúlbol, su
fuerza es imparable, y día vendrá en que la
Real Academia se rinda a la evidencia
y admita en su Diccionario esa forma sonora, desterrando
la encocorante t final que nadie pronuncia.
(Publicado en La
Razón, de Murcia, 2-6-2006)
REQUIEM POR SENDOS
De la larga serie de numerales distributivos latinos,
el único representante en castellano es el vocablo
“sendos” (aragonés “senglos”), con el mismo valor
semántico que su étimo “singulos” ‘uno para cada
uno de dos o más’. Subsisten otros distributivos,
lexicalizados como sustantivos (terna, terno,
cuaderno, novena, quinario). Error garrafal es
asignar a “sendos” el valor de ‘dos’.
He aquí tres ejemplos, recogidos de periódicos. Uno,
muy bien usado: “La
Policía detuvo ayer a tres inmigrantes
sobre sendos neumáticos hinchados con los que
cruzaron el Estrecho”. Se alude a tres individuos
y tres neumáticos, cada individuo con el suyo.
Otro, mal usado. “La Policía ha detenido
a un marroquí de 19 años y a otro menor de edad
como presuntos autores, junto a un tercero que
está siendo buscado, de sendos robos”. Después
se explica que los robos han sido dos, y los ladrones
tres, que han actuado unidos. Se trata, pues,
de dos robos, cometidos por tres personas juntamente,
por lo que es incorrecto decir sendos robos. Por
no entender el sentido de sendos, se aplica mal
a dos robos perpetrados por tres individuos conjuntamente,
y así se cae en el disparate de suponer tres robos
de los que cada robo se asigna a cada uno de los tres detenidos, cuando la
realidad es muy distinta, ya que sólo han sido
dos los robos, y ambos cometidos por los tres
individuos de mancomún. Otro, peor usado: “Dos
hermanas gemelas dan a luz dos niñas el mismo
día”. Aquí era obligado poner sendas, o sea, cada
hermana una niña, no dos niñas gemelas cada una,
como podría interpretarse.
Sirvan estas líneas de elegía a este adjetivo español, ya casi agónico, tan
magistralmente usado por Cervantes: “Sancho, mirando
a todos los del jardín, dijo que le ayudasen en
aquel trance con sendos paternostres (sic) y sendas
avemarías”.
(Publicado en La Razón,
de Murcia, a 2-8-2006)
REMACHANDO PÚAS
Recientemente, tratábamos
del murciano púa, en el sentido figurado de ‘deuda’,
con su novísimo derivado puero, exponente de la
vitalidad de tal acepción. Este significado
de púa y el audaz neologismo puero ‘propenso a
dejar púas’ han de ser privativos murcianos, pues
no los consignan los Diccionarios generales (ni
el Académico, ni el del Español Actual). Hay todavía
un tercer miembro, el verbo empuarse ‘endeudarse’,
que completa la familia semántica de púa ‘deuda’.
Todo proviene de la frase comprar o dejar a la
púa, o sea, al fiado, lo que el tendero anotaba
en un papel, que
ensartaba en una púa clavada en la pared.
El paso siguiente fue la metonimia de sustantivar
púa, como sinónimo de deuda. Calculo que lleva
ya circulando este murcianismo más de medio siglo
largo, pues parece remontarse a la posguerra.
Por los años sesenta ya estaba consolidado el
giro a la púa. De hecho, en mi Vocabulario
del NO. Murciano (1991) se documenta con cita
del escritor ceheginero Salvador García Jiménez:
“Un entierro con ataúd dejado a la púa” (Puntarrón,
1970, 61). Igualmente, el Diccionario
Icue (2ª
ed. 1997) registra su uso en Cartagena.
En cuanto a púa,
hay todavía algo más escandaloso. Esta voz, en
el español murciano, se emplea, en sentido directo,
con el valor de ‘clavo’. Tal acepción no la recogen
ni el Diccionario Académico, ni el Vocabulario
del Dialecto Murciano, de García Soriano.
Y está tan extendida como la metafórica de púa
‘deuda’. Junto al Diccionario
Icue (1986), lo trae también mi
sobredicho Vocabulario
del NO. Murciano (1991), con cita del novelista
caravaqueño Gregorio Javier: “Un cartel, clavado
con cuatro púas” (Caravaca
de la
Cruz, 1961, 213). Tampoco
falta en el Diccionario
Almeriense (2ª ed. 1991), como usual en la Almería “murciana”.
