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Revista de estudios filológicos
Nº34 Enero 2018 - ISSN 1577-6921
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teselas

Todos los hermosos caballos, Cormac McCarthy

(DeBolsillo, Barcelona, 2012)

 

         Llovía en alguna parte del desierto. Podían oler la creosota húmeda en el viento. Se encendieron unas luces en una casa de ladrillo de cenizas construida provisionalmente en una esquina del muro de la prisión donde un prisionero acomodado vivía como un sátrapa en el exilio con cocinero y guardaespaldas incluidos. La casa tenía una puerta de celosía y una figura pasó y volvió a pasar detrás de ella. En el terrado había una cuerda de tender donde la ropa del prisionero ondeaba suavemente bajo la brisa nocturna como banderas nacionales. Rawlins indicó las luces.

         ¿Le has visto alguna vez?

         Sí, una. Una tarde estaba en la puerta fumando un cigarro.

         ¿Has aprendido algo de la jerga de aquí?

         Un poco.

         ¿Qué es una pucha?

         Una colilla.

         Entonces, ¿qué es una tecolata?

         Lo mismo.

         ¿Cuántos jodidos nombres tienen para una colilla?

         No lo sé. ¿Sabes qué es un papazote?

         No, ¿qué?

         Un pez gordo.

         Así llaman al tipo que vive ahí.

         Sí.

         Y nosotros somos un par de gabachos.

         Bolillos.

         Pendejos.

         Cualquiera puede ser un pendejo, dijo John Grady. Sólo quiere decir un idiota.

         ¿Ah, sí? Pues somos los más grandes de aquí.

         No lo discutiré.

         Callaron.

         (pág. 208)