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Revista de estudios filológicos
Nº23 Julio 2012 - ISSN 1577-6921
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estudios

LA VISIÓN DESMITIFICADORA DE LA TRANSICIÓN A TRAVÉS DE “EL DISPUTADO VOTO DEL SEÑOR CAYO”: UN PROBLEMA DE LENGUAJE Y ÉTICA

 

Raquel Fernández Cobo

(Universitat Autònoma de Barcelona)

 

Raquel-f.cobo@hotmail.com

 

 

RESUMEN: Basándome en la novela de El disputado voto del señor Cayo voy a analizar cómo se crea la nueva imagen del político a partir de la muerte de Franco con el fin de demostrar, a partir de los diálogos y acciones de esta novela, que la dificultad del lenguaje político es un problema ético.

Palabras clave: transición, imagen del político, ética, lenguaje político, Miguel Delibes.

 

Abstract:  Based on the novel The disputed vote of Mr. Cayo I will discuss how to create a new political image after the death of Franco in order to demonstrate, from the dialogue and actions of this novel, the difficulty of political language is an ethical problem.

Keywords: transition, an image of political, ethical, political language, Miguel Delibes.

 

 

1.   INTRODUCCIÓN

 

El periodo histórico de la Transición española ha sido un tema muy trillado sobre el cual podemos encontrar numerosos artículos y estudios realizados por sociólogos, historiadores, e incluso, novelistas. Ello indica la importancia del asunto: tras la muerte de Franco en 1975 se producen una serie de cambios que repercutirán en la estructura profunda de la sociedad alterándola por completo, y lo que es más importante, trasformando la mentalidad y las costumbres de sus habitantes hasta tal punto de crear un desconcierto generalizado entre la multitud, que se preguntaba hacía dónde conducirían esos cambios.

El suceso  producido el 15 de Junio de 1977 en España es otra fecha clave para poder entender y analizar con exactitud el progreso de la Historia Española Contemporánea.  A partir de dicha fecha se celebrarán en nuestro país unas Elecciones Generales y  los españoles contarán con la posibilidad de elegir a los representantes en el Gobierno de la Nación. Durante los meses previos a las Elecciones España vivió, sorprendida y desconcertada, el desarrollo de una campaña electoral: los ciudadanos asistieron a múltiples celebraciones de mítines en los cuales los aspirantes de cada sede política exponían sus propagandas. Hubo una gran invasión de carteles políticos, de eslóganes, y sobre todo, de promesas incumplidas. Y todo ello para “facilitar” la elección del voto del ciudadano.

La ruptura con el franquismo hizo renacer un nuevo lenguaje político, que se sustentaba en gran medida a través de los medios de comunicación. La ventaja de los medios comunicación reside en que la imagen tiene una fuerza persuasiva mucho mayor que la palabra, llegando a desplazarla, e incluso a suplantarla. Cuántas veces no hemos escuchado el famoso refrán una imagen vale más que mil palabras. Efectivamente, el hombre utiliza el lenguaje para comunicarse racionalmente y lo utiliza de una manera más eficaz no solo para relacionarse con los demás sino, fundamentalmente, para influir en ellos. Con el objetivo de influir, persuadir y convencer, el hombre pone toda su capacidad de lenguaje al servicio de la política. Y es en este punto donde juega un papel primordial la Retórica, capaz de dotar al ser humano de una capacidad política extraordinaria a través del género de la llamada oratoria deliberativa.

Dado que es tarea imposible abarcar todos los sucesos y problemas de la transición en un solo trabajo, voy a centrarme en la configuración de ese nuevo lenguaje político y cómo se refleja en la novela de Miguel Delibes, El diputado voto del señor Cayo (1978, Barcelona, Ediciones Destino). Como he dicho anteriormente, la transición fue un periodo histórico que trataron sociólogos, historiadores y novelistas, y debemos prestar más atención a estos últimos porque, a mi juicio, son los únicos capaces de captar la realidad en todas sus dimensiones y guardarla bajo la forma de la ficción. Estoy totalmente de acuerdo cuando Antonio Orejudo conversando sobre las novelas de Javier Cercas dice que “la verdadera Historia se conoce a través de la literatura”.

