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Sin resistencia no hay trabajo, por el Prof. Dr. D. Ángel Pérez Ruzafa, académico numerario

Ángel Pérez Ruzafa 912

Columna de la Academia, publicada en el Diario La Verdad, el día 24 de octubre de 2015

Siguiendo con la línea de los fundamentos físicos de la vida desarrollados en columnas previas, hay un aspecto que merece resaltarse. Hemos visto que la vida resulta ser inevitable. A pesar de que la física predice que todo tiende al desorden y a desorganizarse, también sabemos que existen estructuras disipativas que tienen la capacidad de crear su propia estructura aprovechando los flujos naturales de energía o utilizando energía y materiales de alta calidad y devolviéndolos degradados al entorno. La segunda ley de la termodinámica se cumple en el conjunto, y la vida es una realidad inherente a las leyes de nuestro universo. Hemos visto también que esa necesidad de utilizar los flujos de energía hace que la vida busque las fronteras. Una frontera es la transición, un gradiente, entre dos sistemas heterogéneos. De forma espontánea se producirá un flujo de donde más hay a donde hay menos. La intensidad con la que la energía fluye de un estado a otro, dependerá de la intensidad del gradiente.

Pero esos flujos, en sí mismos, no tienen mayores consecuencias. Para poder construirse y aumentar su complejidad y eficiencia, la vida necesita transformar la energía que fluye en trabajo. Esto se consigue oponiendo resistencias a dicho flujo. La diferencia de presiones atmosféricas genera corrientes de aire, la de temperaturas entre dos cuerpos genera un flujo de calor, la de energía potencial entre el agua en lo alto de una montaña y el nivel del mar genera ríos y cascadas. Una vez que los extremos del gradiente se igualan, el flujo de energía cesa y, como diría Miguel de Cervantes en su soneto “al túmulo del rey Felipe II en Sevilla”: “fuese y no hubo nada”. Pero si a esos flujos oponemos resistencias en forma de turbinas, aspas de molino, ruedas de acequia, etc., el flujo de energía puede convertirse en trabajo para moler cereales, bombear agua, generar energía eléctrica… y construir nuestra propia estructura como seres vivos.

Este proceso contiene una enseñanza que traspasa el ámbito científico y se adentra en el social e incluso existencial.

La principal conclusión es que sin oponer resistencias al flujo de energía no hay trabajo y sin trabajo no es posible contrarrestar la tendencia al desorden y al desmoronamiento de estructuras complejas (algunos llaman a este estado muerte). Esto es un principio esencial de la física, pero piensen ustedes en las aplicaciones que tiene a la hora de crecer como personas, educar, convertirse en un deportista de élite, desarrollar nuestra capacidad mental, construir una empresa, combatir una crisis, competir en el mercado, o retrasar el Alzheimer y cualquier proceso degenerativo…

¿Es posible la construcción de un implante optogenético celular inalámbrico, que permita controlar, a través de la mente, la expresión génica?, por el Prof. Dr. Juan Carmelo Gómez Fernández, académico numerario

