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REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS
 I S S N     1577 - 6921

N Ú M E R O    I I I

NÚMERO 3 - MARZO 2002

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La construcción del lector: Lector in fabula. La cooperación interpretativa en el texto narrativo de Umberto Eco
Francisco Vicente Gómez
(Universidad de Murcia)


 

 

         La apertura de los textos, verbales o no, y la cooperación que suscitan es el eje vertebrador de la obra Lector in fabula. La cooperación interpretativa en el texto narrativo, de 1979,  decidida incursión semiótica del profesor Umberto Eco en los textos narrativos. El recorrido ha sido amplio y laborioso desde que en 1962 el semiólogo italiano situase como subtítulo de Obra abierta ‘Forma e indeterminación en las poéticas contemporáneas’. La estructura ausente. Introducción a la semiótica, de 1968; La forma del contenido, de 1971, y el Tratado de semiótica general, de 1975, delatan esa preocupación. Incluso Apocalípticos e integrados, de 1964, evoca, aunque por vía alusiva, en el ámbito de la comunicación de masas esta cuestión. El texto literario, en particular el narrativo, que en esas otras obras había ocupado partes o capítulos es ahora el núcleo exclusivo de atención. Sobre él proyecta Umberto Eco toda su reflexión semiótica.   

         La década de los años 70 es también la década del gran desarrollo de la lingüística del texto. A la altura de 1977 Teun A. Van Dijk ya ha publicado Texto y contexto; Siegfried Schmidt su Teoría del texto, en 1976; y János S. Petöfi A Formal semiotic text-theory as an integrated theory of natural language, de 1978, por citar tan sólo tres aportaciones emblemáticas. Las ‘teorías textuales de segunda generación’, en términos del propio U. Eco, se habían abierto paso decididamente (Lector in fabula, p. 26). Teorías que habían incorporado los logros principales del estructuralismo y del generativismo, así como algunos desarrollos de la semántica lógica, como es el caso de las nociones de ‘intensión’, ‘extensión’ y de ‘mundo posible’, y algunos de los trascendentes ensayos de R. Jakobson. Para 1976 Algirdas J. Greimas ya dado a la luz su Maupassant. La semiótica del texto: ejercicios prácticos, además de la Semántica estructural, en 1966, y Del sentido, en 1970, entre otros trabajos; y Roland Barthes S/Z, de 1970, y El placer del texto, de 1973, etc.

         La naturaleza significante del texto y la difícilmente obviable apertura de los signos que lo integran plantea la necesidad de una cooperación interpretativa que articule lectura y significación. Desde que Hans R. Jauss publicara su ensayo La historia de la literatura como provocación en 1968,  hasta la fecha en que aparece Lector in fabula, 1979, han pasado once años; a lo largo de ellos la reivindicación del papel del lector en los textos literarios ha ido tomando cuerpo programático en las obras del propio H. R. Jauss, en el dominio histórico literario, y de Wolfgang Iser, en el ámbito teórico hermenéutico (su Lector implícito es de 1978). Umberto Eco asumiendo la intención que anima a las teorías textuales de segunda generación (pp.26-27), y como años después declara en la otra incursión monográfica en los textos narrativos, Seis paseos por los bosques narrativos, de 1994, y a propósito de su concepto de ‘lector modelo’, quiere ir más allá y propone un concepto de ‘lector’ como construcción semiótica derivada del propio texto (pp.22-25).

         Umberto Eco en Lector in fabula a partir de los principios semióticos descritos en La estructura ausente y Tratado de semiótica general muestra cómo pueden cooperar texto y lector en las narraciones y desarrolla un modelo de cooperación interpretativa para los textos narrativos, esto es, una semiótica textual narrativa (p.18). A continuación destacamos sus principales rasgos.

