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ANÁLISIS
CONTRASTIVO DE LAS ESCUELAS LINGÜÍSTICAS DE TRADUCCIÓN Y DE
José Ramón Calvo
Ferrer
(Universidad de Alicante)
Resumen
El estudio del argot y la creatividad lingüística en general ha ocupado una posición central en la lingüística moderna, especialmente desde los estudios de traducción. El trabajo que sigue es una aproximación a las máximas de las escuelas lingüísticas y de la escuela de polisistemas para intentar dilucidar el tratamiento que la traducción del componente argótico del lenguaje recibiría bajo el enfoque de cada una de las mismas. Para ello, se analizan las características y función social del argot, así como de los postulados más representativos de las escuelas lingüísticas y de la escuela de polisistemas para estudiar el tratamiento que este componente recibiría bajo el enfoque de ambas líneas de pensamiento. Finalmente, se ofrece un comentario personal en el que, una vez estudiadas las características de cada una de las mencionadas corrientes, se analiza la idoneidad de ambas para abordar el estudio efectivo de la traducción del componente argótico en general.
Palabras clave: traducción, polisistemas, argot, descriptivismo, prescriptivismo
Abstract
The study of slang and linguistic creativity has generally held a prevailing position in modern linguistics, especially in the field of translation studies. What follows is an approximation to the schools of linguistics and the manipulation school in an attempt to limn how slang would be analysed according to the theoretical principles sustained by each school. Thus, the characteristics and social function of slang is analysed along with the most significant postulates of both the schools of linguistics and the manipulation school in order to identify how the translation of argot would be approached under each one of them. Some personal considerations are also offered at the end of the article, once the characteristics of the aforementioned schools have been analysed, in an attempt to evaluate the adequacy of both theories for the translation of slang.
Keywords: translation, polysystem, argot, slang, descriptivism, prescriptivism
0. INTRODUCCIÓN
El estudio del argot y la creatividad lingüística en general ha
ocupado una posición central en la lingüística moderna, resultando de especial
notoriedad las afirmaciones realizadas por estudiosos de la envergadura de Noam
Chomsky al respecto. Para éste, el lenguaje posee un carácter creativo que nada
tiene que ver con el mecanicismo postulado por los estructuralistas. Dicho
carácter se caracteriza por la creación constante de oraciones y enunciados
nunca formulados con anterioridad: ¿Cómo si no podría darse una producción
léxica relativamente novedosa en cada grupo social?
El término argótico, muestra evidente del dinamismo y la creatividad
del lenguaje, supone, no obstante, un serio obstáculo para la labor del
traductor. El trabajo que sigue es una aproximación a las máximas de las
escuelas lingüísticas y de la escuela de polisistemas en los estudios de
traducción para, a través de un análisis contrastivo de ambas líneas de pensamiento,
intentar dilucidar el tratamiento que la traducción del componente argótico del
lenguaje recibiría bajo el enfoque de cada una de las mismas.
Para ello, se ofrecerá en primer lugar una aproximación al objeto de
estudio, el argot, analizando de forma sucinta sus características y función
social y observando aquellos aspectos intrínsecos a esta unidad lingüística que
pudieran dificultar su trasvase terminológico y conceptual de una lengua a
otra. Una vez efectuado este breve análisis, se analizarán los postulados más
representativos de las escuelas lingüísticas y de la escuela de polisistemas
para estudiar el tratamiento que este componente recibiría bajo el enfoque de ambas
líneas de pensamiento. Finalmente, se ofrecerá un comentario personal en el
que, una vez estudiadas las características de cada una de las mencionadas
corrientes, se analizará la idoneidad de ambas para abordar el estudio efectivo
de la traducción del componente argótico en general.
1. SOBRE LA NOCIÓN DE ARGOT
Pese a que el concepto de argot pudiera resultar en un principio
aparentemente claro, no resulta tan precisa la definición terminológica ni la
clasificación sinonímica del término. De la definición que ofrece el
Diccionario de la Real Academia de la Lengua se desprende que el término, de
origen francés, hace referencia al «lenguaje especial entre las personas de un
mismo oficio o actividad», al tiempo que presenta los sinónimos jerga o jerigonza.
Pilar Daniel (1994:13-15, en Pina, 2002:44) pone de relieve el carácter oral
del ámbito de uso del argot y su consiguiente falta de aceptación por parte de
la Real Academia de la Lengua, incidiendo además en el confusionismo
terminológico existente entre los términos germanía, caló, jerga y argot:
«Entre las
posibles denominaciones de este lenguaje, parece preferible emplear el término
argot, por varias razones. En primer lugar, la palabra jerga tiene un matiz un
tanto peyorativo (tal vez por asimilarse inconscientemente al otro significado
de su sinónimo jerigonza, es decir, lenguaje complicado, que no se entiende).
