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Después es siempre demasiado tarde
Universidad
de Toulouse (Francia)
El 2 y el 24
de junio de 2005 morían sucesivamente Bernard Manciet y Max Rouquette. Se
apagaban dos faros de la literatura occitana del siglo XX. Después de René
Nelli (1906-1982), Max-Philippe Delavouët (1920-1990) y Marcelle Delpastre
(1925-1998) desaparecidos antes, con Pierre Bec (nacido en 1921) y Bernard
Lesfargues (nacido en 1924) siempre en la tarea, Manciet y Rouquette se
empeñaron y trabajaron para alejar, el tiempo que pudieron, a la lengua de oc
de los arrecifes hacia los
cuales la habian precipitado, con conocimiento de causa, los saqueadores que
legislan y gobiernan la Francia eterna, una e indivisible, cocoricofónicamente
enamorada de su cultura única.
Inclasificables,
irreductiblemente libres, hicieron la elección –reivindicada sin
desfallecimiento- de crear en occitano
una obra literaria abierta sobre lo universal, extraña a todo localismo o
regionalismo en los cuales han querido encerrarla a veces. Su auto-traducción
en francés, que, por otra parte se une en calidad a la obra original, no debe,
en suprema afronta, ser explotada con duplicidad para enmascarar, o peor,
ignorar, el compromiso primero por la lengua occitana.
A partir de
1927, en el caso de Max Rouquette (nacido en 1908), y de 1945, en el caso de
Bernard Manciet (nacido en 1923), adquirieron unos lectores sin fronteras. Sus
poemas, novelas, teatro, ensayos (L’Enterrament
a Sabres, Sonets, Cants reiaus, Lo Gojat de Novéme, Iphigénie,
etc. de B. Manciet; Verd Paradis, Les Psaumes de la nuit, D’aici mil ans de lutz, Medelha, etc. de M. Rouquette) fueron
traducidos y estudiados en las Universidades de Europa, América y Japón, varias
décadas antes de ser inscritos en el programa de una prueba optativa del
Bachiller o de un Capes “de occitano-lengua de oc” (sic) que no corona a saber,
dicho sea de paso, ¡más que a
cuatro nuevos profesores al año de Briançon a Biarritz y de Tulle a Menton! En
Francia no ocupan ningún lugar en los manuales de historia literaria, los
diccionarios biográficos, las antologías, los programas de universidades y de
institutos, las parrillas televisivas y muy poco en las librerías.
Para
convencernos de la originalidad de esas voces que se han callado releamos a
Bernard Manciet, en francés en el texto (¡!), en la contraportada de la edición
de su inmenso poema L’Enterrament a Sabres: «…Là
subsiste, sache-le, une peuplade bafouée par l’Histoire. Moi, je lui donnerai
mieux: de la légende. Elle parle, dit-on, un langage de brutes, inadmissible.
J’ai voulu le faire chanter. On l’a considérée comme perdue, morte, avec sa
langue, ses coutumes, sa foi. Je l’enterre, mais je l’enterre vivante.(…) Rien.
Mais toutefois assez de couleurs, celle des incendies, des nuages violents, des
péchés truculents; et assez d’ombres, celle des pluies interminables, des
impénitentes superstitions, des secrets obstinés, pour que j’en gâche le
mortier d’un cérémonial exagéré et absurde, puisqu’il va disparaître avec un
peuple, avec son fatras magnifique. Prends garde, n’en sois pas trop sûr»
Y volvamos a
escuchar la entrevista que Max Rouquette concedió a France Culture el día 21 de julio de 2004, en su 96 cumpleaños,
difundida de nuevo en estos últimos días, durante la cual evocaba «ce
qui serait toute ma vie à savoir l’adhésion à une langue dont je considère que
c’est un crime d’avoir tenté de la détruire. Une langue qui vit, c’est comme un
être qui vit. C’est mieux encore puisque ça représente des générations
d’individus…»
¿Rendiremos
algún día un homenaje en vida a los
escritores a los que pretendemos amar y admirar? ¡Solamente la mediateca de la
comuna de Bédarieux, en Hérault, y un anfiteatro de la Universidad Paul Valéry
de Montpellier han tomado el nombre de Max Rouquette! En cuanto a Burdeos, no
se atreve más que a afirmar furtivamente que tras Montaigne, Montesquieu y
Mauriac, Bernard Manciet es su “4ª M”.
Pero todo
este ruido importa poco. Pues el homenaje que hay que rendir a un escritor –el
primero y el único que lo conforta- consiste en...leerlo y hacerlo leer.
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