REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


Miguel Espinosa. La palabra desterrada

http://www.um.es/acehum/miguel_espinosa

María Dolores Adsuar Fernández

(Universidad de Murcia)

 

Si he perdido la vida, el tiempo,

todo lo tiré como un anillo al agua.

Si he perdido la voz en la maleza,

me queda la palabra.

Blas de Otero

 

 

Cuando el hombre de letras, además de la palabra, se vale de la conciencia, entonces es más costoso que se haga de escuchar. Resulta incómodo. Se invierte entonces aquello de "a palabras necias, oídos sordos", y se dice aquello de "a palabras verdaderas, oídos necios". Es extraño, pero a un escritor se le puede perdonar que escriba un mal libro, o incluso dos o más, o que plagie un buen libro (o uno malo), o dos o más. Pero que se atreva, que tenga la osadía de meter la conciencia de por medio, y que quiera convencer a su contrario de que además de leer puede -debe- pensar, e incluso actuar, eso ya es harina de otro costal. "Menuda desvergüenza", puede obtener por toda respuesta. Hay escritores que triunfan en este "torpe" empeño, pero aquellos que viven en un entorno "regionalista" son los que, desde luego, llevan todas las de perder.

Podemos decir que el mundo se divide en dos grupos característicos: los que leen, y los que no leen. Entre los primeros tenemos a aquellos que disfrutan con el placer de la lectura, y también a aquellos que no se sienten ofendidos por el hecho de que la lectura les induzca a pensar. Entre los que no leen, tenemos a aquellos que no han visto un libro en su vida, y también a aquellos que han visto muchos, pero que han creído que leer era limitarse a pasar páginas de ellos. Este último grupo, el de los "no lectores", es el de los vulgarmente llamados analfabetos, aunque entre sus filas militen también  universitarios, doctores y docentes. También en el primer grupo, el de los "lectores", podemos encontrar a esta fauna universitaria, con lo que tampoco está todo tan perdido.

Como vivimos en sociedad, es lógico que ambos grupos se conozcan e incluso trabajen juntos. Hay "lectores" que ayudan a sus contrarios a conocer el mundo, o al menos lo intentan. La esperanza es lo último en perderse, aunque ya se sabe que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un globalizador entre en el Reino de los Cielos. También un "no lector" puede cambiar a su contrario y ayudarle a desconocer el mundo. La famosa teoría de la manzana podrida.

La enseñanza (doméstica, escolar, universitaria) se basa en esta relación. Hay lectores en potencia que por la ineptitud de sus educadores acaban convencidos de que el Sol gira en torno del planeta Tierra, incluso ahora que la Iglesia pidió público perdón a Galileo por hacerlo girar..., siglos y siglos después de mandarlo ajusticiar.

Si hay algo que caracteriza al hombre es su resistencia al cambio y su perenne necesidad de encontrar un lugar en el mundo. ¿Para qué? Para sentar sus bases, para plantarse. El movimiento asusta. Rendiremos sempiterno culto a la "cansera" medinesca, porque "¿pa qué quiés que vaya?" No, es más cómodo quedar, que sea el otro quien venga a nosotros. "Que inventen los otros", dijo alguien. Sí, que inventen. Rendiremos sempiterno culto a la "cansera" medinesca, como culto se rindió también a la ley "mandarinesca", pero ¿quién conoce al Eremita?

