REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


NARRACIÓN ARQUETÍPICA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN. EL CASO WINDSOR
Amelia Fernández
(Universidad Autónoma de Madrid)

 

 

         La palabra “comunicación” es sin duda la palabra mágica del siglo XX y su auge se apoya en el parejo de los avances tecnológicos. No siempre se ha aplicado a la comunicación humana tal y como la entendemos ahora. De hecho, y desde su origen, está cercana a comulgar. También se aplicó a la transmisión de enfermedades, a cualidades y procesos físicos como los vasos comunicantes, por ejemplo, y desde luego a medios de transporte o la forma de comunicar lugares entre sí. Incluso ahora podemos comprar una casa porque “esta muy bien comunicada”.

El primer acercamiento a lo que hoy entendemos básicamente por este fenómeno procede de la teoría matemática de la comunicación y de su aplicación en ciencias humanas. La historia de este concepto es bien conocida. En 1948 el científico norteamericano Robert Wienner publica un estudio llamado Cybernetics en el que recoge el problema de la conducta de tiro de los cañones antiaéreos en la Segunda Guerra Mundial. O en otras palabras, intenta averiguar si es posible analizar la comunicación entre las señales de los aviones y los cañones antiaéreos destinados a abatirlos. De este estudio proceden conceptos como sistema, datos o input y salidas o output, y un proceso permanente de feedback o retroalimentación hasta configurar un modelo circular retroactivo. Será un alumno suyo, Claude Shannon, quien un año después, en 1949, publique una Teoría matemática de la comunicación ofreciendo un modelo distinto, un modelo lineal.

Influye sin duda su trabajo en los laboratorios de la Bell Telephone. Según explica Yves Winkin el modelo es sencillo, el sistema general de comunicación se entiende como una cadena de elementos:

 

la fuente de información que produce el mensaje (la palabra en el teléfono), el emisor, que transforma el mensaje en señales (el teléfono transforma la voz en oscilaciones eléctricas), el canal, que es el medio utilizado para transportar las señales (cable telefónico), el receptor, que construye el mensaje a partir de las señales, y el destino, que es la persona (o la cosa) a la que se envía el mensaje. Durante la transmisión, las señales pueden ser perturbadas por “ruido” o chirrido en la línea.[1]

 

Este modelo matemático de la comunicación influirá rápidamente en otras ciencias. Así Roman Jakobson a partir del modelo de comunicación propuesto por Shannon elabora el modelo de comunicación verbal clásico con funciones y elementos de sobra conocidos; emisor, contexto, mensaje, canal, código y receptor.

Este modelo de comunicación verbal sigue siendo aceptado y se toma como base privilegiada para explicar el proceso de comunicación humana y sin embargo surge más de una dificultad en su rendimiento explicativo. En primer lugar no deja de ser un modelo telegráfico de la comunicación. Un modelo que además concibe a los seres humanos como teléfonos gigantes dotados de dos orificios, dice Winkin, uno para emitir sonidos y otro para descifrarlos.[2]

La comunicación humana es mucho más compleja de lo que puede representar el descifrar un código, o el no entender debido a una interferencia en el canal. Así lo han demostrado al menos los integrantes de la llamada Universidad invisible, que agrupa a autores como Bateson, Hall, Watzlawick o Birdwhistell. La “nueva comunicación” propone un “modelo orquestal”, no telegráfico, un modelo mucho más complejo en el que se integra, por ejemplo, el lenguaje no verbal, el espacio como vector de jerarquía y poder, y desde luego la retroalimentación permanente, o las palabras del emisor influidas por la reacción del receptor, por poner sólo un ejemplo.

Es desde ese modelo orquestal y no telegráfico desde el que podemos adentrarnos con cierta seguridad en los medios de comunicación sabiendo que los instrumentos que tocan en esta peculiar orquesta son particularmente complejos. En primer lugar debemos valorar el poder de los medios de comunicación y su debilidad, depender de la audiencia. Hemos de contar, también, con la diferencia básica entre los medios, es decir, el medio en sí, el canal: prensa, radio, televisión y el medio digital, también. En tercer lugar y mucho más importante a nuestros efectos, hemos de considerar qué ocurre cuando la noticia - la información - se concibe como un instrumento para el entretenimiento. Es en esta medida en la que además de informar se comunica algo que tiene que ver con una dimensión que deja de ser estrictamente racional.

Es de sobra conocida la máxima periodística, “no es noticia que un perro muerda a un hombre” pero sí lo es que un “hombre muerda a un perro”. Hasta aquí está bien la reflexión pero la noticia “un hombre ha mordido a un perro” atrae a la audiencia de la naturaleza que sea. Es el poder de las otras noticias, aquellas que no consideramos “serias”, pero en las que actúan profundas emociones humanas que van desde el espanto hasta la sorpresa. Son la cifra del periodismo sensacionalista, se ha dicho, pero también la forma de atraer al receptor, sea lector, oyente, espectador o cibernauta.

