REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS




La carta como documento lingüístico: La deíxis en el discurso epistolar
María José Borrero Barrera
Rafael Cala Carvajal
(Universitat de Barcelona)


 

0. Objetivos

La multisecular presencia de España en América ha generado un ingente volumen de documentación en torno al descubrimiento, la conquista y la colonización del Nuevo Mundo. De dicho volumen destacan los fondos epistolares, en los que descubrimos voces cuyo punto de vista aporta nuevas perspectivas al estudio lingüístico y cultural de América[1].

En el ir y venir que implica todo proceso migratorio, las misivas entablan entre el emigrado y su familia un diálogo diferido cuyo contenido está vinculado al yo, al aquí y al ahora. Por extensión, el remitente salva la distancia física con respecto a su destinatario a través de las marcas lingüísticas deícticas, que exigen de los interlocutores el conocimiento del contexto pragmático de la enunciación.

En consonancia con lo anterior, nuestro objetivo en el presente artículo descansa en la hipótesis de que uno de los rasgos definitorios de la deíxis en el discurso epistolar es su papel modalizador[2], debido a que el enunciador se identifica o se desmarca emotivamente de la realidad circundante mediante las unidades deícticas, de suerte que estas revelan la mayor o la menor implicación emocional del hablante en lo enunciado[3].

Respecto al corpus epistolar de que partimos, precisamos, en primer lugar, que comprende cincuenta y ocho cartas escritas en castellano por semicultos catalanohablantes emigrados a Cuba (s. XIX)[4]; en segundo lugar, que nos ceñimos en nuestro análisis a los determinantes demostrativos y a los adverbios de lugar —ambos ‘deícticos transparentes o completos’—, de acuerdo con la definición de deíxis como “la localización e identificación de personas, objetos, eventos, procesos y actividades [...] en relación con el contexto espacio-temporal creado y sostenido por la enunciación” [Lyons (1977, 1981: 574)] [Kleiber (1983, 1984); y Wettstein (1984)].

 

1. La deíxis en el discurso epistolar.

De entrada, partiendo de las unidades lingüísticas de enunciado y de enunciación, la mayor parte de los lingüistas diferencia la deíxis asociada al enunciado de la asociada a la enunciación; esto es, la deíxis fórica o contextual, la cual remite a las piezas verbales; y la deíxis indicial o mostrativa, relacionada con los factores de identidad, lugar y tiempo [Carbonero Cano (1979: 13)].

Ambos tipos de deíxis los expuso K. Bühler en su Teoría del lenguaje (1934). Este lingüista alemán fue el primero en sistematizar la deíxis, que incluyó en el campo mostrativo y no en el campo simbólico, de manera que distinguió tres clases de referencia deíctica: la presentativa (deíxis ad oculos), en la que el objeto aludido está presente; la imaginativa (deíxis am Phantasma), donde el objeto solo existe en la mente del emisor y en la del destinatario; y, por último, la verbal o anáfora, que supone la aparición del objeto en el enunciado previo[5].

Junto a las dimensiones clásicas de la deíxis (la dimensión personal, local y temporal), incluidas en la clasificación de K. Bühler, se han tenido en cuenta otras posibilidades como la dimensión nocional [Pottier 1974] o modal [Schmid 1983]; la social [Fillmore 1975]; la emocional [Lakoff 1976] o empatética [Lyons 1981]; la analógica [Klein 1983] y la metalocucionaria [Gibbon 1983] [Cifuentes Honrubia (1989: 100-123)].

De estas opciones nos interesa, aparte de la emocional o empatética, la dimensión social de la deíxis, por cuanto es la base del vínculo espacio-temporal entre el emisor y el destinatario en los epistolarios estudiados, y porque se refiere a “that aspect of sentences which reflect or establish or are determined by certain realities of the social situation in which the speech act occurs” [Fillmore (1975: 76)].

Por su parte, J. Levinson (1983) aplica la función social de la deíxis de modo más estricto a los aspectos lingüísticos a los que conducen las identidades sociales de los participantes en el acto de habla. En efecto, visto que el emisor adecua el enunciado a las características del destinatario, aquel no puede soslayar la distancia social entre ambos, plasmada con las formas de tratamiento o usted[6].

