REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS



VARIACIÓN ESTILÍSTICA EN LOS MEDIOS DE
COMUNICACIÓN: UNA APROXIMACIÓN CONTRASTIVA A LA TEORÍA DEL DISEÑO DE LA AUDIENCIA  

Juan Antonio Cutillas Espinosa
Universidad de Murcia

 

                                                                 RESUMEN

 

El estudio del estilo dentro de la línea variacionista de la sociolingüística ha recibido, en términos generales, poca atención. Algunos de los principales libros de texto de introducción a esta disciplina (Chambers 1995, Hudson 1996, Wardhaugh 1998, entre otros) apenas hacen mención al estilo como variable y cuando lo hacen es para reflejar la visión de estilo que establecieron los estudios pioneros de Labov (1966) y Trudgill (1974): el estilo como reflejo del nivel de atención que el hablante presta a su habla. Mención aparte merece el que probablemente sea el estudio más completo sobre esta variable sociolingüística, llevado a cabo por Bell (1984), en el que se defiende una visión del estilo como diseño de la audiencia (audience design). Es precisamente en esta teoría en la que se basa el presente estudio, en el que analizamos el habla de un locutor de radio de una emisora local de Murcia y la comparamos con el comportamiento lingüístico de la audiencia reflejado en las llamadas telefónicas que los oyentes realizan durante el programa. Los resultados, que muestran una divergencia radical entre locutor y oyentes,  son contrastados con las afirmaciones de Bell, que sugieren que los comunicadores utilizan el lenguaje como expresión de identidad compartida con la audiencia. A partir de esta comparación se evalúa la validez de las afirmaciones de Bell en contextos lingüísticos diferentes al inglés y se sugiere la posibilidad de que la acomodación entre comunicador y audiencia pueda producirse por medios extralingüísticos (en el caso que nos ocupa, a través de la música). Palabras clave: sociolingüística, estilo, medios de comunicación, radio, estudios contrastivos inglés-español.

 

 

1. El estilo en los estudios sociolingüísticos.

 

          Quizá una de las razones por las que la sociolingüística ha marginado el estudio del estilo como variable es porque en muchos casos excede los límites de esta disciplina. De hecho, el concepto “estilo” incluye aproximaciones de muy diverso tipo que forman por derecho propio el área de estudio que se ha denominado “estilística”. No se puede comenzar un estudio sobre el estilo sin hacer referencia explícita a qué entendemos por estilo en nuestro trabajo. Podemos dar una definición tentativa y muy general: entendemos por estilo aquella variable independiente que motiva la selección de formas socialmente estigmatizadas o de sus equivalentes prestigiosos por causas ajenas a las caracterización social del hablante (es decir, independientemente de su género, su clase social, red social, edad, etc.). Esta definición nos sirve para delimitar el campo de estudio, evitando, de un modo deliberado, extender la discusión a áreas como el análisis del discurso o la etnografía de la comunicación y más aún para deslindar claramente la estilística de base lingüística y literaria de la noción de estilo con fines sociolingüísticos.

 

1.1. La tradición Laboviana

 

          William Labov, con su estudio pionero de Nueva York (1966) y su posterior obra de obligada referencia, Sociolinguistic Patterns (Labov 1972) establece una visión del estilo como resultado de la atención que el hablante presta a su discurso. Así, Labov distingue cinco estilos: pares mínimos (MP), lista de palabras (WL), fragmento leído (RP), estilo de entrevista (IS) y estilo informal (CS). El precursor de la rama británica del variacionismo, Peter Trudgill, tomó también el parámetro “atención” como base para elaborar la distinción entre diferentes estilos en su estudio de Norwich (Trudgill 1974) y a partir de ese momento la tradición parece haber pesado más que las insistentes críticas contra esta visión “mecanicista” del estilo.

          Si por algo destacan los manuales de iniciación a la sociolingüística es por la escasa atención que prestan al estilo como variable (Chambers 1995, Hudson 1996, Wardhaugh 1998; una excepción es el manual de Holmes (1992) que ofrece un admirable tratamiento del tema, a la vez completo y accesible). Las pocas páginas dedicadas a esta variable vienen a reforzar la concepción de estilo como resultado de la atención que se presta al habla. Sin embargo, existen buenas razones para criticar esta teoría del estilo basada en la atención. Bell (1984: 147-150) pone en duda muchas de las aseveraciones de Labov:

 

(a) Una revisión de los experimentos que han intentado probar la conexión entre atención y estilo formal (Mahl 1972) demuestra que otros factores, como la ausencia o presencia de un determinado interlocutor, ejercían mayor influencia que la atención prestada al habla.

