REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


HOMENAJE A LUIS CERNUDA

7.- Poesía y Didáctica


7.1. VIGENCIA DE LA REALIDAD Y EL DESEO DE LUIS CERNUDA EN LAS AULAS DE LA FACULTAD DE LETRAS DE LA UNIVERSIDAD DE MURCIA. ANTOLOGÍA DE TEXTOS
Presentación Francisco Vicente Gómez

 

         Los textos de La realidad y el deseo de Luis Cernuda que a continuación se presentan acompañados de una breve glosa han sido el fruto de un ejercicio crítico de recepción que han realizado alumnos de Filología de la  Facultad de Letras de la Universidad de Murcia.

         Con esta ‘antología’ hemos querido ofrecer un testimonio singular de la vigencia de Luis Cernuda y de uno de los libros cumbre de la poesía española del siglo XX; y hacerlo desde un ámbito de lectura muy relevante para la presencia continuada de un poeta y de su obra, como es el de las aulas universitarias.

         A mí como profesor que ha coordinado esta ‘lectura’ de La realidad y el deseo de Luis Cernuda me queda agradecer a todos en general y, en particular, a cada uno de los alumnos que han participado su entrega entusiasta y su vocación lectora. Era nuestro deseo homenajear al poeta leyendo su poesía y ofreciendo algunas razones. La selección de poemas y el breve comentario que acompaña a cada uno dejan constancia crítica de ello.

 

PRIMERAS POESÍAS

XVII “No es el aire puntual”

No es el aire puntual

el que tiende esa sonrisa,

en donde la luz se irisa

tornasol, sino el cristal;

que de tan puro, imparcial,

su materia transparente

hurta a los ojos, ausente

con imposible confín,

porque su presencia en fin

tan sólo el labio la siente.

 

GLOSA

 

“Todo depende del cristal con que se mira”. Este refrán nos introduce en el énfasis que el poema hace de la importancia del cristal, en los reflejos que dibuja la luz. Pero no quiere solamente hacer una apología del cristal en sí, sino de aquello que representa y sobre lo que a continuación hablaremos.

La belleza se manifiesta de muy distintos modos y no sólo de forma sensible. A menudo la percepción que tenemos de los acontecimientos está sesgada y no nos damos cuenta de cuál es el verdadero foco que emana las sensaciones que captamos. Numerosos prejuicios y tradiciones nos hacen observar las cosas desde un punto de vista predeterminado que relega a un segundo plano elementos que en realidad son principales.

Esto es lo que yo leo en esta composición de Cernuda que enfatiza la importancia del cristal, elemento que el ojo obvia pero con el que el labio se une en táctil simbiosis.

Basilio Pujante Cascales

(Segundo Curso de Filología Hispánica)

 

ÉGLOGA, ELEGÍA Y ODA

(Fragmento)

 

Sólo la rosa asume

una presencia pura

irguiéndose en la  rama tan altiva,

o equívoca se sume

entre la fronda oscura,

adolescente, esbelta, fugitiva.

Y la rama no esquiva

la  gloria que la viste

aunque el peso la enoja;

Ninguna flor deshoja,

sino ligera, lánguida resiste,

con airoso desmayo,

los dones que la brinda el nuevo mayo.

 

Si la brisa estremece

en una misma onda

el abandono de los tallos finos,

ágil tropel parece

tanta rosa en la fronda

de cuerpos fabulosos y divinos;

Rosados torbellinos

de ninfas verdaderas 

en fuga hacia el boscaje.

Aún trémulo el ramaje,

entre sus vueltas luce, prisioneras

de resistente trama,

las que impidió volar con tanta rama .

 

GLOSA

 

Como visión general del poema , ya el título nos informa de manera clara el tema que nos vamos a encontrar, efectivamente, la gran protagonista es la Naturaleza, reflejada en una rosa, una rama, el agua, el viento.., etc, y aderezado con alusiones mitológicas: torbellinos de ninfas verdaderas; digno de dioses. Sin embargo, el idílico paraje, es calificado de “frágil”, ya que este bucólico mundo desaparece con el fin de la Primavera, cubriéndose todo de sombras y silencios. Llegados a este punto, podríamos ver por analogía, al propio poeta, quien de alguna manera parece contagiarse de la tristeza y plenitud de la Naturaleza.

