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"Un insulto mal elegido", de Roger Cohen, Ñ Revista de Cultura,
Clarin.com, 11 DE OCTUBRE DE 2012
http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Un_insulto_mal_elegido_0_790121234.html
Una discusión entre Andrew Mitchell, jefe disciplinario de los tories, con
un policía, pasó a ser símbolo del antagonismo de clases en Gran Bretaña.
Roger Cohen - The New York
Times / Londres
Y dale con lo mismo. La clase ha vuelto
a la pseudo-igualitaria Gran Bretaña. En realidad, nunca se fue.
Esta es la tierra de los
"ricachones" ('toffs') de clase alta y la
tribu urbana de los 'chavs' de origen modesto con la
"clase media aplastada" entre unos y otros. Los ricachones van a las
escuelas públicas (estilo británico privado), hablan bien, se mueven en auto y
hacen ostentación en Glyndebourne para la ópera de
verano con champaña. Sus hijos viajan con la plata de papá después del colegio
para hacer algo valioso en Perú o Kenia antes de ir a Oxford o Cambridge. Como
dice el viejo adagio, no importa a qué universidad vayas en Gran Bretaña las
dos son buenas.
Los "chavs"
un neologismo surgido aproximadamente en el último decenio son patanes de
clase trabajadora, por lo menos así los ven quienes optan por emplear el
término para despreciarlos. Viven en "territorio de vagos", se comen
las "s", no reciben educación superior y tienen acentos del estuario.
Léase, el estuario del Támesis, al este de la capital.
En cuanto a los de la clase media
aplastada, hablan entre dientes de los "fondistas" toda una clase
innombrable formada por la elite de las finanzas globales, y la única que puede
darse el lujo de vivir en el centro de Londres pero de lo contrario sufre en
un silencio moroso.
A decir verdad, Gran Bretaña es
naturalmente mucho más compleja de lo que sugieren las viejas discusiones de
"ricachones" y "vagos". Están apareciendo hijos de
ricachones en universidades como Bristol y Warwick y
Leeds.
La movilidad ascendente no es
totalmente desconocida aunque David Cameron, un primer ministro ex alumno de
Eton, comande un gabinete lleno de ex alumnos de escuelas públicas. Millones de
inmigrantes no encajan en los viejos moldes o caricaturas de clase. El burdo
materialismo atraviesa las líneas de clase.
Así y todo, al parecer están los
"plebeyos". Nadie sabía que todavía existía gente que hablara así.
Incluso Andrew Mitchell, el miembro del
parlamento conservador por Sutton Coldfield, y ex
alumno de la fábrica de "ricachones" llamada Rugby School (donde lo llamaban el arbitrario por sus
inclinaciones disciplinarias), la soltó el mes pasado con un policía que tuvo
la temeridad de enfrentarlo.
Mitchell, jefe disciplinario del
partido Tory o sea aproximadamente líder de la mayoría y por ende un personaje
muy importante, intentaba salir en bicicleta de Downing
Street hacia Whitehall;
exigió que le abrieran el portón para vehículos principales. No, respondió el
policía, según su registro publicado, Mitchell tenía que pasar con su bicicleta
por el portón para peatones, como todos los demás.
Hubo un torrente de palabrotas, no
aptas para un diario dedicado a la familia. Entre éstas, Mitchell propuso la
descripción de "plebeyo" al oficial que, dijo, debía aprender cuál
era su lugar (palabrota). En sus anotaciones, el policía describió la escena de
la siguiente manera: "Miembros del público miraban visiblemente
escandalizados y yo me quedé en cierto modo sorprendido por el lenguaje
utilizado y las opiniones manifestadas por un alto funcionario del gobierno".
Y así fue como nació un escándalo.
Mitchell se ha disculpado pero niega haber utilizado la palabra
"plebeyo" pese a que aparece en el acta levantada en el momento del
incidente. Cameron, como es su costumbre, defendió a su cuestionado colega (luego
de lo cual Mitchell recibirá un ascenso). Boris Johnson, el alcalde de Londres,
recién salido del triunfo de los Juegos Olímpicos, agregó su nombre a una larga
lista de personas destacadas que exigen la renuncia de Mitchell.
Mitchell debería irse por su arrebato
de elitismo. Gran Bretaña es seudo-igualitaria, de acuerdo. Pero un prejuicio
tan grosero de alguien en su posición es inaceptable.
Desde que asumió su cargo, Cameron se
ha esforzado por deshacerse de la imagen de ricachón que tienen él y su esposa,
Samantha. Pagó un precio por adular a Rupert Murdoch precisamente para obtener
un trato favorable en los tabloides. Su verdadero pensamiento o al menos una
muy buena simulación de pensamiento ricachón fue descrito por Catherine
Bennett, columnista de The Guardian
que escribe un editorial semanal "el diario de
Los que se ríen últimos son,
naturalmente, los fondistas, que aman Gran Bretaña pero en general no se dignan
a trabajar allí, tratando a este renombrado país como si fuera una especie
superior de Islas Cayman. Para un fondo, en este
mundo globalizado, Mitchell es sin duda un plebeyo.