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REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS
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I S S N     1577 - 6921

NÚMERO 2 - NOVIEMBRE 2001

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Lenguaje y retos sociales del mañana: Interrogantes, estrategias y programas[1]

José Lambert

 

(CETRA, Universidad Católica de Lovaina)

 

          El título genérico de este congreso hace referencia al problema del lenguaje en su relación con los medios de comunicación. En la primera parte de este artículo de discusión querría resaltar que todas las opiniones sobre este tema están fuertemente condicionadas por la historia y la cercanía que pudieran tener con algunas posiciones y aproximaciones. Precisamente por esta razón, necesitamos superar tales limitaciones, a menos que no sea verdad que el objetivo de este congreso es realmente solucionar problemas nuevos de un modo conveniente.

 

          Lo que está en juego no es solamente la cuestión de “el lenguaje/las lenguas” y la cuestión de los “medios de comunicación”, sino también el impacto del fenómeno mediático en el lenguaje y viceversa. Mi tesis principal será que el fenómeno lingüístico es redefinido de un modo básico y constante a través de las nuevas redes mediáticas y que se requieren nuevas habilidades para explicar cambios tan profundos. Otra tesis será que esta discusión no es exclusivamente académica: si las sociedades no son capaces de adaptarse a este nuevo mundo del lenguaje y los medios de comunicación, ellas mismas, como sociedades, podrían estar en entredicho.

 

          La pregunta “pero, ¿a quién compete exactamente?” es otra cuestión, y podríamos descartar desde un principio que las habilidades establecidas serán suficientes cuando surgen nuevos problemas. Aunque mi propio perfil podría inducirme a relacionar mi trabajo y el habla con la traducción, mi tarea es, entre otras, redescubrir lo que pueda significar lenguaje.

Nuestro menú

 

          Cuando nos acercamos al “lenguaje” al comienzo de un congreso orientado hacia la investigación, los expertos siempre tendrán la tendencia, por otro lado natural, de buscar los significados más básicos y generales de:

 

          lenguaje y medios de comunicación

          medios de comunicación y lenguaje

 

lo que explica por qué tendemos a usar el término “lenguaje” en lugar de “lenguas”. Pero, ¿por qué no probar con “lenguas” además de con “lenguaje”?

         

          Por otro lado, sabemos muy bien que el concepto de “medios de comunicación” no es simple, dado el fenómeno del progreso tecnológico (¿más que en ningún otro campo?) y las múltiples aproximaciones a la tecnología mediática. Según Walter Ong (Ong 1990) y muchos otros, nuestra era podría denominarse la era de los medios de comunicación, pero los mismos expertos  enfatizan el hecho de que los “medios de comunicación” no son un fenómeno nuevo y que la humanidad, hace ya muchos siglos, había desarrollado la técnica de los sistemas de escritura, de impresión, etc...

 

          Necesitaríamos entender que hay un uso del término ‘medios de comunicación’ más general y otro más específico: uno hace referencia a cualquier sistema técnico para la comunicación, el otro a nuestras tecnologías de comunicación contemporáneas, que tienden a centrarse de un modo más o menos exclusivo en los sistemas de comunicación audiovisual, ahora y de un modo creciente en sistemas multimedia, y que tienden a pasar por alto los sistemas tradicionales de comunicación (escritos).

 

          Hay una ambigüedad que merece una atención más cuidadosa en nuestra terminología desde el momento en el que hacemos referencia a la que se considera una virtual sociedad de la información. ¿Incluye mi discusión sobre el fenómeno mediático a mi ordenador y a mis actividades en Internet o no? Se nos dice todos los días que la pantalla de nuestro televisor se utilizará también como pantalla de ordenador y viceversa. Cuando este trabajo de discusión esté a disposición del público en su versión impresa, esta perspectiva futurista de la conexión de televisión y ordenador podría ser ya trivial: en este momento todavía es futurista, y ésa es la razón por la que los expertos todavía no han incorporado las consecuencias de esta nueva revolución a su visión del mundo.

 

          La misma distinción entre televisión y ordenador y su previsible irrelevancia en los años venideros no es en absoluto intrascendente.

 

          Quizá estemos equivocándonos en nuestro tratamiento de los últimos avances en tecnologías de la comunicación por usar un término incorrecto, o por no definirlo de un modo exhaustivo. Podríamos estar suscribiendo opiniones que sólo son aplicables a anteriores tipos de medios de comunicación. Aún sin mala intención podríamos estar dando sustento a puntos de vista institucionales que no queremos reforzar en absoluto: los conceptos son algo más que meros instrumentos, también son etiquetas para referirse a posiciones de poder.

 

          En concreto, nuestras sociedades e instituciones usan “medios de comunicación” e “información” (por no hablar de “lenguaje”) en muchos sentidos diferentes. El mejor ejemplo que se puede ofrecer es la acuñación de “medios de comunicación” e “industrias de la información” en los organigramas de la Unión Europea. Estaría injustificado asumir que ésta es una mera cuestión de terminología, sobre todo porque la terminología y el lenguaje se tratan de modos muy diversos en los medios de comunicación o industrias de la información de la Unión Europea.

 

          Mi solución a estos problemas conceptuales será un uso conscientemente general de “medios de comunicación” y “lenguaje” con distinciones y especificaciones adicionales cuando sean necesarias. Sería una lástima aplicar términos demasiado limitados a este cambiante mundo mediático.

