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Bruselas, Bélgica)
Bruselas, Bélgica)
La
traducción ideal de textos especializados aúna la doble competencia de
traducción y de conocimiento de un campo temático determinado. Las
instituciones de la Unión Europea son, en principio, un entorno idóneo para que
se produzca esta convergencia, pues disponen en sus servicios tanto de
especialistas como de traductores. Sin embargo, la interacción entre ambos
colectivos es en ellas insuficiente, de manera que se desaprovechan en gran
medida tales condiciones, en teoría óptimas. En el presente artículo se
analizan los distintos factores de esta problemática y se examinan los tipos de
relación posible entre la función del traductor y la del técnico. Partiendo de
la situación real que se da en las
instituciones europeas (redacción de originales, especialización del traductor,
terminología, etc.) y sin olvidar las servidumbres de una administración
pública internacional, se proponen pautas de colaboración que aprovechen al
máximo el bagaje respectivo de ambos grupos profesionales.
Abstract
Translation of specialized texts is best achieved
through a combination of translating skills and a thorough knowledge of the
subject matter in a given field. The institutions of the European Union
provide, on the face of it, the ideal environment for translating skills and
technical expertise to converge, employing as they do in-house experts as well
as translators. However, interaction between these two groups of professionals
is in fact rather poor, with the result that the potential benefit of the
theoretically optimum conditions remains largely unexploited. This contribution
analyses the factors behind the problem and looks at the possible relations
between the translation and technical functions. Taking as its starting point the
actual dynamics of work within the European institutions (texts drafted in the
original language, translator specialization, terminology and its role, etc)
and bearing in mind the demands of an international public administration, the
article proposes various ways in which cooperation between both sets of
professionals could be improved with a view to optimizing the knowledge and
skills of each.
Palabras clave: instituciones
comunitarias, organización internacional, terminología, traducción
especializada.
Et ayudol en este trasladamiento Garci Perez un su clerigo
que era otrosi mucho entendudo en este saber de
astronomía.
Prólogo a la
traducción del Lapidario (1243-1250)
1 Planteamiento general
1.1 La elaboración de un texto
especializado
La
elaboración de un texto especializado es una operación en la que un
especialista de la materia objeto del texto redacta éste como conocedor no sólo
de los contenidos sino también de otros factores pertinentes, tales como las
características del género, la terminología y fraseología, el estilo, el
receptor, etc. Un esquema tipo de esta operación podría ser el siguiente:
autor |
lengua común |
lenguaje especializado: terminología, fraseología, estilo, género, etc. |
conceptos, relaciones entre conceptos, otros aspectos teóricos, dimensión cultural, etc. |
otros elementos: fuentes documentales, bibliografía, situación de comunicación, receptor, etc. |
mensaje |
texto |
|
competencia |
|
Cuadro 1: Elaboración de un texto
especializado
Un
hilo conductor parte del especialista y pasa por todos los factores. Este hilo
representa la competencia, es decir, precisamente lo que el experto aporta al
redactar el texto. Con tal esquema se podrá analizar, por ejemplo, la
elaboración de una resolución judicial en un tribunal, de un manual de
ingeniería hecho por ingenieros o de una ponencia sobre neurología presentada
por especialistas en un congreso.
Ahora
bien, si lo que tenemos en la casilla de la lengua común no es sólo una sino
dos lenguas, estamos ante el problema que aquí nos ocupa: el paso de una a
otra.
autor |
lengua común 1 |
lenguaje especializado 1: terminología 1, fraseología 1,
estilo 1, género 1, etc. |
conceptos, relaciones entre conceptos, otros aspectos teóricos, dimensión cultural 1, etc. |
otros elementos: fuentes documentales 1, bibliografía 1, situación
de comunicación 1, receptor 1, etc. |
mensaje |
texto 1 |
|
competencia |
|
||||
|
|
|||||
redactor |
lengua común 2 |
lenguaje especializado 2: terminología 2, fraseología 2,
estilo 2, género 2, etc. |
conceptos, relaciones entre conceptos, otros aspectos teóricos, dimensión cultural 2, etc. |
otros elementos: fuentes documentales 2, bibliografía 2, situación
de comunicación 2, receptor 2, etc. |
mensaje |
texto 2 |
Cuadro 2: Elaboración y traducción de
un texto especializado
Aquí
aparecen dos lenguas comunes, cada una de ellas con su lenguaje especializado.
