REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


Se buscan espías que hablen pastún

La CIA ha recibido 23.000 currículos desde el 11 de septiembre

 

ENRIC GONZÁLEZ. Washington.

         “La Agencia Central de Inteligencia busca individuos cualificados, capaces de leer y traducir árabe, dari y pastún al inglés. La mayoría de los puestos se encuentran en Washington DC”. La CIA ofrece en este momento todo tipo de empleos, muy especialmente para lingüistas, y los estadounidenses se muestran receptivos: desde el 11 de septiembre, en la sede de Langley (Virginia, junto a Washington DC) se han recibido más de 23.000 currículos. La CIA ha recibido la orden presidencial de reforzarse para la guerra contra el terrorismo y está ampliando plantilla; muchos dudan, sin embargo, de que su espíritu burocrático pueda cambiar para adaptarse a los nuevos tiempos. La Casa Blanca hizo saber hace un par de semanas, de forma más o menos indirecta, que la CIA había recuperado la “licencia para matar” cancelada por Jimmy Carter. Pero eso es sólo relativamente cierto. La CIA está compuesta por un número indeterminado de funcionarios (la cantidad es secreta) que muy raramente asumen trabajos fuera del despacho; lo que se conoce como “agente de la CIA” es un contratado externo y temporal, normalmente extranjero. La agencia se ha acomodado durante medio siglo a la estabilidad de la guerra fría, una época en que el enemigo estaba perfectamente identificado y, gracias a la disuasión nuclear, conocía sus límites. La mística del “agente secreto” choca con la realidad laboral del principal servicio de espionaje de Estados Unidos.

         Thom Crispell, uno de los portavoces de la CIA, comenta que el número de demandas de empleo recibidas por la agencia se ha multiplicado por 10 desde los atentados del 11 de septiembre e indica que quizá se deba al “sentimiento patriótico” despertado por la agresión. Pero también se refiere a la crisis de las empresas tecnológicas: “Muchos técnicos se han quedado sin trabajo últimamente, y con la nueva situación se han dado cuenta de que la CIA representa una oportunidad laboral”. Los miembros de la CIA son funcionarios con traje y corbata que trabajan en una oficina de la sede central o, si están en el extranjero, en una embajada, sin sumergirse demasiado en la cultura del país en cuestión”, comenta Reuel Marc Gerecht, un antiguo jefe de la agencia en Oriente Próximo que dimitió por frustración ante la espesura burocrática del organismo. Gerecht señala que la misión de los funcionarios es recopilar información, y que cualquier operación sobre el terreno se deja en manos de contratados: “Actuar pone en peligro el anonimato y la seguridad, que son las bases del funcionamiento de la CIA”, dice.

         La publicidad de la agencia para captar nuevos empleados, que puede leerse en su sitio de Internet (www.cia.gov) da una idea aproximada del espíritu de la organización. “El Centro George Bush (la inmensa sede central, rebautizada con el nombre del padre del actual presidente) disfruta de una atmósfera universitaria, con jardines encantadores y áreas de trabajo bien diseñadas. Obras de arte y exposiciones añaden interés a la jornada laboral”. El texto introductorio sigue diciendo que “los empleados pueden elegir entre gran variedad de comidas”, tienen acceso a un gimnasio y reciben ofertas especiales para asistir a espectáculos. “La tintorería, el servicio de revelado de fotos y la peluquería en la misma sede”, concluye, “contribuyen a la calidad de vida de nuestros empleados”. Se exige a los aspirantes que tengan entre 18 y 35 años, que sean ciudadanos de EEUU, que no consuman drogas ilegales y que pasen un examen físico y psicológico dentro del cual se incluyen varias sesiones de “detector de mentiras”.

         La posesión de un título universitario es condición casi sine qua non para ingresar en la CIA, y se valoran mucho los masters. La agencia ofrece puestos de todo tipo: para informáticos, cartógrafos, estadísticos, abogados, ingenieros… En casi todos los anuncios el salario se define como “competitivo”, aunque no lo es demasiado.

         Los sueldos iniciales oscilan entre los 34.000 y los 42.000 dólares anuales y brutos (de 6,2 a 7,5 millones de pesetas al cambio actual), no gran cosa para el nivel de vida en Estados Unidos.