Juan Carmelo ficha

Ya se ha comentado en artículos anteriores las grandes posiblidades de la optogenética, que en algunos casos, como el que se explica a continuación, rayan en la ciencia ficción. También se ha mencionado anteriormente a Martin Fussenegger, del ETH de Zurich, como uno de los pioneros de este campo. Pues bien, en el laboratorio de Fussenegger se ha desarrollado una nueva tecnología que contesta a la pregunta que se formula en el titular de este artículo. Estos investigadores han construido un interruptor para estimular la expresión génica en células humanas de ciertos genes, mediante las ondas cerebrales generadas por la mente humana. Se utlizó para ello una interfase para detectar mediante ordenador ondas cerebrales específicas generadas por ciertos estados mentales. Una vez detectadas estas señales se transmiten señales de infrarrojo cercano que estimulan al controlador génico, induciendo la expresión del gen. Como detector y transmisor de inalámbrico de la señal originada se utilizó una proteína multidominio de Rhodobacter spheroides una bacteria fototrófica. En concreto, la proteína BphG1 contiene un sensor para luz infrarroja cercana, un dominio diguanilato ciclasa y también una actividad fosfodiesterasa para controlar el nivel del segundo mensajero diguanosina monofosfato cíclica que es esencial para controlar el comportamiento de la bacteria en función de la luz. Esta proteína se combina con el estimulador de genes de interferón que responde a la diguanosina monofosfato cíclica que convenientemente modificado estimula la expresión del gen usado como diana. Si este doispositivo se perfecciona en el futuro, el paciente puede emitir señales cerebrales que induzcan la expresión de ciertos genes. Para ello, para disparar la expresión del gen diana, el paciente puede aprender a generar estados mentales, como aliviar dolor, o se pueden dtectar  las ondas generadas por enfermedades como la epilepsia.  De esta forma se podría conseguir cambios metabólicos adecuados en tiempo real, para aliviar estados patológicos.

Para saber más:

Mind-controlled transgene expression by a wireless-powered optogenetic designer cell implant.

Folcher M, Oesterle S, Zwicky K, Thekkottil T, Heymoz J, Hohmann M, Christen M, Daoud El-Baba M, Buchmann P, Fussenegger M.

Nat Commun. 2014 Nov 11;5:5392. doi: 10.1038/ncomms6392.

La atracción de las fronteras, por el Prof. Dr. D. Ángel Pérez Ruzafa, académico numerario

Ángel Pérez Ruzafa 912

Columna de la Academia, publicada en el Diario La Verdad, el 17 de octubre de 2015.

Hace unas columnas comentábamos que, a pesar de que la física predice que todo tiende al desorden y a desorganizarse, la vida tiene la capacidad de estructurarse utilizando energía de alta calidad y materiales que la contienen y devolviéndolos al entorno degradados. La vida utiliza el flujo de energía resultante para generar trabajo que emplea en construirse a sí misma incrementando su complejidad y eficiencia. Los flujos de energía también ocurren espontáneamente en la naturaleza. De acuerdo con la segunda ley de la termodinámica, donde haya diferencias de energía se producirá un flujo de donde más hay a donde hay menos. Entre un cuerpo caliente y otro frío fluirá el calor, entre un sistema atmosférico de altas presiones y otro de bajas fluirá el aire en forma de vientos, entre una fuente en lo alto de una montaña y el mar, la diferencia de energía potencial hará que el río produzca saltos de agua y fluya hacia su desembocadura, entre una masa de agua con alta salinidad y otra de menor salinidad se formarán corrientes marinas.

Estos flujos de energía espontáneos tienen lugar siempre que exista un gradiente. Este puede definirse como una diferencia en los valores de una variable a lo largo de una distancia. La intensidad con la que la energía fluye, dependerá de la intensidad del gradiente y este será mayor al aumentar las diferencias entre los extremos, pero también al acortarse la distancia. No es lo mismo ascender cien metros cuando la diferencia de alturas dista solo unos pocos metros (prácticamente una pared vertical) que cuando tiene lugar en una distancia de kilómetros.

Estas transiciones bruscas entre sistemas distintos, heterogéneos, constituyen lo que llamamos fronteras, y aunque podríamos pensar que suponen barreras, en realidad son una fuente de oportunidades para aprovechar los flujos de energía que generan. Por eso, la vida busca las fronteras. Por eso, la costa y las lagunas costeras, como el Mar Menor, son tan productivas para la pesca, mientas que el centro de los océanos es prácticamente improductivo. En la costa los gradientes entre la tierra y el mar y las distancias cortas entre el fondo y la columna de agua, entre las lagunas y el mar abierto, hacen que los gradientes y el flujo de energía asociado, sean intensos.