Los demás factores pueden ser coincidentes o equivalentes, pero no lo son
necesariamente (por ejemplo, la relación entre lenguaje especializado y lengua
común a la que pertenece no tiene por qué ser la misma en 1 y en 2).
La
cuestión permanente que exige respuesta en la traducción técnica es cómo
acercarse lo más posible a la operación ideal representada en el cuadro 1 al
pasar de una lengua común a otra, es decir, cómo lograr el modelo representado
en el cuadro 2.
Al
hablar de especialización o de especialistas (léase técnicos, expertos,
profesionales, etc.), nos referimos siempre a la función, no a las personas
concretas que la desempeñan. En este sentido, carece de importancia que se dé
en una misma persona una competencia doble, en traducción y en un campo
técnico, o hasta qué punto domine un traductor un campo especializado o un
especialista las técnicas de traducción.
En
una situación en la que el texto de la lengua 1 es el texto de partida, es
decir, en una situación de traducción, al plantearse cuál es la forma óptima de
realizar este modelo, hay que responder a tres preguntas principales:
1) ¿Qué
grado de competencia temática debe tener el redactor del texto 2?
2) ¿Qué grado de
competencia lingüística debe tener el redactor del texto 2?
3) ¿Cuál debe ser
la articulación entre las dos funciones, la propiamente lingüística y la
temática?
Las
respuestas a estas preguntas alimentan una de las controversias más vivas de la
teoría y la práctica de la traducción de textos especializados. A continuación
se exponen las diferentes fórmulas posibles en general y, más adelante, su
concreción en el caso de las instituciones comunitarias.
1.2 Tipología de la articulación
“competencia temática–competencia
lingüística”
1) Las dos
competencias se dan en una misma persona. Es el profesional que traduce, capaz
de desempeñar ambas funciones con calidad de especialista. Es, naturalmente, la
fórmula más difícil de alcanzar y, por tanto, constituye la excepción.
2) El propio
especialista temático traduce el texto, aunque no sea él mismo experto en
traducción. La fórmula tiene una larga tradición y numerosos defensores. “An
expert in a highly technical question, if he has sufficient linguistic
capacities, may be a very good extempore interpreter” (Jean Herbert,
citado por Jiménez, 1998, 341). Es también a veces una fórmula insustituible.
3) El texto lo
traduce un traductor especializado, que tiene una competencia referencial considerable
en un número reducido de temas.
4) El texto lo
traduce un traductor generalista, cuyas competencias referenciales, si bien no
pueden ser profundas, sí abarcan, en cambio, una mayor variedad temática.
Obviamente, cuanto menor sea la especialización
temática del traductor, más necesaria será la aportación del experto, según las
fórmulas siguientes:
a) El
especialista transmite al traductor la información a través de “mediadores
materiales”: glosarios, bancos de datos, textos paralelos, documentación
diversa, etc. La comunicación es limitada, ya que es unidireccional.
b) El traductor
consulta al especialista directamente por diversas vías de comunicación: cauces
institucionales, foros de debate, etc.
c) Especialista
y traductor trabajan de modo convergente. El texto especializado traducido es
el resultado de una labor de equipo. Es la fórmula que aúna con más garantías
las dos competencias[2].
1.3 La colaboración entre
especialista y traductor
1.3.1 ¿Qué aporta el
especialista?
El
especialista es fuente de terminología, referencias y contenidos. Por una
parte, conoce los tecnicismos ya acuñados en la lengua meta. Cuando éstos no
existen y hay que crearlos, puede contribuir a la localización de otras fuentes
documentales y aportar asimismo un conocimiento cabal de los contenidos que
constituya un factor de seguridad a la hora de validar la creación léxica
necesaria.
Por
otro lado, el especialista, que como tal no es experto en idiomas, puede ser
más proclive a dejarse atraer por la lengua de origen. Por su formación y
funciones, el interés que le merecen los aspectos lingüísticos es secundario
respecto de los contenidos. Una consecuencia habitual de esta actitud del
especialista es un temor a perder el vínculo de similitud formal entre el
término de origen y el traducido, a no reconocer uno en el otro, lo que
propicia la opción por el calco.
1.3.2 ¿Qué aporta el traductor?
El traductor es, a su vez, un especialista de la lengua, concretamente
de la comunicación interlingüística. Su área de especialización incluye la
competencia en ambas lenguas y las técnicas de trasvase adecuadas. Por su
formación y funciones, ha desarrollado una acusada sensibilidad lingüística que
lo dota de más recursos para resistir a la atracción formal del texto de
origen.
