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JORGE GUILLÉN, POETA Y CATEDRÁTICO DE
Francisco Javier Díez de Revenga
(Universidad de Murcia)
Jorge
Guillén nació en Valladolid en 1893. Estudiante en Suiza y en
Cinco
libros constituyen su obra poética: Cántico
(con cuatro versiones: Madrid, Revista de Occidente, 1928; Madrid, Cruz y Raya,
1936; México, Litoral, 1945 y Buenos Aires, Sudamericana, 1950), Clamor (con tres entregas: Maremagnum,
Buenos Aires, Sudamericana, 1957, Que van
a dar en la mar Buenos Aires, Sudamericana,
Los muchos estudiosos que a la poesía
de Guillén se han aproximado, tanto aquéllos que lo estudiaron parcialmente por
razones estrictamente cronológicas, como aquellos otros que han podido juzgar
aspectos de la obra completa, han aludido con frecuencia a la presencia del
poeta y su mundo en la obra completa. Jorge Guillén, desde que comenzó su obra,
mostró siempre una especial dilección por el análisis de su presencia como
poeta y como hombre en el mundo. Cuando su obra finaliza, ya próximo a su
muerte en 1984, y cuando pocos años antes aparece su libro Final, han transcurrido sesenta y cinco años desde aquel lejano
1919, y se ha producido en el poeta una transformación de su visión del mundo y
de la vida.
Pero no ha decaído en ningún momento
aquella inquietud inicial de hombre en el mundo, de poeta que inquiere sobre la
esencia y la existencia del habitante de una tierra en la que todo sufre
transformaciones y la vida del poeta detecta tales cambios. Las reacciones de
Jorge Guillén durante esos sesenta y cinco años de actividad como poeta, como
pensador, como filósofo de la palabra exacta y precisa, van variando con el
tiempo.
Jorge Guillén y
Además de su actividad como poeta, bien
editada y difundida, interesan otros aspectos del trabajo intelectual de Jorge
Guillén, en especial todo lo relacionado con su profesión de catedrático
universitario, de filólogo y de estudioso de la literatura española, profesión
por la que se decidió a su regreso de París en el año 1925, cuando realiza la
tesis doctoral, el 26 de marzo de 1925, y la oposición la cátedra de
Guillermo Carnero, Catedrático de
Guillén en su
casa de Murcia
(1928)
Nicasio Álvarez Cienfuegos es un poeta
dieciochesco y prerromántico al cual dedicó Guillén el trabajo de investigación
inédito que preceptivamente había de presentar para obtener la cátedra
universitaria, que finalmente le traería a Murcia. Fue Pedro Salinas, su amigo
y ya catedrático de Universidad, quien le propuso realizar el trabajo sobre
Cienfuegos a partir de un manuscrito con poemas olvidado en
Sorprende hoy la lectura de este
trabajo indudablemente pensado para su objetivo último, es decir, obtener la
cátedra ante un tribunal muy de su época, lleno de eruditos, y lo que más llama
la atención es que el trabajo es de pura erudición, ajustado plenamente a unas
fuentes que se van especificando con todo detalle. Justamente, este sería el
mayor valor del estudio en ese momento y ante ese tribunal: demostrar
fehacientemente la capacidad de Jorge Guillén para investigar en el sentido más
estricto de la palabra, es decir para hacer erudición sobre un escritor
totalmente olvidado en el momento que se realiza el ejercicio de oposición.
Guillén se sentó ante un tribunal compuesto por Ramón Menéndez Pidal (Presidente), Antonio Rubió
y Lluch, Armando Cotarelo Valledor y Juan Hurtado Jiménez de
En su casa de Murcia.
Palacio del Marqués de Ordoño
(1928)
Y, por último, destaca la conclusión al
final de su trabajo tras elaborar unas líneas de investigación que deberían
seguirse, muy expresiva del escaso por no decir nulo aprecio de Guillén por el
poeta estudiado y que, hoy, no deja de confirmarnos cuáles era los limitados
objetivos de este trabajo y su destino final: “Cienfuegos es una gran voz, un
vozarrón, pero torpe; no tiene gusto ni tino, es muy pesado, se lee con fatiga.
Pero a la postre gana nuestra admiración aquel arrojo —humano y poco—, aquellos
maridajes de palabras —algunos muy felices—, aquel amor peligroso de todos los
extremos. Y si todo en él se halla a medio lograr, e interesa más por lo que
hubiera sido que por lo que es (un Cienfuegos posible salva siempre al
Cienfuegos de su obra); y si no ha escrito apenas una página sin mancha, mal
pueden apartarse del conjunto, siempre desigual, tosco y con desafinaciones,
algunas estrofas valientes, algunos versos de rara belleza. Pero la belleza, la
plenitud de la belleza —su fatalidad, romántica fatalidad— no está guardada
para él.” En estas palabras sí descubrimos al Jorge Guillén poeta y crítico,
que más tarde se revelaría con originalidad y personal singularidad en todos
trabajos filológicos y críticos.
La colección de inéditos publicada por
Guillermo Carnero incluye también otras pruebas que Guillén tuvo que realizar
ante el tribunal de oposición, dos temas sorteados del cuestionario: “Ascéticos
y místicos agustinos” y “Caracteres generales de la literatura española en el
siglo XIX”, así como los temidos “prácticos”, un análisis gramatical, histórico
y filológico de varias estrofas del “Libro de Buen Amor” del Arcipreste de Hita
y otro análisis literario histórico y métrico de un soneto de Francisco de Medrano. También edita
Se completa el libro con valiosos
documentos rescatados por Carnero de los archivos de
Carnero, al hilo de las investigaciones
sobre la obtención de la cátedra, dedica también un amplio espacio a las
actividades desarrolladas por Jorge Guillén en su época de Murcia, entre 1926 y
1929, cuando fundó en aquella ciudad, junto a Juan Guerrero Ruiz, la revista Verso y Prosa. La reconstrucción de
todos los sucesos entre el año 1925 y la marcha al exilio del poeta
vallisoletano es muy concienzuda, detallada y amena, y su valor reside en que,
por fin, se averigua la verdad de lo ocurrido con el poeta en
También sabemos por este libro, hasta
qué extremo o hasta qué punto colaboró Guillén con el régimen. El exilio sería
la única opción posible, pero, antes de lograrlo, Guillén, liberal de
conciencia y de estilo, sufrió todo tipo de persecuciones que soportó con
elegancia y paciencia, según testimonian los documentos aportados por Carnero.
El discurso del Día de
La poesía de Jorge
Guillén: Cántico
El poeta parte de una consideración
de esencias, aunque tiempo y vida son circunstancias que le preocupan y que
trasforman su análisis esencial de la naturaleza. Cántico, como espléndido producto inicial, va sufriendo a lo largo
de los años ampliaciones y va experimentando un crecimiento que lleva consigo
modificaciones de su forma de pensar ante el mundo. En la década de los
cuarenta, en 1945, Cántico ya se
subtitula Fe de vida y los setenta y
cinco poemas que aparecían en la edición de 1928 se han aumentado hasta 334 en la edición de 1950.
Por ello, la vitalidad de Cántico se evidencia en su condición de
“fe de vida”, inicial de un mundo poético que tendría su continuación en las
tres entregas de Clamor, su segundo
libro, a partir de 1957. Clamor se
subtitulará Tiempo de historia, porque
el poeta quiere implicar a su lector en la circunstancia temporal que ahora le
preocupa. Se comienza entonces un análisis de existencia y de vida. Las tres
entregas revestirán tres análisis del mundo: experiencia del mundo negativo en Maremágnum, que
aparece en 1957; experiencia de la historia personal de poeta frente al mundo y
al tiempo en ...Que van a dar en la mar; y experiencia
hacia una historia abierta en A la altura
de las circunstancias.
Con la aparición de Homenaje en 1967, Guillén recoge poemas
de todas las épocas, muchos de ellos de circunstancias, y busca junto al título
magnánimo y espléndido de Homenaje un
subtítulo evocador: Reunión de vidas.
No estarán ausentes de Homenaje los
latidos cotidianos de nuestro contemporáneo mundo y el poeta ante ellos
reflexionado e inquiriendo su significación. El poeta cree definitivamente
concluida su obra y le otorga un título general muy acorde con su larga
trayectoria: Aire nuestro. Reunión de
vidas, tiempo de historia, fe de vida, aire nuestro... Todos son símbolos de la
presencia del poeta en el mundo y con sus semejantes, en convivencia.
