REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS



LA  MURCIANA  ALHÁBEGA

 

Muy duro de oído hay que ser para no discernir la pesantez o "bostezantez" del vocablo albahaca (cuatro aes seguidas con la agravante del hiato a/ha, más el acento grave) frente al donaire y eufonía de la esdrújula alhábega. La voz alhábega es uno de los murcianismos clásicos recogidos por el primer académico murciano, P. Bartolomé Alcázar, y tempranamente admitido en el primer Diccionario de la Lengua Castellana (1726), si bien con la acentuación errónea de alhabéga. Pero, ya antes, hacia 1550, el Dr. Laguna documentaba tal vocablo en Murcia.

Los murcianos distinguimos dos clases en la planta aromática alhábega, la basta y la fina. Al existir los dobletes léxicos albahaca y alhábega, no sería descabellado diversificar el significado, aplicando albahaca a la basta, y alhábega a la fina, como pediría el oído y el olfato. Y es que, las palabras, aunque sinónimas, no suenan ni huelen igual. Tan familiar es la alhábega (mata y vocablo) en la vida murciana, que para ponderar la excelencia de una persona se suele decir que es "alhábega fina".

El término murciano alhábega se emparenta con el cat. alfábega, y ambos cognados conservan mejor el acento original del étimo árabe hábaqa, que el cast. metatizado albahaca, devenido en el vocablo general normalizado. Por su parte, alhábega se localiza únicamente en el dominio murciano, donde ocupa un área léxica restringida, limitada a Murcia, Albacete y el norte de Almería y Granada, excluida Jaén. El que sólo se diga alhábega en una zona del sureste peninsular, frente a albahaca, de uso exclusivo en el vasto dominio hispánico, no es motivo para sentir complejo de raros. Al contrario, debemos sentirnos orgullosos de emplear una castiza palabra española, que no castellana, superior en sonoridad a la oficializada albahaca, e incluso a la parienta catalana alfábega, con la f de fea y de alfalfa.

 

 


 

EL CASTIZO ZAGAL

 

La voz zagal no es exclusiva de Murcia, sino un orientalismo. El DRAE registra estas acepciones de zagal: "Pastor joven/ Muchacho, adolescente/ Esp. orient. Niño". Si la palabra zagal se usa como sinónimo de niño en la mitad oriental de España (Aragón, Valencia castellanófona, Mancha oriental, Murcia, Andalucía oriental), y lo autoriza la Academia, ¿quién lo va a desautorizar?

¡Lo que es la ignorancia! A. Machado caracterizó bien la actitud cazurra del español que "desprecia cuanto ignora". Hay personas que acaso emplean chaval o chavea, creyéndolas palabras muy españolas, sin saber que son gitanismos (derivados del caló), admitidos tardíamente en el siglo XIX, y en cambio se encocoran al oir el castizo término zagal, documentado ya en los orígenes del castellano (siglo IX), de oriundez árabe. Ya hay que tener estragado el paladar lingüístico para preferir el moderno gitanismo chaval al ancestral arabismo zagal, de rancio abolengo. En el decurso multisecular del idioma, zagal/a ha evolucionado semánticamente hasta llegar a "niño/a" de cualquier edad. Esta se matiza con sufijos (zagalico, zagalón, zagalucho, zagalote, zagalaco, o el zagaletón, de Venezuela).

¡Qué inconsecuentes somos! Por una parte, nos quejamos de la fuerza arrolladora de la tele que está empobreciendo la lengua al imponer un modelo normalizado y aséptico, y por otra desdeñamos los regionalismos, que dan color a las múltiples hablas. Los localismos suelen chocar a los foráneos, pero enriquecen el léxico español e identifican la procedencia del hablante. Si, en América, para denominar al niño, se utilizan vocablos privativos (chamaco en Méjico, patojo en Centroamérica, pibe en Argentina), hemos de aceptar esos americanismos, a la par que el murcianismo zagal. ¿Qué tiene chaval, que no tenga zagal? Vocales y acento son los mismos. Pero, ¿no huele la africada ch un tanto a chotuno, mientras la z interdental semeja una caricia?

 

 


 

AL QAIDA / ABDALLAH

 

Más de uno estará intrigado por saber a qué obedece esa discrepancia de los medios de comunicación al trasmitirnos el nombre de triste actualidad, Al-Qaeda/Al-Qaida. La explicación es muy sencilla. Hay que achacar esta arbitraria trascripción fónico-gráfica, en parte al árabe, lengua emisora, y en parte al inglés, lengua trasmisora. El español, como lengua receptora, se limita a sufrir las consecuencias de ese doble influjo.

Sabido es que el árabe adolece de un débil vocalismo: sus parejas de vocales i/e (ej. Bin/Ben Laden) y o/u son movedizas e imprecisas. De ahí, la fluctuación a la hora de transcribir palabras árabes en español, dado que no es posible la exacta correspondencia del alifato árabe con el alfabeto latino, o sea, con nuestros fonemas y grafemas.