En definitiva; que la
Región de Murcia está dejada,
no de la mano de Dios, pero sí de la atención
de la
Real Academia Española.
COMUNICACIÓN A LA
REAL ACADEMIA – 1 PÚA
DOBLE ACEPCIÓN
En el español murciano,
el vocablo púa posee dos acepciones peculiares,
que nunca se han recogido en el DRAE. Tampoco
las registró el clásico Vocabulario del Dialecto Murciano de Gª Soriano. Ambas son de empleo
general.
1. púa (acepción directa) ‘clavo, de cualquier tamaño, sin apenas cabeza’.
De uso común e inmemorial en todos los niveles
de habla. El término clavo se aplica a los que
tienen cabeza y cuerpo más anchos.
Doc.: Francisco
Gómez Ortín, Vocabulario
del Noroeste Murciano:(Murcia 1991) “Un cartel,
clavado con cuatro púas” (novelista caravaqueño
Gregorio Javier Gómez,
Caravaca de la
Cruz, Barcelona 1961, 213).
También consta en el Diccionario
Icue (1986), de Cartagena, en el Vocabulario
de las Hablas Murcianas (2000), de Diego Ruiz
Marín, y en el Diccionario Almeriense (2ª ed.1991), de
Rueda Cassinello, pero falta en el Vocabulario
Andaluz, de Alcalá Venceslada.
2. a la púa, loc. adv. ‘al fiado’. La
frase comprar o dejar algo a la púa o al fiado
se originó de la costumbre o práctica
de hacer compras sin abonar nada a cuenta,
dejar debiendo el importe total o parcial, lo
que el tendero, confiado en la honorabilidad de
los parroquianos, solía anotar en un papel, que
ensartaba en una púa clavada en la pared, método
primitivo de contabilidad. De ahí, por metonimia,
pasó a tomar el sustantivo púa el significado
de deuda. Calculo que llevará ya circulando este
murcianismo más de medio siglo largo, pues tal
forma de comprar parece remontarse a la posguerra,
cuando cundía la miseria. Por los años sesenta
ya estaba consolidado
el giro a la púa.
Doc.: F. Gómez Ortín,
Vocabulario
del Noroeste Murciano (1991): “Un entierro
con ataúd, dejado a la púa” (Salvador García Jiménez,
escritor de Cehegin, Puntarrón,
1970, 61). Antonio Martínez Cerezo, en Murcia,
de la
A a la Z (1974). Jaime Campmany: “Los
muebles comprados a la púa” (El
jardín de las víboras, 1996, 41). Lo trae
también el cartagenero
Diccionario
Icue (2ª ed. 1997).
3. púa (acepción figurada) ‘deuda’. Del giro popularizado
a la púa, se pasó, por simple metonimia, al sustantivo
púa ‘deuda’. Ejemplo: “- Fulano tiene mucho dinero.
– Lo que tiene son muchas púas”. Hay una frase
muy expresiva, que aúna las dos acepciones de
púa, la figurada (deuda) y la recta (clavo): “Fulano
tiene muchas púas (deudas). – Lo que tiene son
clavos” (deudas muy grandes, como clavos, que
son mayores que
púas).
De esta 2ª acepción
se derivan dos vocablos, que evidencian el arraigo
y vitalidad del murcianismo. Forman, con púa,
un trío de miembros de una familia semántica.
4. empuarse, v. ‘endeudarse,
llenarse de púas’.
5. puero/a, adj.
‘propenso a comprar o dejar a la púa’.
Término de reciente acuñación, bien ahormado,
presenta un ligero problema prosódico-ortográfico.
Se pronuncia como trisílabo (de púa, pu/éro),
y debería escribirse, al principio, con diéresis
(püero), aunque luego, con el uso, devendrá bisílabo,
como ruido, de rüído.
BISILABEANDO
Si quisiera enumerar
todos los acortamientos de nombres detectados,
seguro que llenaría el breve espacio de esta columna.
