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REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS
 I S S N     1577 - 6921

N Ú M E R O    I I I

NÚMERO 3 - MARZO 2002

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TESELAS


Identidades asesinas, de Amin Maalouf

El arte de la prudencia, de Baltasar Gracián

Lengua muerta, de Demetria Martínez

Rhetorica, de Gregorio Mayans y Siscar


Amin MAALUF, Identidades asesinas, Alianza Editorial, Madrid, 1999, págs. 167-9.

 

 

“En muchas esferas se unifica, se adapta, se normaliza, al precio que sea; en ésta, sigue reinando la mayor precaución. El día de mañana podría haber incluso, además de la moneda única y de una legislación unificada, un mismo ejército, una misma policía y un mismo gobierno; pero si se intenta dejar fuera a la más minoritaria de las lenguas, se desencadenarán las reacciones más pasionales, más incontrolables. Para evitar la tragedia es preferible, por alto que sea el coste, traducir, traducir y traducir...

Entretanto se está produciendo una unificación de hecho, una unificación –irritante para muchos- que no ha sido decidida por nadie, sino impuesta por las realidades cotidianas. Cuando se reúnen para tomar una copa un italiano, un alemán, un sueco y un belga, sean estudiantes, periodistas, hombres de negocios, sindicalistas o funcionarios, tienen que recurrir a una lengua común. Si la construcción europea se hubiera hecho cien años antes, cincuenta incluso, esa lengua habría sido el francés; hoy es el inglés.

¿Se logrará conciliar indefinidamente esas dos exigencias imperativas, es decir, la voluntad de que cada cual conserve su identidad específica y la necesidad de que los europeos hablen entre sí y se comuniquen en todo momento, con los menores escollos posibles? Para salir de ese dilema, para evitar que dentro de unos años se produzcan unos conflictos lingüísticos que serían amargos y sin salida, no basta con dejar que las cosas sigan como están, pues sabemos muy bien lo que eso va a significar.

El único camino posible es el de una acción deliberada que consolide la diversidad lingüística, que la incorpore a las costumbres, partiendo de una idea nada complicada: es obvio que, hoy, todo el mundo necesita tres idiomas. El primero es el que forma parte de su identidad; el tercero, el inglés. Entre ambos, es imprescindible fomentar el conocimiento de un segundo idioma, libremente elegido, que sería las más de las veces, aunque no siempre, otro idioma europeo. Para cada uno de nosotros ese segundo idioma sería, desde la escuela, la principal lengua extranjera, pero sería también mucho más que eso, sería la lengua del corazón, la lengua adoptiva, la lengua elegida, la lengua amada....”



Baltasar Gracián, El arte de la prudencia. Oráculo manual, Edición de José Ignacio Díez Fernández, Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 1993.

 

 

 

25. Ser buen entendedor. Saber razonar era la más elevada de las artes; ya no es suficiente: ahora es necesario adivinar, y más en asuntos que pueden decepcionar. No puede ser entendido el que no sea buen entendedor. Hay adivinos del corazón y linces de las intenciones. Las verdades que más nos importan vienen siempre a medio decir. El prudente debe saber entenderlas: refrena la credulidad en las cosas favorables y la estimula en las odiosas.

 

62. Contar con buenos colaboradores. Algunos quieren que su extremada perspicacia domine sobre las limitaciones de los colaboradores. Es una peligrosa satisfacción que merece un castigo fatal. La grandeza del superior nunca disminuyó por la competencia del subordinado; más bien, toda la gloria de los aciertos revierte después sobre la causa principal, igual que ocurre con los fracasos. La reputación siempre va unida a los superiores. Nunca se dice: aquél tuvo buenos o malos subordinados, sino aquél fue buen o mal artífice. Los colaboradores deben ser elegidos y probados, pues de ellos dependerá una reputación inmortal.

