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Revista de estudios filológicos
Nº32 Enero 2017 - ISSN 1577-6921
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Viaje y palimpsesto en El sueño de África de Javier Reverte

Antoine Bouba Kidakou

(Universidad de Maroua. Camerún)

kidakou@yahoo.fr   

 

 

 

Resumen:

Desandar el tiempo y el espacio, regresar a los orígenes primitivos de los pueblos y revivir las aventuras de los héroes cuya fama queda grabada en la memoria colectiva, transformándolos así en modelos dignos de ser imitados: tales suelen ser, entre otras muchas, las motivaciones de los viajes descritos en los relatos de viajes sobre el África negra. A pesar de la evolución del tiempo que afectó las realidades observadas y descritas, Javier Reverte, conocido como el escritor-viajero español sobre África negra más conocido en la era de la mundialización, da pruebas de un apego al africanismo de los antiguos exploradores, que tenían su concepción de los espacios y de las realidades africanas. En este trabajo se pretende analizar la principal técnica de expresión de este paseismo utilizado por el escritor-viajero en su obra El sueño de África; técnica consistente fundamentalmente en un recurso sistemático del palimpsesto a través de la intertextualidad y de la hipertextualidad. Se trata de escudriñar esta técnica que, en su funcionamiento, consiste finalmente en una reescritura del espacio y de las realidades africanas conforme al modelo de los primeros exploradores de esos espacios.

 

Palabras Clave : Relatos de viajes. Palimpsesto. Escritura del espacio. África negra

 

Abstract:

To move backwards in time and space and rediscover the primitive origins of peoples, to relive the adventures of those heroes whose fame is still engraved in the collective memory, transforming them into paragons worthy of emulation: these are, among others, some specific motivations of travels made by many western people on the African continent for centuries. Known as the greatest Spanish travel-writer on Black Africa in the era of globalization,  Javier Reverte doesn’t abandon completely these travel motivations in his stories. His attachment to that old travel ideology is a proof of visceral devotion to the vision and the considerations that explorers had on African spaces and peoples, notwithstanding the evolution experienced by the realities observed and described. This work aims to study the technical expression of this attachment to the past and attachment to the original ideology used by the travel-writer. The work also aims to study the main technique used by the author of El sueño de África, the palimpsest, to convert the journey in space to a memorial travel and re-write the Black African cultural and social history on the bases of the ideological considerations left by the eighteenth and nineteenth centuries explorers.

Key Words: Tavel books. Palimpsest. Space re-writing. Black Africa.

 

Introducción

Una revisión de las investigaciones de mayor relevancia realizadas en la primera década del siglo XXI sobre la literatura de viajes deja percibir un cambio de perspectivas críticas: muy pocos ya se preocupan por el estudio de los rasgos peculiares que se suelen citar como criterios de clasificación de los textos bajo el marbete de literatura de viajes. Recordemos que estos criterios, son entre otros:

- la  realización de un viaje, real o ficticio, organizado sobre un itinerario preciso que actúa como la urdimbre del relato;

- la presentación de realidades socioculturales de los espacios recorridos desde una perspectiva estilística que combina la descripción y la narración;

- la propensión de los viajeros a la inclusión de los Mirabilia;

- el protagonismo del autor del relato en el recorrido del itinerario descrito.

Estos aspectos han sido atendidos de manera exhaustiva en su complejidad en la última centuria por especialistas como Richard (1981), Regales Serna (1983), Pérez Priego (1984), Popeanga (1990, 1991ª), Rubio Tovar (1992, 1995), Carrizo Rueda (1996ª, 1996b, 1997)… Otros estudiosos han orientado su atención hacia los aspectos motivacionales que condicionan la morfología y los contenidos de este inmenso y prolífico corpus, postulando que las motivaciones de los viajes constituyen un asidero para la estructura formal y los contenidos de los mismos, como bien lo afirma Le Huenen (1990: 15):

"[…] le récit de voyage se fait lieu d’accueil pour des discours d’origine diverse qui le parcourent et s’y articulent: les discours du géographe, du naturaliste et de l’ethnologue, de l’administrateur et du militaire, du       missionnaire, du marchand et de l’économiste, de l’historien, de l’archéologue et de l’amateur d’œuvres d’art, chacun doté de son propre lexique et réitérant le préconstruit de son idéologie."

 

Desde los primeros años del siglo XXI las investigaciones sobre el género evolucionan fundamentalmente hacia la exploración de los aspectos trascendentales, con una atención especial dedicada a la reflexión sobre la experiencia del viaje desde una perspectiva socio- espiritual, socio-afectiva o psicoanalítica; la relación mitología-filosofía-viaje; la evolución de las mentalidades  a través del estudio de las diferencias o la expresión de la otredad. Muestra de ello nos la ofrecen los interesantes trabajos reunidos y editados por Peñate Rivero (2005), por una parte, y Carrizo Rueda (dir) (2008)[i].