1.3.3 Delimitación y
complementariedad de funciones
Estas
aportaciones recíprocas pueden dar frutos indirectos en un plano más general.
En la relación de colaboración, el técnico puede tomar conciencia de los
problemas lingüísticos, estableciendo entonces sus propios mecanismos de
control de calidad o, por qué no, consultando a su vez al traductor. Por su
parte, y gracias a su lectura atenta del texto, el traductor puede contribuir a
descubrir puntos mejorables –aun de contenido– del original, en una relación de
reciprocidad (Schofield, 1998). Se logra así la unidad traductora de doble
cara, el binomio técnico-lingüístico. Ello requiere, claro está, la
instauración de un diálogo que sólo es posible en una relación de colaboración
basada en el reconocimiento y el respeto mutuos: “the writer and the translator
must develop the respect and genuine affection for one another that grows out
of their mutual recognition of their respective professional abilities” (Ibidem, 247).
La
actuación y responsabilidad respectivas del técnico y del traductor vienen
determinadas por las competencias de uno y otro. Tienen que tener, pues, una
clara delimitación, pero ser al propio tiempo funciones complementarias. Ha de
evitarse que el traductor trabaje como especialista temático y que éste lo haga
como traductor. Malas soluciones de traducción proceden, en innumerables casos,
de este cruce de funciones. Así, en telecomunicaciones, una expresión como
“terrestrial station”, que los especialistas vierten al español como “estación
terrenal”, se tradujo en algún momento por “estación terrestre”, que en
realidad corresponde a “land station”, porque los traductores “hicieron de”
especialistas, sin haber establecido la comunicación que habría evitado el
error. Un ejemplo inverso sería, en el campo de la seguridad alimentaria, la
traducción de “traceability”, fijada por especialistas como “trazabilidad”
cuando, a buen seguro, con la intervención oportuna de un traductor habría
podido llegarse fácilmente a “rastreabilidad”.
Desde
el punto de vista del traductor, uno podría preguntarse qué interés pueden
tener los especialistas en colaborar con los traductores. Como acabamos de
apuntar, pueden ahorrarse reflexiones lingüísticas que son de interés
secundario dentro de su actividad, evitar un alejamiento innecesario de la
lengua común, por ejemplo, con falsos tecnicismos, reconocer los contenidos y
el lenguaje de los textos que, en el caso de las instituciones, les están
destinados (sobre todo los legislativos) e influir así oportunamente en el resultado
final.
2 La situación en las instituciones de la UE
Nos
referiremos, en sentido más estricto, al Consejo de la Unión Europea
(Secretaría General); sin embargo, nuestras observaciones y conclusiones
podrían aplicarse, mutatis mutandis, a otras instituciones comunitarias como la
Comisión o el Parlamento Europeo e incluso a otras organizaciones
internacionales, en especial las de carácter multilingüe.
Desde
el punto de vista que nos interesa, cabe decir que se trata de instituciones no
especializadas temáticamente (como pudieran ser la OMS, la OMI o la Corte
Internacional de Justicia), que cubren campos tan variados como la agricultura,
el derecho penal o la industria del automóvil.
2.1 ¿Quién es el traductor?
La
traducción corre a cargo, en general, de servicios de traducción internos
constituidos por profesionales de formación y trayectorias diversas: hay
traductores con formación lingüístico-filológica o en traducción, por una
parte, y traductores con formación en otras ramas (derecho, economía, medicina,
ciencias sociales...). Esta composición mixta tiene la ventaja de contener
elementos de especialización (a veces meramente académica, pero no siempre).
2.2 ¿Quién es el especialista?
Por
especialista entendemos, en principio, la persona que elabora directa o
indirectamente el documento original desde el punto de vista conceptual. En el
caso del Consejo de la UE, suele tratarse (por orden creciente de
especialización funcional) de:
- redactores
de la Secretaría General: son los asesores y secretarios de los grupos de
trabajo y, como tales, la bisagra entre la elaboración conceptual del texto y
su traducción
- personal de las
representaciones permanentes: desempeñan una función de enlace estable entre
Estados miembros y Secretaría General
- técnicos delegados
por la administración de cada Estado miembro; constituyen los grupos de
trabajo.
En
sentido lato, denominamos especialista a cualquier otro entendido en el tema
(investigadores, técnicos de la empresa privada, profesores...) que no
participa en el procedimiento legislativo comunitario, pero por sus
conocimientos específicos puede ser fuente primordial de información.
