LA VERDAD, domingo 28 de febrero de 1999

 

“DOCTOR, ME DUELE LA MOLONDRA”

Un traumatólogo reedita una recopilación de términos médicos usados por la gente de la calle

 

         Una madre angustiada acude al pediatra porque su hijo “tiene un granuferio por tó el cuerpo”. Afortunadamente, una simple inspección ocular desvela el significado de la expresión: el crío tiene una erupción cutánea. Pero a veces no es tan fácil. El traumatólogo Carlos Ferrándiz está a punto de reeditar una recopilación de términos médicos usados por la gente sencilla y recogidos, sobre todo, en el campo de Cartagena. Si un paciente confiesa, cuando el doctor le pregunta si ha sufrido alguna intervención quirúrgica, que “le han recortao la bocamanga del pito”, no habrá más remedio que sospechar que le han operado de fimosis.

 

 

CARLOS M. SÁNCHEZ, Murcia

         - “Doctor, me duele mucho la molondra. Estoy abambao y estragao. Tengo los gonces enrobinaos y el obedao rojo como un tomate. No me entra ni un caldito, me voy de hilo y he descomido tres veces”.

         A los médicos, que suelen blindar sus diagnósticos con una jerga impenetrable, les llega a veces un enfermo que les descoloca con un lenguaje peculiar y tan hermético como el clínico, el que usan las gentes del campo, las personas sin demasiados estudios y los ancianos, un vocabulario que no suele penetras los muros de las universidades.

         Entenderse es cuestión de no parapetarse detrás del fonendoscopio y acercarse al paciente, sobre todo porque, en una emergencia, se suele echar mano de las palabras con las que uno se siente seguro para describir los síntomas. Palabras aprendidas en la infancia, oídas en la calle. También con frecuencia, sobre todo cuando hay tiempo para pensar y temor, por tanto, a hacer el ridículo, se cae en la pedantería de imitar los giros médicos, las acepciones técnicas. Es el camino más rápido para adentrarse en el territorio del disparate.

         Con este espíritu didáctico escribió el traumatólogo Carlos Ferrándiz Araújo su libro Medicina popular en Cartagena, agotado hace años, que está a punto de ser reeditado por la editorial Athenas y que recoge el vocabulario ingenuo, colorido y pleno de imaginación de mucha gente corriente y moliente.

         Con el diccionario de Ferrándiz, cualquier doctor puede identificar la dolencia del paciente anterior, preocupado por su dolor de molondra (cabeza). La desgana (abambarse) y fatiga (estragos), la diarrea (irse de hilo), las articulaciones agarrotadas (gonces enrobinaos), el obedao rojo (garganta irritada) y los vómitos (descomer) le pondrán en la pista de la enfermedad.

         - “No se preocupe, es gripe”.

         Los ejemplos son variadísimos. Un primer indicio de infarto puede ser tener el pecho acorao (oprimido). Y en plena taquicardia los batíos andan desbocaos. Los diabéticos tienen azúcar porque no les funciona la asaúra (páncreas). Además, se deben resignar a pincharse diariamente una o varias indisiones de ursulina.

         La consulta del especialista en venéreas es una mina. Un marido impotente relataba, ahogado por la vergüenza, que se bajaba la portichuelo del pantalón (bragueta) y, como no armaba, no podía clujirle a la parienta.

         Referirse abiertamente a los genitales no suele ser sencillo. La picasera en el empeine no debe confundir al especialista, ya que tiene más probabilidades de estar relacionada con un prurito en el nacimiento del vello pubiano que con un adormecimiento del pie.

         A los testículos se les trata a veces con una camaradería rayada en el sindicalismo – los compañeros – y el cáncer de próstata suele hacer estragos a partir de cierta edad.

         Uno de los padecimientos más dolorosos es el de la asiática (ciática). Aunque un recalcón en los quijales (dolor de muelas) o una culebrilla en el gemelo (calambre) también se las traen.

         Otro de los pozos sin fondo es el aparato digestivo. Después de guascar, normalmente se obra, aunque no sea uno albañil. Preferiblemente en el inodoro.

         Y cuando se sospecha que se tiene fiebre, lo mejor es ponerse el kilómetro y salir de dudas.

         El cáncer es una palabra tabú, que cuesta pronunciar, incluso a los médicos. No es extraño que la gente del campo le llama el mal del vivo y que el tumor, si es maligno, reverdezca (se reproduzca). Son términos que subliminalmente eluden a la muerte.

         Un gañazo con mala encarnadura es una herida que no cicatriza bien. En estos casos, no basta con poner un chapado (esparadrapo) y sí es conveniente, por precaución, administrar la indisión del tuétano que, por cierto, no es intravenenosa.

         La pediatría también aporta un caudal léxico inagotable. Los recién nacidos se llaman criaturos. Cuando se enganchan a la teta da gloria verlos, pero a veces desahinan (maman en exceso) y luego se les nota fascosos y abotijaos. Otras veces el problema es al revés, están lambrijos y las madres le piden al pediatra que les manden vitaminas para que les entre jalusa (hambre).