Este trabajo pretende situarse desde esta perspectiva analítica, y estudia precisamente la técnica del palimpsesto utilizada por el autor en la construcción del relato El sueño de África. El palimpsesto se entiende aquí como “una alegoría del cerebro humano, o sea, una superposición de ideas, imágenes y sentimientos, es decir, “todos los ecos de la memoria” despiertos por vivencias emocionalmente radicales” (Sara, 2009:1). Se trata de dedicar una atención especial en cómo Reverte procede a la recuperación del itinerario y a la reescritura de los espacios africanos recorridos y presentados por anteriores viajeros.

Como principal hipótesis del trabajo, postulamos que las incidencias de la memoria, en su funcionamiento como recuerdos de los testimonios dejados por los exploradores y los primeros viajeros occidentales por el África negra actúan como coordenadas básicas y condicionantes de la elección del espacio africano, del itinerario interno recorrido por el viajero, de los hechos descritos y de la visión del África negra que trasparece a través de los discursos del relato.

 

I.            El viaje y la memoria en El sueño de África: la nostalgia de una vida anterior

Una revisión crítica de la producción literaria de Javier Reverte permite observar que los contenidos de sus principales relatos de viajes sobre África (El sueño de África, Vagabundo en África, Los caminos perdidos de África, La canción de Mbama, Colinas que arden, lagos de fuego…) consisten en un cañamazo de elementos intertextuales edificados casi siempre sobre los recuerdos de las hazañas de unos exploradores o de unas empresas coloniales. Los testimonios dejados por esos exploradores o colonizadores actúan en Reverte como “pre-requisitos”, o conocimientos previos sobre los espacios y las realidades sociales negroafricanas que le interesan. El mismo escritor decía al respecto:

 

"Para el escritor que viaja es fundamental llevar el mito a cuestas, como ya dije antes, pero también ir muy leído, lo más leído posible… Yo suelo cargarme el ánimo con la lectura de buenos escritores que han hablado sobre los sitios a donde voy a dirigirme. Es un material duradero. Y pongo un ejemplo: más me dice sobre el Amazonas el libro “La vorágine”, de José Eustasio Ribera, que la última guía turística del río. Y lo mismo me sucede con “El coloso de Marousi”,  de Henry Miller, cuando quiero saber algo sobre el espíritu griego. Los grandes escritores permanecen en el tiempo, nos hablan de la hondura de la vida. Y las honduras de la vida no cambian tanto como sus apariencias. Así que un escritor de viajes debe de ir con la mochila mental bien pertrechada en grandes libros de grandes escritores. (Reverte, 2005:32)."

 

 Seguir las huellas de los predecesores se esgrime como principal factor que motiva la realización de los viajes que protagoniza el escritor en estos espacios. La historia de El sueño de África gira en torno a un largo viaje emprendido por el autor por tierras negroafricanas en los años noventa. Para la plasmación de esos recorridos en su relato el autor recurre a las descripciones de los paisajes y de las realidades africanas observadas, que combina con las digresiones sobre el pasado histórico y cultural de los países recorridos. Con un estilo digesto y agradable, Javier Reverte cuenta en su relato las historias remotas y, a veces presentes, de los africanos conforme al trazado del itinerario. Hace frecuentes referencias al mito de la exploración de Uganda, Tanzania y Kenia que son los tres países del África negra que recorre. Pasa revista a los antiguos reyes africanos, evoca constantemente a los primeros exploradores que pasaron por estos países y cita de manera profusa a los primeros escritores que describieron esos espacios.

Estos aspectos del relato posiblemente justifican la elección del estilo peculiar adoptado por el autor, consistente principalmente en una hábil combinación de las descripciones de las experiencias reales vividas de manera directa durante su viaje, con abundantes evocaciones de los recuerdos infantiles y de los acontecimientos históricos protagonizados por exploradores en los territorios visitados. Las experiencias directas vividas por el autor vienen plasmadas en muchos fragmentos descriptivos del itinerario: desde el principio del relato precisa el autor que “El viaje que relata este libro fue realizado entre los meses de enero y abril de 1992. Los personajes que aparecen en el relato son todos reales, encontrados a lo largo del camino, así como los escenarios seguidos.” (Reverte, 1996: 11)[ii].

Páginas más lejos, describe el autor el inicio del viaje en estos términos:

"[…] aquel día de comienzos de 1992 volaba desde Bruselas a Uganda para iniciar un viaje de tres o cuatro meses. Mi plan consistía en recorrer Uganda, país que había permanecido veinte años cerrado, durante la cruel dictadura de Amín Dadá y Milton Obote, y que ahora comenzaba a abrirse a las visitas de extranjeros. Desde allí, pensaba trasladarme a las Tierras Altas de Tanzania y Kenia… (Reverte, 1996: 20)."

 

Prosigue la descripción de su itinerario, al llegar a Uganda, y da sus primeras impresiones sobre el clima y el paisaje:

"Muchas horas más tarde desembarcamos en Uganda, en el aeropuerto de Entebbe, y respiraba el aire de las Tierras Altas, entre colinas redondas que rezumaban humedad y que eran de color azul en la lejanía y verdes en la proximidad. El aire venía cálido y meloso, empapado de una vaporosa sensualidad. Sobre mi cabeza se abría, como una inmensa campana, el cielo libre, noble y luminoso de África. (Reverte, 1996: 21)"[iii].

