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“AQUÍ HAY NECESSIDAD DE PERSONA CAPAZ
EN MUCHAS LENGUAS”.
EL OFICIO DE INTÉRPRETE EN LAS ÚLTIMAS FRONTERAS DE CASTILLA
Mercedes Abad Merino
(Universidad de Murcia)
La figura del intérprete en la Corona
de Castilla constituye un tema de estudio al que ya nos hemos acercado en otras
ocasiones[1]
por considerarlo verdaderamente fascinante y a la vez bastante desconocido,
sobre todo para el filólogo. La importancia del intérprete va unida a la
compleja situación lingüística imperante en las fronteras castellanas durante
los siglos XIII al XV, y también después, puesto que las fronteras políticas
con el reino de Granada desaparecieron cuando en 1492 cayó la Alhambra, pero a partir de ese momento la frontera
castellana se prolongó hacia el norte de África; se formó la frontera de allende, tan intensa,
peculiar y cruel como la frontera de
aquende cuando la hubo.
En
esta nueva realidad de los presidios del mar de Alborán
van a repetirse, en cierta medida, los modelos de la frontera peninsular, pero
con rasgos propios y peculiares en consonancia con la particularidad del
asentamiento.
1. Breve introducción.
Durante
el período bajomedieval (siglos XIII - XV) había en
la Península una frontera muy marcada entre los reinos de Castilla y Granada.
Este límite en realidad separaba algo más que dos estados distintos, puesto que
era además el umbral entre dos mundos ajenos: la Cristiandad y el Islam. Dos
mundos distintos se expresan de forma diferente, por lo que el empleo del árabe
y el castellano era la consecuencia lingüística más lógica y, por tanto, en
ningún momento conflictiva que caracterizaba a estas comunidades. La
interrelación entre los hablantes se llevaba a cabo, normalmente, a través de un intérprete. Durante el período
morisco (1501- 1568) la situación se recrudece, porque a pesar de haber sido ganado el reino de
Granada, sus habitantes no terminan de asimilarse a la cultura y forma de vida
cristianas, incluyendo en esas costumbres el uso del idioma. La Corona a través
de diversos mandatos (Pragmáticas de 1526 y 1566) intenta imponer el castellano
como única lengua de relación válida, pero encuentra un fuerte rechazo por
parte de la comunidad vencida. En esas circunstancias, las diferencias
lingüísticas se convierten en un conflicto, puesto que los nuevos convertidos o
moriscos seguían utilizando el árabe aunque ya estaba prohibido y se negaban a
aprender el castellano, o al menos eso nos cuentan los tratadistas de la época.
La situación se va complicando cada vez más, y la población morisca, sometida a
fuertes presiones, termina rebelándose en 1568 en un sangriento episodio.
Después de destierros y dispersiones, se llega en 1609 a la expulsión de todos
(salvo casos muy concretos).
Tanto
en la etapa fronteriza como en la etapa morisca el papel del intérprete es
fundamental, puesto que el bilingüismo era el comportamiento excepcional y lo
normal era la competencia en una sola de las variedades. Sin embargo, éste es
un aspecto que apenas se conoce y del que contamos con datos muy escasos, ya
que en los estudios de los historiadores en contadas ocasiones se hace
referencia al comportamiento lingüístico, pues en este complejo mundo del
morisco hay otros perfiles más destacados, y si acudimos a la documentación
original de la época nos encontramos con el hecho de que el traductor o
intérprete brilla por su ausencia en unos textos que siempre están escritos en
castellano aunque se trate del testimonio de un morisco de noventa años que por
su edad y sus palabras difícilmente hablaría otra lengua que el árabe. Sólo algunas
veces se desliza su presencia casi de manera accidental, y eso es lo que nos
permite seguir adelante en la investigación.
Esto
nos lleva a otro aspecto importante del trabajo, que es el problema de las
fuentes. En otras ocasiones hemos escrito que para la elaboración de una
investigación de este tipo sólo contamos con dos factores seguros: el tiempo y
la paciencia; lo demás es cuestión de suerte. No hay un tipo documental
exclusivo que nos permita hacer un seguimiento de la figura del intérprete a lo
largo de los siglos; las menciones veladas o evidentes podemos encontrarlas en
testimonios de pleitos, en cartas, en memoriales, en actas capitulares… pueden
aparecer en cualquier sitio, aunque lo más frecuente es que no aparezcan en
ninguno, por lo que es cuestión de tiempo, rigor y fortuna que nos encontremos
con informaciones valiosas. Lo mismo sucede con el trabajo de los historiadores
que nos sirve como cimiento: no suele haber apartados referentes al
comportamiento lingüístico[2],
pero sí se hacen referencias al hilo de otras cuestiones, por lo que se trata
de leer y buscar hasta que se encuentran las pequeñas joyas que nos devuelven
la fe investigadora. Así ha sucedido
también en la elaboración de este trabajo.
2. Las últimas fronteras de Castilla.
La situación
que se daba en la frontera castellana con el reino de Granada es la que se va a
repetir en los presidios castellanos del norte de África. Nos enfrentamos a una
forma de vida diferente que gira en torno a un sujeto desafiante: la frontera,
donde se aprecian unos valores posiblemente estigmatizados por la sociedad no
fronteriza, donde surgen y se consolidan unas instituciones y unos personajes
que no encuentran parangón en ningún otro contexto. Pero ahora se trata de la
prolongación de una situación conocida aplicada a una nueva realidad con
perfiles distintos donde el intérprete, una vez más, cobra especial relevancia,
pues se trata de la incursión en un territorio extranjero, más lejano, donde el
invasor se encuentra en minoría y los intereses son más económicos y políticos
que evangelizadores. Además, la corona española tiene que repartirse el terreno
con Portugal, lo que todavía hará más complejo el delicado equilibrio en que se
sostiene este mapa del mundo.
A
comienzos del siglo XVI los portugueses se extienden por el litoral atlántico
marroquí, mientras que los castellanos, una vez conquistada Granada,
controlarán todo el sector costero comprendido entre el Peñón sobre Vélez de la
Gomera y el estrecho de Sicilia. El litoral
norteafricano se convertirá en el trasunto de las rivalidades existentes en la
Península entre Castilla y Portugal. Con el tratado de Tordesillas
(1494) se repartían los territorios magrebíes,
quedando el reino del Tremecén para Castilla y el de
Fez para los portugueses, pero esto no consiguió que terminaran las disputas
por las fronteras. Con el tratado de Sintra, de 1509,
Portugal cederá Vélez de la Gomera a Castilla[3].
Lo
cierto es que del sector de la costa magrebí que estaba en manos portuguesas
salían frecuentes ataques de corsarios hacia territorios granadinos. Estos
ataques y expediciones eran contestados desde la costa de la Andalucía
mediterránea con otros ataques, lo que dio lugar a unas relaciones entre las
dos riberas del mar de Alborán muy similares a las
que existieron en la frontera
castellano-granadina durante los siglos XIV y XV.
En el mar de Alborán
y costas de Berbería la actividad de los castellanos era eminentemente depredatoria. Incursiones, pues, de uno y otro bando en las
que los hombres, como ya sucediera en tierras granadinas, son la mejor presa
por el precio que llegan a alcanzar, bien como esclavos, bien por su rescate.
3.
Panorama lingüístico.
La
frontera genera, como hemos dicho, un universo propio con unas pautas
especiales de comportamiento e incluso con instituciones específicas.
Antes
decíamos que la importancia de la actuación del intérprete en el periodo
fronterizo no residía en la precisión y rigor de sus traducciones, sino en el
éxito del resultado. El énfasis no estaba en el significado ni en el
significante, sino en asegurar la comunicación entre el emisor y el receptor,
en conseguir la liberación del cautivo. Ahora eso sigue siendo cierto sólo
hasta cierto punto, puesto que en el contenido de los términos va la suerte del
cristiano cautivo y la suerte del imperio: el intérprete puede intentar el
engaño por su poder sobre la lengua y hay que vigilarlo. Y es que con el paso
del tiempo la valoración del intérprete va cambiando; en el siglo XVI, durante
el periodo morisco, el intérprete cobra una importancia primordial – a pesar de
que su presencia no se perciba demasiado en la documentación- porque del
contenido de un término o de la interpretación que se haga de una expresión
pueden depender muchas cosas. Sabemos que en los pleitos toma parte por uno u
otro lado según quien le pague, del mismo modo que se convierte en un
manipulador si le conviene[4].
