REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


EL VIAJE A ORIENTE DE LAMARTINE, SU TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL E INFLUENCIA EN AUTORES HISPÁNICOS.[1]
Pablo Martín Asuero
(Instituto Cervantes de Estambul)

         En 1700 se produce un importante cambio dinástico en el trono español con la llegada de Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV que reina con el nombre de Felipe V. A partir de este momento los Borbones se asientan en el trono español y en sus posesiones de Italia como Parma y las Dos Sicilias. La política llamada de Pactos de Familia une a los miembros de esta familia en su lucha contra Gran Bretaña a lo largo del siglo XVIII. Las relaciones no solo fueron políticas y económicas sino también culturales, participando España de la Ilustración durante el reinado de Carlos III, tercer hijo de Felipe V que reina entre 1759-1788. Este monarca había sido rey de Nápoles donde había logrado hacer un tratado de paz entre el Reino de Nápoles y el Imperio Otomano. A su llegada a Madrid suscribe el III pacto de Familia en 1761 y un histórico tratado de paz con el Imperio Otomano en 1782-83. España se acerca a Turquía desde una perspectiva ilustrada, olvidando el enfrentamiento de siglos anteriores. A partir de este momento los lectores hispánicos empiezan a tener a su alcance obras en español de las diferentes expediciones que se envían como el Viaje a Constantinopla en el año 1784 o Idea del Imperio Otomano (Madrid, 1793).

         La ocupación de la península Ibérica por parte de las tropas de Napoleón Bonaparte (1808-1814) permitió también la llegada de nuevas ideas. La primera Constitución data de 1812 y con los militares franceses llegaron también los principios revolucionarios que se extendieron por la sociedad española y sus colonias en América, aprovechando estas para iniciar su proceso de independencia.

         El siglo XIX es una época de crisis para España que pierde su imperio y entra en una fase de reformas y guerras civiles conocidas como las Guerras Carlistas entre los liberales y los conservadores. Volviendo a la Cuestión de Oriente firman en 1827 un segundo tratado según el cual se permite el paso y comercio del Mar Negro a los buques mercantes españoles[2].

         Fernando VII muere en septiembre de 1833 e Isabel II es proclamada reina un mes más tarde, Francia e Inglaterra la reconocen en el Manifiesto de Octubre y poco después se suman Dinamarca, Suecia, los Estados Unidos y Turquía[3]. En este contexto se comprende el “Tratado de comercio y navegación concluido entre España y la Sublime Puerta otomana; firmado en Constantinopla el 2 de marzo de 1840”, en el que figuramos como nación privilegiada[4]. No ocurre lo mismo con las potencias conservadoras como Prusia y Austria con los que se restablecen relaciones en 1848, Roma con el Concordato de 1851 o Rusia, defensora de la causa carlista y que hasta la subida al trono de Alejandro II en 1857 ignoraba a la Reina.

Las relaciones internacionales españolas están mediatizadas por Inglaterra y Francia, países con los que participa como observadora en la Guerra de Crimea enviando varios buques y al General Prim de observador.[5] Las memorias de los militares y la prensa de la época crearon una nueva imagen de los turcos y sus ejércitos en los lectores hispánicos.[6]

 

Si se tiene en cuenta que las elites intelectuales españolas y muchos diplomáticos eran de carácter liberal se comprende el interés por la obra de Lamartine en España a lo largo del siglo XIX. Se trata de unos de los autores franceses más traducidos y difundidos. Según el Diccionario Enciclopédico Hispano Americano en 1892 estaba traducido:

Biografías de hombres ilustres; Dos perlas literarias; Historia de Julio César; Historia de los girondinos; El Civilizador, o Historia de la Humanidad por sus Grandes Hombres; El reinado del terror; Historia de la Revolución Francesa; Genoveva; Poesías; Cristóbal Colón; Cicerón; Historia de la Revolución Francesa de 1848, y de la fundación de la República; Graciela; Rafael; El Picapedrero de Saint Point; Civilizadores y Conquistadores; Jocelyn; Episodio; Diario encontrado de un cura de aldea; La Caída de un ángel y Viaje a Oriente[7]. La Biblioteca Nacional de Madrid tiene además en este mismo período Abelardo y Eloisa; La Civilización; Las Confidencias e Historia de la Turquía.

