TINTERO DE TONOS


SALMOS DE ANDAR 1961-1967
Mariano González Mangada

 

Aviso

 

Estos salmos los escribí cuando estudiaba para santo. (Después estudié para hombre. Ahora, gracias a dios soy una mierda).

Los he retocado un poco. Lo suficiente para no salir corriendo yo al leerlos. ¡Qué valiente es uno de más joven hablando con dios todos los días y de tú!. Ahora me da una vergüenza infinita. Y, después de oír y decir tantas tonterías sobre dios, prefiero callar.

De todas formas son míos porque los hice y algunos me gustan todavía. Hay amigos que me han pedido copias y creo que todavía pueden servir a alguien. Allá van.

 

                                           1

                     SALMO DE QUE LLUEVE DIOS

 

Estás lloviendo dios, lloviendo siempre

y no calas a nadie.

Todos secos de ti,

raíces secas,

risa de polvo, canción desgargantada,

ojos secos y pasos agrietados,

Y tú lloviendo siempre;

¿es que no puedes?

 

Sí que puedes. A veces te desbordas

-llueves mucho de noche-

y tus brazos nos llevan río  abajo

durmiendo todavía.

Y cuando acaba todo

y nos dejas mojados en el barro

-una botella, un árbol-

solos de ti y temblando…

 

estás lloviendo dios, lloviendo siempre

sobre los pobres hombros de lo hombres.

Lloviendo desde dentro y desde fuera.

Lloviéndote.

Lloviendo.

 

 

                                           2

                         SALMO DE REVOLUCION

    

Me he pasado los años

cantando para mí en el borde de la acera,

con los ojos cosidos

y contento.

¿Para qué despertar, con lo bien que se estaba?

 

Pero me he despertado.

Me han despertado.

Con las torres de antes mojadas en el suelo

y todas las guitarras desventradas

llorando de otra forma.

 

Ya es hora de comprar una faja de lana

y llevarla a pudrir entre las piedras

y romper por la calle los botijos de alfarero

como un profeta viejo.

Los botes oxidados siguen cortando piernas

y casi no florece la vergüenza,

la vergüenza de estar.

 

Busco hermanos que digan que no es malo del todo

estar equivocado

y que hay que equivocarse de este modo

contra  el estar estando ricamente

y salir por las calles con los pelos de alambre,

mordiendo los anuncios,

rompiendo los botijos,

abrazando a la gente y cambiando las carteras,

los trajes y los coches, porque todo es de todos.

 

Con una ira de estreno que ruede y que sonría,

que sonría y que ruede

para poner a ras los montes y los valles

y derecho el camino.

 

                          

                                           3

                                SALMO DE VIAJE

 

 

He venido de ti a ti

como jugando al escondite en una casa de dos puertas.

He venido para ti

como una carta con la dirección escrita a mano.

He venido contigo

como el niño que viene de la compra

con la mano metida en la bolsa de su madre.

Tú tenías los brazos alrededor de mi cuello

como una bufanda de lana.

He venido detrás de ti pisándote la sombra.

He venido debajo de ti

sintiendo tu calor de clueca en mis espaldas sin plumas.

He venido contra ti.

Como el carnicero afila su cuchillo antes de despachar,

yo también afilo mi alma para luchar contigo.

He venido sin ti.

Aunque eres yo, no me doy cuenta de que te respiro.

He venido hasta ti.

Como el barco en el pecho del puerto

he clavado mi alma en tus entrañas.

 

 

                                           4

                          SALMO DE QUE DEJES VER

 

No bastas en el fondo de las cosas

tan transparentemente transparente.

¿No nos ves como perros vagabundos

sentados en la acera?

Tú a lado, en las rodillas,

en los ojos, los dientes, el granito,

oculto en transparencia.

Como perros ya viejos, con las latas atadas,

huimos de tu sombra hacia tu sombra

tropezándote siempre transparente.