Como por otro lado, las agencias y redes mediáticas operan desde el inglés, es lógico que trascriban pensando en el lector inglés, al cual hay que escribirle Qaeda para que lea Qaida. Pero, si se les pusiera Qaida, los ingleses pronunciarían Qeida. Sin embargo, al lector español, familiarizado con el diptongo ai, se le debe poner Al-Qaida. Precisamente, en castellano tenemos la voz alcaide, del árabe alcaid, 'jeque, conductor de pueblos'.

Un similar problema gráfico se plantea en Abdallah, debido al inglés. Un lector normal inglés leería Abdeillah por Abdallah. Para que la sílaba interior tónica de Abdallah suene en inglés lo más parecido a la a, es preciso recurrir al sonido más semejante, al característico fonema inglés intermedio de a/o, trascrito con la u, Abdullah. En cambio, no hay razón que justifique en español la grafía inglesa Abdullah, sino que lo correcto para nosotros es Abdallah, y así ha de escribirse y pronunciarse, olvidándose del inglés. En resumidas cuentas: AlQaida y no AlQaeda, Abdallah y no Abdullah.

 

  


 

FUENTE DE LA PLEGUERA

 

Y con ésta ya van cuatro, las veces que he tenido que enderezar entuertos toponímicos murcianos. Conozco bien la contumaz petulancia de ciertos seudotécnicos, a los que hay que fustigar con denuedo. Ya son tres los casos de lesa toponimia que tenemos denunciados en nuestra Región Murciana (Cocón en Lorca, Lébor en Alhama, Padre Pecador en Cehegín), más éste cuarto, nuevamente en el término de Cehegín. ¿Hasta cuándo nos van a traer al retortero esos topografillos que se sacan de la manga topónimos, como de la chistera conejos el mago? A la célebre letanía rubeniana habría que añadir: ¡De topógrafos ignorantones, líbranos, Señor!

En un lugar escondido, hay una fuente serrana, edén de jabalíes, cuyo nombre tradicional es Fuente de la Pleguera, así llamada tanto en Cehegín como en Bullas. Pues bien; el rotulante de turno, sin encomendarse a Dios ni al diablo, le ha clavado el cartel de Fuente de la Plaguera. ¡Si al menos hubiera puesto Peguera (sitio donde la pez se extraía de la resina de los pinos), que posiblemente fuera el nombre originario, luego trasformado en Pleguera por eufonía! Pero, ¿Plaguera? ¡Claro!  Es que sobre aquella montesina y recóndita fontana, arrebujada al oripié de la Sierra Lavia, han venido a caer dos plagas, a saber, la ignorancia de los técnicos letreristas y la desidia de la autoridad medioambiental, que la ha dejado postrada en un bochornoso abandono.

En adelante, a las diez plagas de Egipto, habrá que sumar la undécima plaga, la de topógrafos incultos, que "trabiscornean" la nomenclatura toponímica secular, en aras de su osado albedrío. ¿Será acaso pedir cotufas en el golfo el exigir a los técnicos que consulten mapas y personas y respeten los microtopónimos tradicionales? ¡Fuentecica bravía de la Pleguera, de hombres despreciada y de animales aquerenciada, bendígate Dios!

 


 

TARJA DE AUROROS

 

De vez en cuando se deslizan regocijantes disparates, que hacen las delicias de cazadores de gazapos. En Murcia, últimamente se ha escrito, a propósito de los Auroros, que hay Hermanos de talja, referido a los que no cantan y aportan una cantidad. Es sabido que en Murcia, y en otras regiones hispánicas, es frecuente la alternancia o neutralización de líquidas, vicio fonético consistente en confundir e intercambiar las letras l y r implosivas (así: argo, esparda por algo, espalda, y viceversa, comel, calne por comer, carne).

Pues bien, el insólito vocablo talja no es más que el término tarja, mal pronunciado y escrito, hoy ya una voz residual, pero de noble abolengo. Su significado es el de cierta moneda, acuñada en tiempos de Felipe II,  con que que pagaban los afiliados a la Hermandad de la Aurora, a finales del siglo XVI. Su equivalente actual sería el de cuota o paga regular. Tan raro murcianismo, conservado apenas en esta peculiar acepción, hoy es ya una venerable reliquia de tiempos pretéritos. Pero, por favor, que al menos, no precipitemos la agonía del arcaismo tarja con nuestra desidia ortográfica. El disparate talja mueve a pena más que a risa, ya que pudo evitarse con una simple consulta a la obra colectiva Los Auroros en la Región de Murcia o al Vocabulario de las Hablas Murcianas, de Diego Ruiz Marín, que colma la medida.