Pero todavía dos libros más habrían
de completar la producción guilleniana e iluminarla
con nuevas reflexiones y portentos. Y
otros poemas, en 1973, daría entrada a una gran meditación sobre el
instante y la vejez, al tiempo que se intensifica el importante componente
epigramático y satírico ya iniciado en Homenaje.
El poeta se enfrentará decididamente con el mundo moderno, con las agresiones
de la sociedad de nuestros días, saliendo airoso y con la moral muy alta.
En los años de Cántico
En Final, ya en 1981, y en la edición definitiva y póstuma de 1987,
Guillén insistirá, desde su perspectiva de
creador que ha logrado una supervivencia, en la idea del paso del tiempo
y del triunfo de la poesía sobre el mismo, mientras se plantea con agudeza en
tema general de la vida frente a la
muerte, de
Toda la poesía de Jorge Guillén,
observada en su conjunto, como deseaba el poeta, se constituye en un profundo
análisis de la vida del poeta y de su presencia en el mundo que va desde el
entusiasmo juvenil de Cántico hasta
las reflexiones de Final, no menos
llenas de ilusión y vitalidad. El tiempo, la vida —con sus grandes instantes
poéticos e inquietudes humanas del amor y de la muerte—, el mundo, nuestro
tiempo, nuestra vida y nuestro mundo, son los grandes temas permanentes de este
poeta analizador de la realidad y sublimador, a
través de su experiencia poética, de una existencia vitalista, humanizada y
ennoblecedora.
Cántico es un libro con historia. Guillén
comienza a construirlo, con numerosos poemas, de los que luego algunos serían
rechazados, en 1919, en Tregastel, en
El hecho de que la obra poética de Jorge
Guillén se presente, como deseaba el poeta, como un todo unitario no invalida la posibilidad de considerar al primer libro, a Cántico, como una unidad representativa
dentro del total. Cuando aparece por primera vez en 1928 se le considera ya,
desde el principio, una obra terminada, sin que fuera posible prever la
existencia de posteriores ediciones. Pero la historia de Cántico desmentiría esta visión, ya que, como ejemplo único en la
historia literaria española fue creciendo con el tiempo. La primera edición, de
1928, contenía 75 poemas; la segunda, de 1936, 125 poemas; la tercera, de 1945,
270; y la cuarta y definitiva, de 1950, 334 poemas.
Sevilla, 1927. Con los poetas de
su generación. Homenaje a Góngora.
El proceso de creación de Cántico a través de las transformaciones
operadas a lo largo de las cuatro ediciones revela progresos de gran interés en
los motivos y temas literarios que conforman el mundo poético del libro: el
hombre y las cosas, el ser, la plenitud del amor, la temporalidad, la muerte,
el dolor, el desorden. Se puede hablar de dos épocas en la manera de abordar
estos asuntos: una primera, formada por las dos primeras ediciones, antes de
Uno de los elementos constitutivos de
Cántico de mayor fuerza y permanencia
es el amor y su realidad, reflejada en una interpretación muy original del
poeta que nos presenta a los amantes y su relación en el marco de ese mundo de
intensidad construido en el poemario, con lo que se establece una relación
íntima y lúcida entre amor y realidad, amor y vida. Todo ello permite un
análisis más profundo del ser en el mundo, en busca de la perfección y de la
plenitud.
La multiplicidad temática de Cántico es, sin embargo, una de la notas más destacadas del libro. Además de los antes
apuntados, habría que citar el azar, el caos, la memoria, el goce, la
inminencia, el júbilo, la plenitud, la luz y el aire, todo enmarcado en una
activa relación entre espacio y tiempo, entre esencia y existencia, que
desemboca en un existencialismo vitalista único en la poesía española. La
condición objetiva y jubilosa de ese existencialismo en un presente continuo
determina la forma y estructura de todos los poemas.
Destaca en este aspecto el libro como
construcción formal, como arquitectura ordenada y armónica, en la que numerosos
elementos forman parte de un equilibro formal tanto en la relación de unos
poemas con otros como en la propia estructura interna de cada composición, lo
que determina, que, en cada nueva edición, se formalice una nueva estructura
formal de todo el conjunto.
La composición que ofrece Cántico en su versión definitiva se
estructura en cinco libros: en el primero de ellos, “Al aire de tu vuelo”, se
ofrece la relación del ser con la realidad; en el segundo, “Las horas
situadas”, el ser se enfrenta al tiempo; en el tercero, “ El pájaro en la
mano”, se afirma la multiplicidad de la existencia; en el cuarto, “Aquí mismo”,
ser y existencia se relacionan; y en el quinto, “Pleno ser”, se logra el canto
final de la plenitud y de la intensidad.
A pesar de las notas singulares que
definen a Cántico, la relación del
libro con el resto de la obra es fundamental, y así hay que destacar con el
propio Jorge Guillén, que “ya en Cántico
se insinúa Clamor”. Pero tan sólo se
insinúa. Por tanto hay que tener mucha prudencia a la hora de contrarrestar el apelativo de “puro”
que se atribuyó al Guillén de Cántico,
con el que se le tildó de deshumanizado. No
podemos, para demostrar que Cántico
no es poesía pura y deshumanizada,
interpretarlo como una denuncia comprometida de nuestro mundo en consonancia
con los libros posteriores de Aire nuestro, a partir del Clamor.
Si
bien Cántico exalta
jubilosamente el mundo natural, también
trata de la búsqueda de valores satisfactorios por parte del hombre, en
medio de un mundo limitado por el tiempo, por el sufrimiento y por la muerte. No debemos caer
en una falsa valoración de Cántico,
porque si, junto a los valores esenciales, destacamos preocupaciones
existenciales estaríamos delatando la falta de unidad de una obra, cuyo máximo
valor reside precisamente en el rigor de su unidad: perfección formal, lenguaje
preciso, construcción cuidadísima, exaltación del mundo, pero presencia del hombre en él, en convivencia, con
iniciales referencias a las crisis que
se producen en nuestro tiempo individual o
colectivamente.
Pero fue precisamente Jorge Guillén,
en El argumento de la obra, quien más
insistió, sin embargo, en destacar los aspectos negativos de Cántico. Publicado en Italia en 1961, trasformado
parcialmente, al ofrecerlo como prólogo a su
Selección de poemas de 1965 y
darlo a conocer por primera vez en
España, Guillén en estas fechas —años sesenta—, cuando está dando a conocer la
poesía de Clamor, en sus tres
entregas, tiene interés, sobre todo, en conectar su primer libro con los
restantes de Aire nuestro, que
empiezan a conocerse entonces. Y, por ello, en El argumento de la obra, referido a Cántico exclusivamente, de sus cuatro breves partes, las dos
últimas estarán dedicadas exclusivamente a definir los elementos negativos presentes en el primer libro.
Así, todo el breve capítulo tercero
está destinado a demostrar al lector la presencia de los siguientes elementos
de nuestro vida contemporánea que lo hacen ingrato, frente al mundo
esplendoroso y perfecto de Cántico:
crisis, ruidos hostiles, peleas, ruidos de animales, ruidos enigmáticos, ruidos
demoníacos; presencia del azar como fuerza disturbadora
de la paz y la perfección del hombre, relación entre el azar y la muerte, azar
sin sentido, azar sin suerte, dominio del azar, azar indómito, azar anticreador, necesidad de luchar contra el azar y
dominarlo; caos, barullo, batahola, desorden físico, caos niebla, caos ciudad,
caos muchedumbre, caos confusión, desorden social, peligros de la tierra,
conflictos de la historia, elementos demoníacos; dolor, llanto, angustia, dolor
compartido, resistencia al dolor, voluntad contra el dolor; tiempos, tiempo
pasado (historia), tiempo presente fluyente, tiempo futuro: mañana incierto,
tiempo en jardines, tiempo al tiempo, y un largo apartado final dedicado a la
muerte, en sus distintas presencias en Cántico: muerte a lo lejos, camposantos,
muerte esperada, muerte detenida, etc.
Homenaje en Madrid. 1949. Con Gerardo Diego,
Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso y otros poetas.
