Hace ya bastantes años que leo y colecciono con cierta dedicación literatura que podríamos llamar no realista (fantasía, ciencia ficción, terror, misterio y policiaca). La colección ronda ya los dos mil volúmenes, para desesperación de mi esposa. (Muchos de ellos, por cierto, los he conseguido con la ayuda de dos buscadores de libros por internet francamente recomendables, Bookfinder e Iberlibro. Le sorprendería la cantidad de libros agotados —también de Matemáticas— que pueden localizarse con ellos.) Desde Julio de 2000 tengo el placer de publicar en la revista Gigamesh una sección aperiódica llamada El Desenterrador. Gigamesh es la publicación más seria de nuestro país sobre literatura fantástica (por no decir la única), y el objetivo de mi sección es dar a conocer a los lectores españoles autores anglosajones clásicos (más concretamente de la primera mitad del siglo XX) de valía contrastada que, por la razón que sea, siguen siendo desconocidos por estos lares. Además de una reseña de la vida y la obra del autor elegido la sección incluye uno de sus relatos más emblemáticos, por lo general traducidos (con mayor o menor fortuna) por mí. Hasta la fecha han aparecido cinco entregas de la sección (que tal vez sean las únicas porque, por desgracia, el último número de la revista apareció en mayo de 2007 tras un año de espera y a día de hoy no está muy claro si Gigamesh seguirá publicándose en el futuro):

 

El Desenterrador (I): Maurice Richardson. Relato: “Una tranquila partida de ajedrez. Gigamesh 26, Julio 2000.

Maurice Richardson fue un autor poco prolífico, que tiene un hueco en el panteón de los más grandes por The Exploits of Engelbrecht. Las hilarantes hazañas del boxeador enano surrealista y sus compinches del Surrealist Sportsman's Club son un hito irrepetible y fascinante de las letras inglesas, al alcance de todos gracias a la maravillosa reedición que Savoy Books publicó en 2000. No deje de visitar la página que la editorial dedica al libro, que incluye de propina el primero de sus capítulos (para la sección yo elegí el último).

 El Desenterrador (II): H. Russell Wakefield. Relato: “Gallinita ciega". Gigamesh 28, Diciembre 2000.

A veces se menciona a H. Russell Wakefield como uno de los más eximios practicante de la variante erudita del cuento de fantasmas. En este particular subgénero, inventado por el grande entre los grandes M. R. James, el protagonista suele ser un universitario o anticuario que, en el curso de sus investigaciones, tropieza inopinadamente con algo que más hubiera valido no remover. Pero si bien es cierto que relatos como “The Seventeenth Hole at Duncaster” están entre los mejores y más originales cuentos de fantasmas à la James de todos los tiempos, el legado de Wakefield va mucho más allá y desafía el encasillamiento fácil. “Gallinita ciega”, la historia que elegí para la sección, es un ejemplo perfecto de lo que digo. Por desgracia no hay mucho de Wakefield en la red, pero si quiere saber más sobre cuentos de fantasmas en la tradición de M. R. James dése una vuelta por Ghosts & Scholars, el sitio de referencia sobre el tema.

El Desenterrador (III): Marjorie Bowen. Relato: “Florence Flannery”. Gigamesh 32, Septiembre 2002.

“Marjorie Bowen es la fundadora y acaso única practicante de un originalísimo subgénero del fantástico que podríamos denominar romance sobrenatural. Hablamos de horrores crepusculares y agridulces, por los que desfila una panoplia de personajes de pasado puede que glorioso pero tétrico presente, que a pesar del lastre insoportable de su miseria espiritual se esfuerzan por afrontar con alguna dignidad un destino inevitable. Por lo general sus protagonistas más fascinantes son mujeres, unas veces depravadas y perversas femmes fatales, otras sufridas heroínas abrumadas por cargas espantosas que no han buscado pero que no saben, ni tal vez pretenden, eludir. No esperen sorprendentes giros finales: las historias avanzan implacablemente, paso a paso, y cada frase es un clavo artísticamente incrustado en la tapa del metafórico (o no tan metafórico) ataúd de la desgraciada de turno, que a veces hasta colabora y da unos cuantos martillazos con su propia mano.” Este es un párrafo, ligeramente retocado, de la entrega que dediqué a la sin par Marjorie Bowen y que, por cortesía de la revista, puede leer íntegro (con alguna que otra errata) aquí. Si su obra es fascinante, su vida no lo es menos: a este respecto el apabullante ensayo de Jessica Amanda Salmonson es de obligada lectura.

El Desenterrador (IV): Thomas Burke. Relato: “Las manos del Señor Ottermole”. Gigamesh 38, Noviembre 2004.

Sostengo la tesis (reconozco que, en general, poco compartida por los aficionados a este tipo de literatura) de que, al igual que ocurre con los tres mosqueteros, los tres grandes géneros del fantástico son en realidad cuatro: ciencia ficción, fantasía, terror y... policiaco. Thomas Burke es un autor ideal para argumentarla. “Las manos del señor Ottermole” fue elegido en los cincuenta por un panel de expertos (que incluía, entre otros, a John Dickson Carr, Anthony Boucher y los primos Frederic Dannay y Manfred B. Lee, más conocidos por el seudónimo Ellery Queen con el que firmaban sus obras) como el mejor cuento de detectives jamás escrito. Si quiere saber por qué lea esto. Es uno de muchos relatos que Burke ambientó en Limehouse, el barrio chino de Londres, un auténtico éxito en su época (los años veinte y treinta) y hoy tan olvidados, por desgracia, como el propio Limehouse. Son relatos repletos de misterio y exotismo, miseria y refinamiento, ternura y crueldad, en los que se mezclan con envidiable naturalidad historias de crímenes de primera magnitud con horrores sobrenaturales de rara profundidad. Tengo entendido que circula de estraperlo por internet una traducción del cuento (no la que se publicó en la revista), pero es bastante floja y comprenderá que no dé mas pistas...

El Desenterrador (V): Robert Aickman. Relato: “Qué manita tan fría”. Gigamesh 42, Diciembre 2005.

Peter Straub, autor de Fantasmas, una novela de terror de bastante éxito en nuestro país, se refiere a Robert Aickman como el “escritor de cuentos de miedo más profundo del siglo XX” en el prólogo a una de sus colecciones de relatos. No exagera. Aickman es el brillante colofón a una gloriosa estirpe de autores británicos de cuentos de fantasmas que arranca con LeFanu y M. R. James y merece ser considerado, sin ningún género de dudas, el último auténtico innovador de este subgénero. Es realmente una pena que la excelente página Robert Aickman - An Appreciation haya desaparecido del mapa. Entre otras cosas, incluía una colección muy reveladora de frases extraídas de sus historias. Esta es mi favorita: “No hay relojes bonitos, todo lo que tiene que ver con el tiempo es odioso”. Sugerente, ¿no cree?