REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS



Carmen Conde, la poetisa del siglo XX español
Neri-Carmen Sánchez Gil
(Universidad de Murcia)

 

 

I

SU VIDA A GRANDES RASGOS

 

 

  1. El comienzo de una vida.

         Nace Carmen Conde en 1907 a orillas del Mediterráneo en la ciudad de Cartagena. Era el día 15 de Agosto y la hora las diez y cuarto de la noche. Su familia vivía en el número 2 de la calle de la Palma. En 1978, setenta y un año después, Cartagena le rendía un homenaje descubriendo una lápida con su nombre en esta casa que casi estaba en ruinas.

         Su padre, don Luis Conde Parreño tiene ascendencia gallega de Orense y la familia de su madre doña Mª Paz Abellán proviene de Lorca. En ella  se funden el temperamento y la idiosincrasia de los dos extremos de la península: el alma nostálgica celta impregnada del gris de la constante llovizna con las tierras resecas y los espléndidos atardeceres vibrantes de sol y cielo azul.

         Para situarnos un poco en el tiempo y en los hechos recordaremos que 1907 es el año en el que Diaghilev baila por primera vez en París; el Padre Coloma concluye Jeromín; Ravel acaba su ópera titulada L´heure espagnole; la condesa de Pardo Bazán escribe La sirena negra; Debussy estrena Peces de oro; Manuel de Falla está componiendo La vida breve; Unamuno publica Vida de Don Quijote y Sancho; se edita El canto errante de Rubén Darío; Valle Inclán está escribiendo la primera novela de su trilogía La guerra Carlista que denominará Los cruzados de la causa; Azorín ha publicado dos años antes Los pueblos y La ruta de Don Quijote; Machado da a la imprenta Soledades, galerías y otros poemas; Juan Ramón Jiménez, que tiene entonces veintiocho años, publica su libro Olvidanzas; Pío Baroja acaba de escribir Los últimos románticos; la neozelandesa Katherine Mansfield triunfa con sus cuentos; James Joyce se dedica por entonces al canto y escribe poemas, hasta 1922 no publicará su Ulysses; Rilke ya tiene publicado El libro de las horas. En 1907 nace también Alberto Moravia; Máximo Gorki escribe La madre; Gabriel Miró está escribiendo Nómada. Tres años antes, en 1904 se ha hecho la adaptación escénica de la obra titulada El abuelo de Benito Pérez Galdós; al estrenarse en 1907, comenta la crítica que la adaptación está, en su calidad, muy por debajo de la grandeza dramática de la novela; Benavente acaba de escribir Rosas de Otoño. La arquitectura modernista alcanza su mejor momento. Triunfan los escultores Belliure y Barrón; los pintores Sorolla, Zuloaga y Solana están en su cenit; Pablo Ruiz Picasso ya tiene veintiséis años y está abriéndose camino en París; Dalí es un niño, ha nacido en 1904; Miró tiene catorce años.

         Carmen Conde fue bautizada en la iglesia del Carmen de Cartagena en la calle del mismo nombre. Aunque era hija única, fue educada con cariño pero al mismo tiempo con rigor y severidad. Ella nos dice de su madre que tenía un carácter fuerte: “una persona firme que no temblaba ante nada” e intentaba infundirle esta firmeza.

         Todavía muy pequeña la llevaron al Colegio de San Miguel donde   recordaba que la enseñó a leer una monjita, Sor Matilde.

         Su familia comienza a atravesar una mala situación económica y sus padres tienen que emigrar a Melilla. Su estancia en Melilla nos la cuenta en el libro titulado Empezando la vida. Memorias de una infancia en Marruecos. (1914-1920). Del día de su primera comunión, 1916, nos dice: “el Señor se iría deslizando hasta mi sangre, suavísimo, imperceptible, y, sin embargo, tallándomelo todo con semejante energía que jamás  a partir de la Primera Comunión, dejaríamos de pertenecernos.” [1]

         En su libro Júbilos nos habla de su profesora inglesa Miss Mini y nos dice: “Entre todas sus discípulas yo era casi rubia, con la frente ancha y recta, los ojos y los labios infatigables de imágenes y de palabras, impulsiva y vehemente, inestable, la más inquieta, la más rebelde. Pero ella, Miss Mini, con deliciosa cortesía inglesa, me invitaba a desayunar los domingos, a pasear, y me dejaba que la viera pintar cuando todas las niñas buenas se iban a sus casas”. Quizá las otras niñas eran más buenas, sin embargo Miss Mini prefería a esta niña inquieta y rebelde pero más imaginativa, con una curiosidad inmensa y un deseo de aprender todo lo que le rodeaba, que es el acicate y la recompensa de una buena maestra. Todos estos rasgos nos dan una clara idea del carácter y la personalidad de nuestra poetisa.

 

2.     Adolescencia.

         Pero en Melilla no están muchos años, regresan a Cartagena cuando Carmen comienza a ser una adolescente. A los dieciséis años inicia su trabajo en la Sociedad Española de Construcción Naval. Su cometido es copiar planos de barcos. Por aquel entonces, trabaja hace amistades y sueña. Una de estas amistades es el poeta cartagenero don Miguel Pelayo el cual le anima a seguir en su incipiente dedicación a la escritura e influye para que le publiquen artículos en El Liberal, periódico de Murcia. Estudia también, en enseñanza libre, la carrera de Magisterio.

 

3.     El amor.

         En 1927 conoce a un joven, Antonio Oliver Belmás, también poeta y que más tarde será su marido, el “único amor de su vida,” nos dice la poetisa. Antonio es asiduo escritor de los periódicos de Cartagena, en uno de ellos escribe sobre esta muchacha que ha conocido y es significativo lo que dice:

“Bien temprano, desde sus próximos tiempos de Melilla, despertó para la belleza. Esta cualidad de escritora no pesa nada a sus veinte años que esplenden delicados. Siempre tiene besos para los niños y es delgada como sus prosas.”[2]

Antonio Oliver quiere hacer notar sus cualidades de mujer aunque sea inteligente y escritora. No olvidemos que estamos en 1927 y todavía estaba casi mal visto que una mujer se dedicara a las letras.

         Carmen sigue escribiendo, pero su novio, su marido después, es un censor granítico que le insta a que rompa todo lo que ha hecho hasta entonces. Ella asiste impertérrita a la destrucción de buena parte de sus escritos, pero confiada en la persona que lo hace comienza su libro Brocal con estos versos:

                         “Yo no te pregunto a dónde me llevas.

                            Ni por qué.

                            Ni para qué.

                            ¿Tú quieres caminar? Pues yo te sigo.

 

Entre 1927 y 1928 conoce a Gabriel Miró y a Juan Ramón Jiménez.

         Su libro Brocal se publica en 1929. Algunos de sus poemas ya han sido publicados por Juan Ramón Jiménez en las revistas y Ley. La  cuarta edición será en 1978 hecha por Rosario Hiriart. A esta edición se le añaden unos poemas y su título entonces será Brocal y Poemas a María.

 

4.     El sueño de la Universidad Popular.

         Antonio Oliver y Carmen Conde se casan el 5 de Diciembre de 1931. Su boda es la última que se celebra en Cartagena civil y canónicamente al mismo tiempo. Según declara ella, eran pobres, pero el regalo de bodas que se hacen mutuamente es impresionante, se regalan una Universidad. Antonio le había dicho: “Nos vamos a regalar la fundación de una Universidad Popular en Cartagena” y desde entonces, juntos comienzan la gran tarea. (A propósito de este hecho es imprescindible para nosotros consultar el estudio que hace José Rodríguez Cánovas titulado Antonio Oliver Belmás y la Universidad Popular de Cartagena).

         Decidida su creación, Antonio escribe un revolucionario artículo, revolucionario en la mejor acepción de la palabra, el día 4 de Julio de 1931 en el periódico La Tierra de Cartagena. Es un artículo programático donde se afirma que queda todavía una revolución por hacer y esta es la revolución cultural.

         La Universidad Popular comienza a funcionar el jueves 10 de Marzo de 1932. La única obligación que tienen los alumnos es la asistencia “puntual y seria.” Se exige lo que es fundamental, creemos en todo proyecto de educación y de los planes de enseñanza de todos los tiempos: antes de enseñar conceptos, de instruir, hay que enseñar modos y normas sin los cuales aquella no podrá llevarse a cabo, a nuestro parecer, ellos lo tuvieron en cuenta y así deberían de tenerlo los sistemas de educación de todos los tiempos.