Hacia Aire nuestro. Y otros poemas
Cuando en 1957 se publica la primera
entrega del que será su segundo libro, Clamor,
y que llevará por título Maremágnum,
las primeras críticas ya advirtieron la continuidad del mundo poético sin que
se produjese la temida renuncia de Guillén a su propia personalidad poética
para integrarse en mundos más comprometidos. Sin embargo, y afortunadamente,
la realidad fue muy otra: al aparecer Maremágnum, a pesar de la existencia de elementos
negativos, éstos se armonizan en una renovada consideración de la realidad,
equilibrada y desde luego lógica evolución desde el mundo último de Cántico, cada vez más comprometido con lo cotidiano y lo
pasajero.
El mundo poético no se ofrece tan
perfecto como en Cántico, pero la
sublimación de la realidad cotidiana recupera muchos de los modos del primer
libro, mientras el poeta se introduce en nuevos compromisos, nuevas visiones de
la realidad circundante, en tanto que afectan al ser humano y al poeta, a
veces, eso sí, negativamente. El mundo con su belleza, con su esplendor y su
plenitud siguen existiendo y merecen ser cantados. Pero la vida está sometida a
una serie de fuerzas negativas que han irrumpido con su poder imparable en nuestro
cotidiano vivir, y el poeta protesta frente a ellas y deja testimonio en sus
versos de un mundo de confusión, desorden e injusticia, un mundo de guerras y
hambre, de persecuciones políticas raciales, de terror atómico. No se trata de
que la belleza haya desaparecido de nuestro mundo ni de que, como consecuencia
de ello, Guillén ya no escriba sino una poesía de angustia y desesperanza.
Y fue el propio Guillén, en 1963, el
que, en conversación con el hispanista
francés Claude Couffon,
daba la clave de lo que sería el nuevo
libro, parte de una obra completa mucho más amplia y no desconectado de Cántico: “He emprendido un nuevo libro, Clamor, cuyas proporciones serán
análogas a las de Cántico. En este
último libro ya había yo aludido a ciertas fuerzas que considero negativas para
el estado de plenitud en la vida. Se trata del mal, del desorden, del azar, del
paso destructor del tiempo, de la muerte. En Clamor quisiera desarrollar estos temas, pero no ya de una forma
general, como en Cántico, sino de
una manera concreta, vinculada a la vida
contemporánea y a la historia. Esto no
implica por mi parte un cambio de actitud, sino sencillamente que ha llegado
para mí el momento de evocar estas fuerzas. Clamor
será, por consiguiente, el complemento de Cántico”.
A la luz de estas observaciones tan
precisas, la obra completa de Jorge Guillén requiere una lectura actual, una
lectura que centre, no sólo lo que fue Cántico,
tan importante para la lírica española de nuestro siglo XX, sino las restantes aportaciones
de Guillén, tan significativas en su enfrentamiento de la realidad, de eso que los críticos de
Guillén suelen denominar “nuestro mundo”, frente al mundo general e inconcreto de Cántico.
Jorge Guillén es siempre cantor del mundo, de ese mundo que está bien hecho en Cántico, pero que, a partir de Clamor
—e incluso en algunos de los poemas últimos de Cántico—, ya no está tan
bien hecho, sino que tiene sus defectos.
El espacio universal, el mundo de
“pleno ser”, siempre patente, brillante, cenital, se convierte, de pronto, en
el mundo diario de nuestro vivir. La
noción espacio‑mundo se concreta en un tiempo
preciso, el nuestro, nuestro tiempo. En Clamor,
el poeta inicia realmente ese análisis lúcido que lo definirá —abriendo un
nuevo camino en la crítica de la poesía
española contemporánea— como poeta del
presente concreto. El adjetivo nuestro
adquiere un valor de tiempo y de
historia. En “El acorde”, primer poema de Clamor,
comparece nuestro vivir. Aire nuestro, con el adjetivo nuestro,
será el título definitivo de toda la obra de Jorge Guillén. Mientras Cántico será subtitulado “Fe de vida”, Clamor recibirá el de “Tiempo de historia”. “Reunión de vidas”
será el subtítulo de Homenaje.
Tiempo, vida, historia. El subtítulo
de “tiempo de historia” alude a algo más que a nuestra propia existencia. La
respuesta, tan fuera ya del espíritu de Cántico,
la dará el mismo poeta en 1963 cuando dice que la nueva obra se preocupa de
“...el suceder del tiempo, no tanto en su desarrollo histórico como en su
desenvolvimiento general. Es el melancólico tiempo que pasa, y, como siempre,
el curso temporal con su carga de recuerdos del pasado va hacia un futuro que
acaba individualmente en la muerte”.
El interés por todo ello de esta
parte menos conocida de la obra de
Guillén, o por decirlo de otra forma, de esta poesía menos “guilleniana”
—si nos empeñamos en designar con ese
adjetivo a aquella poesía de Cántico
en la que Guillén parte de la poesía
pura hacia una personal y muy peculiar contemplación del mundo— aumenta a la hora de valorar,
desde Clamor a Final el sentido ético y humanístico de una poesía que enjuicia
al hombre en su mundo y compromete al
lector —al interlocutor, como lo llamará Guillén en alguna ocasión— en ese
análisis de nuestro mundo, con sus
dificultades, con sus bajezas, con su caos, que
muchas veces escapa al sentimiento de una mayoría de humanos y depende sólo de unos pocos, de aquellos que
constituyen la autoridad, el poder.
El protagonista del ciclo de Clamor, de acuerdo con la presencia en
la poesía de estos libros un cierto tono social y comprometido, muy acorde con
los finales de los cincuenta y primeros sesenta, pero también muy discutido por
un importante sector de la crítica, que defiende la unidad del mundo poético guilleniano, no sólo es el hombre contemporáneo, el hombre
de nuestro tiempo, angustiado, amenazado, víctima de violencias, persecuciones,
guerras, hambres, terror atómico, sino también, más en la línea del pensamiento
expresado por Guillén y confirmado por el resto de su poesía, el “animal humano”, con sus
vivencias, con sus pequeños placeres
vitales, con sus angustias también, pero estas amortiguadas por una gran
esperanza y por un valiente vitalismo, que acompañó al poeta hasta su poesía de
senectud.
El ser humano en convivencia con los
demás, el hombre en sociedad vital, que no reivindica socialmente sus derechos,
sino que defiende ante todo la vida. Maremágnum representará, en algunos de los poemas, el mundo,
incomprensible para el ser pacífico, que rodea con su caos a la víctima de la
incomprensión y de la pérdida de unos
valores éticos, que el hombre concreto genera en convivencia. Por ello, en Clamor veremos siempre al protagonista
rodeado de otros, observándolos y sintiéndose observado por ellos, pero también
estará presente la naturaleza, la belleza de entornos paisajísticos, que al
poeta le recuerdan que el mundo sigue estando bien hecho, aunque el hombre lo
trasforma y, a veces, lo estropea.
Tiempo y vida de un poeta contemporáneo,
comprometido con sus semejantes, con la sociedad “humana” que sufre, en estos
años, la mayor deshumanización. Tiempo y vida que permanecen imperecederos y
que desarrollan una meditación que no se corresponde sólo con los años
cuarenta, cincuenta y sesenta de un poeta español exiliado. Son reflexiones de
ética general, que afectan a todos los días de nuestro mundo y que superan lo
meramente circunstancial para convertirse en análisis comprometido de nuestro tiempo. En lucha contra la
injusticia, clamando entre el silencio
de los sumisos y de la conformidad, Guillén traza sus versos con el pulso firme de una actitud
vitalista que defiende, ante todo, la
vida y su realidad. Poeta en el mundo, poeta del mundo y de nuestro mundo,
contribuye a concebir esa esperanza siempre presente, nunca perdida, en la vida
y en su sentido, por más que el poeta
sienta, a veces, miedo, temor, ira.
En la realidad total de la obra de
Jorge Guillén, ...Que van
a dar en la mar, segundo libro de Clamor, se constituye en la expresión más personal de ese “clamor”
entonado por el poeta, hasta el punto de
que se ha llegado a establecer una relación muy íntima entre su propia vida,
particularmente el nutrido gran espacio
dedicado al episodio amoroso, y este “clamor” personal ante el mundo que se
traduce en una expresiva elegía del tiempo y de la edad.