Por otra parte, el uso del término argot está ampliamente difundido, mucho más
aceptado que jerga, y su significado es comprendido con mayor rapidez por un
público más extenso. Debe tenerse en cuenta, por último, que es voz de uso
internacional, utilizada por hispanohablantes americanos y conocida también en
otros idiomas».
Resulta evidente, con todo, que, digresiones terminológicas aparte, el
fenómeno argótico no deja de ser fiel reflejo del carácter cambiante y dinámico
del lenguaje, demostrando nuevamente la creatividad apuntada por Chomsky en sus
estudios generativistas, de cuya evolución es partícipe activo.
El argot, como fenómeno social, muestra una gran riqueza expresiva
dentro de los grupos sociales en los que encuentra cabida, al tiempo que
permite crear estrechos vínculos lingüísticos entre sus integrantes y
posibilita una mayor cohesión e identidad frente a otros grupos externos.
Los problemas traductológicos que plantea la naturaleza coloquial y
espontánea del argot son diversos. Por lo general, en cada idioma existe una
serie de términos argóticos cuyo significado es conocido por un número limitado
de hablantes. Incluso cuando su uso se haya circunscrito a tal grupo de
hablantes, suele existir un término equivalente en la lengua de llegada cuando
existe también un grupo paralelo a aquél en el que se originó el término. Todo
grupo social que alcance nuestra imaginación, bien sea de futbolistas,
jubilados o adolescentes, posee, en mayor o menor grado, su propia
terminología. Si tal grupo existe en la cultura receptora del texto meta, con
mucha probabilidad existirá una terminología paralela y el problema traductor
será sensiblemente menor. Siguiendo con el ejemplo, los futbolistas británicos
y los españoles harán en gran medida uso de terminología similar, puesto que
sus actividades deportivas son similares. Será, por tanto, tarea del traductor,
establecer las identidades idiomáticas que le permitan establecer los
paralelismos adecuados.
El principal problema se presenta cuando el término argótico encierra
conceptos desconocidos o novedosos en la cultura meta, o bien define las
actividades de un grupo social que no encuentran equivalente en la misma.
Imaginemos, a este respecto, la dificultad de hallar un equivalente para
términos como «burladero», «botellón», «not my cup of tea» o «phishing» y el desafío
traductor que ello puede plantear en determinadas situaciones.
Como es sabido, existen distintas técnicas traductoras para atinar en
la solución de este problema. No obstante, no es mi intención realizar
escrutinio alguno de las mismas, sino dilucidar qué tratamiento recibiría bajo
el prisma de las mencionadas corrientes prescriptivistas y descriptivistas. Para
ello, se ha llevado a cabo un análisis de sus postulados del modo que se
presenta a continuación.
2. ANÁLISIS DE LA LINGÜÍSTICA APLICADA AL ESTUDIO DE
LA TRADUCCIÓN DENTRO DE UN MARCO PRESCRIPTIVISTA.
De acuerdo con Toury (1980, 1985), hablamos de prescriptivismo o de
estudios de traducción prescriptivistas al hacer referencia a aquellos enfoques
traductológicos de componente normativo o, en otras palabras, a aquella perspectiva
cuyo principal objeto es la imposición del modo en que se ha de realizar una
traducción en una determinada cultura. Binomios como «literal» y «libre» hallan
su origen en este estadio precientífico de la teoría de la traducción, en el
que el texto de partida es el verdadero objeto de estudio y en el que se obvian
características de la cultura receptora, siendo mejor valorada una traducción
cuanto mayor sea su apego al texto original.
Para Franco (2001:157), esta fase precientífica gira alrededor de
cuatro ejes, a saber: En primer lugar, se considera el lenguaje como un mero
vehículo neutral que sirve para etiquetar realidades idénticas. La traducción
posee un carácter eminentemente práctico, el estudio de la misma considera casi
en exclusiva desde el análisis de la Biblia y los clásicos y las teorías se plantean
mediante binomios como traducción «literal» y «libre» o entre «palabra» y «sentido».