         Conferenciantes de reconocido prestigio y de todos los lugares ámbitos de la nación tomaron parte en las tareas de la Universidad Popular casi siempre desinteresadamente. La continuidad, la supervisión y la dedicación plena era obra del matrimonio Oliver-Conde que supo atraer a todas estas personalidades. El reglamento de la Universidad Popular consta de ocho capítulos impregnados de altruismo y generosidad en donde se exponen los objetivos fundamentales. Como fruto de todo esto, en 1933 la Universidad Popular ya contaba con biblioteca infantil y de adultos, misiones

pedagógicas que iban por los pueblos, archivo de la palabra donde estaba gravada directamente la voz de destacadas personalidades del mundo de la cultura, cinema educativo, conciertos, organización de  excursiones y viajes culturales, cátedras ambulantes los domingos y festivos por los caseríos del campo y  publicación de la revista Presencia.

         Una de las últimas conferencias, dada el 7 de Abril de 1936 por María de Maeztu, versó sobre ”La educación moral”  y lo hace partiendo de tres virtudes: la comprensión, la tolerancia y el amor. Hondas palabras pronunciadas en esas fechas, palabras valientes dichas por un espíritu esforzado en grabar estas ideas  en una época de inestabilidad y exaltación. La última de todas fue la conferencia pronunciada por el doctor don Antonio Ros sobre “Pasado, presente y futuro de nuestra marina de guerra” el 16 de Julio de 1936.

         Carmen nos contaba que al terminar la guerra asaltaron el local de la Universidad Popular que estaba entonces en la calle Jara y destrozaron todo lo que allí había, acababa diciéndonos: “Dios les devuelva el sol que no pudieron apagar.”

         Si Carmen Conde y Antonio Oliver no hubieran sido escritores ni hubieran desarrollado otras actividades, la creación de la Universidad Popular bastaría para hacerles ocupar un lugar señero entre los hombres y mujeres  de nuestro país que pusieron su esfuerzo y dedicación al servicio de los demás.

         Antes de esta intensa actividad últimamente descrita, Carmen ejerce como maestra, durante un curso, en la escuela mixta de El Retén (Cartagena). Su experiencia docente la recoge en un libro publicado en 1931 que titula Por la escuela renovada. Este era un libro perdido con todos los avatares de la guerra civil; en 1979 no quedaba constancia de él en ninguna parte, ni ella misma tenía copia. Se decidió emprender la tarea de buscarlo. Encontramos dos, uno en Almería y otro en Murcia. La alegría de Carmen fue muy grande, como encontrar a un hijo perdido[3]. Decidimos reeditarlo y la idea fue acogida con entusiasmo por el entonces Rector de la Universidad de Murcia, don Antonio Sabater. Fue editado y su presentación tuvo lugar el 5 de Marzo en la Universidad de Murcia.

Volviendo a 1934. Es el año en el que Carmen publica Júbilos  con  un prólogo entrañable de la escritora Premio Nobel Gabriela Mistral. Sin embargo, este es uno de los años más tristes  para nuestra autora: en el breve paso de unos instantes era y dejaba de ser madre al mismo tiempo, de la única hija que tuvo lo que la marcaría para siempre. También es el año de la muerte de su padre con quien estaba muy unida.

         Las amistades es lo único que le hacen salir de su tristeza, en esta época se cartea con escritores, unos sobresalientes entonces y otros que lo serán después. Además de con Juan Ramón Jiménez y Gabriel Miró, con Ernestina de Chapourcín, Dulce Mª Loynaz, Azorín, los hermanos Quintero, Miguel Hernández, María y Andrés Cegarra Salcedo, Antonio Machado, María Zambrano, Federico García Lorca, Jorge Guillén, Vicente Aleixandre, Luis Rosales, Blas de Otero, Caballero Bonald, Concha Espina María de Maeztu, Juana de Ibarbourou, Dámaso Alonso, Leopoldo de Luis, Buero Vallejo, Carmen Llorca, Ida Vital, Octavio Paz, Berta Singerman, José Luis Castillo Puche…

         En 1935 publica Cartas a Katherine Mansfield en el periódico El sol de Madrid.

 

5.  La guerra y la paz

En 1936 surge el estallido de la guerra que destruirá tantas cosas. Antonio se marcha al frente designado para ocuparse de la emisora F.P. nº 2 del Ejército del Sur. Carmen le acompañaría después  durante breve tiempo, regresaría pronto a Cartagena para recoger a su madre e irse con ella a Murcia. En esta ciudad trabaja en la Asociación de Mujeres Antifascistas y continúa escribiendo. Después de unos meses marcha a Valencia para ingresar en la Universidad. La escritora Concha Zardoya me contaba que fue en esta época de Valencia cuando conoció a Carmen. Iban juntas a la Universidad y después de las clases se reunían con otras amigas, entre ellas Amanda Junquera, en el pequeño habitáculo donde residían para leer y hablar de poesía.

         Me decía Carmen, cuando yo la conocí, que su único compromiso con la vida no era político sino con la educación y la cultura. Había una generación joven y leal que vivía en las dos Españas divididas, en las dos hubo valentía, honor y elevados pensamientos de regeneración y amor a la patria.

         Entre 1938 y 1939 escribe Mientras los hombres mueren que se editaría en Milán en 1953. En 1939 escribe también Sostenido ensueño y El Arcángel.

         Cuando la paz  “se desploma,” palabras utilizadas por Carmen en el libro citado para darnos cuenta del fin de la guerra, ella seguía en Valencia con Amanda Junquera, mujer del catedrático murciano de Universidad Cayetano Alcázar que estaba en la zona “nacional.”Tanto Amanda como su esposo habían sido grandes animadores del matrimonio Oliver-Conde en su tarea de la Universidad Popular. Amanda no tenía hijos y su vida discurría en un dulce tono burgués, pero al conocer a Carmen le hace impacto su joven torrente arrollador, unos años mayor que Carmen comienza a marchar con ella al unísono en su inquietud social y cultural llenándosele la vida de nuevas expectativas  e ilusiones. Desde entonces es su ayuda y su guía. Cuando Carmen iba a Murcia desde Cartagena juntas acudían a conferencias y conciertos y paseaban por las calles en esos otoños esplendorosos y dorados de la ciudad. Pasado el tiempo, durante la guerra en Valencia, jóvenes como eran, hacen planes para el futuro intentando evadirse así del miedo a las bombas italo-alemanas que caen en la ciudad.

         Acabada la guerra, desde Valencia con Amanda enferma, comienza su odisea hacia Madrid  para reunirse con el marido y la familia de esta. El matrimonio Alcázar-Junquera se convierte entonces en  los valedores de Carmen en esos momentos de denuncias y revanchas. A quienes preguntaban por ella les dicen que se marchó a América, en realidad nunca salió de España. Ella me decía que no lo habían hecho porque habían querido seguir el destino de su patria.

         Antonio Oliver ha vuelto del frente y en Murcia vive semiescondido,  con la madre de Carmen. Eran como ya he dicho, momentos de graves acusaciones sin fundamento ante los tribunales. Me contaba Carmen que de uno de esos momentos, el más difícil, pudieron librarse al ser Antonio primo del general Monasterio ayudante de Franco. Para aliviar la claustrofobia obligada en casa de los Alcázar, Carmen se traslada a El Escorial. Allí medita, escribe y recobra la calma de espíritu de la que careció durante tanto tiempo:

 

         “Por vez primera sola, libre, frente al silencio, la historia de mi país y mi propia existencia. El gran río de todas  las poesías desfilando mansamente; los afanes humanos propios dimitidos; los ajenos distantes. Muy a la zaga y en olvido de todos un puñado de años se fue dulce, pero hondísimamente vivido, a la eternidad. Escribí mucho,

mucho para mí sola.”[4]

 

En El Escorial vivirá hasta 1945 donde, entre otros, escribe Mi libro de El Escorial. Sobrecogida todavía por esa quietud, tiene el recuerdo del mar, su pasión por lo que este significa,  de acción constante y arrebatadora, en contraposición a aquella quietud, porque dentro de ella se encuentran las dos Españas, la del páramo sosegado y la del mar apasionado, las dos laten en su interior: La celda donde “dentro es invierno,” los libros místicos, la mesa de trabajo donde nadie la importunaría y el viento ondulante bajo el azul intenso del cielo en el mar con el que soñaba.