La evocación de Jorge Manrique,
manifestada en el título del libro, es algo más, mucho más que una mera
referencia literaria que el poeta nos ofrece como signo de una ley
incontrovertible: el hombre está condenado a morir y su vida no es sino un
constante fluir de ese río que inevitablemente le habrá de conducir a la mar,
que es el morir. La alusión manriqueña está clara y
merece la pena insistir en ella una vez más, a pesar de que la primera
bibliografía sobre este libro guilleniano estableció
con claridad el parentesco.
También nos interesa manifestar la
relación del poeta con el vivir contemporáneo, igualmente presente —y de qué
modo— en este libro más personal, en este libro en el que Guillén ha puesto más
de sí mismo. En ..Que van a dar en la mar se mantienen los
signos de análisis del mundo contemporáneo que habían sido la base de Clamor desde su primer libro, es decir,
que habían constituido el sentido de Maremágnum, aunque desde el primer momento el se pueda establecer la diferencia del
enfoque. Maremágnum
sería básicamente la expresión de una concreta situación histórica, mientras …Que van a dar en la mar, reitera y
profundiza subjetivamente alguno motivos que permanecen siempre en la obra de
Guillén, pero que ahora se agudizan: la muerte y del tiempo pasajero, vejez y
juventud, enfermedad y amor, memoria, vistos desde la perspectiva del acontecer
personal, de la propia autobiografía del poeta.
De las siete secciones de que está compuesto ...Que van a
dar en la mar, la que ocupa el quinto lugar es la que en sus contenidos más se aproxima a la exigencia del
poeta como analizador del mundo actual. Aunque muchos de los poemas siguen vinculados a esa gran reflexión de la vida,
la muerte y el tiempo, que es el signo
dominante del segundo libro de Clamor,
en esta sección entran de lleno los
temas que más preocupan al poeta como habitante del mundo, ese mundo que aturde
y altera la sana reflexión y contemplación evocadora que ha constituido el
resto del libro, y en cuyas páginas también hallaremos preocupaciones propias
del hombre contemporáneo, tan alejadas del poeta medieval que sirve de emblema
a este libro, tan distantes de los mundos evocados por Jorge Manrique, ya que
la gran diferencia que existe entre los dos poetas, en su análisis y en su
reflexión del mundo como transcurso y como fluir imparable y perecedero, reside
en su perspectiva.
La tercera entrega de Clamor, A la altura de las circunstancias, confirmó en su totalidad el
espíritu general de esta obra tripartita guilleniana,
que ya se había puesto de manifiesto en
el primero de sus libros, Maremágnum. A la
altura de las circunstancias se nos
ofrece, en cierto modo, como síntesis de los planteamientos realizados por
Jorge Guillén en los dos primeros libros de Clamor,
de manera que en este tercer libro se cierra el ciclo compacto de su protesta
contra el mundo, contra los enemigos de
nuestro vivir contemporáneo.
Y de forma sintética, porque si en Maremágnum el
poeta se había enfrentado contra el caos y el
desorden de nuestra existencia, y en ...Que
van a dar en la mar había advertido
la brevedad de nuestra vida y la aguda angustia del paso del tiempo que determinan
la naturaleza humana, en A la altura de las circunstancias se cierra
este tiempo de historia ofreciéndonos la imagen del hombre en el mundo, agitado
por su desorden y por su caos,
sobreviviendo al paso del tiempo, pero también siendo protagonista y víctima de
su tiempo de historia. Tiempo, mundo, historia en definitiva del hombre‑animal humano, alcanzan en este libro la expresión comprometida de un poeta
que ha sufrido directamente esa historia
y que ha descubierto, por propia experiencia, que la historia está sujeta a los
designios del hombre, dominador de este
planeta, pero que ejerce su poder con error constante. Víctima, por tanto, de
los errores de otros. Y, por encima de
todo, la dignidad del hombre.
Sin embargo, en A la altura de las circunstancias, como ocurría en los otros dos
libros de Clamor, también existe la
esperanza y los poemas más angustiados, los poemas más negativos siempre
tendrán, en algún momento de su transcurso, un aire de esperanza, bajo la
mirada serena de este Guillén crítico, pero conciliador; satírico, pero
esperanzado; incisivo, pero inmerso en la realidad de una vida que continúa, y
que, al final, siempre ofrece una esperanza.
A la altura de las circunstancias será un libro de compromiso, tal como ya se expone en
su mismo título, inspirado por el Antonio Machado de Juan de Mairena. Más vale estar a la
altura de las circunstancias que no escurrir el bulto, sobrevivir y revivir por
encima de ignorar y de no conocer. Mundo y ser humano se enfrentan ante un
poeta absorto y dispuesto a repartir entre lo negativo y lo positivo la lección
ética de un libro que corona un ciclo
decisivo. “Es más difícil estar a la altura de la circunstancias que au desus de la mêlée” es la frase recordada por Guillén de Antonio Machado, que el poeta toma como
bandera en este libro, como antes había tomado, en un mismo papel, a los
poetas medievales Juan Ruiz Arcipreste
de Hita (Maremágnum)
y Jorge Manrique (...Que van a dar en la mar).
Ahora Guillén se enfrenta al
acontecer de toda una vida con afán de superación, según se advierte en todo el
libro. Superación humana de la adversidad patente, como indicó Guillén cuando
explicaba el sentido de esta tercera
entrega de Clamor: “Hay que
estar a la altura de las circunstancias.
No es posible abandonarse al apocalipsis, a una final
anulación. La vida, la continuidad de la vida tienen que afirmarse a través de todas estas
experiencias y dificultades. Por eso, aquí en este libro se presenta más bien
la condición general del hombre, porque la realización del hombre es la meta a
la que todos nuestros esfuerzos deben tender. Nosotros no somos más que una
tentativa hacia una plenitud propiamente humana.”
Por ello, nada más aparecer el libro,
se advirtió la alternancia cuidadosa entre poemas “clamorosos” y poemas más
optimistas, poemas negativos y poemas positivos, dentro de la capacidad guilleniana para organizar un libro poético y situar en él
de manera estudiada las composiciones que lo integran. Lo cierto es que esta
actitud de síntesis aleja al poeta, definitivamente, y hay que insistir en ello
una vez más, del mundo optimista de Cántico,
aunque siempre quedan recuerdos de esas visiones virginales.
Contiene esta tercera parte de Clamor un nuevo enfrentamiento del ser
humano, representado por la vida misma del propio poeta, al mundo que le ha
tocado vivir, ya que es mucha la importancia que en este libro de “historia”
tiene la historia personal del poeta, su propia autobiografía, ya que el libro
está nutrido constantemente por las propias experiencias negativas del poeta en
su transcurrir vital. Lo cierto es que lo primero que se distinguió de la obra,
a pesar de su carácter negativo hacia
ciertas visiones del mundo, fue su anhelo de esperanza y de encuentro en la
experiencia vivida de la lección vital que supone la superación de las
adversidades.
Pero al lado de esta versión
positivista, que sin duda está presente en el libro, para que tenga una validez
real, tienen que estar presentes también los aspectos más negativos del hombre
inmerso en su propia historia. Este tercer “tiempo de historia” nos presentará, como los dos anteriores,
aspectos ingratos de este mundo, que el
poeta descubre y denuncia, sin duda para establecer el ansia de superación que
su planteamiento ético exige en la obra.
Homenaje
en el contexto de la obra guilleniana constituye una excepción total, ya que, por más
que se integre, como el poeta quería, en su condición de tercera parte de Aire
nuestro, en el conjunto total de la obra guilleniana,
es un libro diferente, muy distinto de los dos
anteriores. La crítica especializada que a este Homenaje
se aproximó a raíz de su aparición, no dudó en señalar la excepción y en
valorar precisamente el libro por constituir algo tan absolutamente insólito en
la literatura española como esta gran
glosa de los libros y la amistad que
supone Homenaje, y que, por
esa misma razón, se constituye en singular producción, expresiva de una
reflexión literaria y cultural muy subjetiva por parte del poeta.