(b) Se han encontrado casos en los que un cambio al estilo informal iba acompañado de un aumento de la atención (Rickford 1979, Wolfram 1981).

(c) Estudios sobre el lenguaje de la radio (Bell 1977) demuestran que un mismo locutor puede cambiar de estilo de un modo consistente según la emisora en la que se encuentre, lo que no puede interpretarse como un cambio en su nivel de atención.

(d) Finalmente, los estilos utilizados por Labov son “artificiales” y restringidos al contexto de una entrevista. En su comportamiento lingüístico cotidiano, los hablantes no leen listas de pares mínimos, ni son entrevistados. Incluso la lectura en voz alta es una actividad más bien poco usual.

 

1.2. La teoría de la acomodación

 

          Una de las aproximaciones a la variación estilística que más influencia ha tenido es la llamada teoría de la acomodación (Giles & Powesland 1975, Giles & Smith 1979, para una versión más reciente ver Giles & Coupland 1991). Según esta teoría el hablante varía su habla en relación a la del oyente, bien en sentido convergente (si se pretende ganar la aprobación de éste) o en sentido divergente (si se pretende expresar distancia, desacuerdo o antipatía). A pesar de críticas menores, se ha aceptado la idea básica de que la variación estilística puede estar directamente relacionada con el interlocutor y la actitud que el hablante adopte hacia él. Sobre esta base construye Bell su teoría de diseño de la audiencia.

 

 

2. El estilo como diseño de la audiencia.

 

          En 1984 Bell publica un extenso artículo, “Language style as audience design” en el  que expone las bases de una aproximación alternativa a la cuestión de la variación estilística. Procederemos ahora a esbozar las ideas principales de esta teoría, centrándonos en los aspectos que más directamente se relacionan con nuestra investigación.

 

2.1. Variación interpersonal e intrapersonal

 

          Bell distingue dos grandes tipos de variación. La variación interpersonal (interspeaker variation) hace referencia a todos aquellos aspectos del habla que varían de individuo a individuo, y que suelen estar relacionados con su caracterización social y personal (género, clase social, edad, etc...). La variación intrapersonal (intraspeaker variation) incluye  aquellos aspectos del habla que varían en un mismo individuo, básicamente  los aspectos estilísticos.

 

2.2. El axioma estilístico

 

          “La variación estilística en el habla de un individuo es producto y eco de la variación que existe entre hablantes en la dimensión social” (Bell 1984: 151). De este axioma se desprenden dos conclusiones: en primer lugar, la variación estilística es resultado de la consideración de determinadas formas como “correctas” o “incorrectas”, lo que a su vez se deriva de evaluaciones de tipo social. En segundo lugar, para una variable x la variación sociolingüística no puede ser más alta a nivel estilístico que a nivel social.

                                                                                   

2.3. El diseño de la audiencia

 

          “La variación intrapersonal es una respuesta a la variación interpersonal, manifestada principalmente en los cambios de interlocutor” (Bell 1984: 158). Esta afirmación es la clave para entender la teoría de Bell y sus potenciales problemas: toda variación estilística se explica mediante la referencia al interlocutor. Bell distingue entre distintos tipos de interlocutor que a su vez ejercen una influencia variable en el hablante dependiendo de su cercanía en el esquema comunicativo: addressee, auditor, overhearer y eavesdropper. Cuanto más directo sea el interlocutor (addressee), mayor influencia ejercerá sobre el hablante.

 

 

 

2.4. Referee design

 

          Bajo la etiqueta de referee design Bell incluye los casos en los que no se produce una acomodación con la audiencia. Distingue dos tipos principales:

 


                     Ingroup: El hablante que pertenece a un grupo A se dirige a hablantes de un grupo B como si ellos también pertenecieran al grupo A: el caso de un hablante bilingüe español-inglés que se dirigiera a un hablante de español monolingüe en inglés entraría dentro de lo que Bell llama ingroup referee design. Este tipo de diseño se mantiene durante poco tiempo (bien porque el hablante deja de utilizar el inglés para dirigirse al español o porque el español da por terminado el intercambio comunicativo por carecer de sentido) y es característico de situaciones conflictivas. Dentro de una misma lengua, Bell cita el estudio de Cheshire sobre el inglés de Reading (Cheshire 1982) en el que algunos adolescentes utilizaban formas no estándares al dirigirse a sus profesores como acto de desafío, como modo de expresar su pertenencia a un grupo y su distancia con el otro (el académico).