No puede ser así:

de tu locura locos, sabiendo o sin saberlo

y sangre en tu cristal de transparencia.

 

 

                                           5

                              SALMO DE PROTESTA

 

 

No puedo resignarme.

No me trago el ser inacabado,

tan trozo y tan esquina,

con el barro anudado en las rodillas.

Ni quiero paz a puños guardada en el bolsillo

si se me está cayendo a cada paso.

Ya estoy harto de estar en la ventana

esperando a lo menos ver tu sombra

cuando te va siguiendo como un perrillo atado.

Es duro aguantar ante las cosas

cuando pasan y pasan sin que uno te comprenda

-parece todo igual si tú no estuvieras-.

Y este ser siempre de noche en plena calle,

o el amargor de vislumbrarte a medias

como un susto en un trago,

o el cruzarnos los hombres como barcos extraños

mirándonos el cuerpo.

 

Asómate a tu puerta y oye el gemir del mundo:

como una sierra vieja,

como un fuego sin fuego,

como la lata rodando tristemente

por la triste pendiente de la noche...

 

No puedo resignarme.

Por tu culpa.

No puedo.

 

 

 

 

 

                                           6

                            SALMO DE QUERER 

 

Te queremos de veras.

En el fondo. Y un mucho bruscamente.

Pero con toda el alma. Te queremos,

 

Como a una mano mala.

Como a un descubrimiento.

Como al padre y a la madre.

Como al hombro donde apoyamos siempre la cabeza.

 

Y tú también estás en nuestro libro:

no estarás con tu nombre, pero estás el primero.

 

Te queremos de veras.

Inevitablemente.

Como se caen las piedras y se mueren los hombres.

Cada vez que nos vamos de tu casa

dejándote plantado con un abrazo inútil en las manos,

parecerá mentira, pero vamos buscándote:

no te hemos encontrado del todo todavía.

 

Te amamos a lo bruto.

Como hermano y hermano:

siempre juntos y siempre regañando.

(Y la niña nos trenza en su maroma

y no hay quien nos separe ni diga:-Son distintos).

 

Estamos hechos cisco de tanto desearte sin saberlo:

no hay quien arrastre murrias

-y todas nuestras murrias lo son de estar contigo-

y no acabe muriéndose.

 

En serio. Te queremos, bien lo sabes.

Es verdad que a lo bruto y sin maneras.

Pero es que es todavía tan nochemente noche.

 

 

                                        7

                        SALMO DE QUE TODOS

 

Por favor, dios, perdóname el mal rato.

¿Por qué me señalaste con el dedo en tu lista

para reñir contigo?

¿De quién es este enfado que me nace

como un cardo en el alma?

 

Perdóname el mal rato.

¿Te atreverás a dejar a alguien fuera?

¿Nunca estaremos todos –cuerpo- juntos?

Bórrame de tu libro si haces eso.

No quiero entrar. Me quedaré en la puerta

llorándote y llorándonos.

 

¿Qué harías en tu casa

con hombres con ausencias colgando de los ojos,

como un rebaño muerto con la tristeza al cuello,

con cristo a medio hacer como un enano,

mamá esperando siempre detrás de la ventana

y la comida fría sin tocar en la mesa?

 

 

Te quedarías eternamente triste, pintando nuestros nombres en el polvo

de las sillas vacías,

recordando las riñas y las paces,

con toda tu razón –que la razón la tienes-

colgándote del alma como un remordimiento?

 

Por favor, dios, perdóname el mal rato.

¿Te atreverás a dejar alguien fuera?

¿De quién es este enfado que me brota

como un cardo en el alma?

Bórrame de tu libro.

Me quedaré a la puerta llorándote y llorándonos.

 

                                            8

                         SALMO QUE YA ESTÁ BIEN

 

Anda, dios, llévame.

Que ya está bien de todo, llévame.

 

Tengo ganas de verte y de abrazarte al sol.