El signo es ahora el centro de atención. El significado puede llegar a ser el
tema del enunciado. La palabra puede tener tanto valor como el rescate de un
cautivo.
¿Quién
desempeña esta función en el mar de Alborán? Hasta
ahora hemos hablado del intérprete morisco o cristiano nuevo que hablaba
castellano y algarabía, y del cristiano viejo que, por vivir entre moros,
conocía el árabe dialectal de estas tierras, pero también hay un traductor muy
apreciado, como veremos después, que es el judío.
4. El intérprete oficioso en
la frontera de allende.
Sabemos
de cautivos cristianos en las costas de África desde antes que terminara la
guerra con Granada, porque esta era una forma de asegurar que no tendrían que
devolverlos conforme se rendían las localidades nazaríes, obteniendo así mayor
precio por su rescate. Después las capturas se intensificaron, dando lugar a un
sustancioso comercio, que era la base de todo este mundo fronterizo. La
liberación de los cautivos estará en manos de cuantos se atrevan a fletar una
embarcación y emprender la aventura: marinos,
mercaderes y alfaqueques profesionales.
En un primer momento se encargaron del
negocio o de la liberación de los cautivos los mercaderes[5], pues muchas
veces los musulmanes piden como rescate sedas u otras mercancías. Esto sucedía
en ambos lados de la frontera, puesto que también los señores y sus empleados,
muchas veces reconocidos comerciantes, se encargaban de los tratos fronterizos.
No conviene olvidar que muchos de los habitantes de las costas africanas
procedían de ciudades granadinas de las que tuvieron que huir tras la expulsión
o años antes. Ese es el caso de Almandari y
Al’Barrax, que se encargaron de las relaciones con Granada desde las tierras magrebíes. Contamos con el testimonio de su enviado o
“escudero”, que fue hecho prisionero en Málaga, Abrahen
Zerchel o Ezequiel, que manda un memorial a su señor.
Por este memorial sabemos que conocía perfectamente el castellano, ya que
seguramente era granadino como su señor:
“Muy noble e muy virtuoso sennor
Mi sennor çidi
Alí Barrax y çidi Mahomad Almandari y çidi Mahomad Aboaldy.
Ago saber a vuestras merçedes como el sennor adelantado me pagó muy bien syn
que faltó un maravedí. De lo que me deven en esta
tierra ago saber a vuestras merçedes, lo qual enbyo en este memorial.
Primeramente, ochoçientos ducados. (…)”[6]
“- Tengo en Granada, en poder
de un sastre que conosçe Juan, mi criado, un sayo de
damasco, la mitad verde la mitad morado e mas dos sayuelos de muger deseda de mitades.
-
Tengo en Ronda, en casa de de
Miranda, un sayo de terçiopelo alcarchofado e un sayo
de muger de damasco, medio verde medio azul, y otras
cosas que Juan, mi criado, declarará (…)”
Cierto
es que el problema principal para la liberación de los cristianos en tierras magrebíes no era el lingüístico, sino conseguir el dinero
necesario, casi siempre cifras muy elevadas, con que poder hacer frente al
rescate, tanto si se trataba de una fuerte suma como de un canje por otro
cautivo musulmán, ya que en ese caso primero había que comprar al esclavo. Del
tiempo que se tardara en reunir la suma dependía la duración del cautiverio,
que podía prolongarse durante años. Cuando finalmente el cautivo regresaba a su
casa tenía que hacer frente a una deuda que era incapaz de pagar. Muchos
cautivos también debieron su liberación a las limosnas de los nobles.
En
este sentido, contamos con un valioso testimonio procedente de Lorca (Murcia)
que nos acerca a esa realidad, y que consiste en la donación de bienes de Lucía
López para liberar a su hermano Andrés Navarro, cautivo en Argel en 1520.
“Y por razon que vos el dicho Andres Navarro mi fermano estais cativo en aliendes, y por
vos se pide mucha suma de maravedis para vuestra redençion, y con vuestros bienes y fazienda
aunque la vendais no podreis
salir de cativo, e yo acatando e mirando el debdo que comigo teneis y por fazer serviçio a Dios Nuestro Señor, y porque vos aunque sois catolico christiano, por la mala
vida que los infieles os podrian dar podria ser que de alguna manera como onbre
que no tiene remedio os convertiese a la secta mahometica, y porque sois mi sangre y por serviçio de Nuestro Redentor e por los muchos cargos e debdas que vos devo, porque me criastes por mi honrra y por ser
vos fijodalgo, y por otros respetos que a ello me
mueve de serviçio Dios Nuestro Señor, os fago la
dicha donaçion de todos los dichos bienes e tierras e
aguas e casas de suso deslindadas, para que con ello salgais de cativo”[7].
4.1.
La presencia del alfaqueque.
Ante
tanta arbitrariedad y tantos posibles participantes en los tratos en la
frontera, y ante la evidencia de que era un negocio muy lucrativo del que la
Corona se estaba viendo excluida, los monarcas intervienen para regularizar la
situación y tomar las riendas, y para ello rescatarán una vieja institución que
ya estaba en desuso y que por mucho tiempo se encargó de todo lo relacionado
con las negociaciones fronterizas: la alfaquequería
real.
Alfonso
X expone las competencias y obligaciones de los alfaqueques en las Partidas[8],
y se convierten en normativa jurisdiccional para toda la frontera de Granada a
raíz de los Ordenamientos de Alcalá de Henares de 1348 y sobre todo en las
Cortes de Toro de 1371. Las seis cualidades que propone el rey Sabio se
convirtieron en la base fundamental de la actuación de todo alfaqueque durante
los siglos XV y XVI.
El rey exige seis cualidades al
alfaqueque: que fuera hombre de buena fe, que no tuviera codicia, que conociese
la lengua del reino que visitara para evitar así equívocos o retrasos por causa
de su ignorancia, que no fueran malquerientes, que fueran esforzados y
sufridos, y por último, que tuvieran bienes propios para poder
responsabilizarse del pago de los rescates.
Hasta
ese momento las redenciones de cautivos habían estado en manos de alfaqueques
municipales, instituciones religiosas, mercaderes y otros particulares. El
interés de la Corona va más allá del estricto interés económico, puesto que se
cree conveniente que haya una regularización, una institucionalización que dote
de cierta coherencia y unidad a ese permanente contacto fronterizo, fenómeno
peculiar donde los haya.
Mediante esta reglamentación la Corona
pretende asegurar su presencia en este complejo mundo de la redención. No
obstante, la existencia de esta institución no disminuyó la importancia y el
protagonismo de los alfaqueques municipales[9]
y con ellos de los distintos municipios, siempre reacios a aceptar una
autoridad exterior. De hecho hay una lucha permanente por parte de la Alfaquequería Mayor para que se reconozcan los derechos de
sus representantes[10].
Juan
II hizo merced de por vida del oficio de alfaqueque mayor de Castilla en
Granada y Murcia a Juan de Saavedra, alcaide de
Castellar de la Frontera. Desde entonces (1439), la Alfaquequería
Mayor de Castilla estaría siempre ligada a los descendientes directos de tan
importante linaje, hasta la definitiva anulación del oficio real por Felipe III
a comienzos del siglo XVII.
A la
muerte de Juan de Saavedra, en 1458, el alfaqueque mayor de Castilla no sólo
era uno de los grandes oficios de la administración central de la frontera,
sino que formaba parte de una de las familias nobiliarias más importantes de la
región, de reconocido prestigio en toda Castilla y que contaba además con el
apoyo decidido de la Corona.