En los últimos años de esta fase de la teoría de la traducción se incluyen,
desde principios de los años cincuenta hasta finales de los setenta, las
denominadas escuelas lingüísticas, que intentan explicar los principios
traductológicos desde una perspectiva, como de su nombre se deduce, meramente
lingüística. Desde este enfoque, tal y como ya se ha mencionado, la labor de
traducción se reduce a la sustitución de unidades lingüísticas del texto de
partida por unidades equivalentes en el texto de llegada, sin que se haga
ningún tipo de referencia externa al propio texto, como bien pudiera ser la
connotación o el contexto.
Figuras relevantes enmarcadas dentro de este enfoque teórico son Nida
y Taber, quienes, enmarcados en el estudio de la traducción bíblica, entienden
esta aproximación como aquella en la que tan sólo se explicita aquella
información lingüísticamente implícita en el original por medio de técnicas
como la transformación inversa (1969:203) o, dicho de otro modo, aquella
traducción que contiene unidades derivadas exclusivamente del ordenamiento
lingüístico del texto de partida. Para estos autores, tan sólo puede realizarse
la traducción de la Biblia desde una perspectiva lingüística, siendo éste el
único método fiable para asegurar la fidelidad del texto traducido (1969:203).
Al hilo del tratamiento prescriptivista del lenguaje como mero
vehículo neutral para etiquetar realidades idénticas, encontramos a Catford,
que entiende la traducción como la mera sustitución de material textual de una
lengua de partida por el material textual equivalente en la lengua de llegada
(1965:20). Según su entender, la traducción se presenta como un simple trasiego
de unidades lingüísticas entre lenguas, siendo la principal dificultad
identificar los posibles equivalentes existentes en la lengua de llegada y
escoger el más adecuado de ellos.
Como se ha indicado anteriormente, una de las características del
argot es la inequivalencia terminológica que se puede presentar en una lengua
frente a otra, reflejo de la sociedad que la maneja. Teniendo en cuenta esta
perspectiva, resulta complicado abordar el estudio del argot sin contar con los
factores extralingüísticos que lo rodean.
Hemos hecho referencia además al carácter eminentemente práctico de la
perspectiva prescriptivista, que se limita únicamente a establecer parámetros
de análisis cuyo fin último es la calificación en términos bipolares de
corrección e incorrección. Dicho con otras palabras, tan sólo se considera una
traducción correcta e incorrecta en función del principio de equivalencia o
apego al texto original.
De ello se deduce que, por una parte, si la traducción es tan sólo es
una mera sustitución de elementos lingüísticos, no se podrá considerar
traducción toda aquella producción que muestre distanciamiento del texto
original, como en gran parte de casos requiere la traducción del argot,
componente léxico de marcado carácter informal surgido de forma espontánea.
Resulta complicado imaginar una serie de términos argóticos
monosémicos y sin más de una colocación que cuenten con tan sólo un equivalente
en la lengua de llegada. Existen términos argóticos polisémicos, cuya
traducción no podrá ser nunca idéntica en todas sus acepciones, así como
términos argóticos que varían de significado según el contexto en que se
profieren, o incluso, según la entonación con que se emiten.
Es más, cabe pensar que desde un prisma prescriptivista, que gusta del
análisis de textos canónicos y bíblicos, no podría ni tan siquiera plantearse
los textos con componentes argóticos como objeto de estudio traductológico. El
argot quedaría, pues, enmarcado dentro de unos textos periféricos que el
prescriptivismo ha rechazado de forma sistemática para la formulación de sus
teorías de traducción.
Del mismo modo, hemos hecho referencia al planteamiento dual existente
entre las llamadas traducción literal y libre o entre palabra y sentido. A este
respecto, Catford, a partir de una teoría general del leguaje y en términos
lingüísticos, presenta dos tipos de traducción: una ilimitada y otra limitada al
rango. La traducción ilimitada establece equivalencias entre el texto
original y el texto traducido dentro de una escala de rangos (oraciones,
frases, grupos, palabras y morfemas) adecuada. Para Catford, la equivalencia en
traducción se alcanza cuando se dan los cambios necesarios, hacia arriba o
hacia abajo, dentro de la mencionada escala de rangos, al pasar de una lengua a
otra. Por el contrario, una traducción limitada al rango limita la equivalencia
a rangos por debajo de la oración, dando lugar a una mala traducción, en la que
el texto traducido no da origen a un texto normal en la lengua de llegada.