 

105. No cansar. Suele ser pesado el hombre de un solo asunto y el que habla de un solo tema. La brevedad agrada y es útil: gana por lo cortés lo que pierde por lo corto. Lo bueno, si breve, dos veces bueno; incluso lo malo, si poco, no tan malo. Más consiguen quintaesencias que fárragos. Es una verdad común que el hombre largo (no tanto en estatura como en discurso) raras veces es sabio. Hay hombres que más sirven de molestia que de adorno del universo. Son alhajas sin estimación que todos rechazan. El discurso debe evitar molestar y mucho menos a grandes personajes, que viven muy ocupados, y sería peor irritar a uno de ellos que al resto del mundo. Lo bien dicho en seguida se dice.

 

292. Las cualidades personales deben superar las obligaciones del cargo y no al revés. Por elevado que sea el puesto, hay que demostrar que la persona es superior. En los diferentes cargos una capacidad ampliamente dotada crece y se luce más. Un corazón pequeño se llenará fácilmente: las obligaciones acabarán rompiendo la reputación. El emperador Augusto se tenía por un gran hombre antes que por príncipe. En esto es útil el ánimo elevado y la prudente confianza en uno mismo.

 

295. No presumir, sino hacer. Se fingen muy ocupados los que no tienen en qué. Lo convierten todo en misterio sin ninguna gracia: son camaleones que se alimentan de aplausos, provocando mucha risa. Si la vanidad siempre causó enfado, aquí risa: las hormiguitas del honor van mendigando hechos. El sabio no debe hacer ostentación ni de sus más importantes cualidades: hay que contentarse con hacer y dejar para otros el hablar. Que haga cosas, pero que no las pregone. No hay que alquilar una pluma de oro para que escriba sucias mentiras que nadie cree. Mejor es aspirar a ser un héroe que aspirar únicamente a parecerlo.



Demetria Martínez, Lengua madre (Mother Tongue), Traducción del inglés de Ana María de la Fuente, Seix Barral, Barcelona, 1996 (1ª edición en inglés de 1994), págs. 38-40.

 

 

5 de agosto de 1982

 

         Querida Mary:

         Mijita, si tienes que perder la cabeza por ese muchacho, por lo menos aplícate y aprovecha para perfeccionar el español. ¿Cómo crees que aprendí yo inglés? ¿Te acuerdas del inútil de mi primer marido del que un día te hablé? Bueno, éramos jóvenes, estábamos enamorados, y lo que me decía cuando estábamos juntos no necesitaba traducción. Cuando te enamoras de un hombre que habla otra lengua, desarrollas un tercer oído. Primero, tratas de entender lo que dice. Después empiezas a oír lo que quiere decir. Entonces se rompe la relación. Pero algo sales ganando.

         Yo aprendí el inglés porque tenía que aprenderlo. Pero no era divertido (hasta que conocí al inútil). Cuando vine de México, iba recogiendo palabras como si fueran abono para fertilizar mi vida en esta tierra extranjera. Y con el tiempo me enamoré del inglés. ¿Los hombres? Los hombres vienen y se van. Pero la lengua siempre será mía. Recuérdalo.

         Te escribo a la luz azulada del televisor de mi madre. Está hablando mi predicador favorito, desde Nogales. Fuera hay tormenta y el aire está cargado de malos presagios. Hoy cuando he abierto la Biblia me ha saltado a la vista un pasaje de Daniel: “Y los que lleven la justicia a las multitudes serán como las estrellas por siempre jamás”. Ya sé que no debería leer la Biblia como se leen las hojas del té, pero “estrellas por siempre jamás” me sonó a muerte. No habían pasado ni cinco minutos cuando me llamó mi contacto de Nogales. Me dijo: “El arzobispo Grande necesita nuevas vestiduras”.

         En resumidas cuentas, el jefe de policía, que me debe un favor, me proporcionó un chaleco antibalas y me rogó que no le dijera qué pensaba hacer con él. Yo le dije que el Señor se lo pagaría, si no en esta vida, en la otra. En cuentas más resumidas todavía, mi contacto de Nogales llevará el chaleco al arzobispo cuando vaya a San Salvador la semana próxima con una delegación. Dicen que ha habido una matanza en el pueblo de El Cordero y que el arzobispo trata de que se haga una investigación. Lo que quiere decir que se la juega.