Con
la incorporación en 1492 del reino de Granada a la Corona de Castilla,
desaparecen las fronteras políticas y las terrestres, con lo que la institución
de la Alfaquequería mayor Castilla pierde su razón de
ser (por otra parte, siempre estuvo en conflicto permanente con los
municipios), y lo que es más interesante,
“los derechos redentores del
alfaqueque mayor fueron seriamente cuestionados por las villas y ciudades del
Estrecho y del Mar de Alborán, al convertirse esta
zona en una importante frontera marítima con el Islam en la que teóricamente el
alfaqueque mayor no tenía derecho alguno de redención, pues en modo alguno se
habla de ella en Las Partidas ni en las mercedes reales del oficio”[11]
Será
la reina Juana I la que a principios del siglo XVI renueve la institución,
ampliando la merced de alfaqueque mayor “por todos los puertos de la mar desde
Lorca a Tarifa”, extiende su área de influencia a los territorios ribereños del
sur de Castilla y norte de África. La reina ordenaba a “quales quier mis
capitanes, e gentes de armas, patrones, maestres e comaestres
de quales quier carracas, naos, carabelas e otros
navíos…” que respetasen y defendiesen la actividad redentora de su
alfaqueque mayor y los alfaqueques menores en las comarcas del Estrecho y el
mar de Alborán.
Para la redención de los cautivos del
norte de África se recurría a los servicios de comerciantes, marinos,
alfaqueques profesionales y municipales que actuaban al margen del alfaqueque
mayor e incluso de la Corona. La actividad redentora fue tan importante y tan
lucrativa que, como ya sucediera en el siglo XV, la Corona no podía quedarse
excluida y por eso amplió las competencias del cargo para quedar incluida en
esta nueva faceta política y económica.
“Otrossi,
mando que los tenientes que el dicho Juan de Sayavedra,
mi halhaqueque mayor e los otros halhaqueques
que después de él fueren, pusieren para que en su nombre usen y execran el
dicho ofiçio de halhaqueque
sean buenas personas, en quien concurran las calidades contenidas en las leyes
de La Partida, que açerca de essto
disponen. E que non puedan poner ni pongan personas en quien non concurran las
dichas
calidades E que antes que las tales personas usen
de los dichos ofiçios fagan
halhaqueque mayor, o ante el halhaqueque
que por tiempo fuere, para que usará bien e fielmente de los dichos ofiçios conforme a las dichas leyes e a lo en esta mi carta
contenido”[12].
Lo que conviene
destacar de toda esta cuestión de los alfaqueques mayores y su competencia
lingüística es que no eran estos los que ejercían como intérpretes, sino los
alfaqueques concejiles y los otros alfaqueques menores que, en realidad no lo
eran. Ellos son los que sí reúnen las cualidades expuestas por el Rey Sabio.
4.2.
El adalid.
Otra
de las figuras institucionales que generaba
la frontera y que se transformó en el mar de Alborán
era el adalid.
Del
árabe ad-dalil,
el guía, el conductor. Debía poseer cuatro cualidades fundamentales: sabiduría,
buen seso, esfuerzo y lealtad (Partidas, Segunda partida, Tit.
XXII, ley 3)
“Quatro cosas dixeron
los antiguos que deuen auer
en si los adalides. La primera, sabiduria. La
segunda, esfuerço. La tercera, buen seso natural. La quarta lealtad”
Se
explica la ceremonia de investudura, menos compleja
que la de un caballero, pero también envuelta en cierta solemnidad[13].
Durante el reinado de los Reyes
Católicos se creó la figura del adalid
mayor, cuya tarea era coordinar todo lo relativo a sus compañeros y velar
por sus prerrogativas.
Para nuestro
trabajo más interés encierran los adalides menores, los que desempeñaban su
trabajo en las huestes señoriales de los nobles de frontera.
El adalid tenía que conocer las
costumbres y las técnicas de guerra de los granadinos, y tenía que conocer el
terreno perfectamente para poder guiar el ataque o la huida, así que el perfil
perfecto era el de un tornadizo o un moro. Hay muchos ejemplos: Luis de León,
al servicio de don Rodrigo Ponce de León, o el caso de “el Hedieli”,
el moro que entregó Montecorto al Marqués de Cádiz[14]
Pero
lo que ahora nos interesa mucho más es el otro papel que desempeñaban los
adalides, ya que en numerosas ocasiones realizaban tareas de espionaje por su
familiaridad con el idioma del enemigo; eran enviados a “tomar lenguas”.
Rojas Gabriel, nos proporciona un
ejemplo procedente de la Historia de la
Muy noble y Muy leal ciudad de Jérez de la Frontera,
de E. Rallón:
“A 20 del mismo mes (mayo de 1478) vino nueva a Xeres que todos los moros de tierra de Ronda se juntaban
para entrar en nuestros campos, en venganza de lo pasado; juntóse
la Nobleza y acordó que saliese el Pendón con el Corregidor Juan de Robles;
salieron y aquella noche fueron a dormir a la Aceña de Casinas, cerca de Arcos,
porque aquella era la parada que habían de traer los moros, donde estuvieron
dos días esperando; y allí se les juntaron los de Arcos y Lebrija. El corregidor envió adalides a
tomar lenguas, los cuales trajeron un moro, de quien se supo que los moros no
se habían juntado ni trataban de eso(…)”[15]
De la
competencia lingüística de “el Hedieli” tenemos un
testimonio magnífico que lo muestra como espía y como hablante perfecto[16]:
Se trata de una serie de testimonios encaminados a mostrar los fallos del
sistema de vigilancia de la fortaleza de Zahara en
1481:
“(…) después que la villa tomaron los moros, e este
testigo estaua cabtivo en
Ronda, le dixo un moro que se llamava
el Hedieli, que fue el que escaló la fortaleza, cómo
avía en ella mucho mal recabdo, i que por el mal recabdo que en ella avía le acaesçió
a él entrar de noche y de día en la fortaleza, y mirar todo lo que se hazía, y ver çenar al alcayde y a los otros. Y que la madre deste
testigo yva algunas vezes a
la fortaleza por ruego del alcayde a requerir sus moços e ha dereçar algo que era
menester en ella, y fue llevada cativa en uno con los
otros de la villa. Y estando contando el moro a este testigo cómo entrava de noche en la fortaleza y se estava
ençerrado todo un día fasta otra noche que salía, dixo a la dicha su madre en presençia
deste testigo: “¿no se te acuerda un día que fuyste a tomar un manojo de juncos para ençender
un horno?” E que la su madre dixo: “sí”. Y el moro le
dixo: “pues quando tú los
tomaste yo estava detrás de los juncos, que avía
entrado la noche de antes y esperava salir otra
noche”. Y la madre deste testigo de maravilló de se
lo oyr, y dixo que era
verdad, que ella avía tomado los juncos para ençender
el horno. Y el moro dixo que quando
ella llegó a tomar los juncos non tenía el coraçon tamañico de miedo que lo avía de ver. I dixo
que más avía estado escondido allí tras los juncos de quatro
vezes. Y dixo este testigo
que los dichos juncos eran syete u ocho cargas que
avían traydo a la fortaleza para techar una casa, y
avía más de un mes que estavan en la fortaleza antes
que los moros tomasen la villa”
4.3.
El almocadén.
Según
Las Partidas, las características del almocadén tenían que ser las siguientes:
“La primera que sea sabidor
de guerra, e de guiar los que con el fueren. La segunda que sea esforçado, para cometer los fechos,
e esforçar los suyos. La tercera que sea ligero: ca essa es cosa que conuien mucho al peon, para poder
ayna alcançar, lo que a
tomar ouiesse. E otrossi
para saber guaresçer, quando
fuesse gran menester. La quarta
que deue ser leal, para ser amigo de su señor, e de
las conpañas que acabdillare”[17]
Durante los siglos XV y el XVI se
dedicaron principalmente a servir de guía y también de espía y trujamán, ya que al ser muchos de ellos de procedencia
musulmana tenían competencia lingüística tanto en árabe como en castellano[18].
Sobre la condición de intérpretes cita
Rojas Gabriel un valioso ejemplo, citado por A. García de Santamaría[19], acerca de la actuación de un almocadén
llamado Fernán Sánchez durante el cerco sometido al castillo de Priego por los granadinos en 1408. Cuando los musulmanes
comenzaron a perforar una mina,
“los
cristianos dixeron a Fernand
Sánchez, almocadén, que sería bien, pues sauía aráuigo, que fablase con ellos de
pleitesía”
Otro ejemplo de
este menester nos lo da M. González Jiménez[20]
en las cuentas del mayordomo de Morón de la Frontera:
“Dy a Diego Garçia, almocadén, para él e para los otros que mandó el sennor Maestre que fuesen a tierra de moros a tomar lengua,
para talegas, çiento
mrs”
A lo largo del siglo XV las figuras del
adalid y el almocadén apenas se diferencian, ocupándose de los mismos
quehaceres en territorios fronterizos.