Como la vida, cualquier estructura compleja que deriva de ella, como las propias sociedades humanas, también buscan las fronteras. Las civilizaciones, y nuestras ciudades actuales, se han asentado y se desarrollan en las fronteras, en las transiciones entre el agua y la tierra o entre países. En las fronteras se mueve la historia, fluye la cultura, se desarrolla el comercio…

Optogenética: ¿Se podrá sustituir la pastillita azul por luz del mismo color?, por el Prof. Dr. D. Juan Carmelo Gómez Fernández, académico numerario

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Martin Fussenegger, investigador del ETH de Zurich, está usando la optogenética para desarrollar un sistema que se dispara por la luz azul e induce la erección del pene. En un previo artículo comentábamos que la nueva ciencia, denominada optogenética permite utilizar la luz para estimular la activación de determinadas proteínas y regular así procesos en ciertas células o tejidos, e incluso en animales y quizás, en el futuro, en personas. Fussenegger y su grupo han diseñado un EROS (ERectile Optogenetic Stimulator) que consiste en una guanilato ciclasa sintética que se estimula por la luz azul, gracias a la creación de una proteína quimérica, tras la fusión de un dominio sensible a la luz azul con una isoenzima de guanilato ciclasa. Este enzima sintetiza el segundo mensajero GMP cíclico, que causa la erección al dilatar la musculatura de los vasos sanguíneos en el pene. De hecho la pastillita azul, o sea la viagra, lo que hace es inhibir el enzima fosfodiesterasa, prolongando así la erección. Una vez preparado el EROS han conseguido, mediante técnicas de transferencia genética, que esa proteína se exprese en el corpus cavernosum de ratones. Al estimular este tejido con luz azul se activa el enzima y se produce la erección. Para que esta erección tenga lugar no es necesaria estimulación sexual alguna, podemos decir que se dispara a voluntad con solo iluminar con la luz azul. Evidentemente que esta aproximación para controlar el aparato reproductor podría tener otras variantes como la fotoestimulación con cortocircuito de factores psicológicos complejos, neurales, vasculares y endocrinos para estimular la erección del pene incluso en ausencia de estimulación sexual, es decir, ad libitum. Estos avances podrían suponer una revolución en el tratamiento de disfunciones eréctiles, aunque es obvio que no será todavía mañana cuando se aplique a seres humanos. Pero, qué duda cabe, refleja la potencialidad de la optogenética.

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Para saber más:

– Angew Chem Int Ed Engl. 2015 May 11;54(20):5933-8. doi: 10.1002/anie.201412204. Epub 2015 Mar 18. A synthetic erectile optogenetic stimulator enabling blue-light-inducible penile erection. Kim T1, Folcher M, Doaud-El Baba M, Fussenegger M.

http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/25788334

 

 

El enigma Majorana, por el Prof. Dr. D. Ángel Ferrández Izquierdo, académico numerario

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Columna de la Academia, publicada en el Diario La Verdad, el 10 de octubre de 2015

A finales de marzo apareció en nuestras librerías A propósito de Majorana, del periodista y escritor argentino, afincado en Barcelona, Javier Argüello, hecho que despertó mi curiosidad para saber si de verdad se refería al genial físico que yo remotamente conocía. Pues resulta que ya en 1937, Ettore Majorana había predicho la existencia de una partícula subatómica estable que ella misma sería su antipartícula, es decir, al mismo tiempo es materia y antimateria, y que más tarde se conocería como el fermión de Majorana. Curiosamente, un equipo de científicos de la Universidad de Princeton observó, por primera vez, una tan extraña partícula, cuyos resultados publicaron en Science el 2 de octubre de 2014.

Pero ¿por qué el enigma Majorana y de dónde su genialidad? Unos días después de su misteriosa desaparición, Enrico Fermi confesaba a su esposa: “Ettore era demasiado inteligente. Si él ha decidido desaparecer, nadie será capaz de encontrarlo”. Procurando que el propio Mussolini apoyará su búsqueda, Fermi insistía: “Hay varias categorías de científicos en el mundo; los de segunda o tercera fila hacen todo lo posible, pero nunca llegarán muy lejos. Luego está la primera fila, los que hacen descubrimientos importantes, fundamentales para el progreso científico. Pero luego están los genios, como Galilei y Newton. Majorana era uno de estos”.

