REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS



Gregory Bateson: lectura en clave semiótica de una aventura epistemológica del siglo XX  
María José Lucerga Pérez
(Universidad de Murcia)

 

 

Me reencuentro con Gregory Bateson después de ocho años y, como si no hubiera pasado el tiempo, vuelvo a sentirme cautivada por su pensamiento original y heterodoxo y su estilo desenvuelto y elegante.

 

Pero el tiempo sí ha transcurrido. En las últimas décadas hemos asistido al interesado fin de la Historia, a la renuncia postmoderna a los modelos globales sin que ello signifique necesariamente una defensa de lo complejo, al creciente divorcio entre humanidad y naturaleza traducido en el expolio de los recursos del planeta y en la cosificación de sus habitantes, al desciframiento del mapa del genoma humano y al intento de convertirlo en mercancía, a la revolución de Internet y a la consagración de un paradigma comunicativo asumido sólo en sus aspectos más técnicos. Por ello en mi reencuentro no puedo menos que preguntarme qué habría ocurrido si Bateson (1904-1980) hubiera venido al mundo cincuenta años más tarde y afrontase los albores del siglo XXI en plena madurez de su carrera.

 

¿Qué pasaría con alguien que defendiese la idea de unidad en unos momentos en que el pensamiento occidental oscila entre la negación o abandono de cualquier posibilidad explicativa desde esta óptica y el reduccionismo uniformizante de fenómenos como los fundamentalismos de toda índole, la xenofobia, la globalización o el nuevo “imperio de la seguridad” que nos amenaza?

 

¿Qué pensaríamos de él si además afirmase que esa unidad es estética y del orden de lo sagrado, criticando tanto la herencia materialista del racionalismo cartesiano como el esoterismo de muchos de los representantes de los movimientos contraculturales?[1]

 

¿Podríamos entender que en la era del pragmatismo y de los fines a costa de cualquier medio alguien sostuviese que las nociones de control, de poder y de propósito consciente son patologías del sistema?

 

¿Se hubiese permitido la entrada en el mundo académico a un tipo con un perfil que encarna por sí solo esa noción de interdisciplinariedad que tanto alabamos como criterio pero que tanto negamos en el diseño de currículos y carreras profesionales?

 

¿Tomaríamos en consideración una aportación tan abstracta y amplia que encuentra acomodo en múltiples campos, situados como estamos en un universo científico en el que los tanteos, lo incuantificable y los sistemas abiertos aterran?

 

Sea cual fuere nuestro posicionamiento con respecto a las cuestiones anteriores, creo que la respuesta a la última debe ser afirmativa y es por esta razón que Gregory Bateson visita estas páginas electrónicas para mostrarnos, a través de una presentación lógicamente sesgada e interesada, la conexión de algunas de sus exploraciones con nuestro campo de trabajo como filólogos: el análisis del discurso.

 

Exploración: un concepto básico para comprender la trayectoria batesoniana que surge a cada paso de este breve y apresurado paseo por su vida y obra.

 

 

I.- INDÍGENAS, DELFINES, ESQUIZOFRÉNICOS Y ÁNGELES

 

La primera vocación disciplinar de Bateson –la biología– tiene mucho que ver con su entorno familiar y con las investigaciones de su padre en el momento de su nacimiento el 9 de mayo de 1904 en Grantchester, Inglaterra.[2]

 

William Bateson, reputado zoólogo de la Universidad de Cambridge, autor de la "regla de Bateson" e introductor del término "genética", eligió el nombre de su hijo en honor de Gregor Mendel inculcándole la pasión por la observación de los seres vivos y por los fenómenos de simetría y morfogénesis. Siguiendo sus pasos, Gregory estudia biología en Cambridge y en 1927 publica el artículo titulado "On Certain Aberrations of the Red-Legged Partridges Alectoris rufa  and saxatilis", (Journal of Genetics 16 nº 1 [noviembre]: pp. 101-123). Sin embargo, pronto su interés deriva hacia la antropología y, tras un breve viaje a las Islas Galápagos, comienza sus estudios con A.C. Haddon. Su primer trabajo de campo, considerado por él mismo un fracaso, se desarrolla con los baining de Nueva Inglaterra (1927-28). Mientras continúa preparando su doctorado ejerce como profesor de Lingüística en la Universidad de Sydney bajo la tutela de Radcliffe-Brown (1928) y realiza trabajo de campo con los iatmul de Nueva Guinea.  Entre 1931 y 1937 es miembro del St. John´s College al igual que su abuelo y su padre y enseña en las Universidades de Columbia y Chicago (1934).

 

En 1932 nuestro autor vuelve a Nueva Guinea para su segundo trabajo de campo y allí conoce a los antropólogos Margaret Mead y Reo Fortune. Del fructífero intercambio entre ellos saldrán una de las obras más conocidas de Mead, Sexo y temperamento en las sociedades primitivas (1935) y el primer libro de Bateson, Naven. "Un ceremonial iatmul" (1936). Pero también habrá algo más: Bateson inicia una relación afectiva con Margaret Mead que perdurará intelectualmente más allá de su separación en 1946 dejándonos trabajos como Balinese Character: A Photographic Analysis (1942), una obra pionera en el uso de la fotografía como técnica antropológica, o las famosas conferencias Macy, referencia ineludible en el desarrollo de la cibernética. De esta misma época merece la pena resaltar el artículo de Bateson "Contacto Cultural y Cismogénesis" (1935), donde se presenta oficialmente un concepto que se desarrollará de forma más pormenorizada en Naven y que ha sido la base de múltiples estudios posteriores sobre patrones primarios de interacción[3].

 

Durante la Segunda Guerra Mundial Bateson trabaja como analista de propaganda en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, realizando en 1943 el análisis del film Hitlerjunge Quex. Asimismo colabora con la Oficina de Servicios Estratégicos de los Estados Unidos en el sureste asiático con estancias en China, Birmania, Sri Lanka e India. En ese mismo año participa en dos obras destinadas al Instituto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos y directamente relacionadas con la Lingüística: Melanesian Pidgin English Short Grammar and Vocabulary y Melanesian Pidgin English. Grammar, Text, Vocabulary (esta última prácticamente idéntica a la anterior). Entre 1946 y 1949 da clases de antropología en la New School for Social Research de Nueva York, en la Universidad de Harvard y en la Universidad de California San Francisco.

 

A comienzos de la década de los cincuenta prosigue su andadura intelectual adentrándose en el terreno psiquiátrico. Se traslada a San Francisco y comienza a trabajar en la clínica Langley-Porter como investigador asociado en psiquiatría y comunicación, publicando con Jurgen Ruesch el libro Communication. The Social Matrix of Psychiatry (1951) donde se propone un modelo global de análisis de la comunicación. Poco después se desplaza a Palo Alto y realiza estudios sobre el alcoholismo en el Hospital de Veteranos mientras es profesor visitante de antropología en la Universidad de Stanford. En Palo Alto contacta con Don D. Jackson, Jay Haley, John Weakland y William Fry formando el equipo germen de la hoy conocida Escuela de Palo Alto y del Mental Research Institute fundado por Jackson. Juntos estudian el papel de las paradojas de abstracción en la comunicación y desarrollan una de las concepciones sobre la esquizofrenia que más ríos de tinta ha hecho correr dentro y fuera del terreno psiquiátrico: la hipótesis del doble vínculo. Artículos clave de esta época son "A Theory of Play and Fantasy" (Bateson, Jackson, Weakland, Haley y Fry: 1955), "Toward a Theory of Schizophrenia" (Bateson, Jackson, Weakland y Haley: 1956) o "The message this is play" (1956). En 1961 Bateson edita una asombrosa aportación al estudio de la psicosis, la narración de un paciente  del siglo XIX –John Perceval– de su tránsito por el infierno de la locura y los manicomios y su progresiva curación. El título abreviado de la obra es Perceval´s Narrative.

 

Pero mientras la hipótesis se hacía famosa como explicación de la psicosis, nuestro autor ya había tomado otros derroteros más amplios y optaba por considerar el doble vínculo como un patrón epistemológico que podía explicar tanto la locura como un amplio espectro de comportamientos denominados por él síndromes transcontextuales ("Double Bind 1969"). Entre 1963 y 1972 deriva sus esfuerzos hacia el estudio de la comunicación animal en el Communication Research Institute de las Islas Vírgenes y en el Instituto Oceánico de Waimanalo en Hawaii, publicando trabajos como "Problems in Cetacean and Other Mammalian Communication" (1966), "Redundancy and Coding" (1968) o "The Message of Reinforcement" (1970). Al mismo tiempo comienza a poner las claves de su gran aportación epistemológica y filosófica: la ecología de la mente, una propuesta en la que convergen el neoplatonismo, la teoría de la evolución, el paradigma sistémico-cibernético, los Tipos Lógicos de Russell y Whitehead y una teoría sobre la comunicación en términos de interacción y aprendizaje. Los libros Mind and Nature (1979)y Angels Fear (escrito durante su enfermedad con su hija Mary Catherine y publicado de forma póstuma en 1987), así como los artículos finales de las dos grandes compilaciones de su obra breve, Steps to an Ecology of Mind (1972) y A Sacred Unity, Further Steps to an Ecology of Mind (1991), nos permiten conocer un modelo explicativo que el autor pretendió construir tomando como bases la estética y lo sagrado. En los últimos años de su vida, Bateson ejerció como profesor de antropología y etnología en la Universidad de California Santa Cruz formando parte del consejo de regentes entre 1976 y 1978. Desde este año hasta su muerte el 4 de julio de 1980 permaneció en el Instituto Esalen, un conocido foco de la contracultura estadounidense[4].