Hay una máxima que, como todas las máximas, se cumple siempre (si no fuera así, en lugar de "máxima" sería mínima, claro está): "Nadie es profeta en su tierra". Ni siquiera Ulises, que fue Nadie. Es por esta razón que, para muchos, Asklepios, Azenaia, El Eremita... son nombres sin sentido. Para otros, sin embargo, estos nombres tienen vida propia. Asklepios, por ejemplo, es el último de los griegos, que tuvo dos nacimientos, y en el último fue contemporáneo nuestro, trayendo a nuestros días el espíritu clásico. Amó a Azenaia, la de los ojos glaucos... Claro, Asklepios no es (aunque podría serlo) Orlando, y ni siquiera está furioso, aunque sí enamorado; a pesar de proceder del mundo clásico y de su viaje por los siglos, no es el inmortal que Christopher Lambert o Sean Connery inmortalizaron para el cine; desterrado del espacio y del tiempo, no fue en pos de un Arca Perdida, y mucho menos conoció al Señor de los Anillos; y, para más inri, su autor, Miguel Espinosa, no nació en una gran urbe, sino acá, en Murcia, y no perteneció a generación alguna de moda. Es más, cometió el gravísimo error de tener conciencia, de mostrarnos las miserias de una fea burguesía, la que rodeó a nuestros padres y a los que hoy pasan de la cuarentena. La misma fea burguesía que aún existe, porque la burguesía es como la energía: ni se crea, ni se destruye, simplemente se transforma. Y un burgués se transforma en otro que, con distinto nombre, sigue siendo burgués.

Miguel Espinosa Gironés nació en Caravaca de la Cruz, allá por los años veinte. Y para compensar la escasez de lujos materiales con los que habría de vivir hasta su muerte, nació con el mayor de los lujos que un hombre puede tener: la capacidad de pensar y de sentir. El hombre que piensa y siente, que no se limita a vegetar y dejarse estar en el mundo, es el más verdadero de los hombres (“eres el último y más verdadero y claro entre los griegos”, le dice Azenaia). También es el más incómodo... para aquellos que ni sienten ni piensan. Crítico con su momento y con su entorno, cometió la "torpeza" de no venderse a ideología alguna. Enteramente libre, es por ello que su figura no ha sido reivindicada jamás ni por unos ni por otros, y así su genio ha quedado para un selecto "círculo" de atrevidos. Gonzalo Sobejano, afamado crítico, afirma que Espinosa es el mejor escritor murciano del siglo XX. Una inexactitud total. Y quien lee a Espinosa lo comprueba. Si Espinosa hubiese nacido en cualquier otra ciudad, promotora y difusora de su patrimonio y su cultura, habría sido considerado sin duda uno de los mejores escritores españoles del siglo XX, junto a un Sender, un Benet y un Martín Santos.

Espinosa fusiona la granja de animales de Orwell y el mundo feliz de Aldous Huxley, y su resultado es una particular "escuela" de mandarines. Años más tarde, Saramago crearía un mundo de ciegos donde Espinosa había fundado su escuela, y la mujer del médico tomaría el testigo de manos del propio Eremita. Espinosa retomó también el espíritu crítico de Larra para hablarnos de la sociedad burguesa, recuperó el lamento machadiano ante la ausencia de la amada para Asklepios ("Hoy te escribo en mi celda de viajero, a la hora de una cita imaginaria. Rompe el iris al aire el aguacero, y el monte su tristeza planetaria. A ti, Guiomar, esta nostalgia mía", nos decía Machado), y retrató, sin ningún tipo de reparos y sin caer en la chabacanería, una relación lésbica en el seno de una sociedad convencional y puritana, creando una hermosa historia de amores, desamores y triángulos, que rezumaba erotismo por los cuatro costados.

Hoy día, a veinte años de su muerte (falleció en 1982), son muy pocos los estudiantes de instituto que han escuchado su nombre en las aulas, y son muchos menos los que lo han escuchado en la Universidad. Quienes lo escuchan o escucharon en el instituto son, sin duda, alumnos de Caravaca, de profesores caravaqueños, o de algún instituto celebrado con su nombre. En 1991 fue la Cátedra de Literatura Hispanoamericana quien tuvo la valentía de rendirle homenaje con un espléndido Congreso. Aquello, que podía hacer presumir el germen de un estudio de su obra, de su figura, la difusión de su palabra, de su nombre, quedó en un Congreso y diez años más de olvido. El año pasado, un reducido grupo festejó su aniversario (setenta y cinco años de su nacimiento) leyendo parte de su obra en el Día del Libro, y otros tantos le festejaron en octubre en su pueblo natal. Este año, Ediciones La Torre ha presentado una nueva edición de "Escuela de Mandarines", a cargo de la Dra. Carmen Escudero, estupenda profesional e investigadora. También este año ha salido a la luz un curioso libro sobre la presencia de Miguel Espinosa en la prensa, del periodista murciano Rubén Castillo. Pero frente a estos destellos, estos detalles, el resto es olvido. Espinosa era un hombre inteligente y lo sabría. Sabría que ser crítico, ser verdadero, ser "impertinente", conllevaba algunos riesgos. Probablemente le habría "decepcionado" lo contrario, el reconocimiento, por temor a que naciera de un lector que no hubiese sabido captar su mensaje. Es por esto que hay muchos de estos que prefieren obviarle, mostrarle su más cruda indiferencia. Creen que así lo desprecian, pero no saben que cuanto más le ignoran, más le honran.

