Pero paralelamente dieron también su consentimiento para que se expulsaran masivamente a sujetos suyos de sus territorios (judíos, musulmanes, moriscos), convirtiéndolos en extranjeros. Dejar de ser extranjero para pasar a integrar una comunidad o, bien al revés, dejar de ser miembro de ella para transformarse en extranjero no fue únicamente el resultado de decisiones políticas tomadas en altas esferas.
Tales fenómenos fueron a veces individuales y otras veces colectivos, silenciosos o estrepitosos, invisibles o notorios, según una multitud de parámetros que obligan a emprender seriamente investigaciones locales cuya vinculación con el ámbito imperial no debe perderse de vista. Publicaciones recientes han puesto en evidencia la fuerza de lo local (S. Cerutti y I. Grangaud) demostrando cuan común era pasar a ser natural de un lugar sin por ello haber solicitado consentimiento real alguno, sino por simple reconocimiento de la comunidad (T. Herzog). Por el contrario, los estigmas de la extranjería solían revelarse en situaciones de competencia o de discordia entre grupos sociales en momentos de crisis. Aunque en pocos casos se haya prestado atención a ello, lo que estaba en juego era el acceso a los recursos locales (justicia, propiedad, comercio, cargos, tierra, recursos naturales…) y sobre todo a los privilegios a los que estaban vinculados. Así, tomar en cuenta la fragilidad de la condición social de los que pertenecían a una comunidad tanto como a la de los que no implica para el historiador una atención particular a las variaciones contextuales (política internacional, epidemias, conversiones en masa, cambios de gobierno o de dinastía, guerra…). Éstas podían hacer tambalear el destino de individuos o de grupos enteros que se consideraban miembros de la comunidad.
Las sociedades de antiguo régimen, fueran o no hispánicas, no deben ser percibidas como inmóviles y estancadas, semejantes en la práctica a la imagen que forjaban de ellas mismas, sino como movedizas y permeables a los elementos foráneos. Dotadas de dispositivos o de instituciones destinados a los que no disponían de arraigo local (foráneos próximos, extranjeros, gente de paso, mendigos, soldados, peregrinos, prisioneros, esclavos), dichas sociedades permitían, a los que iban y venían, demorarse y acceder a ciertos recursos locales (S. Cerutti). A la larga, podía bastar comportarse como miembro de la comunidad para serlo, sin necesidad de ocultar sus orígenes. Pero saber o poder hacerlo dependía de un sinfín de condiciones accesibles a unos y a otros no. Integrarse en una sociedad desigualitaria como lo eran las de antiguo régimen dependía de la capacidad propia de crear vínculos locales, así como del estatuto o grupo social al que pertenecieran las personas con las que se creaban. Así, el ser o no ser oriundo del lugar o ser vasallo de los soberanos españoles, en ningún caso era una condición suficiente y exclusiva para beneficiarse de la posibilidad de poseer y trabajar las tierras, beber de sus fuentes y extraer sus riquezas. Tampoco lo era la religión que debiera de ser la del soberano, como tanto se ha dicho, y que en algún que otro caso no lo era (emigrantes del Maghreb en el Sur de la península, comerciantes protestantes en los puertos, comunidad judía de Orán…).
Los grupos de individuos o los colectivos que se desplazaron no siempre buscaron a integrarse en comunidades ya constituidas. El mejor modo para acceder al monopolio de los recursos de un lugar y dotarse de la capacidad de ejercer sus derechos en un territorio era fundar ciudades, aldeas o lugares. Así lo hicieron los españoles en América. Pero no hay que olvidar que también poblaron lugares y fundaron comunidades en los territorios europeos de la Monarquía poblaciones provenientes de otros reinos o incluso de fuera del imperio (comunidades griegas en Italia, mallorquines en los pueblos de moriscos valencianos…). Por la fuerza o de manera concertada, instituir comunidades o formar corporaciones permitía a grupos de individuos transformarse en actores colectivos, o sea en instituciones, y reivindicar derechos y privilegios sobre tierras, recursos y competencias de diversa naturaleza. Lo entendieron de este modo todos los que en algún momento decidieron arraigarse allí donde las armas y/o los privilegios reales se lo permitieron.
En América y en Filipinas, los naturales dejaron de ser los que tenían un acceso prioritario a los recursos locales para transformarse en figuras débiles jurídicamente. Pero la dominación hispánica tenía sus límites : los del derecho y de los privilegios consentidos a los aliados indígenas (la ciudad de Tlaxacala) y los de la extensión de los territorios que pertenecían al rey de España. Ningún modelo de integración preexistente se imponía al conjunto imperial hispánico y en algunos casos los que accedían difícilmente a los recursos locales eran los españoles por el relativo aislamiento social en el que se encontraban en algunos territorios del imperio. De ahí que optaran a veces por modalidades de desarraigo radical (desertores de los presidios africanos o de los castillos españoles en los Países Bajos) o de integración al mundo de los vencidos (españoles «indianizados» en los confines americanos o filipinos).
El imperio creó una multitud de situaciones diversas en las que el concepto de extranjería funcionaba difícilmente pero en las que las dinámicas de inclusión e exclusión vinculadas al acceso a los recursos locales eran sin embargo operativas. Pensar de manera conjunta la expulsión de poblaciones supuestamente heterodoxas, la acogida de extranjeros y la conquista de nuevas tierras en África, América e Asia puede resultar eficiente a la hora de cuestionar los modelos sociales hispánicos y entender las sociedades a partir de sus propias dinámicas.
Líneas de investigación:
Lo que se pretende en este nodo es reflexionar sobre la articulación entre historia social e historia global.
Sus miembros tienen en común un verdadero interés por el terreno local a partir del cual se fundamentan sus investigaciones. Ambicionan llevar a cabo un trabajo colaborativo y comparativo, razón por la cual figuran entre ellos especialistas de áreas no hispánicas. Por su diversidad, el equipo podrá identificar especificidades locales, regionales o imperiales, así como poner en evidencia conexiones aparentemente invisibles más allá de las fronteras hispánicas sin por ello desatender su compromiso inicial : hacer historia social.
Se orientaran los trabajos colectivos entorno a tres ejes principales relacionados con los procesos de arraigo así como los de desarraigo social en el ámbito de la Monarquía hispánica o en sus vecindades:
- La capacidad de los actores individuales y/o colectivos para actuar en la escena social (acceder a la justicia, defender su condición, politización) y las reivindicaciones de los vencidos (esclavos, cautivos, prisioneros, poblaciones vencidas o conquistadas…).
- Los derechos de los que van y vienen (movilidad, ausencia, derechos locales).
- Vecindad y reciprocidad en contexto de enemistad (protección de poblaciones extranjeras en virtud acuerdos recíprocos, enemistad y represalias) y la vertiente social de la diplomacia (circular con garantías os sin ellas, acoger al enemigo).