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LOS EUROPEOS ANTE UNA ESTÉTICA OLFATIVA
INDOAMERICANA
Josué Sánchez[*]
(The
La invasión
de América se vio cubierta de unos raros seres pálidos y barbudos a caballo
asombrando grandemente a los indoamericanos sin que éstos pudieran evitarlo. A
distancia notaron su color, sus armas, y sus caballos. Al acercarse más a ellos
pretendiendo defender sus tierras y familias, notaron la absoluta destrucción
que dejaban a su paso y la absoluta falta de respeto que tenían a las propiedades
y vidas ajenas. Entre las novedades de los invasores caras pálidas, notaron sus
cuerpos cabelludos, sus armas de fuego, su armadura, sus caballos, sus perros,
entre otras cosas que llamaron su atención. Al acercarse aun más a ellos,
descubrieron en ellos un olor no del todo agradable. Se enfrentaban a extraños
invasores que no sólo se miraban y actuaban diferentemente destruyéndolo todo y
matando a diestra y siniestra sin piedad, sino que también olían diferente a
ellos. Los mecanismos de una estética olfativa valorativa pronto empezaron a
operar entre las dos culturas obligadas al roce inmediato a principios de la
invasión de América.
A
la llegada de estos seres cabelludos, con los correos que llegaban de la costa,
se desarrollaron fábulas de extraordinarios seres que se aproximaban a sus
territorios sobre esos animales raros que montaban. Los indoamericanos evitaron
enfrentarse a esos animales cabelludos que corrían a grandes velocidades y
bufaban estrepitosamente. Sin embargo, cuando apareció por primera vez en su
territorio no pudieron evitar notarlo con admiración y espanto. Con el caballo,
como apunta John Upton, “ahora había días cuando los pueblos rojos del
norte de Sonora y Arizona oyeron un nuevo tipo de rayo, un galopear rítmico
sobre la tierra en medidas que nunca habían conocido, el sonido de las patas de
los caballos.”[*]
Una vez que se acercaron y los vieron y olieron percibieron ciertos olores
desconocidos que sólo contribuyeron al misterio de los recién llegados. En las
noches ahora “había nuevos sonidos en las sombras... los extraños olores de su sudor y su estiércol” [énfasis
agregado] (31). Los invasores con sus animales olían diferente.
Indudablemente
no fue sólo el olor de los caballos lo que notaron los indoamericanos, sino el
de tantas otras novedades que llegaban con los invasores que los asesinaban sin
razón. Sin embargo en el forzado acercamiento, el olfato indudablemente cobró
importancia investigando los nuevos olores que invadían sus culturas. De este
modo, el olfato pasó a ser otro medio de diferenciación en esta estética
olfativa que anunciaba a estos recién llegados a sus tierras. Fue
indudablemente el olor corporal de los extranjeros lo que llamó la atención de
los indoamericanos al acercarse a ellos después del asombro del primer
encuentro físico.
Dice
Guy Sircello en A
New Theory of Beauty que aunque el
siglo veinte no acepta del todo la “belleza gustativa, olfativa y táctil…
tales variedades de belleza ciertamente existen.”[†]
Es decir, podemos evaluar estéticamente a alguien por medio del olfato. En el
caso de los indoamericanos el olfato cobró valor importante en su evaluación
estética de los europeos ya que tuvieron que tenerlos cerca sin poder
ordenarles que se alejaran de ellos por razón de su mal olor, si ese fuere el
caso. Además, en su papel de subyugados, ni siquiera pudieron informarles que
olían mal para proteger sus vidas.
El
choque de olores fue un problema para los americanos porque tuvieron que
soportar en silencio una fealdad olfativa nada agradable para ellos. Por
ejemplo, cuando uno de los clérigos de la Compañía de Jesús llegó a México, “no
trajo otro vestido de remuda más del que traía vestido y para conservar su
pobre sotana, la vistió al revés porque la brea de la nao no estorbase al
servicio de ella en México” y “sirvió así más de un año...”[‡]
El olor de este clérigo, por más santo que fuera, tuvo que haber afectado
negativamente a más de un posible creyente, que si bien lo acercaba a Dios
metafísicamente con su mensaje, también lo alejaba físicamente del religioso
por razón del olor. De este modo, en muchos casos el olor vino a ser un factor
de distancia entre las dos culturas en el choque de la invasión. Por otro lado,
la belleza olfativa, especialmente de la naturaleza, iban de la mano con la
estética de la mayoría de los indoamericanos gráficamente ilustrado en los
poemas incas, aztecas, navajos, etc. unidos eternamente en las flores o
naturaleza y su perfume natural.