2.3 Procedimientos de elaboración de documentos
2.3.1 El original. Ausencia del traductor
El
original de los documentos se elabora en el seno de la institución. En el
Consejo, los documentos suele redactarlos un funcionario con las aportaciones
de los delegados de los Estados miembros. Así, el texto de base (propuesta
legislativa), que proviene de la Comisión, se va reelaborando por negociación
en un sistema de instancias de nivel de responsabilidad creciente (grupos de
trabajo →
Comité de Representantes Permanentes → Consejos de
Ministros). El paso último es la adopción del acto legislativo y su
publicación, en todas las lenguas oficiales, en el Diario Oficial de la Unión
Europea.
En
la gran mayoría de los casos, el traductor está ausente por completo en todo
este proceso de redacción. Su misión –siempre paralela– es responder, sólo tras
cada versión sucesiva de un documento, con la traducción correspondiente. La
única salvedad es la práctica, reciente y poco frecuente, de la revisión
lingüística que se pide a los servicios de traducción para ciertos textos
redactados en lengua no materna (Wagner..., 2002, 75).
2.3.2 La traducción. Ausencia del especialista
Así,
la traducción se concibe como una fase posterior, y por tanto separada, de la
redacción del texto. Cierto es que el traductor puede, en caso de necesidad,
recabar información o aclaraciones sobre el original. Pero el limitado lugar
que ocupan estas consultas en la práctica ni corresponde al potencial que
ofrece la presencia de técnicos en las reuniones ni es suficiente para las
necesidades de la traducción.
2.3.3 La figura del redactor: ¿puente o muro?
El
redactor directo de un documento se halla entre el técnico delegado (con el que
coincide en las reuniones de trabajo y cuyas aportaciones recoge en el texto) y
el traductor (de la propia institución).
Un
redactor sensible puede facilitar considerablemente la labor de traducción:
facilitando documentos de referencia (versiones previas o documentos
informativos), atendiendo a las consultas de los traductores, recabando
información directamente de otros especialistas (bien en la propia reunión,
bien a posteriori), incluso asumiendo tareas de formación o de información de
los traductores.
2.3.4 La formalización jurídico-lingüística
Una
última fase en la elaboración de los documentos legislativos es la
formalización jurídico-lingüística (supervisión de la calidad de la redacción y
de la concordancia de los textos en las distintas versiones lingüísticas), que
corre a cargo de los juristas lingüistas. Como su nombre indica, éstos aúnan
ambas competencias, pero su función no es propiamente la traducción sino una
forma especial de revisión. Si bien no se trata de un requisito jurídico
formal, los usos del Consejo quieren que, como garantía añadida, todo texto
legislativo que vaya a publicarse en el Diario Oficial sea sometido a esta
revisión. Un procedimiento frecuente en esta fase son las reuniones de cotejo,
a las que asisten también delegados nacionales, y que constituyen una excelente
ocasión de resolver problemas de interpretación y de vertido a la terminología
utilizada en la lengua meta. Sin embargo, al tener lugar tras la adopción
formal del texto por el Consejo, como paso inmediatamente anterior a la
publicación en el Diario Oficial, la utilidad práctica del procedimiento se ve
claramente reducida. Ésta es la única ocasión formal en la que se produce la
confrontación entre original y traducciones. Y, sin embargo, tampoco aquí está
prevista la participación de los traductores.
2.3.5 Un trinomio funcional
El
cuadro 3 representa, simplificados, los factores que intervienen en la
composición definitiva del texto especializado traducido en el Consejo: los
contenidos técnicos y su expresión, la formulación lingüística y la validación
jurídica. A cada faceta del texto le corresponde una competencia. Como acabamos
de ver, la relación CT-CJ está prevista institucionalmente (reuniones de cotejo,
§ 2.3.4), pero no ocurre lo mismo con el eje CL-CT.
