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Revista de estudios filológicos
Nº33 Junio 2017 - ISSN 1577-6921
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reseñas

IDOMENEO: UN MITO GRECOLATINO EN LA LITERATURA DEL SIGLO XVIII

 

Aurora Galindo Esparza

 (Universidad de Murcia. Facultad de Letras. Departamento de Filología Clásica. Murcia. España. age4@um.es)

 

Mariano Valverde Sánchez, El mito de Idomeneo y su tradición literaria. De la épica griega al teatro español del siglo XVIII, Madrid-Salamanca, Signifer Libros, Thema Mundi/ 8, 2016, 192 páginas, ISBN: 978-84-16202-12-6

 

 

A finales de 2016 se ha publicado este libro sobre el mito de Idomeneo y su pervivencia en la literatura europea moderna. Su autor, Mariano Valverde Sánchez, Catedrático de Filología Griega de la Universidad de Murcia, es un excelente conocedor de la mitología clásica y su huella en la literatura occidental, campos que viene estudiando desde hace varias décadas. Como él mismo expone en el prólogo, el tema de Idomeneo viene siendo objeto de su atención desde hace más de diez años, y este libro supone la culminación de varias aproximaciones previas a la cuestión[1]. Estos primeros acercamientos han revelado la compleja andadura de la leyenda del rey cretense a lo largo de la historia de la literatura, desde su primera aparición en la Ilíada hasta el apogeo que experimenta el mito en el siglo XVIII: en este contexto se compone su recreación más popular, la ópera de Varesco y Mozart Idomeneo, re di Creta.

Procediendo siempre con una metodología meticulosa y uniforme, Valverde parte de los tratamientos de la historia de Idomeneo en las fuentes de la Antigüedad grecolatina para a continuación comprobar la pervivencia multisecular del tema en la literatura europea a través del examen de una serie de obras francesas y españolas del siglo XVIII. El camino es largo y los testimonios son múltiples, pero Valverde consigue dotar su obra de una admirable unidad al aplicar un análisis de amplias miras que le permite establecer y explicar los vínculos de cada testimonio con aquellos que lo preceden y que lo siguen.

El estudio se estructura en tres grandes secciones que abarcan respectivamente las recreaciones de las fuentes grecolatinas, francesas y españolas. Esta parte central, el cuerpo del trabajo, se complementa con unas páginas preliminares de prólogo e introducción y con unas conclusiones al final como colofón de la investigación. Valverde deja bien delimitado al inicio el objetivo de su ensayo y las etapas en que se propone desarrollarlo, y en las páginas siguientes nos va guiando a lo largo de ese dilatado recorrido del mito del rey cretense, que arranca en la épica arcaica y concluye en nuestro teatro neoclásico. La exposición de la trayectoria del relato a lo largo de los siglos se ve apoyada por una amplia y variada muestra de textos que se presentan en su lengua original (griego, latín, francés, italiano, español), que son sistemáticamente comparados y comentados por el autor.

 

El capítulo introductorio contiene un conjunto de consideraciones imprescindibles para el correcto entendimiento de los mitos clásicos y de su papel y significación en el mundo antiguo y en la civilización europea, que los hereda y los transforma hasta hacerlos suyos. Estos relatos tradicionales transcienden pronto el ámbito meramente religioso y se convierten en una materia abierta, cambiante y flexible, que recitadores y poetas reelaboran una y otra vez y adaptan a diversos fines. De este modo, el mito va conformando el riquísimo sustrato cultural grecolatino que va a heredar Occidente. El de Idomeneo es un ejemplo de mito que ha conocido diversas versiones, y es una versión tardía, la de Servio (ca. 400 a.C.), la que encuentra mayor resonancia en la tradición posterior por contener los motivos del voto imprudente y de la inmolación del hijo, atractivos y propicios para la inventiva literaria y para la reflexión moral.

La primera sección del libro nos lleva al punto de partida de este tema literario: la figura de Idomeneo, rey de Creta, hijo de Deucalión y nieto de Minos, aparece ya en la Ilíada y la Odisea, donde es aludido como un guerrero ilustre y valeroso. Ciertas referencias implícitas dan a entender que regresa a Creta tras haber cumplido con su deber en la Guerra de Troya. Apuntan en esta misma línea los escasos vestigios del personaje tanto de la iconografía como de otras fuentes que siguen a Homero: Diodoro Sículo, Quinto de Esmirna, Dictis Cretense[2].