 

Es lógico que tal diversidad aparente haya desconcertado a muchos e inspirado a otros tantos, abriendo caminos en múltiples disciplinas. Junto a la ya mencionada Escuela de Palo Alto, Bateson ha dejado sentir su influencia en la mayoría de las corrientes de la terapia familiar sistémica, la Pragmática de la Comunicación Humana, el constructivismo, la antipsiquiatría, la contracultura de los años setenta o la Escuela de Biología Cognitiva de Humberto Maturana y Francisco Varela (1992) por sólo citar unos ejemplos. Por otra parte, está considerado como el decano de lo que Winkin (1984) denominó la "Universidad invisible" norteamericana, un grupo disperso de personalidades unidas por influencias comunes, por similares criterios de trabajo y por una misma concepción de la comunicación como interacción y como comportamiento en la que destacan antropólogos como Ray Birdwhistell (iniciador de los estudios de la kinésica) o E. T. Hall (fundador de la proxémica), psiquiatras como Albert Schleflen, Don D. Jackson o Paul Watzlawick y sociólogos como Erving Goffman o Stuart Sigman.

 

En mi opinión, esta versatilidad de la teoría batesoniana también puede resultar fructífera en el campo de los estudios textuales ya que, en el fondo, la ecología de la mente es una teoría semiótica que reflexiona sobre la búsqueda y creación de sentido a través de la interacción. 

 

 

II.- LA LÓGICA DE LA CREATURA: ECOLOGÍA DE LA MENTE

 

"El modo de mirar las cosas llamado 'ecología de la mente' consiste en tomar un fragmento de proceso mental y sus relaciones con la ecología mental más amplia en que reside y compararlo, en compañía de sus relaciones ecológicas, con ecologías de procesos mentales de una región diferente de la Mente, en última instancia, 'comparar... pensamiento con evolución y epigénesis con ambos'".

        (Donaldson, "Introducción" a Bateson: 1993, pág. 23)

 

         Quizá la forma más adecuada de acercarse a la teoría batesoniana sea partir de su aportación más abstracta, aunque esto signifique efectuar un recorrido casi inverso al biográfico. Una vez que conocemos algo de la ecología de la mente contamos con un horizonte global que nos ayuda a considerar las diferentes incursiones disciplinares del autor y los conceptos derivados de las mismas como "pasos". De hecho, creo que algunas de las críticas realizadas a las nociones de doble vínculo o metacomunicación se basan en la lectura aislada de artículos, prescindiendo de este encuadre genérico del que resaltan los aspectos siguientes:

 

         a.-  La ecología de la mente se concibe como una teoría sobre el funcionamiento del mundo viviente y sobre la posibilidad de conocerlo, es a la vez una propuesta filosófica y epistemológica. Su empeño es aprehender la dinámica del mundo de la creatura de Jung –sea éste un bosque de abetos o una comunidad humana– y mostrarnos cómo podemos acercarnos a él teniendo en cuenta que nuestras estructuras biológico-cognitivas son un trasunto de la caverna platónica y que resulta imposible un acceso directo al mundo de lo nouménico al margen de una teoría del conocimiento.

                  

         b.- Es asimismo una teoría holística, aunque toma en consideración la retroacción de las partes sobre el todo. La ecología de la mente afirma la unidad del mundo biológico y el mundo cultural dentro de lo que el autor denomina "sistema ecomental", de modo que la diversidad, lejos de suponer fragmentación, es redefinida dentro de las claves de una lógica de lo complejo. Desde este punto de vista, se presenta como heredera de una larga tradición que propugna la idea de una unidad sagrada de la biosfera[5], dándole un cuerpo moderno a la luz de tres teorías: la Teoría General de los Sistemas, la Cibernética y la Teoría de la Información.

 

         c.- La esencial unidad del mundo vivo también supone para Bateson una negación del dualismo cartesiano y un intento de reintegrar a la persona y a la reflexión de las ciencias humanas a ese sistema más amplio del que forman parte. No se piensa en términos de individuos sino de "individuos más ambiente", de contextos de relación. Tampoco se piensa en términos de disciplinas concretas sino de una aproximación unitaria que consiste en "aprender a pensar como piensa la naturaleza", haciendo del "espíritu" una noción inmanente que determina las transformaciones del "sistema ecomental" y lo aproxima a lo que el autor denomina una "tautología autocurativa" (Bateson: 1979, pág. 184):

 

Bien. Mi opinión es que el mundo de la creatura, del proceso espiritual, es a la vez tautológico y ecológico. Quiero decir que es una tautología que lentamente se cura a sí misma. Librada a sus propios medios, toda gran porción de creatura tenderá a encaminarse hacia la tautología, vale decir, hacia la congruencia interna de las ideas y procesos. Pero de vez en cuando la congruencia se quiebra, la tautología es hendida como la tersa superficie de un estanque cuando se le arroja una piedra.

Entonces, lenta pero imperceptiblemente, comienza a curarse, y esa curación puede ser implacable, llevando al exterminio de especies enteras".

 

         Según Bateson, en la base de la metáfora, del sacramento y del funcionamiento del propio "sistema ecomental" se encuentra una versión aberrante del "silogismo en Bárbara": el "silogismo de afirmación de la premisa menor" o "silogismo de la hierba". Es decir, si A tiene determinado atributo X y B tiene también determinado atributo X, A es igual a B. Tal vez por ello su método de búsqueda consiste en exponer varios fenómenos distintos entre sí y descubrir la analogía subyacente a todos ellos. Dicha analogía, afirma Bateson, aporta un conocimiento adicional al que proporciona cada fenómeno por separado y constituye una unidad de orden lógico superior. En última instancia, constituye lo que el autor llama "la pauta que conecta".

                       

         d.- Cuando Bateson (1979, pág. 7) se pregunta por la "pauta que conecta al cangrejo con la langosta y a la orquídea con el narciso, y a los cuatro conmigo" no está buscando solamente una identidad de patrones estáticos, susceptibles de reconocimiento y de clasificación, ni tampoco una identidad de procesos, sino el resultado de la relación entre ambos. Ninguno de ellos -patrones y procesos- pueden concebirse por separado ya que la vida, desde el punto de vista evolutivo, comporta estructura pero también tiempo y movilidad. Por eso, la pauta batesoniana nos plantea un problema de organización y morfogénesis. Al sostener que "la visión correcta del mundo es aquella que atiende a las relaciones dinámicas que rigen el crecimiento" (Bateson: 1993, pág. 390), Bateson está indagando acerca de la creación de pautas.

 

         De este modo, asemejándose a lo que en la propuesta explicativa de Edgar Morin (1981, 1983, 1988 y 1992) -tan cercana en algunos aspectos a la de Bateson- se conoce como el "bucle tetralógico", la "pauta que conecta" es una metapauta en la cual el nuevo orden (llámese crecimiento, evolución, aprendizaje, curación, etc.) surge a partir del desorden y a través de la interacción de éste con el sistema previo. Consecuentemente, la teoría batesoniana, reorganizadora más que ordenadora, nos muestra un universo platónico dinamizado por el filtro sistémico-cibernético.

 

         e.- Según acabamos de ver, el objeto de la ecología de la mente no son las pautas o los procesos, ni el orden o el desorden, ni la epigénesis o el aprendizaje, sino la unidad de orden lógico superior que surge de la relación entre los miembros de cada oposición, los puntos de encuentro entre las premisas abstractas y la conducta efectiva. Convirtiendo la alternancia de "tipos" de Bertrand Russell en una escala dialéctica en zig-zag, la lógica de la discontinuidad trazada por Bateson se ubica en ese terreno que los ángeles temen pisar (Bateson: 1982; Bateson, G. y Bateson, M.C.: 1989), proponiendo la estética y lo sagrado como conjuntos de enunciados para comenzar a pensar acerca de esos saltos.

        

         f.- En definitiva, la ecología de la mente es una teoría sobre la creación de "realidad", sobre la aparición de sentido. Nos enfrentamos, consecuentemente, a una teoría semiótica. Al adoptar la distinción korzybskiana entre mapa y territorio y reconocer la imposibilidad de un acceso directo a este último, sustituyéndolo por una regresión infinita de mapas, Bateson no sólo retoma la idea de Peirce de una "semiosis ilimitada" sino que hace de los mecanismos de codificación y construcción de mapas el núcleo de su reflexión, adscribiéndoles una raíz interactiva ya que son los fenómenos de intercambio los que constituyen y determinan la vida del sistema. La comunicación es codificación y la interacción subyace a la creación de códigos o pautas.

 

 

 III.- COMUNICACIÓN, INTERACCIÓN Y CONDUCTA

 

Ya los primeros trabajos antropológicos de Bateson dejan ver sus fundamentos comunicativos al centrarse en el estudio de los modos en que una cultura evoluciona y se perpetúa a sí misma incluyendo, por consiguiente, los mecanismos mediante los cuales los individuos son incorporados a ella. En dichos mecanismos juegan un papel fundamental el aprendizaje[6] y la interacción.