Comprobamos como, aunque la visión prescriptivista de la escuela
lingüística no considera adecuado el radicalismo traductológico «palabra por
palabra», no se plantea una visión más allá del segmento oracional, ni se le da
la importancia necesaria a los elementos culturales espacio-temporales de la
traducción dentro del ámbito de investigación:
«Desde el punto
de vista de la teoría de la traducción, la distinción entre lo sincrónico y lo
diacrónico carece de importancia. Es posible establecer equivalencias
traductivas, y realizar la traducción, entre cualquier pareja de idiomas o
dialectos, tanto si pertenecen a la misma familia lingüística como si no, y con
cualquier tipo de relación espacial, temporal, social o de otro tipo entre
ellas» (Catford, 1965:20).
Del mismo modo, la perspectiva lingüística tampoco emprende ningún
tipo de análisis de los condicionantes que configuran el aspecto final de una
traducción, como el formato, la formación del traductor, el lector tipo, ni
tiene en cuenta los dobles sentidos, ni el tenor, ni el autor, ni las colocaciones,
etc.
Faltos de este tipo de análisis supratextual, y conscientes de la estructura
del componente léxico, de la morfología y de la sintaxis existente entre las
distintas lenguas, los lingüistas no logran resolver satisfactoriamente el concepto
de intraducibilidad de las lenguas planteada por la visión anisomórfica del
lenguaje. Como ya hemos entrevisto, será necesario otro tipo de planteamiento
que tenga en cuenta los condicionantes externos del proceso traductor para
poder explicar de forma distinta esta actividad social en general y la
aproximación al estudio del argot en particular.
3. ANÁLISIS DE LA ESCUELA DE POLISISTEMAS Y DEL ENFOQUE
DESCRIPTIVISTA DE TRADUCCIÓN
A partir de los años setenta se empieza a producir un gran cambio en
la perspectiva desde la que hasta el momento se había abordado el estudio de la
traducción. Los Estudios de Traducción se consideran ahora una disciplina
independiente que ha de estudiarse desde un enfoque distinto al de la
lingüística, tomando en cuenta factores que hasta el momento se habían obviado
para la formulación de teorías traductológicas. En un claro intento por
eliminar los problemas planteados por los anisomorfismos lingüísticos y la
intraducibilidad de las lenguas, surgen escuelas con teorías discrepantes de
las líneas de investigación vigentes.
Nos encontramos en una etapa de transición entre prescriptivismo puro
y descriptivismo, en la que un gran número de estudiosos enmarcados en
corrientes prescriptivistas empiezan a formular teorías novedosas. Nida, por
ejemplo, formula por vez primera el concepto de historicidad y de equivalencia
dinámica, es decir, equivalencia basada en la cultura receptora y en la
aceptabilidad del texto traducido por parte de los lectores, frente a la
equivalencia formal defendida por la perspectiva prescriptivista. En esta
línea, comienza a plantearse la importancia del estudio de los textos
traducidos, pasando de un enfoque inductivo a otro deductivo, lo que, como ya
se ha mencionado, posibilita que la traducción comience a considerarse como una
disciplina autónoma.
Una de las escuelas que se asienta en fundamentos descriptivistas y
que ve su origen en este período de transición es la escuela de los
polisistemas, cuyos miembros investigaron principalmente amplios corpus de
obras literarias traducidas. Esta escuela, interesada principalmente en las
normas y condicionantes que gobiernan la producción y recepción de las
traducciones, recibe también el nombre de escuela de la manipulación, dada la
convicción de sus miembros de que, desde una perspectiva receptora, toda
traducción implica un grado de manipulación del texto original en virtud de un
propósito determinado (Hermans, 1985:11) Según Franco (2001:164), son tres los
aspectos principales que definen la escuela de polisistemas:
«La escuela de polisistemas
presenta tres postulados básicos: el descriptivismo como único método
científico válido, la hegemonía del polo de recepción en todo el proceso
traductor y la existencia de un conglomerado dinámico de sistemas que señalan
la historicidad de la traducción y su sometimiento a normas variables en cada
sociedad y momento concretos».
A principios de los años setenta, Itamar Even-Zohar desarrolló el
modelo polisistémico a través del estudio de obras literarias en hebreo.
Even-Zohar concibió los polisistemas como un conjunto jerarquizado de sistemas
cuya constante interacción provoca la evolución y el progreso continuo de los
mismos. Los sistemas, por su parte, se encuentran constituidos por géneros
clasificados a su vez en canónicos, es decir, las normas y obras literarias
aceptadas y consideradas adecuadas dentro de los círculos dominantes de una
cultura, y no canónicos, o lo que es lo mismo, aquellas normas y obras
literarias rechazadas y consideradas impropias dentro de los mencionados
círculos. La competitividad generada entre los distintos géneros provoca, como
si de una lucha de clases se tratara, la evolución de polisistema y determina
la dirección en que éste avanza. Dicho sea de otro modo, los géneros
periféricos ofrecen el estímulo evolutivo necesario a los géneros canónicos
causando de este modo una evolución literaria.