         En fin, cosas. Me alegro mucho de que tú y José Luis hayáis simpatizado. Es bueno que, entre las gestiones con los voluntarios, el trabajo de la casa y salir contigo, empiece a desarrollar una rutina. Una buena programación hace maravillas. (Dale las gracias por ocuparse de mi huerto). Una cosa te pido y es que, mientras esté distraído, le rocíes los zapatos con agua bendita. Estoy preocupada desde que me dijiste que te había contado que eran de un compañero al que había matado a tiros la policía. El agua bendecirá los pasos del vivo y del muerto.

         Escribe pronto, en español. Si no sabes alguna palabra, invéntala.

         Besos y oraciones,

                                                                     SOLEDAD



Rhetorica, de Gregorio Mayans y Siscar (1699-1781), edición preparada por Antonio Mestre Sanchís (Obras completas, Tomo III, Ayuntamiento de Oliva, 1984). Biblioteca Virtual Cervantes (Universidad de Alicante, Banco Santander Central Hispano).©

 

 

Capítulo XXIII

De las cosas semejantes i dessemejantes

 

1. Semejantes son las cosas que entre sí se cotejan con cierta proporción: en cuyo argumento dos cosas se semejan a otras dos, o a más, como quando dijo Aristóteles: «Lo que es el ojo en el cuerpo, es el entendimiento en el alma». I mucho mejor se ve en este divino oráculo pronunciado por boca de Isaías: «Como los cielos son más altos que la tierra; assí son más altas mis caminos que uestros caminos, i mis pensamientos, más que uestros pensamientos. Como deciende la lluvia i la nieve del cielo, i no buelve más allá, sino antes embriaga la tierra, i la hace concebir, i brotar, i da simiente al que siembra, i pan al que come: assí será mi palabra, que saldrá de mi boca; no bolverá a mí vacía: sino que hará todo lo que quise, i tendrá próspero sucesso en aquello a que la embié.» Acá pertenecen casi todas las semejanzas de los poetas, que impropiamente suelen llamarse comparaciones.

2. Dessemejantes son aquellas cosas que discrepan en alguna proporción cotejada. Deste modo: «No de la manera que en la palestra el que recibe las teas encendidas es más veloz en la carrera, que el que las entrega; assí es mejor general el nuevo que recibe el egército, que el que le deja: porque el corredor fatigado entrega el hacha al no cansado; pero el general esperimentado entrega el egército al no esperimentado.» Es mui hermosa esta dessemejanza de Matheo Alemán: «Dicen de Circes, una ramera, que con sus malas artes bolvía en bestias los hombres con quien tratava. Quales convertía en leones, otros en lobos, javalíes, ossos o sierpes, i en otras formas de fieras; pero juntamente con aquello quedávales vivo i sano su entendimiento de hombres, porque a él no les tocava. Mui al revés lo hace agora estotra ramera nuestra ciega voluntad, que dejándonos las formas de hombres, que damos con entendimiento de bestias».

3. Todo lo que hablamos, o consiste en las mismas cosas, o en sus semejantes, o dessemejantes; i vale más emplearse en el conocimiento de la misma cosa, en que se desea su instrucción, que en la de su semejante o dessemejante. Pero, si esto no puede aprovechar, o porque se ignora la naturaleza de la cosa, o porque se ilustra i se persuade mejor con la semejante; entonces se recurre a ésta, o a la dessemejanza, que la hace resaltar más. Como se ve en lo que en boca de los condenados dice la divina sabiduría: «¿De qué nos aprovechó la sobervia? o ¿que nos grangeó la ganancia de las riquezas? Todo aquello se passó, como sombra, i como una posta que passa corriendo. I como un navio que passó por las ondas del agua, de cuyo passo no ai que buscar rastro, ni senda de carrera entre las olas del agua: o como ave que, passa por el aire, de cuyo camino ninguna señal se halla, sino únicamente el sonido de las alas por el sacudimiento del viento, i por el rompimiento violento del camino por el aire: de suerte, que con el movimiento de las alas boló a otra parte; i después desto ningún rastro se halla de tal camino; o, como quando una saeta se tira al blanco, que cortado el aire, luego se cierra en sí mismo; de suerte, que nosotros luego que nacemos, dejamos de ser, i ciertamente ni aun señal de virtud podemos mostrar. Mas en nuestra malicia fuimos consumidos del todo. Tales cosas digeron en el infierno los que pecaron».