Los informativos en televisión o en radio están situados en el prime time, especialmente los informativos nocturnos, los de la nueve de la noche en nuestro país. Poseen la capacidad de arrastrar literalmente a la audiencia de la programación nocturna y en esta medida utilizan esas “otras noticias” como una forma de mantenerla. No es extraño, por ejemplo, que esas otras noticias se anuncien antes de la inserción de los espacios publicitarios de rigor o incluso encabecen un informativo a pesar de su aparente poca importancia.

Hemos de tener en cuenta, además, que dentro del periodismo hay diferencias. Mientras que la prensa ofrece un lugar más reposado de reflexión, la radio es el sinónimo de la viveza y de la actualidad más rabiosa. La televisión, sin embargo, participa en un complejo entramado técnico. Incluso ha llegado a discutirse si realmente existe un periodismo televisivo, nosotros sabemos que así es, pero la pregunta queda planteada si se considera que para la televisión es noticia aquello de lo que tiene una imagen, es más, puede confeccionar una noticia a partir de la imagen que tenga.

Un ejemplo paradigmático de todo esto es una anécdota muy repetida, casi tanto como la de que los hombres muerdan a los perros. La recoge John Langer en un excelente libro, La televisión sensacionalista, que citaré más de una vez. En un acalorado debate sobre periodismo televisivo un experimentado veterano le dijo a un joven reportero:

 

Te voy a contar una historia y, después de contártela, sabrás todo lo que hay que saber respecto a las noticias televisivas [...] Una noche, los ejecutivos de una cadena en Nueva York estaban viendo tres noticiarios al mismo tiempo. Se había producido un incendio en un orfanato católico. Uno de los ejecutivos se lamentaba de que la cadena rival tuviera una mejor cobertura en imágenes: “Sus llamas son más altas que las nuestras”, dijo. Pero otro ejecutivo replicó: “Sí,  pero nuestra monja llora más fuerte que las otras”.[3]

 

         La pregunta básica a nuestros efectos no es qué tipo de credibilidad tiene el periodismo televisivo sino, sobre todo, cómo se ha llegado a una situación como la relatada. El impacto de palabras e imágenes escapa al cómodo cauce telegráfico impuesto a la comunicación. Sin duda entramos en una orquesta circular. Hemos de olvidarnos de la supuesta maldad del periodista, de su capacidad de manipulación, sabemos que este colectivo profesional es uno de los menos respetados desgraciadamente. Deberíamos pensar también que si ocurren este tipo de situaciones es porque detrás de los televisores hay espectadores que hacen saltar los índices de audiencia. Por seguir con la anécdota, puede haber espectadores que prefieran la cadena en que las llamas son más altas que las otras.

Es un modelo circular, orquestal y desde luego con una amplia capacidad de retroalimentación. Cómo se ha llegado a situaciones como las descritas es una pregunta que en cierto modo se ha ido tanteando a partir del análisis sobre la comunicación de masas. Como explica John Langer desde principios del siglo XX hasta la década de los treinta los analistas e investigadores suponían un poder absoluto a los medios de comunicación, sobre todo en lo que se refiere a su influencia persuasiva. No hay más que pensar en que a pesar de la carencia de medios tecnológicos los avances en la propaganda estuvieron ligados a sistemas totalitarios.[4]

Un segundo estadio en la investigación, en torno a los años cincuenta, nos revela un cambio significativo inducido en primer lugar por la importancia creciente de la televisión. Asistimos entonces a una “descomposición de la comunidad”, o al espectador y al colectivo de espectadores que además consumen determinados medios y no otros. En los años setenta se registra una tercera oscilación bastante más equilibrada que las dos anteriores y que está presente hasta la fecha. Se ha denominado el “paradigma crítico”. Del poder exclusivo de los medios en la fantasía totalitaria al incipiente análisis del consumo hemos llegado a una consideración mucho más mesurada de la influencia de los medios en los ciudadanos, una influencia recíproca e inserta en la comunidad que determina lo que es aceptable o no.

Y estamos en el dominio de lo racional, es decir, de las noticias consideradas importantes para la comunidad. Siempre con la necesidad sentida de establecer un lenguaje políticamente correcto que asegure el respeto a valores determinados y con la intención didáctica de formar a la ciudadanía. Así por ejemplo en los manuales de estilo y sobre el controvertido problema del “tratamiento informativo de la inmigración” se leen recomendaciones como

 

No hay que incluir el grupo étnico, el color de la piel, el país de origen, la religión o la cultura si no es estrictamente necesario para la comprensión global de la noticia.