Aunque en un principio resulte lógico que la traducción de obras
literarias ocupe un lugar periférico dentro de un polisistema determinado, dada
la poca atención que tradicionalmente se le ha dispensado, Even-Zohar establece
tres casos en los que la traducción de obras literarias puede disfrutar de una
posición más centralizada frente a otros sistemas.
El primero de ellos obedecería a una situación en la que un nuevo tipo
de literatura no ha logrado todavía establecerse dentro de un determinado
polisistema. Es este determinado supuesto, las obras literarias traducidas
ofrecerían una serie de modelos textuales a este tipo de literatura en auge.
Del mismo modo, en los casos en que la literatura original de un sistema
literario fuera periférica, la literatura traducida a ese mismo sistema podría
pasar a ocupar una posición central, como en el caso de pequeños países cuya
producción literaria queda minimizada por la de un país de mayor influencia.
Finalmente, en aquellos momentos de crisis en la evolución de los polisistemas,
la traducción de obras literarias se presenta como una importante vía para
contrarrestar la decadencia de los modelos existentes dentro del polisistema.
Por tanto, cabe entender la traducción como un fenómeno dependiente de
las relaciones entre los sistemas literarios existentes dentro de un
polisistema, más que como una actividad con axiomas válidos para cada cultura
receptora. Dicho de otra manera, es la posición que ocupa la traducción de
obras literarias dentro de un polisistema concreto la que determina el modo en
que se lleva a cabo la traducción dentro de una determinada cultura.
Frente a la rigidez prescriptivista, expresada comúnmente en términos
de “literal”, “libre”, “correcto” o “incorrecto”, encontramos una teoría que
pasa a reconocer el polo receptor como elemento central en su entramado
teórico. Aquello para lo que para el prescriptivismo no merecía la denominación
de traducción, sino de imitación, adaptación o versión, se convierte en
parámetro de estudio de los factores que han originado un determinado parámetro
de producción traductora dentro de un polisistema en un entramado social
concreto.
El reconocimiento de la traducción como una actividad influida por los
modelos operativos de una sociedad concreta supone un cambio de perspectiva,
que hace posible contemplar la traducción como un proceso mucho más general y
complejo que un simple trasvase lingüístico entre diferentes sistemas de
equivalencias predeterminadas y llevado a cabo de forma totalmente aséptica.
Del mismo modo, y como consecuencia de ello, se defiende la hegemonía
del polo de recepción frente al texto original, lo que a su vez posibilita
llevar a cabo el estudio de la traducción como si de una producción literaria
independiente se tratara, enmarcada en el contexto de la sociedad en la que se
ha originado, con independencia del sistema del que inicialmente partió. La
investigación del texto meta se produce no en comparación con el texto original,
sino con otros textos similares originados dentro del propio polisistema.
Por tanto, si consideramos la traducción no como un mero trasvase de
unidades lingüísticas prefabricadas como postulaba el prescriptivismo, sino
como la producción surgida de la tensión e interacción con otras producciones
similares, el enfoque para explicar los fenómenos de traducción habrá de ser
mucho más extenso y buscar sus orígenes ya no sólo en la propia estructura del
lenguaje, sino en otro tipo de limitaciones, como las convenciones técnicas o
literarias, o los parámetros de corrección existentes en una determinada
cultura, consideración fundamental para el estudio del componente argótico.
Como podemos comprobar, uno de los mayores logros de la escuela
polisistémica consiste en haber logrado cambiar el punto de vista del análisis
traductológico, que hasta ese momento se basaba en la observación de las
relaciones individuales entre texto original y texto traducido, por un enfoque
en el que la verdadera atención la merece la relación existente entre los
propios textos traducidos.
A finales de los años setenta, sirviéndose del modelo polisistémico,
Gideon Toury desarrolla una metodología deductiva para el estudio de la
traducción con el objeto de identificar el comportamiento traductológico dentro
de un contexto sociocultural concreto. Dicha metodología, presentada como
Estudios Descriptivos de Traducción, rechaza la formulación de aseveraciones
prescriptivas sobre el proceso traductológico o, en otras palabras, sobre cómo se
debe traducir y qué relaciones se deben dar entre texto original y traducido,
reclamando mayor atención para el estudio de los factores que condicionan la
traducción desde una perspectiva histórica y social.