 

          Como prueba podría valer la pena ver en primer lugar qué ocurriría si invirtiéramos el tema de este congreso:

 

          el lenguaje / las lenguas sin los medios de comunicación

          medios de comunicación sin el lenguaje / las lenguas

 

          ¿Cómo de fundamental o de marginal es la relación entre ambos? En su trabajo cotidiano, los expertos en temas de medios y los estudiosos de lingüística, sea cual sea su respuesta a mi pregunta, tienden a no preocuparse por su mutua exclusión. ¡Sí, ahí está el obstáculo! ¡Como diría Hamlet!.

 

          Muchos expertos en los medios o en el lenguaje y muchos de los líderes con capacidad de decisión a menudo apoyan la idea de que el lenguaje es un obstáculo para la comunicación, y sugieren que la comunicación sin lenguaje funcionaría de un modo mucho más eficiente. Sin embargo, es irónico que para hacer estas observaciones necesiten utilizar el lenguaje.

 

          Debería ser ya evidente que mi intención básica en este trabajo de discusión es examinar nuestras opiniones implícitas sobre el lenguaje y las lenguas desde el punto de vista de la comunicación y desde el punto de vista de las sociedades.

 

          No hay opiniones inocentes sobre el lenguaje. Cuando apoyamos ciertas opiniones sobre el lenguaje, inevitablemente apoyamos ciertos objetivos. Y sea cual sea nuestra posición (en el caso de profesores, ingenieros, estudiosos, escritores o intérpretes), tenemos muy buenas razones para intentar entender mejor nuestros propios objetivos, normas y valores en una sociedad que se reorganiza constantemente.

 

          Seguiré dos vías:

 

1º Trataré de redescubrir cómo nos comunicamos: ¿cuáles son las distintas aproximaciones posibles, ordinarias o excepcionales? ¿cómo condicionan nuestros objetivos y nuestras relaciones en la sociedad?

2º Discutiré (o volveré a discutir) tesis que son parte de nuestro llamado conocimiento común (“les idées reçues”, como Flaubert las llamaría).

 

Volviendo a lo básico y al conocimiento común: Las reglas que subyacen la comunicación humana (en el mundo mediático).

 

          En el intento de distinguir entre diferentes tipos de comunicación (y de discurso), podemos establecer que la “comunicación mediática” es una combinación de distintas variedades, y que los diferentes tipos de tecnología utilizada en los medios de comunicación desempeñan un papel importante en estas combinaciones.

 

- Comunicación oral frente a comunicación escrita:

 

          La comunicación oral puede ser directa (cara a cara), es decir, sin ninguna tecnología. También puede estar unida a la tecnología:

- teléfono

- micrófono

- grabadora

- etc...

 

La comunicación escrita puede ser:

- manuscrita

- mecanografiada

- impresa

- procesada por ordenador

- procesada por los medios (por ejemplo, subtítulos o publicación impresa).

 

- Comunicación privada frente a comunicación pública

 

La comunicación pública puede ser “más” pública en ciertos casos que en otros, por ejemplo cuando se apoya en ciertas instituciones (por ejemplo, una compañía, un gobierno, una cadena de televisión, etc.)

 

Ambas pueden ser escritas u orales, lo que significa que ninguna de ellas es “más privada” que la otra, aunque la comunicación escrita (publicada) tiende a ser mucho más pública e institucional que la oral.

 

          Se distingue también entre comunicación verbal y no verbal, principalmente desde que se produce el desarrollo de la comunicación mediática, aunque ambas son parte de la historia de la humanidad desde el jardín del Edén: nuevas combinaciones y posibilidades han aumentado la conciencia de las diferentes opciones y hábitos.

 

          Es fácil percatarse, una vez más, de que tanto la comunicación verbal como la no verbal pueden ser privadas y públicas. También puede ocurrir que la comunicación no verbal asuma una función institucional, como en las relaciones de negocios (tradicionales) en las que un apretón de manos puede señalar que una negociación ha terminado.

 

          En cualquier caso, es tremendamente sorprendente que, aunque muchas características permitirían una distinción entre tipos específicos de comunicación, no puede haber una clasificación simple de tipos de comunicación, puesto que la mayoría de los rasgos pueden combinarse (por ejemplo, una conversación telefónica en televisión) y dado que las diferentes generaciones de tecnología no excluyen previos rasgos y hábitos (incluso “primitivos”): es precisamente en la era de los medios de comunicación en la que el discurso oral ha recobrado importancia como discurso público, puesto que los medios audiovisuales hacen un uso sistemático de los principios de la conversación (el caso de la producción actual del habla podría considerarse como un ejemplo extremo de esta tendencia: innova la comunicación mediante el uso industrial del discurso oral individual). De ahí que la llamada crisis de lo escrito pueda serlo también de la comunicación (exclusivamente verbal).