-más de lo que yo creo-

y ganas egoístas de descansar a gusto,

de fiarme de ti y no dar ya ni golpe.

Ya es hora de ver algo,

de servir para algo,

de hacer algo y no estorbarte siempre

y de amar de corrido sin dormirme:

al fin se cansa uno de hacerlo todo a medias.

 

Es cobarde largarse;

pero es que tú no sabes ni puedes saber nunca

lo que es estar sin ti: sólo te lo imaginas.

Y no puedes pedirnos

estar siempre creyendo sin ver nada,

ni andando eternamente sin llegar a algún sitio.

 

Sí, ya sé que exagero.

Tengo además vergüenza por ir tan desastrado,

tan chorreando harapos.

Pero estoy emperrado como un niño.

 

Anda, dios, llévame

o cojo una rabieta y muerdo a alguien.

 

                                               9

                            SALMO DE CRISTO NUESTRO

 

No te olvides, Jesús, de que eres nuestro.

Uno de nuestro barrio.

Si ahora vives fetén, no nos olvides.

 

Ten cuidado, mamá, que no se nos desclase.

Recuérdale la casa, las patatas,

los zurcidos, la calle, el corazón, las uñas.

Que no sois todo cielo.

Es uno de los nuestros y se le confundía.

 

 

Uno, de nuestro barrio.

Acuérdate del peso de la vida en los hombros,

de la carne incendiada a cualquier soplo

en odio y en deseo,

de las llanuras secas,

de los árboles verdes,

los jornales, exámenes, el sueño.

No te olvides, Jesús.

 

Eres de nuestra tierra.

De nuestra pobre tierra mala y buena.

Y nada de lo nuestro te puede ser extraño:

ni una flor, ni un pedrusco,

ni un beso, ni un desprecio,

ni una muerte, ni un roto en los zapatos.

 

No te olvides del frío y de la noche

a la lumbre de dios

 

Y mírate  las manos,

que allí estamos escritos a lo bestia.

 

No puedes olvidarte que eres nuestro.

Uno de nuestro barrio

 

                                         10

                            SALMO DE LA ESPERA

 

Como tierra sin agua

de labios geométricos y piel decortezada.

 

Pisoteados por el sol. Y tuyos.

Hechos un asco. ¡Mierda!

 

 

Sin estrellas ni brújula.

Como un molino viejo

meneando los brazos locamente

para llamar a nadie.

 

Sólo queda en el campo

eso no tan redondamente grande

sin bordes de recuerdos

(todo ya tarde y lejos

en estos ratos tristes)

y un regusto en el alma

de paredes de duro sol y barro infranqueables

sin árboles de sombra.

 

¿A dónde ir por rastrojos cenicientos

crujiendo las tristezas?

 

Como tierra sin agua.

Como los ojos deshechos por tu sol.

Un solo gran martillo

para llamar a nadie.

 

 

                                      11

                   SALMO PARA MARÍA POR SER MADRE

 

Madre, sin más, de todos.

Beso al volver a casa,

tierra recién abierta,

carambujal al sol.

 

De nuestra tierra y carne.

 Sin resplandores, ni ángeles, ni nada.

 

 

Con tu vestido pobre oliendo a cántaro,

a pan, a hierbabuena

y a jabón de lavar.

 

Toda para nosotros

como un cuaderno en blanco,

 

Nos haces la comida

y nos partes el pan, plato por plato,

desenfadando arrugas.

Nos remetes las mantas a la noche

y coses siete brutos mientras todos descansan,

 

Nunca estarás tranquila hasta que entremos todos

y esperarás de noche

que suene en la escalera el paso del que falta,

 

De nuestra carne y tierra.

Beso al volver a casa.

Madre.

 

 

 

                                               12

                            SALMO DE QUE DIOS ES

 

Tú eres yo. Tú me eres.

Mis manos y mis piernas son mentira.

(Todo dios espantosamente dentro).