El
americano amaba la naturaleza y el baño diario donde había agua.[§]
Para el europeo la situación
parecía ser un tanto diferente. Y es precisamente esa costumbre americana de
querer bañarse constantemente en su esfuerzo por oler bien lo que asombraba a
algunos europeos que siempre buscaron registrar ciertas características de los
indoamericanos en un afán por diferenciarse de ellos con el objetivo de
proyectarse como superiores ante los americanos. Una diferencia que vieron en
los indoamericanos era que se limpiaban “demasiado.” En el sur de
México por ejemplo, Landa notó que los indoamericanos “se bañaban
mucho” y “que eran amigos de
buenos olores y que por eso usaban ramilletes de flores y yerbas olorosas...” [énfasis
agregado].[**]
Agregó también que: untaban cierto ladrillo como de jabón que tenían labrado de
galanas labores y con aquel se untaban los pechos y brazos y espaldas y quedaban galanas y olorosas según les
parecía; durábales mucho tiempo sin quitarse según era bueno el ungento
[énfasis agregado].[††]
Se
deja ver una preocupación indoamericana por oler bien, por ser placenteros al olfato
ante los demás al contar con los medios del agua. Notaron también que no eran
solamente las mujeres las que se preocupaban por la higiene personal. Landa
notó también, asombrado, que los indoamericanos “se lavan las manos y la
boca después de comer.”[‡‡]
Mucho más al sur en Nueva Granada, el área de Colombia, otro cronista también
se sorprende grandemente ante ‘la costumbre tan original, según él, que
tenía de “limpiarse los dientes después que acababa de
comer.”’[§§]
Los recién llegados parecen asombrarse de esta limpieza americana. No era sólo
el baño en sí lo que resaltaba en este caso, sino el buscar oler bien con sus
perfumes naturales, al mismo tiempo que evitaban el mal olor lavándose la boca
después de comer y limpiándose las manos del roce de la comida que tuvieron que
tocar al no tener utensilios para comer. Valga notar la importancia que los
indoamericanos bien establecidos ponían no sólo en estar limpios sino en
agradar al olfato en una cercanía inmediata. Aunque esta belleza no presenta
del todo una estética imagen gráfica, sí presenta una imagen visual que es
también placentera al olfato. Estos factores, en su tiempo, indudablemente
influían en determinar si alguien era bello o feo, tal como seguramente lo
hacemos hoy día al aproximarnos a una persona y evaluarlo olfáticamente.
Naturalmente
esta costumbre no se restringía a los mayas de Yucatán; Sahagún notó lo mismo
entre los mexicanos y los culpa por bañarse demasiado aún cuando estaban
enfermos con la viruela europea aumentando su mortandad. Francisco de Gómara
también registra, hablando de las mujeres, que “lávanse mucho, y entran
en baños fríos en saliendo de baños calientes, que parece dañoso.”[***]
Mucho más al norte, uno de los hombres de De Soto encontrando la misma
costumbre dijo de los cherokees que “la gente era muy limpia y
cortés...”[†††] En el Brasil, el otro extremo sur de América
se ve lo mismo. Vaz de Caminha también notó a unas jóvenes “muy hermosas,
con cabellos muy negros, caídos por la espalda abajo; sus vergüenzas eran... y
tan limpio tenían el pelo que no nos daba vergüenza mirarlas fijamente” y
que “esos hombres parecían muy sanos y limpios” y que por ello eran
“como las aves y los animales del monte, que tienen mejores plumas y
pelos que los animales domésticos.”[‡‡‡]
La comparación que hacía era indudablemente una de contraste entre los
indoamericanos y los europeos, proyectando a éstos como “los animales
domésticos.” Seguramente, la razón de este comentario fue el notar el
continuo baño que se daban los indoamericanos cuando disponían de agua. Léry
confirmó la misma costumbre del baño en esta área en su registro diciendo que:
...lo que más nos maravillaba de estas
brasileñas es el hecho que… nunca pudimos conseguir que se
vistieran... Aún los hombres, de vez en cuando se vestían pero ellas no querían
nada... De hecho, para justificar su
desnudez, alegaban que no podían prescindir de los baños y que les
resultaba complicado tener que desnudarse tan a menudo, que se metían en el agua en la primera fuente o
el primer río que encontraban, se
mojaban la cabeza y zambullían el cuerpo como cañas, con frecuencia más de doce
veces al día. Sus motivos eran razonables, y cualquiera esfuerzo para
convencerlas de lo contrario fue totalmente inútil.[§§§]
Léry
estaba tan preocupado y “maravillado” porque no toleraban la imposición
de la vestimenta europea, que no alcanzó a ver la importancia del baño para los
indoamericanos y por lo tanto lamenta condescendientemente que “era tan
fuerte su costumbre” de andar desnudos. La marcada observación de estos
europeos sobre el baño de los americanos parece indicar un contraste de
costumbres. El americano parecía preocuparse más por bañarse y oler bien con
más insistencia. En este caso las premisas estéticas parecían contraponerse.