En esta novela Delibes nos muestra mediante las voces de los personajes y las situaciones presentadas por el narrador, distintos comportamientos e ideologías políticas. Cada uno de los personajes supone, en esta obra, una concepción del mundo que viene manifestada por una forma de expresión diferenciada.

Es importante saber que la obra fue publicada poco más de un año después de las Primeras Elecciones Generales, y es por tanto, el testimonio de los sucesos acontecidos durante las últimas fechas de la campaña electoral: unos jóvenes militantes _Laly, Rafa y Víctor_  llegan a un pueblo al norte de Castilla para informar a sus habitantes de las primeras elecciones democráticas en España. El pueblo al que llegan está prácticamente deshabitado, solo viven tres personas: Cayo, su mujer sordomuda y otro vecino con el que éste no habla. Durante las horas que pasan en el pueblo, Cayo muestra su sabiduría ancestral y su gran capacidad para sobrevivir en solitario. El señor Cayo aparece entonces como el personaje que va a desatar una serie de reflexiones sobre el sentido o sinsentido de la nueva imagen del político y de su lenguaje.

 

2.   LA CREACIÓN DE LA NUEVA IMAGEN DEL POLÍTICO

 

El papel de los medios de comunicación (prensa escrita, radio, televisión) fue clave en el desarrollo de la misma; el despliegue de información-formación (muy parecido al modelo norteamericano) produjo un extraordinario impacto sobre el elector.  Los medios de comunicación ejercían, por tanto, un poder clave sobre los votantes, manipulando la imagen y las noticias. Motivo por el cual los jefes de las campañas políticas cuidaban escrupulosamente su imagen y su relación con los distintos medios. Esta preocupación por cuidar las apariencias de los futuros representantes del Gobierno la refleja Delibes desde las primeras hojas de su novela:

Arturo se mordía el labio inferior y adelantaba el mentón, de cuando en cuando, como si pretendiera estirar la piel del cuello que quedaba oculta bajo la camisa. Víctor sonrió. Sacó del bolsillo de la cazadora un folleto plegado y lo desdobló:

_Y ¿esta propaganda a la americana que te gastas?_ dijo.

Arturo carraspeó, visiblemente turbado. Le azoraba contemplar su propia imagen en una fotografía de estudio, la pipa entre los dientes, sonriendo con fingida campechanía. Estiró la barbilla. Dijo con voz sofocada:

_No te lo vas a creer, pero esta propaganda a lo Kennedy, funciona.

Víctor movió la cabeza dubitativo:

_Quizá_ dijo_. Pero ¿no te habrás pasado un pelín?

_No irás a sentir escrúpulos ahora…

[…]

 

En la fotografía, Arturo aparecía en mangas de camisa, despechugado, sentado en un poyo, protegido por una pared de adobes,  entre los ancianos de la solana de un pueblo. El pie decía: “Por una tercera edad digna”. Y más abajo aún, cubriendo el último blanco del papel, con caracteres tipográficos más gruesos: SI DESEAS UNA ESPAÑA MÁS JUSTA, VOTA A ARTURO GONZÁLEZ TORRES, UN HOMBRE PARA EL SENADO. En los ojos de Víctor apareció una chispa de ironía. Arturo tornó a contraer los labios y a adelantar la barbilla:

“_ Te guste o no, esto vende_ dijo_; de la imagen, macho. No confundas el Senado con el Congreso. El Senado es una opción personal” (Delibes, 1978, p.12-13).  

Como vemos, desde el comienzo de la novela Delibes nos presenta dos problema claves de la transición española: la manipulación del aspirante político a través de la imagen, y la manipulación de los objetivos de la campaña electoral a través de las palabras. Imagen y palabra sirven como instrumentos de persuasión, aunque debemos aclarar que, a pesar del fuerte poder persuasivo de la palabra y los frecuentes usos de eslóganes, la imagen va a reemplazarla. Así, cada partido se definirá principalmente, por su logotipo y la fotografía del líder en la que siempre destaca “la ancha sonrisa del líder” (Delibes, 1978:14). La propaganda política se convirtió en la auténtica constructora/deconstructora de los mensajes, fue la gran propiciadora del voto a favor o en contra.