CT =
competencia técnica CL =
competencia lingüística CJ = competencia jurídica T =
texto traducido
Cuadro 3: Convergencia final de tres
competencias en el texto traducido
3 Versión original y versiones traducidas. La paradoja fundamental
3.1 El principio del multilingüismo y sus consecuencias para la
traducción
El
principio del multilingüismo fue establecido mediante el Reglamento (CEE) n.º
1/58, derivado a su vez del artículo 290 del Tratado constitutivo de la
Comunidad Europea. En la versión actual de este Reglamento se instituyen veinte[3] lenguas
oficiales y de trabajo y se estipulan los documentos que habrán de publicarse
en todas ellas. Esto significa que, desde el punto de vista del valor jurídico,
no hay distinción alguna entre la versión original de un texto y las
traducciones en las demás lenguas oficiales de la Unión. De hecho, cuando se
publican los textos en el Diario Oficial de la Unión Europea no figura ninguna
indicación sobre cuál haya sido la versión original.
Ahora
bien, si original y traducciones tienen igual valor jurídico, cabría deducir
que en su elaboración respectiva pesarían criterios al menos análogos. Sin
embargo, como hemos visto, original y traducciones pertenecen a esferas
distintas dentro de las instituciones, con planteamientos, pautas de
elaboración y otros aspectos importantes no sólo distintos, sino a menudo
distantes.
3.2 La disparidad de enfoques
De
modo resumido, podemos decir que el original es responsabilidad de los
redactores y técnicos, mientras que la traducción lo es de los traductores.
Pensemos en la elaboración de un texto que exige unas competencias
especializadas en un campo determinado. Por un lado, en la fase de elaboración
del original esas competencias las aportan los redactores y técnicos, que para
todos los aspectos conceptuales –y aun para los lingüísticos– serán enteramente
responsables del resultado final ¡pero sólo de una de las versiones! Por otro
lado, en la fase de elaboración de las demás versiones (traducción), algunos
aspectos conceptuales (expresión de contenidos, uso de terminología, etc.)
quedan en manos de los traductores, cuyo campo de especialidad reconocido es,
sin embargo, el lingüístico.
Así
pues, nuestro presupuesto inicial (v. § 1.3.3) se incumple por partida doble.
El original, al ser redactado con frecuencia en lengua no materna, puede
presentar insuficiencias de carácter lingüístico (Wagner..., 2002, 70-80). La
traducción, a su vez, corre el riesgo de carecer de suficientes garantías
técnicas. Esta situación paradójica puede terminar dando lugar a desfases entre
original y traducciones, tanto en lo que respecta al rigor lingüístico como al
terminológico o de contenido[4].
Tan
nocivo es el que el traductor pierda el control del producto de su trabajo
(noción de “propiedad de la traducción”, que en algunos servicios se atribuye
al redactor) (Ibidem, 78-79), como
que trabaje ajeno a la realidad de contenidos que está manejando. El traductor
ha de ser soberano en los aspectos de corrección gramatical, léxica y de
estilo, y ha de recabar e integrar las orientaciones técnicas del especialista:
contenido, definición y articulación de los conceptos, terminología y
fraseología acuñadas.
Sintomático
de esta discrepancia de criterios es el hecho de que la normativa sobre calidad
de la redacción [5] se haya
elaborado sin participación de los servicios de traducción y se aplique sólo a
los originales.
Es
discutible que hubiera podido (o debido) seguirse un método diferente desde el
comienzo: “Una solución que habría podido adoptarse para resolver los problemas
de traducción de textos dispositivos en las instituciones europeas podría haber
sido la corredacción o redacción paralela”, es decir, unas “actividades que
consisten, con leves matices que las diferencian, en que los especialistas, no
necesariamente traductores, colaboran redactando los textos legales de forma
casi simultánea” (Garrido, 1996, 39). Sin embargo, “tratándose de una
organización no bilingüe [...] sino plurilingüe, la solución pierde toda su
viabilidad, a menos que se reduzca a pares de lenguas” (Ibidem). No obstante, es éste
precisamente el sistema que se aplica en las Naciones Unidas: “Todos los
documentos se redactan simultáneamente en varias lenguas o se traducen
posteriormente a las seis lenguas oficiales...” (Capellas, 1998, 181). Las
ventajas de este planteamiento, aun así, se ven mermadas por ciertos
inconvenientes (Ibidem, 183), lo que
confirma que no es un sistema infalible.
3.3. Evolución
Si
observamos la evolución reciente en lo que atañe a este problema, sí parece
dibujarse una tendencia a reducir la dicotomía. Así hay que interpretar, por
ejemplo, en la Secretaría General del Consejo, una mayor coordinación de las
distintas fases de producción de los documentos, la instauración de mejores
procedimientos de comunicación entre expertos y traductores, ciertas mejoras en
la especialización de éstos, o el esfuerzo de sensibilización de los redactores
sobre la necesidad de colaborar con los traductores. Sin embargo, aún queda
bastante por hacer en este sentido.