         En 1944, en edición privada y numerada, publica el conjunto de poemas titulado Pasión del Verbo, el libro  Honda memoria de mí y sus obras en prosa Vidas contra su espejo y Soplo que va y no vuelve, estas dos últimas bajo el seudónimo de Florentina del Mar y los ensayos titulados: La amistad en la Literatura Española, Dios en la poesía española y La poesía ante la eternidad. En 1945 Pasión del Verbo volverá a publicarse, con la inclusión de otros poemas, en la Colección de poesía Adonais y llevará por título Ansia de la Gracia. En este año se reúne por fin la  familia: su madre, su marido y ella. Alquilan una casa  en la calle Goya nº 6 de Madrid; años después se trasladarán a un pequeño piso, comprado, en la calle Ferraz nº 69.

         El libro titulado Iluminada Tierra, escrito en 1951, contiene un poema que titula “ Imprecación” en él se refiere a los años cuarenta y dice así:

“Años cuarenta aquí debajo de tu olvido.

                                                      …

                            Nadie comió de mí,

                            nadie tomó mi sombra…

                            vinieron hambrientos y se fueron con hambre.”

 

Para ella son años vacíos e inútiles, sin embargo fueron años fructíferos en los cuales, además de los reseñados antes, publica: Mío, Sea la luz, Mi fin en el viento  y Mujer sin Edén y en prosa: Don Juan de Austria, Don Álvaro de Luna, Doña Centenito gata salvaje, Los enredos de Chismecita, Aladino. (Uno de los capítulos del presente trabajo contiene una relación completa de los escritos de Carmen Conde con la consignando editoriales y fechas de publicación.)

         Con Mujer sin Edén la obra de Carmen Conde alcanza su cenit  según mi opinión, Mujer sin Edén es un libro profundo, bello, único, en el que, al leerlo, toda mujer se siente interpretada. Es un libro que sorprende y admira. Expresa los sentimientos a la vez de entrega y de capacidad protectora, de impotencia y de fortaleza, de dulzura y de fiereza. Hay un ensamblaje perfecto  entre forma y fondo, el contenido encuentra su forma perfecta para manifestarse. Cuando dice por ejemplo: “desoladamente  nos ha dejado solos” para expresar la soledad del hombre y la mujer arrojados del Paraíso o “esta primera flor ya fue mía” demostrando el orgullo de la mujer ante lo conseguido con su esfuerzo.[5] Carmen ya ha llegado a la plenitud, “los mundos que buscaban su palabra” ya la han encontrado.

Va pasando el tiempo. Escribe y trabaja y, de vez en cuando, viaja; acompañará a Antonio a América donde este recibirá la investidura de Doctor Honoris Causa por la Universidad de León por sus trabajos sobre Rubén Darío. Además de Nicaragua visitarán también Panamá y Puerto Rico. A su madre que ha cumplido ya ochenta años le hará un homenaje  escribiendo Los monólogos de la hija. Viajará también por Grecia,  Turquía, Alemania Italia, Inglaterra, Francia, Bélgica, Holanda, Dinamarca Bulgaria…Los veranos solían ir a Santander en primavera y en otoño iban a su tierra, Murcia, Cartagena y, sobre todo, junto al mar.

         Un día  el corazón de Antonio dejó de latir. Ya anteriormente le había

dado bastantes sobresaltos hasta que, en un instante, se detuvo para

siempre. Eran las cinco y media de la madrugada de un veintiocho de Julio de 1968. Resonaba todavía en Francia la gran conmoción de Mayo y sus ecos se oían en toda Europa. La muerte de Antonio, aunque esperada, fue como es siempre la muerte de los seres queridos, llega de manera que nos coge desprevenidos. Ella decía: “Yo quería a mi marido con toda el alma y más, muchísimo más de lo que creía.”Le hace caer en un desinterés inusitado por la vida, un año después todavía no había vuelto a escribir ni un solo verso. Se dedica a ordenar y preparar los escritos de su marido, en ello le auxilia su amigo Leopoldo de Luis.  El trabajo le va ayudando a rehacer lentamente  su vida. Desde el año 1949 trabaja en el Departamento de Publicaciones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, estará allí hasta 1972.También trabaja como profesoras de Poesía Actual Española en el Instituto de Estudios Europeos de Madrid y en la Cátedra Mediterráneo” de la Universidad de Valencia en Alicante. Poco a poco, con la edad, el trabajo más que en una distracción se va tornando en una carga.

         Al quedar viuda ha vuelto a vivir otra vez en la Calle Wellingtonia en casa de Amanda. El marido de esta, Cayetano Alcázar, ha muerto también. Tendrá que pasar el tiempo para que la vida vaya tornándosele más amable, con Eulalia Ruiz de Clavijo, Amanda y las hermanas de esta, forman un grupo que se ayuda y trata de hacerse las horas más gratas. Disfrutan de exposiciones, conciertos y algún viaje, todo desde la altura serena de la edad dorada y todas tienen ese encanto que da la edad unida a la inteligencia. Organizado por Carmen Llorca, entonces directora del Ateneo madrileño, hace un viaje a China que le resultará inolvidable.

         Cuando vuelve de sus viajes a Madrid descansa en su casa de la sierra, llamada  Brocal en honor a su libro. Esta es una casa pequeña con un pequeño jardín, ni muy céntrica, ni muy alejada del pueblecito, la buscaban así y la encontraron exacta como ellas querían, así me lo contaron. La planta alta era una habitación alargada donde Carmen escribía o se quedaba ensimismada contemplando el paisaje de Navacerrada. En el jardincillo había un pozo simbólico.

En este marco, y estando ellas ya  en esa época dorada a la que antes he aludido, las traté  mucho, les encantaba las estancias de una persona joven y con una niña recién nacida, entonces, en la casa. Para mí  son recuerdos de  una época  plácida y armoniosa.

         La casa de la calle Wellingtonia situada al final del Paseo de Reina  Victoria, tiene sólo dos pisos: en el primero vivían Carmen y Amanda, en la planta baja vivía el Nobel Vicente Aleixandre con su hermana; entre ambos y aquellas existía una grata amistad.

 

5.     Rasgando el tabú, ingreso en la Real Academia.

     Un día se recibe a las once de la noche una llamada, es un 9 de enero de 1978, Amanda y Carmen están viendo en la televisión la obra teatral

de José Mª Pemán titulada Los tres etcéteras de don Simón. La llamada es del Secretario General de la Real Academia diciéndole  a Carmen que ha sido propuesta para ocupar el sillón, en esta institución, el que dejara vacante el escritor Miguel Mihura. Las otras dos candidatas propuestas son: la novelista Rosa Chacel, presentada por Antonio Tovar, Julián Marías y Luis Rosales; la médico Carmen Guirado presentada por el cardenal Tarancón, Rafael Lapesa y José Mª Pemán.  A Carmen la presentaban García Valdecasas, Buero Vallejo y Guillermo Díaz Plaja. La elección definitiva, también por votación, se dará a conocer en el plazo de un mes. Carmen salió elegida en la tercera y última votación por catorce votos. El hecho es de una  importancia extraordinaria al ser la primera vez, en España, que una mujer entra a formar parte de la Real Academia. En el siglo XIX ya hay una polémica sobre esto, uno de los protagonistas es Juan Valera que escribe un artículo donde trata irónicamente sobre la pretensión desatinada, para él, de la entrada de las mujeres  a formar parte de esta institución, el ensayo lo titula: Las mujeres y las Academias (cuestión social palpitante). En el siglo XVIII  hubo otra mujer académica, Isidra de Guzmán, pero no fue por votación, sino por decisión real de Carlos III, era hija de su amigo el Conde de Oñate. Hay que recordar que en la Academia Francesa, a Margarita Yourcenar no la admitirían hasta 1980, dos años después que a Carmen, y eso que antes, en 1971, ya había ingresado en la Academia Real Belga de Lengua y Literatura.

         La recepción a la nueva académica se hizo un atardecer luminoso en el que el cielo de Madrid parecía copiar la nitidez y el colorido con el que tantas veces lo pintó Goya. Hacía frío porque era el mes de enero de 1979 pero el ambiente era más que cálido, calurosísimo. Ya antes de comenzar el acto en los alrededores de la docta casa el gentío era insólito. La popularidad de Carmen Conde había hecho  que este evento trascendiera del ámbito en el cual se desarrolla habitualmente.