          Lamartine, fue un autor bien conocido, traducido y difundido no sólo en  España sino también en Hispanoamérica. Los lectores hispánicos conocieron en primer lugar sus poesías y Confidencias[8] y posteriormente sus novelas Graciela o Rafael, las cuales se han estado editando desde entonces hasta la actualidad[9]. Lamartine no fue sólo poeta y novelista sino también político,  llegando a ocupar el cargo de ministro  de asuntos exteriores. Sus obras de esta temática interesaron especialmente a los lectores hispánicos, tal y como lo demuestran las, al menos, nueve ediciones de la Historia de los girondinos, en España, París o Hispanoamérica[10]. El hecho de  ser un autor liberal, procedente de la aristocracia, partidario de los valores democráticos y de la monarquía parlamentaria, explican el éxito y la difusión de sus obras entre los lectores hispánicos. Lamartine visitó dos veces Turquía, la primera en 1833 y la segunda en 1850, incluso tuvo la intención de establecerse en Tire. El sultán Abdül-Mecid le concedió 49.000 hectáreas y, aunque nunca volvió a Turquía, las rentas de estas tierras fueron su principal fuente de ingresos hasta su fallecimiento en 1869. Lamartine publicó las memorias de los dos viajes y una Historia de la Turquía que se editó en castellano en 1855 en México, a cargo de los redactores de El Heraldo y en París en la Imprenta Walder en 1855 y el  Viaje a Oriente, del cual hay por lo menos diez ediciones en español entre 1840 y 1924[11].

         Volviendo al siglo XIX hay que tener en cuenta que muchas bibliotecas españolas públicas tenían obras en francés de Lamartine y otros autores. La Biblioteca Municipal de San Sebastián cuentan en sus fondos con la obra de Mouradjea d’Ohsson Tableau Général de l’Empire Otomana (París, 1787) como los ocho volúmenes de la Historie de la Turquie de Lamartine (París, 1855) o Le Nouveau Voyage en Oriente (París, 1851), donados estos dos últimos por el Duque de Mandas, político y diplomático de San Sebastián.

         El perfil de Lamartine encaja bastante con el de los intelectuales españoles del siglo XIX, los cuales eran la mayoría de carácter liberal. Las opiniones políticas y religiosas de Lamartine, bastante moderadas, eran posiblemente compartidas por muchos políticos, escritores, periodistas y diplomáticos, para los cuales sus libros sobre la revolución francesa o el estado del imperio otomano eran una fuente de información, a la par que un pasatiempo.

         Como antes expuse España se mantiene al margen de la Cuestión de Oriente, sin embargo hubo suficiente información a través de la prensa. La literatura de viajeros en español durante el siglo XIX por el Mediterráneo oriental es escasa y está bastante influenciada por la francesa, especialmente por dos textos: el citado Viaje a Oriente de Lamartine y el Itinerario de París a Jerusalén de Chateaubriand que tiene también tres ediciones en España[12]. Lamartine es nombrado o citado por la mayoría de los viajeros españoles entre 1860 y 1907. Chateaubriand es citado a menudo pero más por su valor literario o por la personalidad del autor que por el valor documental del texto. De hecho, el Viaje a Oriente  da el paso de la peregrinación religiosa a Palestina al descubrimiento de un mundo exótico musulmán en el Mediterráneo otomano. A partir de Lamartine los viajeros ya no hablan tanto de Tierra Santa como de Oriente y se usa o, más bien, se abusa de ese término y del adjetivo ‘oriental’.

         Si bien hubo muchos escritores franceses que viajaron por el imperio Otomano, los españoles e hispanoamericanos no lo hicieron tanto. La mayoría de los textos proceden de diplomáticos, militares o periodistas, los cuales suelen hacer referencia a sus lecturas reconociendo sus límites como el caso de Melchor Ordóñez Ortega en 1878:

Después de leer las admirables páginas que Lamartine consagra al Bósforo; después de haber oído con voz entusiasta a de Amicis y de conocer cuanto han escrito Perthusier, Fournefort, Pouqueville, Marcellus, Chateaubriand, Gautier, Galibert y la celebre lady Montagne así como también el ilustrado viajero español Adolfo de Mentaberry sería loca temeridad el pretender bosquejar siquiera, sin poseer  una paleta mágica las variadas  perspectivas que ofrece el Bósforo  con sus aguas de un azul  diáfano [13].