Ahí va una hilera de ejemplos. Del fútbol: Barça,
Recre, Depor, Poli, Alba. Donde más se nota este
bisilabismo es en la onomástica y en nombres hipocorísticos
o afectivos. Nombres de varón: Dani, Pencho, Pancho, Paco, Pepe,
Juanjo, Juanma, Juanfra, Edu, Javi, Maxi,
Migue. Nombres de mujer: Mari, Montse, Cristi,
Valen, Sacra, Isa,
Merche, Mamen, Bea, Vane, Inma,
Cati, Asun,
Tere. Se exceptúa Pe (Penélope), por razón obvia.
Jose (llana) es común a ambos sexos, así como
Manu. Ya va siendo atosigante la tendencia popular
de apocopar las palabras polisílabas, convirtiéndolas
en bisílabas llanas, moda que no amaina, sino que parece arreciar, sobre todo
entre niños y
jóvenes. El caso más
extremo de apócope lo acabo de hallar en la columna de la periodista Mª José
Navarro (La Razón, 27-10-2006).
No sé si es creación
personal de ella, o ya circula por ahí
tal uso (“Como te digo una co, te digo la o”).
La apocopación se está convirtiendo en un alarmante
y pertinaz ataque contra la esencia de la lengua
española, que es el
plurisilabismo. La variedad silábica y
tónica del español contribuye a su armonía, a
diferencia de otras lenguas como el francés (con
predominio de agudas) o el inglés (con prevalencia
de monosílabos). En español abundan los bisílabos
llanos, de donde tal vez se haya originado la
costumbre actual de reducir vocablos polisílabos
a bisílabos, cercenándolos a tajo. Esta moda procede del habla infantil que se
propaga primeramente al lenguaje femenino por
su trato más directo con los niños, y luego contagia
a los adultos. El niño tiende a decir palabras
de dos sílabas llanas, por ser más fáciles de
retener, y los mayores, al hablar con ellos, procuran
imitar su lenguaje
(cole, seño, peli,
pelu, peque, presi, profe, dire, cumple,
papi, mami, guarde, porfa, vacas, zapa), y al
final adoptan tal práctica en el habla coloquial.
Esa boga distorsionante recurre a la aféresis,
cortando por delante (Lina, Tina, Toñi, Nacho,
Nando) o a la apócope, por detrás. Son múltiples
los ejemplos del segundo tipo de abreviación:
tele, poli, prota, paracas, pasare(la),
progre, Inmo (biliaria). Hay formas breves (taxi,
moto, cine, foto, mili) ya tan consolidadas que
han desplazado a sus originales. La desinencia
normal de nombres femeninos en
–a, y la de los masculinos en –o se ve
ahora trastrocada en la onomástica: Vero (Verónica)
o Bego (Begoña), frente a Rafa (Rafael) o Salva
(Salvador) o Chema (José María).
Hay algo más irritante, y es el acortamiento
cursi con final en la proclítica: finde (semana) o Juande (Juan de Dios, ¡uf! Dios), cuando lo
lógico sería suprimir
la partícula de y soldar ambos sustantivos, al
estilo de los compuestos bocacalle, hijoputa o
Valparaíso.
(Publicado en La Razón, de Murcia, a 14-11-2006)
COMUNICACIÓN A LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
- 2
Vocablos con el
significado de “portador de las andas o trono
en procesión religiosa”.
(Se cita la ed. 22ª del DRAE (2001). He reunido una familia semántica
de 10 términos específicos:
1º. andero, voz que el
DRAE supone
ser la general castellana. En la región de Murcia
se emplea en varias comarcas (Noroeste, Jumilla,
Lorca).
2º. carguero, bastante
extendido por Hispanoamérica (acep. ausente del
DRAE).
3º. costalero (Sevilla),
recogido en el DRAE, And., pero descrito con más
precisión en el V.Andaluz de A. Venceslada: “los que llevan los pasos de las imágenes, con un costal relleno
que se colocan en la cabeza y les cae por la espalda”.
El oficio y palabra de costalero se ha difundido
por la Andalucía oriental; así, en Baza (Granada).
4º. santero (Córdoba) ‘individuo
que lleva las imágenes en Semana Santa’ (VAndaluz, no DRAE).
5º. horquillero (Granada),
admitido en el VAndaluz
: “individuo que lleva las andas de una imagen
en las procesiones. (Es voz de Granada, donde
hay un cuerpo de Caballeros horquilleros de Nuestra
Señora de las Angustias)”. También lo trae, como
regionalismo, el DEspañol Actual (1999): ‘hombre que lleva las andas en una procesión’.