 

Conforme avanza en los espacios recorridos, el autor describe las realidades que descubre. Así, presenta las afueras de Kampala (pp. 24-25) insistiendo en sus particularidades (sucesión de chabolas, por un lado, el lago Victoria y sus orillas cubiertas de vegetación, por otro lado, o los atascos ocasionados por los autobuses colectivos que funcionan a modo de taxi, los famosos matatus y las riadas de bicicletas etc.).

Kampala, la siguiente etapa de su viaje, es presentada como una “urbe extraña” (p. 35) por sus pretensiones modernistas. Aquí empieza precisamente la decepción del autor en cuanto a sus expectativas: Reverte busca la originalidad, las “verdaderas realidades” africanas pero encuentra una ciudad de Kampala en plena transformación sobre el modelo de Nueva York. Reverte se erige contra estos programas de modernización emprendidos por los dirigentes africanos, y lo expresa en estos términos:

"Ignoro la razón por la que un buen número de dirigentes africanos han decidido que el modelo urbanístico a imitar es Nueva York…Lo cierto es que visitar Abidján, Nairobi y otras tantas capitales del continente le pueden quitar a uno las ganas de seguir viajando por África. La sencilla herencia de la arquitectura colonial, un estilo ingenuo, funcional, armonioso y simple, está siendo cumplida y exquisitamente demolida en todos los rincones de África. (pp. 35-36)."

 

Sin embargo, la originalidad que busca el autor se encontraría en el modelo europeo, pues presenta la Kampala colonial como la más bella y atractiva, una parte que se presentaba en los años cincuenta como la “Atenas de África” (p.36). La edificación de esta ciudad la atribuye el autor a Frederik Dealtry Lugard, un imperialista inglés que se considera como modelo. La sorpresa que uno se lleva es que el autor busca la originalidad de los espacios urbanos africanos en una cultura (arquitectura) europea. Más que la búsqueda de una genuinidad africana, la actitud del autor en este caso particular podría entenderse como la expresión de su antipatía por la cultura anglosajona y su admiración por la europea. En todo caso, África queda sin interés, o mejor dicho, fuera de juego. Otra pista de lectura de esta actitud del autor es la presentación de África como espacio cultural vacío, que una de las culturas existentes debe rellenar. Pero esto es otro tema cuyo análisis podría resultar también muy interesante.

Los fragmentos descriptivos salpican todo el relato desde el principio hasta el final y,  en ellos el autor combina la presentación de las características más obvias de los lugares, de los paisajes y animales con los comentarios históricos o las digresiones relativas a las leyendas utilizando, a veces, metáforas y comparaciones. Pero la abundancia de estos fragmentos descriptivos, impuesta por la presentación del relato conforme al trazado del itinerario, no oculta el aspecto fundamental que domina en la obra: la preponderancia de los datos históricos dejados por los exploradores y los colonizadores sobre África. En muchas ocasiones, estos aspectos históricos que el autor evoca en forma de recuerdos o de lecturas previas realizadas antes del viaje actúan como verdaderos factores que motivan sus desplazamientos en las tierras africanas.

Sobre los condicionantes memorísticos de ese desplazamiento nos ofrece unos indicios el autor en el texto. Se puede leer, en uno de los fragmentos que explican la elección del destino africano para sus viajes, la vinculación de este espacio a sus recuerdos infantiles:

"Mis lecturas y mis ensoñaciones infantiles, como le sucedía a Joseph Conrad, se dirigían sin remedio a África y, en el alba de mis cincuenta años, pensaba que al fin debía ir allí…Pretendía pisar los lugares que pisaron los primeros exploradores europeos y americanos, encontrar los parajes descritos por los grandes narradores de África, ver los paisajes de la aventura africana. El objetivo era revivir cuanto había imaginado durante años mientras leía sobre África (p. 20)".

 

Además del viaje al pasado para encontrar explicaciones a los misterios del África negra, la memoria funciona en el relato como recuerdos y ensoñaciones infantiles que el autor quiere revivir en la realidad. La descripción de las formas geográficas de los espacios recorridos y el aprendizaje de la lista de nombres de los lugares y de los pueblos se convierten en una especie de experimentación de lo leído o de lo oído por el viajero.

"La velocidad de nuestro vehículo aumentaba y James se abría camino, haciendo sonar su bocina sin interrupción, entre los atestados matatus y las riadas de bicicletas. Recordé la descripción que, del mismo recorrido, hacía Winston Churchill en su libro My African Journey, publicado en 1908. Por entonces, a los lados de la carretera se cultivaba el algodón (pp. 25-26)."