                     Outgroup: Un hablante que pertenece a un grupo A se dirige a su propio grupo como si los miembros de éste pertenecieran al grupo B (el de referencia). El ejemplo que Bell cita es el de locutores de radio neozelandeses hablando a una audiencia neozelandesa pero utilizando rasgos del acento RP británico. Generalmente este tipo de diseño exige un acuerdo implícito entre hablante y audiencia sobre el prestigio de las formas (ajenas a su grupo) que está utilizando.

 

2.5. Lenguaje y medios de comunicación

 

          Bell se enfrenta a un problema importante a la hora de explicar la variación estilística en los medios de comunicación: en la inmensa mayoría de casos, no existe un interlocutor como tal sino una audiencia mucho más general. ¿Cómo puede explicarse, entonces, la variación estilística? Bell sugiere que existe una necesidad de satisfacer la voluntad de la audiencia, de identificarse con ella y persuadirla para que siga siendo fiel a la emisora de radio o la cadena de televisión:

 

La dimensión de respuesta estilística en el lenguaje del comunicador refleja el poder de la audiencia para apagar el receptor y rechazar una cadena. Los comunicadores necesitan persuadir a sus audiencias, puesto que los medios de comunicación dependen del tamaño y la composición de su audiencia. [...] Los comunicadores convencen utilizando el lenguaje como expresión de identidad compartida con la audiencia  (Bell 1984: 193)

 

          Para reforzar sus afirmaciones, cita dos trabajos (Selting 1983, Bell 1982a). En el primero de ellos, la conductora de un programa en el que la audiencia participaba telefónicamente variaba su estilo dependiendo del interlocutor y de su propio rol en cada momento del programa. En el segundo, se estudia la variación en los niveles de estandarización de diferentes cadenas de radio según su potencial audiencia. Los resultados del estudio sugieren que el nivel de estandarización está directamente relacionado con el status social de la audiencia potencial de cada cadena: mayor estandarización cuanto más alta sea la clase social de la audiencia. En un trabajo posterior, Bell observó patrones similares en los niveles de uso de la supresión del determinante en diferentes periódicos británicos según la caracterización social de sus lectores, partiendo de un nivel muy bajo en The Times y llegando a muy altos porcentajes de supresión en tabloids como The Daily Mirror y  The Sun (Bell 1991).

          Llegados a este punto podríamos formular una conclusión provisional: el lenguaje de los medios de comunicación está influido por su audiencia potencial. Así pues, el modelo de diseño de la audiencia propuesto por Bell es también aplicable en este contexto. Pero surge un problema: en los estudios sobre la radio llevados a cabo por Bell, la acomodación del locutor se producía, no en dirección al habla de la audiencia, sino a un modelo externo, en este caso el RP (Bell 1982b). Se propone el concepto ya discutido de outgroup referee design: una variación estilística relacionada con un grupo ajeno a la comunidad de habla pero que tiene un prestigio específico en el área de la comunicación. Veremos, sin embargo, que este concepto es mucho más problemático cuando se intenta aplicar a modelos no coloniales. Más adelante discutiremos que no es tan claro que un murciano que utiliza formas estándares en su habla esté tomando como referencia un grupo externo.

 

 

3. Metodología

 

          Una vez revisada la teoría del diseño de la audiencia, intentaremos comprobar si las afirmaciones de Bell sobre el estilo son también aplicables a contextos no anglosajones. En esta sección hacemos un breve repaso a la metodología y las preguntas de nuestra investigación

 

3.1. Objetivos

 

          Con nuestro estudio pretendemos comprobar si la teoría de Bell sobre diseño de la audiencia es también aplicable a un programa de radio local de Murcia. En caso de que no lo sea, nos proponemos sugerir algunas  razones por las que se podría explicar esta diferencia, además de considerar si se debe a deficiencias de la teoría o a particularidades de un contexto lingüístico distinto.