Aún empeora la cosa mi desconocido paisano y escritor autodidacta Albaladejo, lego en paleografía, que al copiar las actas de la Hermandad de Auroros de Guadalupe, trascribe taxsa, en lugar de tarja, que es lo correcto y lo que allí pone.

 

 

 


EL EXÓTICO HALLOWEEN

 

De un tiempo acá se nos ha infiltrado de hoz y coz esa mascarada calabacera que atiende por el "españolísimo" nombre de Halloween: Vergonzosa muestra del mimetismo extranjerizante, elevado a la tontésima potencia. ¡Gajes de la globalización! Y, ¿porqué no meternos también los Vudús afroamericanos, tan "monos" como quedan traspasados de alfileres? ¡Y los papis y mamis tan contentos de ver a sus hijos idiotizados con estas americanadas!  Es curioso que el DRAE, enjambrado de anglicismos, no haya metido ya en su seno el "jalogüin", pero pronto desfruncirá el ceño y todo se andará, pues donde caben mil, caben mil uno.

Dentro del ambiente lúdico, implantado en los colegios al socaire de la Logse, ha encajado de molde esta paparruchada americana, que, aparentemente al menos, tiene entretenidos a los niños una temporada, antes y después del evento, y a los profesores aliviados del estrés por unos días. Y si, de paso, se logra arrancar de las mentes infantiles, burla burlando, la "obsoleta" creencia en ultratumba, que pregonan los cementerios precisamente el 1 de noviembre, ¡miel sobre hojuelas! 

 

  

 

  


 

P U T A T I V O / A

 

En reciente entrevista, una famosa cantante, hoy separada, declaraba muy ufana que sus hijas, por haber nacido de legítimo matrimonio canónico, no eran putativas, queriendo decir 'hijas de puta'. Todos entienden lo que quiso decir la cantante con la palabra putativa. Pero, sólo muy pocos sabrán que es mayúsculo disparate el emplear putativa como sinónimo de 'hija de puta'.

Achacable todo a ignorancia supina del español y del latín.

De los 17 términos con raíz put-, que registra el Diccionario académico, 16 son derivados de la voz puta, de origen incierto. El único procedente del latín es precisamente putativo, que proviene del verbo putare 'pensar'; de ahí que se defina: "Reputado o tenido por padre, hermano, hijo, sin serlo". No hay en español más herederos de putare, pero sí de sus compuestos; así, reputar, disputar o computar (como el inglés computer, de donde computadora).

El cultismo hijo putativo se aplicó, desde antiguo, a Jesús de Nazaret, ya que se tenía por hijo de José, no siéndolo, como S. José es el padre putativo de Jesús. Se cree que el familiar Pepe se originó de las siglas P.P., "Pater Putativus".

Está claro que hijo putativo no implica deshonra alguna, sino que manifiesta una opinión general aparentemente fundada. Así, los hijos adoptivos, cuya condición se mantenga secreta, se podrán denominar hijos putativos de sus padres adoptivos, en tanto no llegue a ser pública esa situación. El llamar a Jesús y a José putativos, en el sentido plebeyo del vocablo, relacionado con puta, sería atroz injuria para ambos y mayor aún para María. ¡Y todavía habrá quien diga para qué sirve el latín!

 

 


 

E L    H O R R Í S O N O    H O S T I A

 

Toda expresión antirreligiosa muestra de forma inconcusa el arraigo de las creencias religiosas en el pueblo español.

Es triste, pero obligado, denunciar el uso disfemístico de hostia, que ha proliferado en un desmadre de frases a cuál más irreverente (v.gr. estar de mala hostia, ir a toda hostia), agravado con el espaldarazo de la RAE, que, al meterlo en su Diccionario oficial en 1992, no sólo legitima tal uso blasfemo, sino que incluso puede animar a su empleo.

La lengua no la hacen los diccionarios. Estos se limitan a recoger lo que los hablantes crean y utilizan. Pero, todo diccionario es selectivo. No todo lo usual en niveles bajos del habla ha de tener cabida en los diccionarios comunes. Para eso están los vocabularios especializados de argot y jergas, que acarrean toda clase de voces tabúes, malsonantes, obscenas. Así, la RAE tuvo a bien suprimir en el DRAE la acepción de judío 'avaro, usurero', por juzgarla denigrante para aquella raza. Y, sin embargo, usando un criterio discriminatorio, ha mantenido la acepción de jesuita 'hipócrita, taimado'. Es más, )a qué se debe, por ejemplo, el que no haya admitido el DRAE la soez expresión de puta madre, que, en cambio, sí la acepta el Diccionario del Español Actual, de M. Seco (1999)? Sin duda, por considerarla una ofensa brutal y gratuita a todas las madres.