 

Cuando pasa a describir las realidades sociales o los paisajes de las ciudades siempre recuerda sus lecturas sobre el tema: Conrad, Lettow, Blixen etc. La memoria, el recuerdo de lo asimilado con anterioridad, como marco referencial del viaje y de su descripción se convierten en hilos estructuradores del relato. Pero la descripción de los lugares recorridos y de las historias de los espacios sobre la base de los recuerdos transforma el relato en una reescritura de esas realidades (palimpsesto) desde varias perspectivas.

 

II.         El palimpsesto

Las técnicas del palimpsesto que nos interesan en el relato de Reverte pueden analizarse de manera más apropiada a través del examen de las relaciones transtextuales, y más precisamente mediante el estudio de la intertextualidad y la hipertextualidad que son las dos formas recurrentes en el relato. Esas formas de relaciones transtextuales como el principal vínculo entre la obra y los relatos de los exploradores, de los historiadores o de otros autores de relatos de viajes anteriores.

 

II.1. El palimpsesto histórico

Si es obvio afirmar que el texto de El sueño de África es una combinación de las dos modalidades estilísticas habituales de los relatos de viajes, resalta de manera especial la predominancia de las narraciones, que consisten principalmente en evocaciones, incluso en reproducciones de fragmentos de textos de historiadores, referencias a las hazañas de exploradores o de aventureros que llegaron a África siglos antes. El autor recuerda de manera recurrente los eventos históricos que protagonizaron aquellos personajes y reproduce las descripciones de los paisajes que plasmaron aquellos protagonistas en sus escritos. Reverte nos deja ver su total adhesión a las opiniones de aquellos viajeros sobre las costumbres de los africanos. Los siguientes fragmentos, que constituyen una buena muestra de los numerosos textos con que topamos a lo largo del relato sobre estos aspectos, ilustran a la perfección la propensión del viajero al recurso a este significante bastante privilegiado:

Algunos audaces navegantes se habían acercado hasta sus costas, como los árabes Al-Massudi y Al-Idrisi. (p. 21).

        

"Los relatos de los viajeros que se habían aventurado en las tierras desconocidas del gran continente hablaban de selvas y desiertos, de terribles animales salvajes, de enfermedades y plagas, de tribus belicosas que practicaban el canibalismo. Todo era cierto y los mercaderes árabes comerciaban con esclavos, con el marfil y los cuernos de los rinocerontes osaban penetrar en aquel gran espacio en blanco de los mapas donde, según decían, había grandes lagos que alimentaban el curso de vigorosos ríos. (p. 22)."

 

"A joh Hunter le correspondió cerrar aquella gran época, ponerle el epílogo. Hunter había llegado a Kenia en 1905. […] En su libro Hunter, escribió lo que podía ser el epitafio de aquella época: “Yo he sido uno de los últimos cazadores de los viejos tiempos. Tanto la caza como las tribus nativas, tales como las conocí, ya no existen. Los conocimientos que yo presencié no pueden ser revividos. Nadie verá otra vez las grandes manadas de elefantes conducidas por enormes machos de colmillos que pesaban ciento cincuenta libras cada uno. Nadie escuchará los gritos de guerra de los masai mientras sus lanceros avanzan en la espesura buscando a los leones que han devorado sus vacas. Muy pocos podrían decir que entraron en un territorio que ningún hombre blanco había visto antes que ellos. La vieja África se ha ido y yo la he visto irse. (pp. 421-422)."

 

Las figuras de Baker, Speke, Stanley, Livingstone, Burton etc., todos ellos personajes que dejaron sus nombres grabados en la memoria colectiva del mundo occidental  por sus aventuras en tierras africanas, obsesionan al autor a lo largo de sus recorridos por tierras africanas. Aquellos protagonistas de viajes considerados como auténticas gestas en Occidente se convierten en guías morales y turísticas del viajero: de ahí las referencias profusas, tal vez exageradas, a sus figuras, a sus actuaciones y a sus testimonios sobre África y los africanos en todo el relato. El autor considera a estos personajes como modelos con que se identifica: “Todos querían inscribir su nombre en la Historia, entrar en la galería de la fama como hacían los hombres semidioses de la Grecia antigua. África era el mejor paisaje para su gloria personal” (p. 22).

Las observaciones de las realidades africanas y sus descripciones por el autor de El sueño de África se ajustan, desde luego, a la perspectiva histórica legada por aquellos “ilustres” personajes con los que se identifica. No sorprende, entonces, que Reverte considere su viaje como un auténtico acto de heroísmo por cuanto implica de descubrimientos, de aventuras, de encuentros y desencuentros. En un fragmento del relato dice Reverte, para insistir sobre el carácter épico y el valor social del viaje, sobre todo cuando es realizado por tierras lejanas y desconocidas:

"Creo que el ojo del hombre debe ver las cosas por sí mismo, respirar con sus propias narices los aromas de las plantas, de los animales y de los otros hombres; tocar con sus manos las manos de hombres de otras razas, pisar con sus propios pies las tierras más lejanas. El alma del hombre tiene que recuperar la pasión de la aventura y no esperar a que se la sirvan en la pantalla de un televisor o en las salas del cinematógrafo. Y la gran aventura es el viaje. (pp. 429-430)."

