La hipótesis de la Reina Roja, por el Prof. Dr. D. Ángel Pérez Ruzafa, académico numerario

Ángel Pérez Ruzafa 912

Columna de la Academia publicada en el Diario La Verdad el 12 de diciembre de 2015

El mes pasado se cumplió el 150 aniversario de la publicación de Alicia en el País de las maravillas en noviembre de 1865. Cincuenta años antes de la teoría de la relatividad, cuyo centenario también hemos celebrado este año. El libro de Lewis Carroll y su continuación “A través del espejo”  están llenos de situaciones y enunciados sugerentes, con fuertes paralelismos con principios científicos. Uno de ellos, la hipótesis de la Reina Roja, tiene un profundo sentido ecológico y evolutivo y, por tanto, en nuestras vidas. El enunciado deriva del pasaje en el que Alicia, corriendo sin parar, arrastrada de la mano por la Reina Roja, que gritaba “más rápido!¡más rápido!”, pensó “¿me pregunto si las cosas se están moviendo con nosotros? y la Reina, adivinando sus pensamientos, le gritó: ¡Más rápido, no trates de hablar!”… cuando pararon un momento “Alicia, sorprendida, miró a su alrededor:

-¡Creo que hemos estado bajo este árbol todo el tiempo! ¡Todo está igual que estaba!

-¡Por supuesto! -dijo la Reina- ¿cómo iba a estar?

-Bueno, en mi país -dijo Alicia, aun jadeando-, si corres tan rápido durante tanto tiempo, sueles llegar a algún otro sitio…

-¡Un país bastante lento! -replicó la Reina-. Aquí, hay que correr todo lo posible para permanecer en el mismo lugar. Para llegar a otro sitio hay que correr el doble de rápido.”

Van Val en un artículo titulado “Una nueva ley evolutiva” planteó en 1979 la hipótesis de la Reina Roja como principio ecológico y evolutivo, según el cual las especies deben cambiar continuamente para compensar las pérdidas de eficiencia competitiva derivadas de la evolución de las otras especies y así tratar de evitar extinguirse. Cada mejora en un competidor por los recursos, en los mecanismos de ataque del depredador o en los de defensa de una presa tienen que ser compensados inmediatamente por el contrario. Solo evolucionando continuamente las especies pueden retrasar una extinción que, por otro lado, termina siendo inevitable. Podríamos generalizar este principio en términos de la necesidad de los ecosistemas y de los individuos de estar continuamente ofreciendo resistencia al flujo de energía para poder mantener su estructura y no terminar degradándose bajo los efectos de la segunda ley de la termodinámica. El refranero popular, y mi entrenador de natación, lo formulaban como “camarón que se duerme, la corriente se lo lleva”. Por eso “¡corred!, ¡corred más rápido!” si queréis manteneros donde estáis.