Falta en el DRAE. Lo ignora Corominas. El término
horquillero se encuentra varias veces en las Constituciones
de la Hermandad de San Francisco de Asís, de Granada
(1675).
6º. guizquero (propio de
Jaén), registrado en VAndaluz,
no en el DRAE.
7º. pianero (de piana,
peana), ‘porteador en los pasos de Semana Santa”,
voz privativa de Zaragoza ( Andolz,
Diccionario Aragonés). Falta en el DRAE.
8º. cuadrillero (Orihuela,
Alicante), ‘el que porta el paso en Semana Santa’
(J. Guillén, El Habla de Orihuela).
9º. estante (ciudad de
Murcia), ‘hombre que en compañía de otros lleva
los pasos de Semana Santa’ ( DRAE, Mur.).
10º. portapasos (ciudad de
Cartagena), sólo en
el cartagenero Diccionario Icue, de Botella Serrano, ’costalero
de los tronos de la
Semana Santa’. Definición errónea,
pues costalero es el que va metido debajo del
trono levantando el paso con los hombros, a diferencia
del estante murciano y del portapasos cartagenero,
que van de pie, fuera del trono, sosteniendo el
trono con el hombro bajo el varal, como hace el horquillero.
Nota. Para evitar sexismo en el lenguaje, hoy que
las mujeres llevan las andas en algunas procesiones,
habría que cambiar “hombre” e “individuo” por
“persona”.
EL SUFIJO MURCIANO
-ICO
Sobre el diminutivo-afectivo murciano en -ico, lo único
que muchos de los murcianos acaso sepan es la
procedencia aragonesa de tal sufijo, cuyo origen
más lejano desconocen.
Aunque el –ico cundió también por Castilla y casi
toda la Península, hoy su
difusión geográfica afecta mayormente al dialecto
murciano, al andaluz oriental y al aragonés; y
también se usa en los dialectos del sur de Italia.
Sin embargo, ¿cuál es la remota ascendencia de
tal sufijo –ico? Se han propuesto varias teorías
(ibérica, celta, vasca, africana, latina y germánica).
De todas, la que más fuerza cobra ahora es la
africana, por ser la zona del Norte de África
romanizado donde se ha detectado el más antiguo
testimonio de la desinencia -ico, -a: Bonicca,
como nombre de niña. Curiosamente, hoy se puede
oir “bonica” en todo el arco mediterráneo, desde
Granada y Almería hasta los Pirineos (Navarra,
Aragón, Cataluña). En nuestra Región Murciana,
continúa arraigado el sufijo –ico, si bien se
han difuminado la variante –iquio y la chicheante
–ikchio. Pese al conato
allanador de la tele, aún perdura el -ico
murciano, sonante y vigente, desde el “bordesico”
cartagenero o la “ampostica” lorquina hasta la Fuensantica capitalina,
la
Maravillicas ceheginera, la jumillana
Abuelica Santa Ana o los “libricos” de Yecla,
sin olvidar la Piedaíca de la granadina Baza.
Todavía hay murcianos
que se avergüenzan de su –ico patrimonial, una
seña de identidad regional, porque ignoran su
alcurnia. ¿Saben estos vergonzantes murcianos
que el –ico no sólo fue abrazado por el poeta
archenero Vicente Medina, sino usado con naturalidad
por los genios de nuestra lengua Cervantes, Quevedo,
Lope, Calderón
o Santa Teresa? Pero hay más: la autoridad
de Menéndez Pidal certifica que el sufijo –ico es de indudable origen prerromano,
o sea, de bastantes siglos antes de Cristo.
NOVEL, NO NOBEL
Tuve que frenar
mi primer impulso de arremeter contra esa barbaridad
ortográfica de confundir nobel con novel, al recapacitar que tal vez fueran simples erratas o baile de
duendes del teclado, puesto que las dos teclas
b y v se encuentran juntas. Si a esto se añade
que se trata de La Razón, de Murcia, donde tan buena acogida reciben
mis escritos, no debería hurgar en la herida.