 

          Debido a estas combinaciones según distintos principios, es prácticamente imposible situar claramente los distintos tipos de comunicación en la historia de la humanidad: las clases tradicionales de comunicación no han desaparecido, aunque los nuevos tipos tienden a reemplazarlas, lo que implica que en la edad moderna hay más medios disponibles que en la antigüedad. No hay tipos de comunicación completamente primitivos, puesto que la comunicación oral (e individual) no desaparecerá nunca y puesto que otras clases básicas de comunicación verbal y no verbal se utilizan una y otra vez en las diferentes innovaciones tecnológicas realizadas en todo el mundo. Cualquier intento de escribir la historia de la comunicación en términos de progreso lineal fracasará porque las nuevas posibilidades se combinan constantemente con otras tremendamente tradicionales. El fenómeno del “progreso” podría ser una cuestión de distribución, espacio y tiempo: más gente en más países utiliza las nuevas tecnologías de la comunicación. Por otro lado, es imposible separar la (r)evolución de la comunicación de la historia y del llamado progreso, puesto que el desarrollo de la tecnología puede situarse fácilmente en el espacio y en el tiempo, y dado que es fácil demostrar que (el final de) el siglo XX ha acelerado la (r)evolución tecnológica de un modo espectacular, no sólo en lo referente a la tecnología misma, sino también desde el punto de vista del usuario: los nuevos hábitos comunicativos han pasado a ser parte de nuestra vida cotidiana. Pero la misma naturaleza de los cambios en la comunicación, obviamente imprevisibles, compromete la posición de aquellos que afirman ser los defensores del progreso y a quienes, basándose en argumentos parecidos, creen en definiciones taxativas en lugar de en mezclas y combinaciones.

 

          Desde el punto de vista de la investigación académica, se resisten a la interdisciplinariedad o, hablando claro, a la investigación.

 

          Es obvio que no son sólo los rasgos tecnológicos los que desempeñan una función en el cambio de las sociedades, sino también y, de un modo especial, su distribución y uso: el componente cultural es parte del juego, e incluso llega a condicionar tanto la producción como el uso de la tecnología. Ciertas innovaciones tienen mucho más éxito que otras, bien por azar o por diseño. Es muy común que, sólo poco a poco lleguemos a descubrir cuáles son o han sido las consecuencias de una innovación tecnológica.

 

          Ésta es precisamente la cuestión clave en “lenguaje y medios de comunicación”: la distribución y éxito de diversos tipos de medios de comunicación tiene un impacto importante en el lenguaje, y problablemente también en la sociedad.  

 

          Echemos ahora un vistazo a los rasgos de la comunicación mediática contemporánea con la ayuda de algunos diagramas simples. Más allá de las características tecnológicas (cara a cara, telegráfico, videograbación, etc...) o de la posición institucional (privada o pública), veamos el tipo de asociación que implican.

 

          Parece ser que no existe comunicación sin relaciones (asociaciones), pero el modelo de relaciones paralelas es bastante ingenuo (Figura 1).

 

          El hecho es que no puede tomarse en serio ninguna idealización de los principios organizadores de la interacción que subyacen a la comunicación, sea cual sea la tecnología utilizada, la situación espacio-temporal o incluso la posición institucional. La idea de democracia (etnolingüística y de otro tipo) y otros Derechos Humanos puede que esté muy extendida en nuestro mundo (¿occidental?), pero inevitablemente es puesta en entredicho por cualquier conversación o intercambio de mensajes desde el momento en que aceptamos - sobre la base de la evidencia empírica:

 

- que ninguna interacción puede ser completamente paralela. A habla o escribe en primer lugar, o lo hace B, y aunque la concatenación de mensajes pueda estar fundamentada en reglas de interacción claras, uno de los dos ha tomado la iniciativa o pronunciará la última palabra.

- que tiene una (pre)historia y probablemente un futuro;

- que la interacción o comunicación siempre se orienta desde un socio hacia el otro;

- que está condicionada por la selección y la exclusión (puesto que A se dirige a B en lugar de a C o a D, y dado que B no se ha dirigido a B).

 

          Podría deducirse de estos principios básicos de CUALQUIER interacción personal que el prestigio y las relaciones de poder no pueden evitarse, sea cual sea el objetivo y las consecuencias de la (nueva) interacción.

 

          Desde el momento en el que participan más socios las reglas de poder se hacen más obvias, dado que las prioridades y exclusiones se tornan más claras que antes.

 

          Ya sea en público o en privado, los socios que participan no pueden interaccionar con todos los demás socios de un modo exactamente idéntico. En un contexto privado, podrían decidir esperar a que sus socios tomen la iniciativa, o hacer lo contrario y dirigirse a C en lugar de a E o F. En un marco público, los organizadores o la institución habrán diseñado previamente el encuentro, reduciendo así las opciones posibles para evitar el desorden, lo que de hecho podría ser el principio que subyace a conversaciones y contactos privados entre varios socios. Desde el momento en el que la interacción (o encuentro) se convierte en pública y de naturaleza institucional, se esperará de los socios un cierto grado de organización previa: orden y organización se consideran necesarios.

 

          Debido a las nuevas tecnologías, el número de opciones posibles se ha incrementado enormemente, en primer lugar en lo referente a cantidad (es posible dirigirse a más socios) o en lo referente a espacio (los socios no están necesariamente presentes de un modo físico) o en lo referente a iniciativas y poder (dado que el número potencial de iniciadores podría llegar a ser inmenso, quizá más o menos ilimitado).

