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ELIAS CANETTI: VIVIR
EN LA LENGUA
Tomás Albaladejo
Mayordomo
(Universidad Autónoma de Madrid)
Su nacimiento en
1905 en la ciudad búlgara de Rustschuk, la actual Ruse, entonces activo puerto
del bajo Danubio y lugar de encuentro comercial, lingüístico y cultural,
permite a Elias Canetti vivir los primeros años de su vida entre diversas
lenguas. Como Canetti escribe en Die gerettete Zunge. Geschichte einer Jugend (La lengua absuelta. Historia de una juventud)[1], el
primero de los tres libros que forman su autobiografía, en un mismo día se podían oír allí siete u ocho lenguas
distintas[2].
Un lugar de nacimiento que corresponde a la propia historia familiar y personal
de Canetti. Elias Canetti, descendiente de judíos sefardíes que en su éxodo
desde España vieron cómo su Cañete original, nombre de la población de Cuenca
de la que procedían, se transforma en Canetti, tiene como lengua materna el
judeoespañol, es decir, el español, lengua de su familia durante siglos, pero
desde niño sabe oír y entender otras lenguas, y también hablarlas y tenerlas
como instrumento de comunicación y de creación. Canetti, gran oidor, construye
su forma de entender el mundo, poblado en su comunicación por una pluralidad
lingüística, que es también literaria y cultural. El oír diferentes lenguas es
decisivo para la personalidad de Canetti, que en todo momento está predispuesto
para escuchar, para aprender, para interpretar críticamente.
La vida de Canetti[3]
se desarrolla con varios desplazamientos entre países, entre lenguas y entre culturas.
El español, en su modalidad (diacrónica y diatópica) sefardí, es la lengua de
su familia y de los amigos de su familia en Rustschuk, pero las muchachas
campesinas que trabajan en su casa hablan búlgaro y de ellas aprende esta
lengua el pequeño Elias, pero la olvidará por haber salido de su ciudad natal a
la edad de seis años. En 1911 va con sus padres a vivir a Manchester, entrando
así en contacto con la lengua inglesa, pero en la infancia de Canetti la lengua
alemana es la lengua que hablan sus padres cuando quieren que no se sepa lo que
están diciendo, es una lengua que él no entiende y por la que siente desde niño
una especial atracción no ajena al misterio que es para él que sus padres
hablen en una lengua que él no conoce.
En La lengua absuelta recuerda Canetti sus primeras lenguas, el español sefardí, que nunca
olvida, y el búlgaro, que sí olvida. Los hechos de los primeros años de su
infancia se producen para él en español o en búlgaro y posteriormente, mientras
los especialmente dramáticos se le quedan grabados en español, los demás y
sobre todo los que están en búlgaro se le traducen en su mente al alemán, y así
los conserva. No deja de ser interesante esta traducción al alemán, que le
permite mantener los hechos en la memoria y escribir un texto autobiográfico.
Sin que Canetti pueda explicar cómo, cuándo y por qué se produce esa traducción
interior de la experiencia vital de su infancia, está convencido de que es una
traducción que ha tenido lugar en el subconsciente, palabra que, por otro lado,
evita siempre que puede[4].
La lengua es una elección de Elias
Canetti, una elección en la que es importante la decisión de su madre, cuando
enviuda, de trasladarse a Austria y, por tanto, al espacio geográfico de la
lengua alemana. Tras morir su padre en 1912, Canetti abandona Inglaterra con su
familia y se instala en Viena. Su aprendizaje del alemán comienza en el viaje a
la capital austriaca: su madre le va diciendo frases en alemán y él debe
repetirlas hasta que las pronuncie perfectamente. En alemán tiene constantes
conversaciones sobre literatura con su madre y su aprendizaje del alemán supone
para él conquistar la que era lengua privada de sus padres, es alcanzar un
espacio vedado para él en los primeros años de la infancia. Y es el alemán la lengua
en la que Canetti escribe su obra.