Frente a esta corriente, ciertas obras grecolatinas transmiten que Idomeneo, al igual que otros héroes aqueos (Odiseo, Agamenón, Ayante…), tuvo un nóstos desafortunado. Autores como Apolodoro o Licofrón hablan de un traidor, Leuco, que usurpa el trono a Idomeneo; este último en unas versiones es retenido por una tempestad y muere antes de llegar a Creta, en otras vuelve y expulsa al conspirador, y en otras es desterrado él por Leuco. En consonancia con un exilio de Creta, en autores latinos como Varrón y Virgilio[3], encontramos escuetas alusiones a que Idomeneo se refugió en el sur de Italia, fundando allí la ciudad de Salento.

Son los comentarios a la Eneida de Servio la primera fuente que incorpora a la leyenda el sacrificio del hijo a causa de un juramento insensato. Según Servio, Idomeneo sufrió una tempestad al volver de Troya y prometió a los dioses sacrificar al primero que le saliera al encuentro, y éste fue su propio hijo: en unas versiones llega a hacerlo y en otras se lo impiden. Se desata en Creta una peste y el rey es expulsado, bien por sus súbditos que reprobaron su crueldad, bien por un traidor que le usurpó el trono, trasladándose a Italia y fundando Salento. Valverde desglosa los motivos que integran la narración de Servio, todos ellos con numerosos paralelos en otros relatos tradicionales: la navegación de regreso truncada por una tempestad, el voto imprudente, el sacrificio del hijo, el pueblo que sufre una epidemia por una falta de su soberano, la expulsión del reino y la fundación de una nueva ciudad. Para el autor de nuestro estudio es evidente que Servio sigue testimonios más antiguos que no conocemos, y razona, por la ausencia de tragedias clásicas con este argumento, que el exegeta latino lo tomaría de fuentes helenísticas secundarias, tales como los Nóstoi de Anticlides de Atenas.

Este mito se analiza a la luz de algunas consideraciones acerca de los sacrificios humanos en la Grecia Antigua y del sacrificio del hijo como motivo literario. El tema de los sacrificios humanos es bastante recurrente en la mitología, pese a que no se ha comprobado se practicaran en Grecia. En los mitos clásicos estos ritos aparecen siempre como una práctica aberrante e impía, que despierta el rechazo de dioses y hombres. Por otra parte, el motivo que Vladimir Propp denomina “promesa de entrega” -el padre forzado a sacrificar a su propio hijo, a menudo por haber formulado un juramento irreflexivamente- está presente en muchas mitologías. Valverde Sánchez hace un repaso de historias similares a la de Idomeneo que transmite Servio, siendo la de Jefté (Libro de los Jueces, Antiguo Testamento) la que presenta mayores paralelismos.

 

La presencia de la leyenda de Idomeneo en la literatura francesa del siglo XVIII ocupa la segunda parte de la monografía. Para enlazarla con la secuencia precedente, se intercala una sección que describe el posible itinerario del mito desde la Edad Media. Está presente en varias fuentes mitográficas, como Genealogia deorum gentilium de Giovanni Boccaccio, L'histoire poétique de Pierre Gautruche o Grand Dictionnaire historique de Louis Moreri, que refieren la versión de Servio, y en fuentes literarias como el Roman de Troie de Benoit de Sainte-Maure y la Historia destructionis Troiae de Guido delle Colonne. Las obras de Sainte-Maure y Colonne, así como la General Estoria de Alfonso X, siguen en lo relativo al mito de Idomeneo la información de la crónica de Dictis Cretense.

El apartado de tratamientos franceses se inaugura con el Télémaque de François Fénelon (primera edición en 1699; definitiva en 1717). Destaca Valverde el influjo decisivo de esta novela, muy popular en Europa, en las recreaciones dieciochescas del tema de Idomeneo. Fénelon reescribe episodios de la cultura clásica apoyándose en multitud de fuentes tanto de la Antigüedad como de las eras posteriores. A la historia de Idomeneo le dedica una atención notable, presentándola, como hace notar nuestro estudioso, a modo de doblete de la historia de Ulises, quien también experimenta un nóstos accidentado pero que concluye con el feliz reencuentro con su hijo. Idomeneo, en cambio, se ve obligado a sacrificar al suyo por una promesa imprudente que formuló en una tempestad. Aunque el propio hijo ofrece su vida, el prudente sacerdote Sofrónimo propone a Idomeneo sustituir a la víctima humana por cien toros blancos. Sin embargo, el rey finalmente es víctima de una enajenación sobrenatural e inmola a su hijo, lo que desemboca en el levantamiento del pueblo, auspiciado por un traidor llamado aquí Protesilao, y la huida a Salento del desdichado Idomeneo. Es la de Fénelon una obra pedagógica, imbuida de los valores de la Ilustración, que acentúa los aspectos éticos y, desde esta óptica, en la que perseveran los autores siguientes, se enfoca el destino trágico de Idomeneo, que cae en desgracia por su hýbris y su imprudencia. El componente de dramatismo, que enfatizarán los dramaturgos, también se encuentra ya en Fénelon.