Para Léry y otros europeos mencionados, la ética europea parecía ser de
cubrirse, aunque olieran mal; para los indoamericanos era estar limpios y oler
bien aunque desnudos. Resaltando su desnudez y limpieza, Vespucio más al sur
registró que “no tienen nada defectuoso en sus cuerpos, hermosos y limpios...” [énfasis
agregado].[****]
En
Chile Núñez de Pineda
registró lo mismo en su Cautiverio Feliz.
En el caso de Pineda, los indoamericanos lo invitaron al baño diario por la
mañana y éste rechazó “la repugnante costumbre americana” al
principio. Pineda también parece indicar que ésta no es costumbre europea.
Agrega luego que: Aunque a los principios llegué
a sentir el imitarles en aquella acción y costumbre, después me hice tanto al baño de por la mañana,
que era el primero que acudía a él sin repugnancia, porque real y
verdaderamente conocí y experimenté ser saludable medicina para la salud
[énfasis agregado].”[††††]
Aunque
Núñez de Pineda tampoco pareció notar la importancia que el indoamericano daba
al baño diario, perdió al menos la “repugnancia” europea a la
costumbre indoamericana de estar limpio adaptándola finalmente. Para los
americanos la consistente pulcritud, cuando había agua, parecía ser una norma
de vida poco notada entre ellos.
Por
otro lado, la versión de los extranjeros sobre la higiene personal era un poco
más difícil de defender. No puede ignorarse el hecho de que los extranjeros
después de tanto viajar, matar gente, quemar pueblos, etc., no desarrollaron
costumbre de estar limpios y bien olorosos como lo hacían los indoamericanos
estando en casa, ni de lavarse las manos y la boca. Después de todo la mayoría
no venía a impresionar a nadie ni eran cortesanos tampoco, sino gente ordinaria
y muchas veces peor aun que buscaban aprovecharse de lo ajeno. El olor no
parecía ser un factor importante para los europeos cuando consideramos que en
su papel de invasores eran ellos los que imponían las reglas. En términos
generales, de este modo, eran los indoamericanos los que se preocupaban más por
la higiene personal que los civilizados invasores europeos. Comparando
costumbres entre las dos culturas, Lippy nota, por ejemplo, que en el noreste
de los Estados Unidos los indoamericanos disfrutaban de una buena salud hasta
que llegaron los europeos. Y la razón, según Lippy, era que “la higiene personal de los amerindios era
superior a la de los franceses, quienes consideraban el baño como inmodesto y
no saludable.”[‡‡‡‡]
De ahí que cuando los misioneros sin una higiene personal acudían a los
moribundos para bautizarlos antes de morir, “la muerte con frecuencia
llegaba y los aterrados habitantes de la población sentían que el rito del
bautismo, la visita del sacerdote, o aún la agua bendita o las oraciones en
latín eran ritos mágicos que mataban.” Choquette agrega por eso que:
“las inestables misiones católicas participaron en el genocidio cultural,
igual que los mercaderes y exploradores” porque “eran todos
portadores de infecciones europeas.”[§§§§]
El hecho era que los invasores europeos no se bañaban con frecuencia y buscaron
implantar esa cultura en América también.