 

Pero es dentro del terreno psiquiátrico donde encontramos por vez primera en su obra la propuesta de un modelo explicativo global basado en la comunicación. En Communication. The Social Matrix of Psychiatry (1951), escrita con Jurgen Ruesch, Bateson convierte la comunicación en hilo conductor a través del cual enjuiciar un vasto número de fenómenos y propone la creación de un modelo capaz de vincular a todas las ciencias sociales en un estudio de las relaciones entre individuo, grupo y cultura. Este sistema explicativo global conjugaría, según los autores, la teoría sobre la comunicación con una teoría sobre los valores y sobre los enunciados antropológicos acerca de la cultura. A partir de esta tríada se podrían observar el funcionamiento y las características de las diversas redes comunicativas[7].

 

El interaccionismo batesoniano está emparentado con la teoría sistémica y la cibernética, en especial con los sistemas autocorrectivos estudiados por la segunda, cuyo funcionamiento coincidía en gran medida con la noción de cismogénesis desarrollada por el autor. Recordemos que los objetos de análisis que eligen los investigadores de estas tendencias no son individuos sino sistemas o totalidades construidas a partir de la interrelación de elementos. El todo, reza uno de sus lemas, es mayor que la suma de sus partes. El ser humano, llegarán a decir los sistemistas, es siempre cosa de dos (Birdwhistell, en Winkin ed: 1984, pp. 313-314)[8]:

 

"(...) hacen falta dos miembros a la potencia n de la especie HOMO SAPIENS para producir un solo ser humano. La unidad de análisis no es la persona. Lo que llamamos una persona es un momento en un orden teórico dado. Al distanciarme hace tiempo con relación a la teoría de los roles, comprendí que un sistema de transporte no consiste en una vía férrea, estaciones, vagones, etc., sino que la cosa en su conjunto, el sistema, se convierte en el proceso; las partes no son pertinentes más que en la medida en que constituyen el proceso de transporte".

 

         No obstante, el estudio de la interacción no puede conducirnos a una descripción estática de relaciones o contextos de conducta, puesto que está referido a lo que ocurre entre individuos. Lo importante estribará, por consiguiente, tanto en los procesos de organización de dichas relaciones como en la adaptación de los elementos aleatorios al sistema mediante mecanismos de retroalimentación o, si de sistemas abiertos se trata, del cambio de umbral que lo nuevo puede producir. Amén de las fuentes mencionadas, la psiquiatría de la Escuela de Washington y la psicología social de George Herbert Mead, otras de las influencias reconocidas por nuestro autor, estudiarán la retroacción del todo sobre las partes, concibiendo el desarrollo de la identidad a partir de la interacción del sujeto con los diferentes grupos en que está incluido y la locura como una patología de conjunto que aflora tan sólo dentro de una relación interpersonal.

 

         La perspectiva interactiva batesoniana, traducida al campo de la teoría de la comunicación, implica que:

 

-          El objeto de interés no es en primera instancia el sujeto enunciador sino la constitución de patrones interactivos o lo que Bateson llama "contextos cualitativos de conducta".

-          En la constitución de dichos contextos, el tipo de relación que se establece es tanto el criterio definidor como el procedimiento organizador.

-          La retroacción del contexto sobre los interlocutores tiene importantes consecuencias pragmáticas y semióticas, pues no sólo determina la conducta de éstos sino que marca igualmente su desarrollo como sujetos comunicativos.

                             

         Estos criterios abren a su vez la puerta al estudio de los siguientes ámbitos en el terreno del análisis del discurso:

 

         1.- La competencia interpersonal: frente a las habituales definiciones de la competencia como proceso cognitivo (lingüística, Habermas,...) o como comportamiento efectivo (presente en la noción de social skill de Hymes), Wiemann y Kelly, en el trabajo titulado "Pragmatics of interpersonal competence" (Wilder ed: 1981, pp. 283-298), proponen una definición en términos de efectividad sistémica que reconcilia las dos anteriores. Según dichos autores, la competencia es la actualización apropiada del conocimiento y de la destreza social dentro de una relación, y las tareas generales transcontextuales sobre las que se evalúa son el inicio y el mantenimiento de relaciones deseadas junto a la finalización de las no deseadas. En sintonía con esta definición, las características que definen la competencia interpersonal son el control (o dominio de la interacción) y la empatía[9].

                                                 

         2.- La descripción de patrones y situaciones comunicativas, así como de las reglas que los gobiernan: este campo ha sido atendido principalmente por las "microsociologías" (Goffman, Garfinkel, etc.), por la sociolingüística y, en sus aspectos más generales, por la pragmática. La CMM y la Pragmática de la Comunicación Humana también aportan valiosos instrumentos a esta tarea.

 

         3.- El diálogo como "construcción de la situación": puesto que lo que interesa son los patrones de interacción, no se trata tanto de reconocer en los enunciados la perspectiva de la interlocución como de hacer de ésta el criterio configurador, superando la visión de la comunicación como un cruce lineal de enunciaciones. Cobrará, pues, importancia el estudio de los mecanismos de retroacción, que serán los que nos faciliten el sentido global y una posible tipología de modalidades interpretativas que no atienda meramente a las modalidades de la enunciación o de la recepción sino a la manera en que ambas se ponen en contacto en los diferentes contextos.

 

         4.- Por último, la identificación entre comunicación e interacción implica la adopción de un punto de vista unitario en el que los mensajes se configuran mediante la relación de los diversos canales comunicativos: siguiendo el modelo que Yves Winkin (1984) denomina "comunicación orquestal". El análisis interactivo precisa de una perspectiva interdisciplinar; la comunicación es un todo integrado.                                        

         Desde estas claves parece establecerse una plena identificación entre comunicación y comportamiento, acercándonos la obra batesoniana a la de investigadores como el mencionado Birdwhistell, E.T. Hall, Albert Schleflen, E. Goffman o Paul Watzlawick, Don D. Jackson y el resto de los teóricos de la Pragmática de la Comunicación Humana.

 

         La identificación de comunicación y comportamiento supone una superación del simplismo de la distinción verbal/no verbal, ya que de ella depende en gran medida la concepción de la comunicación como un proceso social que integra múltiples modos de comportamiento o como un conjunto de procesos sociales identificados con múltiples modos de conducta. La trayectoria batesoniana estuvo marcada por la transición de un extremo a otro y muy influida por el campo del que provenían sus datos, la comunicación animal.

        

         En los años cincuenta, fecha en que Bateson comenzó a desarrollar sus investigaciones sobre el tema, la distinción verbal/no verbal era casi un credo. Fue precisamente Jurgen Ruesch, coautor de Communication, uno de los pioneros en el establecimiento de dicha distinción con el artículo titulado "El lenguaje no verbal y la terapia" (Ruesch, en Smith ed: 1977, pp. 77-89). De todas las diferencias apuntadas por Ruesch, dos sobre todo tienen que ver con el pensamiento batesoniano: en primer lugar el lenguaje no verbal es analógico, mientras que el verbal es digital; en segundo lugar, el discurso de la comunicación no verbal versa sobre la relación. La hipótesis batesoniana al respecto, expuesta en trabajos como "Redundancia y codificación" (1985, pp. 441-455) y "Problemas de la comunicación en cetáceos y otros mamíferos" (1985, pp. 391-404), es que los problemas de relación son transmitidos esencialmente por los códigos de la cinética y la paralingüística, que éstos a su vez difieren (mediante la oposición ya mencionada analógico-digital) en su naturaleza y función de los procedimientos de la codificación verbal y que, por el contrario, se asemejan profundamente a los códigos de los mamíferos no humanos. Esta división de funciones acentúa otra de las características que Bateson reconoce en la relación entre aspectos verbales y no verbales de la comunicación: la imposibilidad de trasladar los mensajes de un código a otro sin distorsionar su propia naturaleza.

 

         Aunque la diferencia de codificación es incuestionable, no ocurre lo mismo con la separación funcional; ésta queda en entredicho desde la propia visión sistémica batesoniana, que propugna una teoría única para un fenómeno único en su pluridimensionalidad. La secuencia interactiva más simple pone en juego una multiplicidad de sistemas que constituyen un único mensaje que surge de la relación entre los distintos planos, no de la consideración por separado de cada uno de ellos.

 

         Pero la concepción de la comunicación como comportamiento tiene una segunda consecuencia: la imposibilidad de no comunicarse, axioma básico no sólo del pensamiento batesoniano sino de los teóricos de la Pragmática de la Comunicación Humana. Como rezaba uno de los presupuestos que "todo escolar debería saber" (Bateson: 1979), "en el mundo de la comunicación, la ausencia de mensaje puede ser un mensaje". Por tanto, todo lo que sucede, al igual que todo lo que no sucede, tiene una significación. La intencionalidad no siempre es un componente de la comunicación.

 

Esta reflexión sobre la distinción entre comunicación verbal/no verbal tiene como telón de fondo otra idea batesoniana que nos abre la puerta a dos de sus aportaciones más significativas: la noción de metacomunicación y la hipótesis del doble vínculo. Me refiero a la presencia de niveles en la comunicación y a la adopción por parte del autor de un instrumento metodológico que a priori choca bastante con su visión orquestal y con su predilección por las paradojas ¿Qué tiene que ver la teoría de los Tipos Lógicos de Russell y Whitehead con el humor, el juego, la esquizofrenia o la metáfora?