En cuanto a una visión más particular, diré, que la razón por la que elegí este poema fue porque de algún modo, sirvió para evadirme y viajar  a “esa morada celeste”, alejada de la mano del hombre , en donde  parece que  el tiempo se  detiene para contemplar la belleza y fragilidad de una simple  rosa.

Inmaculada Vigueras Ruiz

(Segundo Curso de Filología Hispánica)

 

“UN RÍO, UN AMOR”  (1.929)

 

RAZÓN DE LAS LÁGRIMAS

La noche por ser triste carece de fronteras.
Su sombra en rebelión como la espuma,
rompe los muros débiles
avergonzados de blancura;
noche que no puede ser otra cosa sino noche.

Acaso los amantes acuchillan estrellas,
acaso la aventura apague una tristeza.
Mas tú, noche, impulsada por deseos
hasta la palidez del agua,
aguardas siempre en pie quién sabe a cuáles ruiseñores.

Más allá se estremecen los abismos
poblados de serpientes entre pluma,
cabecera de enfermos
no mirando otra cosa que la noche
mientras cierran el aire entre los labios.

La noche, la noche deslumbrante,
que junto a las esquinas retuerce sus caderas,
aguardando, quién sabe,
como yo, como todos.

 

GLOSA

 

         El inicio de este poema es un anticipo a la vez que una síntesis: “La noche por ser triste carece de fronteras”. Me parece un verso que rebosa belleza en su desolación, pues la noche es la parte más solitaria del día, la que más llena está de desamparo y, por ello, de lágrimas. La razón a la que se refiere el título, parece ser la terrible soledad de la noche, “impulsada por deseos”, que como tales, son inconfesables. A la vez, la noche es el ambiente ideal para los amantes y, por ese motivo, es triste, ya que recuerda al rechazado, su abandono.  Además, las noches solitarias tienden a ser escenario de reflexiones íntimas, de encuentro con uno mismo. Creo que es un poema triste porque, a pesar de que la noche no tiene fronteras y de que está llena de posiblidades, los “abismos”, “serpientes” y “enfermos”, resaltan lo terrible de la oscuridad externa que se va apoderando de los seres humanos. Y conforme se adentra en el ser, se alza en un deseo oscuro, en una inconfesable espera (“aguardando quién sabe, / como yo, como todos”).

Irene Lorca Jiménez

(Segundo Curso de  Filología Hispánica)

 

LOS PLACERES PROHIBIDOS  (1931)

 

SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR

 

Si el hombre pudiera decir lo que ama,

Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo

Como una nube en la luz;

Si como muros que se derrumban,

Para saludar la verdad erguida en medio,

Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad

         de su amor,

La verdad de sí mismo,

Que no se llama gloria, fortuna o ambición,

Sino amor o deseo,

Yo sería aquel que imaginaba;

Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos

Proclama ante los hombres la verdad ignorada,

La verdad de su amor verdadero.

 

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso

         en alguien

Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;

Alguien por quien me olvido de esta existencia

         mezquina,

Por quien el día y la noche son para mí lo que

         quiera,

Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu

Como leños perdidos que el mar anega o levanta

Libremente, con la libertad del amor,

La única libertad que me exalta,

La única libertad porque muero.

 

Tú justificas mi existencia:

Si no te conozco, no h e vivido;

Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vidido.

 

GLOSA

         Destaco este poema porque consigue con enorme sinceridad emotiva, hacer de una experiencia dramática real un motivo poético de dimensiones reivindicativas y universales. Todo ello se expresa a través del empleo de una serie de oraciones condicionales que constituyen la primera parte del poema y de las que es sujeto “el hombre”, término con el que podemos englobar a todos los seres humanos.