En la época de Homenaje
Homenaje, que cierra como tercera parte el
conjunto de toda la obra de poeta, y que en ese mismo 1967 recibe el título
general de Aire nuestro, viene a ser
una especie de institucionalización de la poesía de circunstancias, ya que son
los nombres, las lecturas, las traducciones y todo lo que al poeta-lector le
rodea la sustancia poética que da forma a la colección. un así, se destaca la
presencia de otros elementos fundamentales en el libro, como la notable
presencia del amor y una revitalización de la intimidad del yo que no hacen
sino proporcionar al libro un aspectos misceláneo y múltiple, alejado del
modelo escrupuloso de colección, ya consagrado en Cántico. El poeta, desde la poesía y la cultura adquirida a través
de los libros, llega a realizar un canto a la amistad, en cuyo canto entran
también aspectos de la vida diaria, lo menudo y lo cotidiano
En la línea de toda la poesía
anterior, y como cierre final de Aire
nuestro, Homenaje muestra signos
de relación e incluso de unidad con los dos libros anteriores, sobre todo en lo
que se refiere a la reflexión moral, al análisis de la vida y del tiempo, a las
consideraciones sobre la sociedad y la convivencia, sobre el mundo
contemporáneo. Preocupaciones metafísicas las hay, como hay también presencia del poeta frente a
nuestro mundo, aunque, desde luego, en menor medida que en otros de sus libros,
quizá sencillamente, porque en la
ordenación de la obra guilleniana Homenaje debía ser un libro
fundamentalmente positivo, un libro de entusiasmo ante los más queridos seres
de la existencia del poeta: los libros, los amigos, y en el “centro”, el gran
episodio del amor, colofón definitivo del carácter positivo de este libro, contemporáneo
en sus composiciones a toda la serie de Clamor,
ya que se sitúan sus fechas entre 1949 y
1966.
Homenaje, por otro lado, es en gran parte la
obra poética de un lector. Su mundo
poético central y constitutivo está formado por los libros, los de todos
aquellos escritores de la literatura universal que forman también parte de la
existencia del poeta, quien a través de su palabra poética, rinde tributo de
admiración. La experiencia poética aquí, en su casi totalidad, es una
experiencia e lector y la emoción transmitida surge de la lectura de numerosos
escritores universales clásicos y contemporáneos.
Pero en una obra de Jorge Guillén no
puede dejar de haber preocupaciones humanas, reflejo de su presencia en el
mundo. Es imposible que nuestro mundo esté ausente de una poesía que, por muy
ordenada y bien distribuida que nos la ofrezca el poeta, no perciba
los latidos de la vida y del mundo en el que se está. Guillén, y los libros y los amigos, pero
también Guillén presente en nuestro mundo.
Por ello, ya algunos críticos
perspicaces advirtieron, en el amplio contexto literario que constituye Homenaje, rasgos que son comunes a toda
la obra de Jorge Guillen. Y, el mismo modo que en los libros anteriores,
idéntica ideología preside las reflexiones de Homenaje, constituida por un humanismo liberal, reflexivo y
comprometido con la convivencia y con la libertad, pero también con la
reflexión satírica y la denuncia constante de los enemigos del hombre, de los
malignos que con su actitud, de palabra o de obra, atentan contra los
principios fundamentales de la libertad y de la coexistencia pacífica, de la
relación con los demás y la convivencia. Justamente, en la línea de las
reflexiones contenidas en la serie de Clamor,
son descubiertos y denunciados, satirizados, a veces con fino sarcasmo o con
elocuente ironía, quienes con su forma de vida irrumpen en un anhelado mundo de
convivencia y de paz. Descubre igualmente a los que actúan con torpeza, a
quienes con su actitud poco inteligente, alteran el normal desarrollo de la
convivencia.
La aparición, en 1973, de un nuevo
libro, con el título sorprendente de Y
otros poemas, acentúa la dedicación de Jorge Guillén a la poesía ética y
satírica. Corresponde a la poesía de Jorge Guillén que se publica en la década
de los setenta, una representación muy fecunda
de su visión ética del mundo. Para los lectores del Guillén de los
libros anteriores, la publicación de un nuevo libro representa un gran avance
en el análisis sereno que el poeta lleva a cabo de la sociedad contemporánea, desde el punto de
vista de la convivencia, desde la perspectiva del análisis ético.
Guillén inicia ahora una actitud ante
sus semejantes que alcanzará valores muy positivos en los poemas que le quedan
por escribir hasta su muerte en 1981. Si
su poesía, a través de Cántico, se
había distinguido por su visión estética del mundo, su visión esencial, y en
los libros de Clamor había alcanzado
una dimensión social y existencial, para centrarse en las circunstancias, en Homenaje, y comenzar al mismo tiempo una
trayectoria de poesía moral, ahora, con el nuevo libro, con Y otros poemas, esta veta alcanza una
activación muy notable, que hemos de vincular a la edad y a la visión del mundo del poeta.
Cuando Jorge Guillén publica Y otros poemas tiene
ya ochenta años que ha cumplido al comenzar ese 1973. Puede decirse que el
poeta, a lo largo del libro, realiza una última confesión de que ha vivido,
aunque éste su último libro en esa fecha no sea, en el estricto sentido de la palabra, un libro de memorias.
Parece, sin embargo, que sí hay en él, y
en gran medida, mucho de memoria, más
de evocación y recuerdo subjetivado en la perspectiva de lo crítico y aun de lo
satírico.
El poeta ha ido ampliando su obra con
el tiempo y registrando en ella, cada vez con mayor fecundidad, los impulsos
vitales que han ido forjando su dilatada existencia, por lo que puede afirmarse
que éste y su último libro, Final, es
toda una gran culminación de aquella obra en la que lo humano, lo más intensa y
entrañablemente humano, ha ido abriéndose paso entre temas más moderadamente
superficiales, escasos por otro lado en la obra de Guillén.
En 1973, Y otros poemas era un meta, era una parada en una trayectoria que
todavía tendrá una continuación y, más que una continuación, una culminación en
el definitivo Final, obra que
desarrolla un mundo de reflexión, próximo al desenlace definitivo, en el que
las inquietudes morales ahora iniciadas alcanzan dimensiones sobrecogedoras,
totalmente nuevas y originales en el mundo de la poesía española contemporánea.
Habría que ir a nuestro Siglo de Oro, buscar en nuestra más vital poesía
metafísica, para encontrar parangón al que comparar esta poesía “final” de
Jorge Guillén.
Y otros poemas refleja sobre todo la existencia del
ser humano en el mundo, en ese mundo nuestro que nos ha tocado vivir, contra el
que el poeta viene rebelándose desde los años de Maremágnum, aunque ahora el punto
de vista, el enfoque sea mucho más afiladamente irónico en su más frecuente y
general expresión. Aun así, no está ausente la nota de desánimo y resignación o
la de cólera que supera al “clamor”.
Interesa sobre todo una serie de
motivos y reflexiones que parecen extraordinariamente sugerentes de una actitud ante la vida que los años han
modulado. La venturosa vejez de Guillén le hace observar ahora nuestro mundo,
el mundo contemporáneo, con un escepticismo irónico y elegante que le permite
superar, y en algunos casos menospreciar, lo que a otras mentes cándidas
pudiera parecerles deslumbrante.
Los años del poeta, ese estar de
vuelta de muchas cosas, y la residencia en un país, como EE.UU.,
tan avanzado, poderosamente industrializado, le hacen conocer bien, muy de
cerca, lo que el mundo moderno puede ofrecerle. Téngase en cuenta que Guillén,
nacido en Valladolid, es un temperamento —según se desprende de muchos de sus
poemas— amante de la sana tradición y de los viejos valores, que no por viejos
son perecederos o caducos, sino
permanentes y vivos. Italia ofrece a Guillén mucho en este sentido, y con
frecuencia aparece en sus páginas, como también los veteranos temas de la
naturaleza, las flores, los árboles, el
cielo, el mar, los ríos..., aunque siempre envueltos en un simbolismo que, unas
veces profundo, otras más evidente, en todo caso aparece intelectualizado y nos
sirve a los lectores para hacernos sentir inmersos en nuestra propia
existencia.
Se advierte en Y otros poemas, ante todo, un aliento humano, encendido y
fortalecedor. Jorge Guillén es un poeta que se sitúa ante nuestra sociedad
contemporánea y vive sus precarios valores, fustiga los intentos —y los logros— de hacerlos desaparecer y
satiriza la contumaz incomprensión característica de nuestro tiempo. Nada más
auténticamente lírico que la pasión del octogenario poeta transcrita a lo largo
de sus siempre pulcros versos. Mucho tiempo ha transcurrido desde Cántico, e incluso desde el totalizador Aire nuestro una gran distancia existe.