         El viaje a Oriente es importante tanto por su componente literario como por la información política y social de la situación de Estambul, El Líbano, Siria y Palestina. Diplomáticos españoles como Adolfo de Mentaberry, vicecónsul en Damasco en 1867 autor del Viaje a Oriente, de Madrid a Constantinopla o Manuel Quintana, cónsul en Beirut en los años 1880, lo citan en sus obras. Lamartine se introduce así como un personaje en los textos españoles, siendo no sólo la referencia obligada sino una de las voces narrativas del relato:

Nada más pintoresco que la manera que tienen de construir las casas los montañeses del Líbano, agrupadas unas con otras en los declives que forman las montañas, en sus gargantas y en sus cimas, como ha dicho muy bien Lamartine hablando del Líbano. Estos pueblos están suspendidos unos sobre otros casi perpendicularmente; se puede arrojar una piedra de un pueblo a otro, pueden oírse con  la voz, y sin embargo el declive, el declive de la montaña exige tantas sinuosidades y rodeos para trazar un sendero de comunicación, que es preciso una hora o dos para pasar de un pueblo a otro.[14]

         La obra de Lamartine queda como una referencia, especialmente en lo referente a ciudades como Damasco, alejadas de las rutas comerciales del Mediterráneo. Los profesores de la Universidad de Santiago de Compostela José María Fernández Sánchez y Francisco Freire Barreiro en 1875 se refieren a las penalidades de Lamartine, cuarenta años atrás, en su llegada a la ciudad, disfrazado de árabe con miedo a que no le dejaran entrar a caballo por el hecho de ser cristiano. Poco importaba que la situación hubiera cambiado, el Viaje a Oriente se había convertido en una lectura obligatoria.

         Para los viajeros españoles interesados en Palestina la obra del abad Mislin, La Tierra Santa, Peregrinación a Jerusalén (Barcelona, 1864), encaja mucho más en sus expectativas. Este sacerdote suizo estuvo en el Medio Oriente en 1848 y 1856, sus libros se publicaron primero en francés y posteriormente en italiano, alemán y castellano. Tanto los viajeros románticos orientalistas como el abad Mislin, desde una perspectiva más tradicional del viaje a la Palestina, crearon un interés sobre los Santos Lugares en Francia, llegando a influenciar a los viajeros hispánicos.

Donde la obra de Lamartine tiene un verdadero impacto es en lo referente a Turquía, tanto los dos viajes a Oriente como la Historia de la Turquía. Lamartine llega a Estambul en mayo de 1833, siete años más tarde del final de los jenízaros por parte de Mahmud II. La transformación de las tropas turcas en un ejército moderno con uniformes europeos y preceptores procedentes de Prusia o Francia supuso el reconocimiento de las potencias del incipiente deseo de integrarse en la Modernidad[15]. Lamartine visita las ruinas de los cuarteles en el At Meydan, evoca las glorias de los jenízaros y el poder que tenían, habiendo llegado a derrocar a varios sultanes. De hecho el último había sido Selim III en 1808, creador de un ejército moderno, lo cual había provocado las iras de los jenízaros que lo derrocaron y ajusticiaron.

 

Mahmud II es un héroe del siglo XIX para Lamartine y sus lectores hispánicos, empezando a cambiar la imagen que teníamos de Turquía. La rivalidad hispano-otomana del siglo XIX había dejado su impronta en la literatura española del siglo XVI, tal y como demostró Albert Mas en Les Turcs dans la littérature espagnole du Siecle d’Or (París, NSR, 1967). Miguel de Cervantes participó en la batalla de Lepanto de 1571 en la cual perdió un brazo, y fue apresado y enviado a Argel donde los frailes trinitarios lo compraron cinco años más tarde. El mundo turco-otomano aparece en diferentes obras como Los Baños de Argel; la Gran Sultana o el Quijote, que lleva incluida una pequeña novela de cautivos, género muy popular que describía las penalidades de los prisioneros españoles en las cárceles otomanas. El Viaje de Turquía o La Vida y Cautiverio de Diego Galán son otros dos ejemplos de literatura de cautivos. El miedo a la agresión otomana en las costas españolas está presente en la Literatura de Avisos[16], en obras de teatro de Lope de Vega o poesías de Góngora. La batalla de Lepanto produjo toda una serie de poesía, cuadros y tapices. Su repercusión llega hasta la actualidad en que es nombre de un famoso brandy.