Este tipo de propaganda no nace desde la declaración de unos principios y unos ideales morales, sino que, como queda demostrado en el fragmento anterior, nace desde la hipocresía y el engaño. El personaje de Arturo es el ejemplo más significativo: “Te guste o no, eso vende _dijo_; da la imagen, macho”. Lo primordial era “dar la imagen” y apoyarse siempre en las buenas apariencias. Esto nos puede recordar a la antigua teoría del decoro que los griegos y romanos veían tan fundamental a la hora de defenderse oralmente ante el auditorio. Fue Marco Tulio Cicerón quien dijo que “en un discurso, como en la vida, nada hay más difícil que ver qué es lo apropiado” (Orator, 1967: 21). Y esto es lo que intentaban los políticos a albores de la transición: ser apropiados ante unos nuevos acontecimientos que no sabían el rumbo que iban a tomar. De ahí que se repita constantemente en la novela “guardar las formas” como condición esencial de cualquier aspirante político. El decoro va a ser, por tanto, el factor del que van a depender todas los acciones para lograr configurar una imagen política que difícilmente tiene que ver con la realidad.

En el grabado de la derecha, Arturo, retrepado en los cojines de un diván, el brazo sobre los hombros frágiles de Laly, su mujer, miraba tiernamente a dos niñas rubias, jugando a los pies con unos muñecos de trapo. Debajo rezaba la leyenda: “Por una educación sin privilegios” (Delibes, 1978, p.13).

En el fragmento anterior, se refleja en la propaganda la imagen de Arturo como un buen candidato porque proyecta al buen padre de familia y al esposo feliz. Todo se hace con el objetivo de ser siempre decoroso. A lo largo de la novela Delibes deja patente, sin embargo, que la relación entre Arturo y Laly es casi nula. Y si no hubiese sido por el hecho puntual en la novela en el que se dice que Laly es su esposa, no hubiésemos percibido en ningún momento un círculo afectivo entre ambos personajes. Con lo cual, la sensación que tiene el lector del grado de hipocresía que pueden alcanzar los carteles publicitarios va aumentando a medida que avanza la lectura de la novela. Las relaciones y diálogos entre los personajes van desmitificándolos poco a poco.

Ese decoro se refleja también, como vamos a ver, en la vestimenta de los personajes, en los gustos musicales, en los objetos que utilizan, e incluso, en las acciones: recordemos el uso de una avioneta con publicidad de la UCD o campañas políticas en las que personajes famosos afirman que votaran a PCE.

Para “guardar las formas” era muy importante que los políticos también cuidasen su aspecto físico y portasen una vestimenta adecuada al entorno y a la situación. El tono de peinado, el color del cabello, el material de la tela del traje, su color… todos son elementos significativos que hacen eco en la novela. De ahí que se aprecie una diferencia notable entre la vestimenta de Arturo y la vestimenta de Víctor:

Arturo, con su traje claro de entretiempo, su corbata a listas marrones y blancas, sujeta con un alfiler de oro con el emblema del Partido, apareció en el recodo (Delibes, 1978, p.12).

 

Mientras a Arturo se le describe con corbata, y el pequeño detalle tan significativo de ir “sujeta con un alfiler de oro con el emblema del Partido”, la imagen de Víctor, un tipo con barba y traje de pana, nos sugiere un personaje más humilde y más cercano a la clase media del pueblo.