 

Es idiota correr por las llanuras

y gritar: ¿Dónde estás?

Estás, sin más,

como una mano grande encallecida, buena,

todo tú sin valladar ninguno.

 

El mundo tú, los hombres y mis nervios,

la vida, el mar,

el árbol, las cigüeñas,

pena y amor, la sangre, las colinas

y el beber y sudar y descansar amando.

 

Imbéciles los hombres que no te comprendemos

porque no te hemos visto

como una piedra más en el camino.

Y estás,

con toda el alma.

Cuidando no aplastarnos

con ese tu ser grande que llena todo hueco.

 

Imposible el vacío, la nada,

si eres tú.

Ni hay soledad de ti

sin que tú seas ella,

 

Eres,

sin más.

 

 

                                               13

                            SALMO DE CERCA Y LEJOS

 

Te vas haciendo cerca:

el traje de diario,

los zapatos de siempre.

Íntimo tontamente

como las idioteces del bolsillo

que de tanto palparlas no sabemos qué son.

 

 

Da gusto ir por la calle sintiéndose en familia,

tú asomándote a todos.

 

Eres un apretón de manos castellano

y pan perpetuo y fresco de nuestra artesa.

Un dios con nuestros ojos.

Un paso conocido en la escalera.

 

Te nos vas enraizando como un hábito malo,

como una tos cansada,

como espina en la encía,

como un zurcido nuevo que nos llena la ropa mansamente.

 

Pero siempre eres lejos.

El monte azul y gris que siempre retrocedes sonriendo.

En perpetuo esconderte tras las cosas,

los hombres y las lluvias bosque adentro.

 

Tu amplitud de llanura

es un prohibido el paso.

 

Eres recuerdo oscuro

que nunca recuerda

y un amanecer tímido

que nadie sabe cuando comienza a abrir lo ojos.

 

Camino que nos anda, eternamente.

Camino caminante -¡único caminante!-

cerca y lejos.

 

 

                           

 

 

 

                                                        14

                            SALMO DE QUE TODOS SOMOS CRISTO

 

Todos en todo, tú,

tu carne y sangre

con el sudor que humedeció tus brazos y tus piernas.

Cuerpo tuyo tendido, como ropa lavada,

en nuestra cruz de barro.

Y, lo mismo que siempre,

tú pasas y nunca lo sabemos:

-¡Qué va a ser él!-

Es Juan el carpintero, Pepe el Chispa,

don Pedro, la Andaluza...

Pasaste. Y eras tú.

Íntimamente extraño –sangre y savia-

mirando desde el fondo de todos nuestros ojos,

consufriendo el silencio de las horas tristonas,

andando nuestra calle en nuestro paso,

centinela de todos,

fondo y trasfondo en todos

sin que nadie lo sepa.

Nos picaste el billete,

pasas triste sin más,

llevas del brazo una novia en la tarde,

sudas y empujas –metro- hacia la casa,

vendes castañas, coches, globos, pan, lechugas...

Todos en todo, tú.

Que somos carne tuya aún más que carne nuestra.

Y tontos, tontos, tontos,

inmensamente tontos

-oscuridad de nuestro sol de tierra-

pegándonos golpes tontamente

unos a otros y todos en tu cara.

No te disfraces más

o enciéndenos los ojos.

 

                                               15

                   SALMO DE QUE TAN SIEMPRE QUE TAN NUNCA

 

Qué lejos te hemos puesto allá en el cielo

cercado de mayúsculas,

jugando solitario al arco iris.

Así nos atrevemos a pegarnos,

a saltar cerraduras

y a romperte los tiestos y el espejo.

Seguimos siendo niños.

Aún creemos que gruñes cuando truena

y vives aburrido entre las nubes

mirando desde lejos sin querer mirar mucho.

Si tú hubieras bajado sólo una vez al año...

Nos hubiéramos puesto la cara de Domingo

y los gemelos nuevos. Y corbata.