El
problema con este cambio cultural era que muchos indoamericanos tuvieron que
abandonar el baño diario donde había lagos y ríos “en un intento de mímesis a sus nuevos
amos, o por disposición real” de la misma Reina Isabel quien ordenaba que
los indoamericanos: “No deberán
bañarse con tanta frecuencia como hasta aquí lo han hecho porque, según
nuestros informes, les causa mucho daño.”[*****]
Claro está que, como agrega Colombres, al obedecer la ley real de no bañarse
los indoamericanos “luego eran acusados de sucios.”[†††††]
Así las cosas, era el dominado él que percibía las diferencias olfativas y
sufría las consecuencias buscando entender a sus invasores para clasificarlos y
darles características definitivas. Después de todo, los extranjeros eran la novedad
de la tierra y había que entenderlos para poder convivir con ellos, para
reaccionar a ellos de cerca a nivel del olfato.
En
todo caso, fue la interpretación de diferentes aspectos culturales lo que iba
definiendo la relación entre ambas culturas en ambos lados y el olor formó
parte en este proceso. De ahí que cuando Cortés se encontró con Moctezuma al
inicio de la invasión a los aztecas, dice Bernal Díaz que “le iba [a]
abrazar, y aquellos grandes señores que iban con Moctezuma le tuvieron el brazo
a Cortés que no le abrazase, porque lo tenían por menosprecio.”[‡‡‡‡‡]
No sabemos de cierto si no dejó que lo abrazara por la tradición indoamericana,
como afirma Bernal, o simplemente por el mal olor que debieron despedir los
cuerpos sudados y sucios de Cortés y su gente que ya tenían varios días de
caminar por el monte. Por otro lado, cuando los europeos llegaron a
Tenochtitlan notaron de inmediato el contraste entre ellos y la corte de Moctezuma que pasaba su tiempo en
“confort personal y limpieza.”[§§§§§]
Vieron también como el emperador según Bernal Díaz “era muy pulido y
limpio” y “bañábase cada día;”[******]
y Cortés mismo después escribió que,
“a principio y fin de la comida y cena siempre le daban agua a
manos” vistiéndose “todos los días cuatro maneras de vestiduras.”[††††††]
Se siente a un Cortés asombrado ante la limpieza de la corte
indoamericana. Sin embargo, Moctezuma
simplemente seguía la rutina de lavarse las manos antes y después de comer.
Para los invasores éstos pasaron a ser detalles que los diferenciaban dignos de
ser narrados según las crónicas de Cortés y Bernal Díaz del Castillo.
Por
otra parte los indoamericanos, con tanto detalle a la limpieza, no iban a
permitir que alguien sucio o mal oliente se le acercara al emperador que
respetaban tanto y acostumbrado a tanta limpieza. En este primer encuentro se
percibe un gran contraste entre estos dos líderes. Además, ya Moctezuma estaba
informado con todo detalle sobre los extranjeros que se aproximaban por medio
de los embajadores y espías, y el olor de los extranjeros no se les pudo haber
escapado a los espías que entrevistaron a Cortés y a su gente muy de cerca
antes que llegaran a la corte de Moctezuma. Las medidas preventivas buscando
perfumarlos serían entonces lógicas. Bernal calla en cuanto a esto, igual que
los demás cronistas. Aún los códices indoamericanos no pudieron registrar esta
perspectiva abiertamente, puesto que de algún modo todo lo escrito tenía que
pasar por los ojos de los sacerdotes u otros europeos que los habían destruido
y controlaban la escritura. Si es que se registró algo al respecto, seguramente
se quemó en la gran fogata de la destrucción de la biblioteca de Moctezuma
ordenada por Cortés y Zumarraga más adelante.[‡‡‡‡‡‡]
Sin
embargo, otras fuentes indoamericanas parecen iluminar ciertos detalles al
respecto. El Códice Florentino en la
versión indoamericana, por ejemplo, registra cierta preparación por parte de la
comitiva de Moctezuma con el aparente intento de asegurase de que los
extranjeros olieran bien antes de acercarse al monarca americano. Dice que: Tomaron
muchas flores hermosas y olorosas,
hechas en sarteles y en guirnaldas y compuestas para las manos, y pusiéronlas
en platos muy pintados y muy grandes, hechos de calabazas… Llegando
Motecuzuma a los españoles… luego allí mismo Motecuzoma puso un collar de
oro y de piedras al capitán don Hernando Cortés, y dio flores y guirnaldas a todos los demás capitanes… [énfasis
agregado].”[§§§§§§]
Nótese
que se escogieron “flores olorosas” y se colocaron “flores y
guirnaldas a todos los demás capitanes” que se iban a acercar a
Moctezuma. Cuando pensamos en la corte “limpia” de la que habla
Cortés y todos los cuidados para que todo estuviera limpio en su corte, no
podemos evitar concluir que buscaban “perfumarlos” para contrarrestar
su mal olor en la corte de Moctezuma.