 

3.2. Obtención de los datos

 

          Para obtener los datos procedimos a grabar distintos fragmentos de un programa diario que emite la emisora MQM (Más Que Música). MQM es una emisora local de Murcia, con una audiencia que ocupa un lugar predominante en el programa que ha sido objeto de nuestro estudio. Los oyentes llaman al programa para pedir una canción, dejar sus números de teléfono para conocer a otros chicos o chicas o, sencillamente, hablar con el locutor. Ilustramos la naturaleza del programa con un pequeño fragmento extraídos de las grabaciones que hemos utilizado en nuestro estudio .

 

3.3. Informantes

 

          Seleccionamos veinte informantes (diez hombres y diez mujeres), además del locutor. Aunque  resulte arriesgado hacer generalizaciones, podríamos perfilar la audiencia de MQM del siguiente modo:

 

·   Un gran número de estudiantes de secundaria, no muy buenos a juzgar por los detalles de sus aventuras (o más bien desventuras) académicas que relatan en antena

·   Abundantes oyentes de clase trabajadora. Uno de nuestros informantes llamaba desde el móvil mientras buscaba un desguace ; otros, desde la carpintería  o el almacén de frutas en el que están trabajando; en otro caso, un electricista habla con el locutor desde la furgoneta en la que se dirige al siguiente domicilio de su lista de clientes.

·   Amas de casa y una minoría que no especifica su ocupación

 

          Tanto el locutor como los informantes son de Murcia. Para la obtención de todas estas informaciones fue esencial la naturaleza de los intercambios entre locutor y oyentes, que normalmente incluían preguntas sobre la procedencia geográfica y la profesión de la audiencia.

 

3.4. Variables

 

          En nuestro estudio del habla de los 21 informantes prestamos atención a las siguientes variables, que consideramos en su momento definitorias de la variedad vernácula murciana:

 

                      (r) La ‘r’ en posición de coda silábica puede tener tres realizaciones diferentes: una estándar [r] y dos no estándares, bien la supresión (ø) o la asimilación cuando va seguida de consonante.

                     (l) La ‘l’ en posición de coda silábica puede tener también tres realizaciones diferentes: la estándar [l] y las dos no estándares, a saber la supresión (ø) y la sustitución por [r] (trueque de líquidas).

                     (s) La ‘s’ en posición de coda silábica puede tener dos realizaciones: la pronunciación del sonido  [s] como variante estándar y su supresión (ø) como variante no estándar.

Reducción. Bajo esta etiqueta tendremos en cuenta los casos de pérdidas de sonidos, normalmente después de sílaba acentuada, en casos como las palabras terminadas en “ado/a, ido/a” [áDo / {o, íDo / ío], la preposición “para” [pára / pá] y el adverbio “muy” [mwí / mú].

 

3.5. Preguntas de investigación

 

                     ¿Se aproxima el habla del locutor a la de su audiencia potencial?

                     ¿Existe una mayor o menor acomodación del presentador según el género del interlocutor?

                     ¿Existen diferencias en el uso de formas vernáculas por parte de los oyentes según su género?

                     ¿Es aplicable la teoría de Bell o se necesitan modelos alternativos?

 

 

4. Resultados

 

          En las tablas 1, 2 y 3 se exponen los resultados del recuento de las distintas variables de los oyentes y el locutor. Los resultados muestran una distancia muy considerable entre el porcentaje de estandarización del locutor y el de su audiencia. No obstante, esto no debería extrañarnos: nada en la teoría sobre el estilo predice que un proceso de acomodación tenga que suponer una identificación total con el habla del interlocutor. Lo que sí es llamativo es que el locutor presenta con una estandarización prácticamente total en algunas de las variables más definitorias del acento murciano, es decir, se produce una divergencia total y radical sin apenas ninguna concesión al habla de sus interlocutores (figura 1).