 

 

IV.- EL CONCEPTO DE METACOMUNICACIÓN DESDE LA TEORÍA DE LA REFLEXIVIDAD

 

Bateson y el representacionismo russelliano

 

"Estos indicadores de la existencia de mutuo conocimiento constituyen, en conjunto, una imagen de un tipo de comunicación totalmente nuevo, que emerge de este conocimiento. Para este nuevo tipo de comunicación introducimos el término 'metacomunicación', al que definimos como 'comunicación acerca de la comunicación'. Llamaremos 'metacomunicación' a todas las señales y proposiciones intercambiadas acerca de a) codificación y b) relación entre comunicadores. Supondremos que la mayoría de las proposiciones sobre codificación son también, explícita o implícitamente, proposiciones sobre relaciones, y viceversa; por lo tanto, no podemos trazar ninguna línea divisoria neta entre estos dos tipos de metacomunicación. Por otra parte, esperamos encontrar que las cualidades y características de la metacomunicación entre personas dependen de las cualidades y del grado de mutuo conocimiento de la percepción del otro".

(Bateson y Ruesch: 1984, pág. 174)

 

         En su acepción más general, la metacomunicación es entendida por Bateson como cualquier comunicación acerca de la comunicación. Mediante el prefijo "meta", el autor hace alusión no sólo a esta dimensión "acerca de", sino al instrumento metodológico que le sirve de inspiración: la teoría de los Tipos Lógicos. ¿Significa la adopción de este instrumento una asunción de las premisas básicas del representacionismo russelliano? En mi opinión no.

 

Partiendo de la noción de "tipo lógico", Bateson apunta en sus primeros escritos sobre el tema (1951, 1955) que en toda comunicación se hacen presentes diversos niveles de abstracción en una aparente relación jerárquica unilateral en la que los aspectos metacomunicativos, encarnados en los canales "no verbales" y en su mayoría en un estado implícito, califican al nivel denotativo (1985, pp. 205-206):

 

"La comunicación verbal puede operar, y siempre opera, en muchos niveles contrastantes de abstracción. Éstos forman una gama en dos direcciones, desde el aparentemente simple nivel denotativo ('El gato está en el felpudo', 'The cat is on the mat'). Una gama o conjunto de estos niveles más abstractos incluye los mensajes explícitos o implícitos en que el tema del discurso es el lenguaje. Los llamaremos metalingüísticos (por ejemplo, 'el sonido verbal 'cat' representa cualquier miembro de una clase tal y cual de objetos', o 'La palabra 'gato' no tiene pelos ni puede arañar'. Al otro conjunto de niveles de abstracción lo llamaremos metacomunicativo (por ejemplo, 'El hecho de decirle yo dónde estaba el gato fue amistoso' o 'Esto es juego'). En estos casos, el tema del discurso es la relación entre los hablantes". 

 

         Estas palabras entrañan al menos dos consecuencias que irían en detrimento de la reflexividad:

 

-          Niveles de abstracción diferentes se encarnan en mensajes diferentes, lo cual implica o bien posterioridad en la enunciación de dichos mensajes o bien convivencia parcelada de los mismos, encarnados en sistemas de comunicación distintos.

-          Lo expuesto en los niveles meta califica, de manera unilateral, a lo expuesto en los niveles más bajos. La metacomunicación es "comunicación sobre la comunicación" en el más estricto sentido russelliano.

 

         Sin embargo, toda la trayectoria expuesta hasta el momento sigue una dirección contraria a la que propondría una teoría del lenguaje basada en la lógica de clases. Para resolver adecuadamente esta contradicción debemos partir de las claves facilitadas por la ecología de la mente y observar el concepto como algo ya terminado, al margen de los vaivenes de su construcción. Al enjuiciarlo con estos ojos nos encontramos con varias cuestiones:

 

         a.- El representacionismo russelliano sostiene una concepción lingüística de la comunicación e inmanentista del lenguaje (Récanati: 1981). Tal concepción hace imposible una consideración simultánea de los diversos aspectos que transmite un mensaje, tal y como lo concibe Bateson. En caso de asumir esa concepción, la afirmación batesoniana de que "todo mensaje metacomunicativo es o propone un marco"[10] sería un absoluto sinsentido. Si los participantes en una situación interactiva asignan a ésta un "frame", lo hacen precisamente basándose en los marcadores presentes en los mensajes que se intercambian durante el transcurso de la misma.

 

         b.- En segundo lugar, el pensamiento de Bateson sufrió una evolución que le hizo abandonar la separación entre niveles verbales y no verbales de la comunicación, concibiendo ésta como un flujo único que integra múltiples canales. El autor señala que el nivel metacomunicativo califica o ayuda a discernir el modo del mensaje; en la teoría de Russell, sin embargo, no se pueden considerar al mismo tiempo y en un mismo mensaje los niveles "meta". Si Bateson hubiese mantenido dicha separación ¿cómo se explica su fascinación por los fenómenos comunicativos caracterizados por ser una condensación de niveles contrastantes?

 

         c.- En tercer lugar, nuestro autor defiende la idea de causación circular y la concepción de los tipos lógicos como una "jerarquía de órdenes de recurrencia", lo que nos remite a una concepción en escala, sí, pero dialéctica.

 

         d.- Y, por último, Russell niega el sentido de las paradojas de abstracción; Bateson, por su parte, hace de ellas condición indispensable de la vida (Bateson: 1985, pp. 220-221):

 

"Nuestra tesis central puede resumirse como una afirmación de la necesidad de las paradojas de abstracción. No sólo es mala historia natural sugerir que la gente puede o debe obedecer a la teoría de los Tipos Lógicos en sus comunicaciones; su incapacidad para hacerlo no se debe al descuido o a la ignorancia.

Lo que pensamos, más bien, es que las paradojas de abstracción tienen que hacerse presentes en toda comunicación más compleja que la de las señales de ánimo, y que sin estas paradojas la evolución de la comunicación se detendría. La vida sería entonces un interminable intercambio de mensajes estilizados, sin el alivio del cambio o del humor".

                           

         Por ello, creo que lo que Bateson toma de Russell es un instrumento de pensamiento que no le sirve para coartar sino para abordar el campo de los fenómenos comunicativos en toda su riqueza y complejidad. No obstante, la amplitud y el elevado grado de abstracción de su reflexión le hacen incurrir en ocasiones en imprecisiones que facilitan resistencias como la de Analía Kornblit quien, partiendo de la crítica de Récanati al representacionismo russelliano, propone en su Semiótica de las relaciones familiares (1984) la sustitución de los niveles "meta" por la distinción elaborada por la Teoría de la Enunciación. Una revisión en profundidad del concepto a la luz de la propia ecología de la mente hace patente que tales objeciones atienden más a la letra que al espíritu de la propuesta batesoniana y que la metacomunicación, al encarnarse en aquellas premisas que gobiernan, constituyen y permiten reconocer un marco, no sólo trasciende sino que en cierto modo redefine los límites y criterios de análisis impuestos por la Teoría de la Enunciación. En virtud de esta redefinición, la enunciación, en las dos dimensiones que Kerbrat Orecchioni reconoce (1981), puede ser un buen puente de aterrizaje para la aplicación de la noción de metacomunicación al análisis de fenómenos textuales, pero sólo en tanto en cuanto sustituya la perspectiva de la emisión por la de la interlocución.

 

         Otros conceptos valiosos provienen de la Pragmática. Nos referimos a los "actos de habla indirectos" y el "hacer de lo no dicho" (presuposiciones, sobreentendidos e implicaciones pragmáticas,  mecanismos mediante los cuales el sujeto dice sin tener que asumir y pudiendo refutar la responsabilidad de su decir). Y todavía hay un último puente que nos viene dado por el análisis de esas premisas culturales "cuya validez depende de las creencias" y que determinan las reglas y pautas de interacción en las diferentes sociedades. De entre los instrumentos proporcionados por las sociologías de la vida cotidiana, el concepto de formulating de Harold Garfinkel, concebido como una práctica de glosa sobre la situación interactiva al tiempo que ésta se desarrolla, resulta muy cercano al de metacomunicación y al de enunciación y reconoce la presencia de niveles y de reflexividad en los intercambios comunicativos.

 

Codificación y relación

 

         Más allá de ser comunicación sobre la comunicación, la metacomunicación alude a "todas aquellas señales intercambiadas acerca de: a) codificación y b) relación entre comunicadores" (Bateson y Ruesch: 1984, pág. 174). Como comunicación sobre la codificación, la metacomunicación remite a la función metalingüística y a la competencia que presupone[11].                                     

 

Para Bateson, toda proposición sobre codificación es una proposición sobre relación y toda proposición sobre relación es una proposición sobre codificación. Por otra parte, todo mensaje nos retrotrae metacomunicativamente a mensajes anteriores y prescribe mensajes futuros. Estas dos afirmaciones suscitan algunas consideraciones: en primer lugar, en ningún momento la metacomunicación puede considerarse un plano "meta" aislado, sino que forma parte del propio mensaje; en segundo lugar, tampoco puede encarnarse en canales "no verbales" como el kinésico o el proxémico, puesto que la "teoría orquestal" concibe la comunicación como flujo único en su pluralidad. Dado que los ejemplos ofrecidos por el autor a veces confunden más que clarifican, pienso que puede ser útil distinguir dos planos, uno sincrónico y otro diacrónico, en el ámbito de la metacomunicación.

 

         1.- La transmisión de aspectos metacomunicativos en el transcurso de la interacción, en línea similar a la abierta por la teoría de la Enunciación. Dentro de ella podremos integrar igualmente todos aquellos mensajes explícitamente "meta" del tipo de: "Lo que dices es una broma ¿no?", "¿Por qué utilizas siempre frases tan hirientes?", ya que al ser la del análisis de la interacción la perspectiva elegida siempre formarán parte de un contexto más amplio en el que actuarán como índices lingüísticos de la metacomunicación.

