Territorio y poblamiento en el entorno de Dénia en el contexto cronológico del Pacto de Teodomiro. Gaià, Castelló (Pego), la Cairola (la Vall d’Ebo) y Dénia. Rastros arqueológicos

Eran los años ochenta e iniciaba mi cursus en materia arqueológica con una mirada hacia la necrópolis de Gaià, Pego.  Descubierta a mediados de los cuarenta y publicada entonces  como necrópolis ¿árabe?, el registro arqueológico invitaba a su adscripción a la romanidad tardía y al tiempo de los visigodos, finalizada la presencia bizantina. Una mirada poco ad usum en aquellos años de esplendor de la arqueología clásica cercana a Augusto.

La entonces reciente publicación de Ricardo Izquierdo sobre la cerámica común de cronología visigoda evidenciaba la adscripción cultural de las peculiares botellas de dos asas de cuerpo cilíndrico de Gaià, como cerámicas de cronología visigoda y al siglo VII. Casi de inmediato publicábamos, junto a una revisión de estos ajuares,  otras piezas similares inéditas procedentes de la Alcúdia d’Elx.

Los sucesivos y metódicos trabajos de Sonia Gutiérrez  en torno al yacimiento de El Tolmo, como juego de naipes, han logrado hacer remitir de la oscuridad los registros cerámicos de los siglos VII y VIII. Su reciente estado de la cuestión publicado en la monografía de la necrópolis de Vistalegre, de Asp,  constata la presencia de este tipo cerámico en contextos, domésticos y funerarios, de  los siglos VII y VIII, en el preludio del  contexto cultural en que se formaliza el pacto de Tudmir. Un ámbito cronológico en que están en uso estos singulares piezas en el este y sudeste de la extinta Hispania Tarraconense, ahora Provincia Cartaginiense.

La geografía de la que es objeto esta ponencia, presenta  evidentes conexiones, aunque no exentas de sombras, con el ámbito en donde se gesta el Pacto de Tudmir y en donde habrá que analizar y valorar su impacto.

Desde el inicio de las primeras excavaciones con metodología arqueológica  en el solar de Dianium, en 1882, y tras más de treinta años de intervenciones ocasionales pero continuadas, el techo cronológico de actividad del yacimiento urbano no ultrapasaba el primer tercio del siglo VI, en que cesaban las importaciones de la vajilla de mesa y ánforas en los contextos domésticos. Años más tarde, percibíamos cómo el registro funerario de las necrópolis también se extinguía en este mismo periodo.

El deseo y los esfuerzos por documentar piezas más tardías fueron onerosos. De ello podría dar ahora fe el malogrado amigo Rafael Méndez, a quien he querido recordar en esta intervención y en este foro,  quien  inspeccionaría hace más de tres décadas exiguos fragmentos de cerámica, entonces rarezas, de Late Roman C procedentes de Dénia.

En el ambiente urbano de Dénia, en el de la antigua Dianium, tras treinta años de intervenciones arqueológicas urbanas, el panorama es prácticamente el mismo, aunque hay dos hallazgos puntuales que permiten ver o, al menos imaginar, la luz sobre la cuestión o cuestiones que, ahora, nos brindan estas jornadas de estudio. Dos hallazgos que ofrecen la peculiaridad de situarse alejados del emplazamiento tradicional del conjunto urbano de Dianium.

El primero, en el área de El Fortí,  se emplaza en el suelo de piedra arenisca, playa cuaternaria consolidada,  cerca del mar y en el ámbito del gran arrabal de Madînat Daniya. Debajo de niveles y contextos andalusíes, abundan en el suelo geológico marcas de extracción de piedra arenisca, bien bloques, o bien  muelas, orbes, o piezas de molino manual. Actividad extractiva de cronología romana;  al parecer, de los siglos I y II. En este contexto de suelo geológico perforado por las extracciones se hallaron vestigios de siete sepulturas con las fosas excavadas en la roca arenisca, o bien superpuestas. Una de ellas, la Sepultura VII [U.E. 1194]  ofreció como ajuar una hebilla de cinturón de bronce, otra de hierro de menores dimensiones, un anillo, así como botones metálicos “tipo manzanita”, que nos ofrecen un ámbito cronológico romano tardío, aunque no tanto, con rasgos muy similares a los de la necrópolis del Muntanyar de Xàbia, cuya actividad se ha datado, fundamentalmente, a finales del siglo IV y V, aunque con hallazgos descontextualizados más tardíos.

