El final de Mula: problemas de fuentes y arqueológicos

El yacimiento conocido en la actualidad como Cerro de la Almagra está situado en la pedanía de los Baños de Mula a unos 6 km de la ciudad de Mula. Está emplazado sobre un pequeño cerro de caliza travertínica junto al río Mula en su orilla derecha y justo enfrente de los establecimientos termales actuales. Ocupa una importante situación estratégica como nudo de comunicaciones hacia el noroeste de la región, como paso también hacia Andalucía y hacia la zona de Archena en relación a la importante vía Carthago Noua-Complutum. No tenemos referencias literarias ni epigráficas acerca del núcleo en época antigua. La primera mención de la ciudad la conocemos a través de pacto de Teodomiro en 713, puesto que ya es un hecho prácticamente admitido en la investigación que la Mula de Tudmir se asentaba en el Cerro de la Almagra.

Los historiadores a partir del XVIII empiezan a mencionar las ruinas que allí se conservaban, pero sólo a finales del siglo XX se identifica este yacimiento con la ciudad del Pacto ya que hasta ese momento la identificación se hacía con la actual ciudad de Mula. En la década de los noventa del pasado siglo se iniciaron excavaciones arqueológicas que pusieron de relieve una importante muralla torreada que rodeaba a la ciudad en su parte norte, la más accesible, así como una necrópolis ad sanctos en el interior mismo de la ciudad con unas cuarenta tumbas excavadas y que se pueden fechar en torno a finales del siglo VII. Los materiales recogidos en las prospecciones y en la excavación así como algunos otros procedentes de expolios nos muestran una ciudad que, aunque no podamos precisar sus orígenes (como hipótesis proponemos sus inicios en relación con la explotación termal y sobre todo con el travertino rojo que surte a toda la región en época romana y sobre todo a Cartagena, por ejemplo los materiales del teatro), los situamos a lo largo del siglo I d.C.

Sin embargo los materiales nos muestran un siglo IV muy rico (relacionado también con las villas del entorno, fundamentalmente la de los Villaricos) así como su importante entidad en época visigoda documentada a partir de importantes restos escultóricos y arquitectónicos así como toreútica con importantes hallazgos entre los que destacan un jarro litúrgico, broches de cinturón, alguno damasquinado, conteras de influencia merovingia que nos hablan de un importante núcleo sobre todo durante el siglo VII. Asimismo los hallazgos ceramológicos nos descubren una larga pervivencia desde el siglo IV al siglo IX.

Pero lo más destacable y que ponemos de relieve en este artículo es el hallazgo durante las campañas de excavación de siete dirhams emirales de plata que presentan una banda cronológica muy corta: Se trata de siete piezas de la ceca de Al-Andalus, todas ellas dirhams de cronología omeya, correspondientes al emirato de al-Hakam I, y que conforman un conjunto muy homogéneo desde el punto de vista cronológico: seis de las siete piezas corresponden al año 206H (6 de junio 821/26 de mayo 822 d.C.) y la séptima al 205H. (17 de junio 820/5 junio 821 d.C.). Las piezas se localizaron relativamente cerca unas de otras, en una superficie aproximada de 150m2, en la zona de la necrópolis ad sanctos de cronología visigoda, cinco de ellas en el edificio identificado como iglesia o basílica de la misma época, pero dentro de una estratigrafía con materiales tardíos, en un conjunto cerrado, posiblemente se encontraban, cuando cayeron, en un pequeño envoltorio, estuche de tela, u otro material perecedero, del que no nos han llegado restos. Las otras dos aparecieron aisladas en dos puntos distintos.

A nuestro juicio, es muy destacable el hecho de que todas las piezas, que aparecieron en un contexto arqueológico concreto, correspondan a una misma fecha. Una cronología tan concreta y restringida invita a hacer algunas reflexiones al respecto, aunque habría que esperar a futuras intervenciones arqueológicas para poder confirmarlo de forma contundente. La fecha del 206H. (821/22 d.C.) corresponde al último año de gobierno de al-Hakam I (180-206H/796/7-821/2 d.C.) y con total seguridad son acuñaciones de este emir ya que Abd al-Rahman II no acuña en ese año a pesar de acceder al trono. La estrecha banda cronológica que se presenta en las piezas no es habitual en ningún hallazgo y menos en un yacimiento en el que se han exhumado las piezas en tres puntos distintos del mismo. La misma fecha para casi todas las piezas e incluso el que cinco de ellas apareciesen juntas hace viable una interpretación en la que los propietarios de las piezas las perdiesen todas al mismo tiempo como consecuencia de una misma circunstancia. Si aceptamos que las monedas se encuadran en un mismo contexto arqueológico nos encontramos ante un elemento importante de datación de la fase final de ocupación del yacimiento, fechándolo con gran exactitud; y si a ello añadimos que la cronología que ofrecen las piezas abarca un arco muy concreto, esto encuadra mucho más las circunstancias del último momento de ocupación del yacimiento. Eso nos lleva a abrir un camino hacia la reflexión sobre las posibles circunstancias de la desocupación sistemática de la ciudad en un momento muy preciso -el año 821/22 d.C. o inmediatamente después. En este sentido además hay que añadir la estratigrafía del yacimiento que habla de un nivel de abandono sistemático. Por ello la fecha última de ocupación del yacimiento no puede exceder en demasía a la de la última fecha de las monedas-, es más, nos aventuramos a suponer que al llevar casi todas ellas la fecha, en ese momento o muy poco después debe ser el momento de la desocupación total del yacimiento, un abandono precipitado.

¿Cuál fue la causa? A tanto no podemos llegar pero las circunstancias parecen claras. En los primeros tiempos del siglo IX básicamente el emirato de al-Hakam I consistió en sofocar revueltas y reprimir alzamientos populares que acabaron en un progresivo asentamiento de un cierto poder institucional árabe. En ocasiones puede dar la impresión que este emir se dedicó a preparar y allanar el terreno para la definitiva islamización de Al-Andalus bajo su sucesor Abd al-Rahman II.

La hipótesis planteada es que la ciudad fue destruida en el contexto del final del rescoldo godo de Tudmir, el territorio del Levante peninsular asociado a la figura de Teodomiro, y al pacto con él y sus herederos. Sabemos por las fuentes árabes que desde 821 a 829, las tropas del emir se hicieron con el poder de la zona, acontecimiento y proceso que se cerró con la fundación de Murcia y en el que además la renombrada Iyyuh fue destruida, como así aseguran todas las fuentes, aunque de todas las posibles ubicaciones de este núcleo en ninguno hay restos claros de un arrasamiento. Lo que la arqueología ha demostrado es que también fue destruida la ciudad de Mula, en una fecha no muy lejana a la que marcan los dirhams que han aparecido en el yacimiento: en torno al año 822, posiblemente no mucho tiempo después. En cualquier caso es muy curioso que, en principio, solamente aparezca una secuencia clara de devastación en esta ciudad de Mula que formó parte del pacto.

Rafael González Fernández
Francisco Fernández Matallana

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