REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS



José Luis Castillo Puche, Premio de las Letras de la Región:
“Mirar las Torres Gemelas es de una nostalgia estéril”  
Pascual Vera
(Universidad de Murcia)

 

Nos vemos con el escritor José Luis Castillo Puche sólo unas horas después de haberse hecho público la decisión de un jurado de expertos de otorgarle el Premio de las Letras de la Región de Murcia, un galardón recientemente creado con el que se pretende distinguir la obra de un escritor de la región de especial relevancia. Castillo Puche está exultante. No es para menos, en un escritor que ha padecido en las carnes de su obra –una obra intensa y extensa, cuya valía hace mucho tiempo que nadie pone en duda- una censura feroz. Un intelectual a quien le hizo el vacío cierto sector de sus paisanos mientras sus novelas eran reconocidas en el exterior y su obra se estudiaba en tesis doctorales –hay un buen número de ellas en Estados Unidos- y congresos.

Pero todo aquello está  hoy felizmente olvidado. Hoy son muchas las calles y plazas que llevan su nombre, y los homenajes a su obra se multiplican. El último fue el tributado por la Universidad de Murcia que, con la dirección del profesor de la Universidad de Murcia José Belmonte y del escritor Juan Manuel de Prada, congregó en nuestro centro a muchos de los mejores especialistas mundiales sobre su vida y su obra.

 

El curso homenaje que se le ha tributado en la Universidad de Murcia le ha mantenido a pie de obra –a pie de estrado, más bien- durante toda una semana, en la que diversos especialistas han desgranado y analizado el peculiar estilo y la temática de su producción literaria. El final del homenaje ha coincidido con su elección como ganador del I Premio de las Letras de la Región de Murcia, un premio que muchos daban como cantado: “A pesar de que me presentaban como favorito, yo no me quería hacer demasiadas ilusiones”, asegura. En este caso, la alegría ha sido no sólo para los admiradores de su literatura, sino también para sus nietos: “Uno de mis nietos me ha advertido que no me gaste todo el premio, ya que le había prometido un regalo”.

Según Castillo Puche, en esto de los premios “Es preciso tener una gran paciencia, porque se genera un nerviosismo que a veces ha degenerado en grandes broncas”. Este no es, desde luego, su caso, pues, según confiesa: “Si me hubiese encontrado al poeta Sánchez Bautista –otro de los candidatos que más sonaban para el premio-, lo primero que habría hecho es darle un abrazo”.

 

Defensores y perseguidores

“Yo no he tenido nunca muchos defensores”, asegura Castillo Puche, para añadir que “lo que sí he tenido son perseguidores”. Es frecuente oír al escritor ironizar sobre lo ambiguo del amor que le profesan sus paisanos: “Soy un hombre controvertido. No estoy totalmente de acuerdo conmigo mismo”, asegura, pero lo cierto es que cuando pasea por las calles de Murcia es frecuente verle con un nutrido grupo de admiradores. Se le tributan homenajes, se le dedican calles, se le nombra hijo adoptivo, se le conceden premios…, tiene muchas y poderosas razones, en fin, para sentirse profeta en su tierra. “Ese cariño se consigue trillando. Se ha de pasar muchas veces el rodillo sobre los hombres y los libros para que la gente entienda cosas que antes no entendía”.

“En Yecla me quieren mucho, pero cuando era joven me expulsaron, y eso es algo que no se puede olvidar”. “Durante 15 años tuve prohibido volver a mi pueblo por una sentencia judicial”, asegura.

Afortunadamente aquello forma parte ya de la historia. Yecla, la cuasi mítica Hécula de sus novelas, le reconoció como hijo adoptivo y le dedicó una calle: “Yo quería que fuese una calle pequeña, por la que no pudiesen circular coches, y así se hizo: se puso mi nombre a una calle ajardinada, que era muy querida por mí”. “El problema, -comenta con la ironía que le caracteriza- es que un día, al abrir el periódico, leí el siguiente titular ‘Crimen horroroso en la calle de José Luis Castillo Puche’: un médico sirio había degollado allí a su esposa”.