Los cambios y transformaciones que sufrió España a raíz de la muerte de Franco afectaron también a la moda: la moda definía la identidad de cada partido. Como dice Aznar Sánchez “los partidos de izquierdas, hacen su aparición [en la época de la transición] imponiendo otros atuendos. Felipe González, en el PSOE., y Marcelino Camacho en CC.OO., implantaban el jersey de cuello de cisne, Nicolás Redondo, la camisa abierta”[i]. Esto hace pensar en que la imagen de Arturo puede parecerse, quizás, a la moda que Suárez, el Presidente del Gobierno, impuso al comienzo de la Transición política. Suárez al igual que Arturo se preocupó por dar la imagen de un hombre joven, dinámico, deportista, y sobre todo, nuevo. Por ello, Suárez insistía en llevar trajes de sports, juveniles y tener el pelo bien cuidado, aunque el fondo todos sabemos que en época de Franco vestía siempre el clásico traje de camisa azul.

Abrió el folleto y en la plana izquierda apareció Arturo juvenil, en calzoncillos, corriendo por una pradera tras una pelota inalcanzable, Una leyenda decía debajo: “Por un deporte popular” (Delibes, 1978, p.13).

En una conversación entre Dani y Víctor, Dani se sorprende de ver a Arturo con ropa deportiva y dando la imagen de hombre juvenil y deportista:

­_El tío no se ha quitado la camisa desde que hizo la comunión.

Víctor sacó del bolsillo de la cazadora el folleto publicitario:

_Te equivocas_ dijo.

Dobló el papel por la mitad y señaló la fotografía de Arturo equipado de futbolista (Delibes, 1978, p.31).

 

Del mismo modo, Víctor nos puede recordar a la imagen de los llamados “socialistas de la pana” como pueden ser Alfonso Guerra o Gregorio Peces-Barba, que impusieron la moda del traje de pana, el puro y las barbas.

Los gustos musicales también son definitorios de un determinado grupo político. Por eso, cuando Víctor, Laly y Rafa viajan en coche y escuchan zarzuela, Laly  contemplando la cara del primero añade: “Víctor está como out, sigue en la zarzuela y la zarzuela no encaja con nosotros” (p. 48). Víctor, que desde la primera página de la novela muestra cierto distanciamiento ante la hipocresía política, le pregunta: “¿Crees de veras que cada opción política tiene su música?” (p. 48).  Los diálogos que tienen lugar en el viaje van definiendo cada vez más la identidad de cada personaje y, sobre todo, van sugiriendo cierto distanciamiento entre los principios y la ética de Víctor y los otros dos personajes; distanciamiento que se hará patente en la “lúcida borrachera” de Víctor al final de la novela.

Es significado, además, que para viajar prefieran un Seat 124 en lugar de un 131. Todo con el fin de “guardar las formas […] al menos por el Partido” (p. 209) como no deja de repetir Laly a lo largo de la novela.

A Miguel ya sabéis que no hay quién le apee del 131, una manía. ¿Os importa llevar el 124?

_Mejor_ dijo Laly_: el 131 queda como burgués (Delibes, 1978, p.14).

 

¿Por qué tanta importancia en parecer, en ser cauteloso y cuidadoso con la apariencias? El motivo, a mi parecer, lo señala Dani en las primeras páginas de la novela cuando dice que “después de cuarenta años de silencio no hay dios que sepa lo que va a funcionar en el país en este momento” (Delibes, 1978, p.31). Delibes supo captar el desconcierto en el que se encontraba España ante una situación completamente desconocida, y supo reflejarlo a la perfección en esta novela. Así, el decoro, la estrategia política y los nuevos procedimientos de comunicación eran las únicas y nuevas armas que los Partidos podían utilizan para defenderse contra la incertidumbre del no saber hacia dónde nos dirigimos y contra el miedo a repetir los errores del pasado.

Una de las estrategias políticas más usuales durante la Transición fue, como se manifiesta en la novela, la de crear mapas de provincias para señalar con chinchetas rojas los lugares que el Partido ha recorrido haciendo mítines y mentalizando a los ciudadanos de lo que deben votar, y con chinchetas azules aquellos lugares que quedan por visitar y “persuadir”.