Esta desviación es especialmente significativa en lo que se refiere a la variable (s). Estudios previos sugieren que la supresión de la ‘s’ en posición de coda silábica es uno de los rasgos más prominentes del acento murciano (Cutillas Espinosa 1999, Hernández Campoy y Jiménez Cano, en preparación). Esto explicaría el extremo de que los hablantes no pronuncien ni una sola [s] en posición de coda silábica en las distintas conversaciones que grabamos. Desde el punto de vista del código vernáculo, la pronunciación de la [s] en esa posición es uno de los rasgos mas “estigmatizados”. Sin embargo, el locutor eleva su porcentaje de estandarización hasta alcanzar una media del 89%, lo que supone un alejamiento brutal de la norma vernácula y del habla de sus interlocutores directos (y, potencialmente, del resto de su audiencia).

            En lo que se refiere a las variables (r) y (l), la falta de acomodación con la audiencia es todavía más categórica. El locutor adopta las formas estándares en el 98,5% de los casos para la variable (r) y el 100% de los casos para la variable (l). Hemos querido representar la distancia que separa el habla de locutor y audiencia en la figura 2.

 

 

 

Variable

Hombres

%

Mujeres

%

Media

(r)

[r]

24

38%

13

35%

36.5%

ø

33

52%

15

41%

46.5%

Asimilación

6

10%

9

24%

17%

(l)

[l]

12

31%

11

42%

36.5%

[r]

11

28%

8

31%

29.5%

ø

16

41%

7

27%

34%

(s)

[s]

0

-

0

-

-

ø

200

100%

159

100%

100%

Reducción

19

73%

12

55%

64%

No

7

27%

10

45%

36%

Tabla 1. Recuento de variables y variantes en los oyentes de MQM según género

 

 

 

Variable

A hombres

%

A mujeres

%

Media

(r)

[r]

34

97%

30

100%

98.5%

ø

1

3%

-

-

1.5%

Asimilación

-

-

-

-

-

(l)

[l]

29

100%

27

100%

100%

[r]

-

-

-

-

-

ø

-

-

-

-

-

(s)

[s]

117

91%

146

87%

89%

ø

11

9%

21

13%

11%

Reducción

-

-

3

23%

11.5%

No

8

100%

10

77%

88.5%

Tabla 2. Recuento de variables y variantes en el habla del locutor según género del interlocutor

 

 

Locutor

97%

Oyentes (media)

27%

Oyente (hombre)

24%

Oyente (mujer)

30%

Tabla 3. Uso medio de formas

estándares según informantes.

             

Figura 1.Porcentaje de utilización de formas  estándares por parte

del locutor y los oyentes según la variable.

Figura 2. Distancia en el porcentaje de estandarización

entre el locutor y la audiencia.

 

          A pesar de que la presencia de elementos no estándares en el habla del locutor es mínima, hay que señalar que los dos puntos más bajos en la curva de estandarización corresponden con las variables (s) y reducción. Discutiremos más adelante las posibles interpretaciones de este hecho

          En lo que se refiere a la variación según género en el habla de los oyentes, existe una diferenciación, aunque escasa, que viene a sugerir que las mujeres utilizan más formas estándares que los hombres (figura 3), con la excepción de la variable (r) en la que los hombres llevan una ligera ventaja (de un 3%) y la (s), en la que no existe diferencia ya que todos los oyentes suprimen sistemáticamente la [s] en posición de coda..

 

Figura 3. Porcentaje de utilización de formas vernáculas

 por los oyentes según género y variable

Figura 4. Porcentaje de estandarización en el habla del locutor según se dirija a un hombre o a una mujer.

 

 

 

            También vemos que existe en general poca variación en el habla del locutor según se dirija a hombres o a mujeres (figura 4). Las diferencias son tan escasas que sería excesivamente arriesgado hacer alguna generalización, aunque se aprecia una ligera preferencia por la acomodación cuando la informante es mujer.

          Recapitulando los resultados que hemos expuesto hasta ahora, destacaremos tres hallazgos principales. En primer lugar, la divergencia radical entre el habla del locutor y la de los oyentes, que se puede ver matizada en alguna variable concreta. En segundo lugar, el mayor uso de formas vernáculas por parte de los oyentes masculinos, aunque dentro de un contexto de escasa diferenciación generolectal. Por último, la también escasa variación en el habla del locutor dependiendo del género de su interlocutor, lo que, por otro lado, es perfectamente coherente con el primero de los patrones que hemos descrito: su nivel de estandarización es tan alto que deja poco margen para la variación.