 

         2.- Una metacomunicación "diacrónica", en la noción de "deuteroaprendizaje" o aprendizaje de contextos. Desde la óptica de esta relación, todo intercambio se hará según las premisas del aprendizaje pasado y creará un contexto para el futuro, mostrándose mediante la dimensión pragmática del "hacer de lo no dicho" (presuposiciones, sobreentendidos e implicaciones pragmáticas).

 

         Ahora bien, lo más significativo de la teoría de la metacomunicación reside en la indistinción, ya apuntada, entre codificación y relación (Bateson y Ruesch: 1984, pág. 174):

 

"Sostenemos que la mayoría de las proposiciones sobre codificación son también, explícita o implícitamente, proposiciones sobre relaciones, y viceversa; por lo tanto, no podemos trazar ninguna línea real entre estos dos tipos de metacomunicación. Por otra parte, esperamos encontrar que las cualidades y características de la metacomunicación entre personas dependen de las cualidades y del grado de mutuo conocimiento de la percepción del otro".

                                                                 

         En otras palabras, la expresión de aspectos relacionales es al mismo tiempo expresión de las premisas de codificación. La relación será, por consiguiente, el criterio utilizado para establecer una tipología de marcos. La diferencia entre una entrevista y una conversación, entre un juego de ironía y una discusión real dependerá de la mutua interpretación que hagan los participantes y de la relación que a partir de ahí construyan. Por eso el diálogo no se propone como objeto de estudio en la línea del "análisis conversacional" sino en su dimensión de formación y expresión de premisas a partir de la metacomunicación.

 

 

Metamarcos y paradojas de abstracción

 

         Un último campo de análisis nos abre la teoría de los niveles "en" la comunicación, al hacer de la ambigüedad condición indispensable de la mayoría de los mensajes que intercambiamos. Según Bateson, dicha ambigüedad está propiciada por la puesta en juego de niveles contrastantes que, en un plano acercable al de los "actos de habla indirectos" (Searle: 1978), forman un tipo de marcos de un grado mayor de abstracción, dado que versan sobre la relación entre marcos simples. Constituyen lo que podríamos llamar "metamarcos" y tienen una base intertextual. Estos son los principales que Bateson reconoce:

 

         1.- Marcos que constituyen una discriminación entre "modos" comunicativos o categorías distintas. La metáfora, el sacramento, la fantasía o el juego son los ejemplos que el autor nos brinda.

                  

2.- Un segundo tipo de ambigüedad producida por la condensación de tipos lógicos estaría representado por el humor, donde se da una re-evaluación del "modo" asignado primitivamente al mensaje. Es este momento, en el que la rotulación experimenta una disolución y una nueva síntesis, el que convierte al humor en un mensaje sobre la clasificación de modos.

 

3.- Si el primer tipo de ambigüedad se crea a partir de la relación mapa-territorio y el segundo mediante la ambivalencia, encontramos una tercera clase de mensajes que basan su ambigüedad en la contradicción. En ellos "lo que se dice" y "lo que se muestra al decir" pertenecen a marcos excluyentes (amor/odio o consideración/desprecio).

 

4.- Existe un cuarto tipo de combinación, la paradójica, que hace desaparecer incluso la "opción excluyente" ofreciendo en cambio una ilusión de alternativas en la que no hay elección posible, salvo la huida del campo o un nivel más abstracto de metacomunicación. El estudio de las paradojas de abstracción aplicadas a la comunicación humana será una de las bases de la hipótesis del doble vínculo. 

 

 

V.- HACIA UNA TEORÍA DE LA ESQUIZOFRENIA… Y MÁS ALLÁ

 

         La historia del doble vínculo vuelve a proponernos un paseo por el terreno de la adquisición de pautas mediante el aprendizaje y la interacción. En este caso, de un tipo patológico de pautas que tiene como resultado un bloqueo de la capacidad para establecer e identificar patrones en la comunicación. Sitúo sucintamente la hipótesis en el terreno psiquiátrico para centrarme en su evolución dentro de la teoría comunicativa batesoniana y en el tipo de análisis que requiere.

 

La hipótesis del doble vínculo como teoría de la esquizofrenia

 

La hipótesis del doble vínculo entronca con una amplia corriente de la psiquiatría norteamericana ligada a la epistemología sistémico-cibernética[12]. Como ellos, adopta la perspectiva de la interacción frente a la intrapsíquica y se inclina por la idea de una "experiencia repetida" frente a la hipótesis del trauma infantil derivada del psicoanálisis. Asimismo, comparte con sus coetáneos la concepción de la conducta esquizofrénica como una respuesta en cierto modo adecuada al patrón-universo en el que se desenvuelve la experiencia del sujeto; la comunicación y el aprendizaje marcan, de este modo, el comienzo de la psicosis. De hecho, la teoría del doble vínculo, más que una teoría sobre la esquizofrenia, es una teoría sobre la comunicación y el aprendizaje, y su originalidad reside en dos conceptos ya familiares: metacomunicación y deuteroaprendizaje.

 

         Según la relación que Bateson establece entre aprendizaje y comunicación, las premisas en que cada uno basa su visión del mundo (identidad, relaciones, etc.) se adquieren mediante el deuteroaprendizaje, siendo éste de índole interactiva y, por tanto, comunicativa. Al ser la familia el principal agente socializador, el individuo "aprenderá a aprender" según los patrones comunicativos (o de interacción familiar) en los que se desarrolla su experiencia. Lo fundamental de las premisas deuteroaprendidas será la adquisición de hábitos comunicativos, de la capacidad metacomunicativa merced a la cual estamos en condiciones de elaborar y reconocer los diversos "marcadores de contexto" y asignar a cada mensaje su marco adecuado. Incluso, en un plano más abstracto, dicha competencia nos posibilita el reconocimiento de los casos de ambigüedad o evidente contradicción, dando las claves para una interpretación correcta. Ahora bien, los síntomas que el individuo psicótico desarrolla apuntan precisamente a una disfunción en dicha capacidad (Bateson, Jackson, Haley y Weakland: 1985, pp. 233-234):

 

"De acuerdo con nuestra hipótesis, el término "función yoica", tal y como se utiliza cuando se dice que un esquizofrénico tiene una función yoica débil, es precisamente EL PROCESO DE DISCRIMINAR MODOS COMUNICACIONALES TANTO DENTRO DEL SELF COMO ENTRE ÉSTE Y LOS OTROS. El esquizofrénico exhibe debilidad en tres áreas de esa función. a) Tiene dificultad para atribuir el modo comunicacional correcto a los mensajes que recibe de otras personas: b) tiene dificultad para atribuir el modo comunicacional correcto a los mensajes que él mismo expresa o emite en forma no verbal; c) tiene dificultad para atribuir el modo comunicacional correcto a sus propios pensamientos, sensaciones y perceptos".

                         

         O sea, que el tipo de contexto en el que el individuo "aprende a aprender" es tal que tiene como consecuencia un bloqueo de la capacidad comunicativa, del reconocimiento de las "señales identificadoras de mensajes" que lleva bien a la sobreinterpretación rígida, bien al aislamiento total. Los autores de la hipótesis del doble vínculo identifican estos tipos de respuesta con los cuadros paranoide, hebefrénico y catatónico de la psiquiatría clásica.

 

         Consecuentemente con todo lo expuesto, el interrogante que los autores se plantean va encaminado a definir cuál es ese patrón de comunicación-contexto de deuteroaprendizaje que bloquea la capacidad metacomunicativa y que convierte en respuesta adecuada (mantenedora del sistema) la totalidad de la conducta esquizofrénica, incluido el intento descalificante de negar la comunicación. Su contestación es la hipótesis del "doble vínculo".

 

Definición y componentes

 

         Desde las claves propiciadas por la teoría de la comunicación y el aprendizaje, el doble vínculo es un patrón interactivo caracterizado por la incongruencia entre contextos de distinto orden, cuya cristalización reside en la configuración de secuencias comunicativas de tipo paradójico en las que cualquier respuesta conduce a la negación del principio de identidad. Concretando algo más, el patrón doble vínculo consiste en la perpetuación de situaciones en las que las premisas deuteroaprendidas en el contexto más restringido se unen a las del nivel más amplio formando un mensaje cuya única interpretación posible por parte del receptor es "Si A, entonces NO A, y si NO A, entonces A", ya que lo que se dice, lo que se muestra y lo que se presupone al decir convergen en un mensaje autoexcluyente. De aquí a deducir las consecuencias que la constante negación de este principio de identidad tiene en la autopercepción del individuo y en su relación con el mundo hay una distancia muy corta; en ella se produce el bloqueo de la capacidad metacomunicativa.

 

         Según la primera formulación de la teoría, un situación de doble vínculo precisa de los siguientes ingredientes:

 

1. Dos o más personas (pero siempre, en la concepción de los autores, en una relación diádica).

         2. Experiencia repetida (un patrón de interacción recurrente).

         3. Mandato primario negativo (generalmente en forma de orden o amenaza).

         4. Mandato secundario que entra en conflicto con el primero (en un nivel más abstracto).

         5. Prohibición de escapar del campo.

 

         Este conjunto deja de ser necesario como tal cuando se ha aprendido a concebir el universo según patrones de doble vínculo.