Pero tú estás tan siempre con nosotros.

Te has acercado tanto que no oímos el eco.

Te metes tan adentro que ya no eres distinto 

y nos creemos solos.

Siempre contigo y solos.

Tan siempre que tan nunca.

 

 

                                               16

                            SALMO DE LA CENIZA

 

Fíjate cuántos vienen, como todos los años,

a recordar contigo la ceniza que somos.

La que sube a la boca,

los ojos y las manos todo el día.

La de antes, la de hoy y la de siempre.

Polvareda de hombres

nacemos y morimos, polvo en polvo,

con la esperanza de tu sueño eterno.

Nada más que un revuelo de ceniza,

pobre ceniza loca,

gris ceniza,

sola ceniza triste,

vieja,

que has hecho tu ceniza bendecida eternamente,

mansa ceniza nueva,

tu ceniza.

 

                                      18

                   SALMO DE LA ESPERANZA DE DIOS

 

Porque eres tú quien eres,

esperas y esperanzas en nosotros

y recorres la tierra con tu vara en las manos cada día,

buscando sin cansarte nuestras venas de agua.

 

Al pie de tu farol, cercado de colillas,

aguarda sin cansarte

que acabemos las cosas importantes

y que nos dé la gana acudir a tu cita.

 

Sueñas al acostarte

que se han roto los muros

y se han hecho de azúcar los cañones,

que nadie pisotea,

que han abierto los puños sus espigas,

que hay un cubierto limpio

en todas nuestras mesas con tu nombre...

 

Tu esperanza es tan grande como un fardo

y, si no fueras tú, te fundiría el hombro

y te hundiría en tierra hasta la ingle.

 

 

Pero tú nos sostienes en alto, sonriendo

-nosotros, tu esperanza-

y, por más que pesemos,

no doblaremos nunca tus rodillas de leñador antiguo.

 

Y estás cierto que un día tu esperanza

invadirá la tierra como un río tranquilo

moldeándolo todo.

 

                                               18

                   SALMO DE LOS SIERVOS SIN VERGÜENZA

Están rotas las cosas,

podridas en las manos, con tu cara borrada,

porque nadie las quiere abiertamente, a las claras y al sol.

Te las vamos pudriendo diciendo que son malas,

maleándolas todas

con el desprecio arrinconado y manco de una pureza impura.

No importa que salieran

de tus manos de obrero que trabaja encallecidas,

y te las despreciamos para parecer buenos

con una santidad llena de polvo,

encanecida y con los pies a rastras,

para luego beberlas a escondidas contradecidamente.

 

Y así se van las cosas río abajo con tu cara borrada,

como zapatos viejos.

Y nosotros, al borde, ensimismadamente satisfechos

en nuestro ojo de pez mirando al cielo.

 

                                      19

                   SALMO DE LO BUENO QUE ERES

Da gusto exagerar, pensando que eres bueno.

Tirar la piedra lejos

hasta el último árbol, sabiendo que ni idea.

Da gusto exagerar,

querer a todo el mundo con la medida rota,

querer injustamente, desquiciando los brazos,

sin brújula ni escuadra,

sabiendo que más tú.

Y, al sentir en la calle

el corazón de pan de cualquier hombre bueno,

pensar tu inmensa hogaza que rompe las romanas,

la copa de tu alma de miel paciente y limpia

y tus manos de padre de todas las familias,

tus ojos de mil madres

y tus hombros sinceros de todos los amigos

y la llanura fiel de tu pecho sin tiempo.

Da gusto exagerar. Pensar que cualquier día

vas a romper el mundo a fuerza de quererlo.

Si no fuera la noche

y viéramos tu amor bajar de las montañas

como un río rabioso, destrozándolo todo...

 

Suelta ya el mediodía que nos muerda los ojos.

¿Crees que perdonaremos que durante la vida

seas bueno de noche solamente?

 

 

                                      20

                            SALMO DE SOLEDAD

Te has ido con la luz.