Otro hallazgo se da dentro de la muralla que circundaba la medina de Daniya, asimismo sobre suelo de arenisca y, también junto al mar (fachada marítima fosilizada); muy próximo a la muralla que cerraba por oriente el recinto de la ciudad andalusí. Es una única tumba o sepultura excavada en la roca o suelo geológico. Se halló junto a un sospechoso muro de trazado curvilíneo que, pese a hacer pensar en el posible ábside de un edificio de culto romano tardío o visigodo, el minucioso estudio de los contextos y entorno edilicio hizo concluir en su relación y pertenencia a un ábside o alveolo de una sala de un hamman del siglo XI. Se  documentaron notables elementos decorativos tallados en mármol, pertenecientes al revestimiento parietal y ornato de algunas de las estancias de este edificio.  La fosa, excavada en la roca, con inhumación en su interior, presentaba como ajuar dos pendientes de bronce, con el tipo singular “de 8”, que nos sitúa en un contexto cronológico del siglo VII, con incontables paralelos en necrópolis hispanas romanas tardías y visigodas. Su valoración nos remite a la historiografía más fecunda regentada por  Roque Chabás Llorens, en cuyas inmediaciones daba la noticia del hallazgo de tumbas de obispos godos.

Lamentablemente, contextos siempre funerarios y no domésticos es lo que hasta ahora nos ha legado la arqueología de esta ciudad.

La casi extinción de la vida urbana de Dianium, al menos per absentia, parecía ser un hecho constatable e incuestionable, dada la densidad de intervenciones realizadas en el Plan de Arqueología Urbana a lo largo de tres décadas. Sin embargo, estas exiguas pero claras evidencias de actividad funeraria, junto con la actividad de los obispos de la sede de Dénia desde el 636 hasta fines del siglo VII, constatada por las fuentes, nos invitan a la vigilia; a la espera de nuevos hallazgos y a la búsqueda de rastros en el espacio físico que ocupó, tres siglos después, la ciudad andalusí y no en el solar de Dianium.

Algunos yacimientos arqueológicos pertenecientes a asentamientos rurales, en su mayoría al sur del territorium de Dianium y con un emplazamiento mayoritariamente litoral, ofrecen, aunque  exiguas, evidencias  de actividad durante el siglo VII. Tal es el caso de las villas romanas de Banys de la Reina, Calp, la Punta de l’Arenal, Xàbia, o el asentamiento conocido como Teulada II.

Si interrogamos al campo, al medio rural, hay otro ámbito geográfico, con un vínculo asimismo evidente con el territorium o hinterland de Dianium,  que nos ofrece los hallazgos más significativos; el de Pego y la Vall d’Ebo.

En Pego, la necrópolis de Gaià se halla al este de una prominencia del relieve, junto al curso del Barranc de Castelló. Mientras que en su emplazamiento cuenta con tierras aptas para la agricultura, su entorno es básicamente lacustre, con la cercana marjal, en donde pesarían aprovechamientos como la caza o la pesca. Se halla cerca del trazado de la antigua vía Saetabis-Dianium; un camino ancestral con indicadores de uso en  época romana tardía. Un entorno plenamente romanizado desde época augustea, con una notable densidad de yacimientos.

Los ajuares de la necrópolis de Gaià, Pego, y en especial las botellas de dos asas y cuerpo cilíndrico, conocidas como Izquierdo 12, a partir de su presencia en los ajuares de la necrópolis de Vistalegre y de su contextualización en los ámbitos domésticos de El Tolmo, adquieren ahora un nuevo impulso, al valorarse el hecho de que puedan considerarse como fósiles directores de actividad en pleno siglo VII e incluso en el VIII.

A escasos metros del hallazgo de las sepulturas de Gaià, en una parcela de propiedad municipal de la partida Castelló, se detectaron vestigios de una necrópolis que estimamos sincrónicas. En 2003 y 2004, el Museu Arqueològic de la Ciutat de Dénia, bajo nuestra dirección técnica, realizó la intervención. El resultado fue la excavación y documentación de quince sepulturas. Ninguna de las sepulturas ofreció ajuar cerámico, aunque sí adornos personales y ajuar metálico que nos adentra de lleno en el contexto espacial y cronológico que tratamos. Pendientes del tipo “de 8”, anillos, un brazalete, agujas, cuentas de collar de diferentes materias y tipologías, entre otros, constituyen el registro de elementos de adorno personal existentes como ajuar en las tumbas.

La excavación de una tumba aislada, en 2002, en el ámbito de la villa romana de la Cairola, la Vall d’Ebo, fruto de un hallazgo casual, permitió reconocer, bajo una cubierta de signinum, más que una tumba un sepvlcrvm, en la que la presencia de una singular jarra cerámica, de probable importación norteafricana, quizás ajuar simbólico, nos ofrecía un valioso indicador de actividad tardía de este asentamiento emplazado en un ámbito montuoso. Villa romana y asentamiento romano tardío donde, ya en el siglo XI, se emplazaría una alquería andalusí de la que se conservan importantes arquitecturas domésticas  de época mudéjar.

En definitiva, glosando el título de nuestra colaboración, rastros arqueológicos de poblamiento en el entorno de Dénia,  en el contexto cronológico del Pacto de Teodomiro.

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