El viaje que Laly, Rafa y Víctor inician es la consecuencia de esa estrategia política. El mapa de provincias que señala tres chinchetas azules entre Refico y Palacios de Silos dará comienzo a un viaje lleno de reflexiones y, también revelaciones cuando se topen con la sabiduría ancestral del señor Cayo.

    Cuando los tres personajes se encuentran con el señor Cayo intentan convencerle de que las elecciones del día 15 son un hecho imprescindible  y decisivo para el país; es una oportunidad, y que “si la desaprovechamos nos hundiremos sin remedio, esta vez para siempre” (p. 86). En estas palabras dichas por Víctor se percibe conscientemente ese miedo a volver al pasado y, como ya he señalado, a repetir los mismos errores. Por ello, los nuevos políticos de la Transición rechazaron a los Partidos veteranos y a los de extrema izquierda y apoyaron a los partidos más jóvenes.

    Dicen que hace dos días anduvo allí ese tal Agustín y montó el número de tapar el Cristo con la bandera. Ya les conoces, esos tíos creen que seguimos en el 36 (Delibes, 1978, p.16).

    Todos estos elementos que venimos comentando (la manipulación de la perfil del político a través de la imagen, la importancia del decoro, la estrategia política y el miedo a repetir los errores del pasado) van a configurar la visión desmitificadora de la Transición en El disputado voto del señor Cayo de Delibes, y van a ser los factores causantes de un discurso carente de sentido y, consecuentemente, fallido.

 

3.   LA VISIÓN DESMITIFICADORA DE MIGUEL DELIBES

 

Con la muerte de Franco emergió la necesidad y la urgencia de elaborar un discurso político que hiciera hincapié en las nuevas oportunidades y ventajas que traían consigo las elecciones. Pero ese discurso no nacía con la intención de proclamar los principios éticos y morales de un determinado Partido, sino que estaba contaminado por los factores comentados en el apartado anterior: manipulación del lenguaje y de la imagen del político, miedo a repetir los mismos errores, importancia del decoro… etc. El único propósito era “guardar las formas” para conseguir “mentalizar” al pueblo y “comerle el coco al personal” (p. 19). Teniendo en cuenta ese objetivo, los políticos echaron mano a las técnicas de la Retórica para elaborar los eslóganes, mítines y demás propaganda política.

_No me gusta_ dijo [Víctor al contemplar un folleto político]

Félix Barco agitó su mano pequeña y morena, con las uñas negras, descuidadas, en ademán de protesta:

_Jo, tío, eres la pera_ volvió los ojos a Ayuso_. Dos horas rompiéndonos la crisma y ahora el Diputado no le gusta.

_Entiéndame_ dijo Víctor_: A mi juicio os enrolláis demasiado.

_Y ¿puedes decirme cómo le comes el coco tú al personal sin darle el coñazo?

Víctor frunció el ceño, pensativo:

_Muy sencillo_ dijo al cabo_: Con ideas concretas. A estas alturas de la campaña nadie se traga un rollo de estos así le den veinte duros.  […]

_Al elector solo hay que decirle tres cosas, así de fácil: Primera, que vote. Segunda, que no tenga miedo. Y tercera, que lo haga en conciencia.

La voz de Félix Barco salió tonante pero tamizada entre sus lacios y frondosos bigotes:

_¡Joder, estoy harto de vaselina! ¡Estoy de conciencia hasta los mismísimos huevos! ¿Y si la conciencia no coincide con nuestro programa?, pregunto.

_Mala suerte (Delibes, 1978, p.18-19).

 

A pesar de la hipocresía, se puede apreciar la buena voluntad de algunos miembros del Partido. Víctor es el personaje que tiene una visión de la política más ética que el resto: solo pretende que sus “ideas concretas” lleguen a todo el pueblo para que tengan la posibilidad de votar en “conciencia”. Además, es el único personaje que quebranta con su borrachera la estricta nueva norma de “guardar las formas”. Y aún así, su honradez y lucidez no fue suficiente para suplir la ausencia de un discurso construido con coherencia.