 

Además de los aspectos ya señalados, en El sueño de África las referencias a importantes episodios de la historia de cada país recorrido son numerosas. Esas referencias históricas, geográficas, sociológicas o antropológicas constituyen uno de los rasgos definitorios de los relatos de viajes, que le valen su consideración como fuentes documentales, como bien afirma Carrizo Rueda (1997: 1):

"[…] los estudiosos de la literatura miraron de soslayo un nutrido corpus compuesto a lo largo de los siglos por viajeros interesados en dar forma escrita a sus experiencias, mientras eran los historiadores, geógrafos o sociólogos quienes se sentían atraídos por ellos, en virtud de sus aspectos documentales. Esta situación ha durado hasta hace muy poco y sus efectos […] aún se hacen sentir."

 

Pero el recurso exagerado a esos datos en el relato y el uso hiperbólico de esas referencias llevan a barajar la tesis de una fiel reescritura de la historia de las exploraciones y de las conquistas de los territorios negroafricanos por los occidentales. A modo de ilustración, se pueden apreciar los siguientes fragmentos que se refieren a ciertos eventos significativos en la historia de las exploraciones de las tierras africanas. Sobre Uganda, los viajes de Baker y sus hazañas como explorador y conquistador son presentados y valorados por el viajero en los términos siguientes:

 

"En la primavera de 1872, las tropas de Baker entraron en guerra contra el ejército de Kabarega. Baker ganó la batalla en Baligota Isansa, pero la suya fue una victoria pírrica. Con numerosas bajas, escaso de municiones, sin vías de aprovisionamiento ni esperanza de esfuerzos, tuvo que recular hacia el fuerte de Akole. Desde allí, acosado por las guerrillas de Babarega, hubo de emprender una nueva retirada. En 1873, derrotado y exhausto, entraba en Gondokoro y enviaba su carta de dimisión al jedive. Pocos meses después regresaba a Inglaterra, donde una vez más era recibido como un héroe. Nunca más volvió a África. Murió en Londres, en el año 1893. (p. 114)."

 

Se puede apreciar en el fragmento cómo la derrota de Baker se transforma en victoria, al vencido se considera como héroe. Al mismo tiempo se ve cómo en el relato se resta importancia al valor del ejército vencedor, a las técnicas y estrategias guerreras de los africanos que, sin armas sofisticadas ni ejército muy entrenado como el que supuestamente lideraba Baker, pudieron ganar la batalla destrozando a las tropas inglesas. Esta técnica de ocultación o de omisión de las cualidades o de los valores de los africanos forma parte, desde luego, de la presentación distópica del África negra con vistas a la construcción de la utopía occidental.

En la segunda parte del relato, cuando ya se encuentra en Tanzania “La costa de los swahilis”, Reverte recoge cuidadosamente la historia de otro explorador y guerrero que estuvo al servicio de la empresa colonial alemana en África, Carl Peters. Éste había fundado previamente, en 1884, una “Sociedad para la colonización alemana”, y la describe su obra en estos términos:

 

"En noviembre [1884] se internó en el continente, desde Dar es Salam, siguiendo el curso del río Wami. Y en unas cuantas semanas había ya firmado una docena de tratados de “eterna amistad” con otros tantos jefes locales, tratados en los que se incluía una cláusula por la que los territorios de los citados jefes eran cedidos “en exclusiva y universal utilización para la colonización alemana”. En febrero de 1885 Peters regresó a Berlín con el mismo sigilo con que se había internado en África unos meses antes, y poco después el canciller Bismark proclamaba la anexión de los territorios de Usagara, en la actual Tanzania. Era el primer paso para la construcción de un inmenso imperio. (p. 154)."

 

En Kenia, que es el espacio geográfico negroafricano cuya descripción ocupa la tercera parte del relato, con el título “Las altas tierras de Dios”, Reverte habla de otros tipos de exploradores y conquistadores: ellos no trabajaron con armas ni ejército, sino con libros; armas que abrigan la Palabra de Dios como balas. El título de la parte funciona aquí como epígrafe que orienta los contenidos del texto. Se trata, en lo que se refiere a las exploraciones y conquistas, de la historia de dos misioneros anglicanos, Ludwig Kraft y Joseph Thompson, dos exploradores y conquistadores religiosos y morales. El autor describe con muchos detalles las actividades misioneras y los esfuerzos de estos religiosos por conquistar las almas de los indígenas, pero la empresa fracasa:

"Los sueños evangelizadores de los dos misioneros se cumplieron en muy corta medida. Pero abrieron el camino para soñadores de cosas concretas, ya que no de divinidades inmateriales. Fueron los dos más grandes ingenuos del gran sueño de África. (p. 265)."

 

Si postulamos que los “soñadores de cosas concretas” eran los colonizadores, entonces se confirma la hipótesis inicial de que el autor considera a sus protagonistas como modelos dignos de admiración, en contraposición a la actuación contraproducente de los misioneros. Se ve insinuada, en esa admiración de los colonizadores, una apología de la empresa colonial, no obstante sus métodos violentos e iconoclastas.