 

1. El texto como instrucción. Los términos, las estructuras textuales son consideradas como opciones; como opciones que contienen instrucciones para su interpretación. Esta concepción permite la formalización del contenido a partir de los propios términos, algo que las teorías textuales de segunda generación propugnan: “Por el contrario, las teorías de segunda generación tratan de construir (o de postular) un análisis semántico que analice los términos aislados como sistemas de instrucciones orientadas hacia el texto. Para esto es evidente que esas teorías deben pasar de un análisis en forma de diccionario a un análisis en forma de enciclopedia o de thesaurus” (p.27). Thesaurus que pueda tener en cuenta y describir “en el nivel del código, una variedad de contextos y, por consiguiente,  de posibles apariciones contextuales en las que el lexema aparece como realización concreta” (p.30).

Una competencia enciclopédica “se basa sobre datos culturales aceptados socialmente debido a su ‘constancia’ estadística” (p.30), y “este tipo de representación enciclopédica puede integrarse mediante elementos de hipercodificación a través del registro de ‘cuadros’ comunes e intertextuales. De este modo se postula una descripción semántica basada en la estructura del código que se construye para alcanzar la comprensión de los textos; al mismo tiempo se postula una teoría del texto  que no niega, sino que, por el contrario, engloba (a través de la noción de enciclopedia o thesaurus, y también frame) los resultados de un análisis componencial ampliado” (p.37).

         La consecuencia primera y fundamental que se desprende es la representación del semema como una instrucción orientada hacia el texto; y “en una semántica orientada hacia sus actualizaciones textuales, el semema debe aparecer como un texto virtual, y el texto no es más que la expansión de un semema” (pp.37-38). Sobre este tipo de representación descansa el trabajo cooperativo del lector, en el que los procesos de ‘entailment’ o entrañe, o más ampliamente las presuposiciones serán fundamentales, pues “el texto es una máquina perezosa que exige del lector un arduo trabajo cooperativo” (p.39).

 

2. Los signos como interpretantes. Umberto Eco encuentra en el semiótico norteamericano Charles S. Peirce los fundamentos semiósicos de la cooperación textual. La relación entre el término y el objeto no es de identidad, es de selección, y el signo resultante lo es respecto de unos rasgos (‘ground’), esto es, un nuevo signo cuya naturaleza es la de ser un interpretante de otro término. De modo que la relación que el objeto (dinámico) despliega entre los diversos representámenes textuales es en líneas generales de tipo presupositivo, de ‘entrañe’ (entailment).Y tercero, “todo interpretante de un signo, al ser a su vez un signo” que interpreta (p.57), como toda acción en un relato, es portador virtual, contiene las instrucciones de su propia representación. Representación que Eco captura en la noción de Lector Modelo.

El proceso semiósico se presenta, pues, ilimitado (semiosis ilimitada); su único límite lo constituirán los universos mismos que el discurso va trazando (pp.57-58), que el texto instituye con ayuda de la cultura. Puntos de anclaje de los mundos, tanto de los posibles como del de referencia (pp.178-188). Son construcciones culturales (p.63), representables a modo de enciclopedia a partir de hipercodificaciones o ‘cuadros’ (frames). Y desde los que el lector realiza sus inferencias e hipótesis.

        

3. El lector modelo como hipótesis de la cooperación interpretativa. Desde la semiótica del texto –narrativo- que Umberto Eco desarrolla en Lector in fabula el texto no sólo postula al destinatario como condición indispensable por su naturaleza comunicativa y su potencialidad significativa (un texto se emite para que alguien lo actualice, y la cooperación de éste es la condición de su actualización, dado que las competencias del destinatario no coinciden con las del emisor (p.71)). El texto es concebido, además, como un “producto cuya suerte interpretativa debe formar parte de su propio mecanismo generativo: generar un texto significa aplicar una estrategia que incluye las previsiones de los movimientos del otro” (p.79).

Un texto “no sólo se apoya sobre una competencia: contribuye a producirla” (p.81); esto es, “la cooperación textual como una actividad promovida por el texto” (p.84). Esta estrategia textual es lo que Umberto Eco conceptualiza con el ‘Lector Modelo’: “El Lector Modelo es un conjunto de condiciones de felicidad, establecidas textualmente, que deben satisfacerse para que el contenido potencial de un texto quede plenamente actualizado” (p.89). El Lector Modelo de Umberto Eco en tanto que ‘estrategia textual’ e ‘hipótesis de cooperación interpretativa’ se aleja, pues,  del Lector Implícito de Wofgang Iser, como ya hemos comentado.

