REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


Estudio paralingüístico de San Manuel Bueno Mártir

Isabel Antúnez Pérez

(Universidad de Sevilla)

 

 

Introducción

 

“Se puede ver cómo va el mundo sin tener ojos: mira con los oídos.”  (Shakespeare 1994:154)

 

         Con este artículo me gustaría destacar la importancia que llega a tener la dimensión paralingüística en una obra literaria. Como ya sabemos la literatura es un fiel reflejo de lo que ocurre diariamente en nuestras vidas. Actualmente, se habla de la estructura tripartita de la comunicación (C), formada por el lenguaje (L), paralenguaje (P) y kinésica (K): (C) = L+P+K. Estos tres componentes guardan entre sí una relación interdependiente, y ninguno de ellos podría ser excluido del proceso comunicativo, ya que no se llegaría a producir el completo y efectivo entendimiento del mensaje. Así, lingüistas como Argyle (1978) han señalado que “la mayor parte del proceso comunicativo se da a un nivel no verbal, más que verbal, cómo se dice algo resulta más importante a lo que se dice.” (110) Estos mismos elementos, lingüísticos, paralingüísticos y kinésicos aparecen en las obras literarias, como se comenta en la siguiente cita:

 

“cualquier novela contiene numerosos casos de conductas paralingüísticas, kinésicas y proxémicas que, sin ser descritas o gráficamente representadas, pueden ser oídas o vistas por los lectores más sensibles porque están implícitamente presentes en el texto, entre líneas y a lo largo de las líneas.” (Poyatos 1997:42)

 

         Los parámetros paralingüísticos son elementos fundamentales en el análisis e interpretación de una obra literaria. Se enmarcan dentro del campo de la comunicación no verbal. Para que tengamos claro lo que es el paralenguaje, debemos apoyar la definición ofrecida por Poyatos (1996:215) como: “cualidades no verbales y modificadores de la voz y sonidos y silencios independientes con que apoyamos o contradecimos las estructuras verbales y kinésicas simultáneas o alternantes.” Para-lenguaje significa, básica y primordialmente, más allá del lenguaje (beyond words). Y en una novela el componente paralingüístico es esencial para sumergir al lector en su universo de ficción. Sin todos estos parámetros paralingüísticos, el mensaje quedaría vacío de contenido e inconcluso.

 

         Podemos decir que el paralenguaje empezó a estudiarse a finales de los años cincuenta (Trager 1958), y a partir de entonces numerosas disciplinas científicas se han interesado por este fenómeno. La psicolingüística fue la primera disciplina que empezó a darse cuenta de que el paralenguaje formaba parte de la comunicación, tanto en el desarrollo individual como en la interacción interpersonal. Así, en los años 60, se empezó a hablar de competencia y actuación paralingüística de los individuos:

 

“Existen muchos ejemplos de competencia paralingüística del hablante que demuestran claramente su independencia funcional y realidad psicológica: la capacidad que tiene el niño de interpretar vocalizaciones de adultos antes de que se pueda reconocer o producir él mismo las unidades lingüísticas implicadas en semejante situación: la capacidad que tiene el actor experimentado de transmitir emociones imitando los aspectos distintivos del paralenguaje que están asociados con diversos estados emocionales o actitudes por la manera de hablar del paciente; todos estos ejemplos de competencia y actuación paralingüística subrayan la importancia comunicativa de las vocalizaciones no verbales que se dan simultáneamente con la conducta verbal.” (Diebold 1974:365)

 

Otro elemento paralingüístico que vamos a analizar en este artículo es el silencio. Numerosos estudios han demostrado que el silencio sí forma parte de la comunicación. Según Jaworski (1993), “el principal nexo común entre el habla y el silencio es que el mismo proceso comunicativo se aplica a alguien que permanece intencionadamente callado, o cuando habla.” (3)

 

A continuación, vamos a centrarnos en los dos elementos paralingüísticos que más afectan al desarrollo de San Manuel Bueno, Mártir, como son la voz de Don Manuel, un elemento recurrente a lo largo de toda la novela, y el silencio de Don Manuel, que crea un misterio que no se resolverá hasta el final de la novela.