Pero el desplazamiento no se detiene: a causa del ámbiente bélico
existente en Viena, su familia se instala en Zurich, donde Canetti hace sus
estudios elementales hasta 1921. Un nuevo traslado le lleva a Frankfurt del
Meno, donde hace el Bachillerato; después, en 1924, va a Viena para estudiar
Química. De nuevo en Austria, asiste a conferencias de Karl Kraus, que influye
en él, y desde allí hace en 1928 un viaje a Berlín, donde conoce a Bertolt
Brecht y también al escritor ruso Isaak Babel. En 1929 termina sus estudios en
Viena, donde se casa con la escritora Veza Taubner-Calderón y donde vive hasta
que en 1938, a causa del Anschluß y después de la noche de los cristales
rotos, viaja a París y de allí a Londres, ciudad en la que vive durante muchos
años, hasta el punto de obtener en 1952 la nacionalidad británica. Sin embargo,
para Canetti, Suiza es siempre un espacio buscado, un país de acogida, y en los
años 70 se traslada a Zurich, donde muere en 1994.
Desde su nacimiento en Bulgaria, en una
de las ciudades de más intenso contacto entre lenguas y culturas, Elias Canetti
se halla en un espacio en el que, aún sin desplazarse físicamente, como sucede
en los seis primeros años de su vida, se producen constantes y cotidianos
desplazamientos lingüísticos, culturales y sociales. La extraordinaria capacidad
de percepción, recepción e interpretación de Canetti ya se manifiesta en esos
años, como muestra en las páginas de La lengua absuelta que a ellos
corresponden. El desplazamiento al que la infancia en Rustschuk había puesto
las bases, adquiere una forma plena desde el momento en que el pequeño Elias
viaja a Manchester y se proyecta, haciéndose más intenso con los traslados
a Viena, a Zurich, a Frankfurt, nuevamente a Viena, a Berlín, nuevamente a
Inglaterra y nuevamente a Zurich. Y en todos estos lugares, Elias Canetti
sigue siendo una persona cuyo origen está en Bulgaria, y más concretamente
en de la comunidad sefardí de este país. Los países en los que más tiempo
de su vida pasa Canetti son Austria, Suiza (en la Suiza de lengua alemana)
y Gran Bretaña, pero esto no cancela ni eclipsa sus raíces. Vivir la mayor
parte de su vida en países de lengua alemana y de lengua inglesa alimenta
la conciencia y la memoria del origen, pero de un origen que se ve enriquecido
con el contraste con los espacios de adopción y con las aportaciones que a
un espíritu receptivo y crítico como el suyo le ofrecen.
Canetti es un escritor de lengua
alemana, uno de los más importantes autores del siglo XX en la literatura en
lengua alemana, que es y ha sido la lengua de varios países y áreas geográficas
de Europa, lo que da a esta lengua una función clave en la propia configuración
de la cultura europea. En la concesión en 1981 del Premio Nobel de Literatura,
que se le otorga por sus escritos marcados por una amplia perspectiva, riqueza
de ideas y poder artístico, se tiene en cuenta que su obra está en lengua
alemana y en esta lengua pronuncia Canetti, ciudadano del Reino Unido, su
discurso al recibir el premio. Por propia decisión en los años de su infancia,
aunque se trate de una decisión no ajena a la influencia de su madre, el alemán
es la lengua de su obra literaria, tanto de su novela, de sus obras teatrales,
de sus memorias y diarios, como de sus ensayos. Es la lengua elegida por
Canetti para el arte y el pensamiento, y con esta función la utiliza esté donde
esté, en su dilatada estancia en Gran Bretaña o en su también larga estancia en
países de lengua alemana. Y Canetti nunca abandona la lengua alemana, permanece
en ella y proclama su amor por sus más elevadas manifestaciones literarias
clásicas.
La lengua alemana es para Canetti su Heimatland,
su patria, su tierra casa, su tierra residencia, su tierra por él habitada. Se
trata, además, de una lengua que en la Europa de Canetti es una lengua
transnacional e incluso transcultural, pues su ámbito se extiende por varios
espacios políticos, geográficos y culturales. Si vivir en Austria, en la Suiza
alemana y en Alemania es continuar en el espacio propio, y de por sí plural, de
la lengua alemana, la infancia en Rustschuk y los años en Inglaterra suponen
una lejanía del espacio geográfico del alemán, pero no una lejanía de la lengua
alemana como espacio habitado. El anhelo del alemán que en su infancia en
Bulgaria tiene Canetti, para quien es entonces la lengua de la intimidad de sus
padres, tiene su correspondencia en los años ingleses, sobre todo en los que
comienzan a contar a partir 1938, cuando Canetti se exilia a causa de la
presencia del nacionalsocialismo en Austria con el Anschluß, la anexión
de la República de Austria por Alemania. Canetti vive en la lengua alemana
durante su ausencia de los países en los que ésta se habla y también cuando
reside en éstos. La condición de lengua de llegada, de lengua meta, que el
alemán tiene para Canetti en la peculiar traducción que su mente hace de los
recuerdos de la infancia, de los conservados en español, pero sobre todo de los
conservados en búlgaro, puesto que olvida esta lengua, intensifica su carácter
de espacio en el que Canetti vive: el alemán es su lengua de interpretación del
mundo que le rodea en cada momento de su presente, pero es también su lengua de
interpretación del mundo que le envuelve cuando él aún no sabe alemán.