En efecto, en 1705 se estrena un drama trágico, Idoménée, primera creación de Prosper Jolyot de Crébillon, que se inspira en Fénelon y posiblemente en una tragedia escolar homónima representada en el Colegio jesuita Louis-le-Grand en 1691. A éstos se suman otros modelos que Valverde llama “horizontales o transversales” por desarrollar historias diferentes pero paralelas a la de Idomeneo: así las Ifigenias de Eurípides o los dramas de Racine. La tragedia de Crébillon incorpora algunas novedades: el elemento amoroso, materializado en la pasión de Idomeneo y de su hijo Idamante por Eríxena, y conectado con el tema de la traición política, a cargo de Meríones, precisamente padre de Eríxena; la ira divina por el incumplimiento de la promesa se manifiesta mediante desastres naturales. Crébillon, desde una óptica moralizante, muestra el tormento de Idomeneo, que reconoce su error y que se resiste hasta el final a cumplir su ominoso voto. Al fin Idamante, movido por la piedad filial, se entrega voluntariamente al sacrificio.    

Las tragedia lírica Idoménée (1712), con texto de Antoine Danchet y música de André Campra, condensa e intensifica los elementos presentes en los modelos anteriores para lograr mayor viveza. Danchet suprime el ingrediente de la traición política, hace intervenir a varios dioses y a un monstruo marino, acentúa la intriga amorosa añadiendo al triángulo formado por Idomeneo, Idamante e Ilíone a la celosa Electra, enamorada de Idamante. El protagonista, como en Crébillon, se debate entre los celos y el amor por su hijo, al que termina asesinando poseído por las Furias, igual que en la novela de Fénelon, tras lo cual es detenido cuando trata de darse muerte, mientras Ilíone sí logra consumar su suicidio.

En 1764 Antoine-Marin Lemierre vuelve a llevar el relato a escena. Su Idoménée es una tragedia más sobria y solemne, acorde con el molde de la literatura ilustrada. Pasan a primer plano la ironía trágica y la reflexión filosófica, pues el mito da pie a la crítica de la superstición y el fanatismo. Lemierre suprime la rivalidad amorosa entre el padre y el hijo, unido por un amor incondicional a su esposa Erígona. El pueblo exige a Idomeneo que lleve a cabo el sacrificio prometido para no padecer castigos por una culpa de su gobernante. Aunque el rey intenta alternativas, la obra concluye con el sacrificio voluntario de Idamante, el mismo final que teníamos en Crébillon[4].

Sobre el patrón de la pieza Danchet y Campra componen Giambattista Varesco y Wolfgang Amadeus Mozart la reelaboración moderna más célebre del mito, la ópera Idomeneo (1781). El triángulo amoroso surge en esta ocasión entre Idamante, la princesa Ilia, cautiva troyana liberada por Idamante, y la celosa Electra, figura procedente de la obra de Danchet, como también el monstruo marino enviado por Neptuno para castigar el perjurio de Idomeneo. Idamante vence al monstruo y padre e hijo se resignan a cumplir su destino funesto, pero Ilia pide ser sacrificada en lugar de Idamante. Esto conmueve a la divinidad, que los persona a cambio de la abdicación de Idomeneo en su hijo. La gran novedad, pues, es el desenlace venturoso: Idamante e Ilia se convierten en los nuevos reyes de Creta, y triunfa la concordia entre Troya y Creta y entre la divinidad y los hombres[5].

 

El tercer y último apartado del libro se ocupa de las creaciones de la literatura española. Comienza Valverde con El Anténor de Pedro Montengón, novela elaborada, como la de Fénelon, sobre el modelo de la épica clásica, y que ve la luz en 1788. Versa sobre las peripecias de este héroe, que huyendo de Troya llegó hasta Italia y fundó Padua y Venecia. El mito de Idomeneo se inserta en uno de los episodios, si bien se expone de forma más escueta y simplificada que en el Télémaque. Anténor visita Salento, donde reina su hijo Laódoco, y allí tiene noticia por un antiguo siervo de Idomeneo de las desgracias del rey cretense. Al volver a su patria Idomeneo se dispuso a cumplir el ominoso voto que había hecho, pero su pueblo se sublevó y lo detuvo, un detalle nombrado ya por Servio, de modo que tuvo que huir a Salento; fue allí donde sufrió la traición política, a cargo de su propia esposa y de Laódoco, que lo destronó y le dio muerte. Anténor obliga a su hijo a devolver el poder a Meríones, hijo de Idomeneno. El tratamiento de Montengón está sazonado con ideas ilustradas: la historia de Idomeneo lleva implícita la defensa del pacifismo, la tolerancia y la moderación religiosa y la equidad política, valores encarnados por Anténor. El tema de los sacrificios humanos, presente también en el viaje del protagonista al país de los tauros, simboliza el fanatismo religioso.