El enigma se debe a su misteriosa desaparición. Majorana nació el 5 de agosto de 1906 en Catania (Sicilia) en el seno de una familia acomodada, que se trasladó a Roma, donde Ettore completó sus estudios preuniversitarios. Pretendió seguir los pasos de su padre, ingeniero, en la Universidad de Roma, pero sus amigos pronto le convencieron de que su futuro estaba en la física, así que pronto ingresó en el Instituto de Física y empezó a trabajar bajo la dirección de Fermi. En 1938 ganó una plaza para enseñar Mecánica Cuántica en la Universidad de Nápoles. La noche del 23 de marzo de 1938 tomó el barco a Palermo y en el hotel donde se alojó dejó el siguiente mensaje para su familia: “No vistáis de luto. Como mucho, solo un emblema, pero no por más de tres días. Recordadme en vuestros corazones, si podéis, y perdonadme”.

Después de examinar todas las pruebas, Leonardo Sciascia, en su novela de 2007, La desaparición de Majorana, apunta al suicidio de Majorana, porque previó que las fuerzas nucleares llevarían a las armas nucleares. Su familia no ha compartido esa teoría, sino que sufrió una crisis de fe espiritual y se retiró a un monasterio.

Qué hacer con nuestros lodos de depuración, por el Prof. Dr. D. Carlos García Izquierdo, académico numerario

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Qué hacer con nuestros lodos de depuración

Columna de la Academia, publicada el 3 de octubre de 2015, en el Diario La Verdad.

 De nuevo insisto desde esta Columna sobre la problemática de los residuos orgánicos, y en concreto sobre los lodos generados en nuestras estaciones depuradoras después de tratar aguas urbanas), y su deseable valorización. En la Región de Murcia generamos 145.000 toneladas de lodo/año; pero, ¿qué hacemos con ellos? Por fortuna, las leyes ambientales europeas prohíben aspectos tan negativos como su vertido al mar, o su introducción masiva en vertederos (este último aspecto está restringido). Una posible alternativa sería la valorización agrícola de los lodos mediante su reciclado en los suelos como enmienda o fertilizante orgánico. Los lodos contienen una serie de macronutrientes como nitrógeno (debido a la naturaleza proteica del material), fósforo, así como otros micronutrientes necesarios para las plantas. Poseen además una buena cantidad de carbono orgánico, y por tanto de materia orgánica, útil para que nuestros suelos empobrecidos en dicha materia orgánica, incrementen su fertilidad y productividad. Esta valorización permitiría convertir un residuo en un recurso. Sin embargo no todo es positivo; los lodos de depuración también pueden contener (por suerte cada vez menos), algunos elementos que podrían afectar a su reciclado en los suelos (salinidad elevada, contenido en metales pesados, algunos orgánicos persistentes, microorganismos patógenos, o mal olor). Teniendo presente los aspectos positivos y negativos del problema, lo importante sería establecer criterios claros para decidir sobre su futuro. Si el uso de lodos en agricultura puede ser una salida racional para ellos, tiene que contar con un exhaustivo seguimiento y control del suelo receptor, estableciendo además ciertas premisas: qué tipo de lodos (calidad) pueden usarse; qué tipo de manejo debe ser empleado; y en qué condiciones se podrán emplear.

Europa no termina de legislar sobre el tema; no es clara tampoco nuestra posición a nivel estatal; y al final son las Comunidades Autónomas las que legislan con criterios muchas veces diferentes entre ellas. Las administraciones deberían ofrecer la mejor salida posible para los lodos de depuración (opción de uso agrícola directa; aplicación después de procesos de estabilización; o bien contemplar futuras opciones energéticas como la carbonización hidrotermal), sin tener en cuenta intereses sesgados que a veces se observan sobre esta problemática. Y sobre todo, las administraciones deberían tomar en consideración la investigación científica que durante años se ha realizado sobre el tema, y que permite adoptar soluciones con criterios nada aleatorios y cada vez más científicos y consistentes.