         El Autor Modelo es la estrategia textual que corresponde al Lector Modelo: “Por ahora basta con concluir que podemos hablar de Autor Modelo como hipótesis interpretativa cuando asistimos a la aparición del sujeto de una estrategia textual tal y como el texto mismo lo presenta” (p.93). Con ciertas resonancias a la idea de Autor Implícito que proclamase W. Booth en su Retórica de la ficción, el  de Autor Modelo de Eco se anuncia como un concepto puramente semiótico y textual.

         Las condiciones de felicidad que representa el Lector Modelo prefiguran las diversas estructuras textuales –sintácticas, semánticas y pragmáticas en términos semióticos- no solo en niveles sino en previsiones cooperativas que el texto desarrolla -Lector Modelo-; con el fin de que quien lo lea  actualice semánticamente aquello que  quiere decir. Cada estructura textual se erige en un nudo cooperativo que Umberto Eco, inspirándose en el modelo de la TeSWeST propuesto por János S. Petöfi reescribe como cuadro de niveles de cooperación textual, en el que las correspondencias no son únicas sino múltiples (p.103).

         Los movimientos extensionales de quien lee un texto narrativo desde su manifestación lineal hasta la actualización de su contenido (que Eco singulariza en las circunstancias de enunciación; las primeras referencias, no comprometedoras, a mundos (capítulo 4); las previsiones y paseos inferenciales (capítulo 7); y las estructuras de mundos (capítulo 8)), están en todo momento acompañados por los movimientos intensionales que este mismo lector va realizando y que  van depositando como equipamiento enciclopédico la competencia textual necesaria para su interpretación (desde el conjunto de códigos y subcódigos, que incluye el diccionario básico, las reglas de correferencia, las selecciones contextuales, la hipercodificación retórica y estilística, los cuadros comunes e intertextuales, y la hipercodificación ideológica (capítulo 4); a las estructuras discursivas, topic e isotopía (capítulo 5); las narrativas, fábula y trama  (capítulo 6); y las estructuras actanciales, actantes,  e ideológicas (capítulo 9).

         Del riesgo de sincretismo de categorías procedentes de diversos ámbitos de investigación que corre una representación semejante advierte el propio Eco (p.261). Pero se muestra convencido de que estos dos tipos de movimientos cooperativos,  no son tan irreductibles y que los procesos de decisión extensional se superponen en muchos aspectos a los procesos intensionales, pues, en definitiva, todos ellos “tienen un objeto común, aunque lo definan de maneras diferentes, que es la semántica y pragmática de los textos” (p.261). Su presencia en un modelo de semiótica textual como el que él propone tiene una finalidad clara: la actualización del contenido de un texto, que es lo que Umberto Eco entiende como interpretación. Lo había advertido a lo largo de toda la obra, y lo recuerda con rotundidad casi al final de la misma, poco antes de proceder a ejemplificar con el análisis de dos textos concretos: “Por interpretación se entiende (dentro del ámbito del presente libro) la actualización semántica de lo que el texto, como estrategia, quiere decir con la cooperación de su Lector Modelo, según los modos y los niveles bosquejados en los capítulos precedentes” (p.252). Otra cosa es el uso (pp.85-86) o utilización que se pueda hacer de la actualización semántica para otras prácticas críticas (p.253).

        

4. El fundamento de la urdimbre cooperativa: inferencia y abducción. La concepción del significado como interpretante sugiere un movimiento constante de ida y vuelta entre los términos , entre las distintas estructuras nuclearizadas –nudos cooperativos-, cuya condición necesaria es la del proceso inferencial. De los tres modos que el sujeto tiene de realizar una inferencia (en términos amplios de relacionarse con una realidad), Umberto Eco privilegia desde sus primeros trabajos, en complicidad con la semiótica peirceana, el abductivo, frente al inductivo y al deductivo (Vid. a este respecto El signo de los tres. Peirce, Holmes, Dupin, editado por U. Eco Y Th. Sebeok, de 1983.