En
otra versión más explícita se nota la intención de perfumar a los forasteros en
cuanto se les acercaron y antes de darles los regalos de bienvenida. Dice el
texto que: En grandes bateas han colocado
flores de las finas: la flor del escudo, la del corazón; en medio se yergue la flor de buen aroma, y la amarilla fragante la valiosa. Son
guirnaldas, con travesaños para el pecho [énfasis agregado].” Una vez
preparado el perfume, el mismo emperador procedió a perfumarlos como
seguramente hacían con él sus siervos. Motecuhzuma… los regala con dones, les pone flores en el cuello, les da collares de flores y sartales de
flores para cruzarse el pecho, les pone en la cabeza guirnaldas de flores. Pone en seguida delante los collares de oro,
todo género de dones, de obsequios de bienvenida” [énfasis agregado].[*******]
El que el texto indique que se escogió “la flor de buena aroma” y
la “amarilla fragante” y que son decorados con éstas “el
capitán, al que rige la gente, y a los que vienen a guerrear,” indica una
clara intención de “florear olfáticamente” a un grupo determinado
de personas con la aparente intención de contrarrestar el mal olor de los
“dioses” que llegaban sudados y malolientes que iban a estar cerca
del emperador y su corte amante de la pulcritud. Las flores olorosas parecían
ser la loción o perfume indoamericano en este caso. Nótese que antes de proceder a los demás
asuntos, incluyendo el de ofrecerles “collares de oro,” primero los
perfumaron para evitar el mal olor y poder acercarse a ellos.
Además,
Landa parece confirmar el uso de flores para perfumar a alguien cuando dice que
los mayas “se bañaban mucho” y que “eran amigos de buenos olores y que
por eso usaban ramilletes de flores y yerbas olorosas… [énfasis
agregado].”[†††††††]
El uso de las flores parece ser entonces un intento por perfumar a una persona.
Después de todo las mayas, conscientes de su estética olfativa, también se
untaban “un poco de itz-tahté” que es “una resina muy olorosa
que las hace agradables y atractivas.”[‡‡‡‡‡‡‡]
El buen olor era importante y estos indoamericanos parecían estar preparados
para contrarrestar el mal olor del cuerpo; y para ellos era más que natural
aplicarlo a quien lo necesitara, especialmente si iba a estar cerca de sus
líderes.
Lo
que para los cronistas pareció tradición, bien pudo ser un esfuerzo por
“perfumar” al extranjero sin ofenderlo, después de todo aún se
creía que eran deidades sobrenaturales y venían acompañados de sus
tradicionales enemigos, los tlaxcaltecas. Algo más que confirma que los
extranjeros olían mal es el hecho de que los mismos extranjeros se extrañaban
sobremanera al ver que los indoamericanos se bañan diariamente y eran muy
limpios en todo como si esta costumbre indoamericana no fuera parte de ellos y
en forma contraria fuera defecto para ellos.
Landa llegó al extremo de postular que los indoamericanos eran morenos
“por el sol y el continuo bañarse.”[§§§§§§§]
El baño en sí parecía ser una mala tradición para los recién llegados europeos.
Por
otro lado, los Shawnees en el norte después de convivir con los recién
llegados, daban ya por hecho el mal olor de los europeos anglosajones y usaban
esta característica del mal olor del extranjero para considerarlo inferior aún
desde la creación en la predilección del creador. Hablando de los ingleses, franceses
y holandeses, decían que “a todas estas razas inferiores de los hombres
los hizo blancos, y los puso más allá del Lago
Mal Oliente [énfasis agregado], que ahora se llama el Océano
Atlántico.”[********]
Como todos los extranjeros europeos que
venían de ese rumbo olían mal, suponían que su lugar de origen también olía mal
por naturaleza. El cielo, el gran emperador, el gran papa, todos moraban allá,
en la tierra de los malolientes. Parece indicar que era natural que olieran mal
en vista de que venían “del lago de los mal olientes.” Ya sea que
los vieran como a seres superiores, dioses,
o simplemente como a invasores, esta caracterización fue un rechazo del
europeo que los indoamericanos registraron en su estética olfativa y que ayudó
a evaluar negativamente la presencia física de los europeos en el principio.