Recuerdo que fue su peluquero el que le pidió tener el honor de llevarla en su coche. Era la primera vez que el pueblo, los no intelectuales, entraba  y se interesaba por lo que ocurría en la Real Academia. A las seis y veinte se abrieron las puertas, la gente abarrotaba el salón  los pasillos y el vestíbulo. El primer académico en llegar fue José Mª Pemán del brazo de Luis Rosales. Sus majestades, el rey Don Juan Carlos y la reina Doña Sofía presidían  el acto. A la derecha del monarca se sentó el director  de la Real Academia Dámaso Alonso, Alonso Zamora Vicente y Alfonso García Valdecasas. A la izquierda de Doña Sofía, el cardenal Enrique y Tarancón J. Mª Pemán y Pedro Laín Entralgo. El Rey abrió la sesión y Carmen Conde hacía su entrada al salón entre los académicos Terán y Torrente Ballester. La gente entonces comenzó a aplaudir con calor el ambiente, dentro de su solemnidad, era distendido y alegre. En la sala Carmen Llorca, Ernestina de Champourcín, Carmen Bravo Villante, Marta Portal, Carmen Martí Gaite, Pilar Díaz Plaja, Concha Zardoya, Dolores Medio, Pureza Canelo…Todas aquellas mujeres se sentían representadas por Carmen Conde. Se había roto el tabú que impidió a doña Blanca de los Ríos, a doña Concepción Arenal o a doña Emilia Pardo Bazán y a tantas otras, en el pasado, pertenecer a esta institución, a pesar de que algunas de ellas, reunían más  méritos para ello, muchas veces, que algunos de los señores que las vetaban.

            Concedida la palabra por el Rey, Carmen comenzó  a hablar agradeciendo a los académicos su nombramiento para un puesto que secularmente no se había concedido a ninguna mujer. Siguió teniendo un recuerdo para su predecesor en el sillón K Miguel Mihura. Después comenzó su discurso cuyo título era Poesía ante el tiempo y la inmortalidad. Elige a algunos poetas que a partir del siglo XIX han escrito sobre lo indescifrable del tiempo o se han preocupado por la inmortalidad de sus obras. Además de Gertrudis Gómez de Avellaneda, Rosalía de Castro, Bécquer y Catalina Coronado, habló de Miguel Hernández, Juan Maragall, Salvador Espriú y Antonio Oliver, coincidió que ese día era el aniversario de su nacimiento. Terminó el discurso hablando de Juan Ramón Jiménez.

         La contestación estuvo a cargo del académico Guillermo Díaz Plaja que hizo un comentario de sus más recientes libros y finalmente tuvo un recuerdo muy emotivo de la estancia de Carmen y Antonio en el Madrid republicano de la guerra. En medio de una ovación calurosísima  el Rey impuso a Carmen la medalla de la Real Academia y le pidió que se sentara con sus compañeros en el sillón K.

 

6.     Al final de la vida.

         Seguía trabajando, publicando y dando conferencias. Por entonces la Universidad de Puerto Rico la nombra Doctor Honoris causa. Como declara muchas veces: ha vivido para la poesía y se mantiene fiel a ella. Últimamente leía otra vez a los clásicos, novelas policíacas y a algunos autores de los comienzos del siglo XX. Esta dorada monotonía se rompe los jueves por la tarde cuando tienen lugar las sesiones de la Academia donde ya hay otra mujer: Elena Quiroga. A Cartagena y a Murcia va de vez en cuando. En Febrero de 1987 sufre otro gran golpe: fallece Amanda Junquera, para ella como su única hermana, con ella compartió inquietudes, ilusiones y momentos felices. No tiene ninguna familia cercana, pero las amistades le acompañan y comparten su vida, aunque era una mujer fuerte, me decía que algunas veces necesitaba un báculo en el que apoyarse aunque:

“En mi larga vida hallé todo lo puro y auténtico del amor y de la amistad lealmente correspondidos.” [6]

 

7.     Salto al infinito.

Va experimentando un lento ocaso, su peculiar vitalidad se va haciendo  menos notoria, la llama es cada vez más tenue.

         Un día de Enero de 1996 se apagó esa luz que ella estuvo

empeñada en llevar siempre encendida entre las manos.

 

 

 

II

LOS TEMAS DE CARMEN CONDE EN SU OBRA POÉTICA

 

1. Espacios

         En un espacio inmenso, con un horizonte interminable, se desenvuelve la obra de Carmen Conde. Es raro encontrar en sus poemas los espacios cerrados; el ángulo oscuro del salón de Bécquer, las limpias y ordenadas estancias de Azorín,  o los estrados de Gabriel Miró. En sus estancias, si las hay, existen ventanas por las que escapa su espíritu hacia la noche o hacia la luz. Sus poemas cruzan raudos por el aire de los bosques, se deslizan por ríos interminables, saltan desde lo alto de las torres a bordo del sonido de las campanas o cabalgan en el éter hacia las estrellas.

         Carmen es la luna, el agua, el fuego, es el viento que va recorriendo los amaneceres, las tardes o las noches. En lomos de veloces caballos cruza los horizontes y se junta al vuelo de las campanas cuyo ronco vibrar "no reposa ni en el agua del río".

 

 2. Árboles

         Carmen nace en la calle de La Palma y la palmera erguida poblará sus versos. Unas veces serán los bosques umbrosos y profundos, las vastas selvas, otras será el árbol solo quedando como un bastión de lo que fueron inmensas agrupaciones de árboles, aquellos que el hacha tenaz del hispano ha ido derribando:

        

 

                  "Mirad el árbol solo,

                            . . .

                  buscar su protección es la riqueza

                  sin igual en el mundo, porque abarca

                  lo íntimo del ser consigo mismo."[7]

 

3. La Música

         La música es protagonista de muchos de sus poemas. Ella misma tenía una voz cálida con la que alguna que otra vez entonaba alguna canción oportuna. En sus poemas titulados “Coral” y “Orquesta”  de su libro Mi fin en el viento intenta describir los sonidos y las notas musicales.

 

4. El mar

         Los mares los cruza a bordo de su fantasía y también de barcos: "Ellos se llevaron mi infancia. Ellos me regalaron después una juventud llena de inquietudes. Toda mi adolescencia tuvo ante sí inmensa ventana donde seguían inscribiéndose los barcos".

         La Naturaleza es sentida por ella no como algo bello pero ajeno y estático, no está frente a la Naturaleza para describirla entusiasmada, sino que la Naturaleza es ella. "Cuando miro la naturaleza... no sé describirla porque no la veo junta. La percibo desgranada como mazorca"[8].

         El mar, esa inmensidad libre, sin cercas ni límites es el elemento idóneo donde ella mejor puede desenvolverse y soñar. El mar ejerce sobre ella una atracción inquietante. El mar, a veces, le habla recordándonos en este diálogo la atracción de los ojos verdes que moraban en el fondo del lago en la leyenda de Bécquer En un diálogo íntimo que mantienen los dos el mar le dice a ella:

 

"¡Si soy profundo, sí! [...] Yo soy reposo, yo soy quietud; me muevo como tu madre te movía en su vientre; y soy ronco por fuera cuando no te llamo. Pero mi voz está hecha úrculos hipnóticos a los que nada turbará jamás. Tú eres un ser atormentado mientras me escuchas; acabarás sonriendo en ondas mágicas bajo el remoto resplandor del cielo inmóvil." [9]

         El tema del mar siempre estará rondando sus poemas, pero en 1962 escribirá un libro sólo dedicado a él: Los poemas de Mar Menor, a él y a sus hombres, los hombres del mar:

 

 

 

 

                  "Un cigarro en el mar, mientras se aguarda

                    y  se piensa en las cosas lentamente."[10]

 

         En los estíos, junto al Cantábrico, volverá a fundirse con el mar y al despedirse le dirá:

 

         "Hasta luego, mi dios. Volveremos a hallarnos"[11]

 

 5. El río

         Los ríos fluyen dentro de sus páginas porque son sinónimos de movimiento. En sus orillas todo es vida, en ellas se construyen los pueblos, se juntan las gentes para la holganza o se eligen para los paseos solitarios y sosegados y mientras todo esto ocurre, los ríos van siguiendo su interminable carrera.