 

 

 

 

 

 

La Voz en San Manuel Bueno Mártir

 

“¡Qué cosas nos decía! Eran cosas, no palabras” (Unamuno 1995:117)

 

         Es ésta una novela muy importante desde el punto de vista paralingüístico, porque la voz de Don Manuel es un elemento recurrente en toda la novela. En primer lugar, vamos a hablar de las funciones llevadas a cabo por la voz en esta novela. Por un lado, realiza una función social. Mediante la voz, Don Manuel une a todos los habitantes del pueblo de Valverde: “En el pueblo todos acudían a misa, aunque sólo fuese por oírle y verle en el altar.” (Unamuno 1995:120). Esta función social es a la vez una función religiosa, ya que mediante la voz don Manuel catequiza a su pueblo, y los intenta convertir: “Había un santo ejercicio que introdujo en el culto popular y es que, reuniendo en el templo a todo el pueblo, hombres y mujeres, viejos y niños, unas mil personas, recitábamos al unísono, en una sola voz, el Credo.” (Unamuno 1995:123) Como ya hemos dicho, la función social va ligada a la función religiosa, porque siempre que el cura une a su pueblo es en la misa, en un contexto religioso. De esta forma, vemos el sentido simbólico de la voz: “Y era tal la acción de sus presencia, de sus miradas, y tal sobre todo de su voz - ¡qué milagro de voz! – que consiguió curaciones sorprendentes.” (Unamuno 1995:120). Aquí, el término curaciones es totalmente metafórico, identificándose con el término conversiones.  D. Manuel es capaz de usar su voz tan magníficamente que emociona a su audiencia:

 

“Su maravilla era la voz, una voz divina, que hacía llorar. Cuando al oficiar en misa mayor o solemne entonaba el prefacio, estremecíase la iglesia y todos los que le oían sentíanse conmovidos en sus entrañas.” (Unamuno 1995:121)

 

         Todo lo que hemos comentado sobre la función social y religiosa se contrapone a la función individual. Cuando don Manuel da su opinión personal sobre sus creencias, a Lázaro y a Ángela, habla en un tono íntimo y personal, a media voz, susurra: “Y entonces, serena y tranquilamente, a media voz, me contó una historia que me sumergió en un lago de tristeza.” (Unamuno 1995:141)  Es mediante la confesión y la reflexión íntima como Don Manuel da rienda suelta a sus sentimientos, a su verdad. Así, cuando expresa sus opiniones personales, lo hace de forma solapada. Las dos verdades se confrontan de esta forma. La verdad de Don Manuel es “algo terrible, algo intolerable, algo mortal; la gente sencilla no podría vivir con ella.” (Unamuno 1995:143) Esta verdad no debe nunca salir a la luz, porque según Don Manuel: “lo que aquí hace falta es que vivan sanamente, que vivan en unanimidad, de sentido, y con la verdad, con mi verdad, no vivirían.” (Unamuno 1995:143)

Esta función individual también puede observarse en el hecho de que la degeneración física de don Manuel se refleja también en su voz: “El pueblo todo observó que a don Manuel le menguaban las fuerzas, que se fatigaba. Su voz misma, aquella voz que era un milagro, adquirió un temblor íntimo.” (Unamuno 1995:152)

Finalmente, podemos hablar de una tercera función de la voz, que es la característica esencial que se recuerda de las personas cuando mueren: “oía la voz de nuestros muertos que en nosotros resucitaban en la comunión de los santos.” (Unamuno 1995:123). Cuando don Manuel muere, los aldeanos siguen recordándolo, principalmente a través de su voz.

“Nadie en el pueblo quiso creer en la muerte de don Manuel; todos esperaban verle a diario, y acaso le veían, pasar a lo largo del lago y espejado en él o teniendo por fondo la montaña; todos seguían oyendo su voz, y todos acudían a su sepultura, en torno a la cual surgió todo un culto.” (Unamuno 1995:160)

 

El silencio en San Manuel Bueno Mártir

 

                                               “El sonoro silencio, como un trémulo

                        cañaveral, el índice de los labios,

                                                            impera.” (Gala 1998:57)

 