 

         La definición contenida en el artículo original se ha ido matizando a lo largo del tiempo con las críticas y aportaciones tanto de los propios autores como de otros que han hecho suyo el concepto. Ofrezco aquí algunas de las más significativas:

 

         Una primera idea que se desprende tanto de esta lista como de la totalidad del artículo es la de una relación "víctima-verdugo", según la cual uno de los miembros impone "dobles vínculos" al otro indefenso. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Como nos confirma la concepción comunicativa circular, las respuestas se convierten en estímulos, actúan retroactivamente sobre quien envió el mensaje. Todos los individuos implicados en la relación son víctimas de ese círculo vicioso que ellos mismos mantienen con su conducta.

 

         El segundo foco de ambigüedad proviene de los puntos tercero y cuarto, y se debe a una no clara distinción entre niveles y canales. Lo paradójico de la situación de doble vínculo reside en una incongruencia entre niveles de abstracción, pero éstos no se encarnan necesariamente en unos canales determinados; el doble vínculo no se transmite siempre mediante mensajes no verbales.

 

         Otra cuestión que parece derivarse de esta descripción es la conclusión de que existe una metacomunicación jerárquica, en la que un mensaje califica unilateralmente al otro. Sluzki y Ransom (1976, pág. 54) reconducen esta afirmación al ámbito de la "comunicación orquestal":

 

"The observation that there are not primary and secondary messages nor main and qualifying channels underlines the relative nature of metacommunication. With information in each channel qualifying information in each other, it is the observer who determines his own significant meaning, 'meaning' being an overall effect derived from the reception of what Pittenger (1960) named the communicational 'package'. Metacommunication, therefore, is not the result of a specialized function of a given channel -such as gestures qualifying utterances- but a function of the reciprocal influence of messages in synergic combination".

 

         Algunas de las críticas hechas al doble vínculo afectan no sólo a la hipótesis sino a la teoría comunicativa subyacente. Especialmente interesante me parece la efectuada por Albert Schleflen, defensor del "análisis de contexto" y miembro de la "Universidad invisible".

 

         Desde el punto de vista de este autor, la teoría del doble vínculo presenta (dentro del campo de la esquizofrenia) algunos problemas importantes. Aparte de los malos entendidos y de las formulaciones erróneas, Schleflen opina que la teoría se basa en un modelo interactivo de la comunicación que resulta inadecuado. Para Schleflen, las deficiencias de este modelo son las siguientes:

 

         1.- Supone que las personas están una frente a otra, como cuando dialogan.       

2.- Supone que los hablantes intervienen en la conversación por turnos, ordenadamente, es decir, que desarrollan una secuencia de tipo lineal.

         3.- Está implícito que cada participante causa las acciones del otro.

 

         Estas limitaciones, dice el autor, han sido superadas por la teoría comunicativa contemporánea que, si bien sostiene que algunas actividades comunicativas se componen de secuencias mutuamente causativas en una configuración cara a cara, opina que la comunicación es mucho más. Las personas se relacionan también a distancia, actúan de forma secuencial y simultáneamente, y lo hacen dentro de un sistema predominante de estados de ánimo, planes, vestimentas, decorados y ámbitos. Por otra parte, los participantes no son los únicos que causan el discurso o las acciones del otro. También intervienen un contexto más amplio de la vida de cada participante, la relación existente entre ellos o los temas tratados durante su encuentro.

 

         Además, Schleflen afirma que los conceptos de tipo lógico y paradoja no son necesarios para explicar la incapacidad que los esquizofrénicos muestran para hacer una distinción entre tipos diferentes de actividades.

 

         Considero que esta crítica es bastante acertada si la aplicamos al doble vínculo como teoría de la esquizofrenia y a lo que llamaremos "versión restringida" del mismo pero la propia evolución del concepto (de situación concreta a patrón de aprendizaje; del terreno de la esquizofrenia al de la comunicación en general) ha permitido superar casi todas las limitaciones expuestas. No ha ocurrido lo mismo, sin embargo, con las lagunas que este mismo autor descubre en la explicación que la teoría hace de la génesis de la psicosis. La hipótesis no explica cómo se origina el doble vínculo. No describe adecuadamente cómo se mantiene ni cómo adquiere tanta preponderancia en las familias esquizofrénicas. Finalmente, tampoco indica en qué forma conduce a los cuadros clínicos de la esquizofrenia. Y es que ya el propio Bateson, en 1969, había evolucionado hacia otros terrenos y se expresaba en estos términos (Bateson: 1985, pág. 302):

 

"La teoría del doble vínculo afirma que existe un componente esencial en la determinación o etiología de los síntomas esquizofrénicos y de los patrones de conducta afines, tales como el humor, el arte, la poesía, etc. Notoriamente, la teoría no distingue entre estas subespecies. En sus términos no hay nada que sirva para determinar si un individuo dado se convertirá en un payaso, un poeta, un esquizofrénico o alguna combinación de éstos. No tratamos un síndrome único sino un género de síndromes, la mayoría de los cuales no se consideran convencionalmente como patológicos".

 

         Consecuentemente, el mayor reto que plantea el doble vínculo es el de su concreción.

 

Dimensiones del concepto y perspectivas de análisis

 

         Los mayores problemas en torno al doble vínculo han surgido de los esfuerzos por concretarlo[13]. Los que quieren hacer de él una cosa con contornos definidos y localizable en un momento dado siguen un camino que sólo les lleva a identificar la teoría con cualquiera de sus componentes. Los que optan, por el contrario, por la visión del patrón sólo acceden al análisis de dichos componentes dentro de una totalidad no delimitable. Creo que, al igual que en el caso de la metacomunicación, conviene distinguir dos dimensiones:

 

         1.- En su concepción más abstracta y global, el doble vínculo es una manera de ver el mundo, un conjunto de premisas regladas adquiridas en el nivel del deuteroaprendizaje y mediante procesos de índole comunicativa. Se trata, por tanto, de una epistemología, en el sentido batesoniano de la palabra. Una vez el individuo ha aprendido a ver el mundo según patrones de doble vínculo, cualquier secuencia comunicativa se reinterpretará dentro de esas claves. Esta es la tesis que Bateson defenderá a partir de la progresiva configuración de la ecología de la mente. El panorama se ha ampliado ostensiblemente, y a la polémica sobre el status epistemológico del doble vínculo se une el recelo del mundo psiquiátrico, que ve de este modo desvanecerse la operatividad de la teoría en el tratamiento y comprensión de la esquizofrenia. En este nivel, por consiguiente, no cabe preguntarse tanto por la concreción como por la formación del patrón a partir de los hábitos comunicativos de los individuos (o de los grupos y culturas), interesándonos por su constitución a partir del estudio de la competencia metacomunicativa y de los hábitos que pueden propiciar un bloqueo de dicha capacidad. Este ámbito de investigación oscilará entre la integración de dicha competencia en el marco semiótico interactivo, relacionándola con la competencia discursiva, intertextual e interpersonal, y el terreno psicolingüístico de su adquisición (sobre todo a partir de los trabajos de Vygotski, Bruner y sus seguidores).

 

         2.- Desde un segundo punto de vista, el doble vínculo es una situación interactiva con las características expuestas, cuya experiencia repetida conduce a ver el mundo en los términos que indica la teoría. Además de estudiarlo como mecanismo principal en la construcción de un patrón epistemológico y de dedicar especial atención a los refuerzos que introducen en las claves del sistema cada percepción o comunicación nueva, la situación de doble vínculo es susceptible de un análisis como unidad independiente. Este plano de análisis es el más estrictamente pragmático, ya que su centro de estudio es el comportamiento dentro de determinadas secuencias de interacción. Sin embargo, la noción carecerá de validez efectiva a menos que se tengan en cuenta las siguientes cuestiones:

 

         2.1.- El concepto "doble vínculo" define un tipo de estructura muy abstracta, cuya delimitación dependerá del contexto donde tome forma. La co-presencia de todos sus ingredientes podrá cristalizar en una estructura textual simple, como la que propone el mensaje "¡Sé espontáneo!", asemejándose en este caso a la concepción más normal de paradoja pragmática, o en una secuencia más larga y compleja (Lucerga Pérez: 1996). Lo esencial será siempre esa incongruencia entre niveles de abstracción (lo dicho y el mundo de referencias implicado al decir).

 

         2.2.- En cualquiera de los casos, habrá que reconstruir el contexto de la relación entre los interlocutores, la situación social, contemplando el desarrollo temporal de la secuencia y atendiendo a la dinámica comunicativa del intercambio tanto en sus aspectos de producción como de interpretación.

 

         2.3.- Dado que la interacción es más amplia que el simple intercambio lingüístico y la metacomunicación más que la enunciación, la perspectiva de estudio será interdisciplinar y desde los parámetros que ofrece la comunicación "orquestal". En especial nos interesará el estudio de los "metamarcos", la presencia de la metacomunicación en el diálogo y los elementos que mantienen la coherencia en una secuencia paradójica.

 

         3. Una última perspectiva de análisis nos abre la teoría del doble vínculo, y es la del estudio de los diversos elementos que la componen (el instrumental), relacionados en su mayoría con el ámbito de la condensación de tipos lógicos y donde entran todos los mecanismos descalificadores, las paradojas, contradicciones y el concepto de mistificación de Ronald D. Laing. Éste es quizá el campo más productivo desde el punto de vista empírico, ya que es el más fácilmente delimitable.

 

         Bateson decía que no existían más dobles vínculos que los que uno quería ver, pero esto es algo que ocurre siempre que se adopta cualquier perspectiva epistemológica o cualquier instrumento teórico. Asumir esta hipótesis no implica, pues, lanzarse a una labor de caza, clasificación y recuento sino ver determinados fenómenos comunicativos a través de otra lente, una lente que además nos permite explicarlos respetando su dinamismo y complejidad.

