Las grandes convulsiones de finales del siglo VIII preparaban un marco temporal tentador para datar la destrucción de una ciudad como Begastri (ver nota 1): luchas internas en el emirato, las principales familias de la nobleza árabe enfrentadas en guerras fraticidas por el poder, descontento entre los mozárabes oprimidos y levantamientos populares muladíes liderados por caudillos locales soliviantados por la elitista y despótica política cordobesa. Begastri seguía siendo enteramente hispano-goda, y si bien este territorio se benefició desde el 713 del pacto de Teodomiro, sufriría ahora de modo inevitable la represión del emir, tras el restablecimiento de la situación a favor de la potencia de Al – Andalus; según esta teoría, la ciudad pasaría a convertirse en un villorrio de murallas destruidas y urbanismo quebrantado. Parece que los hispanogodos del Sureste participaron abiertamente en los levantamientos, porque a partir del 779 pierden su privilegiado status, el conde Atanagildo es depuesto y muchas zonas fortificadas quedan desmanteladas; a la vez, tuvo que desaparecerla capacidad de organización militar y resistencia coordinada y efectiva por parte de los vencidos (ver nota 2). En definitiva, era plausible y coherente registrar en estos años turbulentos el fin de la ciudad.

Pero posteriormente, el pormenorizado examen arqueológico que se viene realizando en el Cerro del Cabezo de Roenas desde 1980 descartó cualquier tipo de destrucción física de Begastri en el siglo VIII (ver nota 3); desconocemos las consecuencias de la rebelión fallida en esta ciudad, pero la vida tuvo que continuar de manera más o menos normal, pese al más que posible castigo impuesto por las autoridades musulmanas. No obstante, en el siglo siguiente, nuevos levantamientos muladíes trajeron la guerra y la debacle otra vez sobre esta comarca, y en esta ocasión el Emirato reprimió a conciencia a los partidarios de Omar ibn Hafsun y del lorquino Daysan: las murallas de la ciudad aparecen desatendidas durante un periodo de tiempo inusual y considerable, algo insólito, para finalmente quedar destruidas completamente a golpe de pico y martillo, casi con toda seguridad en el año 896 (ver nota 4).

De cualquier modo, este suceso funesto para Begastri no tuvo que significar el final de la vida dentro de la ciudad, aunque sin lugar a dudas la destrucción del acueducto, las murallas y otros edificios importantes que aún quedaban en pie resultó a la postre un golpe mortal para la existencia urbana, tal y como se había desarrollado en las épocas romana y visigoda. Una población cada vez más miserable, reducida y marginal continuó habitando durante siglos Begastri, reutilizando el material devastado para edificar viviendas precarias, generalmente en pequeñas calles cerradas o junto a las ruinas de las murallas. Pero el auge de Cehegín como centro urbano de control musulmán provocó el éxodo paulatino de la escasa población mozárabe, que continuaba apegada a la vieja ciudad por motivos emocionales y afectivos, así como por repulsa al invasor; el lento drenaje de población y la cada vez mayor proximidad de las huestes cristianas (ver nota 5) provocó que a la llegada de la Reconquista a mediados del siglo XIII Begastri se encontrase ya totalmente desierta.

Recordemos que una de las prácticas más comúnmente llevadas a cabo por los ejércitos cristianos invasores o en incursión era recoger a cuantos mozárabes estuvieran dispuestos a acompañarlos voluntariamente a territorio castellano o aragonés, donde podrían por fin vivir en libertad; cabe destacar el famoso caso de Alfonso I con los mozárabes de Granada en 1125-1126, a los que liberó de la persecución almorávide.

1. Tal fue la teoría de P. MARTÍNEZ CAVERO (Antigüedad y Cristianismo, Murcia 1984, p. 42.), reforzada por la opinión de J. TORRES FONTES, Documentos de la Historia Medieval de Cehegín, Murcia 1982, p. 10.
2. Cf. A. GONZÁLEZ BLANCO, J. A. MOLINA GÓMEZ, J. J. MARTÍNEZ GARCÍA, Begastri bajo el dominio árabe, las etapas de destrucción de la ciudad (en prensa).
3. La confusión pudo deberse a un documento ofrecido por J. GARCÍA ANTÓN (Historia de la Región de Murcia, Vol. III, Murcia 1982, p. 131) en el que se hablaba del fin “del último jirón de la España Gótica, en 779”.
4. A. YELO sugiere como momento histórico la represión tras el fracaso de la rebelión de Daysan en Lorca, Antigüedad y Cristianismo, Vol. V, 1988, pp. 613-617.
5. Recordemos que una de las prácticas más comúnmente llevadas a cabo por los ejércitos cristianos invasores o en incursión era recoger a cuantos mozárabes estuvieran dispuestos a acompañarlos voluntariamente a territorio castellano o aragonés, donde podrían por fin vivir en libertad; cabe destacar el famoso caso de Alfonso I con los mozárabes de Granada en 1125-1126, a los que liberó de la persecución almorávide.