Pero, recordando a la vez el dicho latino: Amicus
Plato, sed magis amica veritas (Platón es mi amigo,
pero más amiga es la verdad), y sobre todo en
atención a las innumerables víctimas inocentes
logseanas, juzgo conveniente aclarar la metedura
de pata. Hemos leído “conductor nobel” y “conductores
nobeles” lo que estride a la vista. La noticia,
como está, en sí ya es un chocante oxímoron. “Un
conductor nobel murciano, (o sea un merecedor
del premio Nobel en conducir), pierde todos los
puntos”, resultando que es un mastuerzo descomunal
(no un émulo de Fernando Alonso, premio Príncipe
de Asturias, como el nobel a primera vista pudiera
sugerir). Aunque nobel, sea vocablo agudo en sueco,
ha cundido mucho el acento llano, acaso por creerlo
inglés. El Diccionario
de la
Real Academia Española y
el Diccionario
Esencial registran el término nobel sólo como
agudo. Sin embargo, el acento llano de la voz
nóbel me temo que sea muy difícil de desarraigar,
pese a la recomendación del Diccionario
Panhispánico de Dudas. Tal vez debió de ser
la existencia del adj. novel ‘principiante’, la
que impuso la acentuación llana de nóbel, para
diferenciar los dos vocablos homófonos, tan antagónicos
semánticamente: nobel
‘supersabio, cima del saber’, frente a novel
‘principiante, aprendiz’ (de ahí la
L del inglés leaner en el coche).
COMUNICACIÓN
A LA REAL
ACADEMIA ESPAÑOLA- 3
- HELOR
En reciente anochecer nublado, dos mujeres cruzan la murciana plaza de
Sto. Domingo. Una dice: -No hace frío-. Contesta
la otra: -Pero hace helor-. Y es que el concepto
de helor, que el DRAE define 'frío intenso
y penetrante' tiene en Murcia un matiz que
escapa a lexicógrafos. El helor transe
huesos en días otoñales lluviosos o "emboriados"
y en noches invernales encapotadas. Con cielos
soleados, puede hacer frío cortante, si sopla
del norte, pero el helor alude más al ambiente
húmedo que entumece miembros.
Frente a la voz frío, de valor denotativo neutro
sin marca afectiva, el lexema helor presenta
una faceta connotativa de frío más subjetiva.
El sufijo -or de agente expresaría la acción del
frío, que se infiltra lentamente hasta enroscarse
en los huesos. El helor es una sensación
de frío asociada a la humedad. No es cuestión
de temperatura, sino de sutileza sensitiva. Lo
cual no empece para que helor se use a veces como
sinónimo general de frío. Es de género ambiguo,
si bien en habla popular y rústica es más común
el uso como femenino, al igual que calor o sudor.
Corominas lo supone catalanismo (de geló(r),
pero yo lo creo más bien aragonesismo, pues lo
documenta Andolz, como elor en el Bajo Aragón, aunque no lo registre
el ALEANR. Se extiende su isoglosa por Villar
del Arzobispo, Albacete (Quilis,
Habla de Albacete, y García Payer, El
castellano en Casas-Ibáñez), Alicante (Guillén,
Habla de
Orihuela, Soler, Diccionario
Villenero y Pérez Maeso, Diccionario
Torrevejense), y por el dominio murciano (A.
Sevilla, García Soriano, Diccionario Icue de Cartagena, Diccionario
del Habla de Yecla, 1999), y cundiendo a la Andalucía murciana,
como Almería (Diccionario
Almeriense) y Granada (corriente en Baza,
y G. Salvador lo tiene por murcianismo en su Habla
de Cúllar-Baza). Ni se olvide el yelor
de los judíos sefarditas (Diccionario
Básico Ladino Español). Tal vez el vocablo
helor podría considerarse como orientalismo, pues
está documentada su vigencia
actual en casi toda la zona castellanoparlante
oriental.
Amén de ser una voz usual en todos los niveles diastráticos
del habla regional, es término tan prestigiado,
que ningún literato murciano rehusa emplearlo.
El vocablo helor, tardíamente admitido
por la
Academia, llevaba la señal diatópica
Murc. hasta que
fue suprimida en 1992, lo que no obsta para que
helor sea un murcianismo alcurniado, vigente
hoy en todos los sectores y edades. A su vez,
el Diccionario del Español Actual, copiando
al DRAE, recoge helor sin etiqueta
de regionalismo, pero se ve obligado a documentarlo
precisamente con sendas citas de Castillo-Puche
y del albaceteño Rodrigo Rubio.