Por otro lado, el conocimiento del hablante y su contexto son imprescindibles para determinar el referente de las unidades deícticas, pues este puede variar sin que lo haga su significado léxico, de manera que no hay que confundir las reglas o convenciones reguladoras del empleo de la marca deíctica con lo designado por ella [Gale (1968: 152); Kerbrat-Orecchioni (1980: 48); Cifuentes Honrubia (1989: cap. II)].

Finalmente, en cuanto a la designación o la referencia, esta es el eje de la división que D. Kaplan (1979: 401-412) propone de los signos deícticos. Para ello se basa en el criterio de la demostración, que determina la perspectiva desde la que el demostratum es presentado. En este sentido, un primer tipo de deícticos sería el de los indicadores puros (el yo, el aquí y el ahora), definidores del punto de la expresión verbal en unas coordenadas espacio-temporales, donde los demostrativos (ese, allí, él) —el segundo tipo— pueden interpretarse.

 

1.1. Los demostrativos

Tradicionalmente, los demostrativos, vinculados a la deíxis, han sido tratados en función de su significado[7]. De este modo, a la forma “este” se le ha asociado la referencia a una entidad cercana al emisor; a “ese”, una entidad próxima al destinatario o la alusión a una distancia media entre ambos; y a “aquel”, una entidad neutra, señaladora de un lugar no cercano ni para uno ni para el otro.

Ahora bien, a pesar de que se suelen separar la deíxis personal, la deíxis local y la deíxis temporal, estas son inseparables en el discurso por el valor que les otorga el sujeto. En este caso, los demostrativos, aparte de indicar ‘lugar’, expresan ‘tiempo’ adjuntados a un sustantivo o a un sintagma temporal; de ahí que “este” incluya, en ocasiones, a las dos personas del coloquio —el yo y el tú— (“Esta calefacción hay que repararla”); o que el adverbio pronominal “ahí” indique lo que se halla más cerca del emisor, si bien se considera que atañe al destinatario (“Ahí están los útiles necesarios para el trabajo”) [Lázaro Carreter (1964)].

Por su parte, P. H. Hottenroth (1982) defiende que el reparto del espacio en las marcas demostrativas depende del emisor. Consecuentemente, es lógico que los valores tradicionales del demostrativo no expliquen el uso de la tripartición este, ese, aquel. A este respecto, J. L. Cifuentes Honrubia deduce que el espacio del yo

“está organizado de forma que las regiones de “este, ese, aquel” son consideradas en forma de círculos concéntricos alrededor del enunciador. La región de “este” es el círculo más próximo que contiene al yo. La región de “ese” limita con las de “este” y “aquel”” [1989: 133].

De acuerdo con ello, es posible que a la hora de ubicar un referente, además de pensar en su localización, el emisor exprese en la fórmula locativa de carácter deíctico una relación de pertenencia e identificación con el objeto y el lugar señalados, como indica el primer demostrativo en el fragmento siguiente:

“Sabará que tovimos un feliz viage desde este [puerto de] Barcelona [origen del remitente] asta La Habana. Estovimos 27 días de nabu[ga]ción, con tres días de escala que tobimos que·ser antes de llegar en este [puerto de La Habana, destino del viaje] por falta de carbón y los asimos en Novitas” (FPO, 28/01/1871).

De modo parecido, el distanciamiento de alguna circunstancia adversa, como el servir en un cuerpo militar ajeno al propio, lo marca el deíctico ese en lugar de este:

“me parece estraño que los artilleros de montaña y plaza mandarnos a infantería. Por lo tanto, desearía mucho el poder salir de ese desgraciado cuerpo” (BMVB, 24/11/1897)[8].

Paralelamente, el carácter interactivo del género epistolar presenta la acción como actual gracias al empleo de estos por esos, tal como se ilustra en:

“Ahora vien, es el caso que nadie se a dirigido a mí haciéndole cargos a mi querido sobrino político Oliver ... Ya se guardarán de hacerlo no dando lugar, pues él sabe que ... me encontrarán listo ... con el fin de que los trivunales de justicia pongan remedio a estos desórdenes” (FPO, 15/09/1867).