 

         Es cierto que la teoría fue concebida en un terreno de comunicación diádica y "frente a frente" pero, manteniendo su base interactiva y su énfasis en la idea de patrón, ha trascendido ampliamente ese ámbito. Puede que merced a esa amplitud no sea la explicación más adecuada de la esquizofrenia, pero sí de la lógica que subyace a múltiples campos de la comunicación humana y, según defendía Bateson, al  propio funcionamiento del mundo de la creatura. Volvemos, pues, al lugar donde iniciábamos este recorrido: la ecología de la mente. Y es que, como el autor dejaba entrever al comienzo de lo que llamó su "última conferencia", tal vez el destino inevitable de cualquier viaje sea el regreso (Bateson: 1993, pág. 385):

 

"Regresar al lugar del que partí y conocer ese lugar por primera vez, T.S. Eliot da la receta para una última conferencia.

Yo comencé estudiando la biología que se enseñaba en Cambridge en la década de 1920 complementada de alguna manera por mi afán de muchacho de coleccionar invertebrados varios, como lepidópteros, coleópteros, moluscos, odonatos, etc..

Considerando todo eso con los ojos cambiados por la antropología y el estudio de los delfines y de la esquizofrenia, veo ahora que nunca viajé muy lejos ni me alejé mucho del lugar en que había comenzado. ¿Qué es forma, qué es pauta, qué es propósito, organización, etc.? Esas eran las preguntas que me hacía al comienzo y son todavía mis preguntas actuales.

Hubo algunos progresos: la cibernética me ayudó, y también me ayudaron Whitehead y Russell, y las "leyes de la forma", y la teoría de la información y Ross Ashby.

                   Pero los misterios perduran.

                   El mundo parece más elegante que antes...".                                                                

         Supongo que elegancia es un término un tanto frívolo para ser pronunciado como juicio último acerca de una teoría pero sin embargo cuadra bien con la aportación batesoniana. La suya fue una obra elegante en su formulación y confortadora en su deseo de recuperar para el pensamiento occidental la armonía entre hombre y naturaleza. Y aunque al final del camino se encontrase con la sospecha de la indecibilidad revoloteando por encima de su cabeza (Kristeva: 1985) su intento de trascenderla nos ha legado un valioso instrumento para entender mejor este universo semiótico en que nos ha tocado desenvolvernos.

 

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§         MORIN, E.: El Método IV. Las ideas. Madrid: Cátedra, Colección Teorema, serie mayor, 1992.

§         RÉCANATI, F.: La transparencia y la enunciación. Buenos Aires: Hachette, 1981.

§         SCHWARTZMAN, J: " Paradox, Play and Post-Modern Fiction", en Play and Culture. West Point,  H.Y. Leisure: 1980. (pp. 38-48)

§         SEARLE, J.: "Actos de habla indirectos". Valencia: Revista Teorema.  VII - 1, 1977 (PP. 23-53)

§         SLUZKI, C.E.: "Estructuras semánticas y contratransferencia", Lenguaje y comunicación social. Buenos Aires: Edcs. Nueva Visión, 1984. (pp. 106-132)

§         SLUZKI, C. Y RANSOM. D.C. (ed.):  Double Bind. The Foundation of the Communicational Approach to the Family. New York: Grunne & Stratton, 1976.

§         THOMPSON, W.I.: Gaia. Implicaciones de la nueva biología. Barcelona: Kairós, 1992.

§         WATZLAWICK, P.; BEAVIN, J.H. Y JACKSON, D.D.: Teoría de la Comunicación Humana. Barcelona: Herder, 1986.

§         WATZLAWICK, P.; WEAKLAND, J.H. Y FISCH, R.: Cambio. Barcelona: Herder, 1986.

§         WATZLAWICK, P.: El lenguaje del cambio. Barcelona: Herder, 1983.

§         WATZLAWICK, P.: ¿Es real la realidad?  Barcelona: Herder, 1986.

§         WATZLAWICK, P. Y A.A.: La realidad inventada. Barcelona: Gedisa, 1993.

§         WATZLAWICK, P. Y KRIEG, P. (eds.): El ojo del observador. Barcelona: Gedisa, 1994.

§         WILDER-MOTT, C. AND WEAKLAND, J.H. (ED.): Rigor & Imagination. Essays from the Legacy of Gregory Bateson. New York: Praeger, 1981.

§         WINKIN, Y: "La connexion Santa Fe-Palo Alto", en La Quinzaine Litteraire. París (junio de 1985), 419:15.

§         WITTEZAELE, J.J. Y GARCÍA, T. La Escuela de Palo Alto. Historia y evolución de la ideas esenciales. Barcelona: Herder, 1994.

§         WOLF, M.: Sociologías de la vida cotidiana. Madrid: Cátedra. Colección Teorema, 1982.

§         ZUK G.H. Y BOSZORMENYI NAGI, I. (eds.): Terapia familiar y familias en conflicto. México: Fondo de Cultura Económica, 1985.

§         ZUK, G.H.: Psicoterapia familiar. Un enfoque triádico. México, Fondo de Cultura Económica: 1984.

 

 

 

 

 


[1] La reiterada crítica de Bateson al cartesianismo y su afirmación del carácter espiritual del mundo de la creatura  le hicieron ganar fervientes adeptos entre los defensores de lo esotérico y lo sobrenatural, que realizaron una lectura equivocada de la ecología de la mente buscando una raíz trascendental donde Bateson hablaba de inmanencia y del sistema ecomental como una "tautología autocurativa". Creo que muchas de las críticas más habituales a la aportación batesoniana tienen como base esta confusión (Bateson G. y Bateson M.C.: 1989, pág. 73)

 

"Al escribir este libro me encuentro todavía entre el escollo de Escila del materialismo establecido con su pensamiento cuantitativo, su ciencia aplicada y sus experimentos "controlados", por una parte, y el abismo de Caribdis de la creencia romántica en lo sobrenatural, por otra parte. Mi tarea consiste en explorar si hay un lugar válido para la religión en algún punto situado entre estas dos pesadillas de la insensatez, explorar si, en el caso de que ni la estupidez ni la hipocresía sean necesarias a la religión, podrían encontrarse en el conocimiento y en el arte las bases para afirmar lo sagrado, afirmación que celebraría la unidad de la naturaleza ¿Ofrecerá semejante religión un nuevo tipo de unidad? ¿Y podrá engendrar una nueva humildad que necesitamos tan desesperadamente?"

 

No obstante, y a pesar de que el autor intentó siempre distanciarse de ambos extremos que eran para él "epistemológicamente  ingenuos, epistemológicamente erróneos y políticamente peligrosos" (Bateson G. y Bateson M.C.: 1989, pág. 63) siempre pensó que el materialismo y la separación cuerpo-mente eran mucho más nocivos para el futuro del planeta que la astrología, los trances y las hierbas medicinales.

 

[2] Los interesados en los detalles de la vida de Bateson pueden consultar la biografía autorizada de David Lipset Gregory Bateson. The legacy of a Scientist. Englewood Cliffs (N.J.): Prentice Hall, 1980 (existe traducción al castellano:  Gregory Bateson. El legado de un hombre de ciencia. México: Fondo de Cultura Económica, 1991). Asimismo pueden remitirse al capítulo que Winkin (1984) le dedica en su obra La nueva comunicación, a las partes introductorias de Pasos hacia una ecología de la mente (1985) y  Una unidad sagrada. Pasos ulteriores hacia una ecología de la mente (1993), a la autobiografía de Margaret Mead (1987) y al libro Cómo yo los veía,  biografía que Mary Catherine Bateson escribió sobre sus padres (1989). Entre las 20.700 entradas que aparecen en Internet al teclear Gregory Bateson en el buscador Google, la página de la Universidad de Colorado Denver (http://carbon.cudenver.edu/~mryder/itc_data/bateson.html), la de Oikos (www.oikos.org) y la de Candice Bradley ("The Patterns Which Connects: About Gregory Bateson" http://www.lawrence.edu/dept/environmental_studies/bateson.html) ofrecen numerosos links sobre la vida y obra del autor. Destacamos asimismo los perfiles elaborados por Alexandru Anton-Luca ("Gregory Bateson [1904-1980]" www.indiana.edu/~wanthro/bateson.htm), Pablo Capanna ("Un hombre del Renacimiento: Gregory Bateson" www.campogrupal.com/bateson.html) o  Rob Sable ("Gregory Bateson Profile" http://www.gwu.edu/~asc/biographies/Bateson/).

Con respecto a  los trabajos batesonianos, el listado más completo es el que Rodney Donaldson ofrece en el apéndice de Una unidad sagrada. Pasos ulteriores hacia una ecología de la mente (1993).

 

[3] Al analizar las secuencias de interacción entre sexos en la cultura iatmul (Naven. 1936), Bateson observó que el patrón más común era el de un "círculo vicioso" o regenerativo. En tales sistemas, los actos del individuo A resultan un estímulo para los actos del individuo B, que se convierten en un nuevo estímulo para una acción más intensa de A, y así sucesivamente, con una tendencia cada vez mayor hacia la diferenciación progresiva. Este proceso recibió el nombre de cismogénesis. Los procesos de cismogénesis fueron, a su vez, susceptibles de una clasificación, distinguiendo entre CISMOGÉNESIS SIMÉTRICA, que abarcaría todas aquellas secuencias en las que los individuos A y B poseen las mismas aspiraciones y los mismos patrones de conducta pero con una orientación diferente y CISMOGÉNESIS COMPLEMENTARIA, que incluiría todos aquellos casos en que las conductas de A y B son diferentes pero se acomodan la una a la otra (las relaciones sadomasoquistas, jefe-subordinado, amo-esclavo y similares).