¿Es improbable la vida? o ¿quizás es inevitable?, por el Prof. Dr. D. Ängel Pérez Ruzafa, académico numerario

Ángel Pérez Ruzafa 912 Ángel Pérez Ruzafa 912 Ángel Pérez Ruzafa 912

Artículo publicado como Columna de la Academia en el Diario La Verdad, el 26 de septiembre de 2015

¿Hay vida en otros planetas? Esta es una pregunta recurrente de la humanidad. Generalmente se barajan probabilidades en base al número de planetas que pueden tener condiciones semejantes al nuestro. Aparentemente, solo la enormidad del universo parecería hacer que un hecho improbable como la vida resultara posible. Sin embargo, cuando atendemos a lo que es la vida, surgen paradojas que incitan a un replanteamiento. La vida está conformada por estructuras altamente complejas que se autoorganizan. Esto, con las leyes de la física en la mano, debería ser imposible. La segunda ley de la termodinámica predice que todo tiende al desorden (lo que los físicos llaman aumento de entropía). Donde hubiera alguna estructura o heterogeneidad, con el tiempo será homogéneo. La experiencia nos dice que esto es verdad. Si comunicamos una habitación caliente con otra fría, al final ambas terminaran a una temperatura homogénea intermedia. Esto ocurre de forma espontánea e irreversible. La habitación que se ha enfriado no recuperará su calor extrayéndoselo a la otra. Todo tiende a degradarse con el tiempo. Cómo puede la vida contradecir esa ley y que surjan estructuras altamente complejas a partir de átomos y moléculas.

La explicación viene de otra propiedad del universo, la existencia de estructuras disipativas. Estas estructuras tienen la propiedad de absorber energía de alta calidad y devolverla al entorno degradada. La diferencia entre un estado energético y otro se utiliza para que la estructura, el ser vivo, crezca y se haga más compleja. La segunda ley de la termodinámica se incumple dentro del organismo, pero no si se considera el conjunto. En el entorno, el desorden y la entropía aumentan.

El resultado es un complejo sistema de captación, procesado y transmisión de energía en el que se genera un trabajo que permite construir nuevas estructuras más complejas que aumentan la eficiencia en el procesado de la energía y favorecen la persistencia del ser vivo y, además, hacer copias de sí mismo y reproducirse. Esto es lo que llamamos vida. La evolución no es más que la tendencia a aumentar la complejidad de la vida, mejorando su eficiencia en el procesado de la energía y tratando de hacerse independiente de los avatares del entorno. Nosotros somos parte de ese proceso.

Podemos decir entonces que la vida, no solo no es improbable, sino que es inevitable, puesto que es una consecuencia de las propiedades del universo y surgirá donde quiera que las estructuras disipativas encuentren las condiciones para que las reacciones encadenadas de procesado de la energía y los mecanismos de autorreplicación puedan ser estables. Otra cosa es que esas condiciones de estabilidad sean más o menos frecuentes.

La optogenética: nueva y prometedora ciencia híbrida, por el Prof. Dr. D. Juan Carmelo Gómez Fernández, académico numerario

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La optogenética es una ciencia de reciente aparición que utiliza la luz para estimular la activación de determinadas proteínas  y regular así procesos en ciertas células o tejidos, e incluso en animales y en quizás, en el futuro, en personas. Este método permite estimular con gran rapidez, que llega al milisegundo. Para disparar estas estimulaciones se usa luz de una longitud de onda precisa.