Hay una extraña cita de Ramón Gómez de la Serna (n. Madrid): “Gritábamos
para que no se hiciese morado el helor” (“Historia de una verdadera noche toledana”, en Automoribundia, Obras Completas, XX. Barcelona. Galaxia Gutenberg,
1998, 340). Creo que el empleo de helor
es aquí meramente libresco, o lexicográfico, y
habrá sido escogido por su sonoridad frente al
manido término frío. Me atrevo a inculpar
de esto a Casares por haber suprimido las marcas
diatópicas en su Diccionario
Ideológico, tan socorrido, lo que
induciría a más
de uno a elegir voces regionales, sin saberlo.
Existe un derivado, que recojo en mi Vocabulario del NOMurciano (1991): helazón ‘efecto de congelarse personas
o animales por el extremado helor, congelación’
(no helada). El Vocabulario de las Hablas Murcianas (2000),
de D. Ruiz Marín, trae helorcico
(diminutivo con valor de aumentativo) ‘Frío muy
intenso’: “El helorcico que hace/ dasta los güesos
se entra” (V. Medina, Tempranico). Se trata simplemente de una antífrasis, frecuente con
diminutivos.
CITAS LITERARIAS.
Gabriel Miró (n. Alicante): “El lego transpiraba un
helor azul” (El
obispo leproso, 284, cit. en VDialecto
Murciano, de Gª. Soriano).
Vicente Medina (n. Archena): “Paraliza el helor los
correntales” (Aires
murcianos, 1981, 57). José Frutos Baeza (m.
1918): “porque la helor güerve mona/ no al busano,
al hombre mesmo” (Agua
y frío, cit. en Ruiz Marín,
Vocabulario de las Hablas Murcianas, 757).
Pedro Jara Carrillo (n. Alcantarilla): “El pobre soldado
iba temblando del helor, que se le había metido
en los tuétanos” (Palabras y cuentos viejos. Murcia, Imp. Lourdes, 1918, 39).
Antonio Martínez Cerezo (n. Murcia): “La nieve, envolviendo
el mundo en frialdad y helor” (Odisea
blanca. Madrid, Alfaguara, 1986, 85). Id.:
“El helor que sentía por dentro era superior al
del viento que azotaba su cara” (O. c., 223).
José María Álvarez, poeta culturalista (n. Cartagena):
“Extensas soledades que resuenan/, implacables,
ese helor” (“Desespoir d’une beauté qui s’en va
vers la mort”, en ABC
de las Artes y Letras, 21-5-2005).
José Luis Castillo-Puche (n. Yecla): “Me metí suavemente
en la corriente, hasta notar su helor piernas
arriba” (Conocerás el poso de la nada, 1982, 205).
Id.: “Estaba helada y su helor era como si helara
el aire de todos” (El amargo sabor de la retama, 1979, 128).
Carmen Conde (n. Cartagena): “Un helor súbito coagulará
su circulación” (Creció
espesa la hierba. Barcelona, Planeta, 1979,
102).
Gregorio Javier (n. Caravaca): “Mis dos manos se bebieron
todo el helor que ellas robaron al frío de la
noche” (Caravaca de la Cruz. Barcelona, Pareja,
1961, 21). Id.: “Frotó una mano contra otra hasta
hacerlas perder su helor” (Siglo
XX. Madrid, Ed. Quevedo, 1965, 228).
Id.: “Sintió frío, un extraño helor que
le llegaba a la sangre” (Después de nunca. Barcelona,
Picazo, 1976, 236).
Antonio Segado del Olmo (n. Murcia): “Aquellas alboradas
a las que él había asistido hacía años,
con el helor del rocío” (Ceremonial
de ahogados. Madrid, 1977, 175).
Id.: “Había cierto helor, cierta humedad
salina” (O. c., 212). Id.: “Aquel invierno fue de mucho frío, un helor
como hasta entonces jamás se recordaba cayó sobre
la ciudad, la huerta y los campos” (El
día que llegó el mar. Murcia,
Mediterráneo, 1981, 169). A. Segado del Olmo – Carmelo M. Lozano.: “Es
un temblor que cimbrea por el interior de su cuerpo,
y en esos movimientos se enquista un helor de
impotencia” (La
ruptura. Barcelona, Ed. Marte, 1974, 114).