 

          La posibilidad real y teórica de la comunicación “de masas” no tiene por qué excluir la posibilidad de un intercambio de mensajes abierto (y democrático), pero la multiplicación de opciones hace que cualquier organización abierta sea bastante compleja: la necesidad de organización reduce la apertura de las asociaciones; desde el momento en el que el número de participantes se incrementa, los que organizan la sesión comunicativa tienen más obligaciones, y por consiguiente más gastos, y es claramente más eficiente y más barato establecer las reglas de interacción de antemano, cuando no el número de comunicadores potenciales. Esta es la razón por la que la llamada comunicación de masas tiende a ser unidireccional, aunque esto no es de ningún modo una consecuencia inevitable de la comunicación a gran escala.

 

          El mismo hecho de que los actuales expertos en comunicación mediática tiendan a evitar la idea de “comunicación de masas” indica que son conscientes del problema de la interacción, debido a nuevos medios y nuevas tecnologías mediáticas: aunque el número y el tipo de opciones es ahora mundial, la apertura al reparto mundial de las iniciativas se ha vuelto realista. Esto implica sencillamente que los “organizadores” - los de Internet en primer lugar - han revisado los principios de eficiencia y coste-efectividad que subyacen la comunicación tradicional. Surge la pregunta de si este profundo cambio en la organización de la comunicación colectiva (y que todavía puede llamarse comunicación “de masas”, aunque de otro tipo) ha sido percibido e integrado por todos los organizadores del discurso (público). Aquellos organizadores que invierten en redes de comunicación y que todavía no han cambiado el modelo unidireccional por uno multilateral se enfrentarán, antes o después, con un problema generacional. La Unión Europea es partidaria de la transmisión multipunto en lugar de situarse dentro de los modelos de transmisión multilateral[2] A primera vista podría parecer una mera cuestión técnica. Pero, de nuevo, ¡ahí está el obstáculo!.

 

Principios básicos de la comunicación (verbal) en las sociedades virtuales

 

          La idea de que el correo electrónico y las conversaciones por Internet podrían suponer una innovación en las reglas básicas de la comunicación es una consecuencia natural de la cultura, y no de la tecnología. En la comunicación, los socios siempre han llevado sus capacidades potenciales a sus contactos, y los que son institucionalmente más fuertes siempre han impuesto sus propias reglas a los otros socios.

 

          El problema de la política lingüística no es más que una parte del establecimiento previo de las reglas básicas. La ampliación de los socios potenciales en términos numéricos y de tiempo y espacio ha hecho el componente lingüístico más obvio, aunque de un modo sutil. Un círculo vicioso subyace la política lingüística en las relaciones internacionales de todo tipo: sólamente se desea tener contactos con aquellos que ya han demostrado que las diferencias lingüísticas no impiden la comunicación en realidad y no es extraño que exijan opiniones similares en nombre de sus conciudadanos. Si las barreras lingüísticas hubieran sido siempre un problema para ellos, nunca habrían emprendido ninguna iniciativa intercultural. Por definición, el lenguaje nunca puede ser el asunto clave.

 

          Por razones muy parecidas, cualquier tipo de contacto a larga distancia - como tal - no es más que una confirmación tremendamente explícita de la misma convicción básica: la gente puede (también) tener contactos en grandes grupos, independientemente de limitaciones temporales y espaciales. Los que organizan el encuentro y ponen las condiciones tienen - por supuesto - razones más poderosas para ser optimistas que sus segundones: necesitan confiar en sus propias iniciativas.

 

          La pregunta es si serán capaces de superar los obstáculos de “otra era”, obstáculos que están unidos a la comunicación mediática y virtual.

 

          El nuevo obstáculo en la comunicación virtual no es simplemente el hecho de que la gente supere fronteras espacio-temporales, sino el hecho de que se encuentren sólo (o en primer lugar) en marcos espacio-temporales independientes, es decir, sin haberse encontrado en la llamada vida real o cotidiana. Las bodas por Internet quizá lleguen a ser muy reales, pero son, en primer lugar, parte de programas virtuales.

 

          ¿Son los principios básicos de la sociedad virtual realmente nuevos o no, y por qué (no)?.

 

          Nuestras respuestas a tales preguntas se mantendrán inevitablemente en el campo de lo virtual en tanto que nuestras observaciones (empíricas) no las hayan probado y no se haya establecido alguna posibilidad de predicción. Examinemos de nuevo nuestras reglas comunicativas y estudiemos si los medios de comunicación y la comunicación virtual modifican realmente las reglas de asociación hasta el extremo de influir en las reglas lingüísticas.

 

          Reconsideremos la figura 1: la comunicación podría  tener lugar no entre A y B, ni entre recuadros vacíos (figura 2), sino entre gente, digamos que entre John y Jim o entre el Sr. Smith y el Sr. Johnson, y también entre el Sr. Blacksmith y el Sr. Kirkpatrick, etc...

 

          En las sociedades tradicionales su encuentro podría quedarse en un asunto privado. Cuanto más se organice un encuentro en nuestra sociedad caracterizada por la movilidad más posibilidades hay de que circunstancias añadidas puedan complicar dicho encuentro. Podría tener lugar en Hamburgo, entre socios que vinieran de diversos países (europeos y no europeos). Podría estar organizado por una compañía local (alemana/francesa/británica/americana), lo que condicionaría previamente sus principios básicos: ¿quién hablará primero, cómo se utilizarán los nombres propios (John en lugar de Señor...), los nombres de las compañías y de los países, etc...?. Desde el principio del encuentro podría haber un moderador y los participantes quizá dejarían de hablar fuera de turno y esperarían instrucciones.