Es necesario evitar las generalidades, los maniqueísmos y la simplificación de las informaciones. Los residentes extranjeros no comunitarios son tan poco homogéneos como los autóctonos.

No deben potenciarse las informaciones negativas ni las sensacionalistas. Hay que evitar crear inútilmente conflictos y dramatizarlos. Hay que potenciar la búsqueda de noticias positivas.[5]

 

         Estamos en el dominio racional y consciente. He utilizado con toda intención esas palabras y frases que han conseguido crear un entramado razonable y aceptado por todos: “lenguaje políticamente correcto”, “respeto a valores”, “formación didáctica de la ciudadanía” o “tratamiento informativo positivo de la inmigración”. El análisis discursivo de las noticias explora el cumplimiento o no de estas expectativas. También explora las poderosas estrategias persuasivas desplegadas en cuestiones que afectan a la comunidad. Así por ejemplo el impacto del “globo sonda” o el adelanto de futuras medidas para saber cómo serían acogidas por la comunidad si realmente se llevaran a cabo.

Otra estrategia persuasiva es la orientación de la noticia hacia un debate existente o no en la ciudadanía. El seguimiento de la muerte de Terry Schiavo es un buen ejemplo. Ha adoptado desde Estados Unidos la forma del debate sobre la eutanasia con un trasfondo político. Pero se ha tratado poco, por no decir nada, las cuantiosas indemnizaciones puestas en juego, la decisión de no utilizar ese dinero en una rehabilitación hace catorce años y a cambio pagar los honorarios de los abogados, o la controvertida ley del “guardián” o quién debe asumir la tutela legalmente.

Puede gustarnos o no, pero lo cierto es que por más que no parezcan estrategias manipuladoras en el fondo reflejan la delicada interacción en una comunidad, en una colectividad en la que caben incluso los llamados “fast thinkers”, o pensadores rápidos. Así los llama el sociólogo francés Pierre Bourdieu en su polémico alegato Sobre la Televisión. Son los proveedores del “fast food” cultural, en sus palabras, del alimento cultural “predigerido”, “prepensado”.[6] Si nos quejamos de su fuerza manipuladora, deberíamos quejarnos también de nuestra propia pereza a la hora de ampliar o profundizar en la información, sobre todo si tenemos en cuenta el poder del medio digital que nos permite acceder a un número antes inimaginable de informaciones.

El análisis y la crítica racional se desenvuelven razonablemente en este medio de interacción colectiva. Pero la racionalidad se desborda cuando se entrecruzan dos paradigmas aparentemente alejados en la comunicación periodística como son la información y el entretenimiento. O en otras palabras, cuando determinadas noticias y el tratamiento efectista de esas noticias hace subir el número de lectores, oyentes o telespectadores. Es el paso último en ese paradigma crítico. Ya no se trata de “colectividades de ciudadanos” sino de una verdadera comunidad humana que no está basada en reglas de convivencia, sino en una comunidad de emociones, imágenes y arquetipos profundamente irracionales e insertos en una verdadera retórica de las emociones.[7]

Estamos hablando de las otras noticias, noticias rentables y aparentemente alejadas de los intereses de la ciudadanía. En 1960 Roland Barthes analizó el suceso, o el “hecho diverso” - fait divers, literalmente - desde el francés, cuya estructura quedaba así definida:

Es una formación total, o, más exactamente “inmanente”: contiene en sí todo su saber: no es preciso saber nada del mundo para consumir un suceso.[8]

 

         Podemos decir que es una noticia sin contexto, o para aclararlo mediante un ejemplo. La siguiente noticia está fechada el uno de abril de 2005 fue recogida por Europa Press y saltó a la prensa. El titular es el siguiente:

 

El hospital clínico de Valladolid confunde a dos pacientes y opera a uno de la dolencia del otro [9]

 

         Hasta aquí, y por desgracia, nada fuera de lo previsto en este tipo de noticias que se repiten. La sorpresa llega en el antetítulo, dispuesto gráficamente, encima del titular y destacado:

 

         Le intervinieron el tabique nasal en vez del oído.

 

         La lectura de la noticia nos revela que los familiares se dieron cuenta cuando la familia advirtió que el paciente operado supuestamente del oído salía del quirófano con “un aparatoso vendaje en la nariz”.

         Volviendo a las palabras de Barthes estamos ante una noticia que se basta a sí misma. Hubiera sido lo que entendemos una “noticia seria” sí hubiera ocurrido en el Hospital Severo Ochoa en Madrid, entonces estaríamos hablando de un dato más, de un contexto que en este momento ocupa la actualidad informativa.