4.4.
El mogataz o almogataz.
El
mogataz o almogataz es un moro que sirve al ejército
español de guía o explorador por su conocimiento del idioma:
“para los españoles allí destacados (Orán y Mazalquivir),
la presencia de mogataces entre las filas de la
guarnición fue siempre considerada como arma de doble filo Si por un lado eran
causa de importantes ventajas, en ocasiones, de sus actuaciones se desprendían
consecuencias que ponían en peligro la seguridad de las plazas, valorándose su
presencia en ellas como francamente desfavorable. El conocimiento del terreno
en que se movían, el dominio de la lengua, las ropas que se vestían y su aspecto
físico en general, les hacían idóneos para la realización de determinadas
funciones”[21]
Maíllo Salgado, que estudia el término y la
figura, comprueba que la voz no aparece en ninguno de los repertorios
lexicográficos históricos tradicionales
ni tampoco en las crónicas medievales, por lo que se debe tratar de un
arabismo de introducción tardía[22],
puesto que con este término se designa a un tipo de moros que no existía en la
Península en la Edad Media. Se trata de una realidad norteafricana de época
moderna.
En los testimonios y relaciones de
finales del XVI y del XVII es donde se nos da información acerca de este
interesante personaje de la difícil vida de frontera. Resulta revelador el
relato de Diego Suárez, soldado en Orán durante 30 años, que escribe a finales
del XVI la Historia del Maestre último
que fue de Montesa, donde podemos leer el
significado de esta voz aplicada a los moros de la región de Orán:
“los cuales moros que así quieren y piden su
amistad que ellos llaman temin,
se les da de ordinario todo favor y ayuda contra sus enemigos los turcos y
demás moros de guerra, que por esto les quieren mal, y muchas veces vienen a
las manos con voz de que son malos moros quebrantadores de los preceptos de
Mahoma, porque se hacen amigos de los cristianos, y por esto les llaman almogataces, que
significa traidores tornadizos a otra ley”[23]
En la
Edad Media no hay una figura parecida en la Península porque, para empezar, la
convivencia era muy diferente. En el presidio africano los españoles vivían en
ciudades amuralladas, y no invadían las tierras de los moros de paz, aunque se
hicieran incursiones para capturar cautivos entre los moros de guerra.
Por los testimonios también parece que
los almotagaces no eran tornadizos, pues seguían
siendo musulmanes en la mayoría de los casos.
“…Y
el moro espía que la ha vendido siente que los demas
tiene noticia dello, no osa quedar entre ellos, y se
viene a Orán con los cristianos, donde le dan libres a su muger
e hijos y demás familia que tiene según lo sacan todos en condición cuando vendenla presa: y al truxaman della le dan asimismo lo que le concertaron, por cada
cabeza de prisionero tantas doblas. Este tal moro espía se queda en Orán, donde
se le da plaza de sueldo sencilla; do hay destos, por
lo menos de ordinario, media docena de moros con nombre de almogatazes, que en su lengua
significa traidores. A estos si les coxen los demás
moros de guerra les hacen pedazos, porque siempre sirven de espías por el Reyno y por su medio se hacen muchas presas”[24]
Etimológicamente,
la voz de origen significa “bautizado”, pero el significado de una palabra no
siempre puede averiguarse determinando su étimo; es lo que Maíllo
Salgado llama “la falacia etimológica”[25]:
hace falta el contexto para determinar el concepto. Cuando se analiza
diacrónicamente un término, es decir, cuando se consideran los posibles cambio
de significado e incluso de forma que ha podido experimentar a través del
tiempo, no puede prescindirse en ningún momento de todo el entorno
socio-histórico que lo rodea; no puede estudiarse la historia de la palabra al
margen de la historia de la sociedad en la que cobra vida. De ahí que el
contenido de “bautizado” no sea lo que define precisamente al almogataz,
personaje mucho más complejo en la frontera norteafricana.
El almogataz era, pues, un soldado moro en las filas de las
tropas cristianas, pero era mucho más, puesto que también era una especie de
espía que recibía un sueldo y un porcentaje de lo que se capturara, era alguien
que conocía el territorio perfectamente y que desempeñaba las funciones de
guía. Por su conocimiento de las costumbres y de la lengua era un espía
magnífico y eficaz.
Sin duda ninguna, el conocimiento de
ambas lenguas era la llave que abría la puerta de la eficacia del almogataz entre los moros y de la confianza entre los
cristianos.
Volviendo al
campo filológico, podríamos decir que la palabra almogataz sufrio
un doble proceso de valoración semántica[26],
según se considere el punto de vista musulmán o el punto de vista cristiano.
Para los primeros adquiriría connotaciones negativas, dando lugar a un proceso
de depreciación semántica, puesto que designaba a un renegado, a un musulmán
traidor; para los segundos quizá
adquirió connotaciones positivas, al designar al moro converso o por lo menos
colaboracionista, lo que no era frecuente en el presidio africano.
4.5.
El elche.
El elche es un personaje genuinamente
fronterizo, pero no estaba bien definido en la tradición historiográfica,
puesto que no quedaba clara la diferencia entre un renegado o tornadizo y un
elche. En realidad es algo más que un personaje de la frontera de allende o
aquende, ya que constituye un interesante y evidente ejemplo de cómo la
historia de las palabras está unida al momento socio-cultural e histórico en
que se contemplan, ya que cuando cambia alguno de los parámetros
sociolingüísticos que pueden tenerse en consideración, cambia también el
contenido del término, puesto que cambia la realidad, y así hay un
desplazamiento semántico o una especialización que en ocasiones puede variar
totalmente el significado. Es decir, en cada época designa una realidad
cultural diferente, como vamos a ver.
El
arabismo elche, procede de la voz
árabe ‘ilỷ, que significa,
entre otras acepciones, “bárbaro no árabe, que no es musulman”,
“hombre en estado de barbarie y sin religión”, que son las que reflejan las
crónicas, cargadas de matices peyorativos[27].
Cuando aparece la voz elche en las
primeras crónicas castellanas medievales – a lo largo del XV, porque en el XIV
su uso es muy escaso- parece que se emplea para designar al “descendiente de
renegados”.
Maíllo Salgado[28]
nos ofrece el testimonio de Fernán Pérez de Guzmán, de mediados del siglo XV,
en Generaciones y semblanzas, donde
no queda lugar a dudas:
“yo vi en este nuestro
tiempo quando el rey don Johan
el segundo fizo la guerra a los moros, que por división que havían los moros con su rey Esquierdo,
se pasaron acá muchos cavalleros moros e con ellos
muchos elches, los cuales, aunque auían asaz libertad
para lo fazer, nunca uno se tornó a nuestra fe,
porque estauan ya afirmados e asentados desde niños
en aquel error, e aun algunos dellos que acá murieron
ansi estavan ya endurecidos
en aquella mala aventurada seta e presos en aquel error, que aun en articulo de
la muerte, quando ya no esperaban gozar de aquellas
carnales deleitaçiones nin auían temor de los moros estando entierra de cristianos,murieron en su mala e porfiada seta”
En la segunda
mitad del XV el sustantivo elche, a
tenor de lo que dicen las crónicas, amplía su sigificado
a “renegado cristiano” de manera general y no sólo al descendiente de renegados
(en el Vocabulario Español-Latino de Nebrija, elche
significa tornadizo, lo que nos da
una idea de la difusión que había adquirido la acepción ampliada). La precisión
no es gratuita, puesto que el descendiente de renegado no traicionará su credo
y su forma de vida (como se ve en el pasaje anterior), mientras que el renegado
reciente puede volver a abrazar su fe, traicionando así a los musulmanes y
ofreciendo sus servicios a la corona Castellana en sus enfrentamientos al otro
lado de la frontera, puesto que la información sobre el enemigo que podían
aportar era muy valiosa.