 

 

5. Interpretación de los datos.

 

5.1. Género y uso de formas vernáculas

 

          No queremos dedicar excesiva atención a las razones que puedan esconderse detrás de la diferenciación genérica en los oyentes. Muy distintas teorías se han propuesto y la mayor parte de ellas han ido seguidas de una considerable polémica: prestigio encubierto y manifiesto (Trudgill 1972), maternidad y estatus (Trudgill 1983: 167), influencia de las redes sociales (Nichols 1983), face theory (Deuchar 1988), condicionamientos biológicos (Chambers 1995: 131-136), teoría del mercado lingüístico (Eckert 1989, 1998), consideraciones sobre connotaciones de sofisticación y dureza de formas estándares y vernáculas (Hudson 1996: 198) e ideas relacionadas con el concepto de propiedad (Trudgill 1974, 1995: 72), entre otras (para una discusión más amplia sobre diferenciación genérica en el acento murciano, véase Cutillas Espinosa, en prensa). Sólo querríamos abundar en el hecho de que el patrón por el que las mujeres utilizan menos formas vernáculas que los hombres vuelve a reproducirse en este estudio, dando todavía mayor apoyo a la ya abrumadora evidencia en este sentido y confirmando que quizá éste sea el descubrimiento más sólido e indiscutible de los realizados por la sociolingüística variacionista (Chambers & Trudgill 1980: 72). Especialmente llamativo es que la diferenciación se mantenga a pesar de la homogeneidad que presenta el habla de los oyentes.

 

5.2. Diferencias en la acomodación

 

          Nos vemos obligados a ser cautos al interpretar las diferencias en cuanto a nivel de acomodación y las variables que las expresan al ser ésta tan escasa. En primer lugar, no es sorprendente que sean las variables (s) y supresión las que muestren un cierto relajamiento en la norma estándar. Por un lado, la variable (s) es quizá el marcador de identidad local más intenso y que difícilmente consiguen erradicar de su habla los murcianos. En lo que a la supresión de la “d” en los participios se refiere, es una pronunciación no estándar compartida en el estilo informal de otros muchos acentos del español peninsular y no es extraño encontrarla en el habla de políticos y en los medios de comunicación, por no mencionar el uso que de ella hace de vez en cuando el Rey Juan Carlos. Es, por lo tanto, un rasgo informal pero carente de estigmatización. Quizá esto justifique el comportamiento lingüístico del locutor, que expresa su identidad local a través de la variable que más caracteriza al hablante murciano - (s) - y de otro rasgo informal sobre el que existe una cierta tolerancia (supresión). Hay que tener en cuenta, no obstante, que esta tolerancia no es extensible a casos de reducción de la preposición “para” y el adverbio “muy”, con unas fuertes connotaciones de “incorrección”.

          En cuanto a la variación en la acomodación según el interlocutor sea hombre o mujer, los datos son insuficientes, pero muestran una ligerísima ventaja a favor de las mujeres. Si a esto le sumamos el hecho de que el locutor dedicaba bastante más tiempo a sus conversaciones con las oyentes y que incluso se permitía con ellas mayor confianza, podríamos concluir que quizá este patrón tenga que explicarse mediante factores completamente ajenos a la teoría del diseño de la audiencia y mucho más relacionados con la “motivación” del hablante para acomodarse a la variedad acentual del interlocutor.

 

5.3. Los datos a la luz de la teoría del diseño de la audiencia

 

          Los datos que hemos obtenido son difícilmente clasificables dentro del rígido esquema propuesto por Bell. Lo que observamos es una divergencia total entre el habla del locutor y la de su audiencia, lo que en principio entraría en conflicto con estudios como el de Selting (1983) antes citado. No es posible, en definitiva, describir el comportamiento lingüístico del locutor como “diseño de la audiencia”.