Podemos considerar que Guillén ha
trascendido estos límites y ha aumentado su visión del mundo y de la vida con
nuevas perspectivas universalizadoras que, en todo
caso, amplían y enriquecen la anterior visión y hacen de Aire nuestro y otros poemas
una mucho más completa interpretación de nuestro mundo con toda la variada serie de enfoques que a lo
largo de cincuenta años ha ido creando el poeta al aire —nuestro— de sus
impulsos cambiantes. Final como conclusión poética general
vendrá a confirmar lo que en los libros
anteriores es expresión de anhelos y
riqueza de mundos vitales.
Pero ¿pueden alterar esa gran moral,
ese espíritu fuerte, las sátiras,
ironías y críticas afiladas de este interesante libro? La realidad es que no,
sino que a través de ellas realiza Jorge Guillén de nuevo un mundo ideal,
deseable, estimado, lleno de gozo, que se presiente como aspiración deseada y
como anhelo enriquecedor en las
apasionadas diatribas contra nuestro tiempo. A esta alta moral quedan unidos el
sentido plural de su poesía, que desde Cántico hasta nuestros días ha ido
sintiendo el mundo en cambio y haciéndolo sentir. La cosmovisión guilleniana queda
así forjada y construida como una energía
que ha sido capaz de registrar todos los
variados latidos constitutivos de la vida de
Jorge Guillén. Desde el día de 1919, en que ofrecía de nuestro mundo una
visión nueva y optimista, hasta los años setenta en que se escribe Y otros poemas han pasado muchas horas,
pero esas horas y sus días y sus
impulsos han valido para enriquecer el
mundo y la poesía con la gran experiencia vital de un poeta intenso e integrador.
En el conjunto de la obra completa de Jorge
Guillén, Final viene a confirmar la
presencia del poeta en la sociedad contemporánea y la presencia de ésta en su poesía de una manera
particularmente acentuada. Final
consagra, dado su carácter sintético, como Y
otros poemas, la confluencia y conjunción de las diferentes tendencias expresadas en la
poesía guilleniana, y dedica importantes espacios a
la situación del poeta en el mundo, a la
situación de este mundo y a la “convivencia” como forma de relación entre los animales humanos, los
bípedos, que este mundo dominan y
habitan.
Últimos años
Mientras que otros libros revestían un tono más
monográfico —aunque ya hemos demostrado que en Guillén el libro especializado,
como podría ser Homenaje, no se da en
su totalidad o plenitud—, un tono más
monotemático, como es la intención de
las tres series de Clamor, Final se formaliza como una gran síntesis última —“final”— del pensamiento
guilleniano. La plena lucidez que el poeta siente en
sus años de avanzada edad, la gran
claridad mental y la extraordinaria capacidad de observación y de autoanálisis, la seriedad de unos presupuestos afianzados a
lo largo de una vida fiel a sí misma, la experiencia del mundo y del arte, la
gran experiencia de la poesía, forjada en la fecundidad de una obra extensa,
profunda y especialmente lúcida, culmina en este libro que, con toda dignidad,
representa el máximo exponente de la poesía española de senectud, entre cuyas
preocupaciones fundamentales están las metafísicas, el más allá y la muerte,
pero también están, y muy presentes, las
físicas, las del mundo y la actual sociedad de consumo.
El poeta continúa viviendo en este
mundo y lo analiza junto a su propio transcurrir cotidiano, simultáneo al
propio autoanálisis que constituye su cotidiana
tentativa. El poeta, como recordaba por aquellos años ochenta, se enfrenta a la sociedad con su
poesía y la analiza, la critica, la satiriza —recordando el significado griego
de la palabra “sátira”, como análisis del
mundo en que vivimos, como censura de sus males. Y quizá la edad, la
senectud, es el momento más idóneo para enfrentar esta visión en claridad.
“Todo más claro”, recordando un título de Salinas, parece verse el mundo desde
la atalaya de la vejez. El poeta entonces escruta la sociedad del presente y
descubre sus males, pero también, en
alarde de tolerancia y moderación, igualmente ve su lado positivo. La porción
de esperanza nunca falta, en consonancia con lo que se ha expresado a lo largo
de la obra anterior, a lo largo de todo Aire
nuestro.
Guillén, que tan aficionado era a las
expresiones cotidianas del lenguaje coloquial, tanto por su expresividad como
por su buen gusto en muchos de los casos, está de vuelta de muchas cosas, dicho
sea en expresión coloquial, de muchas de las
circunstancias de la vida, y, por ello, su visión del mundo al final es
aún más lúcida, más vital, más enérgica en sus condenas, más magnánima en sus
aprobaciones.
Poesía en definitiva de nuestro mundo
y para nuestro mundo, que Final, como
libro de síntesis y como poesía de senectud, resume y consagra, en las últimas
y entrañables páginas que el poeta escribió casi con noventa años, sorprendido —siempre— ante la
torpeza de este planeta humano mal
hecho, mal hecho por sus habitantes, los energúmenos bípedos que están
presentes y denunciados siempre en su poesía, junto a los “transeúntes”
bondadosos, transeúntes moderados como lo fue el propio Guillén y como dejó
claro y bien en su poesía de la alta
edad, de la dignísima senectud.
Desde luego, Final interesa por la multiplicidad de sus sugerencias, por los
diferentes registros a los que somete distintos asuntos que al poeta preocupan
en estos momentos, algunos característicos del momento de su vida en que
son juzgados, y otros, habituales en su
poesía, pero que reciben un enfoque
particular y preciso, relacionable con su
condición de poemas de senectud. Y, posiblemente, no haya nada tan
característico de esta edad como su
interés por todo.
Los poemas de Final indagan, de nuevo, en la realidad del poeta, en la
naturaleza, en la historia y en el destino del hombre con la misma energía
vitalista de los orígenes desplegada en una multiplicidad de enfoques que
transita del entusiasmo a la sátira política y a la condena moral, y que
adquiere especial trascendencia al intercambiarse en muchos de sus poemas con
la reflexión estética y existencial. Este tipo de lírica intimista e
introspectiva, analizadora desde el interior de la realidad circundante, que ya
era decisiva en Cántico de 1945, es en Final, como en Y otros poemas,
fundamento básico de toda esta etapa, característica de un tono de senectud
propio de esta época última, de tal manera que otorga profundo sentido a lo que
en este Final se desarrolla como reflexión del mundo y de la
sociedad en convivencia.
Estamos pues ante una poesía de alto
contenido ético, en consonancia con lo que en los libros anteriores ha
realizado el poeta, pero acentuada por las exigencias de la propia edad y de la
superior inmersión del poeta en el mundo, ya iniciada de forma masiva en Y
otros poemas. El análisis de los comportamientos humanos, naturalmente, se
halla presidido por una clara posición ideológica, liberal y democrática, como
le gustaba al poeta decir en sus últimos años, burlando un
tanto adscripciones ideológicas más concretas, frecuentes en los
intelectuales de los setenta en España.
En realidad, sigue cultivando el
pensamiento humanista que definió su poesía anteriormente: pensamiento
humanista que se rebela ante la actual crisis de valores y lucha por la restitución de las
grandes virtudes humanísticas de la
tolerancia y la convivencia, porque ante todo
Guillén sigue proclamando su fe en el mundo, y, más que nada, su mantenida
fe en la vida, “fe de vida”, que culminará en los versos finales del libro, en
un anhelo muy de nuestro mundo y muy de
nuestro tiempo, cuando proclame su alegato por la paz. La consideración del
mundo llevada a cabo por el poeta está
vinculada a la presencia del hombre en ese mundo y en su historia, que siempre
es “voluntad del hombre”. Los pronunciamientos y valoraciones de Guillén
justificarán siempre “el arraigo planetario del poeta”, su deseo de ser en el
mundo, de respirar.
La prosa de Jorge Guillén
Jorge Guillén publicó entre 1918 y 1929
más de un centenar de artículos periodísticos, que fueron recopilados por K. M.