 

                  "¡Qué frescura tan dulce en esta marcha de  todo!                                                                          . . .

                  Ondulaban los trigos, mujeres de cabellos  negros,                                     y los burrillos tiraban de las norias"[12]

 

6. La sed

         Como mujer del sureste ibérico, tiene sed, ¡siempre tienen sed los hombres y mujeres de esta tierra! Su sed es agobiante, nunca se sacia, desde niños se aprende el valor del agua y el bien que supone la caída de la lluvia, ese fenómeno inusitado. Cuando llueve es una fiesta exultante, dejar que el agua penetre a través de tu vestido, que te vaya calando y recalando después de meses y meses de un cielo azul espléndido pero, de una tierra resquebrajada y reseca, es una sensación única que las gentes de esa tierra viven:

 

                  "Caían, en hojas de lluvia, diminutas esquinas de soles".

 

 7. El tiempo

         Ese misterio insondable, inquietante, aunque cotidiano es el tiempo. El tiempo ha sido y es una preocupación constante en muchos autores. A lo largo de la literatura los escritores han hablado del tiempo acercándose a él con ese respeto a lo desconocido.

          En Azorín, por ejemplo, el tiempo no sólo inquieta al hombre sino también a uno de sus personajes femeninos Doña Inés y esta preocupación está muy bien plasmada.

         Para Carmen Conde el tiempo está asomado a casi todos sus poemas, nos dice:

                  "En los sueños no hay mañana, es todo ahora”;

         El tema de su discurso de entrada en la Real Academia Española es: Poesía ante el tiempo y la inmortalidad en él dice que desde la infancia ha buscado siempre la eternidad o el sueño de lo inextricable...

Toda su poesía está empeñada en horadar el misterio del tiempo unas veces juega con él situándose por encima:

 

                  "No; ya no soy joven como ayer, pero soy

                    una criatura joven como ahora, para mañana."[13]

 

         Estos versos parecen enigmáticos pero lo que expresan es su querer sobrepasar al tiempo, dominarlo aunque este dominio sea en el país de los sueños. Como para Antonio Machado, la poesía es para ella un fruto intemporal, de ahí la atracción de su cultivo.

 

8. Paisaje

         Como Azorín y Gabriel Miró, Carmen Conde no puede desplazar de su retina ciertos colores: el azul del mar, el azul intenso del cielo a mediodía, el amarillo del dátil, el rojo de los geranios, ni el ocre, algunas veces parduzco, de la tierra. No puede

 

 

olvidar tampoco los olores del jazmín, del espliego, de la yerbabuena, del tomillo, del romero, del galán de noche, de la alhábega, sobre todo el olor del azahar en la primavera. Ni el vientecillo cálido que al atardecer se cuela a través del ciprés, de la palmera, del algarrobo, de la morera o entre las jacarandas, entre los almendros o entre los olivos. Sabe de sendas a la orilla del azarbe, del tintineo inigualable de las esquirlas del ganado cuando se recoge al atardecer, de los cantos del huertano en la noche cuando espera que le llegue la hora de alzar el tablacho de la acequia y dar paso al riego en sus bancales. Todo este paisaje entre la chumbera y el mirto nos traslada a veces a la otra orilla lejana del Mediterráneo que encontramos descrito en la Biblia. Este es el paisaje que la autora fundamentalmente describe en su obra.

 

9. Su tierra.

         No sólo el paisaje de su tierra mediterránea está reflejado a lo largo de su obra, también los hombres y mujeres que la pueblan, los estados de su espíritu, el ímpetu de su carácter, la reposada serenidad, la melancolía o la desbordante alegría que pertenecen a la idiosincrasia de ese rincón de las tierras de España donde ella nació. Late en toda ella el espíritu hecho de olas de mar, cimbreo de palmeras, rumores de agua, perfume de azahar, tierra calcinada, incienso de Semana Santa y cantos religiosos cuyo origen se pierden en la antigüedad. Los molinos del campo de Cartagena y el canto de los auroros son el viento de sus poemas y la ascensión indescifrable hacia otro mundo que intuye:

 

         "Formada estoy por molinos, balsas, torres palomas, rosas”[14]                                           

         Todo el poema titulado 4 es una evocación murciana: cuatro hombres "recios, enlutados con una serenidad llena de sol". Éste, más que un poema es un cuadro en el que se plasma, haciéndose intemporal, un instante: cuatro hombres que visten de negro, como los hombres que ya no están en la primera juventud en  esa tierra y en la época en la cual está escrito el poema. Hay un misterio y hermetismo al no explicar porqué suben. Pero hay una acción decidida en ellos. "La caja aérea de sonidos estaba callada"... Los cuatro hombres se detienen en cada uno en los cuatro ángulos del recinto. Iban a dar las once. Las campanas echan al vuelo, son unos instantes de exaltación. El poema sólo nos dice que después estos hombres bajan de la torre tan serios como subieron. Vuelvo a decir que es enigmático. A Rosario Hiriart amiga y comentarista suya, le llama también la atención la oscuridad de este poema y le pide que se lo desvele. Carmen le contesta que fue allí el primer beso que le dio su novio un día que visitaban la torre.[15] Indudablemente esto también ocurriría pero ¿por qué los cuatro hombres? ¿ y la hora que detalla el poema exactamente las once de la mañana?

         Para Carmen desde luego fue un momento estelar, a la conmoción del beso se le añade el esplendor de la mañana, el sonido extraordinario de unas campanadas... la plenitud de un instante. Todo esto se comprenderá con la explicación siguiente:

         Desde el día tres de Mayo, día de la Invención de la Santa Cruz, hasta el catorce de Septiembre, fecha de la Exaltación de la Cruz, en Murcia, las campanas de la catedral tocan unos repiques y volteos que no lo hacen en otras épocas del año. Estos sones especiales se llaman los Conjuros. Se hacen para implorar al cielo la bendición de las cosechas y que nos libre también de las tormentas, los granizos y las lluvias torrenciales que, si llegan, tanto perjudican al campo y la huerta.

         El horario de estos toques de campanas es a las siete, siete y cuarto, once, once y cuarto de la mañana y cinco y cinco y cuarto de la tarde.

         Los cuatro hombres enlutados del poema, son los graves y serios campaneros que todos los días hacen su oficio como un rito.

         Éste es el momento que Carmen describe:

 

                  "¡Qué júbilo el de la torre, toda volada en giros locos, en aires dispersos, en palomas desbandadas!

          Cuando todo terminó, graves, trascendidas de los siglos de la huerta, cayeron las once campanadas del reloj! A la postrera quedó un hondo ronco vibrar en la Torre. Salió por  las ventanas (¡de lejos la Torre era  transparente!) y no reposó ni en el agua del río."

 

         Ésta es la solución del enigmático poema que de ella brotó hechizada quizá por la palabra "conjuro" y por el suceso que misteriosa y sonriente le cuenta a Rosario Hiriart al reeditar su libro Brocal.

 

                   "La huerta corría por debajo [...] Más allá, entre los ramos de nardos de la iglesia, dormía el Segura."

 

         Toda la explosión de luminosidad, de volteo de campanas y de quietud y paz luego, que tanto se da en el ambiente y paisaje murcianos están aquí maravillosamente expresados.

         Años después, en 1980, dos excepcionales pintores murcianos Manuel Muñoz Barberán y José Antonio Molina Sánchez crean un libro titulado Murcia encuentros en la ciudad. En sus páginas captan con el pincel la esencia de Murcia en sus bellos rincones cargados de historia y de sueños, Carmen  prologa este libro, para ella la ciudad de Murcia es "la otra ciudad-patria elegida."

 

10. Ángeles.

         Ocupan muchos versos en sus poemas. Uno de sus libros se titula El Arcángel (1939), otro Derribado Arcángel (1960). El tema de los ángeles  es muy común en la poesía española de posguerra, de los ángeles tratan Alberti, Gerardo Diego, García Lorca, Vicente Aleixandre,   y no sólo en los escritores, en esta misma época surgen las pinturas sobre ángeles entre ellas las del ya citado Molina Sánchez, los museos angélicos como el de Figueras, el promovido por la actriz Lucía Bosé, etc. Antes de esta época los encontramos también en la prosa de Gabriel Miró. Para Carmen los ángeles son una referencia de belleza quizá influida por la obra del imaginero murciano  francisco Salzillo que esculpe el ángel de la Oración del huerto. En el libro Por el camino viendo sus orillas Carmen nos cuenta que un día semiró al espejo y porprimera vez en su vida se encontró guapa, era con el ángel de Salzillo  con el que se veía parecido. Siente una predilección especial por esos seres que encuentra flotando a su alrededor con los que dialoga y recibe de ellos consuelo y ayuda:

 

                  "Miro lo infinito sin arar, con ansia

                    de verlo todo en flor, y apenas

                    el pecho se acongoja del esfuerzo,

                    los ángeles prorrumpen en canciones.