 

1.2. Los adverbios demostrativos locativos[9]

Como ya hemos planteado en las páginas precedentes, también es pertinente distinguir en los adverbios demostrativos las expresiones referenciales propiamente deícticas de las que no lo son, distinción plasmada en las designaciones ‘localización (espaciotemporal) deíctica’ y ‘localización (espaciotemporal) inherente o contextual’ [Kerbrat-Orecchioni (1980: 59-70); Cifuentes Honrubia (1989: cap. 5); y Vicente Mateu (1994: 127 y ss.)][10].

Asimismo, el uso de los adverbios demostrativos de lugar responde en ocasiones a la neutralización del sistema ternario aquí, ahí y allí en función de un mecanismo psicológico que permite al remitente aproximar la realidad añorada a su cotidianidad. Baste como muestra el adverbio aquí en lugar de ahí/allí en esta misiva remitida desde Cuba a Cataluña:

“Hoy le escribo al amigo Jayme Ferrer de San Feliu de Boada, que desea benir i me a tomado parecer i le digo que no benga, que por aquíi en Anpurdái se está mejor” (FPR, 09/03/1900)[11].

De la misma manera, el castellano cuenta con un sistema binario de adverbios de lugar (aquí vs. allí y acá vs. allá), que los gramáticos del s. XIX describen atendiendo a la noción de movimento:

allá y acá van por lo regular en las oraciones que llevan embebida la idea de movimiento, y allí y aquí en las de permanencia ó quietud : Venga Vd. acá , no, aquí” [Salvá (1988: 498)]; y

“Adverbios demostrativos de lugar: aquí (en este lugar), ahí (en ese lugar), allí (en aquel lugar), acá (a este lugar), allá (a ese o aquel lugar)” [Bello (1984: XIX, §381)].

No obstante, la susodicha distinción se neutralizaba en la lengua hablada[12], lo que modaliza el texto al tiempo que es un índice del mayor o menor grado de asimilación del emigrado al español y a la cultura de Cuba. Con miras a demostrarlo, consideremos los dos fragmentos reproducidos acto seguido:

“Circunstancias inprevistas me han privado de bolverles a visitar, y de fumar en reunión algunos sigarros como dicen Vdes. por \h/allá” (FPO, 15/09/1867); y

recuerde que le dige [que] vienen de mala casta, aquí para nos, de parte de madre, no porque aya nada de pasas como decimos en este país, motivo por el cual le dige a Joaquín: “boy a llevarme a tus dos hijos mayores ... a fin de que se instruien hallá en nuestra. provincia” (FPO, 26/03/1871).

En el primero, el empleo de ustedes por vosotros (fenómeno presente también en los dialectos meridionales de la Península), el vocablo “sigarros”[13] y el adverbio allá en lugar de allí evidencian la asimilación del emisor a la modalidad lingüística cubana.

En el segundo, el remitente menciona un modismo —que suponemos cubano[14]—, el cual, junto con el verbo decimos[15], el determinante este adjuntado a país (Cuba) y el adverbio allá por allí, dan a entender la asimilación del emisor al español en Cuba. Pese a ello, el emigrante no se integra por completo, emocional y lingüísticamente, al país de adopción en vista de que al lado de allá (lejanía) aparece nuestra (cercanía).

 

2. Conclusión

De lo expuesto, se hace manifiesto que las expresiones deícticas enlazan el enunciado con algún elemento contextual. En este, el espacio y el tiempo existen en la mente del enunciador, y a partir de ellos desarrolla, mediante los demostrativos, una dimensión deíctica espacial articulada a partir de la suya.

Igualmente, todas las precisiones realizadas acerca de las marcas deícticas en el presente artículo muestran que su significado es “negociado” por los interlocutores, en el sentido de que aquel está condicionado por los conocimientos de estos y por las circunstancias del contexto, el cual constituye “el conjunto total de factores que organizan, en el acto comunicativo, los signos lingüísticos según las necesidades puntuales de la comunicación” [Vigara Tauste (1992: 332)].

En consecuencia, uno de los rasgos más sobresalientes de la deíxis en el discurso epistolar es su papel modalizador en tanto que la modalidad revela la mayor o menor implicación emocional del enunciador en el enunciado.