         De este planteamiento general se pasa (como un movimiento lógico de la conciencia) a la particularidad de los sentimientos del poeta, expresados en primera persona en la apódosis de la oración condicional Yo sería aquel que imaginaba. Tono con el que continuará hasta la última estrofa en la que en la exaltación progresiva de su rabia y su esperanza se dirige a un ‘tú’ al que hiperbólicamente expresa su devoción.

         Básicamente, en la primera parte del poema se transmite el ardiente deseo de expresar su amor que no es sino él mismo porque La verdad de sí mismo se llama amor. Esos muros erguidos que son los que hacen prohibidos a los placeres, son una constante de opresión para el sentir libre del poeta. Si todo aquello fuera posible “su lengua, sus ojos, sus manos” harían gala de la verdad ignorada.

         En la segunda parte del poema se introduce la figura del ser amado desarrollando con gran belleza el tema de la libertad que sólo es tal en la prisión del amor. Ese alguien que asoma tímidamente hace libre al poeta, pero contrariamente los muros hacen de esa libertad necesidad de silencia, de ahí surge el odio y el rechazo del poeta: existencia mezquina que no puede expresar su idilio. La combinación de lo sensual y lo espiritual que se viene desarrollando viene a concluir en sentimientos dispares y contrarios que es para el poeta el amor: día/noche; cuerpo/espíritu; anega/levanta; exalta/muero.

         Finalmente la última estrofa en forma de silogismo viene a resumir lo expuesto con anterioridad, el amor, materializado en un ‘tú’ es la razón de sentir y del existir del poeta.

Laura Cascales

(Segundo Curso de Filología Hispánica)

 

DONDE HABITE EL OLVIDO  (1932-1933)

MI ARCÁNGEL

No solicito ya ese favor celeste, tu presencia;

como incesante filo contra el pecho,

como el recuerdo, como el llanto,

como la vida misma vas conmigo.

 

Tú fluyes en mis venas, respiras en mis labios,

te siento en mi dolor;

bien vivo estás en mí, vives en mi amor mismo,

aunque a veces

pesa la luz, la soledad.

 

Vuelto en el lecho, como niño sin nadie frente al muro,

contra mi cuerpo creo,

radiante enigma, el tuyo;

no ríes así ni hieres,

no marchas ni te dejas, pero estás conmigo.

 

Estás conmigo como están mis ojos en el mundo,

dueños de todo por cualquier instante,

mas igual que ellos, al hacer la sombra, luego vuelvo,

mendigo a quien despojan de su misma pobreza,

al yerto infierno de donde he surgido.

 

GLOSA

Igual que el amor termina un día, así terminamos nosotros mismos: aniquilados porque no somos nada sin amor, ya que el hombre de alguna manera necesita compartir su soledad, esa perpetua necesidad de ser amado, ese andar sólo con su armadura por el mundo, con "su frío".

Una vez que el amor se ha ido, que nuestra vida no está colmada de su presencia, una vez que se ha aceptado la pérdida, seguimos respirando del recuerdo de ese ser que, perenne fotocopia, nos acompaña en su silencio. Un silencio cruel, ruidosa hacha de sombra, dolor incesante que ya se ha convertido en parte indivisible de nuestro ser.

No queremos que vuelva, ya no imploramos a su ausencia porque estamos colmados de amor, del recuerdo, del recuerdo de nuestro amor. Se acabó el verdugo en nuestra vida, pero lo seguimos amando.  Sólo queda la niebla, ente mágico con sus ojos, con sus labios, sonriente y complaciente pero mudo, espejismo, sueño… Y ahí, en el sueño, podemos ser uno del otro de nuevo, y ahí, no nos duele, no nos hace daño, "ni se marcha, ni nos deja".

Más cuando se despierta, nos sentimos como la nada cuando se queda sin nada, y volvemos cabizbajos, eternos muertos a nuestro propio infierno.

