Termas del Puerto

Las Termas del Puerto constaban de una sucesión de salas para el baño y la higiene corporal. Este tipo de edificios también sirvieron para el disfrute del ocio y el cultivo de las relaciones sociales, económicas y políticas. Aunque pudieron ser públicas, no es imposible que su gestión dependiese de una corporación de carácter semipúblico (quizá la propietaria del anexo Edificio del atrio). Se han documentado, al menos, tres fases constructivas en el conjunto termal, datadas entre los siglos I y II d.C.

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El acceso al complejo termal se realizaba a través de un peristilo construido a inicios del siglo I, que estaba abierto al decumanus II. Constaba de un espacio central pavimentado con ladrillos dispuestos en espina de pez (opus spicatum) y flanqueado por cuatro galerías porticadas: la septentrional con dos columnas centrales con capiteles corintios de mármol de Carrara y fustes de travertino rojo de Mula y las restantes con columnas con fustes de ladrillo y capiteles jónicos de arenisca, estucados y policromados. Hasta su abandono en el siglo IV, el peristilo experimentó diversas vicisitudes, destacando la transformación de su cabecera Norte en una taberna (popina) en el siglo II.

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Desde el peristilo se accedía a una gran sala, pavimentada con placas de brecha coralina de origen oriental y dotada de una pequeña piscina, que los bañistas usaban como vestuario (apodyterium) y sala fría (frigidarium). Desde esta estancia partía un recorrido que contemplaba el tránsito por las salas templadas (tepidarium), cálida (caldarium) y de vapor (sudatio), para regresar nuevamente a la piscina de agua fría. Las salas calefactadas se caldeaban con un complejo sistema de hornos (praefurnia) y cámaras subterráneas (hypocausta), conectadas por pasos abovedados que permitían que circulara el aire caliente. Los hornos y la leñera estaban ubicados al sureste del complejo y a ellos debía accederse desde el decumanus II.

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