Tal
vez el rechazo estético físico del indoamericano, hacia el europeo nada
agradable a la vista, se pueda ilustrar gráficamente en el caso de la Coya Inca
al ser pedida por Gonzalo Pizarro. Al no quedar otra alternativa el Inca acepta
y la da a Pizarro. Ella sale “bien aderezada y tan hermosa”
mientras que Pizarro sin percatarse de su apariencia, de ética o tradiciones de
la corte “ansí, delante de todos, sin más mirar a cosa, se fué para ella
a la besar y abrazar como si fuera su mujer legítima.” Yupanqui dice que
de esto “se rió mucho mi padre,” pero para “los demás puso en
admiración” este aparente salvajismo. En cuanto a la princesa dice que “la
Inguill” quedó “en espanto
y pavor” y cuando la abrazó “gente que no conocía” la
princesa empezó a dar “gritos como una loca, diciendo que no quería
arrostrar a semejante gente, más antes se huía y ni por pensamiento los quería
ver.”[††††††††] Bien puede ser que el mal olor de Pizarro
contribuyera a los gritos de la princesa indoamericana que se encontraba limpia
y sin que ningún mal oliente se le acercara a su corte. Tal vez ese gritar de
“espanto y pavor” no era por “gente que no conocía”
como dice Yupanqui, sino porque al acercársele y abrazarla pudo percibir enfáticamente
el mal olor de Pizarro. Es muy posible que, entre otras cosas, estuvo gritando
por su mal olor que la ofendía grandemente, pero que al no haber quien
tradujera a los españoles lo que decía en su lengua, nunca se registró su razón
para no ofender a los invasores como sucedió con Cortés en Tenochtitlan. De
este modo, el olor pudo haber sido un aspecto importante entre el choque de las
dos culturas que descuidaron los europeos y que afectó su relación con los
indoamericanos.
Debe notarse que aunque en algunos
casos la limpieza americana parece ser parte de la nobleza indoamericana, como
en el caso de la exagerada limpieza de la corte de Moctezuma, donde como dice
Las Casas, “Lavábase al principio y al fin del comer y del cenar el rey,
y creo, otros señores en las otras salas, cada uno según sus grado y estado. La
tovalla o pañuezuelo que una vez se le daba, nunca más lo había él de
ver;”[‡‡‡‡‡‡‡‡]
así como en el caso en la Española en su primer encuentro donde descubren a una
doncella americana que por “su comer, en la honestidad, gravedad y
limpieza, mostraba bien ser de linaje,”[§§§§§§§§]
en otros casos de gente más ordinaria como en el de Diego de Landa, Gómara,
Caminha, Léry, Vespucio, Núñez de Pineda, Sahagún y otros ese no es el caso.
De
este modo, aunque los europeos se proyectaron como bellos, limpios y
civilizados al contrastarse con los americanos, la microhistoria parece apuntar
a otro lado. La percepción indoamericana, haciendo uso de una estética olfativa
valorativa, parece evaluar negativamente a los extraños seres cabelludos que
invadían sus territorios diferenciándolos, entre otras cosas, por medio del
olfato. Es así que, por lo menos en el primer impacto, los europeos no parecen
haber atraído a los indoamericanos por medio de la “belleza olfativa”
de la que habla Sircello, y no parecen ser del todo apetecibles a los
indoamericanos en este primer choque de culturas. La belleza olfativa
indoamericana, de este modo, pareció contribuir estéticamente al rechazo de los
primeros europeos en América.
[*]. John Upton Terrell, Apache Chronicle (New York: World, 1972) 31.
[†]. Guy Sircello, A
New Theory of Beauty (Princeton: Princeton UP, 1975) 61.
[‡]. Crónicas de
la Compañía de Jesús en la Nueva España (México: Universidad Nacional
Autónoma de México, 1995) 100.
[§]. En general, los indoamericanos se bañaban
donde tenían esa facilidad por medio de los ríos o los lagos. Donde éste no era
el caso se reporta lo contrario, como lo indica, por ejemplo, el Padre Sagard
en su Long Journey to the Country of the
Hurons y Miguel del Barco en su
Historia natural de Antigua California (Madrid: Hermanos García Neblejas,
1989).