                    Hombre, míralos; no estamos solos"[16]

 

11. Amistad

         Su libro titulado Humanas criaturas es un himno al agradecimiento y a la amistad. Una parte de éste va incluido en ObraPoética, otra segunda parte la incluirá en el libro editado en 1978 titulado El tiempo es un río lentísimo de fuego.

         Son poemas de entrañable recuerdo a Gabriela Mistral, a José Planes murciano y escultor, el hombre que "quitando va a la piedra su silencio", a don Miguel de Unamuno, a Miguel Hernández, a Andrés Cegarra, a Gabriel Miró, a Juan Ramón, al doctor Calandre, a Rubén Darío, a Cayetano Alcázar y a Amanda Junquera. El dedicado a esta última comienza así:

 

                  “Los años que transcurren junto a ti

                  son sueño del que nunca he despertado

                  sin el hallazgo Amanda de tus ojos.

                                       . . .

                  "Supe como nadie qué es un alma

                    alerta a regalar todo en la vida."

 

         Y muchos más a los que testimonia su recuerdo y su sentir de alma agradecida.

 

12. El sufrimiento de los seres

         Desde 1938 ya no hay sosiego en los poemas de Carmen Conde, solamente le comunican algo de paz los paisajes y entre ellos y sobre todos, el mar.

         Ella no puede ya ser feliz "mientras los hombres mueren". En un breve prólogo al libro de este mismo título dice que su llanto no es por unos hombres determinados sino por todos los hombres: "con el profundo desconsuelo que tiene una mujer ante los inescrutables designios que permiten el horror donde vivía la confiada sonrisa."

         Esa sonrisa quedó rota, con el tiempo volverá pero no acompañada del adjetivo de confiada.

         Nos sigue diciendo que los poemas "A los niños muertos en la guerra" de libro titulado Mientras los hombres mueren, “Me fueron arrancados de la entraña con más profunda desesperación todavía". Que el poeta sea una mujer y una mujer que ha perdido un hijo, tiene un enorme peso en el ámbito de la poesía. Por eso exclama:

 

         “Cierto que yo no pariré hijo de carne mientras la Tierra haya                                                                  

las furias amarillas de la Guerra”.[17]

 

Todo este lamento perdurará ya a través de toda su obra, no sólo por los que han muerto sino por los que pierden, por ese "mundo de fugitivos", por la injusticia, por la esclavitud del hombre por el hombre... En 1963, después de su visita a Managua escribirá:

 

“El indio no tiene  prisa pero yo sí. El indio y la india están sucios, hambrientos, enfermos […] Resignados o ausentes de ellos mismos; pero yo no puedo verlos así más tiempo, no, no, no, puedo”.[18]

 

13. El amor.

         Tanto los ángeles como la música, como el paisaje o la Historia o la amistad, arrebatan el alma de la poetisa y todo es en ella amor. Pero  el amor descrito con apasionada y a la vez suave forma, con libertad y a la vez pudor expresivo, con fuerza y entrega, sin temblores de enfermiza pasión, sino claro, transparente como el agua de los ríos que bajan desde una inaccesible montaña. El amor total, fuerte, vigoroso, entregado:

 

         "¿Quién se interpone entre mi querer y la  realidad? ¡No se

lamente luego si la violencia le arrolla!”.[19]

 

        

 

y a la vez real y concreto:

 

                    "Te quiero porque tiembla mi cintura entre

                    tus brazos".[20]

 

o este cantar del Cancionero de la enamorada:

 

                  "Qué largo trabajo tuyo

                    hasta lograr socavarme,

                    y que el amor me consuma

                    y que no pueda olvidarme

                    de que estás en mis entrañas

                    recomiéndome la sangre."[21]

 

         En los instantes primeros de su amor, en Brocal, escribe:

 

"¿Qué primavera, qué incendio, qué río me ceñirán mejor que tú?"

 

14. La mujer

         Hemos dicho que la mujer descrita por Carmen Conde es la mujer intemporal porque es la mujer de siempre, del pasado, del presente y del  futuro, es... la mujer. Uno de sus libros más interesantes y también de toda la poesía de nuestra época es sin duda Mujer sin Edén. Otro de los últimos libros  publicados por ella es Poemas a María. Tanto en uno como en otro se refleja perfectamente lo que diríamos la "esencia" de la mujer; el gozo, el sufrimiento, el deseo, la inquietud maternal, el amor, la ternura  y también el ansia de infinito. Carmen Conde escribe como mujer y, lo mismo que cuando escriben otras mujeres, el arte de escribir poesía queda complementado porque se enriquece con el sentir de la otra parte del universo de la otra mitad del mundo, la mitad a la que pertenece la mujer. Lo que transcribo a continuación servirá para comprender lo que quiero decir con esto:

 

         "Si yo soy poeta, el hecho de que soy mujer no debe permanecer ajeno a mi condición, y no se trata de hacer una poesía estrictamente femenina, sino de enriquecer el común

acervo con las aportaciones que sólo yo, en mi condición de mujer poeta puedo ofrecer para iluminar una vasta zona que permanecía en el misterio”.[22]

 

          El hecho de ser mujer no le hace escribir una poesía femenina sino que la poesía que escribe se enriquece con aportaciones hechas desde el punto de vista femenino.

 

                  "Ser mujer es llamar y oírse llamada siempre",

 

dice uno de sus versos.

         Es una mujer que se interroga, que se pregunta el porqué ha nacido, no entiende por qué es, porqué está aquí, no entiende qué hace en la Tierra.

 

"Porque es la misma tierra.

                    La única desde el principio.

                    Todos fueron pasando por ella,

                    yéndose, viniendo...” [23]

 

una Tierra en la que ella se encuentra sola con esa soledad profunda que no es la de no tener compañía:

 

                      "consumo soledades a mareas"[24]

 

En una entrevista concedida a Mª Dolores de Asís al hablar sobre la

mujer, responde:

 

         "Yo creo que la mujer es un ser para el dolor. Porque la mayor felicidad para la mujer es su hijo, y el hijo el mayor dolor porque luego la deja. Yo no creo en la felicidad de la mujer. Momentos de felicidad sí, pero sufrir para ella es un destino.”[25]

         Carmen Conde llevaba en su mano la antorcha encendida que iluminaba la reivindicación de la mujer. En Enero del noventa y seis muere y cae al suelo esa antorcha, en octubre de ese mismo año

es recogida por otra mujer, la entonces recién nombrada Premio Nobel Wislawa Szymboska que escribe:

 

         "Las fronteras de las naciones humanas ¡qué permeables son!

         ¡Cuántas nubes pasan impunemente flotando sobre ellas!

         ¡Cuánta arena del desierto se desliza de uno a  otro país!".[26]

 

         Esta sucesión continuada a lo largo de la historia del mundo, es la que intuye nuestra autora y le hace crear esa mujer intemporal, él espíritu y la sensibilidad  de la mujer descubren la vanidad de los formalismos sin fundamento, y se pregunta, lo mismo que lo hace la polaca contemporánea nuestra, cuando interroga ¿qué tratado podrá detener las nubes? o ¿quién separará la arena de un país de la  arena de otro en medio del desierto?

 

         Esa mujer que ve esto es la que, en algunos países, tiene que presenciar callada bajo el velo tantos y tantos denuestos.

 

15. Dios.

         “Que si eres  Tú mi forma, si vas a ser mi sino,

         ¿qué tiempo este que pierdo en no ser toda tuya?”[27]

 

         Enajenada e impaciente, tiene prisa por unirse a Dios no quiere que se dilate el tiempo que la separa de Él sabiendo que ese va a ser su final.

         Después de Sostenido ensueño y de Mientras los hombres mueren, terminadas en 1939, en ese mismo año Carmen Conde escribe El Arcángel; en este libro hace una aseveración rotunda: “¡Feroz soberbia rival del Dios a quien amo... !”