En lugar de evaluar traducciones entendidas tan sólo como resultado
final resultante del trasvase de significados de un texto de partida a otro de
llegada, los Estudios Descriptivos de Traducción pretenden estudiar los
parámetros surgidos en un determinado marco sociocultural para determinar qué
producciones reciben la consideración de traducción y cuáles no. En opinión de
Toury, el estudio de la traducción no se ha de realizar de forma inductiva,
sino que ha de seguir un recorrido que dé inicio a partir de los hechos
observables para concluir con la descripción de los hechos no observables.
Siguiendo la misma línea, como ya se ha indicado brevemente, se
postula que la traducción se encuentra condicionada por la cultura receptora,
puesto que es ésta la que impulsa el proceso traductológico. Por tanto, y como
consecuencia de ello, desde los Estudios Descriptivos de Traducción se
considera traducción “cualquier enunciado surgido en el marco de una lengua
término, presentado o considerado como tal en la cultura término por las
razones que fueren” (Toury, 1985:20). Dicho de otro modo, se define la
traducción como cualquier texto que una sociedad concreta considere como
traducción en un momento dado. Por ello, Toury afirma que las traducciones,
entendidas como resultados finales u objetos de estudio, “pertenecen a un único
sistema: el de la lengua de llegada” (Toury, 1985:19).
Como se puede observar, desde un prisma descriptivista no se pretende
afirmar si una traducción es correcta o incorrecta, sino explicar los procesos
lingüísticos y extralingüísticos que dan origen a una determinada traducción.
Se presenta como consecuencia de ello un modelo de normas localizadas
entre la competencia y la actuación. Mientras que la competencia indica la
totalidad de las distintas opciones de las que dispone un traductor en un
contexto determinado, la actuación hace referencia a las opciones que
efectivamente se emplean en el proceso traductológico. Las normas,
contrariamente a lo que se pudiera pensar, no son directrices de obligatorio
cumplimiento para la correcta realización de una traducción, sino al
subconjunto de opciones que los traductores escogen habitualmente en un
determinado contexto cultural, identificables mediante el análisis de
traducciones auténticas que permitan identificar patrones de comportamientos
traductológicos.
Del mismo modo, aunque de todo lo anterior se deduzca que la
traducción es un proceso con múltiples realizaciones posibles, Toury advierte
de la existencia de condicionantes de traducción que conforman la apariencia
final del texto traducido, a tener en cuenta en el marco de la cultura
receptora, tales como formato, tipología textual, género, etc., contrariamente
a los postulados prescriptivistas que se han tratado anteriormente. Por tanto,
podemos deducir que bajo el prisma descriptivista, los problemas del acto
traductivo no radican en el texto de partida, sino en el de llegada.
Por ello, en el marco de los Estudios Descriptivos de Traducción, el
concepto de equivalencia se encuentra supeditado a las normas existentes dentro
de una determinada cultura, ya que éstas son las que marcan la validez de dicho
concepto. No olvidemos que se encuentran sometidas al criterio de los
receptores de las traducciones, que son quienes determinan en última instancia
si un texto recibe la consideración de traducción.
4. CONSIDERACIONES SOBRE LA TRADUCCIÓN DEL ARGOT
DESDE LAS PERSPECTIVAS LINGÜÍSTICA Y POLISISTÉMICA
Una vez vistas las características más representativas de las escuelas
lingüísticas y de la escuela de polisistemas, intentaremos dilucidar el tratamiento
que recibiría el argot bajo el enfoque de cada una de estas dos corrientes de
pensamiento traductológico.
En consonancia con las técnicas tradicionalmente empleadas, para las
escuelas lingüísticas el estudio del argot se realizaría a través de la creación
de listados unívocos de términos equivalentes entre distintos idiomas. Puesto
que desde las corrientes prescriptivistas el lenguaje se ha observado siempre “como
un mero vehículo neutral para etiquetar realidades idénticas”, la preocupación
de las escuelas lingüísticas sería identificar los equivalentes entre el argot
de la lengua de partida y el de la lengua de llegada para establecer una serie
de relaciones terminológicas entre ambas. Dado que, como ya se ha indicado, el
componente argótico puede no ser equivalente en distintos grupos sociales,
desde una perspectiva lingüística probablemente se reforzaría la convicción del
carácter intraducible y anisomórfico de las lenguas.