         Ese sonoro silencio es un elemento totalmente comunicativo. El silencio es un elemento paralingüístico, definido por Poyatos (1998) como   “una de las no-actividades básicas de la existencia o interacción de los organismos y de su entorno.” (51)

 

“Debemos superar la tradicional miopía que, incluso en el estudio del lenguaje, busca sólo lo que suena y se oye, que responde a la más amplia miopía de no considerar en el estudio de la interacción sino lo que ocurre, ignorando lo que no ocurre y lo que hubiera podido ocurrir, aunque ambos puedan afectar esa interacción a niveles más profundos pero tan reales como lo que resulta más obvio.” (Poyatos 1998: 51)

 

Al igual que la voz simboliza en San Manuel Bueno Mártir la unión de todo el pueblo por la fe y la espiritualidad, el silencio simboliza la falta de fe individual de San Manuel. Así lo dictamina la elocuencia de los silencios.

Poyatos (1998) menciona tres tipos de silencio:

1.- Como signo propiamente dicho: en el que el verdadero mensaje no viene dado por la carencia de los signos esperados, sino por el silencio mismo.

2.- Como signo cero: el silencio significa por la ausencia del sonido, es decir, por la falta de sonido o movimiento cuando esas actividades serían de esperar, por ejemplo el silencio intencionado cuando queremos evitar decir algo.

3.- Como portador de la actividad precedente; es decir, como magnificador de la actividad precedente. Por ejemplo, si a un rotundo          ¡Mentira! o Te quiero sigue una larga pausa, esas palabras se prolongan más intensamente en nuestra mente, transportadas y aumentadas por el silencio.

Diríamos que el silencio, en el caso específico de esta novela, sería del tipo segundo, es decir como signo cero, es decir que cuando Don Manuel reza el Credo y se calla al llegar a la parte de Creo en la resurrección de la Carne se espera que siga rezando en vez de quedarse en silencio de repente.

El silencio aparece en tres momentos de la novela. En primer lugar, nos aparece este silencio elocuente cuando en misa Don Manuel se calla en el Credo: “Y al llegar a lo de creo en la resurrección de la carne y la vida perdurable la voz de don Manuel se zambullía, como en un lago, en la del pueblo todo, y era él que se callaba.” (123)

 

En segundo lugar, encontramos el momento en el que Don Manuel se encuentra en su lecho de muerte y declara públicamente y abiertamente que él se callaba al llegar a la parte de la resurrección de la carne. Al igual que hablar para Don Manuel significaba transmitir, callar significa confesar su verdad: “recordaréis que cuando rezábamos todos en uno, en unanimidad de sentido, hechos pueblo, el Credo, al llegar al final yo me callaba.” (Unamuno 1995:157) E inmediatamente después de esto, aparece toda una metáfora de un pasaje bíblico, que merece la pena destacar, ya que resume de una forma simbólica todo el pensamiento de Don Manuel:

“Cuando los israelitas iban llegando al fin de su peregrinación por el desierto, el Señor les dijo a Aarón y a Moisés que por no haberle creído no meterían a su pueblo en la tierra prometida, y les hizo subir al monte de Hor, donde Moisés hizo desnudar a Aarón, que allí murió, y luego subió Moisés desde las llanuras de Moab al monte Nebo, a la cumbre del Frasga, enfrente de Jericó, y el Señor le mostró toda la tierra prometida a su pueblo, pero diciéndole a él: No pasarás allá, y allí murió Moisés y nadie supo su sepultura. Y dejó por caudillo a Josué. Sé tú, Lázaro, mi Josué, y si puedes detener el sol detenle y no te importe el progreso. Como Moisés, he conocido al Señor, nuestro Supremo ensueño, cara a cara, y ya sabes que dice la Escritura que el que le ve la cara a Dios, que el que le ve al sueño los ojos de la cara con que nos mira, se muere sin remedio y para siempre. Que no le vea, pues, la cara a Dios este nuestro pueblo mientras viva, que después de muerto ya no hay cuidado, pues no verá nada…” (Unamuno 1995:157)

 

Finalmente, encontramos que al igual que la voz de Don Manuel se va menguando conforme pierde fuerzas y degenera físicamente, el silencio aparece como metáfora de su muerte. Este sería el tercer y último momento en el que aparece el silencio elocuente de Don Manuel: “Y al llegar a la resurrección de la carne y la vida perdurable todo el pueblo sintió que su santo había entregado su alma a Dios.” (Unamuno 1995:159)