Sibbald en su libro Hacia “Cántico”. Escritos de los años 20. Posteriormente, en 1999,
han sido recogidos por Francisco J. Díaz de Castro en la edición de
Nos referimos ahora a su actividad
periodística llevada a cabo en estos años. Guillén, tal como estableció Kate Sibbald, comenzó a publicar
artículos en la prensa bien pronto, en 1918, en el periódico El Norte de Castilla de Valladolid. Su
artículo más antiguo conservado es el titulado “Apología de Abel”, que aparece
en Castilla. Suplemento Literario de El Norte de Castilla, periódico al que
estaba unido por relaciones de su familia. El diario vallisoletano se
convertiría así en el destino habitual de sus artículos junto a
Su primer artículo es de un gran
interés ya para juzgar cuál va a ser la actividad periodística más frecuentada
por el poeta y cuáles los presupuestos ideológicos y literarios en que se va a
sustentar. Se titula el artículo “Apología de Abel” y se establece como un
diálogo entre dos personajes, Pepe Arias y Joaquín Ansúrez,
en torno a la novela de Unamuno, y, en particular, a
la posibilidad de desdoblarse, de suplantar a otro, ya que como señala el
primero de los dos personajes inventados: “no comprendo que nadie se disponga a
dar la vida por poder ser otro, ni siquiera comprendo que nadie quiera ser
otro. Ser otro, es dejar de ser uno, de ser lo que es”. Dividido en tres
partes, tituladas “Paralelismos”, “Bebedizos” y “Una historia de pasión”,
recorre a través de la conversación de estos dos lectores de Don Miguel, la
originalidad de planteamientos utilizados por el novelista, de manera que
pronto se llega a una conclusión reveladora de los valores que prefiere Guillén
en el maestro, y sobre todo lo que significa su aportación mayor, su
modernidad.
Pero hay que señalar que el grueso de
la actividad periodística en estos años se desarrolla a partir de su marcha a
París, desde donde muy pronto actúa como “corresponsal” para el periódico
Señala K. M. Sibbald
que “el tono de aquellos análisis de la situación precaria de Europa puede
reconocerse en los poemas posteriores de Clamor,
cuyos temas son las atrocidades cometidas en una Europa nuevamente fragmentada
por la guerra. Hay una concordancia estricta entre la preocupación similar por
el sufrimiento humano y la denuncia humanitaria de la injusticia y la
deliberada crueldad”. Guillén se expresa con
una fuerza expresiva muy especial que refleja su indignación mientras su
lenguaje escogido no oculta la dureza de sus reclamaciones:
Las crónicas desde París se concentran
fundamentalmente en los años 1921 (con 38 crónicas) y 1922 (con 13), aparecidas
todas en
La colección se completa con cuatro
crónicas, pertenecientes a 1928-1929, dedicadas, respectivamente, a Matilde Pomès, Jules Supervielle, Proust y una final titulada “Poesía central”. Pero estos
cuatro artículos difieren en mucho de los que escribiera al principio de la
década, tienen otro espíritu, otro estilo, y carecen de la impetuosidad que vemos
en sus primeras crónicas francesas. El primero de ellos aparece en
Son las crónicas
de París de lo más variado que imaginarse pueda, y ese, sin duda, es uno de sus
atractivos. Guillén informa a sus lectores españoles de los más diversos
aspectos de la vida, la sociedad y la cultura francesa, sin que ningún espacio
intelectual esté vedado al curioso cronista, de manera que es imposible resumir
con coherencia la multiplicidad de intereses que informa todos estos artículos.
Sello postal
conmemorativo
Sin embargo, sí es posible poner
algunos ejemplos, para que se advierta la diversidad de sus preocupaciones e
inquietudes intelectuales. Y el primero de ellos ha de ser otro artículo de
1921, el titulado “Una jugada emocionante”, en el que Guillén nos informa de la
edición de los poemas primerizos de Paul Valéry. El párrafo inicial tiene que ver con lo que luego
será la poesía de Guillén, incluso con lo que está siendo ya esa poesía en sus
primeras producciones, aunque, por el momento, el poeta se muestra cauto en sus
publicaciones poéticas frente a lo pródigo que es en lo que a artículos o
crónicas se refiere. Incluso podríamos decir, como tantas veces se ha señalado
en otros poetas de su generación (Salinas, Lorca,
Gerardo Diego…), que cuando trata de Paul Valéry parece enteramente que está tratando de sí mismo y
de su poesía, en la que trabaja en estos momentos y en la que concentra sus
primeros esfuerzos. Texto de 1921:
matemática. Coincide con el conocidísimo texto de 1927, publicado en Verso y Prosa, “Carta a Fernando Vela”,
que Guillén aportaría como “poética” a
Y dos ejemplos más, tomados de las
crónicas parisinas, para advertir la indignación de Guillén, desde Francia, con
España y algunos españoles, sobre todo con sus representantes. En ambas
crónicas satíricas hay, como solía ser habitual, un componente o un motivo
literario que las provocaba. La indignación de Guillén ante ciertas actitudes
nos muestra al ciudadano recto, asombrado ante la estupidez humana, que no
permite que los necios queden sin la correspondiente reprimenda. La primera de
estas crónicas se refiere a Blasco Ibáñez y la segunda a la memoria de Rubén
Darío. Y ambos coinciden en una clara censura a la tosca diplomacia española
incapaz de representar a España dignamente ante la sociedad francesa.
Se titula el primer artículo “Blasco
Ibáñez, embajador” y trata de la representación como embajador de España en los
actos del centenario de Moliére. Al gobierno de
De embajadores y embajadas trata
también el otro artículo escogido de entre las crónicas parisinas; y también de
literatura, en este caso relacionada con Rubén Darío. El artículo se titula “El
Embajador estrecha lazos”, y se publicó en
La censura
llevada a cabo por Guillén viene a cuento porque, por iniciativa de
intelectuales franceses, se ha decidido, tras la muerte de Darío, erigir un
monumento al genio latino, en el que figurase el nombre del inmenso poeta junto
al de los más significativos libertadores americanos. Pero el Embajador de
España, en nombre no se sabe de quién, se ha opuesto con la intención de
impedir que en el monumento estén representados los independentistas
hispanoamericanos y el poeta de Azul…
como símbolos del genio latino, con lo cual el monumento, como relata con
detalle Guillen, ha quedado desvirtuado.
Para él, Rubén, que había sido
aplaudido y animado tras la publicación de Azul…
por el otro Embajador evocado (Don Juan Valera en su famosa “Carta-prólogo,
recordada y citada por Guillén), es la representación de este espíritu español
que había logrado a través de San Martín, de Bolívar y tantos otros españoles
insignes, la creación de los nuevos estados, de las nuevas repúblicas, que al
actual Embajador le parecen tan mal. El elogio hacia Rubén, en esta crónica periodística,
es absoluto, e interesa ahora para entender cómo pensaba Guillén, en
consonancia con todos sus compañeros de generación, sobre el autor de Cantos de vida y esperanza, al que se le
reconoce su inmenso valor como figura indiscutible de la literatura en lengua
española y como representante de las nuevas naciones que tanto sacan de quicio
a nuestro Embajador. Un asunto político y diplomático, de absoluta actualidad
en ese momento, vale a Guillén, tal como resume en la conclusión del artículo,
para satirizar la estupidez humana una vez más, la ignorancia, la vagancia y la
abyección de algunos de nuestros representantes
diplomáticos. Y también para recordar al gran Rubén, maestro de los poetas de
su generación y muy admirado por Darío.
Merecen detenimiento también, al
estudiar esta actividad periodística de Jorge Guillén, los numerosos artículos
que escribió en aquellos años sobre temas o asuntos literarios, quizá mas
conocidos por los lectores y citados por los estudiosos. Toda una sección del
libro reunido por Sibbald, que se titula “Correo
literario”, está dedicada a recoger artículos de diferente procedencia sobre
literatura, escritores, libros y otros asuntos de actualidad relacionados con
la literatura.
Los textos periodísticos de “Correo
literario” vieron la luz tanto en El
Norte de Castilla (ahí fue donde apareció, como ya sabemos, su primer
artículo dedicado a Unamuno el 7 de julio de 1918),
como en
Interesan todos estos artículos porque
descubrimos los intereses literarios del joven Guillén, entre cuyas
preferencias figuran ya escritores que irán siempre unidos a su biografía, como
Góngora, Bécquer, Rubén Darío, Gabriel Miró o Juan Ramón Jiménez, pero también
están otros a los que dedicó estudios extensos, hoy olvidados, como lo es el
caso del poeta dieciochesco madrileño Nicasio Álvarez de Cienfuegos.