         A Dios no dejará de nombrarlo en todos sus escritos hasta el final, le hablará siempre como dice en sus versos con una "voz mate", no brillante pero sí honda "desde la angostura de su amarga verdad". Algunas veces esta verdad será demasiado dura para dirigirse a Él, pero siempre verdad desprovista de todo adorno inútil y de cualquier matiz superfluo porque, a pesar de todo, aunque no entienda nada del mal que, algunas veces, absurdo, sin sentido, ocurre en el mundo, le ama.

         Ha conocido ya las miserias de una guerra civil, ha conocido cómo se transforman los hombres cuando impera la violencia, y piensa que la bondad y la verdad que ella intuye, tienen que estar en otro lugar, en Alguien que está por encima de todo. Por eso después de:

 

                  "Qué soledad sellada de luna fría.

                   Qué soledad de agua sin sirenas rojas.

                  Qué soledad de pinos ácidos errantes[...]”[28]

 

viene el encuentro exaltado y feliz:

 

                    "¡Gloria de tu hallazgo

                                  . . .

                     Se movieron las selvas inefables.”[29]

 

Algunos de estos versos traen a nuestra mente recuerdos del Cántico de San Juan de la Cruz cuando la esposa habla al amado aunque en ella, los versos con resonancias terrenas se mezclan con los de elevado espíritu:

 

         "Mis hombros abiertos bajo tus hombros

            y tú flotante en mi desnudez."[30]

                  

O este otro que recuerda una canción popular en la época:

 

                  "Afluentes de tus ríos serán mis ríos"[31]

 

La canción, una opereta popularizada por la actriz Celia Gámez, decía así: "Mi luz será reflejo de tu luz". Pero seguidamente en un tono más profundo Carmen escribe:

 

                  "Dios está en lo hondo. Es un agua despierta

                    al final de la columna hueca del pozo,

                  " Me brizno en su mirada [...]"[32]

 

Su poema  titulado “Arrebato” comienza así:

 

                     "Y si es a Ti a quien busco,

                    ¿por qué no te me ofreces de un  sorbo?”[33]

                                     

                  Este diálogo con Dios como ya hemos dicho, lo encontraremos a lo largo de toda la obra donde sumisa y suplicante implora:

                   

                    "Quizá, Señor, si Tú quieres,

                    podrá mi alma volcarse

                    en lagos de sangre ajena

                                 . . .

                    ¿Por qué me tienes tan tuya

                    que no puedo serte infiel?"[34]

 

las mayúsculas del pronombre no pueden darnos lugar a pensar en otro ser. En el libro Sea la luz ruega confiada:

 

                  "En Ti, mi Dios,

                  en Ti quiero esta callada.

                  Transparentándote.

                      Resonándote."[35]

 

En una entrevista concedida a Dolores de Asís esta periodista le afirmaba: “tu poesía está en la línea de humanización profunda del arte […].” Carmen responde: “entendiendo por humanización no lo que otros entienden, porque muchos llaman humano a una serie de barbaridades y groserías que yo no puedo llamar así. La humanización para mí es el camino de la divinidad, de la  divinización. Jesús se hizo hombre, ¿no?  Y convivió con los hombres. Mira yo soy cristiana hasta la médula. Y no he encontrado en la humanización de Él sino un deseo y un afán de divinización de los demás. Así que eso de la humanización lo entiendo de este modo.” [36]

 

Más adelante, en esta misma entrevista dirá:

 

“Mi pasión por la vida es una reverencia a la obra del Creador. Y la gente esto no lo entiende. Yo soy y he sido siempre una persona moderadísima y pienso que en la vida todo tiene que estar contenido[...]Mis padres  practicaron toda la vida  lo que creían. Eran creyentes dentro y fuera de casa. Y mi madre grabó todo esto dentro de mí. Yo protesté mucho pero en cambio ahora reconozco cuánto me ha valido en la vida lo que me enseñó:

 

“Hija – me decía – no desees nunca nada; lo que te mande Dios tómalo, sea bueno o sea malo, porque Él sabe lo que hace. Tómalo con conformidad”. Oye, y a pesar de todos mis avances mentales, esto lo he recordado y lo he vivido siempre.”

 

         Una religiosidad profunda y sincera preside toda la obra de la poetisa que en los versos siguientes de su libro titulado Devorante arcilla, escrito en 1962, con una gran serenidad nos dice:

 

                  “Porque no es posible creer con amargura

                  que sólo fuimos miserable carne en pugna

                  cuyos gusanos abren la última existencia cierta.

                  Hay  algo más, y lo buscan los que asedian

                  las  desolantes  galaxias extrañas y remotas

                  que ahora son nuestra meta.

                  Es que es verdad. Es que yo lo sé, y voy

                  (con los ojos cerrados y las manos juntas)

                  a donde me aguarda mi propia forma celeste.”[37]

 

16. Esperanza

          La fuerza de la esperanza late en  el fondo interno de toda la obra de Carmen Conde. A pesar de las violencias, a pesar de todos los males que el hombre se ha ocasionado mutuamente sobre la faz de la tierra, Carmen sigue esperando y animando a las generaciones más jóvenes a que rompan las ataduras del odio, de la necedad, del hastío... y se lancen a la solidaridad, a la creación, a la luz:

 

                   "Joven y lejano, remoto y esperanzado

                    muchacho que inauguras vacilante

                   tu diálogo conmigo.

                                      . . .

                    Limpios ojos tuyos sin cenizas

                    de hogueras; sin racimos

                    de imágenes temblorosas.

                    Ojos tuyos intactos

                    sobre tu boca, que no prometió

                    ni sintió seguridades."[38]

 

     A este joven muchacho le ruega también:

 

                            "Corre, huye, no detengas tu paso

                                                   . . .

                            El mundo se queda atrás, y hay tanto mundo

                             sin recorrer aún...; arden las razas

                            queriendo separarse de las razas

 

 

                            que ayer querían fundir en una sola."[39]

 

         Sólo hay una raza, la raza del hombre, blanco o negro, sea del color que sea si sus actos responden a una conciencia de verticalidad y,  entiéndase por esta una conciencia de justicia, de honestidad y de amor. Sólo hay una raza y los recientes descubrimientos  sobre el genoma humano explicados muy clara y acertadamente en España por la bioquímica Margarita Salas, nos atestiguan que una vez más la intuición de los poetas va por delante de los hallazgos de la ciencia.

           El joven tiene que huir de esta tierra gastada donde la palabra, el verbo ese gran instrumento ha sido sustituido por la imagen y con ello por la incomunicación:

 

                  "La palabra cedió su primacía,

                    su mágico redoble de creación"[40]

 

         La masa, dentro de la cual cada hombre se encuentra solitario, lo inunda todo:

 

                      "Actos, conciertos de voluntades múltiples

                       encaminándose al vertiginoso fin,

                       son el lenguaje del hombre

                                     . . .

                      Somos - enuncian riendo - los hombres

                      más veloces que el viento y la imagen,

                      que obedecen sin límites."[41]

 

 Reniega de este vértigo sin sentido al que ha llegado el hombre:

 

                  "Todo es a la vez. Al mismo tiempo,

                    naciones, océanos, cordilleras

                    corren bajo los ojos de los hombres,[...]” [42]

 

         Se pregunta:

 

                  "¿Es el tiempo de Dios el que alcanzamos,

                    sin intentar aproximárnoslo?” [43]

 

"sin intentar  aproximárnoslo" quiere decir sin ningún esfuerzo que es el que valora la culminación de la obra, ya que sabemos cierto, que lo que poco nos cuesta, poco lo valoramos.

 

                  "A Dios se llegará si se le asedia

                    buscándole en las manos sus estrellas." [44]

 

Ella invita al joven a ir:

 

                  "Hacia la opaca masa del trasmundo que  llamamos

                    eternidad, sin saber qué es lo eterno.

                    Buscando el océano de visiones prometido

                    desde Patmos un día; atravesándolo

               con la mística furia desenfrenada.

                    que obedece la sangre sobre la razón, lúcida

                    y ecuacionante de misterios." [45]

 

         Éste es el nuevo lenguaje místico que Carmen nos descubre, un lenguaje del siglo XX con el cual trata de transmitirnos su experiencia como en el XVII  lo hiciera Santa Teresa:

 

                  "Quiero ir yo también, quiero encontrarme

                    

 

 

                     delante del misterio, revelación perfecta

                                     . . .