El desarrollo de esta tecnología comenzó con células aisladas. Se puede introducir en células aisladas, mantenidas en cultivo, genes procedentes de otras células y codifiquen proteínas sensibles a la luz. Si por ejemplo estas proteínas son canales iónicos de membrana podemos variar el potencial de membrana abriendo estos canales mediante la estimulación luminosa. Hay numerosas proteínas sensibles a la luz en la naturaleza y mediante ingeniería genética es posible su modificación para acomodarlas a necesidades concretas. Una primera aproximación consiste en añadir a las células ligandos “enjaulados”. Es decir ligandos inactivos que al ser iluminados por la luz adecuada se transforman en moléculas capaces de enlazarse a las proteínas diana, activándolas. Entre las proteínas utilizadas en optogenética están las opsinas procedentes de microorganismos que son sensibles a la luz y además son canales iónicos. El retinal es el cromóforo de las opsinas que cuando absorbe la luz provoca un cambio conformacional en la proteína y el disparo de la señal. Por ejemplo, la canalrodopsina se expresó en neuronas y puede producir su despolarización de la membrana, dando lugar a señales eléctricas, activándose mediante luz azul. De la misma forma se utilizan otras proteínas capaces de activarse por luz de otras longitudes de onda, como bacterirodopsina (arquebacterias), o como fitocromos de las plantas. Lo interesante s que no solamente se puede activar células nerviosas, sino que también se puede conseguir la contracción de células musculares, tanto de músculo cardiaco como de músculos lisos. Pero lo que aún es más interesante es que se ha conseguido realizar control neuronal mediante la luz en animales vivos de laboratorio. Esto abre un inmenso campo en primer lugar con respecto a la investigación del funcionamiento del cerebro, al poder activar células concretas y comprobar sus efectos. De esta manera se podrá avanzar en el estudio de enfermedades tales como el Parkinson, el Alzheimer, la depresión o la esquizofrenia.

Una aplicación en esta línea, ha sido lo realizado con ratas, en las que se implantaron fibras ópticas para estimular la corteza prelímbica. Previamente, esta zona cerebral se había tratado mediante inyección con un sistema de adenovirus, que translocó el gen de canalrrodopsina a estas células. Al estimular con luz amarilla que estimula esta canalrrodopsina, se consiguió la inhibición de estas zonas del cerebro que son responsables de la adicción a las drogas que impulsa a buscar un mayor consumo eliminándose de esta forma los impulsos de consumir droga debidos a la adicción (Chen y cols. Nature, 496, 359, 2013). En próximos artículos examinaremos otras aplicaciones concretas de la optogenética.

1865-2015: 150 aniversario de la estructura de Kekulé para el benceno, por el Prof. Dr. D. Alberto Tárraga Tomás

Alberto Tárraga ficha

 Columna de la Academia de Ciencias de la Región de Murcia, publicada en el Diario La Verdad, el 19 de septiembre de 2015

Ciencia – según definición de la RAE – es el “conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados, y de los que se deducen principios y leyes generales”. Por consiguiente, el desarrollo de la ciencia, en general, exige de un esfuerzo intelectual importante del hombre en la búsqueda de las leyes que rigen los distintos campos del conocimiento, definiendo tanto su ámbito de aplicación como los protocolos utilizados para su explicación, lo que, a su vez, proporcionará la base para el futuro descubrimiento de nuevos conceptos y teorías. Es obvia, por tanto, la relación que existe entre el avance científico y la perspectiva histórica.

Si bien es cierto que la historia de la Química Orgánica está plagada de descubrimientos de gran relevancia sobre los que se han ido construyendo y asentando las bases necesarias para la comprensión de la estructura y reactividad de las moléculas orgánicas, quizás uno de sus hitos más importantes lo constituya la propuesta de Friedrich August Kekulé, en 1865, de una estructura cíclica para el benceno.