Isabel González Arenas

(Segundo curso de Filología Hispánica)

 

 

INVOCACIONES   (1934-1935)

 

EL SOLILOQUIO DEL FARERO

 

Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona

que yo fui,

que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;

por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,

limpios de otro deseo,

el sol, mi dios, la noche rumorosa,

la lluvia, intimidad de siempre,

el bosque y su alentar pagano,

el mar, el mar como su nombre hermoso;

y sobre todos ellos,

cuerpo oscuro y esbelto,

te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,

y tú me das fuerza y debilidad

como al ave cansada los brazos de la piedra.

 

Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,

oigo sus oscuras imprecaciones,

contemplo sus blancas caricias;

y erguido desde cuna vigilante

soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los

     hombres,

por quienes vivo, aun cuando no los vea;

y así, lejos de ellos,

ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,

roncas y violentas como el mar, mi morada,

puras ante la espera de una revolución ardiente

o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo

cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.

 

 

GLOSA

 

         He elegido este triste poema porque en él se refleja la soledad que tantas veces atañe al ser humano y cómo éste lucha e intenta alejarse de ella aunque no se ignore que sigue presente, sin embargo otras veces la buscamos incesantemente para alejarnos de una situación que no nos gusta y nos aislamos para crear un muro de protección que nos evite el daño.

En esa soledad el farero vela por la seguridad de los navegantes, éstos esperan que una luz les guíe por buen camino ignorando tal vez que allí hay un hombre solitario que no les deja naufragar.

Esa soledad a la que tanto temo, a la que quisiera no conocer como lo hacen las generaciones de los Buendía en “Cien años de soledad”, al sentir que estás rodeado de gente pero que en verdad sólo te acompaña tu propio destino.

Adoración Fernández Martínez

(Segundo Curso de Filología Hispánica)

 

 

LAS NUBES   (1937-1940)

 

DESEO

 

Por el campo tranquilo de septiembre,

Del álamo amarillo alguna hoja,

Como una estrella rota,

Girando al suelo viene.

 

Si así el alma inconsciente,

Señor de las estrellas y las hojas,

Fuese, encendida sombra,

De la vida a la muerte.

 

GLOSA

 

         He elegido este poema por su capacidad para expresar el sentimiento, cargado de sereno patetismo que invade al poeta, a través de una estructura tan breve y de considerable perfección formal. Si los cuatro primeros versos constituyen la hermosa visión de un simple paisaje otoñal, en los cuatro siguientes esta visión se convierte en el eje que vertebra el libro: la lucha entre la realidad y el deseo, que en este caso se resuelve en una petición desesperanzada, con tintes de melancólico reproche al Creador. Y el deseo del poeta no puede ser de una sinceridad más desgarradora: desde el dolor anhela que su alma, encendida sombra, vida y muerte entrelazadas, sea inconsciente, incapaz de sufrir, y por lo tanto pase de la vida a la muerte en un recorrido tan liviano como el de la hoja al caer.

Enriqueta Pacheco Poveda

(Primer Curso de Filología Hispánica)

 

COMO QUIEN ESPERA EL ALBA  (1941-1944)

 

TIERRA NATIVA

Es la luz misma, la que abrió mis ojos

Toda ligera y tibia como un sueño,

Sosegada en colores delicados

Sobre las formas puras de las cosas.

 

El encanto de aquella tierra llana,

Extendida como una mano abierta,

Adonde el limonero encima de la fuente

Suspendía su fruto entre el ramaje.

 

El muro viejo en cuya barda abría

A la tarde su flor la enredadera,

Y al cual la golondrina en el verano

Tornaba siempre hacia su antiguo nido.

 

El susurro del agua alimentando,

Con su música insomne en el silencio,

Los sueños que la vida aún no corrompe,

El futuro que espera como página blanca.

 

Todo vuelve otra vez vivo a la mente,

Irreparable ya con el andar del tiempo,

Y su recuerdo ahora me traspasa

El pecho tal puñal fino y seguro.

 

Raíz del tronco verde, ¿quién la arranca?