Los hechos diversos son noticias que no afectan, y en el fondo no interesan a la ciudadanía, a la colectividad. No hablan de medidas gubernamentales, de la marcha de la economía, del estado de la sanidad o del tráfico, de la seguridad ciudadana o de lo que ocurre o puede ocurrir en otros países. Éstas son noticias que nos afectan como ciudadanos pertenecientes a una comunidad. Sin embargo esas otras noticias bien situadas en un informativo televisivo, en un programa de radio o convenientemente destacadas en prensa, aseguran la rentabilidad. Bajo la apariencia informativa nos encontramos con noticias de entretenimiento. Nos diría Barthes

 

Poco importa la anécdota (difícilmente podríamos encontrar otra de menos contenido): se plantean dos términos que requieren fatalmente una cierta relación, y la problemática de esa relación es la que va a constituir el suceso.[10]

 

         La tipología establecida por Barthes para el hecho diverso, para el suceso u ocurrencia, sigue siendo válida cuarenta y cinco años después. Lo que en todo este tiempo ha aumentado es el número de estas noticias rentables en proporción directa con el negocio de los medios. Desde luego la televisión ha favorecido su crecimiento a través, además, de un tratamiento con imágenes especialmente efectista que subrayan esa extraña relación de los acontecimientos.

Barthes observó que estas noticias se articulaban sobre dos tipos de relaciones, la relación de causalidad y la relación de coincidencia. Los titulares de la noticia, la entradilla o el anzuelo, resaltan la sorpresa, invitan a seguir leyendo, oyendo o viendo, y el éxito se cifra, literalmente, en el espectáculo de una decepción o en otras palabras “la causalidad es más notable cuanto más decepcionada queda.”[11] Pongamos un ejemplo más cercano. Alguien puede quedarse encerrado en un establecimiento, puede ocurrir, lo extraño es quedarse encerrado en un escaparate. Ocurrió el 25 de febrero de 2005 y el titular decía:

 

         Dos mujeres encerradas en un escaparate el viernes santo[12]

 

         La lectura de la noticia nos lleva a desentrañar el misterioso enigma propuesto o cómo es posible que alguien se quede encerrado en un escaparate. El otro tipo de relación establecida es el de la coincidencia en ejemplos como

 

         Una joyería es atracada tres veces en la misma semana

         Un hombre es alcanzado por un rayo dos veces en el mismo día.

                  

         Lo que explica nuestra atracción por la coincidencia queda definido por el propio Barthes de la siguiente manera

 

... se supone que el azar cambia los hechos; si los repite es porque quiere significar algo por medio de ellos: repetir es significar, es el origen de todas las antiguas artes adivinatorias.[13]

 

Mucho más efectiva es la aproximación de términos distantes en una extraña combinación en antítesis. En el fondo la noticia de operar la nariz en lugar del oído responde a esta extraña mezcla. El viernes 1 de abril de 2005 la Agencia Efe ofrecía la siguiente noticia recogida por los medios

 

Detenida una mujer en Huelva por intentar quemar su casa con su marido y sus cuatro hijos dentro[14]

 

         Es posible que por desgracia nos pase desapercibida la brutalidad de los hechos porque lo que resalta el periodista que redacta esta noticia de agencia es algo distinto. En primer lugar que la detenida había “rociado con gasolina el suelo y los muebles del domicilio familiar”. En segundo lugar que, literalmente, “la mujer había separado sus ropas y las había colocado en el balcón presumiblemente para que no ardieran”.

         La narración de la noticia en un contexto extraño desborda la gravedad y la sospecha, además, de un desequilibrio psíquico. Sin embargo, prevalece la sorpresa ante la antítesis, limpiar y tender como labores pacíficas de un ama de casa frente a incendiar la casa común con el marido y los hijos dentro. Ya lo imaginó la escritora británica Fay Weldon en una novela exquisita Vida y amores de una maligna. El periodismo sabe que es noticia lo que afecta a un mayor número de personas y sabe también que puede llegar a ser noticia lo que intriga a un mayor número de personas.

         Roland Barthes de una manera casi visionaria describió muy bien las tendencias del periodismo sensacionalista filtrado totalmente en lo que entendemos por periodismo serio y desde luego instalado plenamente en los medios de comunicación. Dejo pendiente una tarea para él necesaria, la de

 

hacer el mapa de lo inexplicable contemporáneo, tal como lo imagina, no la ciencia, sino el sentido común.[15]

 

Pero dibujó la sintaxis del hecho diverso – fait divers - de la otra noticia. Una sintaxis que pasa por la relación con otros medios que cuentan y narran cosas como la literatura, el cine o la publicidad. La semántica, el significado, lo que hay detrás a un nivel muy profundo pertenece a otro ámbito de estudio, aquel que tiende las profundas redes del inconsciente colectivo, aquel que se detiene en la configuración de los arquetipos modernos.