Muy diferente en su género y elaboración es Idomeneo: escena trágico-lírica, un melólogo que se estrena en 1792. El autor, Luciano Francisco Comella, adapta y amplifica otra composición de teatro musical, Idomeneo: scena lirica (1792), del italiano Francesco Saverio Salfi, deudora a su vez del Télémaque. En el prólogo refiere el autor español sus modelos: Salfi, el Pygmalion de Rousseau, el teatro griego y otro melólogo español, Guzmán el Bueno de Tomás de Iriarte (1791), precisamente sobre un personaje que se vio obligado a entregar la vida de su hijo por la salvación de su patria. El monólogo de Idomeneo consta de 416 versos en romance heroico de gran viveza y patetismo. Por la propia naturaleza del género, se concentran y focalizan los hechos en la figura protagonista, cobrando extraordinaria relevancia su conflicto interior. Las principales novedades respecto a aquella tradición que arranca de Fénelon son que el hijo ignora su destino y no muere voluntariamente, y que el rey tras el parricidio es atormentando por las Furias, como Orestes en Esquilo, y acaba suicidándose; eliminado además el tema de la agitación política, este Idomeneo actúa solo.

A continuación presenta Valverde el Idomeneo de Nicasio Álvarez de Cienfuegos, amplia tragedia -1526 endecasílabos sueltos en tres actos- acorde con la preceptiva clasicista, aunque con ingredientes del Romanticismo (suspense, patetismo…). Publicada en 1798 pero escrita con anterioridad, se ha transmitido que su estreno fue en 1792, si bien Valverde, basándose en referencias anteriores a la obra, plantea que pudo darse una confusión con la fecha del estreno de Comella. La pieza se abre con Cidonia (antigua ciudad cretense) azotada por las calamidades. El sacerdote Sofrónimo convence a Idomeneo de que los dioses le exigen el cumplimiento de su promesa, siendo su verdadero objetivo colocar a su propio hijo en el trono tras la ejecución del príncipe Polímenes. Ante el ofuscamiento de Idomeneo, el pueblo estalla en una protesta en la que muere accidentalmente Polímenes. Sofrónimo confiesa su felonía antes de morir; Brisea, esposa de Idomeneo, se suicida, y el rey marcha al exilio. El autor de nuestro estudio analiza los paralelismos de la creación de Cienfuegos con las de Comella (éstas parecen remontar a la obra de Crébillon), Fénelon y Lemierre, y después las novedades de Cienfuegos. El poeta español, versado en cultura grecolatina, concede mayor relieve a los elementos clásicos, y su tragedia deja sentir la huella del Edipo Rey y de Ifigenia en Áulide. Por otra parte, elimina la intriga amorosa a la vez que introduce al personaje de la esposa de Idomeneo. Un cambio llamativo es el que afecta a la traición política: Sofrónimo, una figura que había inventado Fénelon, se mueve por ambiciones políticas e inventa el salvaje oráculo[6]. Para Valverde, Cienfuegos en cierta medida refleja la realidad española contemporánea, la manipulación de Carlos IV por Godoy y las consiguientes quejas del pueblo. Cobra así el mito clásico una función ejemplar acorde con el ideario enciclopedista: el motivo del voto a los dioses y el castigo de éstos se racionaliza; a Idomeneo lo pierden su fe ciega, su imprudencia y su confianza en los malos consejeros; frente a él, Polímenes y otros personajes positivos encarnan la moderación, la virtud, la razón, indispensables para el buen gobierno.

La última escala del recorrido de Valverde es el Idomeneo (1799) de Eugenio de Tapia. Subtitulado “Drama trágico con intervalos de música”, es una reescritura breve y condensada que aúna elementos neoclásicos y prerrománticos. Escrito en romance heroico y en un solo acto y reduce los personajes a cinco: Idomeneo, su esposa Brisea, el príncipe Polímenes, el sacerdote Sofrónimo y el hijo de éste, Linceo. Los cinco proceden del drama de Cienfuegos, cuyo argumento conserva Tapia con escasas modificaciones. Junto al influjo fundamental de Cienfuegos, se aprecia la impronta del melólogo de Comella, sobre todo en la configuración formal. También Tapia encuentra en la materia que trata una oportunidad para hacer una defensa de los valores ilustrados y una crítica a la sinrazón política y al fanatismo religioso.