         Los ancianos, por su parte, suelen padecer de las coyunturas, tanto económicas, cuando les recortan las pensiones, como físicas, cuando les duelen las articulaciones. Los castalazos (caídas) son muy peligrosos. Y si el cascalletazo es en la curcusilla (coxis), ¡ay!, para qué seguir contando…

 

 

Curar santiguando, rezando salmos o con escupitajos

         Uno de los aspectos más entrañables del libro de Carlos Ferrándiz es el recorrido que hace por la medicina popular, supersticiosa y mágica de los pueblos de la comarca de Cartagena. Ferrándiz cuenta que las abuelas todavía preparan infusiones de granado macho para curar las lombrices de sus nietos. O que las hojas de álamo se utilizaban discretamente como abortivo en épocas más intransigentes que la actual con esta práctica.

         En un remedo algo asilvestrado de la medicina homeopática, a los niños enfermos de ictericia o hepatitis todavía se les atiborra de hígado y a los deficientes psíquicos se les dan sesos de cordero.

         Para ahuyentar el mal de ojo, las mamás cuelgan del cuello de sus hijos unas bolsitas que contienen, entre otros amuletos que recuerdan a los de los indios, quijadas de lagartija.

         Cuando había una epidemia de tifus, al enfermo se le aplicaba un curioso emplasto: un pichón abierto en canal sobre el vientre, bien apretado con una faja a la que se le daban varias vueltas. A medida que el ave se enfriaba, el mal, se suponía, pasaba de la persona al pichón.

         Las madres también evitaban que la luz de la luna les diese a sus hijos por temor a que quedasen alunaos, es decir, atontados.

         Aún se ven ensalmadores – rezan salmos -, santiguadores y saludadores – escupen saliva sobre el enfermo, que eso significa saludar en este contexto. Y como traumatólogo, Ferrándiz se encuentra de tarde en tarde en la consulta a pacientes que vienen del componedor de huesos, normalmente un pastor. “No suelen ser peligrosos, porque se limitan a tratar pequeñas dislocaciones o luxaciones y si ven una fractura no se meten en camisa de once varas”, asegura Ferrándiz.

         Cuando todos los remedios fracasan, el velatorio tradicional sirve a la gente sencilla para afrontar la pérdida – aguardiente, algo de picar y caldo de gallina – en una reminiscencia de los banquetes funerarios romanos.

 

Vocabulario médico popular

 

A

Acedera: Hiperacidez gástrica.

Acorar: Oprimir.

Alear: Aumentar de peso los niños.

Aliacán: Ictericia.

Alunao: Meningítico o encefalítico.

Anca: Cadera.

Anzuelo: Orzuelo.

Alferecía: Epilepsia.

Armar: Ereccionar.

Artículos: Testículos.

Asaúra: Páncreas.

Asiática: Ciática.

B

Babi: Bata de médico.

Batíos: Pulsaciones.

Bocera: Llaga, afta.

Bollo: Chichón.

Boria: Cataratas.

Bramido de tripas: Retortijón.

Bola del jamón: Cabeza del fémur.

Bufeta: Ampolla.

C

Calóricas: Carótidas.

Canillas: Tendón de Aquiles.

Caña: Pierna.

Carámbano: Piojo grande.

Carriles: Glúteos.

Cascalletazo: Golpe.

Cerilla: Cerumen.

Cólico apático: Cólico hepático.

Compañeros: Testículos.

Criaturo: Recién nacido.

Cuajarón: Coágulo de sangre.

Culebrillas: Calambres.

Curcusilla: Coxis.

CH

Chiflar: Inhalar.

D

Descomer: Vomitar.

E

Empeine: Arranque del vello púbico.

Enrobinao: Artrítico.

Esfarate: Aborto.

Esfurriao: Diarreico.

Exceso: Absceso.

F

Faratute: Trastorno.

Fascoso: Dispéptico.

G

Gajo: Absceso.

Galillo: Faringe.

Gañazo: Arañazo.

Girobao: Escoliótico.

Gonce: Articulación.

Granuferia: Erupción.

Guajerro: Esófago.

Guascar: Ventosear.

H

Hernia de Viriato: Hernia de hiato.

I

Intravenenosa: Vía intravenosa.

J

Jalusa: Apetito.

Jelusa: Bazo.

K

Kilómetro: Termómetro.

L

Lambrijo: Canijo.

Lobedao: Laringe.

M

Mal de pezuña: Glosopedia.

Malengue: Achaque.

Melva: Vulva.

Michirones: Dedos de los pies.

Mogollón: Bulto.

N

Niebla: Visión borrosa.

O

Obulatorio: Ambulatorio.

Obrar: Defecar.

Opilá: Estéril.

P

Palluelas: Varicela.

Patituerto: Persona con genu valgo.

Picasera: Prurito.

Pipirijate: Síncope.

Pirindola: Pene de niño.

Polmoná: Pulmonía.

Próstola: Próstata.

Pujo: Heces sanguinolentas.

Q

Quebrancia: Hernia.

Quijales: Muelas.

R

Recalcón: Dolor sordo y continuo.

Reconcón: Comezón interior.

Refregá: Rasguño grande.

Remos: Brazos.

Ruedas: Piernas.

S

Sinporqué: Síncope.

T

Tejuelas: Vértebras.

U

Ursulina: Insulina.

Úlcera diagonal: Úlcera duodenal.