Un tercer tipo de pautas de interacción, esta vez no cismogénicas, son aquéllas en las que entran en juego mecanismos autocorrectivos, equilibrando internamente la relación y evitando que la escalada acabe sumiendo al sistema en un estado de desenfreno. Si la cultura iatmul resultaba ser prototípicamente cismogénica, la balinesa será el ejemplo cultural que caracterizará a los sistemas regidos por este tipo de mecanismos denominados zigogénicos (Bateson y Mead: 1942).

 

[4] No quisiera dar por cerrada la enumeración de los trabajos batesonianos sin mencionar su incursión en un género científico-literario de su propia creación: el metálogo. Este género, que podría ser definido como la expresión dialogística de un proceso de reflexión epistemológica, es un pensar que a su vez se configura como reflexión sobre el pensar, utilizando la estructura de una conversación entre un padre y una hija (Bateson: 1985, pág. 27):

 

"Un metálogo es una conversación sobre algún tema problemático. La conversación tiene que ser tal, que no sólo los participantes discutan efectivamente el problema, sino que la estructura de la conversación en su totalidad sea también pertinente al mismo tema.

De manera especial, la historia de la teoría evolutiva es inevitablemente un metálogo en el que la creación e interacción de las ideas tiene que ejemplificar necesariamente un proceso evolutivo".

 

Como sus parientes el diálogo platónico y el coloquio renacentista, el metálogo batesoniano es un género a medio camino entre la retórica y la didáctica y sus temas, dado que fueron escritos a lo largo de toda su vida,coinciden básicamente con las preocupaciones fundamentales del autor, constituyendo un buen ejemplo de cómo éste fue pasando de los intereses del antropólogo a los del epistemólogo sin variar sustancialmente su posición teórica. El lector interesado puede acercarse a ellos en Pasos hacia una ecología de la mente (1985) o en la compilación de Carlos E. Sluzki editada en castellano por Ediciones Buenos Aires en 1982. Como dato anecdótico señalaremos que el género ha tenido discípulos que lo han seguido cultivando (Mary Catherine Bateson, en Bateson, G. y Bateson, M.C.: 1987; F. Huneeus: 1989).

 

[5] Dentro de esa tradición Bateson destaca el cosmos idealista platónico, recogido en la tradición cristiana neoplatónica, el panteísmo y la biología de Lamark.

 

[6] En este proceso de incorporación juega un papel central el aprendizaje y, en concreto, una noción desarrollada por Bateson en una época posterior a la de sus trabajos antropológicos y en pleno auge de la teoría conductista: la de deuteroaprendizaje. Por aquellos entonces era opinión extendida la de que el aprendizaje se identificaba prácticamente con la recepción pasiva de información procedente de un acontecimiento externo. De este modo, se consideraba que dos acontecimientos similares transmitían siempre la misma información por distantes que estuviesen en el tiempo. Por el contrario, Bateson sostenía que existían diferentes niveles de aprendizaje y que la Teoría de los Tipos Lógicos de Russell y Whitehead era un buen instrumento metodológico para abordarlos. Así,  propuso un "Aprendizaje Cero", base de los actos que no están sujetos a la corrección mediante el ensayo y el error; un "Aprendizaje I", que es el que habitualmente se observa en el laboratorio psicológico y está referido a aquellos casos en que el individuo produce una respuesta diferente en el Tiempo I y el Tiempo II presuponiendo que el contexto es repetible y un "Aprendizaje II" o "deuteroaprendizaje",  definido como un "aprender a aprender" o "aprendizaje de contextos". Gracias a él, el individuo aprende a clasificar su experiencia presente en términos de los patrones que caracterizaron la pasada.  Lo importante, y a su vez lo problemático del deuteroaprendizaje estriba en el hecho de que las premisas que en él se adquieren a edad temprana suelen ser autovalidantes y, por consiguiente, difícilmente cambiables.  Por otra parte, es en este nivel donde se forma lo que Bateson denomina la "capacidad metacomunicativa", la competencia para discriminar y rotular adecuadamente los mensajes procedentes del exterior, al tiempo que la posibilidad de metacomunicarse en el sentido más jerárquico de la palabra (hacer comentarios sobre el intercambio comunicativo).

Aún distingue Bateson un último nivel, el "Aprendizaje III", aunque reconoce que es poco frecuente, ya que supondría el cambio total de la premisas deuteroaprendidas o, lo que es igual, una absoluta transformación epistemológica. Es, por tanto, un aprendizaje referido al contexto de los contextos de conducta, un atisbo de la pauta que conecta.

 

[7] El capítulo final de Communication desarrolla pormenorizadamente el modelo de análisis unitario que se desprende de esta teoría. Para valorarlo en su justa medida hay que tener en cuenta que está pensado para que un observador participante  (concretamente un terapeuta) tenga claros los aspectos a analizar  en cualquier situación de tipo comunicativo. Sin embargo, y a pesar de su impronta psiquiátrica, la propuesta muestra ante todo una raigambre socio-antropológica y una clara influencia de la psicología social, en concreto, de George Herbert Mead.

 

[8] Este último punto nos remite a una de las críticas más comunes que se han hecho a las teorías "interaccionistas" elaboradas a partir del pensamiento batesoniano, como son la Pragmática de la Comunicación Humana y los enfoques que de ella se derivan, (Wilder ed. 1981): la disolución del individuo dentro de la unidad interactiva. Por lo que respecta a Bateson, la visión antropológica "culturalista", el carácter morfogénico de la ecología de la mente y, sobre todo, el importante papel que la teoría del aprendizaje juega en la mayoría de los conceptos elaborados por el autor contrarrestan fácilmente esa crítica. El individuo no se diluye, se constituye en las relaciones, y se explica como individuo en ellas, aunque, al aportar su propia individualidad a las mismas, las recrea y contribuye al establecimiento de nuevos patrones de relación. Lo que ocurre es que todo este proceso se produce en el transcurso de la interacción. Por otra parte, desde las propias teorías interactivas norteamericanas se ha intentado trascender el "sistemismo ortodoxo", elaborando unidades intermedias y modelos de análisis que contemplen un nivel individual y otro interpersonal. Es el caso de la CMM (Coordinated Management of Meaning) de W. B. Pearce, Linda M. Harris y Vernon Cronen.

 

[9] Para Bateson, el control no puede ser jamás un criterio de análisis, puesto que se basa en la idea de propósito consciente y en la lógica de la causalidad lineal y, además, se ha relacionado muy a menudo con la idea de "poder". Sin embargo, si aceptamos que los participantes no se limitan a actuar en guiones preestablecidos sino que definen la situación en el transcurso de la misma, y que además ambos no tienen por qué poseer idéntica competencia, necesariamente habrá una exploración de las imágenes que los participantes tienen del encuentro y una negociación destinada a definir su significado (bien mediante el acuerdo, bien mediante la imposición).

 

[10] Bateson toma la noción de "frame" (marco) de la distinción gestáltica "fondo/figura" y la relaciona con otra noción, la de contexto. Para el autor, el contexto no es algo externo a los individuos sino que consiste y se constituye en la misma relación, en la situación interactiva. Por otra parte, no se trata de algo estático, ya que la conducta de los individuos implicados lo define y reformula constantemente. En el artículo de 1995 "A Theory of Play and Fantasy"  se catalogan  las funciones y usos de los marcos psicológicos reconociendo las siguientes características:

-          los marcos psicológicos actúan por exclusión, al incluir en ellos ciertos mensajes quedan excluidos otros.

-          los marcos psicológicos actúan por inclusión, al excluir ciertos mensajes quedan incluidos otros.

-          los marcos psicológicos están muy cerca de las premisas. El marco define la naturaleza de lo que integra o, lo que es igual, los elementos integrados en el marco se caracterizan por compartir un mismo sistema de premisas, premisas que se compendian en él.

En otras palabras, un marco es un conjunto de reglas que contiene el germen de su propio desarrollo, que se muestra en su configuración y que se evalúa desde las propias premisas que propone. Es la pauta y el proceso de construcción de la misma. Por tanto, lo que Bateson nos señala  es el carácter metacomunicativo de los marcos y el carácter de marco de todo mensaje metacomunicativo.

 

[11] La noción de competencia metacomunicativa incluiría, por un lado, la competencia metalingüística, la competencia discursiva, la competencia intertextual y, por otro, la competencia interpersonal.

 

[12] En esta corriente se encuentran la Escuela de Washington, Frieda Fromm-Reichmann y su concepto de madre esquizofrenógena -claramente presente en la primera formulación de la hipótesis del doble vínculo-, la Pragmática de la Comunicación Humana, la terapia familiar sistémica, los trabajos de Theodore Lidz sobre cisma y sesgo marital y los de Lymann Wynne con su concepto de pseudomutualidad. Desde Inglaterra nos llega la conexión con la antipsiquiatría, sobre todo con los trabajos de R.D. Laing y su noción de mistificación.

 

[13] Podemos encontrar un resumen crítico de esta búsqueda en el artículo de Gina Abeles "Researching the Unresearchable: Experimentations on the Double Bind" (Abeles, en Sluzki y Ramson: 1976, pp. 113-149), así como en las tablas que ofrecen los editores en su comentario posterior (pp. 151-163).