Inglaterra es durante mucho tiempo para
Canetti una opción de residencia territorial, de lugar en el que vivir sin los
peligros que seguir en Viena implica, aunque, a causa la guerra, no es un lugar
de absoluta seguridad. Pero la opción lingüística de Canetti está hecha desde mucho
antes y en Inglaterra se mantiene fiel a aquélla, lo que significa que continúa
escribiendo en alemán en una situación de doble desplazamiento lingüístico y
cultural. Primero, el sefardí de Bulgaria cuya lengua materna es el español ha
elegido el alemán como lengua propia y de expresión de su actividad artística y
de pensamiento. Después, el autor en lengua alemana, que en 1925 ya hace un
esbozo de su gran obra de pensamiento, Masse und Macht (Masa y poder),
que publicará en 1960, y que ya ha escrito su novela Die Blendung (Auto
de fe), terminada en 1931 y publicada en 1935, así como dos obras
teatrales: Hochzeit (La boda) y Komödie der Eitelkeit (La
comedia de la vanidad), se desplaza a un país en el que no se habla alemán,
sino inglés, y allí prosigue su escritura en alemán. Este doble desplazamiento,
primero a una nueva lengua y después a un espacio geográfico, estando en el
cual se mantiene, no obstante, en el espacio lingüístico por el que ha optado
previamente y del que ha hecho su verdadero lugar de residencia, pensamiento y
creación, no lo lleva a cabo Canetti sin reconocer unos vínculos y, en función
de éstos, establecer una intensificación de los mismos, que hacen de él todo lo
contrario de una persona desarraigada, en contra de lo que pudiera parecer. La
presencia de Canetti en Inglaterra a partir de 1938, en unos momentos en los
que permanecer en Austria habría tenido para él consecuencias muy graves, hace
más intenso su habitar en la lengua alemana, en la lengua de su obra.
Canetti no sólo hace del alemán su
lengua propia, su lengua de creación, de comprensión del mundo e incluso de
comprensión de otras lenguas, sino que, a través de ella, entra plenamente en
la literatura alemana, como lector y como autor. Ofrece un gran interés su
relación con dos grandes escritores en lengua alemana, el alemán Thomas Mann y
el austriaco Robert Musil, por el diálogo que supone entre autores en lengua
alemana, en la que Canetti ya está y en la que publica sus obras. En Das
Augenspiel. Lebensgeschichte 1931-1937 (El juego de ojos. Historia de
una vida 1931-1937), el tercer libro de su autobiografía, cuenta que en
1931 envía el manuscrito de Auto de fe a Thomas Mann y que aquél se lo
devuelve sin leerlo, con una carta en la que le dice que no puede leerlo por la
insuficiencia de sus fuerzas, hecho que le desanima mucho. Cuando en 1935 se
publica la novela, Canetti se la envía a Thomas Mann, quien la lee y le escribe
una larga carta en la que se disculpa por su actitud de cuatro años antes y con
la que quiere reparar su injusto proceder de entonces. Sucede después que en un
encuentro de Canetti con Musil, en el que el autor de El hombre sin
atributos elogia Auto de fe, a Canetti se le ocurre decirle que
acaba de recibir una larga carta de Thomas Mann sobre su novela, al oír esto la
actitud de Musil se transforma y termina la conversación con Canetti. La
admiración de Canetti por Thomas Mann y por Robert Musil se ve agitada por la
actitud de éste hacia aquél. Y quien dialoga con estos dos grandes autores en
lengua alemana es otro gran autor en lengua alemana.