 

          Como en las historias de Agatha Christie tenemos preguntas sobre algunas reglas básicas: ¿quién tiene el poder? ¿hasta qué punto influirán los factores expuestos hasta ahora en los resultados de la reunión? Otro asunto clave será: ¿cómo pueden hablar unos con otros? ¿tienen una lengua en común, quién la ha seleccionado y cómo la usan exactamente?.

 

          Lo que falta es, evidentemente, la cuestión en sí: ¿qué quieren vender o hacer exactamente? La respuesta se encuentra parcialmente en algunas de nuestras expectativas: asumimos que el socio anfitrión o el moderador propondrán iniciativas, o que el que quiera ofrecer algo se aprovechará de su posición de poder. Pero también podría ocurrir que sencillamente se confirmen actitudes adoptadas en reuniones anteriores: el líder y la lengua ya han sido aceptados tiempo antes del encuentro, de un modo bastante espontáneo. ¿Usarán nombres de pila, se relacionarán mutuamente con compañías / países / lenguas?.

 

          Al reemplazar y cambiar algunos de los componentes de esta narración podríamos esperar muy distintos resultados: esto es lo que se espera que ocurra cuando la IBM recibe a todos estos socios en Nueva York (figura 4), o cuando es la SIEMENS la que invita a todos los socios a Nueva York (figura 5) o a MUNICH - O cuando estos socios son todos hombres que se reúnen para ver un partido de fútbol (figura 6).

 

          Ahora, ¿qué ocurriría si la misma reunión tuviera lugar a través de una discusión por INTERNET? Sabemos que no hay respuestas generales e incuestionables, pero también que habrá una competición entre diferentes componentes, y que en ciertos casos las relaciones pueden cambiar radicalmente cuando cambia el lugar de encuentro, cuando las relaciones previas (privadas o públicas) desempeñan un papel (o son descuidadas radicalmente): ¿se conocían estas personas? ¿Mantienen contactos fuera de los negocios? El entorno de INTERNET no garantiza que se empiece desde cero. La pregunta clave será más bien: ¿cómo de fuerte es la implicación de todos los participantes en INTERNET y su entorno? Nuestra pregunta también será: ¿es el lenguaje un elemento importante desde el punto de vista de los participantes? Mi respuesta es: es muy probable que... Pero, ¿cómo o por qué exactamente? No hay reglas generales, sino expectativas, y sobre la base de tales expectativas (que serán inevitablemente nuevas en este caso) se podría preparar y predecir el resultado de la reunión. El componente lingüístico puede ser obviado por el líder, como suele ocurrir a diario, pero sus socios podrían acusarlo con dureza por ello: la competición lingüística tiende a aumentar en todo el mundo, ya no es un monopolio de Canadá, Bélgica o Sudáfrica, debido a la repentina internacionalización de las asociaciones y la comunicación. Esto puede interpretarse como un acto de resistencia contra las (nuevas) reglas que organizan la comunicación.

 

          Comprobémoslo: volvamos a nuestra reunión una vez más. Las mismas personas podrían encontrarse en Londres, en Schipol, en La Rochelle o en Binghamton, Estados Unidos. En todas estas circunstancias el nombre (marca) del organizador tiene grandes posibilidades de influir en las reglas sociales de la reunión.

 

          Exactamente la misma gente podría celebrar su reunión en Internet. ¿Adaptarán las reglas al entorno? La respuesta será probablemente “sí” en tanto que se reúnen en nuestro mundo tradicional. En caso contrario, quizá adoptaran reglas que ninguno de ellos habría aceptado jamás en el encuentro de Hamburgo. Las reglas preestablecidas podrían ser una base suficiente para predecir, a menos que el prestigio del nuevo entorno sea simplemente más fuerte que las costumbres anteriores.

 

          Lo que está en juego es la lucha subyacente entre los organizadores de los encuentros, ya sean en la vida real o virtual, y su influencia en los diversos participantes, quienes tarde o temprano podrían traicionarlos. Nuestros diversos “oradores” / escritores podrían olvidar repentinamente lo que solían hacer en casa / en las sociedades tradicionales, y podría ser que escucharan a nuevos socios en lugar de a sus tradicionales jefes absolutos. En tanto que el lenguaje es una de las reglas sociales preestablecidas, sencillamente traicionarían o descubrirían nuevas reglas, y a partir de ahí nuevos mundos. Lo que está en juego no es el lenguaje, sino las reglas que subyacen la política lingüística. El problema no es en absoluto nuevo en la historia de la humanidad, pero la creciente movilidad amplía el abanico de posibilidades. Casi por definición, la conexión entre territorio y lenguaje se pone muy seriamente en entredicho y la necesidad de combinaciones - tales como la traducción - es parte de la nueva institucionalización. La “Democracia Etnolingüística” (Fishman, 1993) es una de las nuevas soluciones posibles, al menos si el principio de los Derechos Humanos es parte del acuerdo global. Pero el monolingüismo podría ser también parte de este nuevo mundo, al menos en el modelo unidireccional de comunicación. ¿Quién terminará ganando?