 

Como se puede apreciar el imaginario español estaba muy cargado de imágenes negativas sobre los turcos que trataban del siglo XVI. Durante los setenta años que trascurren entre las paces hispano-otomanas y la edición del Viaje a Oriente apenas se traduce o edita en español libros sobre los turcos. Se puede afirmar que de todos los autores que tratan el tema de los turcos Lamartine es más traducido y editado en español en el siglo XIX. Si se tiene en cuenta que durante la primera mitad del siglo XIX apenas hay contacto entre España y Turquía o libros de literatura de viajeros se puede llegar a la conclusión de que Lamartine fue el trasmisor a los lectores hispánicos de los  primeros años del Tanzimat.

 

Durante la segunda mitad del siglo XIX la influencia de Lamartine se mantiene como se puede observar en los textos procedentes de la expedición de la fragata Arapiles. En 1871 España envió una expedición al Mediterráneo oriental, la memoria de dicha expedición vio la luz en 1882 con el título de Viaje a Oriente de la fragata de guerra Arapiles a cargo de Juan de Dios de la Rada y Delgado, un importante intelectual de la época. Este autor introduce una cita de seis páginas con el discurso de Lamartine sobre Oriente, dejando que el poeta francés entre con voz propia en el texto español. Otro de los tripulantes fue Vicente Moreno de la Tejera autor de Diario de un viaje a Oriente (Madrid 1877) que hace referencia a Lamartine en cuatro ocasiones. Vicente Moreno critica la comparación de Lamartine de Esmirna con Marsella, poniendo en entredicho la importancia de los libros de literatura de viajeros “Dando crédito a exageraciones como esta es como se sufren desengaños. [...] y es que Smirna, a pesar del contraste que forma con los demás pueblos del Oriente, no tiene punto alguno de comparación con las grandes ciudades europeas.”[17]

Es cierto que Lamartine tiene una clara tendencia a magnificar las descripciones, pero se puede pensar que Esmirna y Marsella eran más similares en 1832 que en 1871, fecha en que la ciudad francesa había conocido un crecimiento y expansión mayor que la turca. El lector cree que  la realidad descrita en los textos de la literatura de viajeros es la misma que va a encontrar. No es consciente del paso del tiempo, de hecho los orientalistas explotan la idea de que en Oriente el tiempo no pasa,  ni de los cambios por la falta de información. En definitiva, el lector espera encontrarse lo que ha leído de manera similar al turista que, si no tiene lo que ha visto en la guía de viajes o en los folletos de la agencia de viajes, protesta.

 

         Lamartine es una referencia en los diplomáticos españoles hasta finales del siglo XIX. Un ejemplo de ello es Antonio de Zayas destinado en Estambul en 1897: “Basta una residencia de dos o tres meses en Turquía, para apreciar que cuánto acierta Lamartine al afirmar que es la turca la más noble y digna de las razas que conviven en la Península Ilírica.”[18]

 

         El espíritu de la obra de Lamartine está también presente en Oriente de Vicente Blasco Ibáñez, uno de los escritores más importantes de las primeras décadas del siglo XX. Blasco Ibáñez viajó a Estambul en 1907, el último año del sultanado de Abdül-Hamid II. Se trata de un momento muy complicado en el Imperio Otomano, en que en Macedonia se producían continuas revueltas y las masacres de armenios habían conmocionado a la opinión pública internacional. Algunas de las crónicas de Blasco Ibáñez aparecieron en primer lugar publicadas en El Liberal de Madrid, La Nación de Buenos Aires y El Imparcial de México. Las opiniones de Blasco Ibáñez, conocido defensor de la República, están todavía de actualidad, como se puede observar a esta última cita, con referencia obligada a Lamartine:

Yo amo al turco, como lo han amado con especial predilección todos los escritores y artistas que lo vieron de cerca. Diecinueve razas pueblan el vasto Imperio otomano. Mahometanos, judíos y cristianos, divididos en innumerables sectas, forman esta aglomeración de seres, diferentes por orígenes y tradiciones que lleva el nombre de Turquía y, sin embargo, como dice Lamartine. “El turco es el primero y el más digno entre todos los pueblos de su vasto imperio”. (Universidad de Berna)[19]



[1] El presente artículo procede de la comunicación titulada “Le voyage en Orient de Lamartine, sa traduction a l’Espagnol et influence dans les auteurs hispaniques” en el marco del coloquio internacional sobre Lamartine que tuvo lugar en Tire, Turquía, los días 8-10 de mayo de 2004 organizados por ADIKAM y la Universidad del Egeo.