En la
Edad Moderna el término elche
funciona casi como un insulto. Así aparece en el relato de Andrés Bernáldez, de 1513[29]:
“Deliberaron ende todos los christianos
que había en ella cautivos, que hallaron en una mazmorra, e hicieron justicia
de un tornadizo que alli tomaron, elche, traidor
renegado que había hecho muchos males, entrando a tierra de christianos,
como sabía la tierra de cuando el era christiano”
Elche
no es sinónimo de renegado; es más
restrictivo. Es el término que se utiliza para denominar al renegado cristiano
o a sus descendientes musulmanes. Lo que sí es cierto es que entre sus semas incluye el de traición, y es que el renegado
cristiano o su descendiente siempre estaban dispuestos a volver a cambiar de bando, por lo que no
eran personas en las que se pudiera confiar ni estaban bien valorados
socialmente. Pero el moro converso no es elche,
sino tornadizo o renegado.
Realizadas estas precisiones
filológicas, nada gratuitas por otra parte, centrémonos en la actuación que
este personaje tuvo en la frontera norteafricana especialmente.
Durante
los siglos XVI y XVII el elche es un espía y un mercenario que si bien no
ofrecía ninguna garantía de fidelidad, era muy valorado por sus conocimientos
militares y su valor en el campo de batalla. Tras la victoria del segundo Barbarroja:
“hiço
algunas mercedes grandes a los que habían sido leales y valientes (…) en especial
a los españoles. Dioles liçençia
para yrse a España y una fusta en que se fuesen; más Amete, vizcaino renegado, privado
suyo estorvó en esta buena obra (…) porque eran
hombres platicos en la tierra, y entendían bien la
guerra y lengua arabiga” (…) “a todos los que
renegaron hiço sus capitanes y grandes hombres”[30].
Eran un elemento militar y estratégico
muy apreciado en los países del Magreb, puesto que
estaban familiarizados con las nuevas técnicas importadas por los otros países
y eran mucho más hábiles con la artillería, por ejemplo, hasta tal punto que
llegaron a ocupar altos puestos en la cadena del poder. Esto fue así
especialmente en Marruecos. No obstante, desconocemos el papel exacto
desempeñado por los elches en la vida política y cultural de Norte de África,
aunque tuvieron su importancia. Nos falta mucha información en torno al tema.
5. El intérprete oficial en el mar de Alborán.
Una
vez conquistado el reino de Granada, los castellanos se entregan a la conquista
de las plazas norteafricanas. Cuando llegan allí se encuentran, junto a la
población musulmana, a una importante comunidad judía, en la que destacaban
especialmente los judíos sefardíes. Todo parece indicar que estas comunidades
no se mantuvieron, porque en el caso de Orán la comunidad hebrea fue expulsada
inmediatamente después de la conquista. Sin embargo, y esto es lo que más nos
interesa, el 30 de enero de 1512, Fernando el Católico ordena en una cédula al
gobernador de Orán y Mazalquivir que dé casa a unas
cuantas personas, mandato que años más tarde se interpretará como fecha del
nacimiento de la judería:
“menciona en dicha çedula
las personas que han de benir para este efecto entre
los quales son dos hebreos cuio
nombre no se dize solo su apellido que el uno es
cansino, y el otro havensemero, y cumpliendo con esta
orden assi el cappitan
General como los repartidores determinaron el señalar dichas cassas en la antigua judería donde le habían dado otra a Rubi satorra que quedo aquí por
lengua quando las catholicas
armas tomaron esta ciudad con que pareze que el dezir todos generalmente que la primera conçession
fue de siete cassas no tubo mas prinzipio
que el referido y no todas fueron para judíos pues solamene
se dieron tres una a la lengua y dos a los sobre dichos Cansino y a Bensemero; este es (señora) el principio de esta judería”[31]
Con este testimonio ya se puede
apreciar que, inmediatamente después de conquistar las plazas norteafricanas,
el Rey autoriza la presencia de tres judíos: un intérprete o lengua y dos
recaudadores de impuestos, lo que es a su vez un anticipo de las principales
funciones que desempeñaría la comunidad hebrea en el doble presidio.
La
corona necesitaba expertos conocedores de la lengua árabe para poder
relacionarse con la población autóctona, y en aquellos judíos que ya llevaban
años relacionándose con los musulmanes de la plaza encontró a los perfectos
colaboradores, ya que aprendieron a leer y escribir la lengua árabe en una
época en la que el analfabetismo era la tendencia más extendida en la sociedad,
tanto en la norteafricana como en la castellana y en la que muy pocos podían
entenderse en árabe. Se convirtieron en los intermediarios preferidos entre las
otras dos comunidades, así que fueron los que primordialmente desempeñaron el
cargo de lengua o intérprete, justificado sobre todo en las primeras décadas de
presencia castellana, cuando sólo algunos judíos eran capaces de leer y
escribir en hebreo, árabe y castellano.
En el caso de Orán, el cargo irá unido
a una familia durante siglos, concretamente será la familia Cansino. Con el
paso de los años, cuando algunos cristianos empezaron a aprender la lengua
árabe, se nombró un segundo intérprete cristiano, pero tenemos noticias de esta
situación hasta el siglo XVII.
Es el General quien elige al intérprete
judío teniendo en cuenta otros factores más allá de la estricta competencia
lingüística de los candidatos, pues como aparece en un revelador documento
anónimo del Archivo de la Real Academia de la Historia donde se habla del
oficio de lengua:
“porque
requiere no solo avilidad de inteligencia, sino
seguridad en el animo, pratica de los moros,
fidelidad y desinterés, porque si se lleuan del es no
estar seruido su magestad
porque los moros vsan del souorno
y es menester mucha ynsperiençia de estas siguridades para asertar en la
elección.”[32]
En cualquier
caso, el cargo en Orán estuvo unido al nombre de los Cansino durante más de
cien años: Isaac Cansino desde 1558 hasta 1599; tras él su hijo Hayen, hasta 1621. A éste lo sucederán sus hijos, Aron de
1621 a 1633 y Jacob desde 1636. En esos tres años estuvo Yaho
Saportas desempeñando el cargo de forma
circunstancial.
Era
una función la de intérprete muy codiciada, porque quienes la desempeñaban eran
mucho más que simples traductores; tenían una gran influencia en la sociedad y
llegaban a disfrutar de mucho poder incluso en la corte.
De la relevancia social que llegó a
adquirir Jacob Cansino habla Caro Baroja[33]
cuando cuenta que el conde-duque de Olivares protegió y se sirvió de hombres
que eran judíos sin ninguna duda:
“Fue uno de ellos el intérprete Jacob Cansino o Cancino. Era éste un judío de origen español, perteneciente
a una de las familias asentadas en Orán a comienzos del siglo XVI, plaza en la
que, aun siendo de dominio hispánico, vivían los hebreos con permiso de
practicar su religión. Cansino ejerció desde joven el cargo de intérprete de
los españoles, con un sueldo regular; parece que el cargo estaba vinculado a la
familia. Pero ya por los años de 1625 andaba por Madrid, con permiso
especialísimo para vivir dentro de su ley y vistiendo el indumento propio de
los judíos africanos. Era intérprete del conde-duque y hombre de su confianza
(…) Cansino tenía tal autoridad por entonces que podía hablar libremente
incluso con gentes sospechosas en materias de fe y, según algún proceso,
aparece relacionado con espías y judaizantes (…) Más tarde, caído éste (el
conde-duque de Olivares) en 1646, hubo de sufrir prisión, de la que salió; pero
no malquisto, porque aún en 1656, en representación de los judíos de Orán, hizo
un préstamo de 800.000 ducados con sus intereses a la monarquía, viviendo hasta
cerca de 1666, al parecer”
Veamos
cómo se define este oficio en el documento anónimo de la Real Academia de la
Historia:
“El oficio de lengua y imtrepete
propia cosa es intrepetar de una lengua a otra, y si
se mirase a este fin solo qualquiera que supiese
hablar la arauiga lo puede ser y el General valerse
de quien mexor le pareçiese
en qualquiera ocasión, suponiendo que siempre elixira para esto la persona de mas secreto. Que en quanto a la interpretaçion vasta
para dezir lo que el moro en arauigo
y responder lo que el General mandare siendo fiel a la interpretacion.(…)
Y como en qualquiera ocupasion
los que se encargan de ella adquieren modos para anpliar
y honorar el cargo, se an yntroducido
a la quenta particular de los seguros, noticia de la Verueria, asientos de los aduares, ynteruençion
en las contribuiçiones y penas que los moros suelen
dar, teniendo registro de los seguros, y amanes de que se
toma razon en los reales libros. Y esto i el ynteres de vender jornadas dio calidad a este ofiçio y en los hebreos estimación, que es justo la tenga
por ser de mucha confiança por haserse
de ellos toda la que toca al manejo de la Verueria”[34]
Pero
no solo basta con “decir lo que el moro en arábigo”; el intérprete elegido debe
garantizar la confianza que se le debe al que tiene en sus manos la voz del que
gobierna:
“pues de su naturaleza, la imtrepretacion
es voz del general en que puede reciuir engaño contra
su reputacion, y en las demas
materias la tiene mui aventurada en persona de quien
no tenga mucha satisfaçion y si a de uiuir al recato sea superitarle y
en algun modo sujetar a quien por ovligaçion
de su nacimiento no lo puede ni deue estar y siempre
se le deue el credito”[35]
Como
antes decíamos, al principio no había cristiano en estas plazas norteafricanas
que pudiera asumir cabalmente las tareas de intérprete, pero con el transcurso
de los años la situación va cambiando - aunque tímidamente- y así, a partir de
1589 se creará un segundo cargo de intérprete, sin remuneración, que
obligatoriamente debe recaer en un cristiano, puesto que para esos años ya
había algunos españoles capaces de leer y escribir la lengua árabe.