                    Se nos acercan tumultuosamente

                    todas las respuestas que en milenios

                    con incertidumbre esperaba el hombre.

                    Y yo quiero saber, quiero acercarme

                    con mi sed de infinito [...]

                                     . . .

                    Entonces

                    la Resurrección." [46]  

 

Todo esto no se alcanza gratuitamente, el camino, la vía es dura, muchas veces surge la "noche oscura” las dudas que corroen sembrándonos el desaliento, el temor a la nada:

 

               "¿Porqué -te pregunto llorando- aprietas dudas

                contra mi corazón? ¡Ay! Dime."[47]

 

Noche oscura terrible por la que también pasaron otros hombres y mujeres, pero supieron esperar.

        

               "Y sin embargo, la fe de esperar; la esperanza.” [48]

                                               . . .

                “Para mí  no es noche oscura desde que gozo tu lumbre.

                 Para mí las sombras todas tienen su hueso de  ti.

                 Para mí noche de vida tengo la luz de tu verbo, […]” [49]

 

Contra el caos, contra el presagio de la entropía que muchos, hoy, nos aseguran que será el futuro, Carmen Conde, después de todas estas meditaciones, después de todos estos pasos angostos y oscuros, nos vaticina la esperanza:

 

                  "¡Somos capaces de ir a donde están los  planetas

                    y las campanas de rosas de las estrellas más  blancas!

                    ¡Paso al amor de partir en busca de lo  absoluto!

                    ¡Paso al amor, porque amamos

                     en el Amor que es lo eterno! [50]

                                     . . .

                    ¡El alma conoce el camino que encubrieron los ojos

                     mortales! ¡El alma tiene conciencia de su destino!

                    Otros fueron ya, hasta contaron moradas y  reinos, […]” [51]

 

En estos versos hay una clara alusión a Santa Teresa, maestra e iniciadora en este difícil camino y en los últimos versos de este libro que nos ha servido para seguir su trayectoria por el camino de la esperanza, titulado "Devorante arcilla", encontramos ya la plenitud, la vía unitiva que le hace participar y ver reflejado el Amor en todo:

      

                 "No apartamos de la Verdad nuestra andadura,

                 porque con ella avanzamos en plenitud de paso.”

 

                 Amo esas cabezas que no descansan nunca

                 de pensar en descifrar los secretos[…]

                                               . . .

                 Amo a los hombres que acosan sin piedad

                 su propia limitación, […]

                                               . . .

                 Amo a los místicos del rezo y a los místicos

                 de las ciencias exactas; […]

                                               . . .

                Amo, con una dulzura que nadie tuvo mía,

                las frentes que se arrebatan en números,

               que crujen en laboratorios, en cámaras pneumáticas,

               celando la razón de ser para ser eternamente.” [52]

 

         El amor de Carmen Conde es arrebatado, desmesurado hacia todo lo bello, lo noble, lo elevado. Nos invita a abandonar la angustia, el hastío, la desesperanza:

 

                "Los que no crean en el camino que hay para ir,

                     que se aparten.

                                               . . .

                    Hay camino y hay pasos, y hay que recorrerlos todos.

                    Espera la Verdad para recoger en su boca

                    la palabra en hoguera del cansancio  amontonado

                    que pasa sobre la espalda de los que  andan.” [53]

 

         Versos profundos y creados a golpe de intuición. No se fundamentan en una formación teológica, ni filosófica, sino en algo más profundo, en un presentir de la razón, afirmación absurda, a primera vista, pero no olvidemos que estamos dentro de un ámbito en el que nadie puede atreverse a interpretar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bibliografía

 

 

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[1]Conde, C.: Obra Poética (Empezando la vida) Ed. Biblioteca Nueva. Madrid.1967. Pág.132.

 

[2] Conde, C.: Brocal y Poemas a María. Ed. Biblioteca Nueva. Edición de Rosario Hiriart. Madrid, 1984.Pág.9.

[3]Sánchez Gil, N. C.: Sueños de mujer  Edición de la autora. Murcia, 2000.Pág. 32.

[4] Conde C.: Obra Poética (Prólogo a Ansia de la Gracia) Op. cit., pág. 247.

[5] Conde, C.: Obra Poética. Prólogo a (Ansia de la Gracia).  

[6]Conde, C.: Obra Poética. Prólogo a Ansia de la Gracia.

[7]Conde, C.: El tiempo es un río lentísimo de fuego. Ed. 29 Madrid y Barcelona 1978. Pág. 96 y 97.

 

[8] Conde, C.: Cartas a Katherine Mansfield. Obra Poética. Pág. 2

[9]Conde, C.:Obra poética (Sostenido ensueño) Op. cit. Pág. 173.

[10]Conde, C.: Obra Poética. (Poemas de mar menor)  Op. cit. Pág. 756.

[11]Conde, C.: Obra Poética. (Jaguar puro inmarchito)  Op. cit. Pág. 820.

[12]Conde, C.: Obra Poética (Brocal) Op. cit. Pág. 44.

[13]Conde, C.: Obra Poética. (En un mundo de fugitivos). Op. cit. Pág. 621

 

[14] Conde, C.: Obra Poética. (Brocal)  Op. cit. Pág. 40

[15]Conde, C.: Brocal y poemas a María. Ed. Biblioteca nueva. Madrid 1984. Pág. 42

[16]Conde, C.: Obra Poética (Mujer sin Edén) Op. cit. Pág. 398.

[17] Conde, C.: Obra Poética. (Mientras los hombres mueren) Op. cit. pág...190.

[18] Conde, C.: Obra Poética. (Jaguar puro inmarchito) Op. cit. Pág. 810.  

[19]Conde, C.: Obra Poética (Mío) Op. cit. pág. 232.

[20]Ibídem. Pág. 233.

[21] Conde, C.: Cancionero de la enamorada Edita “Institución Gran Duque de Alba”. Ávila 1971. Pág. 38.

[22] De Luis, Leopoldo. Prólogo a Mujer sin edén. Ed. Torremozas. Madrid 1985.

[23]Conde, C.: Obra Poética. (Mi fin en el viento) Op. cit. pág.308.

[24]Ibídem. Pág. 31

[25]Revista Crítica. Madrid. Abril 1978.      

[26]Symbozska, Wislawa. Un gran número. “Salmo”.197

[27] Conde,  C.: Obra poética (Ansia de la gracia) Op. cit. Pág. 291         

[28] Conde, C.: Obra Poética (Ansia de la Gracia) Op. cit. Pág. 254.

[29]  Ibídem. Pág. 256.

[30]  Ibídem. Pág. 256.

[31] Conde, C.: Obra Poética (Ansia de la Gracia) Op. cit.  Pág.256.

[32]Ibídem. Pág.265.

[33] Ibídem. Pág. 291.

[34] Conde, C.: Obra Poética (Mi fin en el viento).

[35] Conde, C.: Obra Poética (Sea la luz) Pág. 339.

[36]  Entrevista concedida a Mª Dolores de Asís. Revista Crítica Abril Madrid. 1978.

[37]Conde, C.: Obra Poética (Devorante arcilla) Op. cit. pág. 847

[38] Obra Poética. (Devorante arcilla) Op. cit. Pág. 847.

[39]Ibídem. pág. 831.

[40]Ibídem, pág. 834.

[41]Ibídem, pág. 834.

[42]Ibídem, pág 836.

[43]Ibídem, pág 836

[44]  Conde, C.: Obra Poética (Devorante arcilla) Op. cit. Pág. 836

[45]Ibídem. Pág. 842.

[46] Conde, C.: Obra Poética (Devorante arcilla) Op. cit. Pág. 843 y 844.

[47] Ibídem. Pág. 847.

[48] Conde, C.: Obra Poética (En un mundo de fugitivos) Op. cit. Pág. 626.

[49] Conde, C.: Obra Poética (En un mundo de fugitivos) Op. cit. Pág. 626.

 

[50]Conde, C.: Obra Poética (Devorante arcilla) Op. cit.Pág. 850.

[51]Ibídem. Pág.852.

[52]Conde, C.: Obra Poética (Devorante arcilla) Pág. 852 y 853.

[53] Conde, C.: (Devorante arcilla) Op. cit. Pág. 854.