[**]. Diego de Landa, Relación de la cosas de Yucatán, ed., Miguel Rivera (Madrid: Información
y Revistas, 1985) 74.
[††]. Diego de Landa, Relación de la cosas de Yucatán. 98.
[‡‡]. Diego de Landa, Relación de la cosas de Yucatán. 74.
[§§]. Josefina Oliva de Coll, La resistencia indígena ante la conquista (México: Siglo Veintiuno
Editores, 1980) 184.
[***]. Francisco López de Gómara, Historia de la Conquista de México (México: Porrúa, 1988) 307.
[†††]. Ronald Wright, Stolen
Continents: The Americans Through Indian Eyes since 1492 (New York:
Houghton Mifflin, 1992) 87.
[‡‡‡]. Pero Vaz de Caminha, “Los salvajes al
natural”, Noticias secretas y
públicas de América ed., Emir Rodríguez Monegal (Barcelona:
Tusquets, 1984) 46-47.
[§§§]. Jean de Léry, “Visiones de la Francia Antártica”, Noticias secretas y públicas de América, ed. Emir Rodríguez Monegal
(Barcelona: Tusquets, 1984) 164.
[****]. Amerigo Vespucci “El Nuevo Mundo”, Noticias secretas y públicas de América, ed. Emir Rodríguez Monegal (Barcelona: Tusquets,
1984) 54.
[††††]. Francisco Núñez de Pineda, El cautiverio Feliz, ed., Angel Custodio González (Santiago, Chile: Zig-Zag, 1948) 214.
[‡‡‡‡]. Robert Choquette, “French Catholicism Comes to
the
[§§§§]. Robert
Choquette, “French Catholicism Comes to the
[*****]. Adolfo Colombres, La colonización cultural de la América Indígena (Buenos Aires:
Ediciones del Sol, 1987) 39. Énfasis agregado.
[†††††]. Adolfo Colombres, La colonización cultural de la América Indígena. 39.
[‡‡‡‡‡]. Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, duodécima
edición (México: Porrúa, 1980) 161.
[§§§§§]. William H. Prescott, History of the Conquest of Mexico and History of the Conquest of Peru
(
[******]. Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España. 166.
[††††††]. Hernán Cortés, Cartas
de Relación (México: Porrúa, 1979) 68.
[‡‡‡‡‡‡].
Algunos justificadores de la historia oficial han tratado de disminuir esta
destrucción, pero otros no: “La pérdida de tantos preciosos monumentos de
su antigüedad fue amargamente deplorada por los indios, y aun los mismos
autores del incendio se arrepintieron cuando echaron de ver el desacierto que
habían cometido; pero procuraron remediar el daño, ora informándose verbalmente
de los mismos habitantes, ora buscando las pinturas que se habían escapado de
las primeras investigaciones…” Joaquín Gracia Icazbalceta, Opúsculos varios tomo II (México:
Imprenta de Agüeros, 1896) 21. Cita a Clavijero en su Historia Antigua de México.
[§§§§§§]. Bernardino
de Sahagún, Historia General de las cosas
de Nueva España, Josefina García Quintana y Alfredo López Austin, eds.,
segunda edición, (México: Dirección General de Publicaciones del Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes y Editorial Patria, 1989) 834.
[*******]. Miguel León-Portilla, Visión de los vencidos (México:
Universidad Nacional Autónoma de México, 1989) 66-67.
[†††††††]. Diego de Landa, Relación de la cosas de Yucatán.
74.
[‡‡‡‡‡‡‡]. Demetrio Sodi M., Los Mayas (México: Panorama, 1996) 19.
[§§§§§§§]. Diego de Landa, Relación de la cosas de Yucatán.
25.
[********]. Julia
Blackburn, The White Man: The first
response of aboriginal people to the White Man (London: Orbis, 1979) 99-101.
[††††††††]. Titu Cusi Yupanqui, Relación de la Conquista del Perú (Lima: Ediciones de la Biblioteca
Universitaria, 1973) 67.
[‡‡‡‡‡‡‡‡].
Bartolomé de las Casas, Los indios de
México y Nueva España (México: Porrúa, 1993) 126.
[§§§§§§§§].
Josefina Oliva de Coll, La resistencia indígena ante la conquista. 20.
Cita a W. Irving en Vida y Viajes de Cristóbal
Colón.
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