Aquel amor primero, ¿quién lo vence?

Tu sueño y tu recuerdo, ¿quién lo olvida,

Tierra nativa, más mía cuanto más lejana?

 

GLOSA

Los recuerdos de su tierra nativa llegan al poeta desde el pasado, parece como si llegaran para hacerse con su mente en un presente ya lejano de aquella tierra, de aquel muro viejo y de aquella agua pura, como lo era todo en aquel entonces.

Son los cuatro últimos versos por lo que me parece muy hermoso. En ellos se recoge toda la significación del poema: el sujeto lírico está arraigado a su pasado, a la tierra que lo vio nacer, y ese cordón nadie lo puede cortar; esa tierra fue testigo de sus primeros deseos, de sus primeros

amores, de un futuro que aún estaba por escribirse; y esos recuerdos siempre están ahí, imposibles de vencer. Y más la añora cuanto más recuerda la pureza de esos días, tan lejanos y distantes de los de ahora, pero a la vez el yo lírico es consciente de que esa tierra y esos recuerdos ya le son extranjeros: irreparable ya con el andar del tiempo.  

Marien San Nicolás Fernández

(Primer Curso de Filología Hispánica)

 

 

VIVIR SIN ESTAR VIVIENDO  (1944-1949)

 

EL POETA

 

La edad tienes ahora que él entonces,

Cuando en el tiempo de la siembra y la danza,

Hijos de anhelo moceril que se despierta,

Tu sueño, tu esperanza, tu secreto,

Aquellos versos fueron a sus manos

Para mostrar y hallar signo de vida.

 

Mucho nos dicen, desde el pasado, voces

Ilustres, ascendientes de la palabra nuestra,

Y las de lenguas extrañas, cuyo acento

Experiencia distinta nos revela. Mas las cosas,

El fuego, el mar, los árboles, los astros,

Nuevas siempre aparecen.

 

Nuevas y arcanas, hasta que al fin traslucen

Un día en la expresión de aquel poeta

Vivo de nuestra lengua, en el contemporáneo

Que infunde por nosotros,

Con su obra, la fe, la certidumbre

Maga de nuestro mundo visible e invisible.

 

Con reverencia y con amor así aprendiste,

Aunque en torno los hombres no curen de la imagen

Misteriosa y divina de las cosas,

De él, a mirar quieto, como

Espejo, sin el cual la creación sería

Ciega, hasta hallar su mirada en el poeta.

Aquel tiempo pasó, o tú pasaste,

Agitando una estela temporal ilusoria,

Adonde estaba él, cuando tenía

La misma edad que hoy tienes:

Lo que su fe sabía y la tuya buscaba,

Ahora has encontrado.

 

Agradécelo pues, que una palabra

Amiga mucho vale

En nuestra soledad, en nuestro breve espacio

De vivos, y nadie sino tú puede decirle,

A aquél que te enseñara adónde y cómo crece:

Gracias por la rosa del mundo.

 

Para el poeta hallarla es lo bastante,

E inútil el renombre u olvido de su obra,

Cuando en ella un momento se unifican,

Tal uno son amante, amor y amado,

Los tres complementarios luego y antes dispersos:

El deseo, la rosa y la mirada.

 

GLOSA

 

En este poema se expone toda una teoría poética y se señala el punto en que culmina la vida del poeta.

Ya al comienzo se dice que el poema vive en el preciso instante en que es leído por otro: “aquellos versos fueron a sus manos / para mostrar y hallar signo de vida”, y esto tiene lugar en el momento en que “el anhelo moceril” se despierta. Llega, pues, EL DESEO.

Tras él, se hace referencia a los poetas del pasado, esas “voces ilustres”, a las cosas que se muestran “nuevas y arcanas”, siempre las mismas y siempre diferentes, y al poeta que ahora, con su obra, nos revela “nuestro mundo visible e invisible”: el mundo visible que aparece ante todos y el otro mundo, esa realidad invisible para la mayoría que sólo se aparece ante los ojos del poeta, ojos con los que el poeta mira “como / espejo, sin el cual la creación sería / ciega”. Al deseo se suma, así, LA MIRADA.