Canetti vive en las lenguas, en el
alemán que comienza a aprender con siete años de edad y que hace lengua propia
y en el español materno, lengua de la familia y de la primera infancia. El
reconocimiento de los vínculos y su intensificación incluyen en Canetti la
lengua española y la cultura sefardí. Éstas están presentes a lo largo de toda
su vida. Canetti no olvida su lengua materna y lengua de su infancia; olvida el
búlgaro, pero no olvida el español. Frases, palabras y, sobre todo, la propia
conciencia de la lengua materna aparecen en sus memorias como un hilo que las
atraviesa y es explicitación de sus raíces vitales más hondas. Adquiere el
alemán, se adentra en una lengua que para él era la que marcaba la frontera
entre el espacio de sus padres como matrimonio y su propio espacio, y lo elige
como lengua de su pensamiento y de su escritura, pero no olvida el español,
lengua que le vincula con el ancestral espacio de Sefarad, perdido tras la
diáspora que siguió a la expulsión[5], pero
que también también le vinculará, aunque tardíamente, a partir de 1936, con
todo lo que tenga que ver con una cultura y una literatura cuya atracción y
valor reconoce.
Las expresiones en español de su infancia en Rustschuk permanecen siempre
en la memoria de Canetti, quien no las olvida, como tampoco olvida su primera
lengua, la lengua de su familia. Sin embargo, no siempre tiene Canetti una
conciencia de la trascendencia de su conocimiento del español. En El juego
de ojos escribe Canetti que en 1936 no ha olvidado las canciones y los
refranes en español oídos durante su infancia, pero esos recuerdos no le han
llevado a más, se han quedado dentro de él detenidos por su percepción de la
que él llama altanería de su familia, que, por su condición de sefardí,
considera que tiene derecho a todo lo español en tanto en cuanto lo pone al
servicio de su orgullo de grupo, principalmente para sentirse superiores a los
demás judíos, a quienes no son sefardíes, a los askenasis, que son llamados con
desprecio todescos por aquéllos. La diferencia que el español como
lengua de comunicación cotidiana establece en Rustschuk entre la comunidad
judía sefardí y la comunidad judía askenasi le hace críticamente consciente de
la prolongación de esas raíces en el pasado y del enlace con la procedencia de
sus antepasados. Pero es en sus conversaciones en Viena con un admirado amigo,
Avraham Sonne, el doctor Sonne, como Canetti pasa a tener una relación afectiva
e intelectual con todo lo español, yendo así más allá del espacio de lo español
de su infancia. En El juego de ojos dedica Canetti muchas páginas al
doctor Sonne, persona con profundos conocimientos en muchísimos y variados temas
con quien diariamente mantiene Canetti una conversación de unas dos horas. Es
Avraham Sonne quien, en sus conversaciones sobre la guerra civil que está teniendo
lugar en España, despierta la conciencia de Canetti respecto de la cultura
española y de la lengua española que trasciende del espacio concreto de la
vivencia del español aprendido en la infancia. Como nos dice Canetti, Sonne,
judío askenasi, se le revela como un excelente conocedor de la historia y de la
cultura españolas. Sonne, para quien son muy familiares las tres culturas que
convivieron durante siglos en España, hace que Canetti conozca la poesía
arábiga y la historia cultural y literaria de España. La Guerra Civil española
objeto de estas conversaciones lleva a Canetti a reflexionar sobre la pintura
de Goya, de quien dice que es el primer y más grande pintor moderno. De Goya le
interesa sobre todo su conocimiento del ser humano y su aborrecimiento de la
guerra. Reconoce Canetti que las conversaciones con Sonne, en las que se habla
de la Guerra Civil y en las que constantemente, a raíz de aquélla, surgen nombres
españoles, lugares que tienen vínculos con recuerdos históricos y literarios, son
las que le permiten conocer España y lo español, tardíamente, pero con fervor.
También reconoce que debe a Sonne la conservación de su lengua española
materna:
«A Sonne no le arredraba
emplear el presente de esta guerra civil, que llegaba a afectarnos más que los
acontecimientos de nuestra propia ciudad, para corroborarme en mi pasado, un
pasado que, gracias a él, se hizo efectivo y real. De esta manera se cuidó de
que, cuando poco después hube de dejar Viena, llevase conmigo más de mí. Él me
preparó para que llevase conmigo una lengua y la conservase con tal energía que
en ninguna circunstancia corrí el riesgo de perderla»[6].