 

          La respuesta a tales preguntas tiene trampa desde el principio, simplemente porque las predicciones son siempre equivocadas. Se necesita contrastarlas mediante la investigación empírica e histórica. Las afirmaciones en sentido contrario son pura ilusión. Pero lo que está en juego es nada menos que la competición y la decisión sobre el poder en el nuevo mundo mediático, considerando el hecho de que el lenguaje es uno de los elementos que excluye socios (valor negativo) o que podría seducirlos y atraerlos, o que incluso podría conferirles privilegios (valor positivo). Hay más opciones disponibles que antes, no todas ellas son utilizadas por los usuarios en la realidad, cada opción tiene sus implicaciones, y aquellos que están en una posición lo suficientemente fuerte pueden decidir qué opciones serán seleccionadas. En las sociedades tradicionales se daba por hecho que muchas de las restricciones eran necesarias, y los que gozan del poder tienden a presentar sus decisiones como las únicas posibles. Esto no es nuevo. Lo que es nuevo es que tales decisiones pueden adoptarse en cualquier lugar, de un modo más independiente del espacio, del tiempo, de las instituciones locales, etc.: la desterritorialización tiene lugar no sólo en el lenguaje o en las técnicas, sino en términos de decisión y, por lo tanto, de poder. Lo que implica la redefinición de nuestros mapas del mundo: los lingüísticos, los comerciales, los del panorama mediático y, por supuesto, los políticos. Lo que esto significa exactamente se indicará con más precisión. Un buen ejemplo a pequeña escala nos lo proporcionan ya tres periodistas de la BBC que han escrito la historia del inglés, y que han descrito el impacto de los medios de comunicación en la estandarización, la internacionalización y la “mediatización” de su llamada lengua nacional (McCrum et al. 1987).

 

          Mi lector debe ser muy consciente de bastantes de las reglas que se cumplían hasta ahora: la mayoría de los intelectuales son conscientes de ellas, pero no establecen la conexión entre un gran número de reglas diferentes. ¿Qué fue antes: la gallina o el huevo? En general tendemos a centrarnos en asuntos más concretos y en situaciones de nuestra vida cotidiana, sin ver los esquemas generales que hay tras ellas. Todos queremos mejorar nuestra forma de solucionar los problemas lingüísticos, en los contactos con los medios de comunicación y en nuestra vida familiar. El lenguaje no es un problema en sí mismo, generalmente lo utilizamos para conseguir ciertos objetivos. Pero nuestra conciencia y comprensión de las cuestiones lingüísticas es limitada, mucho más en tanto que el lenguaje en sí está constantemente en juego y es constantemente redefinido en nuestro mundo contemporáneo.

 

Unas cuantas tesis sobre el lenguaje en el mundo mediático

 

          En mi exploración del lenguaje en el nuevo mundo me he visto obligado a acortar la discusión, a borrar muchos ejemplos y argumentos. Y varias reglas de las formuladas podrían parecer tesis en lugar de argumentos académicos.

 

          Dadas las circunstancias, me veré obligado a desarrollar otras tesis y ANTÍ-tesis. Podrían ser utilizadas como la respuesta a nuestro nuevo mundo de lenguas y medios de comunicación. El propósito es sencillamente reconsiderar parte de nuestro conocimiento común.

 

El problema de las máquinas

 

          El sueño último de los seres humanos en cuanto a eficiencia, calidad y comodidad en la comunicación es la máquina perfecta, fabricada por seres humanos, por supuesto, pero inmune a nuestros errores y debilidades. Los mismos medios de comunicación son resultado de tales sueños. Otros sueños son: traducción automática (y traducción asistida) o producción del habla. La máquina perfecta de comunicación global ofrecería una versión simultánea, oral, escrita o ambas, de nuestro caudal de mensajes con una garantía de control. En este momento los medios pueden auténticamente conquistar el mundo porque permiten una reproducción de mensajes más grande y más sistemática que cualquier otra solución jamás imaginada por los que producen y quieren recibir mensajes.

 

          La dificultad no es sólo que la idea de perfección parezca un poco sospechosa por razones de calidad. De hecho no creemos que las máquinas sean flexibles, es decir, capaces de considerar la cultura (lo que, en este caso, significa por ejemplo diferenciación, el componente individual). Esta es la tesis que subyace. Pero, ¿es relevante? Las máquinas también tienen sus grandes defensores, muy a menudo entre los tecnólogos, a veces también entre los representantes de las Humanidades.

 

          Lo raro es que en la enseñanza de lenguas extranjeras - por mencionar sólo este caso - se estén diseñando en la actualidad nuevos modelos y programas que permiten una observación sofisticada de nuestras destrezas lingüísticas. El objetivo no es sólo controlar, sino también mejorar mi/nuestro conocimiento de lenguas concretas, y los diferentes niveles y registros de estas lenguas. La conclusión es que la interacción con las máquinas se ha hecho común o al menos posible, que puede ser tanto individual como colectiva, y que podría incluso escapar a la tendencia a la excesiva homogeneización del sistema escolar tradicional. Esto significa que nuestra interacción con las máquinas podría ser mucho más flexible, individual y abierta a la cultura que la enseñanza tradicional de lenguas extranjeras[3]. A partir del momento en que los seres humanos utilicen las máquinas lo suficientemente bien, podrían percatarse de que a menudo ellos mismos son más mecánicos que sus máquinas.