4. El que ama la verdad, siempre deve entender que de las semejanzas i dessemejanzas no se toma argumento que averigüe, sino que amplifique i adorne. Poco importa que la semejanza sea verdadera, o fingida, como las que vemos en los Apólogos de Isopo, de Locman i de san Cirilo; aunque siempre en la ficción deve atenderse al decoro, que es una apropiación de lo que pide la cosa de que se trata.

5. Las semejanzas adornan mucho la oración: la hacen clara, sublime, florida, agradable i admirable, como se ve en este ilustre egemplo de don Diego de Saavedra: «La misma variedad que se halla en los ingenios, se halla también en los negocios. Algunos son fáciles en los principios, i después, como los ríos, crecen con las avenidas i arroyos de varios inconvenientes i dificultades. Estos se vencen con la celeridad, sin dar tiempo a sus crecientes. Otros al contrario son, como los vientos, que nacen furiosos i mueren blandamente. En ellos es conveniente el sufrimiento i la constancia. Otros ai, que se vadean con incertidumbre i peligro, hallándose en ellos el fondo de las dificultades, quando menos se piensa. En éstos se ha de proceder con advertencia i fortaleza, siempre la sonda en la mano i prevenido el ánimo para qualquier accidente. En algunos es importante el secreto. Estos se han de minar para que rebíente el buen sucesso antes que se advierta. Otros no se pueden alcanzar, sino en cierta coyuntura de tiempos. En ellos han de estar a la colla las prevenciones, i medios para soltar las velas, quando sople el viento favorable. Algunos echan poco a poco raíces, i se sazonan en el tiempo. En ellos se han de sembrar las diligencias, como las semillas en la tierra, esperando a que broten i fruten. Otros, si luego no salen, no salen después. Estos se han de ganar por assalto, aplicados a un tiempo los medios. Algunos son tan delicados i quebradizos, que como a las redomas de vidro un soplo los forma i un soplo los rompe. Por estos es menester llevar mui ligera la mano. Otros ai, que se dificultan por mui deseados i solicitados. En ellos son buenas las artes de los amantes, que enamoran con el desdén i desvío. Pocos negocios vence el ímpetu; algunos la fuerza; muchos el sufrimiento; i casi todos la razón i el interés. La importunidad perdió muchos negocios; i muchos también alcanzó, como de la cananea lo dijo san Gerónimo. Cánsanse los hombres de negar, como de conceder. La sazón es la que mejor dispone los negocios. Pocos pierde quien sabe usar della. El labrador que conoce el terreno, i el tiempo de sembrar, logra sus intentos. Horas ai en que todo se concede; i otras, en que todo se niega, según se halla dispuesto el ánimo, en el qual se reconocen crecientes i menguantes; i cortados los negocios, como los árboles en buena luna, suceden felizmente».