Ahora bien, el DRAE registra, para la voz hostia, la acepción  de 'golpe, bofetada', como "vulgar malsonante". Tal asiento hiere la sensibilidad de los católicos españoles, que sufren tan atroz disfemismo como un ultraje a lo más sagrado de su religión. El referente metafórico, que es la hostia sacramental, no se ha difuminado por completo. A veces se oye: "Te voy a dar un par de hostias sin consagrar". O se escribe: "Un día te van a arrear más hostias que las que hay juntas en todas las iglesias" (Juan Marsé). Finalmente, mi dardo: )Por qué la RAE usa tan dispar rasero, según sea para judíos o cristianos?

 

(Publicado en La Opinión, de Murcia, a 14-7-2002 en Cartas a la Directora, y en Alfa y Omega, Suplemento del diario ABC, de Madrid, a 25-7-2002)

 

 

 


  

E L    M U R C I A N I S M O    L I C E R A

 

Tocante a murcianismos, el bucear en el DRAE es toparse con  frecuentes errores, atribuibles a la falta de académicos murcianos, no ya numerarios, sino ni siquiera correspondientes. Vamos hoy a dilucidar el vocablo, ya moribundo, licera (1. caña larga y gruesa, empleada en techos, cañizos y escobas, y 2. bohordo de la pitera). Aunque proceda del val. llisera, la forma normalizada murciana es licera, común en las Vegas del Segura, y zonas del Noroeste murciano y de Lorca, de donde se propagó a Almería. El término licera se documenta ya en 1761 y en 1880, y luego en el Vocabulario Murciano, de A. Sevilla (1919). Más tarde, García Soriano, a fuer de oriolano, introdujo la doble forma licera/lisera en su Vocabulario del dialecto murciano (1932), sin más especificación. Puesto ya en el disparadero, o mejor, en el disparatorio, lo mismo pudo consignar los dobletes seseantes de todos los murcianismos que lleven los sonidos ce-ci. La variante fonética lisera es usual en las dos comarcas de Orihuela y Cartagena, debido a su seseo tradicional. Repárese en que ciertas voces con s pasan al murciano con c: así lisa/liza, liso/lizo, lisón/lizón, callueso/calluezo, sapo/zapo.

Admiten también la doble forma otros diccionarios, desde el viejo Espasa hasta el recentísimo Vocabulario de las Hablas Murcianas. Ante esa abusiva duplicidad de formas, el DRAE, cual torpe cirujano que amputa la pierna sana, eliminó precisamente la genuina forma murciana licera, aceptando como única forma la bastarda lisera. (Por lo visto, sus informantes debieron de ser oriolanos o cartageneros). En definitiva, la variante lisera, que no es más que la realización seseante de licera, se coló de rondón en el DRAE, desplazando al legítimo murcianismo licera.

 

(Publicado en La Opinión, de Murcia, en Cartas a la Directora, a 29-7-2002)

 

 


 

EL HELOR MURCIANO

 

En reciente atardecer nublado, dos mujeres cruzan la plaza de Sto. Domingo. Una dice: -No hace frío. Tercia la otra: -Pero hace helor. Y es que el concepto de helor, que el DRAE define 'frío intenso y penetrante' tiene en Murcia un matiz que escapa a lexicógrafos. El helor transe huesos en días otoñales lluviosos o "emboriados" y en noches invernales encapotadas. Con cielos soleados, puede hacer frío cortante, si sopla del norte, pero el helor alude más al ambiente húmedo que entumece miembros.

Frente a la voz frío, de valor denotativo neutro sin marca afectiva, el lexema helor presenta una faceta connotativa de frío más subjetiva. El sufijo -or de agente expresaría la acción del frío, que se infiltra lentamente hasta enroscarse en el mismísimo tuétano. El helor es una sensación de frío asociada a la humedad. No es cuestión de temperatura, sino de sutileza sensitiva.

Aunque Corominas lo suponga catalanismo (de geló(r), es evidente su procedencia del Bajo Aragón (elor), extendiéndose su isoglosa por Albacete, Alicante y por el dominio murciano, y cundiendo a la Andalucía murciana (Almería, Granada). Amén de ser una voz usual en todos los niveles diastráticos del habla regional, es término tan prestigiado, que ningún literato murciano se desdeña en emplearlo: desde V. Medina y Jara Carrillo hasta Carmen Conde, pasando por Castillo Puche, S. García Jiménez o Martínez Cerezo. El vocablo helor, tardíamente admitido por la Academia, llevaba la señal diatópica Murc. hasta que fue suprimida en 1992, lo que no obsta para que helor sea un murcianismo alcurniado, vigente hoy en todos los sectores y edades. A su vez, el Diccionario del Español Actual, copiando al DRAE, recoge helor sin localización, pero ha de documentarlo precisamente con sendas citas de Castillo-Puche y del albaceteño Rodrigo Rubio.