Y teniendo el deseo y la mirada, ¿qué le falta al poeta? ¿Qué puede buscar entonces? El poeta lo sabe: LA ROSA, por supuesto. Teniéndola, ¿qué puede importarle la fama o el fracaso, la gloria o la ruina? Si en ese instante es cuando se unifican los tres elementos esenciales que circulan por las arterias de su vida y de su obra: son uno amante, amor y amado: “el deseo, la rosa y la mirada”.

José Eduardo Morales Moreno

(Primer Curso de Filología Hispánica)

 

CON LAS HORAS CONTADAS (1950-1956)

SOMBRA DE MÍ

 

Bien sé yo que esta imagen

Fija siempre en la mente

No eres tú, sino sombra

Del amor que en mí existe

Antes que el tiempo acabe.

 

Mi amor así visible me pareces,

Por mí dotado de esa gracia misma

Que me hace sufrir, llorar, desesperarme

De todo a veces, mientras otras

Me levanta hasta el cielo en nuestra vida,

Sintiendo las dulzuras que se guardan

Sólo a los elegidos tras el mundo.

 

Y aunque conozco eso, luego pienso

Que sin ti, sin el raro

Pretexto que me diste,

Mi amor, que afuera está con su ternura,

Allá dentro de mí hoy seguiría

Dormido todavía y a la espera

De alguien que, a su llamada,

Le hiciera al fin latir gozosamente.

 

Entonces te doy gracias y te digo:

Para esto vine al mundo, y a esperarte;

Para vivir por ti, como tú vives

Por mí, aunque no lo sepas,

Por este amor tan hondo que te tengo.

 

 

GLOSA

 

En “Sombra de mí” se reitera la manera de amar de Cernuda; el amor para él no son afectos mutuos que fluyen en círculo sino un amor que sólo puede manar en una dirección, desde el poeta hacia el objeto amado, y es que Cernuda poeta crea al ser que ama, lo vitaliza con su deseo poético, lo entristece con su tristeza y embellece con su poesía. En el último verso de “De dónde vienes” leemos: “Un puro conocer te dio la vida” y es que como ya dice Carlos Ruiz Silva “El amado existe porque el amante lo crea, le insufla vida, él, el poeta ejecuta el papel de Dios.” Introducir al amado n su poesía, es la única vía para poseerlo totalmente, pues el amor no sólo es finito, sino incomprensible y demasiado elevado para otra forma que no sea la creación lírica.

Se admite la existencia de una imagen del amado que y escribe Cernuda: “no eres tú, sino sombra del amor que en mí existe”. El poeta ha creado a su amado de tanto pensarlo, su amor no es con el hombre real, sino con la ilusión con la que fantasea, que es perfecto y sólo limitado por la desesperanza del propio creador. Vemos también aquí obsesión por el tiempo de Cernuda, causa quizá de sólo amar a los cuerpos jóvenes, a adolescentes rubios y jóvenes marinos que no señalan el paso de las horas en la piel, que no le recuerdan su propia vejez que se acerca; y es que todo, parece tener las horas contadas.

La perfección amorosa puede darse tan sólo cuando él mismo lo crea pues encaja con sus necesidades de seguridad, de deseo, de amparo y hasta de sufrimiento. “Mi amor así visible me pareces, por mí dotado de esa gracia misma que me hace sufrir, llorar, desesperarme de todo a veces”. Pero es a la vez ese amor creado por él lo único que puede regalarle la felicidad: “me levanta hasta el cielo en nuestra vida, sintiendo las dulzuras que se guardan sólo a los elegidos tras el mundo.” Y dice “sólo a los elegidos tras el mundo” porque reconoce que la felicidad no nos pertenece en vida. Esa continua desesperación por saber que nunca será feliz, le persigue en toda su poesía. El joven Salvadorle da la excusa perfecta para volver amar: “sin ti, sin el raro pretexto que me diste, mi amor, que afuera está con su ternura”. Y fijaos que dice: “mi amor, que afuera”, ese amor es necesario buscarlo, está más allá de toda realidad, es un ente incorpóreo como todo amor pero más lejos aún porque es creación poética, sombra de amor, no amor mismo. Aunque, ¿quién puede definir el amor para comprobar así la certeza del mismo?