El discurso político está lleno de clichés y de eslóganes que aparecen en la novela. Ya citamos los eslóganes que utiliza Arturo en su propaganda electoral: “SI DESEAS UNA ESPAÑA MÁS JUSTA, VOTA A ARTURO GONZÁLEZ TORRES, UN HOMBRE PARA EL SENADO” (Delibes, 1978, p.12).

También encontramos eslóganes del Partido rival: “_Mire, tío_ añadió_, si quiere orden y justicia, vote a esta candidatura” (Delibes, 1978, p.153).

Es importante hacer hincapié en que estos eslóganes y frases únicamente tienen sentido dentro del marco de la publicidad política, puesto que en la novela cuando esos mensajes se sacan del texto y se introducen en el contexto que rodea a los personajes, esos mensajes dejan de tener sentido y cobran, incluso, un sentido irónico. De ahí que Julia y los demás políticos que están en la sala se rían de ver un folleto en el que aparece Arturo jugando al futbol:

    Julia aprovechó la pausa para mostrar el folleto que había estado examinando y preguntó de nuevo:

_¿Es que Arturo ha jugado al futbol alguno vez?

Todos rieron. Dani se puso serio:

_Vamos a dejar tranquilo al Senador (Delibes, 1978, p.34).

 

Ahora, vamos a detenernos en los clichés políticos que hacen que la información se repita constantemente hasta llegar a parecer absurda e incoherente: cuando Víctor, Rafa y Laly llegan al pueblecito se dan cuenta que no hay muchas personas para dar un mitin y lo único que les queda es “charlar un rato” con el señor Cayo, cosa que incomoda bastante Víctor.

 

Tóo!, lo que es por mí, ya puede usted informarme. [dijo el señor Cayo cuando Víctor le conto el propósito con el que habían llegado al pueblecito]

La cabeza de Víctor osciló de un lado a otro:

_Bueno_ dijo, al cabo_ así, en frío, mano a mano, no es fácil, compréndalo… Pero en fin, lo primero que debemos decirle es que estas elecciones, las elecciones del día 15, son fundamentales para el país.

_Ya_ dijo lacónicamente el viejo.

_O sea, que es una oportunidad, casi le diría la oportunidad, y si la desaprovechamos nos hundiremos sin remedio, esta vez para siempre.  […]

_Y ¿dónde vamos a hundirnos, sino es mala pregunta?

Víctor se acarició las barbas:

_Bueno_ respondió_ eso es largo de explicar. Nos llevaría mucho tiempo (Delibes, 1978, p.86).

 

Como vemos, Víctor está preparado, como candidato que es, a hablar ante una multitud de gente, ante un auditorio. Sabe muy bien qué tiene que decir y qué es lo que los ciudadanos quieren escuchar. Pero el hecho de encontrar a una sola persona le causa un gran desconcierto que nos revela su incapacidad lingüística como orador.

En realidad, los políticos de la Transición estaban instruidos en dar mítines ante una masa de gente que escucha las parrafadas que han aprendido de memoria, en forma de clichés, casi de forma automática y, que intentan dar información sobre aquellos asuntos de política que creen que a la gente les puede interesar. Por ello, cuando Víctor tiene que dialogar de tú a tú con el señor Cayo su discurso ve vuelve inseguro y dubitativo, puesto que en realidad él no ha elaborado ningún discurso personalmente.

“Las elecciones del día 15, son fundamentales para el país” o “es una oportunidad, casi le diría la oportunidad, y si la desaprovechamos nos hundiremos sin remedio, esta vez para siempre” son claros clichés políticos que los ciudadanos españoles escuchaban o leían repetidas veces en mítines, folletos, carteles, y también en la radio, en la televisión y en los periódicos. Los medios de comunicación se convirtieron en una auténtica bomba de información política. Pero el problema no fue la gran difusión que se le quiso dar a este tipo de información, sino que los candidatos no sabían responder a las preguntas de los electores. Cuando el señor Cayo le pregunta a Víctor “¿dónde vamos a hundirnos, si no es mala pregunta?”, éste se acaricia las barbas (signo que indica su actitud pensativa al no saber qué contestar) y le dice que “eso es largo de explicar. Nos llevaría mucho tiempo”.