En
este sentido, es muy interesante el comentario que en 1601 hiciera D. Francisco
de Córdoba Y Velasco, porque muestra la tendencia mayoritaria en la época, que
no era otra que negar esa competencia lingüística lecto-escritora
a los españoles:
“ lo que es hablar el algarabia es lengua común aquí y ansi
lo saben los mas pero leerla y escribirla no se que aya christiano
que lo sepa”[36]
Y lo
que es más:
“por las mismas causas que no
ocurren en los christianos que aunque se supone mayor
fidelidad en ellos no pueden tener las ynteligencias
que los judios”
Parece
que los cristianos no estaban tan preparados ni tenían tantos recursos como los
judíos, aunque conocieran la lengua árabe.
Entre
los cristianos este cargo suele recaer en oficiales de la plaza, y de la misma
manera que sucede con el intérprete judío, el cargo va unido a la familia,
puesto que el primer intérprete cristiano será el capitán D. Gil Hernández de
Sotomayor, lo sucederá su hermano, D. Fernando de Navarrete. Después será el
hijo de este último, D. Gil Hernández de Sotomayor.
Lo
que se pretende con la creación de este segundo lengua es equilibrar un poco la
enorme influencia que los judíos estaban teniendo incluso en el gobierno de
Orán y Mazalquivir, además de confirmar la veracidad
de sus traducciones para impedir posibles tramas contra los intereses
cristianos, pues no olvidemos que en sus manos recaía la negociación para fijar
el precio del grano entregado por los moros de paz, por ejemplo y otros
diversos acciones muy del interés de la Corona.
El
enfrentamiento por situar a un cristiano o a un judío al frente del cargo se
mantendrá durante décadas, pero conforme pasa el tiempo el argumento principal
de la mejor competencia lingüística en árabe de los últimos va perdiendo peso,
máxime cuando la desconfianza y el recelo de la población cristiana general fue
en aumento, a pesar de que siempre contaron con el apoyo incondicional de la
Corte.
Otro
testimonio de la época nos da una idea bastante aproximada de cómo se estaba
mejorando en el conocimiento de otras lenguas. Se trata de un informe del Marqués
de Velada a Felipe IV en 1626, cita demasiado amplia que no me resisto a
transcribir por su interés:
“Aquí ay necessidad
de persona capaz en muchas lenguas y las principales son la araviga
y la turquesca y hebrea en el grado que van referidas, las demas
del norte son menester muchas vezes para leer los
avisos de Arjel, porque suelen servir de zifras por aver muchos renegados olandeses, franceses, yngleses y
flamencos (…) Por el memorial que V. M. me remite veo que de las lenguas
referidas sabe Jacob Casino la araviga y hebrea, de
las que importan al servicio de V. M., ambas dos las tiene adquiridas cualquier
vezino de Oram bien que el
que las sabe con heminencia, su hermano mayor Aron
Cansino, lengua de V.M. en estas plaças
es capaz de ambas a dos. El capitan don Gil de
Navarrete, tambien lengua de V. M. aprende ahora la
hebrea y sabe mucha parte de ella, no trata otra persona particularmente en
Oran destos estudios porque la araviga
casi todos los naturales de aquí la tienen adquirida con la comunicación de
esclavos y moros de paz (…) y con esta remito a V. M. la relacion
de los sueldos que goçan los hebreos, a mi parecer
algo crecidos y ellos no pocos, que en la cortedad de aquí como haçen ymbidia a los cristianos
que tanto se les aventaja en todo les desanima y entibia, tengo al referido
aron cansino lengua oy de V. M. por cuidadoso y travaxador, y no muy (…) entrometido, raras cualidades en
esa gente ambas muy convenientes al servicio de V. M. es mozo y para lengua
hebrea basta uno, en que yo sea de parecer que aun este sobra”[37]
Esta
cita nos caracteriza mejor que mil comentarios el estado de la sociedad y la
situación comunicativa del momento en Orán, situación que, por otra parte, se
prolongó hasta mucho tiempo después.
Como
ha podido verse, ninguna expansión hubiera sido posible sin la presencia,
tantas veces callada, del intérprete; máxime, cuando la idealizada sociedad
bilingüe e integradora no es la sociedad real de la época.
Apéndice documental[38]
ARCHIVO DE LA
REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA.
COLECCIÓN SALAZAR
Y CASTRO.
Fols. 93r.- 95r., s.
f.
Información
anónima sobre el oficio de intérprete en Orán-Mazalquivir
Causas que se dan
para que el oficio de lengua arauiga es elecion del General y puede promouerlo
por delito de infidelidad, que es conuiniente al seruiçio de su magestad y a los asiertos de los sucesos de estas plaças
y seguridad de ellas.
El
oficio de lengua y imtrepete propia cosa es intrepetar de una lengua a otra, y si se mirase a este fin
solo qualquiera que supiese hablar la arauiga lo puede ser y el General valerse de quien mexor le pareçiese en qualquiera ocasión, suponiendo que siempre elixira para esto la persona de mas secreto. Que en quanto a la interpretaçion vasta
para dezir lo que el moro en arauigo
y responder lo que el General mandare, siendo fiel a la interpretacion.
La introduçion
de este ofiçio en los hebreos fue desde que estas plaças se ganaron de los moros o al sierto
el año de 1514, que su magestad mando avezindar esta ciudad, asi consta
de vna cedula real de aquel año que a instançia del señor alcaide de
los Donzeles se despacho para que se permitiesen en
ella la casa de Isaque Cansino y Haron
Bonzemera, que el Cansino auia
de seruir de lengua.
Y como en qualquiera
ocupasion los que se encargan de ella adquieren modos
para anpliar y honorar el cargo, se an yntroducido a la quenta particular de los seguros, noticia de la Verueria, asientos de los aduares, ynteruençion
en las contribuiçiones y penas que los moros suelen
dar, teniendo registro de los seguros y amanes de que se
toma razon en los reales libros. Y esto i el ynteres de vender jornadas dio calidad a este ofiçio y en los hebreos estimación, que es justo la tenga
por ser de mucha confiança por haserse
de ellos toda la que toca al manejo de la Verueria.
Siruieron sin
sueldo desde el año de 1514 hasta el de 1589, que el señor don Pedro de Padilla
represento a su magestad que Ysaque
Cansino, nieto de el primero era de seruiçio y prouecho y que por no auer otra
lengua y ser tan fiel se le hisiese merced de 20 escudos
de sueldo,
/93v/
que su magestad tuuo por vien consignandolos en los jemines y en penas que pagasen los moros. Y en los años de
1590 y 1599 se le mando creser a 30, que gozo asta
que falleçio.
Antes y con el dicho Ysaque Cansino siruio el ofiçio de lengua el capitan Jil Hernandez de Sotomayor, que
fue el primero de los cristianos sin sueldo, y por su muerte quedo la ocupasion en el dicho Ysaque
Cansino asta el año de 601 que por aver muerto mando
su magestad siruiesen de
lengua el capitan Jil Hernandez de Sotomayor hijo del primero, y Hacen Cansino,
hijo de Isac, el capitan
con otra del numero y el hebreo con 20 escudos que son los que se le señalaron
a su padre y en el año de 609 se le cresieron a 25.