Frente a la          deducción –inferencia analítica- y la inducción               –inferencia sintética- que describen un camino cierto del sujeto al objeto o del objeto al sujeto –del término al contenido- (la deducción lo que es y la inducción lo que debe ser), la abducción –inferencia también sintética- reconoce un camino incierto y sugiere la hipótesis: lo que puede ser. Para la explicación señala un movimiento continuo entre los términos del consecuente al antecedente; lo que conviene muy bien a la idea de signo como interpretante de otro signo. Es el mecanismo más habitual de los procesos semiósicos y fundamental para comprender y explicar la comunicación humana y cómo tiene lugar la interpretación.

La inferencia en el modo abductivo es alentada desde el texto; al concebirse las opciones como instrucciones las decisiones interpretativas finales, interpretantes finales, del lector las habrá de ir tomando en permanente correlación con el Lector Modelo, que representa las previsiones que al respecto hace el texto. Las previsiones y paseos inferenciales son permanentes, incluso pueden contener saltos, como en el juego del ajedrez (pp.108-109 y 160-168). La cooperación interpretativa es su razón de ser (Vid. Semiótica y filosofía del lenguaje, de 1984, pp.19-74).

         Por los motivos aducidos advierte el propio Eco que aunque la representación de la cooperación textual esté hecha por niveles, nunca su dinamismo puede resolverse linealmente y “las flechas de nuestro diagrama no marcan un proceso temporal o lógico, aunque el mismo estuviese idealizado, sino que muestran la interdependencia entre los diferentes casilleros” (p.99).

         Lector in fabula de Umberto Eco desde su aparición en 1979 transformó una cada vez mas reivindicada cooperación texto – lector en una articulada explicación semiótica de cómo se produce (semiosis) la significación, de naturaleza cooperativa, en los textos narrativos.

         Sin duda no agotaba todos los aspectos –no se debe olvidar que se trata de textos verbales-  y perspectivas implicadas, incluso semióticas (se pueden mencionar, por poner unos ejemplos mínimos, la propuesta contenida en el Análisis semiótico del discurso de Joseph Courtés, de 1991, o la de Jacques Fontanille en Sémiotique du discours, de 1998), pero la naturaleza cooperativa del proceso significativo que son las narraciones y algunos de los principales pilares sobre los que se asienta sí que quedaban puestos de manifiesto con suficiente claridad. Y este hecho ha sido trascendente para los derroteros de la propia teoría semiótica y, más en particular, la semiótica aplicada a cualquier texto de la cultura, para las propias teorías textuales y, por supuesto, para la teoría literaria, que en Lector in fabula ha encontrado no sólo cómo explicar el texto literario como comunicación, sino también la operación crítica previa a la recepción literaria y a la misma hermenéutica, aunque los límites con esta última son bastantes tenues, como el propio Umberto Eco advierte (pp.252-259). Además, la misma lectura de obras posteriores del semiólogo italiano como Los límites de la interpretación, de 1990, Interpretación y sobreinterpretación, de 1992, y, finalmente, en Kant y el ornitorrinco, de1997 creemos que lo confirman.

La  relectura hoy de Lector in fabula de Umberto Eco sigue ubicando a la semiótica, en este caso la semiótica textual narrativa, antes en el cómo –en el cómo funciona- que en el qué finalista, antes en el más semiótico explicar que en el más incierto revelar. Este es el sesgo de racionalidad de la semiótica como teoría, y en una sociedad del conocimiento y la comunicación como la nuestra en la que el qué nos es dado con inmediatez convenga con más urgencia explicar cómo se llega a ese qué: “Si alguna finalidad tiene una teoría semiótica, ésta consiste precisamente en explicar cómo funciona la intuición y explicarlo mediante recursos no intuitivos” (p.35). Y Lector in fabula ha explicado con convicción cómo interpretar una de las mayores metáforas que el ser humano ha ideado para hablar del mundo, de nuestro mundo: los textos narrativos.

 

Referencia Bibliográfica

Umberto Eco: Lector in fabula. La cooperación interpretativa en el texto narrativo. Traducción de Ricardo Pochtar. Barcelona: Lumen, 1981. (Traducción de la primera edición italiana. Bompiani, Milán, febrero de 1979).



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