Más adelante, Víctor se da cuenta que Cayo tiene todo el tiempo del mundo para escucharle, pero el problema reside en que él no tiene nada que decirle, ni nada que ofrecerle:

“_Usted nunca tuvo prisa, ¿no es cierto, señor Cayo?

Tóo! Y ¿a cuento de qué iba a tener prisa?” (Delibes, 1978, p.105).

 

A partir de esta conversación el personaje de Víctor parece mantenerse más pasivo en la acción. Son Laly y Rafa los que se dedican a hacerle preguntas al anciano mientras Víctor contempla con admiración su saber ancestral.

Laly se indigna de ver al señor Cayo trabajando de sol a sol en el campo y le ofrece la posibilidad de no seguir con las tareas de la tierra. Le sale la vena de mitin cuando expresa que “una sociedad que tolera una cosa así, no es una sociedad justa” (Delibes, 1978, p.107). Lo sorprendente en toda la conversación es la respuesta del anciano: “_Ande_ dijo al fin, en tono de soterrada protesta_ ¿es que también va a usted ahora a quitarme de trabajar?” y “¿si me quita usted de trabajar en el huerto, en qué quiere que me entretenga?” (Delibes, 1978:107)

Intentan convencer al señor Cayo de las muchas ventajas que tiene el derecho el voto, pero lo cierto es que el anciano no necesita nada de eso porque está fuera del sistema capitalista del que ellos provienen. Rafa, Víctor y Laly se encuentran en un sistema distinto, con una visión completamente diferente de la vida de la que tiene el anciano. Así, los temas electorales que son presentados en forma de diálogo por parte de Laly, Rafa y Víctor hacia el señor Cayo se vienen abajo a causa de las reflexiones y respuestas que éste les da y les suscita.

Por tanto, las ideas de Cayo configuran una visión política y una forma de vida diferente (por ejemplo, en las págs. 119, 120, 138, 139, 141-145) que descontrolarán a Víctor hasta el punto de romper la imagen que nos presentó de él Delibes al comienzo de la novela: (a causa de una “lúcida borrachera” como la llama Laly)

 

_¿Qué pasa ahora, Diputado? [dijo Rafa]

_ Pasa_ dijo Víctor con una expresión extrañamente reflexiva_ que hemos ido a redimir al redentor.

Rafa estalló en una risotada estruendosa:

_¡Eso!_ dijo_: Hemos ido a redimir al redentor_ y, sin cesar de reír, como obedeciendo a una exigencia imperiosa, ladeó ligeramente el cuerpo y se puso a orinar (Delibes, 1978, p.164).

 

Víctor ha tenido una revelación: se ha dado cuenta de que su discurso no tiene ningún sentido para el anciano, porque lo único que le han ofrecido son palabras que no encajan en el sistema en el que él vive. En la novela hay dos realidad distintas (o tres, si atendemos a la visión del Partido Alianza Popular que solo podemos conocer a través de la imagen que nos da su adversario). Cuando la realidad de las personas que forman parte del acto comunicativo es distinta, estamos en riego de que la comunicación sea fallida o haya una mala interpretación. Para comprender mejor esto debemos atender a los elementos que configuran el acto comunicativo según Shannon y Weaver:

Cuando el emisor (en este caso, el Diputado, Laly y Rafa) emite un mensaje al recepto (el señor Cayo) es necesario que ambos compartan el mismo lenguaje y el mismo contexto, es decir, la misma realidad.

En la novela, se aprecian diferencias significativas del lenguaje que reflejan a su vez, el distinto contexto de los hablantes. Pero en este caso, no es el lenguaje lo que dificulta (en su mayor grado) la comunicación, sino el contexto: al situarse ambos interlocutores en realidades completamente distintas, el menaje emitido por Víctor y los demás personajes es recibido por el señor Cayo como un mensaje carente de sentido, y consecuentemente, fallido.