[2] Alejandro del Cantillo: Tratados, Convenios y Declaraciones de Paz y de Comercio que han hecho con las Potencias Extranjeras los Monarcas Españoles de la casa de Borbón. Desde el año de 1700 hasta el día. Madrid, Alegría y Charlain, 1843, pp 842-843.

[3] Jerónimo Becker: Historia de las relaciones exteriores de España durante el siglo XIX (Apuntes para una Historia Diplomática). Madrid, Jaime Ratés, 1924. p 617.

[4] Alejandro del Cantillo, o.c., pp 887-890.

[5] Juan Prim Prats: El Viaje Militar a Oriente, Madrid, Ministerio de Defensa, 1995, con una introducción de Manuel Espadas Burgos.

[6] Véase mi artículo “La Imagen Española de los Ejércitos Otomanos 1784-1907”, Espacio, Tiempo y Forma, Madrid, UNED, 1997,  pp. 11-32, reimpreso en Estambul, los ejércitos otomanos y los sefardíes en textos en español. Estambul, Isis, 2002.

[7] Diccionario Enciclopédico Hispano Americano, Barcelona, Montaner y Simón, tomo 11 año 1892. pp 531-532.

[8] Poesías entresacadas de las obras de Lamartine. París, Vicente Salvá, 1840,  Barcelona,  D.M. Sauri, 1841. Confidencias, Madrid, L. García, 1849. Santiago de Chile, Imprenta Chilena, 1850. Querétaro, Francisco Frías, 1850;  Madrid, San Martín,  1864-66.

[9] Hoy en día Lamartine es un autor del cual sólo se publican novelas como Rafael; Graciella o Jocelyn. Según el TESEO desde 1975 sólo se ha defendido en España una tesis doctoral sobre este autor, concretamente la de Ana García Cáceres, Los temas de la política en la obra poética de Alphonse de Lamartine en la Universidad Complutense de Madrid en 1994.

[10] Madrid, La Ilustración, 1847; Madrid, La Publicidad, 1847-1853; México, I. Cumplido, 1848; Madrid, Mellado, 1851-52; Santiago de Chile, Belín y cia, 1852 (Historia de los jirondinos) Madrid, Rivadeneyra 1853-1854; Madrid, Gaspar 1877; París, Garnier Hermanos, 1889; Madrid, La Novela Ilustrada, ca. 1910.

[11] Córdoba,, Noguer y Marté, 1840; París, Librería de la Rosa 1842 y 1845;  Viaje a la Palestina, Valencia, Mateu y Cervera, 1844; Madrid, Madoz y Sagasti, 1846; México, Ignacio Cumplido, 1856; Zaragoza, Lucía y Calabia, 1858; Madrid, Manuel Guijarro, 1878; México, Miguel Guijarro, 1874; Valencia, Cervantes, 1918. Barcelona, Cervantes, 1924.

[12]Nueva descripción de la Tierra Santa, formada según el itinerario del viaje executado en el año 1806 por J.A. Chateaubriand de París a Jerusalén y de Jerusalén a París, yendo por Grecia y volviendo por Egipto, Berbería y España. Madrid, 2 vol. 1828, traducido por Pedro Mª de Olive. Itinerario de París a Jerusalén y de Jerusalén a París. Madrid, 1848. Itinerario de París a Jerusalén. Madrid, 1874, traducción de Manuel Mª Flamant, esta última ha sido la utilizada por Laertes en su edición de 1982.

[13] Ordóñez Ortega: Una Misión Diplomática en Indochina. Madrid, 1882, pag 177.

[14] Manuel Quintana, Siria y el Líbano. Madrid, Manuel G. Hernández, 1877, p. 99.

[15] Andres Wheatcroft, The Ottomans, Londres, Viking, 1993, capítulo 4 “The Extirpartion of the Janissaries” pp. 84-138.

[16] Véase de Emilio Sola el capítulo “Literatura de Avisos” en Pablo Martín Asuero (ed), España-Turquía, del enfrentamiento al análisis mutuo, Estambul, Isis, 2003.

[17] Vicente Moreno de la Tejera, Diario de un Viaje a Oriente, Madrid, Imprenta Manuel Martínez, 1877, pp 184-185.

[18] Antonio de Zayas, A Orillas del Bósforo, Madrid, Juan Pueyo, 1912, p. 73.

[19] Vicente Blasco Ibáñez, Oriente, Barcelona, Plaza y Janés, 1980, pp. 104-105.