 

III.       2. El palimpsesto literario

La lectura de El sueño de África brinda muchas ocasiones de toparse con unos topoi, incluso elementos hipertextuales (derivación de los discursos de Reverte de unos hipotextos que se convierten en fuente primaria básica del relato) y architextuales en cuanto que los hipotextos y el hipertexto (El sueño de África en este caso) son todos relatos de viajes que versan sobre los espacios y las realidades negroafricanos[iv]. En muchos fragmentos del relato, como el que sigue a continuación, uno se da cuenta de que el autor, en sus recorridos por espacios africanos anda en las huellas de antiguos escritores y sus descripciones son, en muchos casos, una reproducción de lo que esos escritores habían plasmado en sus relatos testimoniales:

"Los relatos de los viajeros que se habían aventurado en las tierras desconocidas del gran continente hablaban de selvas y desiertos, de terribles animales salvajes, enfermedades y plagas, de tribus belicosas que practicaban el canibalismo. Todo era cierto […]. (p.21)."

 

El cañamazo de datos históricos que ofrece el autor, como queda señalado anteriormente, los convierte en unos hilos conductores que guían al autor en su reescritura de África y su historia. Dice Reverte que “Casi todos los hombres blancos que han pasado por África oriental y han formado parte de su historia han escrito un libro.” (p. 267). Sobre esta tendencia “reproduccionista” de las experiencias relatadas en documentos de viajes anteriores por los escritores viajeros en sus relatos, dice Brunel (1985:8):

"La littérature de voyage fait en quelque sorte boule de neige. Non seulement les ouvrages précédents peuvent servir de guide au voyageur […], mais encore le récit nouveau s’enrichit de leur substance. Pour l’érudit, l’invitation au voyage se transforme alors en sollicitation d’une archéologie livresque."

 

Esto nos lleva a detenernos un rato sobre el complejo sistema de hipertextos y architextos que reconocen muchos críticos como aspectos constantes en la mayoría de los libros de viaje. Sobre esos aspectos escribía precisamente Christian Jacob (1990: 32):

 

         "Les récits de voyage forment une tradition. Ils se déploient en une série. Même le journal de bord des découvreurs de nouveaux mondes dissimule une mémoire : Ptolomée, Pline et Marco Polo accompagnent Chistophe Colomb. La bibliothèque des récits de voyage influe sur la vocation des nouveaux voyageurs, comme sur le choix des itinéraires. Soit que l’on cherche la voie inédite et la terre vierge, soit que délibérément, on marche sur la trace qui vous a précédé, à des fins de vérification ou pour vivre l’expérience d’un autre. Les récits de voyage antérieurs aussi, la perception des paysages, des monuments et des genres de vie, imposent des séquences descriptives, suggèrent des analogies. Les lieux visités deviennent des topoi littéraires […]"

 

A partir del itinerario seguido por el protagonista-narrador, se puede notar que el viaje en El sueño de África es semejante al recorrido arqueológico, pues el viajero busca las huellas de los primeros europeos que recorrieron estos espacios. En la primera parte del relato, titulada “Los grandes lagos”, el viajero recorre la región ugandesa de los grandes lagos, a imitación de los que le precedieron: David Livingstone, Henry Morton Stanley, Frederik Dealtry Lugard, John Hanning Speke, Richard Francis Burton y Samuel Baker. El viajero los invoca constantemente en el relato, cada vez que realiza un hito importante en el recorrido del itinerario. El viaje de Reverte podría enmarcarse, desde esta perspectiva interpretativa, en un ámbito alegórico e ideológico: como alegoría, el viaje consiste sobre todo en la búsqueda de la autenticidad de las aventuras protagonizadas en esas tierras incógnitas por los que precedieron al viajero presente. Se trata, entonces, de remontar el tiempo, andando sobre los pasos de aquellos  que sentaron las bases de las exploraciones de las tierras africanas. Reverte encabeza su relato con estas palabras de Graham Greene, muy significativo para el sentido de su viaje: “África será siempre la de la época de los mapas de la era victoriana, el inexplorado continente vacío con la forma de un corazón humano.”

El viajero pretende remontar el tiempo para buscar también otro tipo de autenticidad: la negroafricana: los pueblos míticos y las costumbres extraordinarias que constituyen, en el imaginario occidental, los aspectos más originales del continente negro. La visita a los pigmeos de Uganda puede considerarse como el hito principal del recorrido alegórico en el tiempo en busca de esa autenticidad negroafricana. Sin embargo, el viajero se topa con una realidad implacable al llegar al pueblo de los pigmeos: la irreversibilidad del tiempo:

"Aparcamos el coche a un lado de la pista. Al poco, salieron de la selva los primeros individuos de la tribu. El que parecía ser el jefe era un tipo de cuerpo magro, ojos avispados y pelo rojizo. Vestía unos sucios pantalones largos de franela, rotos en la culera, por donde asomaba un calzoncillo amarillo. Se cubría el torso con una camiseta de color café desvaído, adornada con manchas y agujeros de todos los tamaños. Caminaba a pasos cortos sobre unas viejas chanclas de plástico. Le flanqueaban dos hombres, uno vestido de harapos azules y otro que se cubría el vientre y el pecho con varios pedazos de piel de gato cosidos  para formar una sola pieza. En conjunto, su aspecto era patético y no recordaba para nada ningún documental que yo hubiese visto sobre los pigmeos. (p. 103)."