 

Bibliografía

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[1] En el ámbito del español, se han editado múltiples epistolarios americanos [Otte (1988); Macías y Morales Padrón (1991); y Company Company (1994)]. En cuanto al ámbito del catalán, remito a Cala Carvajal (1999a, 2000 a y b, en prensa a, b y c, 2001).

[2] No hay que olvidar que se han atribuido a las unidades deícticas dos rasgos básicos: el ser expresiones referenciales y el estar asociadas a las coordenadas de la enunciación [Lyons (1977: 574), Vicente Mateu (1994: 170), inter alia]. Por su parte, otros lingüistas hacen hincapié únicamente en la asociación de la deíxis a las coordenadas enunciativas [Cinque (1976); Kerbrat-Orecchioni (1980: 48); y Moreno Cabrera (1991: 163)].

[3] En efecto, es a la ‘deíxis secundaria’, ‘emocional’ o ‘empatética’ a la que nos referimos cuando afirmamos que la deíxis evidencia la implicación emocional del enunciador en el discurso, habida cuenta de que gracias a las unidades deícticas pertenecientes a la ‘deíxis secundaria’ reinterpretamos las dimensiones espacio-temporales que enmarcan la ‘deíxis primaria’, ceñida al contexto deíctico físico [Lyons (1977: 611; 1981: 234); y Cifuentes Honrubia (1989: 118-119)].

[4] La transcripción de dicho corpus se ha llevado a cabo en el trabajo de investigación Edición de epistolarios catalano-cubanos del siglo XIX, defendido en la Facultad de Filología de la Universitat de Barcelona en 1999. En concreto, se editaron en él, por un lado, los archivos familiares catalogados como «fondo patrimonial Oliver de la Serra de Calonge» (FPO) y «fondo patrimonial de la familia Ragolta» (FPR); y, por el otro, el fondo «Cartes i documentació de Zoilo Gallart Balcells. Ms. Ultramar/13» (BMVB), depositado en la Biblioteca-Museu Víctor Balaguer (Vilanova i la Geltrú, Barcelona) [Cala Carvajal (1999b)].

[5] De dicha clasificación tripartita, la deixis am phantasma es secundaria con respecto a la deíxis ad oculos [Cifuentes Honrubia (1989: 93); y Vicente Mateu (1994: 153)]. Asimismo, la anáfora no constituye propiamente un tipo de deíxis en virtud de que descansa en una relación de correferencia [Cinque (1976: 109 y ss.); Lyons (1977: 15.3); Levinson (1983: cap. 2); Cifuentes Honrubia (1989: 104 y ss.); y Vicente Mateu (1994: 156 y ss.)].

[6] Si bien ello es así, la retórica epistolar, en lo que nos concierne, condiciona la expresión lingüística del respeto, en razón de que la parte estereotipada de la misiva acoge en múltiples ocasiones el usted, mientras que el cuerpo de la carta se vehicula con el . Sirva como ejemplo la siguiente letra fechada el 28 de febrero de 1875 (FPR):

“Sra. Dª. Rosa Salvador de Ragolta.

Villa de Managua, 28 febrero de 1875.

Mi querida hermana:

Me alegraré que al recibir la precente se alle V. con perfeta salud en compañía de toda la demás familia. Yo sigo un poco mejor de mi enfermedad g. a Dios.

La presente ba acompañada de un poder para que cobres mi legítima y, si hay alguna dificultad, me lo mandarás a decir a buelta de correo para poderlo ar[r]eglar. Le dirás a mi hermana Marta<ra> <...> que, si tiene proporción de poderse retratar en tarjeta, me mande su retrato dentro de una carta, que como la más chica deseo el berla.

Sobre de mi biage a España, no sé si podrá haser en este año por no poder realizar mis negocios sobre el cambio del papel a oro. Por lo tanto, le dará V. espreciones a todos los de la familia y demás conocido[s] y tú recibirás el verdadero cariño de tu hermano.

Juan Salvador FIRMA

Cuando deseas escribirme, pondrás Ysla de Cuba. Sr. D. Juan Salvador del Comercio Managua.

P. D. No te pongo el sobre dirigido a Maura por no saber su nombre, porque no se sabe si dice Erasmo o Gerardo. Cuando escribas, lo aclarar[ás] bien. Vale.”