Por el contrario, desde una perspectiva descriptivista polisistémica,
en un intento de eliminar los problemas planteados por la supuesta
intraducibilidad de las lenguas, se abordaría el estudio del argot dentro del
polisistema de llegada, con el objeto de esclarecer las relaciones entre el
componente argótico traducido y las formas argóticas ya existentes dentro de la
cultura receptora de la traducción.
Del mismo modo, la traducción del componente argótico se estudiaría en
el marco de la mencionada relación existente dentro de un mismo polisistema,
con el objeto de averiguar las normas y condicionantes que gobiernan tanto la
producción como la recepción de la misma, mientras que para las escuelas
lingüísticas el polo más importante sería el texto original desde el que se
originó y su estudio limitado a la mera calificación en términos de corrección
o incorrección según el grado de equivalencia o fidelidad al texto original.
Como se ha apuntado anteriormente, no es intención de las corrientes
descriptivistas establecer este tipo de dualismo práctico, sino apuntar los
condicionantes y normas que han llevado al traductor a elegir entre las
distintas posibilidades lingüísticas de las que dispone.
Por tanto, y desde esta perspectiva, dado que el término argótico es polisémico
en un gran número de ocasiones y cuenta con más de una posibilidad de
traducción evidente, no puede ser argüido como elemento válido para la
formulación de teorías prescriptivistas y su trasvase interlingüístico ha de
pasar a ser considerado como una mera adaptación por hallarse fuera del ámbito
de equivalencia y fidelidad defendido por un mero listado de equivalencias
lingüísticas.
Es más, analizando el propio componente argótico y el contexto en el
que se origina, se podría afirmar que desde una perspectiva lingüística,
asentada sobre valores prescriptivistas, probablemente no se tendría en cuenta
estudio del argot al considerar su marco literario ajeno a las obras canónicas
que tradicionalmente han servido de base a la formulación de sus teorías. Como
ya hemos visto, la perspectiva polisistémica y descriptivista no rechaza ningún
tipo de producción literaria; al contrario, se apoya en la tensión surgida
entre sistemas literarios para explicar su entramado teórico y le otorga una
importancia clave al afirmar que son los géneros periféricos, como los que dan
cabida al argot en este caso concreto, los que proporcionan el estímulo
necesario para la evolución literaria surgida de la confrontación con los
géneros canónicos.
Siguiendo esta línea, uno de los fundamentos básicos de la escuela de
polisistemas es la aseveración de que la traducción es todo aquello que una
determinada sociedad considera traducción. Por el contrario, para las escuelas
lingüísticas y las corrientes prescriptivistas, todo aquello que no cumpla unos
estrictos parámetros de equivalencia y fidelidad no puede recibir más
consideración que la de adaptación. Visto que, debido a su peculiar carácter,
en ocasiones resulta imposible trasladar el argot de una lengua a otra tanto en
parámetros formales como de contenido, será necesario considerar postulados
descriptivistas para poder emplear el término traducción en referencia a su
trasvase intralingüístico, superando los formalismos impuestos por el principio
de identidad y teniendo en cuenta los factores contextuales del proceso
traductivo.
Frente al método inductivo empleado por las escuelas lingüísticas, en
las que el contexto y demás condicionantes de traducción no tienen cabida
alguna, el descriptivismo y la teoría de polisistemas se asientan sobre un
método deductivo, en el que se analizan amplios corpus de traducciones para
observar las distintas pautas seguidas por el traductor e identificar los
factores extralingüísticos que los han provocado. Por tanto, desde la escuela
polisistémica el componente argótico no se estudiará para hallar equivalencias
terminológicas a partir de las que calificar el modo en que se ha traducido,
sino para deducir las normas y condicionantes operativos dentro del contexto
sociocultural en que se ha originado la traducción.
Dicho de otro modo, mientras que para las escuelas lingüísticas el
componente argótico, en cuanto fenómeno lingüístico espontáneo con validez para
una comunidad lingüística particular, ahondaría en el concepto de
intraducibilidad de las lenguas y su intento de traducción se vería reducido,
según su concepción de la misma, a una mera adaptación o versión del texto
original, calificada finalmente en términos de corrección o incorrección, la
escuela polisistémica abordaría el estudio de la traducción del argot como un
fenómeno íntimamente ligado con los sistemas literarios existentes dentro de un
polisistema determinado para identificar así las normas y los condicionantes de
traducción surgidos dentro de la cultura receptora, que será, en última
instancia y en palabras de Toury (1985:20), la que decida conferir el carácter
de traducción a una producción literaria. El concepto de adaptación quedaría,
pues, reservado únicamente para aquellas producciones lingüísticas surgidas de
la modificación de originales en idiomas distintos que difirieran tanto del
original como para no ser consideradas traducciones por los miembros de la
cultura receptora.