Pero como,  a pesar de la resistencia al cambio, el mundo gira, y hoy es ya ayer cuando mañana se presente, la obra de Miguel Espinosa seguirá estando para aquellos que sientan la natural inclinación a la lectura, a vivir en y desde la lectura. Para aquellos que tengan razón y corazón en lugar de ancla.

Hasta hace dos días, buscar en Internet, la mayor base de datos del mundo, a Miguel Espinosa, era toparse de bruces con Armillita, torero. Frente a "tropecientas" páginas taurinas, encontrábamos cuatro en las que se aludía al escritor murciano, que una vez impresas quedaban en poco más de dos folios. La información era vaga y escasa. Es por esa razón que Alberto Sánchez Griñán, que también pasó por estas aulas murcianas, emprendió una Cruzada muy particular (para ello es un estudioso e investigador de la obra espinosiana, sobre quien prepara su tesis doctoral bajo la dirección del Dr. Vicente Cervera Salinas), y desde Shanghai, donde trabaja como lector de español, quiso proyectar en la red la figura de Espinosa. Aquí, en Murcia, la que suscribe estas líneas se puso a sus órdenes, y nació así la primera web dedicada a nuestro genio (http://www.um.es/acehum/miguel_espinosa). Su hijo, Juan Espinosa, se mostró siempre atento y solícito a nuestras necesidades, y generoso al permitirnos "colgar" textos de su padre. Amigos, estudiosos, críticos, desde Mercedes Rodríguez, Eloy Sánchez Rosillo, Pedro García Montalvo, Vicente Cervera (la lista es numerosa, y perdonen quienes no se encuentren citados)... hasta Carmen Sánchez Carrión, que en octubre del pasado año leyó su tesis doctoral sobre "La fea burguesía" bajo la dirección del Dr. Eloy Sánchez Rosillo, la web se actualiza constantemente con nuevas colaboraciones. En realidad, recién se echó a andar. No estancarse, no detenerse. "Si te paras, caducas", rezaba un célebre eslogan.

Confío en que un día no muy lejano alguien se atreva a pronunciar y explicar en estas aulas universitarias, con el mismo fervor con que algunos claman y declaman a muchos y buenos (y también malos) escritores, a esta figura de las letras. Tenemos muchos y buenos profesores preparados para tal fin, y espero que alguna vez sientan el pistoletazo de salida para comenzar esta bella y singular tarea.

Por lo pronto, curioso lector, atrévete a tomar un libro. No te limites a pasar las páginas, como los de oídos necios, y entretente en esos signos que conforman palabras y estructuran frases. Haz caso del Poeta: "Recuéstate, y dulce, déjate mecer por el suave eco que escuchaste quién sabe cuándo". Y si sientes un aguijón en el corazón, o un rumor en tu cabeza, no te asustes si no estás acostumbrado, y no lo achaques a la "cansera": es, sencillamente, que el "pobrecito hablador", el de la mirada despierta, el "impertinente", regresa de donde le desterraron y se sentó a tu lado.

Te lo dice la de los ojos glaucos... aunque el mundo desgraciadamente sea real, y yo, desgraciadamente, no sea Azenaia.

 

 

 

http://www.um.es/acehum/miguel_espinosa