 

Concluye el itinerario de la leyenda con unas consideraciones finales que sintetizan y recapitulan la información de todas las secciones anteriores y repasan los principales rasgos de las revisiones modernas. La leyenda de Idomeneo tiene un desarrollo muy limitado en la literatura grecolatina, ciñéndose la escasa información que ha rastreado Valverde en las fuentes clásicas a tres esferas: la intervención en la guerra de Troya, el regreso a Creta y la fundación de Salento. La fortuna del mito en la literatura moderna se apoya, tal y como demuestra el trabajo, en dos eslabones fundamentales: Servio y Fénelon. No es casualidad que aparezca de forma recurrente en el teatro neoclásico. El lance del padre empujado a cometer el acto más brutal por haber formulado irreflexivamente un juramento está dotado de un patetismo y una intensidad de amplias posibilidades en la escena. Paralelamente, la angustia del rey que se debate entre el amor a su hijo y su responsabilidad como gobernante y el tema del voto imprudente, motivo de rica tradición en la literatura y el folclore, atrajeron a los literatos ilustrados del siglo XVIII, pues se podían ligar a temas de máximo interés para ellos: los peligros del fanatismo religioso, el gobernante y sus obligaciones con su pueblo, y el necesario triunfo de la razón y la virtud sobre el oscurantismo.

El libro de Valverde se cierra con tres apéndices de naturaleza muy diferente: el primero es un catálogo de veintiuna piezas teatrales sobre el tema de Idomeneo compuestas a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Seguidamente figura la bibliografía, que incluye ediciones y una completa y práctica relación de estudios sobre los aspectos tratados en el trabajo. Por último, se incorpora un índice general de nombres que facilita considerablemente la consulta de la obra.

 

El de Valverde es un trabajo imprescindible para conocer la tradición de un mito que, como él muy bien expresa “constituye un curioso ejemplo de trama creada en época moderna a partir de un antiguo mito, que no tuvo tratamiento específico en el teatro griego”. Nuestro autor traza un recorrido nítido y completo del mito desde la Antigüedad hasta finales del siglo XVIII. El ejercicio minucioso de filología y literatura comparada que sustenta su estudio da como resultado una obra de lectura grata y clarificadora, precisa y excelentemente documentada, que ilustra los ecos e influjos superpuestos en la tradición literaria del tema de Idomeneo y pone ante los ojos del lector un nuevo ejemplo de la inmortalidad de la mitología clásica y su inagotable capacidad de reescribirse y revivir en cada era.



[1] Valverde Sánchez, M. (2005ª) “Figuras del mito clásico en la poesía de Cienfuegos”, Amica Verba: in honorem Prof. Antonio Roldán Pérez / coord. por R. Escavy Zamora, Vol. 1 (pp. 1001-1014); (2005b) “El mito de Idomeneo, de la épica antigua a la tragedia moderna”, Myrtia 20, 265-294; (2008) “Un mito clásico en el teatro español del siglo XVIII: el Idomeneo de Cienfuegos”, Myrtia 23, 371-388.

[2] El narrador de Ephemeris belli Troiani dice haber sido compañero de Idomeneo, y refiere un nóstos de Idomeneo en última instancia afortunado, aunque con alguna mención a tempestades en el mar y traiciones de los suyos.

[3] La Eneida menciona de forma fugaz en algunos pasajes la ruina y el abandono del reino de Idomeneo, pero no especifica el motivo, que podría ser la conjura del traidor político o la inmolación del hijo.

[4] Deudora de la obra de Lemierre es Les lois de Minos de Voltaire, otra tragedia filosófica que se sirve del mito para la defensa de ideas ilustradas.

[5] El éxito de la creación de Varesco y Mozart abre la puerta a otras óperas sobre el mismo tema, de las que Valverde ofrece un pequeño recuento.

[6] Situaciones paralelas se dan en El Anténor de Montengón, donde un vil sacerdote de Diana que exige sacrificios humanos y en otra tragedia francesa que sigue la estela de la de Cienfuegos: Idamante, tragédie en cinq actes (1818) de Prisette. El enfrentamiento entre el monarca y el sacerdote, entre el poder político y religioso, es un tema repetido en la literatura desde la Antigüedad griega y cobra particular vigencia en el siglo ilustrado.