Me refiero en este momento a un ensayo
que Guillén escribió en aquellas fechas y del que nada se ha sabido
posteriormente, aunque nos consta que existió como trabajo de investigación.
Cuando Guillén se presentó al concurso para la obtener la plaza de
Bibliotecario de
¿Procede este artículo periodístico de
aquél estudio hoy desaparecido? ¿Era el estudio desaparecido la “lección
magistral” de la oposición a Cátedras que realizó en diciembre de 1925 cuando
consiguió la plaza de Murcia? Parece posible que así fuera, ya que Guillén,
siguiendo la normativa de las oposiciones de aquella época y la tradición de
los opositores, debió de buscar un autor alejado de sus intereses habituales
para desarrollar la obligada “lección magistral”, que recogería un trabajo de
investigación original (“estudio de investigación histórica” lo llama Guillén),
y en ese caso, Cienfuegos, entonces tema poco explorado y sobre el que Guillén
nunca había tratado, sería ideal para convencer al tribunal de las dotes
investigadoras del candidato. El artículo de prensa nos aporta algunos datos de
interés para que así lo pensemos.
Pero antes, hay que indicar que, en
este caso, el periodista Jorge Guillén no está ofreciendo, como en otros
muchos, un asunto de actualidad. Se está refiriendo a un poeta olvidado, que
quizá a nadie interese, y además no se trata de un artículo reivindicativo o
promocional, ya que sus conclusiones no son muy favorables hacia el poeta. Por
ello, estamos, desde el punto de vista genérico, ante otra especie de artículo
en Guillén, y que es frecuente entre los de “Correo literario”: el artículo de
lector dirigido a otros lectores; el escrito breve que quiere comentar,
sugerir, reflexionar sobre un libro, sobre un escritor, sobre una anécdota
vital que le ha interesado en tal o cual biografía literaria.
Manuscrito de
“Obra maestra”
El contenido del artículo, en efecto,
parece conducirnos al antes citado trabajo de investigación hoy desaparecido.
Compuesto de tres apartados, en el primero se refiere a la difusión del
enciclopedismo y humanitarismo en España. Incluso, la forma de comenzar el
artículo, nos suena a trabajo de investigación más que a artículo de prensa:
“Para trazar la figura del poeta
Cienfuegos (1764-1809), habría que trazar antes una minuciosa historia
de la difusión del enciclopedismo y el humanitarismo en España…”. Y también en
este apartado inicial sitúa generacionalmente a Cienfuegos.
En el apartado II, cuerpo central del
artículo, surgen, con el estudio sobre el poeta, las comparaciones con otros
escritores de su época y con otros que han de venir, como Víctor Hugo. Porque
lo que más llama la atención a Guillén de Cienfuegos es su vehemencia
expresiva, sus gestos vibrantes, que no venían acompañados del genio que debe
tener todo gran poeta, como le ocurrirá a Víctor Hugo. Y el tercer apartado
contiene la conclusión, muy arrebatada, ya que Guillén casi no ha entrado en
materia en el apartado anterior, porque no ha tenido tiempo ni espacio, y tan
sólo nos ha dejado unas notas dispersas. Es evidente, entonces, que este
artículo procede de otro trabajo anterior más amplio, al que nos hemos referido
antes, y la forma de concluir aboga a favor de esta hipótesis, ya que no
estamos ni ante un artículo reivindicativo ni promocional, ni tan siquiera
entusiasta. Estamos ante un ensayo sobre un poeta muy olvidado, al que se
analiza y estudia relacionándolo con su tiempo y con la ideología de su tiempo,
con sus contemporáneos y con los que habrían de venir después, sin concesiones
de ningún tipo, analizándolo con rigor y con objetividad, como si el estudio
estuviese realmente hecho para ser juzgado por un tribunal de oposiciones.
La actividad periodística de Jorge
Guillén, correspondiente a estos años iniciales de su producción literaria,
tiene, por todo lo señalado un gran interés. Lázaro Carreter
aseguró que Guillén no se decidió a publicar su primer libro hasta que no tuvo
asegurada su poética. Y esta poética, justamente, se construye cuando está
escribiendo los artículos recogidos en Hacia
Cántico. Por eso tiene tanto interés la colección de artículos de aquellos
años, ya que en ellos se advierte la construcción de una poética, y el interés
del joven escritor, que está entrando en su madurez literaria (no olvidemos que
Guillén escribe estos artículos entre los veinticinco y treinta y seis años, y
que publicaría Cántico, por primera
vez, con treinta y cinco años), por conocer y asimilar las novedades literarias
de los dos países que más le convencen. Hay que destacar en su trabajo
periodístico la gran capacidad de Guillén para discernir entre lo bueno y lo
malo, entre lo interesante y lo estúpido, entre las novedades que merecen la
pena y las que no son sino flor de un día.
No se deslumbraba Guillén ante los
falsos oropeles de la modernidad más rabiosa. Apostaba por la defensa de lo
clásico, de lo castizo, de los valores culturales más sólidos de nuestra
tradición, tanto española intrínseca, como la que podemos importar del
exterior, de Francia. Por eso, Mallarmé, Proust, y más lejos Molière o Ronsard, son para Guillén estímulos de modernidad, que
pueden hacerse extensivos a otros muchos nombres citados con detenimiento o sugeridos
de pasada. Se convierte nuestro escritor así en un gran observador que todo lo
que le llama la atención llega a ser objeto de reflexión, de consideración
detenida, y, en su caso, de crítica y de censura sincera y aun apasionada, como
hemos visto en alguno de los ejemplos recordado.
No era Jorge Guillén, evidentemente, un
periodista al uso. Sus intereses de joven escritor en formación, que terminaría
opositando a una cátedra de Literatura Española de Universidad, eran sobre todo
literarios, pero también sociológicos, ya que merecían sus reflexiones
detenimientos en aspectos muy variados de la sociedad intelectual, a la que
asistía entusiasmado, pero muy atento a descubrir y denunciar, no sin ironía y
agudo sentido del humor, la falsedad, la estupidez, la superficialidad y la
falta de rigor.
Jorge Guillén, como
otros poetas de su generación, dejó además una completa obra crítica y
ensayística, compuesta de artículos y estudios sobre literatura española
propios de su actividad como lector y profesor. Al mismo tiempo que construía
su poesía, Guillén era requerido para participar en diferentes acontecimientos
con su palabra; otras veces eran las exigencias profesionales como docente e
investigador de la literatura, que llevaron a Guillén a ir escribiendo, a lo
largo de su vida, una “obra en prosa”, recopilada por Francisco Díaz de Castro
en 1999.
De esta obra en prosa, ya conocíamos en
forma de libro aquellas crónicas periodísticas antes citadas con detenimiento,
y también se difundieron previamente, como conferencias para estudiantes
norteamericanos, los estudios literarios que componen el volumen Lenguaje y poesía, que aparece por
primera vez en EE. UU. (Cambridge) en 1961, el mismo
año que en Milán publica su breve volumen El argumento de la obra. Otros textos
suyos, publicados en libro son Lenguaje y
poesía, Federico en persona y En torno a Gabriel Miró (Semblanza y
epistolario). Pero resulta mucho menos conocida la serie de textos
prosísticos que completan su Obra en
prosa.
Los textos en prosa de Jorge Guillén
nos muestran, en efecto, una importante parte de su personalidad literaria. Nos
descubren sobre todo al lector, al lector atento juvenil que está completamente
al día de las novedades más importantes que se están desarrollando en la
literatura española de los años veinte, aunque sus miradas no se reducen tan
sólo nuestro país, ya que muy presente está también Francia (donde el poeta
vive seis años) y la cultura francesa. Nos descubren también al lector de
madurez, al amigo y admirador de compañeros suyos de generación como Pedro
Salinas y Federico García Lorca. Nos revelan al
discípulo de Gabriel Miró, con quien Guillén conectó intelectual y
anímicamente. Y nos traen también al escritor maduro que recuerda tiempos
pasados.
Jorge Guillén es uno de nuestros
grandes poetas de todos los tiempos.
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