 

Esta dicotomía presente a lo largo de toda la novela entre hablar y callar se refleja también en el sentimiento de alegría y tristeza mostrado por Don Manuel:

 

“la alegría imperturbable de don Manuel era la forma temporal y terrena de una infinita tristeza que con heroica santidad recataba a los ojos y a los oídos de los demás. Con aquella su constante actividad, con aquel mezclarse en las tareas y en las diversiones de todos, parecía querer huir de sí mismo, querer huir de su soledad.” (Unamuno 1995:128)

 

 

Conclusión

 

         El logro de Don Manuel es saber transmitir a los demás lo que él no siente, lo que él verdaderamente no piensa. Y ahí está su función frente al mundo, en ese pequeño mundo que es Valverde: “Yo estoy para hacer vivir a mis feligreses, para hacerlos felices, para hacerles que se sueñen inmortales y no matarlos.” (Unamuno 1995:143)  

 

         El papel que juega la comunicación no verbal, y especialmente el paralenguaje, en esta novela es un ejemplo de lo que ocurre en la comunicación diaria. Ya Mehrabian nos dijo en 1972 que cuando nos comunicamos lo hacemos un 7% a través de canales verbales, un 38% por medio del paralenguaje, y un 55% por la kinésica. La última cita de esta novela revela la importancia de la comunicación no verbal frente a la comunicación verbal, cuando Ángela afirma:

 

“si Don Manuel y su discípulo Lázaro hubiesen confesado al pueblo su estado de creencia, éste, el pueblo, no los habría entendido. Ni lo habrían creído, añado yo. Habrían creído a sus obras, y no a sus palabras, porque las palabras no sirven para apoyar las obras, sino que las obras se bastan. Y para un pueblo como Valverde de Lucena no hay más confesión que la conducta.” (Unamuno 1995:168)

 

Finalmente, debemos decir que esta novela sigue siendo actual y atemporal, ya que en realidad Don Manuel presenta todas las características que tienen los líderes actuales, tanto políticos, como religiosos o sociales, el saber transmitir y emocionar, el saber conmover y mover a las gentes, el saber diferenciar el bien colectivo del bien individual. Y para todo esto, los líderes hacen uso de la comunicación no verbal, que casi siempre es lo que les hace ganarse la sim-patía de las gentes.

 

“Sobre la obediencia, la fe, la adhesión; cuando me pongo a mirar fríamente, encuentro algo profundamente conmovedor en las grandes masas de hombres que siguen a aquellos que no creen en los hombres.” (Whitman 1984:146)

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

-          Argyle, M. (1978) Social Interaction. Bristol: W. Arrowsmith Ltd.

 

-          Diebold, A. (1974) “Panorama de la investigación psicolingüística, 1954-1964”, en Osgood, Sebeok y Diebold (eds) Psicolingüística. Trad. Aurelio Verde Irisarri y Juan Aparicio Frutos.

 

-          Gala, A. (1998) Poemas de Amor. Barcelona: Editorial Planeta, S. A.

 

-          Mehrabian, A. (1972) Nonverbal Communication. Chicago: Adelina – Atherton.

 

-          Poyatos, F. (1997) “El acto de lectura: su realidad verbal-no verbal”. Iria Flavia, págs 11-60.

 

-          Poyatos, F. (1998) “Los silencios en el discurso vivo y en la literatura: para el estudio relevante del lenguaje y su entorno”. Oralia, volumen 1, págs. 47-70.

 

-          Shakespeare, W. (1994) El Rey Lear. Trad. Ángel Luis Pujante. Madrid: Espasa Calpe.

 

-          Trager, G. (1958) “Paralanguage: a first approximation”. Studies in Linguistics. Ocasional Papers, Nº 1, Norman.

 

-          Unamuno, M. (1995) San Manuel Bueno, Mártir. Madrid: Cátedra.

 

-          Whitman, W. (1984) Hojas de Hierba. Trad. A. Manzano. Barcelona: Edicomunicación, S.A.