4.1 La unidad traductora de doble cara
Frente a la
situación que acabamos de exponer, en la que el esfuerzo de los especialistas y
el de los traductores distan mucho de potenciarse mutuamente, hay que buscar
todas las fórmulas útiles y flexibles que permitan superar las barreras entre
unos y otros y faciliten el aprovechamiento recíproco del trabajo y las
competencias de ambos colectivos. A continuación se esquematizan estas dos
perspectivas opuestas.
|
original |
| |
traducción |
|
|
aspectos lingüísticos |
| <‐‐‐‐ |
aspectos lingüísticos |
competencias del traductor |
competencias del especialista |
contenido especializado |
| ‐‐‐‐ > |
contenido especializado |
|
Cuadro 4: Escasa interacción
|
original |
←—→ |
traducción |
|
|
aspectos lingüísticos |
←←← ←←← |
aspectos lingüísticos |
competencias del traductor |
competencias del especialista |
contenido especializado |
→→→ →→→ |
contenido especializado |
|
Cuadro 5: Competencias recíprocamente
aprovechadas
4.2 Los grupos de especialización
Del
debate general sobre el grado necesario de especialización del traductor se
desprende con claridad que, en una institución como el Consejo de la UE, la
situación óptima se halla a medio camino entre los dos extremos posibles: el
traductor especialista y el traductor generalista, no especializado.
En
efecto, en el Consejo el ritmo de trabajo viene marcado por la dinámica
política de la actividad de la UE. Por ello, prima la necesidad de
flexibilidad, ya que el flujo de trabajo en un determinado tema es muy
irregular. Conviene, pues, que el traductor ofrezca la polivalencia suficiente
para abordar la gran diversidad de temas sobre los que trabaja el Consejo. Es
decir, tiene que ser un generalista que posea unas técnicas de suplencia con
las cuales pueda compensar la falta de conocimientos específicos en una
disciplina o campo concretos: recursos documentales, capacidad de evaluación de
fuentes, posibilidad de consulta o contacto con los especialistas, etc. De esta
forma cubrirá una gama de temas mucho mayor que un traductor que estuviera
plenamente especializado en un solo tema.
Al
mismo tiempo, si quiere hacer un uso óptimo de la consulta al especialista como
fuente de información, ha de tener cierto conocimiento de la materia a fin de
plantear preguntas pertinentes y de asimilar e integrar en el texto las
explicaciones obtenidas. De ahí la conveniencia de fomentar una especialización
relativa, siempre dentro de la polivalencia antes mencionada.
En
el Consejo, esta tensión entre los extremos se resuelve en las llamadas
“asociaciones funcionales”. Se trata de grupos sin identidad administrativa
propia, subsidiarios de la dinámica política del Consejo. Es decir, que en caso
de necesidad sus componentes asumen cualquier tipo de documento. Aun así,
permiten canalizar el flujo de trabajo con un principio de criterio temático.
Esta práctica solución, sin embargo, se halla claramente infrautilizada y
debería contar con mayor infraestructura y apoyo institucional. En este
sentido, es fundamental la formación de los componentes de la asociación
funcional (adquisición de los conocimientos necesarios, por básicos que sean, y
seguimiento de la evolución del tema en la actividad de la institución), así
como el establecimiento y mantenimiento de contactos, en particular con los
especialistas que participan en las reuniones de trabajo.
4.3 Intensificación de la colaboración interinstitucional
La
Comisión, por sus competencias legislativas de iniciativa y ejecución, realiza
el grueso del trabajo técnico que sustenta la propuesta legislativa. Por ello,
sus redactores están en contacto más directo con las fuentes primarias de
información. Se trata, además, de una institución de dimensiones considerables
que le permiten un mayor grado de especialización. Esto se refleja también en
la estructura administrativa (grupos temáticos) del Servicio de Traducción.
El proceso legislativo, sin embargo,
continúa en otras instituciones (Consejo y Parlamento Europeo), que trabajan a
partir del texto de la Comisión. Parece lógico, pues, mantener una relación
continua e intensa a lo largo de las distintas fases, para aprovechar el
trabajo técnico ya realizado por la Comisión y evitar así duplicaciones,
incoherencias, etc.