Francisco Sánchez Bautista (n. Murcia): “Cargados con
la helor de las nieves de Sierra Espuña” (Una Arcadia perdida, 254).
Salvador García
Jiménez (n. Cehegín): “Sin apagar el grito ante
el helor de muerte que crecía a su alrededor”
(La paloma
y el desencanto. Murcia, Godoy, 1981, 73).
Id.: “Un camastro de níquel medio desvencijado
y con helor de acogotantes inviernos” (Angelicomio.
Barcelona 1981, 45). Id.: “Al exclamar ante quien
me saliese al paso ¡Qué helor está haciendo! me
sentía considerado como una lagartija” (Primer destino. Murcia, Ed. Regional, 1989, 71). Id.: “La mirada de terror y el helor que noté
en su mano al estrechársela, no me dieron buena
espina” (Caelum Caeli. Alcalá de Henares,
Fundación Colegio del Rey, 1989, 22).
Santiago Delgado (n. Murcia): “Los claros en el firmamento
se fueron abriendo, y el helor de la noche se
echó encima enseguida” (El
Rey Mago perdido. Murcia, La Gráfica, 1995,
100). Id.:
“Extraño es ver a gente andar los caminos desafiando
a un helor, que, de pronto, comienza a resolverse
en minúsculos copillos de nieve” (Crónica de Todmir, el último visigodo. Toledo, Incipit, 1997, 51).
Felipe J. Hernández (n. Molina de Segura): “La escarcha
y el helor que ascendía de la tierra eran ya perceptibles”
(“Las higueras del Batán”, en Cuentos de otoño. Murcia, Thader, 1996,
67). Pedro Abellán Ródenas (n. Cehegín): “El viento
se adivinaba retorciéndose
en violentos remolinos y ateriendo con
su helor las aristas del campanario” (Aceitunas negras. Murcia, Creajoven, 1998, 62).
JUAN DE QUÉ
Menudo problema
prosódico-ortográfico nos está creando la galopante
moda bisilabista, sobre todo en nombres propios.
Ahí está el cuerpo del delito, el flamante Juande
(Ramos), repetido hasta la náusea en medios futboleros,
y fuera también (hasta yo tengo un sobrino al
que llamamos Juande, aunque me repatee). Estrújense
el caletre, señores gramáticos. ¿Qué pinta esa
“de” enclitizada, pegada a Juan? Quevedo diría:
“Érase una partícula a un nombre pegada. Érase
una preposición superlativa”. Por arte de birlibirloque,
a más de birlarnos la palabra Dios (¡tanto ofende
al laicismo rampante ese santo nombre!), de la
noche a la mañana nos han convertido la preposición
“de” (Juan de Dios) de proclítica en enclítica,
prosódica y gráficamente (Juande Ramos). ¡Brava
mudanza! Nunca hasta ahora se vió finalizar un
nombre con una preposición “de” sufijada, como
si fuera una partícula enclítica, ni en castellano
ni en la madre que lo parió, la lengua latina.
Pero, ¿de qué no serán capaces las sanguijuelas
del idioma? ¡Mayores cosas veredes! Entre okupas,
Delinqüentes, euskaldunes, logseados y ultraignorantes
nos lo están dejando hecho unos vendos, o como
diría el Tenorio “Imposible la hais dejado/ para
vos y para mí”. Ni cien Lázaros Carreter podrían
atajar tamaña avalancha de burricie antilingüística;
y es que en materia de lengua hemos llegado a
la cretinez elevada al cubo (de la basura, claro).
De ser el español un modelo envidiable de claridad
ortográfica ha sucumbido al caos elevado a la
imbecilésima potencia. El ejemplo de Juande va
cundiendo. Tenemos ya un clon, Finde (semana),
que los periódicos fomentan, tal vez con el
propósito de desbancar al anglicismo week-end.
Si al menos fuera Finse. ¡Marchemos todos, y yo
el primero, en guerra sin cuartel contra la enclitiquez
de la preposición “de”! No consintamos más aberraciones
idiomáticas.
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