 

          La anterior afirmación no implica ningún juicio de valor sobre, por ejemplo, la traducción automática, excepto en lo referente a su uso: los que programan y usan las máquinas tienen más responsabilidad en la cultura de las máquinas que las máquinas mismas.

 

El problema de la calidad

 

          Al referirme a la “calidad”, estoy pensando en los problemas de calidad sobradamente conocidos que son objeto, en los negocios y en la organización social, de la garantía de calidad y el fomento de la certificación.

 

          La calidad se necesita de un modo urgente, aparentemente mucho más que nunca. Esto no significa que haya o que pudiera haber ninguna “calidad” como tal. La cuestión es más bien: ¿calidad según quién y sobre la base de qué tipo de normas? La más alta calidad técnica o tecnológica en la comunicación no garantiza el éxito de ninguna empresa, dado que los socios podrían estar acostumbrados a normas técnicas muy diferentes. En lugar de confianza en la calidad como tal, nuestras obsesiones sobre la calidad delatan un relativismo básico, el intento de aceptar una visión más realista de nuestras actividades, y nuestra creencia en la posibilidad del progreso. Establecemos criterios de control formal precisamente porque tenemos dudas sobre la llamada objetividad de nuestras normas. El control de calidad implica que, si no hay acuerdo sobre la calidad como tal, al menos podríamos alcanzarlo en torno a controles prácticos.

 

          Y hasta ahora no hay razones para excluir el lenguaje por ningún motivo de tal filosofía básica. Nada es bueno o malo, sólo el pensamiento lo hace tal, como diría Hamlet.

 

El malentendido verdaderamente nuevo es nuestro concepto de lenguaje

 

          Es un hecho que cambiamos constantemente nuestro concepto de “lenguaje” y que nuestro entorno promueve estos cambios. Estamos atrapados por nuestra propia lengua ya que no somos conscientes de lo que queremos decir con él en diferentes momentos, con diferentes socios y en diversas situaciones. Pero si no sintiéramos la necesidad de entender este proceso, podríamos ser engañados sistemáticamente por la lengua o lenguas que utilizamos.

 

          ¿Exactamente por qué cambia el lenguaje y las lenguas (tan rápido) en nuestros días? Porque aquellos que producen y estandarizan el lenguaje cambian, porque usan nuevas tecnologías, nuevos socios, por consiguiente nuevas reglas, como quizá haya sido demostrado en los esquemas (ver en páginas finales).

 

          Las lenguas de la Europa occidental han tomado forma como lenguas estándares por la acción de los gobiernos y los ciudadanos, con la ayuda de la imprenta (y otros medios), y con la ayuda de diversos tipos de instituciones (como la escuela, etc...). La distribución multinacional y multilingüística de la comunicación, así como el uso de nuevas tecnologías están ahora en manos de un nuevo tipo de institución. ¿Qué está en juego?:

 

- la estandarización interna de las lenguas (que puede ejemplificarse con revoluciones ortográficas en países “tradicionales” como Alemania, Francia, Holanda (y Flandes), etc...

- la relación entre el discurso oral y el escrito.

- el tipo específico de lengua que el lenguaje de los medios de comunicación pueda ser (más formal, oral, regional o arcaico que el de los medios tradicionales).

- la idea de que el lenguaje de los medios en cualquier lengua estándar pueda llamarse “comunicación verbal”, lo que es un neologismo.

- la relación entre diversas lenguas nacionales, que tienen repentinos problemas fronterizos, a menudo con nuevos vecinos: la competencia está aumentando.

- competencia entre diversas técnicas de comunicación multilingüe (doblaje, subtitulado, y otras muchas, producción simultánea multilingüe, etc...).

 

          Éstas no son cuestiones superficiales. No están en juego el vocabulario o la gramática, sino principios fronterizos, jerarquías, dominación, eliminación, transcripción, etc..., es decir, definiciones y posiciones básicas. Parece que nos movemos hacia nuevos mapas (mundiales) del lenguaje y las lenguas, y éste es un asunto clave para el panorama mediático en general porque podría influir en la selección de socios. ¿Por qué preocuparnos, después de todo, al menos como especialistas o intelectuales? Sin embargo, el mundo de los negocios y los gobiernos quizá tengan buenas razones para preocuparse del nuevo panorama lingüístico: si simples cambios en la ortografía disgustan a países enteros, ¿por qué deberían permanecer indiferentes nuestras sociedades cuando lenguas enteras tienden a ser absorbidas por otras?. De hecho, es sorprendente que nuestros instrumentos intelectuales e instituciones parezcan ser incapaces de entender la dinámica de su propio mundo, o que dejen el asunto en manos de otros líderes.

 

Por último pero no por ello menos importante

 

 Es una suposición bastante extendida y utilizada a menudo que el lenguaje es/podría ser el más importante obstáculo para la comunicación global.

 

          La paradoja es que necesitamos el lenguaje para hacer esta misma afirmación. ¿Podemos entonces evitar tal obstáculo de algún modo?