6. La semejanza sirve mucho para la amplificación o engrandecimiento de las cosas, como se ve en el egemplo siguiente del maestro frai Luis de León, en su nunca bastantemente celebrada obra de los Nombres de Christo: «Assí como en el árbol la raíz no se hizo para sí, ni menos el tronco que nace i se sustenta sobre ella, sino lo uno i lo otro juntamente con las ramas, i la flor, i la hoja, i todo lo demás que el árbol produce, se ordena i endereza para el fruto que dél sale, que es el fin i como remate suyo, assí por la misma manera, estos cielos estendidos que vemos, i las estrellas, que en ellos dan resplandor, i entre todas ellas esta fuente de claridad i de luz, que todo lo alumbra, redonda i bellíssima; la tierra pintada con flores; i las aguas pobladas de peces; los animales i los hombres; i este universo todo, quan grande i quan hermoso es, lo hizo Dios para fin de hacer hombre a su Hijo, i para producir a luz este único i divino fruto, que es Chrísto, que con verdad le podemos llamar el parto común i general de todas las cosas. I assí como el fruto, para cuyo nacimiento se hizo en el árbol, la firmeza en el tronco, i la hermosura de la flor, i el verdor i frescor de las hojas, nacido contiene en si, i en su virtud todo aquello que para él se ordenava en el árbol, o por mejor decir al árbol todo contiene: assí también Christo, para cuyo nacimiento creó primero Dios las raíces firmes i hondas de los elementos, i levantó sobre ellas después esta grandeza del mundo, con tanta variedad, como si digéssemos de ramas i hojas, lo contiene todo en sí, i lo abarca, i se resume en él, i como dice sant Pablo, se recapitula todo lo no criado i criado; lo humano i lo divino; lo natural i lo gracioso. I, como de su Christo llamado Fruto por excelencia, entendemos que todo lo criado se ordenó para él; assí también desto mismo ordenado, podemos rastreando entender el valor inestimable que ai en el fruto, para quien tan grandes cosas se ordenan. I de la grandeza, i hermosura, i qualidad de los medios, argüiremos la excelencia sin medida del fin. Porque, si qualquiera que entra en algún palacio, o casa real, rica o suntuosa, i vee primero la fortaleza del muro ancho i torreado, i las muchas órdenes de las ventanas labradas, i las galerías, i los chapiteles, que deslumbran la vista; i luego entrada alta, i adornada con ricas labores, i después los zaguanes i patios grandes i diferentes; i las colunas de mármol, i las largas salas, i las recámaras ricas, i la diversidad i muchedumbre i orden de los aposentos hermoseados todos con peregrinas i escogidas pinturas, i con el jaspe, i el pórfiro, i el marfil, i el oro que luce por los suelos i paredes i techos; i vee juntamente con esto la muchedumbre de los que sirven en él, i la disposición i rico aderezo de sus personas, i el orden que cada uno guarda en su ministerio i servicio, i el concierto que todos conservan entre sí; i oye también los menestriles i dulzura de música; i mira la hermosura i regalo de los lechos, i la riqueza de los aparadores, que no tiene precio; luego conoce que es incomparablemente mejor i mayor, aquel para cuyo servicio todo aquello se ordena; assí devemos nosotros también entender, que, si es hermosa i admirable esta vista de la tierra i del cielo, es sin ningún término mui más hermoso i maravilloso aquel, por cuyo fin se crió; i que si es grandíssima, como sin ninguna duda lo es, la magestad deste templo universal, que llamamos mundo nosotros; Christo, para cuyo nacimiento se ordenó desde su principio, i a cuyo servicio se sugetará todo después, i a quien agora sirve, i obedece, i obedecerá para siempre, es incomparablemente grandíssimo, gloriosíssimo, perfetíssimo, más mucho de lo que ninguno puede, ni encarecer, ni entender. I finalmente, que es tal, qual inspirado i alentado por el Espíritu-Santo». San Pablo dice escriviendo a los Colossenses: «Es imagen de Dios invisible, i el engendrado primero que todas las criaturas. Porque para él se fabricaron todas, assí en el cielo, como en la tierra, las visibles i las invisibles; assí digamos los thronos, como las dominaciones, como los principados i potentados, todo por él i para él fue criado; i él es el adelantado entre todos, i todas las cosas tienen ser por él. I él también del cuerpo de la Iglesia es la cabeza, i él mismo es el principio, i el primogénito de los muertos, para que en todo tenga las primerías; porque le plugo al Padre, i tuvo por bien que se aposentasse en él todo lo sumo i cumplido. Por manera, que Christo es llamado Fruto, porque es el fruto del mundo, esto es, porque es el fruto para cuya producción se ordenó i fabricó todo el mundo, &c.»



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