relecturas
OFRENDA A SALZILLO
Francisco Gómez Ortín
(Universidad de
Murcia)
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De cara al inminente
tricentenario del nacimiento de Salzillo,
nada más oportuno que reeditar, para hacer boca, esta
filigrana de biografía apasionada del gran escultor
murciano. Su autor, Antonio Oliver Belmás, murciano-cartagenero de pro, fue, a la par de su esposa
Carmen Conde, un
fino poeta, amén de exquisito degustador de arte.
Trasterrado a Soria, en
la recia posguerra, supo hermanar la nostalgia del
amado terruño con la añoranza del sublime acervo artístico
murciano, simbolizado en el portentoso Francisco Salzillo.
Allá, “pane lucrando”,
se vio forzado a esgrimir sus buidas armas literarias,
encubriendo su identidad bajo el seudónimo de Andrés
Caballero. En buena hora se le cayó del corazón, más
que de la pluma, esta obrecica
palpitante de vida, mientras se tragaba “a sorbico
callao” el acíbar del injusto destierro. Su
refinado espíritu se solazaría, paladeando en el recuerdo
la belleza inmarcesible de las obras maestras
de Salzillo, sobre todo,
la deslumbrante serie pasionaria de la cofradía de
Jesús, milagrosamente indemne de la hecatombe ateo-revolucionaria.
¡Cómo se abochornaría su alma tan sensible,
al enterarse del inmenso “culturicidio”,
consumado en la zona republicana! Y, celebrando el
salvamento de los fantásticos “pasos”
salzillanos, ¡qué suspiros de alivio no se le escaparían,
hasta arrancarle esta confesión, alusiva al icono
más emblemático de Salzillo, su mágico Ángel!: “Los iconoclastas de 1936
no se atrevieron a romperlo”. Piadosa excusa
para los “rompeimágenes”, que perpetraron
el mayor exterminio de ellas, desde la herejía iconoclasta
del emperador de Bizancio,
León el Isáurico, en el
siglo VIII. La verdadera realidad fue que las autoridades
murcianas, conscientes del valiosísimo patrimonio
artístico de la Región, se enfrentaron valientemente
con la chusma entigrecida, parándole los pies, como
era su deber, aunque fallaran en tantos casos, uno
de ellos en 1931, cuando la siniestra quema de la
Purísima, “la obra cumbre de Salzillo”
(Mariano Benlliure). Esta linda miniatura literaria, escrita con primor
de orfebre, se esmalta con candorosas viñetas de Garay,
otro glorioso artista murciano, amigo de Oliver. Cumple
ponderar juntamente la bondad y pequeñez de esta alhaja,
conforme a la máxima de Gracián:
“Lo bueno, si breve, dos veces bueno”.
Tan amanosico libro viene
pintiparado para iniciar en el culto salzillista
no sólo a niños y adolescentes murcianos, sino incluso
a los adultos, que acaso estén ya familiarizados con
el arte de Salzillo, pero
que ignoran las vicisitudes de la trayectoria existencial
del fabuloso artista. Si cada uno es el “yo
y su circunstancia”, en frase de Ortega y Gasset, es indudable que conociendo las circunstancias vitales
del genial Salzillo, seremos
capaces de penetrar más hondamente la quintaesencia
y sublimidad de su arte incomparable, para arregostarnos
aún más en el deleite de
las prodigiosas esculturas creadas por su gubia inmortal. He aquí la ficha técnica de esta joya bibliográfica,
que dedicamos a honra de Salzillo,
cual preludio a su tricentenario: “Andrés Caballero,
El escultor Francisco Salzillo. Madrid,
Edit. Alhambra, 1944, 101 p., 15
x 11 cm. (Biblioteca del Adolescente)”. Vaya,
por colofón, el atinado juicio sobre la obrita debido
al eminente crítico de arte, Enrique Pardo Canalis: “Andrés Caballero dedica al artista una biografía
breve, pero cálida, con indudable acento anovelado,
apuntando sobre su obra agudas observaciones”
(“Valoración retrospectiva de Salzillo”, 1963, p. 354).