Por muerte del dicho capitan Jil Hernandez
sucedió en su ocupaçion el capitan
don Fernando de Nauarrete, su hermano, que lo siruio sin sueldo con aprouaçion
de su magestad del año de 1612 asta el de 618, que le
hiso merced de 15 escudos por la dicha ocupaçion.
Por muerte de Hazen
nombro el señor duque de Maqueda a Haron, su hijo, y por decreto de 9 de diziembre
de 621 le señalo el sueldo de los 25 escudos.
Y por renunciacion
que el dicho capitan don Fernando hizo en don Jil Hernandez de Sotomayor, su
hijo, el año de 1625 el dicho señor duque hizo nombramiento en el que oi sirue con 15 escudos y una
compañía de las de Ynfanteria con aprouaçion
de su magestad.
Y por muerte de Haron
Cansino, el señor marques de Flores de Auila proueio el oficio de lengua en Iaho
Çaporta entre todo por su mandado para que le siruiese con 45 escudos que goza al mes. Eleçion tan justificada como se deue
considerar del zelo con que mira los asiertos del real seruicio y los
que a hecho el dicho Iaho Caporta
y de la mucha aprouaçion que ai
en los Consejos de Estado y Guerra y la que an tenido
todos los capitanes Generales, sus anteseçores, y
tiene todo el lugar. Consta de sus papeles.
Y porque a tan justa elecion se a opuesto Jacob Cansino, hermano
/94r/
de Haron, a titulo de que tiene fotura
suceçion se aduierten los
puntos siguientes: que para su inteligencia se a puesto el origen deste ofiçio, quien lo a ocupado
por que nombramiento y con que sueldo.
El primer nombramiento y elecion de lengua esta comprouado
es del General, y todos los que se an hecho y es asi conuiniente para el real seruiçio y seguridad de estas plaças
porque, como personas que las tienen a su cargo y hecho pleito omenaje, deuen, con conocimiento
de personas, elexir las de mas confianza. Y esto no
lo puede hazer el Consejo por faltarle la notiçia, asi de seruicios como de costumbres, y en cosa en que tiene tan
aventurada la reputacion el General le seria de mucho
ynconuiniente darle personas que no fuese fiel y de
su aprouacion; y aunque en ninguno que lo a sido se a
conoçido este achaque, antes mucha fidelidad y
confianza, y es en fee de la buena eleçion porque siempre an de ser afetos al General y de su satisfacción, y de otra suerte
seria ponerle en enpeños de consideracion.
Los sueldos que su magestad
a señalado no an sido a la creaçion
del ofiçio sino a favorecer particulares, pues consta
estuuo mas de 75 años sin sueldo en los hebreos y en
los christianos mas de 100. Y siendo el que se les a
dado yntroduçion del tiempo y petiçion
del General, toca a el nombramiento pues por su aprouaçion
se les señalaron los sueldos y por si el ofiçio no
tuvo ninguno que consta de la cedula y asientos.
Dezir la
parte de Jacob Cansino tiene fotura suscesion de su magestad para el ofiçio de lengua. Si la tuuiese,
que se duda, a de ser aprouacion del General, pues
siempre su magestad le dexara
la mano del conocimiento de la suficiençia i
fidelidad. Y si por negociacion gano esta cedula a
titulo de que Hazen, su padre, en su uida pidio al duque de Maqueda que por su edad pasase este ofiçio
en el, de el efeto se conose
fue premio a su padre y no mas, pues auiendo hecho entonçes este ynforme y suplica
en su muerte le proueio en el otro hermano que fue escluirle por no hallarle a proposito.
/94v/
Y en todo tiempo
se a de estar a la restituiçion del capitan general, pues contra su preminençia
es visto no se dara cedula para su cumplimiento, ni
el caso presente se le a de limitar la mano que an
tenido otros y la que gano no es para admitirle al ejercicio, pues ai causas vastantes en su
conocimiento que no es venemerito de ella. Y todo lo
que es contra el real seruiçio deue
el capitan general aduertir
y su magestad darle credito,
porque requiere no solo avilidad de ynteligençia sino seguridad en el animo, pratica de los moros, fidelidad y desinterés, porque si se lleuan del es no estar seruido su
magestad porque los moros vsan
del souorno y es menester mucha ynsperiençia
de estas siguridades para asertar
en la elección. Que a todo miro la asertada en Yaho Çaportas, pues en la
fidelidad esta tan ynsperimentada, en la ynteligençia tan capaz, que por su mano se an tenido los auisos de mayor ynportancia mas de 30 años a y en quanto
a ynteres conprouado no le forcera [sic] ninguno pues, por el real seruicio
a gastado mucha hazienda de la que su padre le dexo.
Alegar por poseçion
a estado siempre en la casa de los Cansinos es en sierto
genero de verguença y atreuimiento
contra el General, porque quando no fuese como a sido
elecion seria, sino ynmediata
al consejo, no se deue conseruar
por el ynconuiniente de adquirir propiedad en los
oficios, que es a lo que su magestad atiende, pues
las eleciones hecha en ellos por los generales an sido no a titulo de continuación, sino del ejerçisio i aprouacion que an hecho, y no se a uisto
resuelto por nombramiento del Consejo a ninguno. Y llegando el caso no auia
de ser presisa esta continuación, sino de qualquiera otro de que tuuiese
mas seguridad el general y teniendola tan grande del
dicho Yaho la pudo hazer en
el.
Y por definiçion
de este discurso, soi de pareçer
que el nombramiento toca al general derechamente, y el sueldo a su majestad,
que es quien lo a de mandar señalar y por de calidad que le puede promouer
/95r/
siempre, siempre
que tuuiere causas justas de ynfedilidad
que le obliguen, pues de su naturaleza la imtrepretacion
es vos del general en que puede reciuir engaño contra
su reputacion y en las demas
materias la tiene mui aventurada en persona de quien
no tenga mucha satisfacción. Y si a de uiuir al
recato sea superitarle y en algun
modo sujetar a quien por ovligaçion de su nacimiento no
lo puede ni deue estar, y siempre se le deue el credito, pues se a de
sentar por sierto que ningun
general sin causa que le obligue de las de ynfidelidad
quitara el ofiçio a ninguno a quien su magestad vuiere aprobado, que en
tal caso se seruira de admitirle a la justificaçion del agrauio si lo vuiere reciuido, si ia no se a uisto en ninguna cosa
que aia ovligado a esto y
es por las eleciones que con tanto acuerdo como la
presente se an hecho.
[1] Abad Merino, M., “‘Y saben la lengua como los orientales’.
El intérprete en Castilla en los siglos XV–XVII”, conferencia en el IV Curso La
variación sociolingüística. Enfoque contrastivo (Sociedad, discurso,
inmigración), Murcia, noviembre de 2002; Abad
Merino, M., “Exeas y alfaqueques: aproximación a la
figura del intérprete de árabe en el periodo fronterizo (ss. XIII-XV)”, pp.
35-50, en Almela, Igualada, Jiménez Cano, Vera, (eds),
Homenaje al profesor Estanislao Ramón
Trives, Vol. I, Murcia, Univ. Murcia, 2003.
[2] Constituye una excepción el magnífico trabajo de Amelia García Pedraza, Actitudes ante la muerte en la Granada del
siglo XVI. Los moriscos que quisieron salvarse. Vols. I y II. Granada,
Univ. de Granada, 2002
[3] Seguimos en este resumen el
trabajo de J. E. López de Coca Castañer, “Esclavos,
alfaqueques y mercaderes en la frontera del mar de Alborán
(1490-1516)”, págs. 205-229, Vol. II, en El Reino de Granada en la época de los Reyes
Católicos. Repoblación, comercio, frontera; Granada, Universidad de
Granada, 1989.