La estructura molecular del benceno fue objeto de gran controversia desde su descubrimiento en 1825, por Faraday, hasta su comprobación experimental mediante técnicas de difracción de rayos X (Kathleen Lonsdale, 1929). Aunque pronto se conoció su fórmula molecular (C6H6), el interrogante de cómo se conectaban esos átomos sólo se resolvió cuando Kekulé – uno de los principales fundadores e impulsores de la “teoría estructural” – propuso una estructura en forma de hexágono regular plano, cuyos vértices estaban ocupados por unidades CH unidas entre sí por enlaces sencillos y dobles alternados. Esta estructura, “casi correcta”, de Kekulé – todavía útil para explicar los mecanismos de reacción del benceno – constituyó el punto de partida para la asignación estructural definitiva – sólo conseguida a la luz de la experimentación y de otros avances de la ciencia – que resultó ser la propuesta por Kekulé pero con electrones deslocalizados en todo el anillo hexagonal.

Este descubrimiento tan trascendental, no sólo permitió clasificar a los compuestos orgánicos como aromáticos – poseen la estructura del benceno o análoga – y alifáticos – si no la tienen – sino que, además, impulsó el desarrollo teórico y experimental de la Química Orgánica base de industrias de gran interés tecnológico, biológico, o farmacológico, claves para el bienestar de la humanidad, y con notable incidencia en la economía mundial.

Las hormonas sexuales femeninas potencian la inmunidad, por el Prof. Dr. D. Juan Carmelo Gómez Fernández, académico numerario

Juan Carmelo ficha

 

Las hormonas sexuales femeninas potencian la inmunidad

Las estadísticas nos indican que las mujeres tienen una mayor expectativa de vida que los hombres y esto se cumple en todas las culturas y países, evidenciando que se ha de deber a las diferencias biológicas existentes entre ambos sexos. Al tratar de descubrir las bases de este hecho se encuentran diferencias significativas en dos sistemas fundamentales del ser humano, como son el endocrino y el inmunológico y esto ha sido conocido desde hace tiempo. Las mujeres poseen dos cromosomas X y en estos cromosomas residen genes que expresan proteínas tan importantes para el sistema inmunológico como los receptores de tipo Toll, receptores para citoquinas, factores reguladores de transcripción y traducción y genes implicados la actividad de células inmunológicas T y B, Sin embrago, el cromosoma Y de los hombres codifica un cierto número genes que expresan proteínas relacionadas con la inflamación. El poseer dos alelos de genes residentes en cromosomas X da una ventaja considerable a las mujeres facilitando una maquinaria inmunológica con mayor capacidad de adaptación durante la respuesta innata.

Lo novedoso es la observación de que estos dos sistemas tienen más interacciones de las que se creían. Existen pruebas muy bien fundadas de que las hormonas sexuales femeninas influyen sobre la etiopatología de muchas enfermedades infecciosas, tales como gripe o neumonía. Algunas de estas enfermedades tienen mucha mayor incidencia en hombres de edad avanzada que en mujeres del mismo rango de edad, ocasionando mayor morbilidad y mortalidad en hombres. Se ha observado que las vacunas contra algunas de estas enfermedades despiertan una mayor respuesta humoral en mujeres, proporcionando por tanto, una mayor inmunidad. En otras palabras, las mujeres son privilegiadas desde el punto de vista inmunológico. Las principales hormonas sexuales esteroideas ocasionan efectos opuestos sobre las células responsables de la inmunidad, tanto de los sistemas adaptativos (inmunidad adquirida) como innatos (naturales), de forma que el estradiol, que es una hormona femenina es la que más potencia la inmunidad, mientras que la testosterona, que es una hormona masculina, disminuye la inmunidad. Ahora bien, los niveles de hormonas sexuales disminuyen con la edad y en concreto hay un descenso de estradiol, lo que potencia la inmunosenescencia, aumentándose los riesgos de enfermedades infecciosas en mujeres postmenopáusicas. Desde este punto de vista sería por tanto ventajosa la intervención que busque el mantenimiento de ciertos niveles hormonales en estas mujeres.

En resumen, contra el típico dicho de que el femenino es el sexo débil, lo que se comenta aquí indica que no es oro todo lo que reluce.