 

          Otra respuesta podría ser que todos conocemos gente a la que en realidad no le afectan tanto tales obstáculos. ¿Es posible que el usuario de la lengua esté tan en cuestión como la propia lengua a la que culpa? Quizá deberíamos contestar simplemente: “Si el lenguaje es un obstáculo para ti, ése es tu problema, quizá puedas hacer un mejor uso de él”. Y ésa es probablemente nuestra salida al conflicto. Lo que importa, mucho más que el lenguaje por sí mismo, es el uso que hacemos de él y el uso que hacen del lenguaje nuestros socios. ¿Deberíamos culpar a las lenguas por nuestras propias deficiencias? En lugar de verlas como un obstáculo y de un modo negativo, usémoslas como uno de los instrumentos clave para la comunicación. La visión proteccionista del lenguaje tiene una larga tradición nacionalista (y europea), lo que se confirma e incluso desarrolla en el modelo de “democracia etnolingüística” (Fishman) que es la base de la política lingüística de la Unión Europea. Esta misma Unión Europea utiliza el lenguaje como un muro contra las importaciones de tipo mediático, medio siglo después de que Europa Occidental intentara impedir la entrada del cine norteamericano por todos los medios (Danan 1994).

 

          Lo que generalmente obviamos es que se pueden aplicar muy diversas políticas lingüísticas y que las lenguas y los mapas lingüísticos establecidos son el resultado de juegos de poder y estrategias.

 

          Las lenguas nacionales no son necesariamente más democráticas que cualquiera de las lenguas francas que tendemos a criticar. Cuando se critica el inglés como un instrumento de poder supranacional, olvidamos lo mucho que hemos sido utilizados en juegos de poder similares sobre una base más local y probablemente mucho más sistemática, teniendo en cuenta el hecho de que las lenguas nacionales han sido mucho más exclusivas de lo que ninguna lengua franca pueda ser jamás.

 

          La parte alentadora de la historia, en este preciso momento, es que se nos ofrece una nueva oportunidad (¿es una ilusión?) de tomar parte en un proceso de decisión, exactamente igual que en siglo XVI, cuando la impresión y la comunicación impresa iniciaron los procesos de estandarización lingüística, y cuando las naciones-estado comenzaron a controlar las iniciativas de sus ciudadanos para controlar así la redistribución del poder.

 

          Veamos si la comunicación sin lenguaje será más eficiente que el apoyo lingüístico. ¿Es la comunicación visual necesariamente más eficiente, y resistiría al argumento del obstáculo? La respuesta es simple: muchos buenos ejemplos de muchas culturas nos facilitan poder demostrar lo contrario (Jansen 1994). En una de las más antiguas profesiones (a menudo restringida a la mujer), lo gestual solía ser bastante eficiente. En los tiempos que corren la capacidad para la comunicación verbal en 5 o 6 idiomas es muy recomendable como indicativo de calidad en este juego de comunicación aparentemente no verbal. El lenguaje es un obstáculo, en efecto, cuando no se dispone de él. En cuanto está disponible, es una ventaja. Cuantas más opciones, mejor. Menos opciones son, de hecho, un obstáculo.

 

Conclusiones

 

          Es obvio que el desarrollo de las nuevas tecnologías reestructura el ámbito de las lenguas. No hay soluciones perfectas, pero sólo aquellos que sean flexibles y autocríticos sobrevivirán sin problemas en su profesión, en la enseñanza, en la investigación. Serán necesarias instrucción y planificación, y se considerarán profesionales en tanto que estén basadas en la investigación. La mera aplicación de estereotipos existentes se demostrará decepcionante puesto que esta sociedad requiere una constante innovación. No hay reglas universales a priori, y ahora menos que nunca. El conocidísimo e inevitable conflicto entre práctica y teoría es debido a nuestra ingenua confianza en la estabilidad de nuestros mundos. Sin el apoyo de gentes o grupos específicos (llamémosles investigadores) no seremos capaces de integrar el lenguaje y las lenguas en nuestros planes, a menos que no tengamos la intención de seguir las tendencias futuras.

          La observación más embarazosa es que no sabemos en qué tipo de universidades, escuelas o centros pueden desarrollarse las nuevas habilidades y la nueva apertura. Las universidades, por ejemplo, aparecen como estructuras medievales donde la complejidad y el dinamismo de los tiempos modernos se ven como una enfermedad. Se necesitan nuevos marcos para la nueva educación. Pero no será suficiente educar sólo a nuestros profesionales y profesores. Tendremos que educar a las sociedades y a sus líderes, tendremos que convencerlos de que si quieren estar dentro de la corriente dominante necesitarán conceptos flexibles. El lenguaje no es una excepción, es sencillamente parte de nuestro mundo.

 

 

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FIGURAS

 

 


[1]Traducción de Juan Antonio Cutillas Espinosa (Universidad de Murcia). La versión inglesa del artículo se encuentra en: Gambier, Yves (ed)(1988): Translating for the media (pp.13-33). Actas de la Conferencia Internacional sobre Lenguas y Medios de Comunicación celebrada en Berlín el 22 y 23 de noviembre de 1996. Universidad de Turku, Centro de Traducción e Interpretación.

 

[2]Me refiero a las recomendaciones formuladas en los diversos proyectos que tratan sobre la difusión y el aprendizaje a distancia.

 

[3]  Me refiero a los diversos proyectos desarrollados hace unos años por el Consejo de Europa y por la Comisión Europea (DG XXII) bajo el nombre “European Language Portfolio”, y también a los proyectos de certificación (control de calidad) en la enseñanza de lenguas extranjeras.


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NÚMERO 2 - NOVIEMBRE 2001