 

Varios indicios en este fragmento ilustran los cambios ocurridos en relación con la evolución temporal como vector de transformaciones socioculturales en los pigmeos. Llevan vestidos en vez de hojas o piel como indumento. El jefe de la tribu, que es el guardián de la tradición y protector de la cultura tradicional es quien lleva “pantalones largos”, “una camiseta” y “chanclas”. Las fronteras del primitivismo que esperaba comprobar el viajero se han reducido sustancialmente en el espacio y en el modus vivendi del pigmeo. Si el espacio sociocultural de los pigmeos se consideraba como un espacio original y una auténtica muestra del origen de la Humanidad, entonces se puede advertir a partir de este encuentro que este deseo de remontar el tiempo para volver al origen de la Humanidad es un deseo frustrado: de ahí la decepción del viajero, expresada en el relato, como queda dicho.  

En cuanto al aspecto ideológico, la presencia en El sueño de África de fragmentos que recuperan las opiniones de los exploradores y los prejuicios sobre los territorios del África negra, sus poblaciones y sus culturas son una muestra de la reproducción del imaginario especular occidental sobre estos espacios, con percepción como mundo poblado de monstruos y prodigios. Recordemos que las poblaciones africanas fueron presentadas como seres sumidos en un salvajismo atávico, o como unos seres que vivían en espacios inhóspitos. Antes de que Reverte viajara y escribiera sobre los Negros y sus territorios, muchos lo habían hecho desde una perspectiva similar. Juan León el Africano, considerado por la crítica como el primer autor de libros de viajes en aportar un “cañamazo” de informaciones sobre los territorios de los Negros, describía precisamente el África negra en los siguientes términos:

"[...] esas tierras, todas habitadas por hombres que viven como animales, sin reyes, ni señores, ni estados, ni gobiernos, ni costumbres; apenas saben sembrar, van vestidos con pieles de oveja y ninguna tiene una mujer en propiedad exclusiva.” (León el Africano, 1550; 147)."

 

Unos años más tarde, los describía Luis del Mármol Carbajal con similares imágenes y palabras:

 

         "[...] los que viven en la parte interior, que los Alárabes llaman pueblos de Zinche y Sierras de Alard y que son gente bestial, monstruos de naturaleza, que los más dellos no comunican con forastero ni dexan ver dellos, y por la mayor parte no tienen otro exercicio sino robarse y matarse los unos a los otros y de continuo tienen guerras (Mármol Carvajal, 1573: fol 15r)."

 

En el siglo XIX seguían todavía las imágenes y estereotipos que los libros de viajes medievales y áureos difundían sobre el África negra, como se puede comprobar en los relatos de Nihai Ticán Rumano, quien insiste sobre los numerosos peligros del continente negro (Rosca, 2006:50).

En su relato, Reverte parece reproducir las mismas opiniones y los mismos prejuicios: el miedo a los mismos peligros señalados siglos antes, las adversidades de la naturaleza, la bestialidad de los habitantes. Hablando de esta naturaleza, dice: “[…] los  árboles parecían tender hacia nosotros sus brazos musculosos, como si intentaran cogernos, arrebatarnos de nuestros asientos y proceder sin reparos a devorarnos.” (p. 102). En otro fragmento donde describe la cohabitación entre los hombres y los animales en el mismo espacio geográfico, Reverte llama la atención sobre los peligros permanentes que amenazan la vida de los hombres.

"El coronel J. H. Patterson llegó a Mombasa en 1898 y a finales de marzo estaba en Tsavo dirigiendo su construcción de un puente sobre el río. Tan solo unos días después de su llegada dos coolies desaparecieron de sus tiendas y sus cadáveres no fueron encontrados. Tres semanas después un peón llamado Ungan Singh fue atacado por un león en su propia tienda. El hombre peleó contra la fiera, pero no pudo evitar ser arrastrado fuera, donde el felino acabó con él partiéndole la yugular. Luego se lo llevó          a la espesura para  disfrutar de una cena tranquila (p. 277)."