          Una vez  descartada esta opción, nos quedaría todavía por ver si el fenómeno en cuestión se puede explicar mediante algún tipo de referee design de los propuestos por Bell. La primera posibilidad que nos viene a la mente es la de explicarlo como un caso de outgroup referee design, es decir, un caso en el que el hablante utiliza rasgos de un grupo al que no pertenece para dirigirse a miembros de su propio grupo. Un problema surge inmediatamente: los ejemplos que Bell sugiere de outgroup referee design hacen referencia a situaciones sociopolíticas muy específicas, en concreto la presencia de un pasado colonial y una cierta distancia geográfica. Así, sería outgroup referee design el uso del acento RP (británico) por un neozelandés o el uso de un acento americano por un cantante británico. Es evidente que un locutor de radio murciano no se encuentra en la misma situación respecto de la pronunciación estándar del castellano que un neozelandés respecto del acento americano o el acento RP británico. Además de esta diferencia, chocamos con un importante problema conceptual: el RP es patrimonio de un grupo social en el Reino Unido, pero el español estándar tiene un status muy diferente que hace que cualquier intento de deslindar claramente quiénes son ‘ingroup’ y quiénes son ‘outgroup’ sea problemático: ¿acaso el español estándar no es de los murcianos tanto como de los hablantes de Castilla y León?

          La siguiente opción a considerar es la de ingroup referee design. Bell ofrece como ejemplo  un bilingüe (francés-inglés) en Canadá que se dirigiera a un monolingüe inglés en francés. Llevando esta teoría a un marco de bidialectalismo, un hablante con dos acentos (estándar y local) utilizaría el estándar para dirigirse a un grupo cuyo acento es local. De nuevo tropezamos con dos problemas. En primer lugar, Bell mantiene que el ingroup referee design “es siempre a corto plazo y surge de un conflicto entre hablante e interlocutor” (Bell 1984: 192), lo que le lleva a concluir que no es aplicable al contexto de la comunicación de masas (Bell 1984: 193). En segundo lugar, nos encontramos con el mismo problema conceptual que en el supuesto anterior: ¿hasta qué punto la audiencia es ‘outgroup’ con respecto al español estándar?. La clave para entender este conflicto es que ante este caso la distinción entre ‘ingroup’ y ‘outgroup’ se tambalea: cuando no hay océanos de por medio ni diferencias de pasaporte, es mucho más difícil decir quién pertenece a un grupo y quién otro.

          Llegados a este punto, tenemos dos opciones. Una es continuar hasta el final con el esquema de Bell y suponer que existe de hecho un “outgroup” que está ejerciendo una influencia en el habla del locutor: ¿quiénes compondrían este ‘outgroup’?. Podríamos decir que, en general, todos los que pronuncian el español con un acento estándar, asumiendo que tanto audiencia como locutor aprueban su comportamiento lingüístico como modelo. También podríamos particularizar: sería razonable interpretar que los referees del locutor son la mayoría de locutores en la radiodifusión a nivel nacional que utilizan el acento estándar, a quienes los oyentes también aceptarían como modelos. Esta aproximación al problema nos traerá muchas complicaciones: arrastraremos la duda de hasta qué punto el locutor es “outgroup” con respecto a los hablantes de español estándar y estaremos dando por supuesto la admiración del público por los hablantes estándares (cosa más que dudosa). Por otro lado, si tomamos como grupo de referencia a la mayoría de presentadores radiofónicos a nivel nacional, la explicación tampoco llegará muy lejos: nuestro locutor habla estándar porque así lo hacen sus modelos, los demás locutores. ¿Y por qué lo hacen los demás locutores?. Nos encontramos ante otro callejón sin salida.

          La segunda opción es abandonar en nuestra explicación la teoría de Bell y buscar una que sea más consecuente con nuestros hallazgos y con el conocimiento de los elementos que diferencian el contexto hispánico del anglosajón. En primer lugar, es conveniente preguntarnos hasta qué punto es razonable empecinarnos en explicar toda variación estilística con la presencia de un interlocutor, ya sea real o ausente. Por supuesto que un presentador en un medio de comunicación puede cambiar su acento dependiendo de su interlocutor o de su audiencia. La conocida presentadora de televisión María Teresa Campos (de origen andaluz) es un claro ejemplo de este fenómeno: usa el acento estándar durante la mayor parte de las secciones de sus programas, pero cuando entrevista a algún hablante andaluz se percibe inmediatamente un deslizamiento en la dirección de su acento local.  Estaríamos en la plena vigencia de las teorías de Bell sobre diseño de la audiencia en un contexto hispánico. Pero cuando no se produce la acomodación lingüística (como en el caso del locutor de MQM) sería preferible buscar explicaciones concretas en lugar de suponer un referee abstracto que lo justifique.

