REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


Como bestia que duerme
CAMILO JOSÉ CELA CONDE
(Madrid, Alianza Literaria, 2003, pp. 100 – 102)

 

 

Santos no tenía ni idea de ciencias naturales pero era el salvoconducto que nos abría todo un mundo de información utilísima. En el despacho de mi padre de Villa Cárdena había una enciclopedia de muchos tomos, más de cien, y nosotros le pedíamos de vez en cuando a mamá que nos sacase alguno de los volúmenes para ilustrarnos pero el permiso nos era negado siempre con la excusa de que íbamos a ensuciar los libros. Una vez que quisimos construir una radio de galena conseguimos que la señora Engracia, el ama de llaves, nos trajese un tomo aprovechando un viaje de mi padre y buscamos si venía cómo hacerla, pero en ése no venía y la señora Engracia no quiso coger ninguno más. Sin embargo ese rápido examen, apenas unos minutos antes de tener que devolver el volumen al santuario, nos hizo ver que aunque era una enciclopedia muy rara, con los tomos llenos de cifras y datos aburridos, también aparecían en las páginas cosas maravillosas, saberes ocultos de esos que los mayores ignoran que están a su alcance.

         Santos podía entrar en el despacho de mi padre, elegir el tomo que quisiera de la enciclopedia y llevarlo a nuestro cuarto.

         - Morena, morena… Aquí viene, ¿veis? Nada, lo que yo decía, una mujer con el pelo oscuro.

         - Bueno, pero también pone ver la voz murena, con u. A lo mejor está ahí.

         Murena, con la letra u, ya no entraba en el volumen. Santos fue al despacho a buscar el siguiente. Bajo “murena” el libro ponía unas cosas de lo más enrevesadas.

         - A ver, lee tú, José Manuel.

         - Pez marino del orden de los mal – cop – te – ri – pios, no, mal – cop – te – ri – gios, eso, a – po – dos.

         - Ápodos. Se dice ápodos, con acento en la a. ¿Ves el acento?

         - Bueno, pues ápodos. Oiga, Santos, ¿y qué quiere decir ápodos?

         - Pues que son unos peces, está claro.

         - ¿Peces? ¿Qué clase de peces?

         - Pues unos peces muy grandes. Venga, sigue.

         - Á – po – dos, familia de los mu – ré – ni – dos…

         - Claro, eso quiere decir de la familia de las morenas.

         - Sí. Familia de los mu – ré, de las morenas, de un metro aproximadamente de longitud… ¡Pues qué poco! Este libro no tiene ni idea. Las morenas son mucho más grandes, ¡se lo digo yo! ¿No es verdad, Arturo? Eso de que miden un metro es una tontería. Eso debe ser sólo en Madrid.

         Santos se vio obligado a defender el honor de la enciclopedia pero no disponía de fuentes para hacerlo. Ninguna tan espléndida como un pescador que había visto él mismo las morenas y te lo había contado. Tuvo que improvisar.

         - ¿En Madrid? ¿Cómo va a ser en Madrid? En Madrid no hay peces.

         Mi primo José Manuel estalló.

         - ¿Que no hay? ¡Anda que no! Pues sí que hay, hay peces en el Retiro, sin ir más lejos.

         - ¡Ah, bueno! En el estanque del Retiro… Pero eso no vale. Eso no son casi peces. Yo digo peces de verdad, de los del mar.

         - También hay peces de esos.

         - ¿Sí? ¿Y dónde están?

         - Pues dónde van a estar. En la Gran Vía. En Preciados. En Preciados hay un acuario con peces. Pero deben tener una porquería de morenas. Sólo crías. Igual ni saben cómo son. A ver si tiene una lámina.

 

Como bestia que duerme, CAMILO JOSÉ CELA CONDE. Madrid, Alianza Literaria, 2003, pp. 100 – 102.