 

En este fragmento Reverte habla de los hechos que acontecieron en el siglo XIX, y en toda la obra reproduce numerosos episodios parecidos, que recuerdan la vida de los africanos en sus diferentes aspectos: sus relaciones con los occidentales, su organización sociopolítica y económica, el entorno geográfico y sus incidencias en la vida humana, etc. La propensión del autor a la reproducción de esos episodios históricos es una actitud denotativa de una percepción ideológica del África negra y de sus realidades. Se conforma así, en El sueño de África, una ideología del viaje, es decir un conjunto de ideas y creencias que se asocian al viaje, su forma de realización y el sentido que se le atribuye. A partir de estos elementos se ve que Reverte no concibe el viaje de la misma forma que todos los viajeros. Muestra de ello es su actitud ante los viajeros turísticos: afirma en Vagabundo en África, uno de sus relatos de viajes en el mismo continente, su aversión a la forma en que los turistas realizan sus viajes:

"Una familia de madrileños: el padre, la madre, dos hijos varones y una chica, todos          con pantalón corto de safari y sombrero de ala de estilo australiano, se detenían catarata tras         catarata, el padre filmaba con su trasto de vídeo unos cuantos planos y, concluida la secuencia,        decía a secas: “Ya está” Y todos en marcha hacia el siguiente salto para repetir la ceremonia. Aquel padre era el tipo de turista para escribir una comedia: filma y a la vuelta se entera de los que ha visto, porque no mira otra cosa que no sea un encuadre a través del visor de su cámara. (Reverte, 2003: 152)."

 

Esta percepción negativa de los turistas se reitera en numerosos fragmentos de El sueño de África, como éstos: “Yo no soy turista, Paul” (p.181); “[…] a los turistas les agrada que el lugar esté limpio y bonito. Si estuviera sucio y descuidado, nadie pagaría para verlo.” (pp. 346-347). Además de la falta de contenidos ideológicos e históricos en sus actividades, el viajero considera el turismo como el principal agente de la degradación del espacio y de las culturas, en cuanto que implica acciones que transforman esos espacios; acciones que provocan la pérdida de la originalidad de esos espacios y la autenticidad de las culturas indígenas a través del contacto con otras

 

Conclusiones

A la hora de sacar las lecciones finales de este estudio, se imponen, entre otras, estas observaciones conclusivas: en El Sueño de África, Javier Reverte utiliza el mismo estilo a lo largo de todo el relato, y este estilo consiste fundamentalmente en alternar fragmentos dedicados a la descripción del viaje realizado con pasajes dedicados a la historia de las zonas visitadas (Uganda, Tanzania y Kenia). Esta segunda modalidad de la escritura del relato podría justificar su subtítulo “En busca de los mitos blancos del continente negro”. El viajero adopta una postura en la que predomina la centralización de sus miradas en los espacios y las realidades negroafricanas ya descritas por los viajeros de los siglos XIX, e incluso anteriores. Los pasajes que dedica el escritor a la presentación histórica de las zonas visitadas ensalzan de manera exagerada a los occidentales pioneros en la exploración del África oriental y en la colonización de esos territorios. Estos diferentes procedimientos manejados por el escritor para trasmitir los mensajes y sus opiniones  sobre las realidades negroafricanas hacen de El sueño de África un relato de viajes con una gran originalidad: las referencias a la “espacialidad” son peculiares; las realidades culturales reciben un tratamiento original, las páginas esenciales se dedican al recuerdo de las biografías y a los hechos protagonizados por los exploradores en los espacios recorridos por el escritor. La descripción del desplazamiento físico del viajero, que en los relatos de viajes se realiza generalmente a través de la presentación del itinerario, se encuentra diluida en las digresiones sobre las vidas de los exploradores y sus diferentes hazañas.

El relato de Javier Reverte, además de su aspecto homodiegético (ya que el protagonista-narrador de los hechos descritos es personaje de la historia que cuenta) cumple un papel de palimpsesto: desde el punto de vista literario, se presenta como un texto escrito sobre las huellas de escrituras anteriores (testimonios dejados por los exploradores). Es la reescritura de los espacios y de las realidades negroafricanas presentadas por anteriores viajeros por esos espacios, con muy pocas variaciones en sus contenidos. El frecuente recurso a esta modalidad de escritura por los autores de relatos de viajes es, probablemente, lo que lleva a Brunel a hacer las observaciones recogidas ut supra.

Desde la perspectiva histórica, además del aspecto documental de El sueño de África, que lo convierte en obra de consulta sobre la historia de la exploración y de la colonización del África del Este, el relato cumple un papel socioeducativo importante por el cañamazo de informaciones de toda índole ofrecida a su público lector.

 

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[i] Los trabajos reunidos y editados por Peñate Rivero, junto con los estudios recopilados en el número monográfico de la revista Letras bajo la dirección de Carrizo Rueda, se consideran como hitos muy importantes en las nuevas orientaciones de los estudios de los relatos de viajes en la actualidad.

[ii] La edición del relato manejada en este trabajo es la primera, de 1996.

[iii] En adelante las referencias a las páginas de la obra analizada se indicarán con la letra p. seguida del número de la página correspondiente.

[iv] Sobre los aspectos relacionados con la hipertextualidad, la architextualidad y otros fenómenos que remiten a las interconexiones entre textos, los trabajos de Mikhail Bakhtine (1984), Julia Kristeva (1969), Gérard Lavergne (1998), Tiphaine Samoyault (2001) nos han inspirado y guiado en este estudio.