5. CONSIDERACIONES PERSONALES
A la luz del análisis realizado, y por no pocos motivos, resulta de
notable evidencia la mayor idoneidad de la perspectiva descriptivista a la hora
de abordar el estudio del componente argótico. Entre los distintos motivos,
encontramos en primer lugar que el espíritu del argot choca frontalmente con
los postulados del prescriptivismo. Dado que una de las principales
características de este fenómeno es su carácter cambiante, desde una
perspectiva lingüística, a través de la cual el componente diacrónico no es de
relevancia, no se podrá contemplar el estudio de este fenómeno en términos
traductológicos.
Por otra parte, hemos visto que el argot es reflejo de los grupos
sociales en los que habita. Puesto que los grupos sociales son distintos según
el medio en el que se desarrollan, no se podrá presentar el trasvase
interlingüístico del argot como un simple listado de equivalencias idiomáticas
en las que elegir los términos más adecuados e intercambiarlos
despreocupadamente entre una lengua y otra. Por tanto, para el estudio del
componente argótico se antoja especialmente necesaria una base teórica
descriptivista que incluya el componente externo como condicionante de
traducción y no se limite a la formulación de este tipo de listados estancos e
impermeables.
El estudio del argot desde un polisistema de llegada, posibilitando la
comprensión de las relaciones entre el componente argótico traducido y las
manifestaciones argóticas ya existentes en la cultura receptora de la
traducción permite eliminar inteligentemente la dificultad planteada por la
supuesta intraducibilidad de las lenguas. No obstante, a modo de crítica, cabe
mencionar que desde la escuela de la manipulación parece dejarse de lado la
parte oral del lenguaje, centrando su estudio únicamente en la producción
literaria del mencionado polisistema. Sin embargo, no parece que esta escuela
rechace la oralidad del lenguaje, sino que no la emplea para la formulación de
su entramado teórico, aduciendo quizá que toda producción escrita pasa en algún
momento a formar parte del universo literario de un idioma. De este modo,
interpretando las teorías polisistémicas, el componente argótico, una vez
dentro de las literaturas marginales o no canónicas (a las que presumiblemente
se adscribirá por su carácter coloquial e informal), pasará a ser analizado y
comparado desde su propio sistema, sin que en ningún caso se rechace su estudio
o se niegue su consideración de texto traducido.
Huelga decir que la traducción del componente argótico es un fenómeno
real y efectivo, tanto en lo oral como en lo escrito: basta pensar, por citar
un ejemplo cotidiano, en los numerosos seriales, películas y telecomedias que
se exportan de un país a otro y cuyo contenido, argótico en gran medida, ha de
ser doblado o subtitulado a la lengua de destino. Negar la existencia de este
fenómeno es negar aquello que la sociedad acepta como traducción y que las
escuelas lingüísticas calificarían de mera adaptación.
Del mismo modo, negar la existencia de cualquier fenómeno social
supone obviar la evolución de la propia sociedad. Mal que pese a un gran número
de puristas, las lenguas son organismos vivos, puesto que lo son los individuos
que las manejan. Por ello, obviar la evolución lingüística amparándose en una
hipotética degeneración del lenguaje impide avanzar en su estudio y frena la
comprensión de los procesos cognitivos que la posibilitan. Resulta lógico por
tanto que la traducción del argot haya de entenderse plenamente desde una
perspectiva descriptivista, capaz de explicar los procesos traductológicos
seguidos no sólo en materia lingüística, sino en lo que respecta a su
adecuación frente a aquellas producciones argóticas existentes originadas en el
polo receptor, al tiempo que permite comprender las normas de traducción
vigentes en un momento temporal determinado.
Tal y como hemos visto, el surgimiento de las escuelas descriptivistas
en general y de la escuela de la manipulación en particular rompieron con la
línea de pensamiento aceptada hasta el momento, que frenaba irremediablemente
el estudio de la disciplina de la traducción en virtud de la lingüística y
confería a la labor del traductor un aspecto oscuro, casi delictivo, sujeta a
constante crítica en comparación con el texto original. Gracias al surgimiento
de tal línea de pensamiento y a la consiguiente consideración del polo
receptor, la obra del traductor, ese novelista frustrado, parece haber dejado
de considerarse un mal menor, acompañado del surgimiento de una disciplina
autónoma, separada de la lingüística, pero a su vez partícipe tanto de ésta
como de de otras ramas del saber.
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