Punto 9. Anopheles ad portas!

Algo tendría este héroe cartaginés, quizá el mayor talento militar de toda la Antigüedad y enemigo por excelencia de Roma, cuya sola mención de su nombre aterrorizó durante generaciones a sus ciudadanos, que para asustar a sus hijos, como hoy sería el “hombre del saco”, les gritaban: “Hannibal ad portas!” (¡Aníbal está a las puertas!).

Y justamente a las puertas nos encontramos, concretamente frente a las desparecidas Puertas de Madrid, en tiempos uno de los principales accesos de la ciudad e inicio del camino Real que comunicaba Cartagena con Murcia y Madrid.

Mucho ha cambiado la orografía de este punto, y es que en época púnico-romana ante nosotros se abría un extenso mar interior o estero que comunicaba con la bahía y que servía de defensa por la parte norte, a la vez que limitaba la expansión de la ciudad más allá de sus míticas 5 colinas. Créditos imagen

Desde aquí y durante siglos, un letal y sanguinario enemigo acampado a las puertas de la ciudad asedió incesantemente a sus habitantes, cobrándose miles de vidas.

El animal más mortífero del mundo

A lo largo de los años, el Estero de Cartagena fue evolucionando desde una laguna salada a una zona pantanosa, el “Almarjal”, transformándose lentamente en un peligroso foco de enfermedades y el hábitat predilecto de nuestro cruel asesino: El mosquito Anopheles.

La capacidad del mosquito para transmitir virus y otros parásitos que causan enfermedades devastadoras es, precisamente, lo que lo hace tan peligroso. Así, por ejemplo, la malaria, que es transmitida por el mosquito Anopheles, mata cada año a unas 500.000 personas (principalmente niños).

En la actualidad son varias las enfermedades trasmitidas por mosquitos dentro de nuestras latitudes: fiebre amarilla, dengue, o el virus del zika, por citar algunas, pero hasta entrado el siglo XIX, fue la malaria uno de los principales problemas de salubridad de la ciudad de Cartagena. La construcción del Arsenal Militar en 1782, junto con el desvío de la Rambla de Benipila, principal aporte de agua de escorrentía, terminó por aislar completamente este humedal, cegando su único canal de salida situado en este punto exacto. Su fondo arcilloso contribuyó a embalsar y estancar sus aguas, desde las que enjambres de sedientos mosquitos surgían para tormento de sus habitantes.

Existen 465 especies formalmente reconocidas de Anopheles, de las cuales 50 pueden transmitir las cuatro especies diferentes de parásitos del género Plasmodium causantes de la malaria humana o paludismo, del latín palus, ‘ciénaga, pantano’, una temible enfermedad infecciosa, febril y debilitante. La especie Anopheles gambiae es una de las mejor conocidas, por trasmitir el plasmodio más peligroso, Plasmodium falciparum. Este parásito precisa de un primer agente vector, la hembra de un mosquito de Anopheles, para reproducirse sexualmente, y un hospedador vertebrado (como el turista cartagenero) en el que se produce la reproducción asexual.

La sangre más dulce

Dícese popularmente que aquellos que padecen con mayor asiduidad las picaduras de estos molestos insectos poseen “la sangre más dulce”, de ser así, algunos de nosotros deberíamos contener niveles de azúcar en sangre similares a los de un café asiático. No obstante, no está del todo claro aún porqué estos insanos culícidos parecen preferir a unas personas más que a otras, si bien la ciencia ha descubierto algunos hechos interesantes, y curiosamente factores como nuestra altura y grupo sanguíneo han demostrado poseer una relevancia mucho mayor que el discutible sabor edulcorado de nuestra sangre.

Según un estudio publicado por la prestigiosa revista Nature (en 2011) los mosquitos se sienten atraídos por el dióxido de carbono y el ácido láctico de nuestra respiración, motivo por el cual suelen picar más a los adultos que los niños, así como a las embarazadas y a las personas más altas, las cuales emiten mayor cantidad de estos gases. Otra investigación publicada en el ‘Journal of Medical Entomology’ de 2004, mostraba que las personas con tipo de sangre 0 son picadas el doble que las personas con sangre de tipo A.

Hipotrocoides y Epitrocoides

Del recuerdo de aquellas Puertas de Madrid apenas queda el vestigio de unas modestas letras de mosaicos inscritas en la rotonda que ahora ocupa su lugar, junto a ellas, unas extrañas figuras geométricas completan la sencilla decoración rematada en una fuente.

Estas curiosas imágenes se forman a partir de dos circunferencias rodando una sobre la otra, si la circunferencia que rueda (generatriz) lo hace por fuera de la que permanece inmóvil (directriz), la trayectoria de un punto conectado a la primera irá trazando una serie de curvas cíclicas o “Epitrocoide”. Si la circunferencia generatriz gira por el interior de la directriz obtenemos el “Hipotrocoide”.

Cabe destacar que las trayectorias del punto únicamente se cierran si la relación entre los radios es racional, y siempre que la rodadura sea de manera tangencial y sin deslizamiento.

CC BY - SA- 3.0 Créditos imagen epitrocoide

CC BY - SA- 3.0 Créditos imagen hipotrocoide

Podemos recordar un diseño familiar de estos dibujos geométricos entre los realizados con un divertido juguete llamado espirógrafo, con el que tal vez disfrutamos en nuestra infancia. El juego consiste en una serie de engranajes o ruedas dentadas –círculos o coronas–, de tal modo que al situar un lápiz o rotulador en algún punto de una de las ruedas y haciéndola girar sobre otra, que permanece fija, se originan espectaculares y creativos patrones. La rueda fija puede ser una corona circular dentada, y así la acción de diferentes engranajes, tanto por el exterior como por el interior de la corona, da lugar a fabulosas y psicodélicas formas generando curvas epitrocoides e hipotrocoides.

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