En “Sombra de mí” de no ser por Salvador “seguiría dormido todavía y a la espera de alguien que, a su llamada, le hiciera al fin latir gozosamente”. Vemos que el amor acude a su llamamiento, a su creación y que de no ser Salvador podría haber sido otro, hecho que se contradice en la siguiente y última estrofa donde dice: “Para esto vine al mundo, y a esperarte; para vivir por ti, como tú vives por mí, aunque no lo sepas”. Salvador vive para él si saberlo no en la realidad sino en la sombra de él, Cernuda se lo imagina desviviéndose por él, amándolo profundamente pero sólo es una sombra (no sabemos si también lo fue en realidad). Le da las gracias a la sombra que hace del amor, y finaliza con una estrofa que lo proclama como única causa de su ser; (“Para esto vine al mundo” dice) ¿Cómo podemos criticar un amor de sombra, si Cernuda aun sabiendo que era su propia creación lo amaba como real? Amamos nuestras creaciones porque son prolongaciones de uno mismo, son las que más nos conocen. Ya dijo Huidobro: “Cuanto miren los ojos creado sea”. Y es que todo amor sentido como verdadero, siendo como todo amor es luz y sombra, nos aferra a la vida: “Pero te quiero. Me colgué a esas tres palabras para no morir.” Dice Poldy Bird. ¿Cómo denunciar a un amor en sombra si el lo único que nos salva?

Gil de Gea Quirós, Marta

(Primer Curso de Filología Hispánica)

 

 

 

 

DESOLACIÓN DE LA QUIMERA (1956-1962)

 

 

PREGUNTA VIEJA, VIEJA RESPUESTA

 

¿Adónde va el amor cuando se olvida?

No aquel a quien hicieras la pregunta

es quien hoy te responde.

 

Es otro, al que unos años más de vida

le dieron la ocasión, que no tuviste,

de hallar una respuesta.

 

Los juguetes del niño que ya es hombre,

¿adónde fueron, di? Tú lo sabías,

bien pudiste saberlo.

 

Nada queda de ellos: sus ruinas

informes e incoloras, entre el polvo,

el tiempo se ha llevado.

 

El hombre que envejece, halla en su mente,

en su deseo, vacíos, sin encanto,

dónde van los amores.

 

Mas si muere el amor, no queda libre

el hombre del amor:  queda su sombra,

queda en pie la lujuria.

 

¿Adónde va el amor cuando se olvida?

No aquel a quien hicieras la pregunta

es quien hoy te responde.

 

GLOSA

 

El paso del tiempo ejerce en las personas una influencia muy fuerte de la que a menudo no nos damos cuenta. La memoria es un cajón de sastre donde van apareciendo retales del pasado; un pasado que nos parece casi siempre muy lejano y sobre el que nos preguntamos en qué se habrá convertido.

El amor es uno de los aspectos de la vida del hombre que más sufre el paso de los años. Dicen que el amor es eterno, y que si no lo es no es amor; pero yo creo que el amor, como tantos otros sentimientos, cambia y sufre las consecuencias del discurrir de las horas.

Es cierto que existen y existirán personas que se aman toda la vida, pero incluso para ellas ese sentimiento no es imperecedero y varía día a día. La razón de ese cambio se encuentra en la misma esencia del ser humano, animal de gusto y comportamiento terriblemente variable.

Este poema está escrito por una persona madura, que ha vivido mucho y al que la experiencia le ha enseñado que el amor cambia tanto como las personas a las que amamos, como nosotros mismos.

Basilio Pujante Cascales

(Segundo Curso de Filología Hispánica)