4.4 Preparación de la traducción
4.4.1 ¿Quién habla con el especialista? El papel de los servicios
mediadores
En
una institución multilingüe como el Consejo es fundamental tener en cuenta la
rentabilidad que ofrece el efecto multiplicador en la traducción. Este aspecto
incide directamente en la organización del trabajo y se concreta de dos formas:
1) problemas terminológicos comunes a todas las
lenguas meta; pueden ser:
a) de comprensión (contenidos): la solución
también es común a todas las lenguas, por ser conceptual
b) de equivalencia (términos): la solución variará
según la lengua, aunque a veces pueden coincidir (p. ej., en lenguas próximas)
2) problemas
comunes a series de textos sucesivos en una lengua y sobre el mismo tema: la
solución coincide.
Dado
que tanto en el caso 1 como en el 2 es frecuente que los distintos textos sean
traducidos por traductores distintos también, sería absurdo que cada traductor
de cada lengua hiciera la misma investigación terminológica para cada texto de
un conjunto o secuencia (por ejemplo, en una propuesta legislativa que da lugar
a cinco borradores sucesivos que han de traducirse a veinte lenguas, un mismo
problema conceptual se repetirá cien veces). El tiempo invertido resultaría
desproporcionado y, en cualquier caso, la coherencia terminológica se vería
siempre comprometida.
Todo
aconseja, pues, cierta centralización de una gran parte de los contactos con
especialistas (sin que ello signifique descartar el contacto directo entre
traductor y especialista). Esta tarea de mediación debe recaer, por un lado, en
el servicio de terminología o de documentación (Correia, González, 2000, 1), y por
otro en la coordinación lingüística, encargada de aportar contactos y
referencias institucionales, aunque no de realizar directamente investigaciones
terminológicas. Si bien la búsqueda de las distintas equivalencias de un
término en once lenguas puede llevar por derroteros diferentes, en un gran
número de casos una investigación terminológica o documental determinada puede
realizarse en varias o todas las lenguas en paralelo.
Pero
la información obtenida por estos cauces sólo se rentabiliza, claro está,
mediante una buena gestión documental, responsabilidad natural de los servicios
de traducción. Ha de almacenarse en bases de datos o comunicarse al traductor
de forma in-mediata por las vías más adecuadas (fichas de seguimiento,
comunicaciones de servicio...), para que el efecto multiplicador no quede
frustrado.
4.4.2 Otras fórmulas de interacción
- Listas de
contactos: Un fichero sistematizado y selecto de informantes puede ser un
instrumento fundamental para acceder rápidamente al especialista idóneo: “los
mejores diccionarios son, indudablemente, los listines telefónicos. Son, por
añadidura, diccionarios que hablan, con los que podemos conversar para
explicarles un problema y encaminarlos hacia la solución” (Balliu, 1998, 86).
Las listas de delegados que participan en las reuniones ya existen; el
sistematizarlas por lengua y tema y ponerlas a disposición de los traductores
con los datos de contacto pertinentes no supondría más que un pequeño paso[6]. Tampoco
es difícil entrar en contacto con los técnicos de los ministerios nacionales o
con los de las representaciones permanentes.
- Asistencia
de traductores a reuniones de grupos de trabajo: Un seguimiento más
estrecho de la labor de los órganos competentes en cada tema podría pasar por
la participación del traductor como observador en determinadas reuniones de
grupo, en función del contenido de éstas y de las dificultades de traducción
que plantee el documento.
- Mayor
contacto con los intérpretes: A las reuniones de grupo asisten ya, en
muchas ocasiones, los intérpretes (servicio separado del de traducción), que se
convierten así en enlaces potenciales entre la función técnica y la
lingüística. Subsidiariamente, pues, una relación más estrecha con ellos podría
suplir en cierto modo la asistencia directa cuando ésta se viera desaconsejada
por motivos diversos.
- Reuniones
de cotejo: Una variante de la participación en reuniones de trabajo serían
reuniones de cotejo a las que asistirían el redactor del documento (de
preferencia, asistido por uno o varios delegados o por la persona competente de
la Comisión) y el traductor que esté a cargo del mismo en cada lengua. Cabe
señalar que otras instituciones (como el Tribunal de Cuentas) aplican este
método con buenos resultados. A diferencia de la fase de formalización
jurídico-lingüística (v. § 2.3.4), el cotejo se realizaría antes de la adopción
formal del texto, lo cual daría más margen para prevenir posibles errores.
Quedaría así cubierto también lo que hemos denominado el eje CL-CT en el cuadro
3 (§ 2.3.5).