[7] Son muchos los lingüistas que abogan por la inclusión de los demostrativos en las unidades deícticas [Carbonero Cano (1979: 24-25); y Macías  Villalobos (1997: 32-33)]. Debido a que nuestro estudio no hunde en las raíces de la reestructuración del sistema de los demostrativos desde el latín vulgar hasta el español, recomendamos la lectura de Lleal (1990: 84-85, 243, 311-312); Penny (1993: 144-146); y Rodríguez Gómez (1996: 45-62).

[8] Lo mismo acontece en el siguiente fragmento, en que esperaríamos el demostrativo esta, al escribirse la carta en Manzanillo. Sin embargo, el demostrativo esa se ajusta mejor a la intención comunicativa del remitente de distanciarse de la realidad circundante (la guerra):

“Padres, tomo la pluma per a manifestarles como el 12 llegamos en esa de Manzanillo sin nobedad ... Tanbién debo decirles que, cuando llegamos en esa [Manzanillo], estamos dos días sin hacer nada” (BMVB, 24/11/1897).

De modo similar, aquel puede magnificar la separación física (Cuba vs. Cataluña) y emotiva de una realidad desagradable, distanciamiento físico y emotivo atenuado, en el párrafo transcrito a continuación, mediante el determinante posesivo nuestro, nexo de unión entre el emisor y el destinatario:

“lo que a pasado y pasa en nuestra dichosa villa [Calonge] es bochornoso ... de aquí que todo queda inpune, sin que se castiguen las causas \o echos/ haciendo un ejemplar en aquella villa” (FPO, 15/09/1867).

[9] En cuanto a los adverbios demostrativos, estos reciben distintas designaciones en función de si se vinculan a los pronombres demostrativos (adverbios demostrativos [Bello (1847: § 380 y ss.); Alarcos Llorach (1994: § 178); y Rodríguez Ramalle (1995)]); a los pronombres (adverbios pronominales [Roca Pons (1960); Seco (1989: § 81); y Alcina & Blecua (1991: § 4.0.3)]); y a las unidades deícticas [Carbonero Cano (1979), Hernández Alonso 1977 y Martínez (1988: 278)].

[10] Así y todo, la frontera entre los adverbios de lugar y tiempo ‘pronominales’ o ‘deícticos’ y los adverbios locativos y temporales ‘nominales’ o ‘no deícticos’ no es nítida en ocasiones [Levinson (1983: 66-67); y Eguren (1999: 956-958)].

[11] Igualmente, el aquí puede ser el resultado de una interferencia con la lengua catalana, en la que el sistema clásico ternario de los adverbios deícticos de lugar es ací (cast. aquí), aquí (cast. ahí) y allí (cast. allí) [Cala Carvajal (2000)].

[12] Este hecho lo constatamos sirviéndonos del testimonio del gramático venezolano A. Bello:

“Tal es el valor que regularmente solemos dar a estos adverbios, sin que por eso dejen algunas veces de aplicarse al movimiento los en i, como acá y allá a la situación: «Ven aquí.» «Creo que no faltan por allá inquietudes y turbulencias como desgraciadamente las tenemos por acá.»”. [Bello (1984: XIX, §382)].

Con todo, no hay que descuidar que el uso de los adverbios deícticos acá y allá es mayor en Hispanoamérica que en España [Kany (1976: 319-323)].

[13] En cuanto a la palabra cigarro, E. Pichardo enumera las denominaciones que aquella recibe en español:

“Hoy [...] al [tabaco] aderezado ya para fumar denominan en unas partes Cigarro, en otras Puro, Tabaco de hoja o de humo, y en esta Isla Tabaco” (DPVFC, s. v. tabaco).

Por consiguiente, el emisor es consciente de la diferencia léxica cigarro vs. tabaco y adopta como propia la segunda, lo que deducimos gracias a “como dicen Vdes.”.

[14] No lo hemos documentado ni en el diccionario de E. Pichardo, ni en los principales diccionarios de lengua españoles ni en los diccionarios de fraseología.

[15] De igual modo, el nosotros une y desune a Europa y a América a la vez, ya que en “para nos” se refiere al emisor y al destinatario como europeos y, en “decimos”, la primera persona gramatical identifica al remitente con los cubanos.