Canetti tiene, pues, una gran sensibilidad lingüística y cultural
respecto de todo lo sefardí, pero también respecto de todo lo español en
general. Siempre está atento a todo lo que encuentra relacionado con lo
español. Sirva como ejemplo en sus notas londinenses, Party im Blitz. Die
englischen Jahre (Fiesta bajo las bombas. Los años ingleses), su atención
a las raíces del físico británico de origen irlandés Desmond Bernal, de
apellido y de lejano origen español, descendiente de uno de los españoles que
iban en las naves de la Armada Invencible que naufragaron frente a las costas
de Irlanda.
Y los desplazamientos territoriales no sólo no desplazan a Canetti de
su vivir en las lenguas, sino que lo reafirman en él. Hacen que, ante el
espacio geográfico cambiante, se aferre al espacio lingüístico propio, que para
él no cambia. Podría considerarse que la literatura de Canetti es literatura
desterritorializada, por los continuos desplazamientos de Canetti a otras
lenguas y a otras culturas, pero su opción por el alemán hace que su obra esté
perectamente territorializada en esta lengua, en la que vive Canetti desde que
opta por ella. La lengua alemana, una vez que Canetti se ha desplazado a ella,
es su espacio propio, el territorio que va con él allí donde él vaya. Es su
garantía frente a la desterritorialización, es el lugar que no abandona, el
espacio desde el que no se desplaza aunque se desplace geográficamente. Pero la
función de la lengua alemana como territorio, como espacio propio, también la
tiene en Canetti la lengua española, como lengua de la más profunda raíz y
puerta a una cultura que, para él antes parcialmente velada, se le descubre
plenamente en las conversaciones con el doctor Sonne en Viena, donde su
participación en conversaciones con diversas personas es su asistencia a «la escuela del buen oír», como escribe en el segundo libro de
su autobiografía, Die Fackel im Ohr.
Lebengeschichte 1921-1931 (La
antorcha al oído. Historia de una vida 1921-1931)[7].
No carece de interés que una de estas dos lenguas es vehículo para la otra; si,
por un lado, muchos recuerdos de infancia de Canetti pasa en especial
traducción mental del español al alemán, por otro, el alemán como lengua de las
conversaciones con Sonne permite el fervoroso conocimiento por Canetti de
España y de todo lo relacionado con su lengua materna, el español.
Elias Canetti vive en la lengua alemana y
vive en la lengua española, en la lengua libremente elegida y en la lengua
materna, lengua salvada que no pierde ni abandona y que completa el territorio
en el que vive y que ambas lenguas comparten.
[1]
Obra también conocida en español
como La lengua salvada. En la edición
de Muchnik Editores (traducción de Lola Díaz) el título es La lengua absuelta, en la edición de Galaxia Gutenberg – Círculo de
Lectores (traducción de Genoveva Dieterich) es La lengua salvada.
[2]
Elias Canetti, La lengua salvada, traducción de
Genoveva Dieterich, en Elias Canetti, Historia
de una vida. La lengua salvada. La antorcha al oído. El juego de ojos
(Elias Canetti, Obras completas II),
edición dirigida por Juan José del Solar, Barcelona, Galaxia Gutenberg –
Círculo de Lectores, 2003, p. 8. Véase el fragmento en la edición de Muchnik
Editores en Tonos. Revista Electrónica de
Estudios Filológicos, 4, 2002,
http://www.um.es/tonosdigital/znum4/Teselas/Teselas.htm#a3
[3]
Véase la reciente biografía de
Canetti: Sven Hanuschek, Elias Canetti,
Munich – Viena, Hanser, 2005.
[4]
Sobre la relación de Canetti con
el psicoanálisis, véase el importante libro de Raquel Kleinman, Elías Canetti. Luces y sombras, Madrid,
Biblioteca Nueva, 2005.
[5]
Véase Juana Castaño Ruiz,
«Discurso literario e inmigración: escritores y tipología de textos», en Tonos. Revista Electrónica de Estudios
Filológicos, 7, 2004, http://www.um.es/tonosdigital/znum7/estudios/dinmigracion.htm
[6]
Elias Canetti, El juego de ojos, traducción de Andrés
Sánchez Pascual, en Elias Canetti, Historia
de una vida. La lengua salvada. La antorcha al oído. El juego de ojos
(Elias Canetti, Obras completas II),
cit., p. 1110.
[7]
Elias Canetti, La antorcha al oído, traducción de Juan
José del Solar, en Elias Canetti, Historia
de una vida. La lengua salvada. La antorcha al oído. El juego de ojos
(Elias Canetti, Obras completas II),
cit., pp. 612-614.
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