En el caso del árabe, como en el de tantos otros idiomas, no existe aún una estimación lo bastante fiable del esfuerzo aproximado, medido en horas de formación, que supone alcanzar un determinado nivel de competencia.

En su ETS oral proficiency testing manual (1982), Judith E. Liskin-Gasparro reproduce los cálculos efectuados por el Foreign Service Institute (FSI) en los años cincuenta. En la tabla que sigue a continuación, inspirada en dichos cálculos, se muestra la relación entre los distintos niveles y el número de horas requerido para cada uno de ellos:

Así, por ejemplo, convertirse en un "usuario competente" del idioma (nivel C del MCER y 3 de la escala ILR), es decir, alcanzar la competencia de un profesional, supondría según Jonathan McKay unas 3.040 horas o, lo que es lo mismo, una dedicación de 5 horas al día, cinco días a la semana, durante cuatro años académicos. Hay que tener en cuenta, no obstante, que las estimaciones del FSI parten probablemente de unas condiciones ideales (grupos muy reducidos, profesores nativos y sesiones prolongadas de inmersión lingüística) y que con planes y medios de estudio más modestos el número de horas podría ser superior.

La perspectiva de dedicar tantas horas al estudio de una lengua extranjera puede resultar desalentadora (compárense, p. ej., esas primeras 480 horas del nivel A1 con las 60 que se necesitan, según el Plan curricular del Instituto Cervantes, en el caso del español), pero en líneas generales la estimación del FSI resulta bastante realista. Con todo, no conviene perder de vista que se trata de eso, de una estimación, y que factores individuales como la motivación o la actitud tienen un efecto determinante sobre el proceso de aprendizaje.

El Área de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Murcia estima en 30 el número de créditos ECTS necesarios (= 300 horas lectivas + 450 de trabajo del alumno), como media, para alcanzar un nivel A2.2.