Esta incompatibilidad de visiones y de formas de entender el mundo entre los personajes ya la advirtió el anciano cuando murmuró: “me parece a mí que no vamos a entendernos” (Delibes, 1978, p.109).

No le pueden aportar nada al señor Cayo pero, paradójicamente, el señor Cayo si les va a aportar mucha información a ellos, como por ejemplo: les enseña cómo extraer miel de un enjambre, el distinto tipo de cultivo que hay, las propiedades de la flor del saúco…etc.

 

  _Increíble, Dani. [le dice Víctor a la vuelta del viaje]. Él es como Dios, sabe hacerlo todo, así de fácil. Y ¿qué le hemos ido a ofrecer nosotros?, pregunto. Palabras, palabras y palabras… Es… es lo único que sabemos producir (Delibes, 1978, p.185).

 

En definitiva, el señor Cayo les enseña un conocimiento ancestral que permite al hombre sobrevivir en la soledad, sin necesidad de depender de otras personas. Hay la novela una inversión de los papeles y objetivos entre los personajes de Víctor y el señor Cayo: se suponía que Víctor, como Diputado, tenía que persuadir y “mentalizar” al anciano de la importancia del voto y de la buena elección que haría votando a su Partido. Y en cambio, ocurre todo lo contrario: Víctor se da cuenta del tremendo error en que se hallan inmersos los políticos (inclusive los políticos de su propio Partido) al querer transformar la forma de vida de los ciudadanos. Por tanto, no es únicamente un problema de comunicación o lenguaje, sino que es un problema de ética y de principios.

Víctor indica, finalmente, una frase clave para comprender la visión que Miguel Delibes tenía de la política a albores de la transición: “Hemos ido a redimir al redentor” (Delibes, 1978, p.164). El Diputado es el único político de la novela que parece estar ausento de hipocresía, y es por eso que es el único de los tres personajes del viaje en darse cuenta de que la política de la época se construye bajo apariencias y falsas promesas.

 

4. CONCLUSIÓN

 

 “Hemos ido a redimir al redentor”: la política no iba a salvar a España del retroceso en que estaba sumida a causa del régimen franquista. Con la muerte de Franco, se abren nuevas expectativas y esperanzas de cambiar la sociedad, y sobre todo, la mentalidad y las costumbres de los ciudadanos. Para ello los medios de comunicación jugaron un papel fundamental: cada Partido difundía masivamente su publicidad para persuadir, influir,  convencer y llegar así, a la toma de poder. El problema fue que la “guerra de Partidos” y el ansia por llegar al Gobierno corrompió el discurso político llenándolo de clichés, eslóganes y programas políticos sin sentido y sin coherencia. La desmitificación de la Transición española ha sido causa de un problema de lenguaje y ética: los políticos no elaboraban sus programas desde principios morales sino desde el engaño y las apariencias. Miguel Delibes en El disputado voto del señor Cayo supo captar ese clima de desconcierto e hipocresía.

 

Bibliografía

 

BARRIO, EMILIA. Espacios públicos en clave de sexo/ género: la transición democrática: (empresariado, educación y política). Granada: Diputación de Granada, Centro Provincial de la Mujer, D.L. 1999.

DELIBES, MIGUEL. El disputado voto del señor Cayo, Barcelona. Ediciones Destino, 1976.

HERNÁNDEZ GUERRERO, JOSÉ ANTONIO [et. Al] (eds.). Política y oratoria, el lenguaje de los políticos: actas del Seminario Emilio Castelar, diciembre de 2001. Cádiz: UCA, 2002.

NIEVA DE LA PAZ, PILAR. Narradores españoles en la transición política: (textos y contextos). Madrid: Fundamentos, 2004.

PECOURT, JUAN. Los intelectuales y la transición política: un estudio de campo de las revistas políticas en España. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológias, 2008.



[i] Web de Estudios Políticos, Política y moda: 

http://www.turismoyarte.com/estudios_diversos/estudios_diversos1.htm [consultado el día 12 de febrero de 2010]