Carl Gustav Jung se detuvo en la profundidad instintiva del arquetipo. El mito no deja de ser un pálido reflejo de una agitación muy profunda. Prefirió para el arquetipo la definición aproximada de “remanente arcaico” o de “imagen primordial”. Es más, si el arquetipo entrará en la narración del mito, entonces estaríamos ante la monotonía del significado. Si pensamos que lo que ha llamado la atención del periodista y de nosotros mismos es la idea de una madre destructora y asesina, o incluso si pensáramos en “la sombra” junguiana, o lo que hay al otro lado de la realidad complaciente y de nuestra propia identidad, entraríamos en esa monotonía del significado o en no significar la extraña turbación que nos lleva, por ejemplo, a la risa.

En esa orquesta comunicativa de la que es posible aislar el sonido de determinados instrumentos, realiza una labor fundamental a la vez que sutil, el despliegue de esos arquetipos como remanentes arcaicos, como fuerzas extrañas. Frente a la rutina diaria, frente a la causalidad – en términos de Barthes – de los hechos en un orden real surge una extraña amenaza. Las emociones, la sensación de miedo o de alegría, el miedo instintivo, son el material del que se nutren esas otras noticias.

Cabe la duda de si el placer intelectual por resolver el enigma es en el fondo lo que nos atrae de ellas o si es un mecanismo de defensa para evitar el horror. Es ese trasfondo arquetípico, traducción de los miedos del inconsciente colectivo, lo que ha llevado a autores como John Langer a un análisis distinto de las noticias distintas que aplicaré en las páginas que siguen.[16] Sin caer en esa monotonía del significado, en esa defensa consciente frente al inconsciente, lo que sorprende es la repetición del esquema.

Cuando se revela con toda su fuerza la profundidad de los remanentes arcaicos y del inconsciente colectivo es cuando esas noticias afectan a la propia colectividad, cuando la ponen en peligro. La crónica de sucesos como grandes catástrofes entra en este registro siniestro. En términos propios de la narratología realmente podemos hablar de un equilibrio roto y de una vuelta a la normalidad una vez compensado el desequilibrio. En este tipo de crónicas la televisión ha desempeñado un papel fundamental. La televisión nos ofrece un repertorio de imágenes, algunas por su intensidad, cercanas a aquellas “imágenes primordiales” de las que hablaba Jung para referirse a los arquetipos.

Es más, el periodismo televisivo se basa en el extraño axioma de que lo que cuenta es verdad porque lo estamos viendo frente a la radio o a la prensa. Es sin duda un espejismo por cuanto lo que estamos viendo está editado, seleccionado y comentado. Desde la formación de la propia palabra, “televisión”, es la visión de lo que está lejos, como el “teléfono” es la voz que llega en la distancia. A pesar de todo hay etapas históricas que nuestras generaciones, a diferencia de las anteriores, recuerdan a través de una imagen televisada o vista desde lejos. Sin duda nos hemos convertido en homo videns, o de animales simbólicos hemos pasado a ser animales videntes.[17]

Una imagen es lo que propongo ahora, la imagen del edificio Windsor, después del incendio. Una imagen desde la que reconstruir una historia y que propongo como ejemplo para analizar el tratamiento informativo de las noticias que afectan a la comunidad poniéndola en peligro. Como advertirá el lector en las notas a pie de página he seguido la información a través del diario El Mundo sabiendo que no difiere en lo esencial del tratamiento informativo que otros medios dispensaron al seguimiento de esta noticia que todavía sigue en pie como el mismo edificio.

Elegir la ilustración a través de este diario responde al menos a dos razones. La primera es de índole práctica, el lector podrá acceder directamente a los textos que comento. Además la edición digital de El Mundo sobresale por su excelente hemeroteca y su tratamiento gráfico de las noticias. La segunda razón es de orden teórico, el tratamiento digital de las noticias nos ofrece un camino intermedio entre lo que hemos entendido por prensa tradicional y lo que entendemos por medios audiovisuales. Texto breve e imágenes, gráficos e incluso vídeos impactantes permiten por un lado un tratamiento audiovisual de la información y por otro lado permiten una conservación mucho más cómoda y un acceso inmediato.

En la cobertura de los sucesos que ponen en peligro a la comunidad hay una serie de procedimientos que se repiten. El más misterioso, el que toca de cerca al arquetipo, es el de suponer rasgos animados, incluso humanos, a las fuerzas de la naturaleza o a las propias cosas. Es sin duda un mecanismo infantil activado, todo hay que decirlo, por los adultos. Si el niño se tropieza con un escalón, algún adulto pegará al escalón y le dirá al niño que ese escalón es malo por haberle tirado.