 

Leer y romper papeles

 Como decano de los escritores de la Región, Castillo Puche no duda sobre qué consejos dar a un joven universitario que pretenda dedicarse a la literatura: “le instaría a que se responsabilizara con su propia ilusión y que leyera mucho”. “Para prosperar un poco en las letras –añade- hay que leer mucho, pero con cierto método que permita sacar algunas claves y motivos. Además le diría que tuvieran paciencia para tachar, corregir y romper papeles. Yo he roto muchos”.

Es éste, el de los jóvenes y los estudiantes, un sector que tiene muy presente el escritor a la hora de escribir sus obras: “A mí me interesa mucho lo que opinen los estudiantes. No se puede hacer una carrera literaria si no es con la conquista de los estudiantes”.

 

Poesía desconocida

Aunque Castillo Puche es conocido casi en exclusiva por su faceta de narrador, asegura que escribió muchos poemas, aunque la mayoría los rompió –con gran enfado de Julia, su esposa-. El caso es que “No eran de mi entera satisfacción –asegura-. Nunca he visto un poema mío que sea capaz de valer lo de otros poetas de mi misma generación”. Y es que, como el novelista dice “yo tengo otros modos de expresarme”.

No obstante, se resigna a la idea de que algún día vean la luz: “Las mujeres –bromea- cuando sus maridos están ya muy mal hacen lo que les da la gana, y seguro que publicará los que más les guste”.

Y si su esposa asegura que poseen calidad, probablemente no le falte razón, pues tuvo el privilegio de trabajar como ayudante de cátedra, con el poeta Dámaso Alonso. “La mía –asegura- es una mujer muy entendida en literatura”.

Hemingway, Picasso, Azorín, Baroja… Castillo Puche tuvo ocasión, a lo largo de su vida, de relacionarse con numerosas personalidades del mundo de la cultura: “Dámaso Alonso era un hombre muy bueno –recuerda-, el más bueno que he conocido”, afirma. “Su problema es que todo su pensamiento giraba en torno al tema de Dios. Él no creía totalmente en Dios, tenía sus dudas, y pensaba que eso era una infamia”.

 

A un voto de la Academia

En 1948 un jovencísimo Castillo Puche aún veinteañero recibía la noticia de su Premio Nacional de Literatura, “Me dieron una enorme alegría, es cierto”, confiesa. Muchos años después, en 1982, con una obra ya plenamente consolidada fue distinguido con su segundo Premio Nacional. En esta ocasión se lo concedieron a su novela ñalsdkfj.

A sus 82 años este guerrero de las letras no está dispuesto a arrojar la toalla, y asegura que ya tiene prácticamente preparada una nueva novela que se añadirá a su ya extensa lista de títulos publicados. Y es que, como él mismo se encarga de demostrar, morirá con la pluma puesta: “Escribimos –dice- a la fuerza, por respeto a nosotros mismos, por orgullo, por celo”.

 

Una biblioteca para Yecla

         Una vida de lecturas tan dilatada e intensa como la desarrollada por Castillo Puche dan para mucho. Nada menos que 15.000 volúmenes se apilan en los anaqueles de la biblioteca del escritor: “Son libros de un reparto proporcional de temas y autores que la convierten en una de las mejores bibliotecas que hay en estos momentos en una casa particular”, asegura. Este es el montante al que asciende la donación de este escritor a Yecla su pueblo, “Con el compromiso, lógicamente –matiza- de que se establezca una casa de la cultura digna”.

 

Dejar de mirar las torres

Como intelectual y viajero infatigable que ha conocido a fondo muchos países, Castillo Puche se siente sobrecogido por el panorama que presenta el mundo de este recién nacido siglo XXI: “Yo creo que habría que alejarse de esa nostalgia estéril de estar siempre mirando las Torres Gemelas. Esas torres pertenecen ya a un mundo de símbolos caídos, algo que se ha dado ya muchas veces en la historia”. “Yo quisiera –añade- que hubiese verdadera voluntad de paz, pero me parece que eso es algo de lo que carecen los actuales mandatarios de Israel y Palestina. Son odiosos, soberbios, infernales, no quieren la paz. Todo eso está en consonancia con la catadura pésima de este siglo”, asegura.