NUEVOS LUGARES, NUEVAS EXPERIENCIAS Y UNA NUEVA FAMILIA

Comencé la aventura Erasmus con muchísimo miedo. 

Era mi primera vez viviendo en el extranjero, estudiando en un idioma diferente del español y todo ello lejos de mi familia y amigos.  Pero tres cosas me empujaban a subir a ese avión, las ganas de probarme fuera de la zona de confort, mi interés por conocer otras culturas y mi indudable necesidad de aprender inglés. Y menos mal que subí a ese avión. 

Por “problemas” administrativos acabe realizando la movilidad en dos campus de la misma universidad, situados en dos ciudades diferentes: Leeuwarden (una zona más rural) y Arnhem (En el centro del país), lo que me dio la oportunidad de visitar más lugares preciosos, conocer diferentes facetas de un mismo país y encontrar a más personas maravillosas, que pasaron de ser desconocidos a ser familia, en cuestión de meses. 

Y es que es la gente, lo que hace de esta experiencia una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Todos los compañeros de piso éramos novatos en el país, con orígenes muy dispares, pero enfrentándonos juntos al choque cultural. Y las relaciones cimentadas en esas circunstancias…son inigualables. 

Así que, hoy en día, aun doy gracias por subirme a aquel avión