          ¿Por qué los oyentes no cambian de emisora y siguen el programa de las tardes fielmente, a pesar de que el locutor demuestre una clara lejanía lingüística?. En primer lugar, porque su comportamiento lingüístico, muy probablemente insufrible en una interacción cara a cara, queda justificado por el contexto de la situación: él es un locutor, hablando a través de la radio, por lo tanto es razonable que utilice un acento estándar. Su uso de formas estándares no se interpreta en términos de acomodación negativa sino como reflejo de una situación comunicativa determinada. En segundo lugar, el diseño de la audiencia no tiene por qué realizarse por medios lingüísticos exclusivamente. En este caso, la acomodación con la audiencia no se produce en el plano lingüístico sino en el psicológico y el musical: el locutor deja que la audiencia marque los temas de los que se habla en antena y selecciona la música que ésta le solicita, satisfaciendo en todo momento sus peticiones. Finalmente, en el contexto español la idea de estándar no es ni mucho menos tan polémica como en el anglosajón. Tres factores podrían tener una gran importancia en esta diferente apreciación del fenómeno ‘estándar’:

 

(a) En primer lugar, la localización geográfica del estándar en España, frente a la caracterización social del RP en el Reino Unido (a lo que habría que añadir el estigma de acento con pretensiones de colonización lingüística en Nueva Zelanda en el estudio de Bell ya citado). La hostilidad que un hablante puede sentir frente a un modelo de habla que viene impuesto por el status social de un grupo al que él no pertenece es más que explicable. En cambio, estas suspicacias son mucho más débiles o inexistentes en un contexto de estándar regional como el español.

(b) El hecho de que la ortografía del español presente una relación tan directa con su pronunciación ha ayudado a crear en los hablantes una idea de lo que es el “español correcto” entendido como identidad (en un sentido laxo del término) con la variedad escrita. La idea de corrección es mucho menos problemática y polémica.

(c) La existencia de una cierta tolerancia acentual también ha ayudado a que no se sienta el estándar como una amenaza. El andaluz, por ejemplo, goza de un cierto prestigio como variedad alegre o agradable y durante más de trece años España estuvo gobernada por un presidente del gobierno que exhibía sin problemas su acento sevillano no estándar.

 

          Dicho todo esto, ya no debe parecernos tan extraño que el locutor seleccione la variedad del español que se considera “correcta” (es decir, la estándar) para hablar en una situación que él define como formal. Lo que estaría determinando su utilización de formas estándares es el medio que utiliza (en este caso, la radio) y el papel que desempeña en el programa (presentador), lo que parece más razonable que suponer la existencia de algún referee ausente compartido por oyentes y locutor.

 

 

6. Conclusión.

 

De los datos y su posterior análisis podemos sugerir las siguientes conclusiones:

 

(a) La distinción entre ‘ingroup’ y ‘outgroup’ establecida por Bell es problemática. Parte de una concepción anglosajona del acento estándar como perteneciente a un grupo social determinado. Cuando se intenta aplicar al contexto español nos enfrentamos con un problema básico: es necesario asumir que el acento estándar “pertenece” a un grupo cerrado, algo más que difícil dado el concepto más democrático y menos elitista del estándar en España. Además, el modelo de Bell hace referencia a una situación colonial que no es aplicable dentro de un mismo país.

(b) No es necesaria la convergencia acentual para expresar acomodación con la audiencia. Los medios de masas pueden identificarse con la audiencia utilizando múltiples medios: la selección de la música, la naturaleza de los programas en una cadena de televisión, etc. Un programa del corazón y un sesudo programa literario están diseñados para una audiencia concreta, sin que ello impida que los presentadores de ambos espacios utilicen el acento estándar. Hemos seleccionado un fragmento del programa de MQM para ilustrar cómo a través de una convergencia temática (hablar de lo que le interesa a la audiencia) y musical (poner la música que la audiencia quiere) se puede llegar a mostrar identificación, a pesar de la marcada divergencia acentual .

(c) Intentar explicar toda variación estilística como resultado de la audiencia lleva a tener que suponer la existencia de unos referees ausentes en los contextos en los que no existe tal audiencia. Parecería más razonable admitir que existen casos en los que el hablante no sigue los cauces del diseño de la audiencia porque otras fuerzas se imponen, generalmente de naturaleza contextual: hablar en la radio o dar una conferencia son situaciones socialmente marcadas como formales y por sí mismas justifican el cambio estilístico.

 

 

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