Como bien señalan Langer y otros autores el género del terror se cruza con la narración periodística sobre todo en el tratamiento de noticias sobre accidentes de trabajo. Máquinas picadoras asesinas, rodillos que silenciosamente van atrapando el pelo, grúas que se desploman acertando casi siempre. Todo esto sin resaltar de quién es la verdadera responsabilidad.

Esta forma primitiva e infantil de analizar o desvelar la realidad está en la cobertura de las noticias que ponen en peligro a la comunidad. Desde luego “una comunidad en peligro” es aquella a la que le ocurren cosas como lo que desvela el siguiente titular:

 

Un espectacular incendio devora el edificio Windsor[18]

 

El incendio es relatado en clave de una batalla épica entre las llamas asesinas y la esforzada estructura de hormigón en frases como

 

Los primeros coletazos del fuego derritieron el llamado muro cortina y la gran incógnita es saber si la estructura de hormigón interna podrá aguantar nuevos envites y mantener en pie al rascacielos. Las llamaradas se reavivan por momentos y de vez en cuando caen enormes cascotes incandescentes acompañados de un enorme estruendo.[19]

 

La conclusión es hasta lógica, literalmente

 

La estampa del edificio recuerda a un gigante moribundo

 

Gigante moribundo, coloso en llamas, rascacielos acosado por las llamas, es una verdadera narración cercana al género cinematográfico de catástrofes. Pero también la floración de un mito antiquísimo el del gigante frente a nuestra pequeñez y fragilidad. El edificio de repente es bueno, las llamas son las malas, podríamos decir en términos infantiles. La “animación” primitiva de fuerzas y objetos inanimados sin duda es consoladora y mágica. Si son como nosotros, animados por nuestros temores y sentimientos, sabremos combatirlos, es más, no nos harán daño.

La televisión realiza su propia cobertura con la muestra obligada de la acción de los miembros de la comunidad para restablecer el orden y siempre, en un primer momento, destacando “la magnitud de la catástrofe” y la impotencia humana – colectiva – para evitarla. La imagen que queda en el recuerdo es la de ese gigante moribundo luchando con las llamas y los chorros de agua de las mangueras impotentes.[20]

En realidad esos chorros de agua no estaban apagando el incendio, algo imposible, estaban refrescando a los edificios contiguos pero esto se aclaró tiempo después. La imagen que queda es la del inútil esfuerzo humano frente a la catástrofe. Junto a este tratamiento efectista, el abc informativo en televisión, hay otro procedimiento común que es el del reverso trágico o para subrayar e ilustrar el desorden mostrar objetos desordenados o como ha quedado de descabalada la realidad. En el caso del Windsor se mostraron los papeles chamuscados que aparecieron a metros de distancia.[21] En el caso de las inundaciones siempre es inevitable la imagen del coche navegando entre las calles. En el caso de un derrumbamiento siempre se podrá ver un objeto doméstico, una tabla de planchar por ejemplo, entre los escombros.

La narración de este tipo de sucesos sigue siempre dos movimientos contrarios. Por un lado el del restablecimiento del orden a través, por ejemplo, de la información sobre la cuantía de los gastos para resolver la situación. El titular del martes 15 de febrero decía

 

Desmontar el edificio incendiado en Madrid costará 22 millones[22]

 

Someter a la catástrofe, en sentido estricto lo puesto al revés, a un código compartido por la comunidad, el de las cifras, es sin duda un mecanismo consolador de primer orden así como aislar la desgracia en términos geográficos. Fue la zona cero de Nueva York y la “zona perimetral de seguridad” en el caso de Madrid. La crónica de los hechos se dedica ya a resaltar la labor acertada y heroica de los servicios de la comunidad a pesar de todo, incluso de las “aseguradoras”, en este caso. Así la concejal de urbanismo protagonizaba el miércoles 23 de febrero un titular que sintetizaba sus declaraciones, decía

 

Cuando el Windsor se demuela, las aseguradoras se matarán; nuestra obligación es otra [23]

 

A pesar del esforzado intento de restablecer la normalidad económica, geográfica y hasta humana, hay un segundo movimiento de signo contrario y profundamente turbador. El segundo movimiento no habla de restablecer la tranquilidad sino de mantener el suspense. Es lógico que después de un suceso como éste pueda haber complicaciones, lo que deja de ser lógico es mantener literalmente la intriga bajo la idea de “todo parece estar bien pero...”

         La narración infantilizada, la animación primitiva, cobran una fuerza renovada. Así por ejemplo cuando todo parecía ir bien, nos sobresaltamos con la caída de una de las grúas de demolición. Bajo el titular “La gente tiene miedo, imagínate que la grúa cae encima del edificio”[24] quedó así descrita:

 

Fue ese brazo largo rojo que se fue yendo abajo poco a poco, rompiendo unas cuantas vallas de la zona de la obra en dirección Cuatro Caminos.