Me has dejado con la cueva en los hombros.

 

Ahora caminar.

En la noche. Sin saber hasta dónde ni hacia cuándo.

Empalado de frío.

Mientras el otro tira de los labios del alma: -¡Bésame!

El cuarto por los suelos entre el polvo

y un rebaño de dientes por la espalda.

¿Por qué me dejas solo?

Tengo unas ganas agrias de decirte

que estoy cansado y viejo como un zapato roto.

Muerden los pies hinchados y el cuerpo son cristales.

¡No me muevas!

Me dan asco la cera y el incienso.

Quiero globos azules, mascar chicle, fumar como un golfillo.

Tu carne no me gusta: prefiero el sarro de mis dientes sucios.

Ni me atrae astillarme en las turbinas

para que alguna luz se encienda no sé donde.

¿Por qué me dejas solo?

 

 

                                        21

                            SALMO A LA BASURA

Hay que dejarlo limpio.

Hay que dejarlo limpio y llano y nuevo.

 

A la basura el garabato triste

de la vida encogida y alcanzada.

Y los macutos grandes cargados de pedruscos sin motivo.

Y las tortugas de cartón piedra viejas.

Todas.

 

¡Vamos! A la basura las regaderas rotas,

las latas de pintura con sólo olor y cáscara,

sin brocha.

Abajo los escudos y las flores de trapo,

los bolígrafos que escriben en dos dedos,

las botellas de polvo y los sueldos distintos.

Y también la guitarra

con las cuerdas de cuerda.

A la basura el capuchón del solo

y el agujero del que tiembla asomado a su agujero.

A vaciar las paredes de tornillos roñosos,

relojes sin agujas

y panoplias.

 

¡Vamos! Fuera las alambradas y banderas

y las puertas con llave

y los recibos.

A la basura todo.

 

Hay que dejarlo limpio.

Hay que dejarlo limpio y llano y nuevo.

Y comer todos juntos un bocado de pan sin escalones.

Y beber todos juntos un trago de buen vino.

 

 

                                               22

                   SALMO DE QUE DIOS ES DIOS DE TODOS

Qué manía tenemos de encerrarte.

Te atamos a la silla mientras cenas,

atrancamos la puerta y nos decimos: -Sólo para nosotros.

Te queremos en casa para tener razón y estar seguros.

Para que no nos llames desde quién sabe donde:

-Anda, sal de tu tierra que creías segura y para siempre.

Te atamos por el miedo de no tocar a nada

y a quedarnos sin silla si abres la puerta a todos,

por pereza instintiva de conocer a tantos,

de saber tantos nombres y apellidos,

de chocar tantas manos, de aprender tantas lenguas:

-Sólo para nosotros.

 

Pero eres para todos, no quieras hacer caso.

Qué sabemos nosotros lo que es engendrar hijos totalmente

nombre a nombre y besándolos a todos.

Nunca imaginaremos un corazón sin bordes.

No quieras hacer caso.

Si tú no eres de todos, no eres de veras dios.

 

                                               23

SALMO DE LA NOCHE

¿Quién te nos hizo noche,

la noche oscura y grande, todo noche,

que haces arder oscuramente en noche

los cuatro hombros del mundo?

 

Viejos y opacos vamos por tu noche

con un sueño de día en las pupilas.

la noche misma somos a fuerza de tu noche.

(Noche de soledad acompañada,

pero, en el fondo, simplemente noche).

 

¿Quién te nos hizo tan sin remedio noche?

Es noche el abrazarte

y hundirnos en ti de noche en noche.

Sabes a noche cuando te comemos

y nos sangran los ojos

de buscar nochemente tus pisadas.

(Mientras, nieva la noche en noche sin cambios

sin que nadie, de noche, sienta nevar tu noche).

 

¿Quién te nos hizo noche?

¿Tan sin remedio noche?

¿Tan de noche?