- Ficha de
observaciones del delegado: Los delegados que asisten a las reuniones de
trabajo, y que vuelven a su ministerio a continuación, podrían recibir una
ficha de observaciones sobre la traducción que les permitiría establecer un
contacto con los traductores sin necesidad de la presencia de éstos en la
reunión. En ella recogerían tanto información que consideren de utilidad para
la traducción como observaciones sobre la versión que ya han utilizado en la
reunión. Si bien es cierto que esporádicamente se reciben este tipo de
observaciones, sobre todo de las representaciones permanentes, una ficha tipo
que se distribuyera sistemáticamente facilitaría estos contactos.
- Los foros
de debate: Una participación más constante y activa en foros centrados
específicamente en la traducción técnica, en los que confluyen ambas
competencias, abriría el acceso a innumerables fuentes de información. Se
propiciaría al mismo tiempo un mejor conocimiento mutuo de ambos colectivos.
Dada la importancia del factor personal en estos entornos, convendría que la
participación en ellos fuera canalizada a través de servicios de apoyo
(terminología, documentación).
5. Conclusión
El
traductor de textos especializados vive en el anhelo permanente de llegar a las
mejores fuentes de documentación. Debido a la proliferación actual de
innovaciones científicas y técnicas, que se difunden con una celeridad a veces
próxima a la inmediatez, resulta utópico para el traductor pretender seguir por
sí mismo el ritmo de creación conceptual y terminológica.
Cuando,
además, los campos de especialidad que tiene que cubrir son tan vastos y
diversos como los que se tratan en las instituciones europeas, las fuentes
documentales materiales son a menudo viático insuficiente en la búsqueda de su
particular grial. Su mejor recurso es entonces una sólida red de contactos con
quienes poseen el acervo referencial necesario y están inmersos en este proceso
de generación: los especialistas en los distintos temas.
Las instituciones
comunitarias acogen precisamente a toda la pléyade de especialistas que
elaboran los textos originales y que viven de cerca la realidad de la que éstos
derivan. La relación actual entre estos especialistas y los traductores dista
mucho de sacar el partido suficiente a esta situación tan propicia. No es ésta,
por otra parte, una cuestión trivial, toda vez que los textos comunitarios
traducidos no son meras versiones de referencia, sino que tienen pleno valor
jurídico por sí mismos. El principio del multilingüismo es así una garantía de
transparencia, la cual constituye uno de los pilares de la democracia misma.
Las
ampliaciones recientes de la Unión Europea y las inminentes han duplicado con
creces el número de lenguas oficiales. Toda mejora de los usos que rigen la
actividad de traducción en las instituciones contribuirá necesariamente a
facilitar la integración de las nuevas lenguas, y por ende de los nuevos
ciudadanos, en el sistema comunitario.
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Institutions,
[1] La exposición de hechos y opiniones que hacen
los autores en el presente artículo es a título personal y no coincide
necesariamente con la posición oficial de las instituciones de la UE.
[2] Esta modalidad no es en absoluto una técnica
novedosa. Ya en la traducción medieval española son frecuentes los trabajos en
tándem entre traductor y entendido en la materia, es decir, con una
convergencia de competencias lingüísticas y referenciales. Así, por ejemplo, en
el siglo XII el médico judío español Pedro Alfonso colabora como asesor técnico
de Adelardo de Bath en traducciones de obras científicas en árabe (Foz, 2000,
85-96).
[3] A las que próximamente se sumarán el
irlandés, el búlgaro y el rumano.
[4] Recordemos, a este respecto, que la norma DIN
2345 sobre contratos de traducción establece (§ 5.1) que la responsabilidad de
la corrección técnica y lingüística del original incumbe al cliente (Baxmann;
Herzog, 1998, 23).
[5] Desarrollo de la Declaración n.º 39 del Tratado de Amsterdam. Esta normativa incluye aspectos de concepción del texto (rigor y claridad jurídicos) junto con otros más generales que fácilmente afectan tanto al texto traducido como al original. Bien es cierto que en el punto 5 se hace referencia al “carácter multilingüe de la legislación comunitaria” y se señala la gran utilidad que pueden tener para el redactor las observaciones de los traductores.
[6] La citada norma DIN 2345 incluye (§ 4.3),
entre la documentación que ha de proporcionar el cliente al traductor, el
nombre de personas de contacto que puedan atender a sus consultas (Baxmann;
Herzog, 1998, 22).
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