 

         Incluso se resalto el testimonio de unos testigos en los siguientes términos:

 

Entretanto, en la cafetería La Meka de la Baguette, dos trabajadores de la empresa Peninsular, propietaria de las grúas, mostraban su sorpresa ante la repercusión de la caída. "¿Qué va a pasar? Pues que la grúa se fue a descansar por la noche, como nosotros".

 

         Cuando todo parecía ir bien, el lunes 28 de febrero saltó el siguiente titular “El mal tiempo amenaza con aplazar el desmontaje del edificio Windsor”[25] al que siguió el martes, 1 de marzo, otro titular, efectivamente, “El viento paraliza el desmontaje del edificio Windsor”.[26]

         El mal tiempo amenaza y el viento paraliza; es muy habitual en este tipo de información dotar a las condiciones meteorológicas de un carácter animado, humano incluso y declaradamente hostil. El efecto puede llegar a la caracterización animada de los objetos, como hemos dicho, librando sus peculiares batallas o trabajando como si no intervinieran seres humanos. Sólo dos ejemplos. El primero ilustra esa “vida secreta de las cosas”, el viernes 18 de febrero se leyó lo que sigue:

 

"Crujías a punto de colapsar" y conjuntos de las armaduras de las fachadas "gravitando sobre el borde perimetral" completan la descripción de un edificio que será "desmontado" desde el exterior, "con mucha delicadeza y con mucho tacto", en palabras del técnico del Ayuntamiento.[27]

 

         El jueves, 3 de marzo, la descripción periodística de la labor de desmontaje, dotada de mucha delicadeza y mucho tacto es la que sigue:

 

En el desmontaje de la pluma y la contrapluma han intervenido las tres grúas instaladas junto al rascacielos; mientras una de ellas sostenía la cabina en la que trabajan cinco operarios, otra sujetaba la pluma para mantenerla estable al tiempo que se iban evacuando los cuatro contrapesos de la contrapluma.[28]

 

         Habrá otras amenazas que contribuirán a mantener el suspense hasta que el orden se haya restablecido por completo y la comunidad respire tranquila. El desbordado tratamiento informativo de esta noticia revela que esas profundas imágenes primordiales han activado fuerzas instintivas. La historia del Windsor, del gigante, continúa a través de relatos en el fondo menores, cercanos a las historias de fantasmas,[29] a la manera de Henry James, o de las más sórdidas películas de cine negro.[30]

         Es significativo como planteaba al principio de este trabajo el cambio en nuestro concepto de comunicación. Pasó de un modelo aséptico, lineal y telegráfico, a un modelo mucho más complejo, circular y orquestal, incorporando factores complejísimos que escapan a cualquier código, a cualquier sistema. Los análisis del impacto de la comunicación de masas de forma ajena pero pareja han llegado a un modelo muy parecido. De la ilusión totalitaria por implantar una visión de la vida, pasando por el estudio del caprichoso gusto de los consumidores, se llegó a un modelo distinto y mucho más equilibrado. Pasaba por la interacción entre los medios de comunicación y la propia colectividad siempre en un ejercicio responsable y racional por más que se desplieguen estrategias persuasivas cercanas a la manipulación.

         Sin embargo, y de forma paralela, la información se ha entrecruzado significativamente con el entretenimiento, con el espectáculo desde claves que no sólo se explican por un rendimiento económico. En este sentido el medio más espectacular, la televisión, ha aprovechado tendencias antiquísimas en la manera humana de narrar trabajando intensamente en la imaginación, no otra cosa que la formación de imágenes. Esas otras noticias son siempre garantía de audiencia, lo son en la medida, y aquí entra el modelo circular, en que la propia audiencia decide que sea así.

Son noticias que mueven y desordenan sentimientos, desde claves arquetípicas, propias del inconsciente colectivo. El lugar más cercano en el que hallar esos resortes está sin duda en la literatura y desde luego en la narración cinematográfica. Es más puede no haber una manipulación consciente por parte del periodista incluso para atraer a la audiencia. En esa interacción misteriosa es su inconsciente y el nuestro los que se comunican. Seguramente si tuviéramos que hacer la crónica del incendio del Windsor o nos detuviéramos antes esos misteriosos hechos diversos lo contaríamos de la misma forma.

Podemos escapar a la manipulación informativa, decía antes, basta con estar bien informados, basta con dejar de ser consumidores de opiniones rápidas, y convertirnos en verdaderos gourmets de la información. Pero nos es más difícil escapar a nuestro propio inconsciente aunque siempre cabe la posibilidad de hacerlo. Carl Gustav Jung se resistió siempre a entrecruzar totalmente mito y arquetipo para no caer en esa monotonía del significado, en esa explicación racional que apenas si puede mitigar la inquietud.