[4] Abad Merino, M.- Jiménez Alcázar,
J. F., “‘Item si sabe…’ El testigo
morisco en los pleitos civiles castellanos, en Rubiera (Coord.), Carlos V. Los moriscos y el Islam. Univ. Alicante,
2001, págs. 27-38
[5] Conocemos algunos ejemplos, como
el caso de Agustín Ytalian, miembro importante de la
colonia genovesa establecida en Málaga, que zarpa en la primavera de 1497 con
una carabela para Cazaza y Vélez de la Gomera, con diversas cantidades de los
deudos: “Recibe de Bartolomé de
Sepúlveda, alcaide de Monda, 1.500 maravedíes para
rescatar a un criado suyo que había sido llevado a Cazaza, por si no basta el
dinero de la limosna entregada por el duque de Medina Sidonia a dos criados de
su casa, Pedro de Estopiñán y Luca
Marfuco, vecinos de Cádiz, que para allá van” en
A. H. P.M., leg. 1;
28-IV-1497.Cit. En López de Coca, “Esclavos,
alfaqueques…” pág. 214, nota 29.
[6] A.H.P.:
1508, Málaga, leg. 10, fols.
DCLXVI y DCLXVII (Escribanía de Pedro
Ruiz de Loriguillo), cit.
En López de Coca, “Esclavos…” págs. 230-233
[7] Donación
de unos bienes por Lucía López, vecina de Lorca, para rescatar a su hermano
Andrés Navarro, de su cautiverio en Argel. Archivo Municipal Histórico de
Lorca. Prot. 7. Diego de Lisbona. 11-II-1520. N1
144.
[8] Las Partidas de Alfonso X, II partida, título XXX, leyes 1,2 y 3.
[9] Incluimos en el apéndice
documental el nombramiento del alfaqueque concejil de Lorca.
[10] Seguimos en este aparatado a M.
García Fernández, “La alfaquequería mayor de Castilla en Andalucía a fines de la
Edad Media. Los alfaqueques reales”, Págs. 37-54, págs. 38-39; en J. E. López de Coca Castañer
(ed) Estudios
sobre Málaga y el Reino de Granada en el V Centenario de la Conquista,
Málaga, Serv. Publicaciones- Diputación Provincial, 1987.
[11] M. García
Fernández, “La alfaquequería mayor… pág. 43
[12] 1514,
junio, 30. Segovia. Ordenamiento de la reina doña Juana I de Castilla sobre el
oficio de alfaqueque mayor de la frontera a Juan Arias de Saavedra, ADM.
Archivo Histórico, Caja 18, doc. Nº 10. (Cit. en M. García Fernández, op. cit. Pág. 52)
[13] Partidas, Segunda partida, Tit. XXII, ley 3: “E teniendo lo ellos asi
alçado deuen lo tornar
luego de cara contra oriente, e ha de fazer con el
espada dos maneras de tajar alçando el braço, contra arriba, tirandola
contra ayuso, e la otra de traviesso,
en manera de cruz, diziendo assi:
yo fulan desafio en el nome de dios, a todos los enemigos de la fe: e de mi Señor
el Rey, e de su tierra. E esso mesmo
seue fazer, e dezir, tornando se a las otras partes del mundo. E despues desto, ha de meter el
mismo el espada, en la vayna, e poner le el Rey, vna seña en la mano, si el alçare
adalid, e dezir le asi.
Otorgo te que seas adalid, de aquí adelante. E si otro lo fiziere,
en boz del Rey, deue le esse poner la seña en la mano, diziendo
le assy: yo te otorgo en nome
del rey, que seas adalid. Y dede adelante, puede
traer armas, e cauallo, e seña, e assentar
se a comer con los caualleros, quando
acaesciere, e el que lo desonrasse,
ha de auer pena segund por cauallero, por honrra del rey”
[14] Cf. M. Rojas Gabriel, M. Rojas
Gabriel, La frontera entre los reinos de
Sevilla y Granada en el siglo XV
(1390-1481). Un ensayo sobre la violencia y sus manifestaciones,
Cádiz, Univ. Cádiz, 1995; “La frontera y las repercusiones
socio-institucionales de la violencia”, págs.
153-270; pág. 241.
[15] Cit. en
M. Rojas Gabriel, Op. Cit. pág, 242.
[16] Probanza 2, pregunta IX, testigo
LXIII, Rojas Gabriel, op. cit.
Pág. 375
[17] Segunda Partida, Tit. XXII, leyes 5 y 6.
[18] Op. Cit. Págs. 245-246
[19] A. García de Santamaría, Crónica
de Juan II de Castilla, ed, de J, de M. Carriazo, Madrid, 1982, págs.
250-252. Cit. En Op. Cit. Pág. 246
[20] González Jiménez, M., “Morón de la
Frontera a comienzos del siglo XV”, en A.E.M. Estudios
dedicados a la memoria del profesor Emilio Sáez, 17 (1987), págs. 401-422. Pág. 410-411, not.
45
[21] B. Alonso Acero, Orán-Mazalquivir,
1589-1689: una sociedad española en la frontera de Berbería, Madrid, CSIC,
2000. Pág. 100
[22] Maíllo
Salgado, F., “Breves notas sobre la historia y el significado de la palabra
‘almogataz’”, Studia Zamorensia,
5, 1984, págs. 471-480.
[23] Diego Suárez, Historia del Maestre último que fue de Montesa,
Ed. De F. Guillén Robles, Madrid, 1899, pág. 66. Cit. En Maíllo Salgado F., Op. Cit. Pág. 473
[24] Diego Suárez,op.
Cit., pág. 82
[25] Maíllo
Salgado, Op. Cit. Pág. 475
y 476: “el análisis diacrónico de un término o, dicho de otro modo, el estudio
de su trayectoria semántica y de sus eventuales cambios entre dos hitos
temporales en una lengua dada no pueden estudiarse independientemente de la
historia social, económica y cultural (sin olvidar la dimensión temporal y
geográfica) de la comunidad en donde ha surgido o ha sido utilizado”.
[26] Maíllo
Salgado, Op.cit. pág. 480
[27] Maíllo
Salgado, F., “Diacronía y sentido del término elche. Contribución al estudio del medievo
español y al de su léxico”. En Miscelánea
de Estudios Árabes y Hebráicos, XXXI, 1982; págs. 79-98. pág. 80
[28] Op. Cit. Pág 84
[29] Historia d los Reyes Católicos Don
Fernando y Doña Isabel, Crónicas de los Reyes de Cstilla,
ed. De Cayetano Rosell,Madrid,
1953. Cit. En Maíllo
Salgado, “Diacronía…”, op. cit.
Pág. 89
[30] Diego de Torres, Relación del
origen y sucesso de los Xarifes,
Sevilla, 1586, pág. 106. Cit. En Maíllo
Salgado, “Diacroní…”, pág. 94.
[31] AHN, Estado, Leg.
1.749, s.f./ 23 septiembre 1668. Carta del marqués de los Vélez, gobernador de
Orán y Mazalquivir, a la regente Dª Mariana de
Austria, cit. Por B. Alonso Acero, Orán –Mazalquivir,
1589–1689: una sociedad española en la frontera de Berbería, Madrid, CSIC,
2000. Pág. 207.
[32] RAH. 9/ 689, Fols.
93r-95r. fol 94 v. Información anónima sobre el
oficio de intérprete. Cit. En Alonso Acero, B, Op. Cit. Pág. 210. Dado el
interés de la cita, consultamos el documento original completo, que
transcribimos al final como apéndice. Las citas que incluimos en adelante
responden a nuestra transcripción.
[33] Caro Baroja, J., Inquisición, brujería y criptojudaísmo;
Barcelona, Galaxia Gutenberg – Círculo de lectores,
1996. “Asientos y comercio internacional”, págs.
53-54. Vid. También Vilar, J. B., “Jacob Cansino, un
judío en la corte de Felipe IV”, Mg, nº 26, julio
1972
[34]
RAH. 9/ 689, fol. 93 r. /s.f. Información
anónima sobre el oficio de intérpretes. La transcripción es nuestra.
[35] Ibíd., fol
[36] AGS. Guerra y Marina. Leg. 586, s.f. / 3 –enero- 1601. Carta de D. Francisco de
Córdoba y Velasco, conde de Alcaudete. Cit. En Alonso Acero, B., pág. 212.
[37] BZ Carpeta nº 256, fol. 74r-v.10-11-1626. Copia de carta de D. Antonio Sancho
Dávila.
[38] La transcripción se ajusta
rigurosamente al original. Sólo se ha actualizado la puntuación para facilitar
la comprensión del texto, así como el uso de las mayúsculas.
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