A modo de conclusión valga una cita de Jung que puede leerse en lo que se ha considerado su autobiografía, Recuerdos, sueños y pensamientos. Describe lo que fue su intento por enfrentarse, explicar y escapar también, al inconsciente. Creo que puede aplicarse a la necesidad actual de escapar a esa dimensión emocional e irracional que despierta en nosotros esas otras noticias porque no hay otro camino, como dejó escrito Jung

 

Es la razón de ser de mi existencia el que la vida me plantee una pregunta. O a la inversa; yo mismo soy una pregunta que va dirigida al mundo, y debo aportar mi respuesta, o de lo contrario me encuentro meramente referido a la respuesta del mundo.[31]

 



[1] Yves Winkin, “Presentación general”, Bateson, Birdwhistell, Goffman, Hall, Jackson, Scheflen, Sigman y Watzlawick, La nueva comunicación. Selección e introducción de Yves Winkin, trad. Jorge Fibla, Barcelona, Kairós, 1994, ed. or., 1981, en especial “El telégrafo y la orquesta”, pp. 11-25, p. 16.

[2] Yves Winkin, art. cit., p. 23.

[3] Apud. John Langer, La televisión sensacionalista. El periodismo popular y “las otras noticias”, trad. Juan Trejo Álvarez, Barcelona, Paidós, 2000, ed. or., 1998, p. 11.

[4] “Los contenidos de los medios de comunicación, así como su formato – película, radio, periódico, literatura popular -, podían moldear el comportamiento a gran escala, incluso como medio para imponer un sistema político determinado en una nación al completo.”, John Langer, op. cit., p. 26 y ss. para la las tres etapas señaladas en el texto.

[5] Foro de la Inmigración. Manual de estilo periodístico, Asociación de Periodistas de Bizkaia, http://www.periodistasvascos.com/inmigracion.html

[6] Pierre Bourdieu, “La urgencia y el fast thinking”, Sobre la televisión, trad. Thomas Kauf, Barcelona, Anagrama, 1997, ed. or., 1996, pp. 38-41, p. 40.

[7] Teun A. Van Dijk, La noticia como discurso. Comprensión, estructura y producción de la información, trad. Guillermo Gal, Barcelona, Paidós, 1990, ed. or., 1980, pp. 126-128.

[8] Roland Barthes, “Estructura del suceso”, en Ensayos Críticos, trad. Carlos Pujol, Barcelona, Seix Barral, 1983, ed. or., 1962, pp. 225-236, p. 226.

[9] http://www.elmundo.es/elmundo/2005/04/01/sociedad/1112347339.html

[10] Roland Barthes, art. cit., p. 227.

[11] Roland Barthes, art. cit., p. 229.

[12] http://www.abc.es/especiales/index.asp?cid=12215

[13] Roland Barthes, art. cit., p. 232.

[14] http://www.elmundo.es/elmundo/2005/04/01/sociedad/1112348718.html

[15] Roland Barthes, art. cit., p. 229.

[16] John Langer, “Comunidades en peligro”, en op. cit., pp. 145-182.

[17] Giovanni Sartori, Homo videns. La sociedad teledirigida, trad. Ana Díaz Soler, Madrid, Taurus, 2000, ed. or., 1997, p. 30.

[18] http://www.elmundo.es/elmundo/2005/02/13/madrid/1108251211.html

[19] http://www.elmundo.es/elmundo/2005/02/13/madrid/1108251211.html

[20] http://www.elmundo.es/fotografia/2005/02/incendio_windsor/imagen13.html

[21] http://www.elmundo.es/elmundo/2005/02/13/madrid/1108263310.html

[22] http://www.elmundo.es/elmundo/2005/02/14/madrid/1108403260.html

[23] http://www.elmundo.es/elmundo/2005/02/23/madrid/1109162689.html

[24] http://www.elmundo.es/elmundo/2005/02/24/madrid/1109241590.html

[25] http://www.elmundo.es/elmundo/2005/02/27/madrid/1109513694.html

[26] http://www.elmundo.es/elmundo/2005/02/28/madrid/1109580973.html

[27] http://www.elmundo.es/elmundo/2005/02/17/madrid/1108640535.html

[28] http://www.elmundo.es/elmundo/2005/03/02/madrid/1109777412.html

[29] http://www.elmundo.es/elmundo/2005/03/17/madrid/1111065711.html

[30] http://www.elmundo.es/mundodinero/2005/03/31/finanzas/1112270079.html

[31] Carl Gustav Jung, “Acerca de la vida después de la muerte”, en Recuerdos, sueños, pensamientos, ed. Aniela Jaffé, trad. Mª Rosa Borrás, Barcelona, Seix Barral, 1989, ed. or., 1964, pp. 305-331, p. 323.